ROA BASTOS Y LA CONDICIÓN POSMODERNA
Por OSVALDO GONZÁLEZ REAL
Escritor y crítico
Se supone que con las obras de Rulfo, El llano en llamas y Pedro Páramo, se da fin al modernismo en nuestro continente. En Yo el Supremo, de Roa, hay una manera –una estrategia, diríamos– para enfrentar los nuevos contextos culturales que aparecen cuando hay que explicar la aparición del otro o, lo otro en la literatura actual. En esta nueva tendencia hay que reconocer la alteridad, que representa la literatura latinoamericana ante los discursos hegemónicos, en boga. Escritores de la categoría de Roa, Rulfo y Borges plantean nuevas maneras de manejarse entre los intersticios, las fracturas que se producen en el nuevo discurso, lugares por donde se filtra la otredad.
Entre las fracturas, los márgenes de estos relatos, hay un desplazamiento de los paradigmas y una problemática configurada por el tema de la identidad y las culturas emergentes que en el Tercer Mundo se enfrentan a la globalización. Es, como dijimos, el fin de la modernidad con su pretensión de representar el humanismo, el progreso, la verdad, y la razón occidental totalizadora. Se necesitará un cambio epistemológico, una deconstrucción de los relatos esencialistas. La verdad es ahora cuestión de interpretación, de hermenéutica –como ya lo decía Nietzsche–. La razón, por otra parte, según Heidegger, ha sido instrumentalizada y puesta al servicio del poder. Esta es la crítica fundamental que hace el filósofo alemán sobre los orígenes de la filosofía occidental, volviendo a los presocráticos, especialmente a los fragmentos de Heráclito.
La literatura del destierro (o desde del destierro) lleva a lo que se ha dado a llamar la nueva cultura diaspórica. Nosotros tenemos a Elvio Romero, Cassaccia, Rubén Bareiro Saguier y al mismo Roa en esta situación. El fin del etnocentrismo y de los grandes relatos (ver Lyotard) ha puesto en crisis la literatura de los países centrales. Aquí también es importante, la crítica que se ha hecho del sujeto como escritor omnisciente. El novelista, como en el caso de Roa, es un simple compilador como vemos en Yo el Supremo.
Infiltrar el castellano con el guaraní
En su libro De La Gramatología, Jacques Derrida, el lingüista francés ya había dicho que el lenguaje oral estaría infestando la escritura, y esta sería una nueva forma de escribir, rompiendo así el paradigma del boom. Roa utiliza el bilingüismo como una manera de infiltrar el guaraní dentro de la cosmovisión del castellano y hacer justicia a la oralidad del mestizaje paraguayo.
En Yo el Supremo ya se percibe lo intertextual en la ficcionalidad de la historia y ya se la considera –según los críticos más avanzados– como una obra magistral que inaugura la nueva novela, posmoderna, escrita en español. Dicha obra se adelantó incluso a las teorías lingüísticas de Derrida, Lyotard y Deleuze. Lyotard lanzó su libro en 1979 y Roa Bastos público Yo el Supremo en 1974. En esta novela se enfatiza la oralidad y la interdependencia del significado respecto al significante, debido a la inestabilidad del significante. Este debe ser liberado y debe quedar abierto a múltiples sentidos. Lo más importante es siempre es el aliento de la palabra, su voz. Por lo tanto, se cuestiona la escritura de la historia: no sabemos qué es realidad y qué es ficción. Se crea una sospecha con relación a la escritura y a lo que es el estatuto de la historia, algo que ya aparece en el Fedro, de Platón. Como Cervantes, el compilador publica lo encontrado. En la historia hay ambigüedad, lo real, por lo tanto, no es sino una construcción del discurso y el texto en última instancia, no es sino intertexto (tejido de múltiples textos) implicados en las oraciones o frases, es decir, la realidad, solo está fundada a través de las palabras.
Aunque Yo el Supremo está compuesto por una pluralidad de textos: manuscritos y citas de grandes pensadores. Todo esto no es sino una parodia de la historia: es lo no dicho en la historia oficial. En otras palabras, la obra de Roa no es una historia, sino una interpretación de los supuestos hechos (una hermenéutica), por eso la novela está hecha de anacronismos deliberados, a la manera de Borges que ya había realizado, anteriormente, algo parecido en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y en Pierre Menard, autor del Quijote. Baudrillard en su obra Simulacros (1983) habla de la simulación de contar una historia que, en realidad, nunca se cuenta. El texto es nomádico, es rizomático, es decir, hay multiplicidad, ruptura de significado, heterogeneidad, cartografía y circularidad en una obra como Yo el Supremo.
De allí podemos inferir que la novela de Roa es la más experimental de todas las obras escritas en los últimos tiempos, en cualquier idioma, como dice el crítico Rodríguez Monegal.
Fuente: ULTIMA HORA (Online)
Sección CORREO SEMANAL
Sábado, 28 de Junio de 2014
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