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  VOCES QUE NO SE APAGAN - ESTER DE IZAGUIRRE


VOCES QUE NO SE APAGAN - ESTER DE IZAGUIRRE

ESTER DE IZAGUIRRE - VOCES QUE NO SE APAGAN

CD 2
 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 
 

(Asunción, Paraguay, 1923). Poeta y narradora. Hija de una paraguaya y un marino argentino, viajó con su progenitora a los 4 años en el vapor Washington, rumbo a Buenos Aires. De ahí se traslada posteriormente a Zárate donde pasa su infancia y el periodo escolar. Ya adolescente se traslada para realizar sus estudios secundarios en el Colegio Normal de la Inmaculada de La Plata. Al terminar su bachillerato pedagógico se traslada a Buenos Aires, donde ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. De ahí en más se dedicará a la docencia y por sobre todo a la creación literaria. Además de ejercer diversos cargos académicos ha dado cursos como profesora invitada eh París, Granada y en varias universidades norteamericanas. Los poemas y cuentos de Ester de Izaguirre -a pesar de haber vivido casi todo el tiempo de su vida en la República Argentina- tienen una visión marcadamente paraguaya y especialmente emparentada con sus coetáneos del 40. De su larga producción literaria sobresalen las siguientes obras publicada: "Trémolo" (1960), "El país que llaman vida" (1964, Premio Fondo Nacional de las Artes de Buenos Aires), "No está vedado el grito" (1967), "Girar en descubierto" (1975, Gran Premio Dupuy-tren), "Que importa si anochece" (1960, Faja de Honor de la SADE), "Judas y los demás" (1980, Premio Pluma de Plata del PEN Club), "Y dan un premio al que lo atrape vivo" (1986), "Si preguntan a alguien ¡por mí nombre" (1990), "Una extraña certeza nos vigila" (1992) y "Poemas" (1960-1992), "Obras completas" (1993), "Yo soy el tiempo" (Narrativa, 1973; Primer Premio Municipal, Bs. As., 1968), "El último domicilio conocido" y "La voz que me fue dada" (Poesía, 1995-1996).

 



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ESTER DE IZAGUIRRE. Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

(17-VII-1994 - NOTICIAS)

“SOMOS SERES VOLTEADOS EN UN MUNDO EN RUINAS”


 

Con motivo de la presentación de “Poemas, selección completa de las obras de Ester de Izaguirre”, se dio la oportunidad de conversar con la citada escritora, quien desde hace bastante tiempo reside en Buenos Aires. Cabe destacar que la misma es considerada como la voz poética femenina más lograda de nuestro país. En la presente nota, Ester se refiere con nostalgia al Paraguay, sin ocultar su preocupación por el actual proceso cultural.

 

–Ester, entiendo que el cuento es uno de los géneros literarios en que estás trabajando con gran dedicación. ¿Qué podrías decir al respecto?

–El cuento es uno de los géneros más difíciles porque en el fondo se tratan temas que no deben perder las perspectivas de lo real e imaginario. En realidad, escribí cuento desde 1960, conste que en aquella primeriza experiencia no entendía la manera de llegar al final. Creo que el cuento comienza justamente por el final, es decir, si no tengo una idea de lo que va a ser, resulta muy difícil desarrollar el tema. Caso contrario no se termina nunca, uno va a cualquier lado. De todos modos, decidí dejar de escribir cuentos, aunque con mi libro “Yo soy el tiempo” gané el Premio Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de una pensión vitalicia, no muy importante, pero me ayuda a complementar el magro sueldo de docente jubilada que tengo. Cuando publiqué mi segundo libro, me puse a corregir y quedé pasmada por la cantidad de detalles que debía mejorar... eso me decepcionó bastante.

 

–De todos modos, haber presentado el libro me parece algo loable, pues hay tantos escritores que tardan años buscando limar sus obras hasta lograr supuestamente una forma más pulida.

–Eso en realidad en la poesía vale más. Decía Borges que publicaba para no seguir corrigiendo. Pero ya es inútil, después del segundo libro dije adiós al cuento hasta una noche en que tuve un sueño extraordinario. Entonces decidí volver a escribir. En realidad, no hay que decir definitivamente: esto no voy a hacer. Actualmente estoy en la novela porque me distrae, hago investigación, me apasiono y voy hacia lugares insólitos, impensados.

 

–Entiendo que te formaste en Buenos Aires. ¿Qué recuerdas de aquellos años y en qué momento aparecen tus obras?

–Salí de Asunción cuando tenía sólo 4 años, mi padre era marino argentino, viajé a Zárate, allí estuve hasta los 12 años, luego me trasladé a La Plata, donde terminé el profesorado, eso fue en el año 1938. Ya en Buenos Aires, ingresé en la Facultad de Filosofía y Letras, y recién en el año 1960 publiqué mi primer libro de poemas: “Trémolo”. A partir de allí publiqué sistemáticamente, cada tres años, un poemario hasta completar 13 libros. Hoy llego a la síntesis, sin corrección, de todo lo escrito en “Poemas”.

 

–¿Tu visión es de desarraigo? ¿Cuál es tu idea respecto a lo que se hacía en Paraguay? ¿Mantenías contactos con los escritores paraguayos?

–Estuve siempre unida a la literatura paraguaya a través de ese hilo que fue doña Josefina Plá, pero del Paraguay en general tenía la visión de un paraíso perdido al que se anhela volver. Conste que eso es muy difícil, tengo 5 hijos, 14 nietos, toda mi vida se hizo en Buenos Aires; todo lo que puedo hacer es volver de vez en cuando, caminar por las calles de Asunción y compartir una sonrisa con la gente. Mi contacto fue superficial con la literatura paraguaya, lo mismo me sucedió con la literatura de Argentina, pero no fue un mundo para mí. Creo que la excelente producción de nuestra literatura está reflejada en varios autores de renombre y, por sobre todo, en la espléndida colección que presentó Alcándara Editora. He buscado siempre en un contexto de inseguridad, mis libros me hacían pensar, a veces, penosamente.

 

–¿Te costó ganar el competitivo ambiente de Buenos Aires?

–Fue dificultoso, adverso. En general todo es difícil, caminar es difícil en Buenos Aires, pero allí crecí, me eduqué, luché, braceando siempre contra la corriente, sin pretender precisamente llegar a alguna parte. Cuando terminé Letras me dediqué a la docencia, entonces la poesía formó parte de esa cronología existencial limitada. No es una gran obra la mía, tampoco abundante, son sólo 13 libros, hay autores más prolíficos.

 

–¿Cómo se conjugan el narrador y el poeta en tu avidez creativa?

–No se divorcian. La visión poética está en todo. Es una forma de vida, de enfrentar las cosas. Se supone que la poesía convierte lo inanimado en animado, esa pequeña locura de pensar que una casa que abandonamos llora nuestra nostalgia al igual que un árbol que han talado, representa nuestra visión del mundo. Eso va y viene constantemente en estado vital. Creo que todos los buenos escritores son poetas aunque nunca hayan escrito un poema. García Márquez, Cortázar, Sábato, son algunos ejemplos. Creo que en todas las personas hay una actitud poética a veces aplastados por necesidades cotidianas, existenciales, donde el dinero está a la orden del día. La poesía no permite ver lo práctico porque está más bien en la ensoñación. Conste que todo depende de la sensibilidad de que dispone cada uno. Pero hay diferencias entre el cuento y la poesía, el poema fluye, aun el soneto, el cuento está atado a una infinidad de formas de manera muy exigente.

 

–Entiendo que el que escribe está atado a las reglas de juego que impone la vida. Muchas veces, ejercer el trabajo intelectual y poético no es favorable a nivel económico. ¿De qué manera contrarrestás esa situación?

–Es muy dura la vida para quien quiera dedicarse a la literatura en este momento. Yo no tengo metas ni altas ni bajas, yo puedo, felizmente, vivir de la literatura, ejerciendo el papel de jurado, enseñando, manejando talleres. Creo que mi trabajo es una cruzada. He venido al mundo para mover en cierta forma mi entorno, se trata de un planteamiento ético. El trabajo literario es para mí el placer de los dioses, a pesar de la dura lucha en la que escribo y formo gente que escriba.

 

–¿Qué función cumple el escritor en este momento?

–De joven creí que no se debe mirar la realidad, especialmente aquella que estaba provista de una fealdad abominable. Ahora pienso diferente, porque me sale como un pataleo intelectual, a través de la literatura, una visión realista, en cierta forma comprometida. Pero está pasando algo apocalíptico, creo que el mundo tiende a un cambio. El mundo no es un simple conglomerado de gente en sentido antropológico. El mundo es algo vivo, manejado por una mente superior. Estamos posiblemente en una época de aparente Apocalipsis, pero todavía queda gente capaz de dar amor a su semejante. Los futurólogos hablan de que está terminando la alimentación en el mundo, eso es horrible, pero aún así creo que el mundo enfermo se va a curar. ¿De qué manera? No lo sé, cuesta pensar en los designios de Dios. Estamos tan condicionados, somos menos captadores que los animales, somos limitados, somos como decía un escrito: “Ratones escondidos en la caja de un piano. Nos golpean los martillos, no sabemos por qué, pero afuera alguien está interpretando la gran melodía”. Yo creo que es así, somos seres volteados en un mundo en ruinas donde no vemos tantas cosas.

 

–¿Cómo ves la literatura actual?

– En decadencia. En algún momento tuvimos signos de un boom en América. Hoy se me ocurre una imagen ridícula: a alguien se le cae el pelo, va al médico, recibe un remedio, pero vuelve peor y dice: “doctor, he empeorado”. Entonces el galeno le dice: “mírese bien, le están saliendo pelitos chiquitos, muchos pelitos”. Eso pasa con la literatura, hay buenos valores, pero cabezas totalmente consagradas no aparecen; tengo fe en que los jóvenes demostrarán lo que son. Muchos hablan de la desaparición del libro, hay un cuento de Anderson Imbert que hace ver que del libro no podremos prescindir jamás, a pesar de que la gente no está leyendo lo suficiente.

 

–¿Qué queda como experiencia? ¿Adónde conduce realmente todo lo que has creado y vivido como escritora?

–Tengo 71 años, y te digo que uno tiene noción del tiempo. Sigo queriendo mi tiempo para producir mucho más. Hay una especie de angustia de tiempo, quisiera tener una vida retirada donde están mis hijos, compartir la sana ecología y escribir lejos de esa obligación permanente que me une a Buenos Aires. El tiempo que me queda es valioso para mí, quiero terminar mi novela Tuyo es el reino, que estoy escribiendo desde hace mucho tiempo, pues me llevó inclusive a Europa para investigar algunos temas que toca la obra. Espero ver concluido ese sueño en el transcurso de este año.

 
 
 
 
 
 
 
 
 

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