ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

Hamaca paraguaya, donde se mece una historia

Hamaca paraguaya, donde se mece una historia

HAMACA PARAGUAYA, DONDE SE MECE UNA HISTORIA


alcibiades@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Arcenio Acuña/Archivo.

La hamaca llegó a nuestro país con los españoles. Pronto los nativos la denominaron keha (donde se duerme) y luego kyha, como hoy la llamamos en guaraní. Adquirió la nacionalidad y se la conoce como hamaca paraguaya, por ciertas características que la distinguen de las demás. Hoy sigue siendo una de las relevantes artesanías que dan comodidad a quienes la usan y algún dinero a quienes la tejen.



Hamaca paraguaya, donde se mece una historiaHamaca paraguaya, donde se mece una historiaARCENIO.ACUNHA

En Paraguay se confeccionan hamacas con hilos de algodón, fibra de la hoja del coco, de karaguata e yvira.En Paraguay se confeccionan hamacas con hilos de algodón, fibra de la hoja del coco, de karaguata e yvira.

En la película de la cineasta paraguaya Paz Encina, la hamaca es el escenario donde dos almas sueñan un ansiado regreso del que penden sus vidas para seguirla como antes o hundirse en el dolor.En la película de la cineasta paraguaya Paz Encina, la hamaca es el escenario donde dos almas sueñan un ansiado regreso del que penden sus vidas para seguirla como antes o hundirse en el dolor.

Hamaca paraguaya, donde se mece una historiaHamaca paraguaya, donde se mece una historia

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En la aplaudida película de Paz Encina, hay una escena conmovedora: la madre, sentada en la hamaca pelando mandioca, y el padre, parado a su lado con la misma expresión de esperanza, a la vez que de pesimismo. Esperan que vuelva el hijo que fue a la guerra. Paz tituló Hamaca paraguaya a su creación. No es la hamaca para el descanso, para “la siesta”. Es el escenario donde dos almas sueñan un ansiado regreso del que penden sus vidas para seguirla como antes o hundirse en el dolor. Ya no es la hamaca ligada a la idea común del reposo, la holganza. La directora encontró en Georgina Genes y Ramón del Río a los intérpretes excelentes para su relato fílmico que, de algún modo, redime a la hamaca de su fama que alienta la holganza.

Se habló siempre de la hamaca paraguaya. ¿Existe tal hamaca? ¿Qué la distingue de las demás, extendidas hoy por el mundo? El origen de la hamaca se asocia con la cultura maya en los tiempos precolombinos. Se afirma que Cristóbal Colón la introdujo en España y muy pronto se extendió entre los navegantes que la hallaron muy cómoda y sin ocupar espacio luego de usarla. Bastaba entonces, como hoy, donde sujetar los dos extremos. Luego se hizo muy popular, tanto que llegó hasta nosotros de manos de los hombres que acompañaron al Primer Adelantado del Río de la Plata, el desdichado don Pedro de Mendoza.

En su edición del pasado 25 de diciembre, el diario madrileño El País incluye un reportaje, “El museo de los huracanes y naufragios”. Es acerca de la apertura del museo, en República Dominicana, que cuenta con una colección de 1.200 piezas recuperadas en sus costas por el hundimiento de 12 galeones y naves entre los siglos XV y XIX. En un párrafo leemos: “Los marinos que manejaban los cañones que protegían estas naves de flotas enemigas o piratas, comían y dormían entre piezas de artillería, colgados de hamacas…”. La nota se ilustra, entre otros objetos, con cuatro hamacas que penden del techo. Hamacas sin flecos.

¿Por qué hamaca paraguaya? Desde muy pronto en estas tierras se la conoció como kyha. Antonio Ruiz de Montoya, en su monumental Tesoro de la lengua guaraní, dado a conocer en 1639, ya incluyó el vocablo kyha, hamaca. Y agrega: “Inimbó kyha hamaca de algodón; tukumbo kyha hamaca de hilo de ortigas, o cosa semejante”. También se la conoció como keha. Sobre este punto, el periodista e investigador Mario Rubén Álvarez nos dice: “El guaraní es una lengua descriptiva. El vocablo hace alusión a un hecho, a una forma o a una característica. Esto se ejemplifica en el término kyha que proviene de keha, lugar para dormir. La variación de sonido –la y por la e– es común en esta lengua, sin que ello implique distorsión de su sentido original”.

Sí, está bien. Pero ¿por qué hamaca paraguaya? La clave nos da la también investigadora de nuestra cultura popular, Margarita Miró, quien a nuestra consulta nos dijo: ”Se realiza esta diferencia pues hace unos años comenzó a cambiarse el fleco de nudos por el fleco de croché. Se considera que es una incorporación que le quita valor estético e histórico-cultural, debido a que el croché es una técnica muy urbana que se elabora en cualquier parte.

”El telar vertical es el primer instrumento tecnológico milenario para elaborar tejidos, utilizado también por los guaraníes y en toda América Latina. En Colombia, en el Museo del Oro de Bogotá existe una hamaca de oro en miniatura, pues en ella dormían sus dioses.

”Las fibras utilizadas varían según la disponibilidad de los vegetales aptos para la denominada hamaca. En Paraguay se confeccionan en telar vertical hamacas con hilos de algodón, fibra de la hoja del coco, de karaguata e yvira (todas estas podrían llamarse también kyha Paraguái).

”Con el telar horizontal, introducido por los españoles, actualmente se confeccionan hamacas con hilos de algodón y restos de tela.

”En Carapeguá se fabrican en gran cantidad las elaboradas en telar horizontal con hilos de algodón y en segundo lugar las realizadas con restos de tela. Las confeccionadas en telar vertical con flecos de nudos se realizan en mayor cantidad en la compañía de Aguai´y”. (De su libro Artesanía paraguaya de Carapeguá. Servilibro).

Ilustres usuarios

La hamaca es de uso común no solo entre la gente del pueblo. Ilustres personalidades la tenían como un objeto importante para su descanso o sus reflexiones. Justo Pastor Benítez (1895–1963), en su libro La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, Dictador del Paraguay, nos cuenta: “Se levantaba temprano; trabajaba hasta el mediodía en el despacho; almorzaba un buen puchero y dos naranjas; saboreaba una copa de vino Jerez u Oporto; rendía tributo a la siesta en columpiante hamaca de hilo…”.

P. Robertson, el inglés que estuvo en el Paraguay en los tiempos del Dictador Francia, describió en Cartas de Sudamérica un almuerzo campestre: “Vino después el agua para las abluciones, luego los cigarros y despejada la mesa comenzaron a colocar doce hamacas en el corredor y todos los invitados se entregaron a la siesta, tan agradable siempre cuando abruma el calor y cuando se ha comido fuerte”.

El español Ildefonso Bermejo (1820-1892) en La vida paraguaya en tiempos del viejo López, relata su primer encuentro con el presidente Carlos Antonio López. Dice: “Sobre una silla había un frac de paño azul con botones dorados y un pantalón de lienzo blanco, y a los pies de esta silla unos zapatos. El Presidente estaba sentado en calzoncillos blancos, en una hamaca…”. Don Carlos no era tan bruto. Sucede que Bermejo, después de todas las distinciones que había recibido del Gobierno paraguayo, con el cual colaboró eficazmente en las actividades artísticas, literarias y periodísticas, tuvo un desencuentro con el general Francisco Solano López, quien lo había traído de España. El rencor del intelectual español se tradujo en relatos que no son de fiar, por lo menos en muchos de ellos. Es posible que don Carlos tuviera una hamaca en la Casa de Gobierno, pero cuesta creer que la tuviera en su despacho y menos todavía que la usara para recibir a las visitas en calzoncillos.

“Algo del regazo materno”

Natalicio González (1897-1966) en Proceso y formación de la cultura paraguaya, le dedica unos expresivos párrafos a la hamaca. Escribe: “El inimbé, cama plana es el preferido en las noches invernales. Pero en verano triunfa el kyha o oní, la hamaca de fino tejido de algodón o de menuda red de fibras vegetales. La cálida siesta o la noche tibia clama por la hamaca que se columpia en la brisa, bajo las copas rumorosas, sujeta a los troncos de los árboles gigantes. Es propicia al ensueño y a la divagación poética. Se ciñe y amolda al rudo cuerpo del hombre y tiene algo del regazo materno. Pero no es el lecho de la molicie ni del himeneo. A la hamaca no se le ha asociado la idea del sexo y al hombre que descansa entre sus pliegues no le acceden imágenes de voluptuosidad ni concupiscencia. Vuela su pensamiento hacia acciones viriles, hacia actos que enaltecen al varón y aprovechan a la especie. Es por excelencia el lecho del guerrero, liviano y portátil, extensible en cualquier rincón de la floresta, en víspera de la batalla inminente. La superchería romántica ha querido simbolizar en la hamaca la molicie tropical, pero un análisis racional la reivindica como el simplificado instrumento de reposo del varón sobrio que lleva en potencia acciones revolucionadoras capaces de cambiar la faz de las cosas. Si el balanceo de la hamaca acuna el ensueño en la mente del hombre, hay que tener presente que la acción no es sino un instante del ensueño dinámico que busca encarnarse en la realidad torturada.

”La hamaca es una metáfora de lo que fue el tiempo para los paraguayos durante siglos. Una vida lenta, apacible, sin las urgencias y requerimientos de hoy –horarios, tráfico pesado, cuentas que pagar, etc.–, mecida por la calma. Si hoy la hamaca va camino al desuso es porque la cultura de la lentitud que ella representa ha cedido paso a la de la celeridad, del estrés y la presión alta. Ya no hay tiempo para disfrutar de su vaivén porque el apuro asedia por los cuatro costados de la supervivencia”. (Hasta aquí Natalicio González).

Se sigue produciendo mucha hamaca en Carapeguá desde donde sale a los centros de distribución. En San Miguel e Itauguá, por dar dos ejemplos, se tienen el testimonio de una artesanía que sigue viva, indiferente a lo anotado por Natalicio González de que la celeridad de la vida moderna detuvo el uso de la hamaca. Pasó por varios procesos en su composición como el hilo salido del karaguata, el mbokaja, hasta quedarse definitivamente con el algodón, que fue su origen en el Paraguay.

Terminamos esta nota con la primera estrofa de la conocida canción de Emigdio Ayala Báez:

Con las caricias del viento

De los cerros de Escobar

Me columpiaba en la hamaca

De mi pueblito natal


 



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