ACCIÓN
Revista de reflexión y diálogo de los Jesuitas del Paraguay
Director: JOSÉ MARÍA BLANCH, sj
Nº 369
OCTUBRE 2016
Centro de Estudios Paraguayos ANTONIO GUASCH
Editorial del mes
Asedia la inseguridad
La inseguridad ciudadana se ha convertido en una de las noticias más frecuentes y de preocupación de la sociedad. Se trata de hurgar las causas de este mal endémico de nuestro país y analizar las respuestas de las políticas públicas para controlar sus efectos.
La inseguridad ha penetrado profundamente la vida cotidiana de los centros urbanos más importantes del país. Inicialmente los hechos delictivos se circunscribían a los robos de celulares que asediaban a los pasajeros de transporte público, los rateros que entraban a las viviendas y los denominados “tortoleros” en las calles, hoy día han recrudecido estas manifestaciones con los llamados “motochorros” que llevan a la muerte de las personas que resisten a entregar sus pertenencias; crecen los asaltos a casas comerciales y viviendas con toma de rehenes y a transportadores de caudales. Los robos están muy asociados a disparos de armas de fuego y acuchillamientos, incrementando los niveles de violencia. ¿Por qué tanta inseguridad y el aumento de muertes violentas están afligiendo a nuestra sociedad?
Las causas de la inseguridad son varias. La falta de empleo y el trabajo precario empujan a jóvenes y adolescentes a buscar ingresos fáciles a través del robo y el asalto en la vía pública. Ya no son hechos casuales sino que se ha convertido en un modo de vida la conformación de grupos o pandillas que se dedican al “negocio” de la delincuencia.
Un hecho muy vinculado a esta situación tiene que ver con el preocupante consumo de drogas que destruye la vida de los jóvenes, que recurren a ellas como una forma de escaparse de una realidad que no les ofrece un futuro diferente. Detrás del consumo de la droga existe toda una cadena de traficantes que lleva a los jóvenes indefensos a caer en este vicio que les da un coraje artificial para delinquir.
La mayoría de estos jóvenes provienen de barrios marginales de los centros urbanos cuyos pobladores van en aumento a raíz de la creciente expansión de la migración rural urbana frente al proceso de expulsión de gente del campo por el modelo de producción agropecuaria.
Además, el Estado no ofrece los servicios básicos mínimos en estos barrios y no existen oportunidades de acceder a fuentes de trabajo que les permita a sus pobladores satisfacer las necesidades básicas. Esta exclusión cada vez más generalizada de la población de los medios de vida dignos aumenta la franja de la pobreza y la desigualdad de oportunidades y de recursos que predispone a la población a ser presa fácil de la delincuencia.
Mientras que los responsables del orden, la Policía y el Ministerio del Interior, lejos de resguardar a la población de la violencia o evitar que jóvenes caigan en el vicio de la drogadicción, en numerosos casos, son parte de un esquema de corrupción que cataliza el nivel de delincuencia y muerte de personas indefensas. A esto se suma la debilidad del Ministerio Público, cuya actuación es cuestionada, lo que lleva a acusarse entre estas instituciones de la inoperancia e ineficacia de la acción ante la inseguridad. Entonces, la política de seguridad pasa desde la corrupción política y judicial a la falta de una política de prevención, demostrando la debilidad de los órganos encargados de velar por ella.
Asimismo, los centros de reclusión, lejos de ayudar a la reinserción de los delincuentes, son verdaderos centros de capacitación y aprendizaje para la delincuencia. Frecuentemente resultan ser casos de reincidentes, lo que constituye una muestra de que el sistema carcelario no funciona. Y este es un desafío para las políticas públicas acerca de cómo encarar un programa que permita preparar y capacitar a los reclusos para lograr su rehabilitación y reinserción en la organización social.
El Estado y la sociedad tienen la obligación de trazar una estrategia y una política consistente para reducir la inseguridad ciudadana porque el solo aumento de control policial y represión sólo llevará a mayor violencia si no hay también un fuerte compromiso de mejorar la educación y la falta de trabajo.
La vida de los ciudadanos está en peligro como también la de tantos jóvenes, cada uno de ellos atrapado en su condición de pobre, marginal y excluido de la sociedad.
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