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OSVALDO GONZÁLEZ REAL
  EL CAMINO DEL ZEN - Conversación con OSVALDO GONZÁLEZ REAL - Por ADRIANA ALMADA


EL CAMINO DEL ZEN - Conversación con OSVALDO GONZÁLEZ REAL - Por ADRIANA ALMADA

EL CAMINO DEL ZEN

Conversación con

OSVALDO GONZÁLEZ REAL

Por ADRIANA ALMADA

 

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¿Qué es el Zen?

Una religión sin dios, lo definen algunos. O un ateísmo trascendental, como prefieren otros. Pero lo cierto es que acercarnos al  Zen a través de la palabra se me antoja un acto fallido, un "faux pas", un contrasentido. Ya Suzuki, el célebre maestro y erudito japonés cuyas obras difundieron el Zen en Occidente, se burlaba de su función pedagógica tratándose a sí mismo como a "un gran pecador, asesino de budas y patriarcas, destinado a arder en el infierno... " Sucede, simplemente, que expresar el Zen a través del lenguaje es imposible. Incompetente. Tan inútil como pretender calmar la sed con la palabra Agua.

“El hombre es ser un pensante -dice también Suzuki-, pero sus más grandes obras las realiza cuando no piensa ni calcula. Hay que volver a ser como niños, mediante largos años de aprendizaje del arte de olvidarse de sí mismo. Cuando esto se ha conseguido, el hombre piensa y sin embargo, no piensa. Piensa, como la lluvia cae del cielo o las olas del océano rompen sobre las rocas; piensa, como las estrellas iluminan el cielo nocturno o las hojas son arrastradas por la brisa primaveral. Ciertamente, él es la lluvia, el océano, las estrellas, las hojas".

Sin duda, tal sentimiento de Unidad con el Todo solo puede responder a un estado de Iluminación, experiencia ésta capaz de acontecernos en el momento menos esperado, sin preámbulos ni preparativos. Así, de repente, se hace la Luz, "realizamos" nuestra propia Naturaleza, caemos en cuenta, nos iluminamos. A lo mejor, mientras barremos, o cuando nos bañamos, contemplamos un crepúsculo, hacemos el amor o regamos las plantas. Cocinando, leyendo... o meditando. Y el inmediato "satori" se hace presente, como un canto.

Quienes lo han experimentado saben que el Zen desdeña el intelecto. Que la lógica no alcanza y que el aprendizaje toma, a veces, caminos escarpados. Que no hay “libro sagrado” aunque sí muchos "sutras" de enorme belleza; y que el más ignorante puede llegar a la Luz con un simple pestañeo, mientras el más grande erudito puede permanecer toda la vida en la maraña de las palabras.

Así lo sabe Osvaldo González Real, quien después de mucho leer a Lao Tsé y a Suzuki, visitó a los maestros en Kamakura, al tiempo que tomaba cursos sobre Budismo, Arte y Filosofía en la Sophia University de Tokio.

Así lo sabemos. Y aún sabiendo que la palabra no es el vehículo ideal para la transmisión de la experiencia, puesto que ésta es intransferible, decidimos hablar del Zen. Preguntar y responder. Con la secreta esperanza de que la palabra pueda convertirse, cuando menos, en el trazo preliminar del infinito dibujo del Universo.


- Si tuvieras que explicar a un niño qué es el Budismo Zen, ¿cómo lo harías?

- A un niño no hay por qué explicarle esto.


- ¿Por qué?

- Porque no es necesario. Un niño no necesita saber del Zen porque él es Zen, está viviendo el Zen. Un niño es espontáneo, no está recubierto como nosotros, los adultos, por las sucesivas capas con que la educación va envolviendo nuestro Ser. Por eso Cristo decía: "Debéis ser como los niños, porque de ellos es el Reino de los Cielos..." Todos tenemos un centro luminoso que va oscureciéndose paulatinamente con el crecimiento, va opacándose; y lo que es peor, no solo se oscurece a la vista de los demás sino también para uno mismo, al punto de negar nuestra propia luz. Esa es la diferencia entre un niño y un adulto. Y justamente se trata de eso, de recuperar ese centro de luz. De ahí todos esos procedimientos para volver a lo que uno íntimamente es, como el yoga, las disciplinas interiores... Son procedimientos para volver, un "rewind", un rebobinado.


- Como la técnica de regresión que usan algunos psicoterapeutas...

- Sí, claro, mediante el hipnotismo. Pero ésto no es muy recomendable, porque produce adicción ¿Sabías?


- No...

- Sí, porque el estado de trance es tan agradable que la persona tiende a querer repetirlo. Además, es un procedimiento inductivo, la persona es llevada por otra, y al final es una alienación.


- Hablamos de procedimientos para recuperar el centro luminoso que perdimos; mejor dicho, que dejamos de percibir en nosotros mismos. Pero sé que hay otra vía, sin procedimiento: la de la “iluminación súbita”.

- Sí, hay dos escuelas. Está la escuela "gradual", que supone que hay una meta que alcanzar y para lo cual hay que seguir ciertos pasos; es decir, disciplinas y esfuerzos que lo llevarían a uno a encontrarse con lo que esencialmente es y la otra es la vía del "satori", que parte de la base de que el esfuerzo no necesariamente ayuda; por el contrario, a veces interfiere. El esfuerzo bloquea y los pasos son condicionamientos, porque en realidad no hay tal meta, no hay un lugar al cual llegar, porque uno ya está en estado de iluminación pero no se da cuenta. Entonces, un estímulo determinado, una palabra, un paisaje, una música, o un gato que maúlla, (no tiene por qué ser necesariamente algo bello), puede desencadenar la experiencia iluminadora.


- Hermann Hesse decía que el "satori", frecuente en los orientales y particularmente en los chinos, es difícilmente experimentable para los occidentales; que él lo había tenido tres veces en su vida y que con eso ya se daba por satisfecho para siempre.

- En realidad, una vez basta. Es como el amor, el verdadero amor. Basta experimentarlo una sola vez en la vida para saber lo que es, y eso ya te consuela para el resto de tu existencia. Ese instante de iluminación te hace ver la realidad de otra manera. Te cambia. Hay casos muy famosos de personas que recibieron la Iluminación porque se les hizo así (golpea las manos con fuerza). Y les preguntan, por ejemplo, "¿Qué sonido produce la mano derecha cuanto está sola?", o "¿Cómo era tu rostro antes de nacer?". Y el desfasaje, el desequilibrio que produce la pregunta aparentemente absurda, produce la Iluminación.


 

- Sé que el Zen utiliza los cuentos como vehículo de iluminación, igual que el Sufismo.

- Sí, se llaman "koan", y son, justamente, paradojas que no se pueden resolver. Son cosas que van más allá de la lógica y demuestran que en cierto punto el pensamiento lógico ya no sirve, que el intelecto tiene un límite.


- ¿Cuáles son las ventajas de estar en un monasterio?

- Saber si en realidad lo que te pasó fue Iluminación o fue otra cosa, porque hay experiencias muy parecidas que no lo son, y sólo un maestro puede certificarlo. Y te dan un certificado.


- ¿En serio?

- Claro, eso quiere decir que podés enseñar. Aunque puede haber un maestro que nunca obtuvo la Iluminación y sin embargo, ayuda a muchos a llegar a ella. Y tiene prácticamente más mérito, porque quien tuvo la experiencia conoció la felicidad de la Iluminación y sólo le queda transmitirla, y esto es relativamente fácil. En cambio, este otro sabe que no vio la tierra prometida pero sabe cómo indicar el camino para llegar a ella, y se contenta con eso. Es una opción éticamente muy valiosa; es lo que le pasó a Moisés. ¿Y esto por qué sucede? Porque un maestro Zen "sabe lo que sabe y también sabe lo que no sabe", porque el discípulo ya sabe y lo que pasa es que lo ha olvidado. Esto se relaciona con la teoría de Platón de la "reminiscencia", que dice que sólo recordamos lo que ya sabíamos: es el mito del eterno retorno. Y esto Platón lo aprendió del Oriente.


- Han sido muy comentados los métodos de los maestros Zen en los monasterios: dejar al discípulo varios días en la puerta, con hambre y frío, golpearlo, confundirlo...

- ... o mostrarle una flor. Claro, en un monasterio hay que hacer muchos trabajos, hay que lavar los platos, limpiar los baños, hay un gran ascetismo. Son todas pruebas. Pero lo bueno del Zen es que no necesitás ser un monje para llegar a la Iluminación. En estos momentos los más grandes maestros Zen son laicos. Hasta podés ir a un monasterio los fines de semana (como ciertos empresarios que he conocido) y recibir la Iluminación, o no recibirla nunca.


- ¿Cómo llegaste al Zen?

- Comencé a interesarme a través del Tao. Había leído a Lao Tsé y me impresionó mucho. Luego, a Suzuki. Más tarde obtuve una beca al Japón y allí puede conocer a los monjes. Estuve también en la Universidad estudiando Budismo, Filosofía y Arte. Después visité a los maestros. El más importante se llama Yamada Roshi. Con ellos aprendí la "meditación sentado", que es la técnica fundamental. No es meditación sobre un objeto, una idea, o una forma, sino meditación sobre la Nada. Y esto es mucho más difícil porque en el Yoga, por ejemplo, te dan una imagen para meditar: el agua, el fuego, Dios, etcétera... Sobre la Nada, en cambio, es más difícil, pero es más rápido. El Zen comienza por el final. En el Yoga se avanza por pasos hasta que finalmente se procede a la meditación "sin soporte", como le llaman. Pero esa Nada del Zen no es una nada negativa, es una Nada pletórica de dinamismo, de Ser; es la matriz de todas las cosas. No es vacío ni ausencia.


- ¿Cómo ha sido tu vida después de tu experiencia?

- He comprendido el sentido del mundo. Aprendí el sentido del dolor y del sufrimiento, lo cual no significa que no haya que luchar por la desaparición de la injusticia, de la pobreza...


- Eso suena a justificación.

- Y sí, lo es. Pero te cuento que, por ejemplo, en Filipinas, la gente que lo echó a Marcos era toda gente entrenada en el Zen. No tenían miedo a morir al salir a protestar contra la dictadura.


- Esto es difícil de comprender para los occidentales. ¿Dónde está el punto de equilibrio entre la aceptación y la necesidad de cambio?

- Mirá, Buda ya estaba en la opción por los pobres de la cual nos habla la Teología de la Liberación, a pesar de ser un príncipe. Como Cristo, que era de la casa de David, de la casa real. Ambos de la aristocracia, y optan por los pobres. El Budismo Zen habla de una "revolución permanente", pero no sólo hay que conseguir justicia e igualdad para todos. Hay que ir más allá, seguir.


 

- Bueno, ya Mao Tse Tung llevó al campo político la idea de la revolución permanente.

- No te olvides que Mao tenía formación taoísta y consultaba siempre el I Ching. Pero esto de la revolución permanente va más allá. En el Zen se busca no solamente la redención humana sino la de toda la Naturaleza. El Zen es ecológico. No es antropocéntrico, sino cosmocéntrico. Ya Buda decía "Hasta que la última brizna de hierba no se libere, yo seguiré naciendo en este mundo", y éste es uno de los resultados más importantes del satori.


- ¿Cuál es el significado de esta liberación?, porque para los cristianos, me parece, tiene otro sentido...

- No, no, es el mismo, porque éste es un mundo caído. Somos materia, pero se va a llegar a espiritualizar todo, hasta el más ínfimo grano de arena. Somos ángeles caídos, por eso estamos en la oscuridad, no vemos ni nuestra propia luz. Pero cuando nos iluminamos, iluminamos toda la Naturaleza, la vemos. La persona iluminada no destruye la Naturaleza, no la depreda, porque sabe que Dios está en todas partes. No hay una manipulación instrumental para destruir. Hay respeto, hay amor. El Zen participa de la Naturaleza.


- Aprende de ella.

- ¿Y por qué? Porque esté donde esté, la Naturaleza es siempre virgen. Porque la planta, el pájaro, el fuego, el agua... participan del Todo, pues no tienen mundo intelectual. Su funcionamiento responde al Tao, al Cosmos. Por eso viéndola, viendo un paisaje, el hombre recuerda lo que había olvidado. Vuelve a lo que era antes de que la Civilización lo distanciara de la Naturaleza. Porque la civilización no es más que una manera de aislarnos para envolvernos en una naturaleza artificial que es la Cultura. Por eso los temas de sus cuadros o sus poemas son el viento, los árboles, el agua... El agua es el ejemplo más perfecto. Mirándola uno aprende a fluir, a dejarse llevar, a eludir los obstáculos, a avanzar permanentemente, buscando siempre el camino de menor resistencia...


- "El agua blanda vence a la dura piedra" dice el Tao Te Ching.

- ¿Conocés el juego del Mio Zen?


 

- ¿El de la piedra, el papel y la tijera?

- ¡Sí! Es un juego antiquísimo. La tijera corta el papel, el papel cubre la piedra y la piedra rompe la tijera. Este juego, además de enseñarte a percibir instantáneamente las intenciones del otro jugador, te muestra que siempre hay un elemento más fuerte capaz de vencer al anterior. Pero hay una variante de este juego más sutil todavía, que incluye al agua. Y el agua herrumbra la tijera, diluye el papel y horada la piedra. Es, finalmente, la más poderosa.


- Una enseñanza tan elemental y quizás tan lejana para los que viven sin contemplar la Naturaleza, aislados, como decías...

- Sin embargo, a pesar de este aislamiento, hay una parte de nosotros que está siempre en el Tao que participa de la Naturaleza aunque queramos evitarlo: nuestro cuerpo, con todo su funcionamiento. La sangre fluye permanentemente, el corazón late sin que nos demos cuenta, el ritmo de la respiración, las vibraciones del cerebro, todo lo que vive por sí mismo sin necesidad de saber ni de pensar. Por eso es importante “oírse”, como dicen en Yoga. Atender a los sonidos propios de nuestro cuerpo, de nuestro corazón, de nuestra sangre. Y cuando te das cuenta de ello ya no te importa ni la enfermedad, ni la muerte. Te da igual estar sano o enfermo, tener dolor o placer, y aceptás la muerte como el hecho más natural, pues forma parte del ciclo de la existencia.


- Es un manera de aprender de uno mismo...

- Sí. Todos somos Buda en potencia. Por eso, cuando el discípulo le pregunta a su maestro cómo llegar a Buda, éste le responde con una bofetada, como diciendo "¡Imbécil, ya lo sos pero no te das cuenta". Todos, por naturaleza, tenemos una chispa de la Luz. Por eso sabemos que existe y queremos volver a ella. Pero el Zen no habla de Dios. Por eso se dice que es una "religión sin dios" o un "ateísmo trascendental". Parece un absurdo, pero es así, paradógico. Y en este sentido hay mucha similitud con la Kábala. En ella todo el Universo emanó de un principio único, luminoso.


- ¿Hay otros caminos de Iluminación?

- Claro, a veces uno espontáneamente obtiene la iluminación con una situación particular, sin conocer el Zen. En Occidente se llaman "epifanías", cuando el Ser o lo Trascendente se muestra de repente. Cambian los nombres pero la Iluminación, como experiencia, es la misma en cualquier cultura. En este sentido podemos decir que los poemas de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa, son Zen.


- ¿Hay un arte Zen?

- Todo el arte japonés surge de una estética que -al contrario de la occidental que se fundamenta en el Ser-, se basa en la Nada. Es la gran diferencia. Nuestra metafísica es toda sobre el Ser; la de ellos, sobre la Nada, pues de la Nada sale el Ser.


- ¿Cómo nace una obra de arte Zen?

- Primero meditan y luego la realizan, instantáneamente. Por eso la obra es espontánea, asimétrica, artesanal, mística... y hay un gran respeto por la materia misma. Hay en ella un sentimiento permanente, una saudade, una nostalgia metafísica por ese estado de unión con el Todo, con la Luz.


 

- Finalmente, una última y primera pregunta. Si tuvieras que presentarte a vos mismo, ¿cómo lo harías?

- Como un ser en el exilio, peregrinando - a la intemperie- en busca del olvidado camino de retorno hacia el Origen, hacia la Unidad perdida. Tratando de no caminar solo, sino con los otros.


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Fuente:

LA BUHARDILLA  

Revista Mensual – Año 1 – Número 3 – Agosto 1990.

Directora: Adriana Almada

Ilustración de Tapa: Lucy Yegros


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Por fuera y por dentro. Porque, como ya decíamos en la edición anterior, la polución externa no es más que reflejo de la contaminación interior. La proliferación de basurales en la ciudad y en el campo obedece, no solo a la ineficacia de los organismos públicos para controlar la higiene general, sino también a la conducta individual de miles de ciudadanos que -con desidia- arrojan sus desperdicios en baldíos o "tierras de nadie", con la ingenua creencia de que al estar "lejos" no afectarán de manera alguna sus condiciones de vida. Ni qué hablar de los que -a sabiendas del daño que provocan las bacterias que se generan en los desechos- descargan sistemáticamente sus inmundicias industriales en el hábitat obligado de quienes no tienen siquiera voz para protestar por ello. La prensa ha tomado las fotos del caso, las ha publicado, la gente ha hecho oír su rabia o su desesperación. ¿Y qué pasó? Nada. La vida sigue igual, cada quien con sus hábitos y a otra cosa. Las páginas de los diarios a envolver pescado, las peroratas radiales al aire y las exhortaciones y comunicados de las asociaciones ecologistas al archivo. Probado está que la queja no consigue mucho. Cuando más, una readecuación momentánea. ¿Por qué no intentar, entonces, algo más creativo? ¿Por qué no trabajar juntos? Sí, todos juntos, aportando cada cual su imaginación y compromiso para ir cambiando el extendido hábito de descargar sobre los demás aquello que detestamos y no queremos cerca nuestro.

Pero claro, las palabras no alcanzan. "Res non verba". Hechos, y no palabras. ¿Por qué no iniciamos un aprendizaje conjunto para tratar nuestra basura? ¿Por qué en las escuelas, en lugar de atiborrar el cerebro de los niños con conocimientos inútiles, no enseñarles algo tan sencillo como las normas elementales de higiene? ¿Por qué no brindar en el colegio secundario la información necesaria sobre reciclaje, a los que ya son más grandes y pueden entender que el concepto de desperdicio es propio de una sociedad que no sabe valorar lo que tiene? ¿Por qué no capacitar a las mujeres -a través de la televisión- para clasificar las basuras a fin de que la municipalidad pueda proceder con más inteligencia, incorporando el reciclaje a sus labores? ¿Por qué no hacer, inmediatamente, un inventario -en principio- de todos los basurales de Asunción, para actuar con mayor rapidez y evitar así la expansión del peligro para personas, plantas y animales? Indudablemente, la tarea exige la concurrencia de todos. No podemos esperar que solo la municipalidad erradique las inmundicias. También -y esto es primordial- tenemos que erradicar el acendrado hábito de basurizar cuanto nos rodea. Según algunos, esto es algo difícil, pues es casi una costumbre atávica. Los indios ya tenían por norma hacer un pozo en la tierra y allí arrojar lo que no usaban. Y el hábito persiste, con una fortaleza que conmueve, en el campo y en las zonas suburbanas. Pero el tiempo es otro. Y la basura también. En aquel entonces los deseches eran orgánicos en su totalidad, prontamente absorbibles por el suelo. ¿Qué hacer ahora con el plástico, el aluminio, y todos los etcéteras que se nos pueda ocurrir? ¿Por qué los partidos políticos, en lugar de usar su tiempo para concentraciones oratorias, no promueven acciones prácticas para ayudar a sus correligionarios a llevar una vida más sana? ¿O cuando menos, incluyen en sus plataformas medidas concretas para limpiar el ambiente? En Taiwán existen modernísimas plantas procesadoras dedicadas al reciclaje: plástico, caucho, cartón... Y muy redituables, por cierto ¿A ninguno de nuestros empresarios se le ocurrió contactar con sus pares chinos para intentar algo semejante? No han pensado en esto quienes pretenden impulsar la industrialización -tanto desde el sector público como el privado-, ya que el destino de los desperdicios es un punto clave para no repetir errores ya subsanados en otros países? "Si las cosas siguen como hasta hoy --dice un pronóstico ampliamente difundido-, en el año 2000 la Tierra será una cloaca". El tiempo corre y obliga a acciones rápidas. ¿Por qué no empezamos ya? Sin olvidar, claro está, que no podremos "desba-surizar" el ambiente sin limpiar antes nuestra morada interior.


¿QUIENES SOMOS?


Un grupo minúsculo de personas que ha puesto todo su amor en la habilitación de esta "buhardilla" no apta para aburridos, gente que se toma muy en serio, ni mentes acartonadas incapaces de percibir el murmullo del viento. Si usted no está en cualquiera de estas tres categorías, de seguro ha de convertirse en nuestro asiduo lector. Y aún más, en el interlocutor vital con quien comunicarnos "de corazón a corazón". A pesar de lo reducido de nuestro staff, para nuestro buen gobierno nos hemos dividido las funciones de la siguiente manera:

Editor. Chiang Ching An

Director honorario: Tsai Tsang Meng

Directora: Adriana Almada

Jefa de redacción: Verónica Rossato

Es una publicación del Instituto del Camino Verdadero Confucio y Mencio


DE LA BASURA AL ÉXTASIS


Cuentan que Gautama Buda, habiendo sido un príncipe, recogió los paños ensangrentados que las mujeres arrojaban al río, los lavó cuidadosamente, los cosió e hizo con ellos su túnica. Una forma amorosa de lo que hoy llamaríamos "reciclaje". Una demostración cabal de que lo más vil puede convertirse en lo más excelso.

Como en el cuento, aquí en "La Buhardilla" también vamos de la basura al éxtasis, de la polución a la iluminación, de la confusión a la claridad. Nuestros temas, pues, componen una "summa" que ligeramente podría resumirse así: Gloria Torres, una estudiante de Periodismo de la Universidad Católica nos ha elegido para hacer su pasantía y debuta con un artículo sobre "La Basura". Osvaldo González Real nos introduce en el Zen (escuela de meditación que propone la realización de la propia naturaleza), Keiko Toyotoshi nos inicia en la Ceremonia del Té y Rubí de Rojas nos enseña cómo el arte del "Ikebana" es camino de autoelevación. Asimismo, la obra de Lucy Yegros, que acaba de exponer en San Pablo, se nos muestra como "soporte para la meditación" y Trigueirinho (tijera de por medio) compara el dinero con la sangre y nos advierte sobre la necesidad de su correcta circulación.

Y como esto es una buhardilla -donde las cosas más dispares conviven armoniosamente, como en la vida-reunimos también noticias paralelas, recetas inapreciables para los que pretenden una vida saludable, textos que gentilmente nos acerca el cartero, la infaltable lección de chino para los que quieren "aggiornarse", un rompecabezas para locos, y nuestro persistente deseo de comunicarnos "de corazón a corazón". O como prefieren los japoneses: "I shin den shin". De mi alma a tu alma. 

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