EMILIANO R. FERNÁNDEZ y el teniente ADOLFO ROJAS SILVA eran amigos. El poeta y el joven militar, por el azar de la vida, se encontraron en el Chaco entre fines de 1926 e inicios de 1927.
"El poeta trabajaba en el obraje del español GREGORIO LEOZ -padre de NICOLÁS LEOZ, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol-, al servicio de la empresa CARLOS CASADO. Estaba en el kilómetro 61 de la vía férrea que llegaba hasta Punta Riel, en el 160. ROJAS SILVA acampaba, entonces, en el kilómetro 50, al frente de una cuadrilla que realizaba la prolongación del hilo telegráfico. Ese trabajo era uno de los preparativos bélicos, ya que el gobierno de ELIGIO AYALA tenía la certeza de que tarde o temprano los cañones iban a tronar en los cañadones chaqueños. Como la distancia entre ambos amigos era nada más que de dos leguas -eso, en el Chaco, es a dos cuadras-, se veían a menudo", cuenta EUGENIO HERMOSA SELLITI, rastreador infatigable de las huellas de Emiliano en el norte del país.
Las tertulias eran frecuentes. Emiliano iba hasta la carrería del kilómetro 50 o Rojas Silva se apersonaba en el rancho del 61. Todo era muy austero, mas nunca faltaban la guitarra, el canto, la buena carne de res y la caña. Una vez, en la pausa de las cuerdas de los músicos, Rojas Silva contó que su misión era desalojar a los bolivianos del territorio paraguayo. Emiliano se entusiasmó porque ése era su ferviente deseo. Alentó a su amigo e, incluso, le adelantó que si la patria lo llamara, su sangre estaba dispuesta al sacrificio.
Pasó algún tiempo y el teniente -con sus escasos soldados, a caballo todos-, se adentró en el Chaco. "Pernoctó en el kilómetro 104, un obraje a cargo de Peláez, otro español. Después, al parecer, se encontró con su jefe que estaba también en la zona y habrían tenido una desavenencia. De ahí, ADOLFO ROJAS SILVA volvió al asiento de su unidad, Concepción. Paró en el hotel de Casado antes y sacó pasaje para la motonave Concepción", cuenta EUGENIO HERMOSA SELLITI, oriundo de Caapucú, administrador de la empresa Carlos Casado durante muchos años.
De Concepción, Rojas Silva volvió al Chaco. A fines de febrero de 1927 él y sus soldados, en el Fortín Sorpresa, cayeron muertos por balas bolivianas.
Ese episodio que enciende los ánimos -ya, desde luego, caldeados- de los paraguayos fue la primera mecha que estuvo a punto de iniciar la hoguera de la guerra. El gobierno de Eligio Ayala, sin embargo, sabía que responder a esa agresión -en ese momento-, era entregar el Chaco. El Paraguay, por entonces, estaba preparándose para la hora inevitable que llegaría en 1932.
El episodio del FORTÍN SORPRESA inspira dos poesías a Emiliano. Las escribe en el kilómetro 61 de la vía férrea de Carlos Casado. Una es el compuesto TENIENTE ROJAS SILVA en el que resalta la juventud de Adolfo -veinte años nombotývai gueteri-, el enfrentamiento, el coraje de su amigo y compañeros y la muerte como ingrato epilogo.
Rojas Silva pe tape omoñepyrũ/ ha jahamanteva’erã ñadefende, dicen los versos finales que inician la idea central de ROJAS SILVA REKÁVO que escribe inmediatamente después. Allí la indignación del poeta cobra vuelo impetuoso e invita a incita a repetir la Ley del Talión : no ojo por ojo sino sangre por sangre. MAURICIO CARDOZO OCAMPO es el autor de la música.
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