EL MENSAJE DE MAYO
(A LOS CAMPESINOS COLORADOS)
J. NATALICIO GONZÁLEZ
EX PRESIDENTE DEL PARAGUAY
BIBLIOTECA COLORADA Nº 4
ASUNCIÓN, 1951
A LOS CAMPESINOS COLORADOS
Al abandonar la Presidencia de la República, estampé en mi renuncia estas palabras: "Mí alejamiento carece de importancia: lo único que me interesa es que perduren los grandes ideales que serví desde mi mocedad. Por eso pido a mis compatriotas que arrojen lejos de si el espíritu de discordia, y que cada cual, desde el puesto en que le corresponda actuar, ponga todo su fervor y toda su inteligencia, al servicio del pueblo paraguayo, para elevar su nivel de vida, asegurarle los beneficios de la salud y los bienes emergentes de la educación técnica e intelectual. Pienso que el Coloradismo es el único instrumento con que cuenta el país pera llevar a feliz término está grande empresa de renacimiento nacional, y reclamo de todos mis compatriotas de buena voluntad una colaboración leal con ese gran partido que me contará siempre en el número de sus más fieles servidores".
Han corrido más de dos años desde que formulé este voto. Atropellado en mi reputación, despojado de misbienes, perseguido con saña implacable hasta más allá de las fronteras, repito con la misma pasión de patria idénticas palabras. ¿Qué importan los agravios, ni los despojos de que he sido víctima? No es mi hábito hacer política a base de rencores personales, y lo que me interesa es que el Coloradismo cumpla plenamente su función de instrumento insustituible del Renacimiento paraguayo. Y eso no será posible si no se reanuda el camino interrumpido en la noche del 29 de enero de 1949, en una hora aciaga para el torturado Paraguay.
En una época de crisis, preñada de violencias, en una hora en que la fuerza creadora y fraternal del espíritu humano perece de egoísmo y sequedad interior, correspondía al Paraguay, por su índole medularmente americana, dar la nota de una cultura juvenil, animosa y contagiosa, que encienda una nueva esperanza en el mundo de hoy, perturbado por las amenazas de aniquilamiento de sus centros de mayor brillo y poder.
Me esforcé, desde la Presidencia de la República, por convertir al Paraguay en un factor visible del proceso de la cultura universal, creando aquellas bases materiales y aquellas condiciones espirituales que iban a permitir a nuestro pueblo el libre desenvolvimiento de su genio creador, por tanto tiempo malogrado por falta de equipos y de preparación técnica adecuada. Para no quedar en meras afirmaciones, recordaré algunos pocos aspectos de esta labor grandiosa, cuyo éxito debo atribuir a la eficiencia de mis colaboradores y al fervoroso concurso del pueblo.
LA MONEDA
Mantuve la equivalencia de tres guaraníes nueve centésimos por cada dólar, como base de la prosperidad paraguaya. Hoy día un dólar vale prácticamente veinte guaraníes; o en otros términos, la fortuna paraguaya ha menguado en proporciones catastróficas. Quien tenía hace dos años treinta y un mil guaraníes, era dueño de diez mil dólares: a causa de la desvalorización del guaraní, hoy apenas tiene mil quinientos dólares. Los frutos acumulados del trabajo paraguayo se han evaporado. El obrero, el empleado o el oficial que ganaba tres mil guaraníes, en realidad percibía el equivalente de mil dólares; hoy ese mismo salarió representa escasamente ciento cincuenta dólares. Tan desastrosa política monetaria no sólo se traduce en uno de los más inicuos despojos colectivos, sino que inhabilita al pueblo paraguayo para cualquier grande empresa de renacimiento espiritual y económico.
OBRAS PÚBLICAS
Era tal el crédito del Estado paraguayo, que el empréstito interno de cinco millones de guaraníes, emitido en diciembre de 1948, quedó cubierto en un cuarto de hora. Tenía ya la autorización legal para elevar dicho empréstito a veinte millones de guaraníes, a fin de invertirlos, con otros recursos ya escogitados, en la construcción de mil escuelas, mil quinientos kilómetros de caminos asfaltados y de varias represas que permitirían la navegación de nuestros ríos interiores, el riego de su cuenca para librar al agricultor de las contingencias de las sequías y la electrificación total del país. Estaban llegando a su término los trabajos de nivelación del río Tebicuary y avanzaba activamente el gran camino internacional de Villarrica a Santos. Hoy día el Estado carece de crédito, y todas las grandes iniciativas a que aludo han sido abandonadas.
EN SERVICIO DEL CAMPESINO
Mi gobierno aseguró al agricultor una utilidad mínima de cien dólares por cada hectárea cultivada. Extendió los beneficios del Crédito Agrícola de Habilitación a cinco mil familias rurales, y estaba por cuadriplicar ese número. Al elevarse él nivel de vida del campesino, aumentaba su capacidad de compra. Es decir, se estaba abriendo un mercado interno de extraordinaria capacidad de absorción, que iba a permitir la expansión explosiva del comercio y de las industrias, en proporciones nunca vistas en el país.
Hay más. EN UN SOLO AÑO SE COMPRO CIEN VECES MAS EQUIPOS AGRICOLAS OUE EN EL ULTIMO MEDIO SIGLO TRASCURRIDO. El hombre paraguayo iba a entrar a competir por primera vez en los mercados mundiales usando un equipo de trabajo eficiente y moderno. Dentro del plan gubernativo, de 80.000, el área de la tierra cultivada iba a elevarse a 200.000 hectáreas en 1949, para alcanzar un millón de hectáreas en 1952; y con los nuevos tipos de semillas que se ponían al alcance de los agricultores, el rendimiento por hectárea iba a subir en un 50 por ciento. Lo que el cumplimiento de este plan iba a representar para el Paraguay en riqueza, en bienestar general, en civilización, en holgura para dar libre vuelo creador al espíritu del pueblo, es ciertamente incalculable.
PALABRAS FINALES
Esta enunciación de Hechos, no busca acusar sino hacer visible la capacidad del Paraguay para reestructurar su perdida grandeza, con sus propios medios. Y constituye, además, una incitación al coloradismo a persistir en tan ardua empresa. Queremos que el poder se emplee, no en renegar de los valores eternos del Paraguay, ni en difamar a los representantes de su cultura, sino como un instrumento de prosperidad, de capacitación técnica, y elevación intelectual de los paraguayos.
Y que el pueblo deje de ser el personaje maniatado del punzante drama que vivimos. El campesino, el pynandí indomeñable, merece desempeñar una función rectora en la política, porque en sus manos está el secreto de nuestro destino, la única posibilidad de volver a ser una nación respetada por su poderío, admirada por su cultura e ilustre por el genio creador de sus hijos liberados.
México, mayo de 1951
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