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LUIS MARÍA MARTÍNEZ (+)

  MERECE EL CABALLO VERDE, 1998 - Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ - Texto de AUGUSTO CASOLA


MERECE EL CABALLO VERDE, 1998 - Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ - Texto de AUGUSTO CASOLA

MERECE EL CABALLO VERDE, 1998

Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ

Editorial ARANDURÃ

Ilustración de tapa: FERNANDO GRILLÓN

Diseño: CARLOS MALUF

Asunción – Paraguay

1998 (150 páginas)

 

 

 

 

CABALLO VERDE PARA LA POESÍA

Era una revista española de poetas de

la generación del 27 que aspiraba a que el

sentimiento poético tomase un cauce libre,

con sueños, vigilias, idilios, dudas,

afirmaciones, melancolías,

libre del frenesí libresco…

 

Nadie mejor jinete para tal caballo

que Federico García Lorca

 

 

 

LA IMPRONTA DE LOS DÍAS

 

         ...por mucho que valga un hombre,

         nunca tendrá valor más alto

         que el valor de ser hombre.

 

         Antonio Machado

 

 

 

         CASA NATAL

 

Nació en Fuente Vaqueros, Federico,

en una casa grande,

majestuosa en su vejez tranquila,

según dijera él mismo.

 

Tenía unas no enormes rejas negras

que generaban sones de campanas,

al golpearlas con algún buen hierro.

"Su sonar, diría luego el gran poeta,

nos volvía locos de alegría".

 

Su padre, don Federico,

propietario de tierras y cortijos.

Su madre, doña Vicenta,

hogareña mujer de fina estirpe,

que le enseñó música y letra

a su pequeño.

 

Y Fuente Vaqueros, pueblo reducido,

con su iglesia y casitas de colores,

en el centro una plaza y una fuente,

una fuente que dio nombre al poblado.

 

 

 

         SU INFANCIA

 

Fue Federico

un niño contemplativo y hondo.

Jugaba con los árboles y los animalillos

como en una especie de extraño paraíso.

Pasaba muchas horas

viendo

el ir y venir de todas las hormigas.

A veces enterraba algún grillo bien muerto

o bien charlaba en todo con muchos pajarillos.

"Siendo niño, lo dijo el mismo poeta,

viví en pleno ambiente con la naturaleza".

 

Y a cada cosa habida en los alrededores

adjudicaba vida y personalidad.

Y a veces se pasaba las horas o los días

pretendiendo escuchar las voces de los chopos.

Pues el viento al pasar producía sus tonos.

 

Mi más viejo recuerdo, lo dijo Federico,

"tiene sabor a tierra..."

 

 

 

         HURTA EL PAN PARA GITANOS

 

Trató siempre desde niño

con amor a los humildes.

 

Cuando apenas Federico

frisaba los cinco años,

unos gitanillos pobres

acudían a su casa

para pedir la limosna.

 

Entonces, acudía a la cocina

a tomar el pan más grande

para los niños gitanos.

 

Y si alguien sorprendía

aquella acción tan curiosa

Federico le decía

justificando su gesto:

"Es que son niños con hambre"

y corría hacia la puerta...

 

 

 

         FEDERICO A LOS DIEZ AÑOS

 

Romances y cantares leía Federico

y cuentos de las viejas criadas de su pueblo.

 

Leía con pasión a Víctor Hugo

y el Quijote tan bueno de Cervantes.

Con fruición y deleite

escuchaba

los cantos populares

en veladas amenas

y en voces de criadas de la casa.

 

A esa edad

Federico era un niño

de rica fantasía...

 

 

 

         EL PRECOZ TEATRISTA

 

De niño gustaba jugar a hacer misa,

hacer los altares, construir teatritos.

 

Su primer juguete parece haber sido

un teatro chico que le dio su padre.

 

Además gustaba de escuchar historias

de todos sus tíos: Enrique y Francisco,

de bandidos bravos, de misterios, santos,

y las de argumentos con apariciones.

 

Por eso aquel niño ya siendo un poeta

dijo que era grande su deuda en canciones,

en romances tiernos o en versos alegres,

con esas mozuelas que eran criadas,

quienes recitaran con vida esas cosas...

 

Y luego a seguidas agregó algo justo:

que los niños ricos gracias a las sirvientas

contactan con muchas verdades del pueblo...

 

 

 

         PARADÓJICO

         (1915)

 

Tras culminar su estudio Federico

al lograr aprobar el bachillerato,

matriculóse en curso de Derecho.

 

Lo cierto es que el muchacho se afanaba

en escribir los versos iníciales

y en tocar el piano cada día,

descuidando el estudio que seguía.

 

 

Lo confiesa al respecto Federico:

"Fracasé en literatura...

en preceptiva e historia de la lengua..."

"Sin embargo gané popularidad

por hacerme en todo del gracioso

y por ponerle apodos a la gente..."

 

Increíble:

el gran poeta fracasando en algo

que le daría luego grande fama...,

es decir, en la literatura con el ritmo escueto,

y en renovar el sesgo de la lengua...

 

 

 

         TARDE

         (Noviembre de 1919)

 

         "Tarde lluviosa en gris cansado.."

         F. García Lorca

 

La tarde gris lluviosa

con árboles marchitos

y el cuarto solitario.

 

La tarde que al poeta

lo atrapa la tristeza,

en medio de retratos

ya viejos y arrugados

y un "libro sin cortar".

 

Chorrea la tristeza

por cosas de su alma,

y duélele la carne

del mismo corazón.

 

Y flotan las palabras

igual que algunos corchos

en aguas de cristal...

Está el poeta triste,

está el poeta azul

con algo que le viene

de aquella tarde gris.

 

 

 

        

 

 

 

         IMAGEN DE FEDERICO

 

         (A los veintiún años)

 

         "Color de oliva profundo" (Ángel del Rió)

         "Frente ancha y larga" (Rafael Alberti)

         "Ojos profundos y brillantes" (Mora Guarnido)

 

Cuando llegó a Madrid, apenas con veintiuno,

el rostro de Federico era en un todo moreno, c

olor de oliva profundo;

torso y cuello poderosos,

ojos de color variable,

entre negro y pardo, a veces,

y unos pómulos muy firmes,

según versión de Del Río.

 

Piel morena, sí,

tirando a verde aceituna;

frente ancha y larga,

sobre la que temblaba a veces

un mechón de oscuro pelo,

como Alberti refería.

 

Y Mora Guarnido en tanto

mencionaba que tenía

rostro moreno, espesas cejas,

ojos brillantes y profundos

y un lunar sobre su labio

-sello de herencia materna-

y la sonrisa impregnada de imborrable

simpatía.

 

Y Cernuda reafirmaba:

"cara redonda y oscura,

como pintaba Murillo,

en sus cuadros costumbristas,

lunares y pelo negro".

 

Y Juan Ramón sintetiza,

como el poeta acostumbra,

viéndolo de cinco razas:

"cobre, aceituno, blanco,

amarillo como negro,

como la sortija usada

para el rayo peligroso,

hecha de cinco metales..."

 

 

 

 

         FEDERICO, FALLA Y EL TEATRO

 

         (1923)

 

La fiesta del Cante Jondo

fue de un éxito completo.

Se habló de ella en Granada

y en toda Andalucía.

Lo escrito fue del poeta

y la música de falla.

Por eso en su gratitud

dijo el poeta del músico:

"Un gran artista el maestro,

un santo, caro ejemplar..."

 

Y luego nació el teatro

de Cristobita -un guiñol-

creación de ambos artistas.

 

En el programa ideado:

el entremés de Cervantes,

los dos habladores... juntos

con música de Stravinsky;

un viejo cuento andaluz

con tres estampas y un cromo.

La niña que riega albahaca

y el príncipe preguntón,

adaptado...

al buen Teatro andaluz

de música y cachiporra...

 

Finalmente el Misterio

de los Tres Reyes de Oriente...

con cántigas medievales

y música del gran Falla.

 

Fue una cosa feliz

para un centenar de niños.

¡Qué mago este Federico,

qué hombre de gran provecho!

 

 

 

         LECTURA DE MARIANA PINEDA EN CASA DE DALÍ

 

         (1925)

 

Por vez primera el poeta

en la casa de Dalí

familiar de Cadaqués,

lee su drama genial:

"Mariana Pineda" y luego

causa esta sensación,

que la hermana del pintor

lo relata es cierto así:

"Al terminar aquel drama

nos quedamos conmovidos...

Mi padre gritaba eufórico

que Lorca era el poeta

más grande de nuestro siglo.

Yo tenía los ojos

llenos de lágrimas vivas.

Y Salvador nos miraba

como enorgullecido,

como queriendo decirnos:

"¡Eh? ¿Qué os creíais?

en elogio del poeta".

 

Y luego escribe el poeta

a la hermana del pintor

tras aquella noche amena:

"Pienso en Cadaqués.

Me parece un paisaje eterno

y actual..."

 

 

 

 

         JUNIO, JULIO Y AGOSTO DE 1926

 

En junio regresa el vate

a su campo granadino,

a la Huerta que él amaba.

 

En julio le escribe a Jorge

Guillén que era su amigo:

"Estoy en el campo y vivo.

Y bebo agua de pozo

y como tantas manzanas

las agrias como las dulces".

 

En agosto de ese año,

a Lanjarón se traslada

a proseguir sus escritos

del Romancero Gitano.

A Guillén de nuevo escribe:

"Estoy en Sierra Nevada

y bajo todas las tardes

al mar" que admira el poeta.

 

"Qué mar prodigioso, dice,

es el Mediterráneo...

del Sur, Sur, Sur, Sur

(¡cuánto admiro esta palabra!)"

 

"Ahora comprendo en todo

por qué Granada suspira

por este mar de la vida..."

acaba diciendo el vate.

 

 

 

 

         FEDERICO A LOS 28 AÑOS

 

Con su trabajo creador

feliz se siente el poeta.

Tiene veintiocho años

al terminar su carrera

de Derecho que ha seguido.

 

Se sabe poeta entero

y nada más que poeta.

Quiere vivir a su gusto,

en buen olor de poesía.

Y eso le basta en todo.

Ni piensa en su porvenir.

 

En tanto,

como es lógico esperar,

su familia como el padre

piensan que ser un poeta

no es "remunerador".

Quieren que cambie ese rumbo

y se transforme el poeta

en un "hombre de provecho".

 

Esta espina familiar

le punza en el mismo pecho.

Y ante el obstáculo alzado

hace que exclame el poeta:

"Yo no como ni bebo...

ni entiendo más que en poesía..."

Y luego agrega el poeta:

"Por vez primera mis padres

se oponen a que escriba versos..."

 

Y el poeta dolorido

piensa en partir de España,

de su Granada florida,

llena de tenues jazmines

y de líricos dolores.

 

 

         CARTAS

         (1927)

 

Animaba sus cartas con trazos y dibujos:

con copas y con atril,

con clarinete y fuentes,

con ramas y limones,

con una gota de agua,

con un pájaro azul.

 

Es que en su fantasía todo le era poco,

y entonces enriquecía su trozo de papel:

con un claro de luna,

con dos manos cortadas,

con un rostro con flechas,

con un gran corazón.

 

Era el gran Federico

un caso de cristal,

una mano trazando

figuras a granel.

 

Era un poeta inmenso,

pues pedía al piano,

al verso generoso

y al lápiz de papel,

un mundo más completo,

un mundo sin igual.

 

 

 

CON FEDERICO CONVERSO

 

         “Sabed que yo no soy sino el poeta”

         Carlos Augusto León

 

 

         CON FEDERICO CONVERSO

 

Con Federico iniciamos

una charla sin pausa en el reloj:

sobre su poesía generosa,

sobre su vida un trino inagotable.

 

Hablamos del caracol pacífico y ufano,

de Córdoba y Sevilla,

de la tarde y el niño,

de la cigarra y de la saeta,

de Antoñito Camborio y de Juan Breva,

del lagarto bien tordo y el jinete,

del torero caído en plena tarde

-a las cinco en punto de la tarde-

de tantas y tantas cosas memorables...

 

Del verde y del temblor de las estrellas,

de las cosas valiosas de su pluma,

del guiñol,

de su teatro azul y delicado.

 

De todo lo esencial de su gran pluma.

 

A continuación...

sabréis de lo que hablamos.

 

 

 

Nota: Los versos entrecomillados consignados en el conjunto de poemas "Con Federico converso", son citas textuales extraídas de escritos de F. García Lorca. Los demás constituyen recreaciones libres del exponente.

En este apartado no he querido sino recordar algunos poemas de Federico García Lorca que me impresionaron, en versiones no diferentes de sus originales. En cuanto a la "Casada infiel" -celeberrísimo poema, considerada entre las 100 mejores poesías del habla española-, creo no haber incurrido en profanación alguna. Al contrario, con humor lúdico y lorquiano, dado el tiempo transcurrido, la inevitable ancianidad de la moza, le he dado el imaginable sentido que tendría que tener a estas horas. El mismo García Lorca sostuvo alguna vez: "El disparate, si está vivo, es verdad". Con "Y Federico recibe una denuncia del Paraguay", he querido mencionar que, si bien no tenemos gitanos, sí campesinos que viven en parecida situación. Y que reciben más que bofetadas...

 

 

 

         EL CARACOL Y LA HORMIGA

 

         "Y el caracol, pacífico burgués de la vereda".

         F. García Lorca

 

El caracol sencillo, burgués y aventurero,

ya va por el paisaje buscando el buen camino

que lo lleve a su casa, ubicada en el bosque.

Es que el bosque sombrío le aterraba en el alma.

Quiere gritar y no puede, pues dos ranas le enfrentan.

 

Una rana que es ciega cree que es mariposa.

En tanto la vidente, aclara a la que es ciega:

tiene dos cuernecitos.

 

Pronto la que no ve, al caracol pregunta:

¿Cantas? - No canto.

¿Rezas? - Tampoco.

¿Crees en la vida eterna? - ¿Qué es eso?

responde el caracol dudando a todas luces.

 

Y luego el caracol prosigue su camino.

Y en la alameda hermosa de silencio ondulado

se encuentra con un grupo de hormigas escarnadas,

que llevan tres de ellas a una que está herida.

 

¿Por qué así maltratáis a vuestra compañera?

le increpa el caracol a todas las hormigas.

Es que la medio muerta había visto estrellas

que las hormigas inquietas las tomaban por burla.

 

- Nosotros no las vemos, comentan las hormigas.

En tanto el caracol revela entristecido:

"- Mi vista sólo alcanza a las hierbas..." del campo.

 

Por haragana y torpe, y soñadora y mustia

las hormigas inquietas quieren darle la muerte

a la que está herida...

 

Y tercamente ésta repite a cada rato:

"Yo he visto las estrellas..."

 

Y el caracol sentencia a favor de la herida:

"Dejadle que se vaya.

Es fácil que se muera ya pronto por rendida".

 

En tanto la hormiguita que agoniza en la tarde

y que huele la densa soledad de lo umbrío,

insiste nuevamente:

"Es que viene a llevarme una estrella por siempre".

El caracol suspira y se aleja confuso.

 

El caso de la hormiga herida y soñadora

es el caso sabido del poeta en su entorno.

Nadie cree que pueda ver lo inmenso del mundo,

las cosas más lejanas con los ojos divinos...

 

Y una cosa concreta por si acaso lo olviden:

 

Federico en la vida ha emulado a la hormiga...

y vio miles de estrellas que ninguno ha notado,

y además que su canto ha mentado el camino

que el caracol famoso lo buscaba afanoso...

 

 

 

 

 

         EL CUENTO DE LA RANA

 

         "Le contaré el cuento de la rana que

         tocaba el piano y cantaba cuando le

         daban pasteles".

 

         F. García Lorca

 

El gallo tiene un sombrero

muy grande para la lluvia.

En tanto canta la rana

cuando le daban pasteles

y tocaba algún piano.

 

Una rana verde-oscura

sobre el tapiz de la grama.

Una rana cantarina

que canta canciones viejas.

 

Las que decía el arroyo,

entre el temblor de las ramas;

las que decía el arado,

arando la vega escueta.

 

...La rana se entusiasmaba

cuando comía pasteles,

y cantaba y más cantaba

mientras tocaba el piano.

 

Era una rana entusiasta,

era una rana no vieja,

que cantaba y mas cantaba,

como lo hace el poeta

a la niñez de la patria.

 

Era de Lorca la rana,

era de García el canto.

Era de España el sonido.

Era el canto de la patria.

 

 

  

 

         TEMBLOR DE ESTRELLAS

 

         "Hoy siento en el corazón

         un vago temblor de estrellas".

 

         F. García Lorca

 

El vago temblor de estrellas

le va dando un sustento

a las rosas de las penas.

 

Son las penas que han nevado

sobre el alma que ha sentido

"copos de besos y escenas".

 

El alma queda en las garras

de los años con sudarios.

 

¿"Se deshelará la nieve"

cuando la muerte se acerque?

 

¿Habrán otras nieves claras

y otras rosas más perfectas?

 

¿Y si el amor ya no tenga

sustentos iluminados

por cosas de la esperanza,

qué antorcha iluminará

los caminos de la vida?

 

¿Y si los poetas olvidan

estos aires de la vida,

quién traerá la esperanza,

quién el alma de las piedras?

 

Hay un vago temblor de estrellas

entre las rosas heridas,

las blancas como las penas...

 

 

 

         CIGARRA

 

         "¡Cigarra!

         ¡Dichosa tú!"

 

         F. García Lorca

 

Tú que te pasas contando,

muchos secretos de vida,

y que cuentas muchos cuentos

como aquel cuento del hada,

vieja por amar los grillos.

 

"¡Cigarra!

"¡Dichosa tú!

porque mueres defendiendo

tu corazón todo azul,

y que "sientes en la agonía

todo el peso del azul".

 

¡Cigarra!

"vieja amiga de las ranas"

y que te hiere con fuerza

el sol que es sol del Estío,

y que se lleva tu alma

para hacerla una luz...

entre "rayos tremolinos".

 

Que el poeta Federico

tenga en los campos divinos

un corazón de cigarra,

en un "sepulcro de oro"

entre rayos encendidos...

 

 

 

         LA GUITARRA

 

         "Empieza el llanto

         de la guitarra".

 

         F. García Lorca

         (Poema del cante jondo)

 

Llora monótona y triste,

llora por cosas lejanas.

 

Llora en la madrugada.

 

Toca la Arena del Sur

"que pide camelias blancas".

"Es imposible callarla".

 

Llora como llora el agua,

como lo hace el gran viento

sobre campo nevado.

 

Es como un gran corazón.

Un corazón malherido,

por varias espadas locas,

cinco, nos dice, el poeta.

 

 

 

         EL SILENCIO

        

         "Oye, hijo mío, el silencio".

         (Poema del cante fondo)

 

         I

 

Es un silencio muy denso.

Es un silencio nevado.

 

"Oye, hijo mío, el silencio".

 

         II

 

Aquí, en mi patria, el silencio

tiene un largo mandamiento.

Tiene un reloj que es eterno.

Un vuelo desesperado

cual un vuelo de agonía.

 

Tiene el ala de los siglos

y la edad del universo.

 

Oye, el silencio dormido.

Oye, el aire de la patria.

 

         III

 

Si Federico estuviera

aquí como a nuestro lado

diría seguramente

con un cálculo certero:

"Aquí el silencio es algo

material cual la existencia-".

 

 

 

         PUEBLO

 

         "Oh, pueblo perdido... "

         F. García Lorca

         (Poema de cante jondo)

 

El monte.

El calvario.

Olivos.

Callejas.

"Hombres embozados".

Torres con veletas,

que giran y giran,

eternas y firmes.

 

"Oh, pueblo perdido"

de la Andalucía

que llora y que gime.

 

 

 

 

         SORPRESA

 

         "Muerto se quedó en la calle

         con un puñal en el pecho"

 

         F. García Lorca

         (Poema del cante jondo)

 

De madrugada.

Tras puñalada certera

quedó aquel muerto en la calle,

ignorándose quién era.

 

Madre

"¡Cómo temblaba el farol!"

¡Cómo arrojaba su luz!

 

El muerto quedó en la calle.

Con el puñal en el pecho

e ignorándose quién era.

 

 

 

 

 

 

 

 

         SEVILLA Y CÓRDOBA

 

         "Sevilla para herir.

         Córdoba para morir".

 

         F. García Lorca

         (Poema de cante jondo)

 

Sobre el llano de la casa

y el disparo muy constante

de la saeta del río.

 

"Sevilla para herir".

 

Una ciudad con sus ritmos

que parecen laberintos,

y tallos de parra verde.

 

"Sevilla para herir".

 

Y Córdoba soberbia

con bellos edificios,

con patios medievales

y grandes surtidores.

 

"Córdoba para morir".

 

 

 

         SAETA

 

         "Cristo moreno..."

 

         F. García Lorca

         (Poema de la saeta)

 

Cristo moreno

va de Judea

con lirio y lirio

a España cierta,

la del clavel.

 

"¡Miradlo por dónde viene!"

Oscuro cielo,

"tierra tostada"

y cauces donde

corren las aguas

con lento andar.

 

Cristo moreno,

con sus guedejas ya chamuscadas,

pómulos huidizos,

y las pupilas

casi marfil.

 

"¡Miradlo por dónde va!"

 

 

 

         BALCÓN

 

         "La Lola

         canta saetas".

 

         F. García Lorca

         (Poema de la saeta)

 

La Lola canta,

canta saetas.

"La Lola aquella

que se miraba

tanto en la alberca".

 

Los toreritos

que están muy cerca

la miran como

absortos, mudos.

El barberillo

sigue que sigue

los ritmos todos

de la saeta

con la cabeza.

 

"La Lola canta,

canta saetas".

El agua en tanto

tiembla en la alberca.

  

 

         JUAN BREVA

 

         "Juan Breva tenía

         cuerpo de gigante

         y voz de niña".

 

         F. García Lorca

         (Viñetas flamencas)

 

Ese Juan Breva era un gigante

con voz de niña.

 

Su trino era hermoso y triste.

 

Mientras cantaba alguna pena

él sonreía.

 

Y entre sus cantos él evocaba

los limonares de la dormida

Málaga austera.

A veces el llanto que le salía

tenía dejos de sal marina.

Era un Homero que bien cantaba

no obstante ciego.

Su voz tenía algo de mar

sin luz del agua

y de naranja seca, exprimida.

 

 

 

 

         ENTERRADME CON MI GUITARRA

 

         "Cuando yo me muera

         enterradme con mi guitarra..."

 

         F. García Lorca

         (Tres ciudades)

 

Enterradme, mis amigos,

con mi guitarra impaciente

bajo la arena existente,

cuando me muera o me duerma.

 

Cuando me muera enterradme

entre el rumor de naranjos

y sencillas hierbabuenas.

 

Cuando me muera o acabe

clavadme en una veleta,

para girar y girar

conforme pasen los vientos.

 

Cuando ya me muera así,

ponedme bajo la arena

o entre verdes de naranjos

o clavado en la veleta.

 

¡Cumplid con lo que les pido!

 

 

 

 

ITINERARIO POÉTICO

 

         "Cantando ha de cogerme el hoyo blando,

         tendida el alma, vuelta la cabeza,

         hacia las hermosuras más hermosas".

 

         Miguel Hernández

 

 

         NACIÓ

 

Nació de la matriz de España clara,

de su arena de guerra y de victorias;

fue fruto de una encina poderosa,

agua de sus montañas elevadas.

 

Trajo el rumor de todos los caminos,

trajo de Iberia misma sus canciones,

trajo de las aldeas las pasiones.

 

Pulsó con su fervor agitanado

la gran guitarra eterna de la vida,

y dio al valor de España sus colores.

 

Poeta de virtudes casi iguales,

vertió en sus ríos aguas de sus penas,

diálogos con aires infantiles,

contiendas populares que no cesan.

 

Un Cid, que eternamente anda o viene

con una espada firme de poesía,

que gesta historia y otorga resplandores.

 

 

 

 

 

         DIJERON QUE ERA UN NIÑO

 

         "A Federico se le ha

         comparado con un niño".

 

         Vicente Aleixandre

 

Dijeron sus amigos y compañeros,

que fueron a su lado sus amigos,

que fueron a su vera compañeros,

que el gran poeta en todo era un buen niño.

 

Soñó con el valor que tiene el niño,

ideó con rumores aniñados,

el valor y el rumor de su poesía.

 

Fue Federico, fue un niño grande,

que de tanto valor valiendo el hombre

vertió en su poesía,

el fuego elemental que otorga el mundo

al ser que se mantiene o se sostiene

en la enorme pureza de la infancia,

en la que el sueño es todo o casi todo,

como la savia es todo para el árbol.

 

Y bien: ¡un niño universal fue Federico!

 

 

 

         EL DUENDE

 

Fue suyo el duende esquivo de la vida,

el buen inspirador que piensa y piensa,

que indica que el verdor es como el verso,

que baja por la pluma cual un rayo

e instila en el espíritu el gorjeo.

 

Su duende fue un buen niño que pedía

casos de ensueños, casos infinitos

de vidas que al vibrar gesta el romance

popular, de la España generosa.

 

Llevó en el corazón muchos colores:

azules de montañas,

rojos de caballeros bien nacidos,

blancos como de claustros monacales,

y verde con verdor de primavera,

de Duende con color de la maleza,

de España entera, que es color de España.

 

 

         EL ÁNGEL

 

         "...suprema gracia del poeta...

         el ángel..."

 

         Jorge Guillén

 

Un ángel andaluz tiene el poeta.

Un universo azul como absoluto.

La palabra en esencias pretendidas.

 

Multiplicóse en él cara alegría,

la gratuita gracia de lo bueno

y la jocunda esencia de lo ameno.

 

La musa angelical de Federico

tiene alegría, tiene exactitudes

de popular canción como andaluza,

transparencia increíble y caprichosa

de universal rigor con su reverso.

 

 

 

         VERDE

 

El verde agitanado y peregrino,

que va de mar a mar,

de puerta a puerta,

de calor a color,

de vida a vida,

de silbido a silbido,

a silbo sin destino.

 

El verde universal,

el verde esquivo,

el verde Federico de lo bueno:

con efluvio sonámbulo y divino,

el Federico que acabó en romero,

que anuncia con rigor lo inesperado:

 

"El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña".

 

 

 

         EL ACENTO LORQUIANO

 

Es de un sonido ágil el acento lorquiano,

con un caballo verde y un caldero gitano;

con un barco en la cumbre cubierta de pinares,

de hielo eterno como un nardo congelado,

de pañuelos, limones y cardo en el camino.

 

De Camborios con vara y guardias diligentes

en dar varazos firmes a un simple vagabundo,

que va para los toros tras dormir bajo un olmo.

 

Y es la voz de triunfo de un niño fantasioso,

que ve guitarras sucias comidas por verdines

en medio de un enorme aluvión de gitanos

y olores de verbenas y lunas como espejos.

 

 

 

         RAFAEL LO RECUERDA

 

¡Qué noche inolvidable, dijo Alberti,

la del primer encuentro acontecido!

 

Había magia, duende, un algo irresistible.

 

¿Cómo olvidar después de haberlo visto

o escuchado?

 

Era un ser fascinante Federico:

cantando solo o al piano,

recitando, haciendo bromas,

o simplemente urdiendo tonterías...

 

 

 

 

         FEDERICO VISTO POR DALÍ

 

         "Tu fantasía llega donde llegan tus manos..."

        

         F. García Lorca

         (La vida secreta de Dalí)

 

"Un fenómeno poético

en su integridad completa..."

 

"Alguien de carne y hueso,

confuso...y rojo-sangre,

viscoso y sublime en todo,

tremulante con mil fuegos,

la oscuridad subterránea,

como toda materia firme

con la originalidad en la forma..."

 

Y sólo acepta su cosmo

poético el gran Dalí,

al afirmar a su manera:

"si tuviera su contorno

algo para trasegar

hacia el estómago y bien..."

 

 

 

         EL FEDERICO VISTO POR NERUDA

         (1931)

 

"Qué poeta!"

dijo de él ya Neruda,

luego de verlo en España.

 

Y luego siguió diciendo:

"La gracia y el genio juntos,

el corazón con las alas,

y la risa cristalina..."

 

"Nunca vi hasta el momento

a un ser...

con tanta magia en las manos".

 

"Nunca tuve un hermano

más alegre, que este español

increíble..."

 

Y luego dijo el chileno

sintetizando lo dicho:

"Era un relámpago físico,

una energía incesante,

una alegría completa,

un resplandor...

¡la ternura sobrehumana!

Su persona: era mágica y morena".

 

  

 

         ERA LA ESPAÑA GLORIOSA

 

Entre zumbido y zumbido resultaba natural

que en la España del gemido y del canto nacional,

se movieran por sus calles Santiago Ramón Cajal,

Juan Ramón con su Platero y Juan Gris con su pincel;

Pérez de Ayala pensando o cavilando tal vez,

y los dos Ramones grandes: Pidal como Valle Inclán,

y el otro Ramón viviente: de la Serna sin igual;

Miguel de Unamuno, denso; Miguel, poeta y pastor,

Moreno Villa elegíaco, Dalí de temblor y añil;

Antonio Machado andando como el gran Guadalquivir,

y todos los otros vates del 27, en abril:

Alberti con su maroma y con su canto y su mar,

y los demás conocidos, que conocidos muy bien.

Y Marañón como Ortega, y ya Picasso en París,

Azorín de prosa clara, Baroja con bisturí...

Y luego García Lorca con su romance, en su tren

de agitanada manera, de gitano nacional...

 

Era la España gloriosa, de zumbido natural:

España con sus troveros, Iberia con su pincel,

verso a verso, prosa a prosa,

brocha a brocha, cal a cal,

construyendo la gran casa de la España universal.

 

Era la hora de España, de la España maternal.

 

 

 

 

         GENERACIÓN DEL 27

 

Cantaban como canta la España con sus penas,

cantaban como antiguos guerreros de fortunas:

canciones con esencias de claras concepciones,

España que era en todo: qué lluvia y excepciones.

 

Ardientemente urdían los versos de la vida,

el trueno y el relámpago en casos de tormentas,

la Iberia que recoge su antigua voz de lumbre,

la estrella de la idea, la esencia de la rabia.

 

Estaban allí todos con música en las venas:

Salinas con sus voces, debidas a la patria;

Gerardo Diego fino, Dámaso de la ira,

Aleixandre correcto, Guillén súper sintético,

Bergamin sutilísimo, Alberti el marinero;

Manolo Altolaguirre, delfín de las imprentas,

Prado, el cazador de nubes, según Lorca.

 

Y luego ya Cernuda, de vuelo meditado,

García Lorca haciendo de Góngora su trino,

y Hernández ya saliendo con sueños de Orihuela.

(Quizás haya olvidado a algunos sin quererlo)

 

Aquellos grandes hombres no fueron más que España,

la España que compite por siempre con la espuma,

histórica que mana de asombros y de cumbres;

que asombra y se apasiona por cosas de su trino,

que vuela como alondra, que vive ardientemente,

cual patria cuyo empuje es toro: ¡paro y nombro!

 

 

 

         CUANDO ERA PRIMAVERA 

 

         "Cuando era primavera en España".

 

         Emilio Prados

 

Cuando era primavera

y el reloj de la vida se ufanaba

de tener los colores de la dicha,

y de verter la anémona y el lirio

en torrentes de vivas mariposas,

y se aromaba el día con olores

universales como capitales,

España convivía con las flores,

sentía el resplandor de las guitarras,

vibraba como vibra el toro oscuro

sobre la arena y contra las espadas.

 

Cuando era primavera,

crecían los rumores de la sangre,

crecía la canción entre las venas,

el agua era más agua,

en cada hilo oscuro,

en cada río grande y generoso,

y los pinares plenos baladores...

 

Cuando era primavera

la voz de los poetas germinaba

y Federico todo se elevaba

con su ajustado verso verde-oscuro

sobre los pueblos casi monasterios,

donde limita el musgo con el débil

corazón de la España silenciosa.

 

 

Cuando era primavera

y el verdor de la vida perduraba

y la gran guerra aún no disponía

de las vidas en conjunto o en unidades,

la tierra era asidero de la dicha,

y España era aún muy amplios olivares,

viñas y viñas, cálidos trigales,

los poetas cantaban

coloreando el aire de los días...

 

Y el caso Federico en el pandero...

 

 

 

         MARIANA PINEDA

 

Ya Mariana Pineda extendió su bandera,

penetró con su idea los paisajes de España,

ofició de madrina de entusiastas soldados,

le dio agua al jinete y al corcel de la aurora,

despertó a los dormidos, consoló a los caídos.

 

Su gran vida ha brotado como trigo animado

para el pan de los pobres, para plato del día.

Ya su muerte ha pasado.

 

Se cumplió su deseo expresado en su hora:

"¡Libertad!" Porque nunca se apague tu alta lumbre,

me ofrezco toda entera".

 

Hoy España es un vasto continente de llamas.

El fervor de Mariana es antorcha en el día.

 

 

 

         NO AL ARTE COMO EMBUSTE

 

No al arte como embuste.

No al paraíso azul como cerrado.

No a los jardines para unos pocos.

 

Por eso Lorca acude al cante jondo.

Por eso hurga y hurga en tradiciones,

busca cantos orales como escritos.

 

Escucha la palabra en los caminos.

Va buscando memorias preteridas.

 

 

 

Lo dice el mismo acerca de este tema:

el arte embuste es algo putrefacto,

arte que es expresión de decadencia.

 

Y luego ya cerrando el tema dice

sobre el signo verbal de la poesía:

"Poesía es una palabra a tiempo".

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

La impronta de los días

 

Casa natal

Su infancia

Hurta el pan para gitanos

Federico a los diez años

El precoz teatrista

Paradójico

Tarde

Imagen de Federico

Federico, Falla y el teatro

Lectura de Mariana Pineda en casa de Dalí

Junio, julio y agosto de 1926

Federico a los 28 años

Cartas

Federico en Nueva York

En Cuba

Carta a Miguel Hernández

Federico y Juana de Ibarbourou

Anécdota singular de Federico

El cruel vaticinio

Se está dando la orden de su muerte

No sirvió el vaticinio

El final

 

Con Federico converso

 

Con Federico converso

El caracol y la hormiga

El cuento de la rana

Temblor de estrellas

Cigarra

La guitarra

El silencio

Pueblo

Sorpresa

Sevilla y Córdoba

Saeta

Balcón

Juan Breva

Enterradme con mi guitarra

Denuncia del gitano apaleado

Y Federico recibe una denuncia del Paraguay

El canto quiere ser luz

El lagarto está llorando

Canción del jinete

Juan Ramón Jiménez

A Irene García

Niño, deja que afine su canto

El niño

Rosita, Cristobita, Cocoliche y Currito

Ya es la casada fiel

Historia de Antoñito el Camborio

Poeta en Nueva York

Harlem

La multitud vomita

Madrugada en Nueva York

Llanto como a las cinco de la tarde

 

Itinerario poético

Nació

Dijeron que era un niño

El duende

El ángel

Verde

El acento lorquiano

Rafael lo recuerda

Federico visto por Dalí

El Federico visto por Neruda

Era la España gloriosa

Generación del 27

Cuando era primavera

Mariana Pineda

No al arte como embuste

Federico en Harlem

Español como pocos

Unamuno

Partidario de los pobres

Lo vio sentado frente al mar

Protesto, protesto, protesto

No me preocupa morir

Sonetos del amor oscuro

Político no seré

De juventud eterna

Hay Federicos

El crimen fue en Granada

Lo recuerda Neruda

Dos poetas diferentes

Lo vio Raúl

Uso de la voz de Córdoba Iturburu

Lo vio así Conrado Nalé Roxlo

Hablan de su tragedia los poetas

Se explican tantas cosas

Tres grandes poetas muertos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MERECE EL CABALLO VERDE

Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ

ARANDURÃ EDITORIAL

Texto de AUGUSTO CASOLA

 

            Nos informa el autor que Caballo verde para la poesía:

 

            "Era una revista española de poetas de la generación del 27 que aspiraba a que el sentimiento poético tomase un cauce libre, con sueños, vigilias, idilios, dudas, afirmaciones, melancolías, libre del frenesí libresco... Nadie mejor jinete para tal caballo que Federico García Lorca".

 

            Y a él se dedica Luis María Martínez a través de las tres partes en que divide el volumen: La impronta de los días, Con Federico converso y por último Itinerario poético.

            A veces me suelo preguntar: ¿por qué uno escribe? De dónde proviene esa exigente necesidad de tomar pluma y papel para garabatear letras, para formar frases a través de las cuales se pretende ¿qué? ¿Transmitir ideas? ¿Emocionar con las emociones que en un determinado momento de nuestra vida conmueve, tensa y hace vibrar las fibras más íntimas del alma? Por lo general, ante la cuestión planteada se abren nuevas interrogantes que al parecer acompañan el quehacer de los creadores de diversas épocas.

            Citamos Protesto, protesto, protesto (117), como respaldo a la exposición precedente:

 

"A veces, cuando yo veo

Lo que está pasando en el mundo

Yo me pregunto anhelante:

¿Para qué escribo?

 

"Hay que trabajar y trabajar

Y ayudar al que merece.

¡Trabajar aunque parezca algo inútil!

¡Trabajar corno forma de protesta!

Porque el impulso de uno,

En un mundo de injusticias

Y de enormes miserias

Sería decir: "¡Protesto!, ¡protesto!, ¡protesto!".

 

            Enseñar, testimoniar, dejar constancia de nuestro paso por este mundo o, simplemente, permitir al artista liberar a esas criaturas que tan bien describió Gustavo Adolfo Becquer en la Introducción Sinfónica de sus Rimas (6), diciendo: El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. [...], pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos de la memoria, como el escaso jugo de una tierra estéril.

            Sea cual fuere la respuesta, si es que existe alguna, allí está ese océano de letras que moja una de sus playas en el origen del hombre y la otra en su final, cuando ya no resten sino esos seres torpes que describe France en El Jardín de Epicuro (16):

 

            Cuando el sol se extinga -lo cual es inevitable- hará tiempo que los hombres no existan. Los últimos serán tan estúpidos como los primeros. Habrán olvidado todas las artes y todas las ciencias. Se tenderán miserablemente en las cavernas, al borde de los glaciares [...]. Estos últimos hombres, desesperados sin conocer la desesperación, no sabrán nada de nosotros, nada de nuestro genio, nada de nuestro amor, y, no obstante, serán nuestros hijos, la sangre de nuestra sangre.

 

            Pese a tener conciencia del fatuo y vano esfuerzo, no podemos dejar de escribir acerca del tema único del arte: el propio artista, ya que si se analiza bien, el arte es creación unívoca y se refiere única y exclusivamente al creador, a él y sus vivencias, a él y los fantasmas que lo acosan porque les deje ver la luz, a él y los acontecimientos que consideramos importantes por afectar a nuestra persona, como ocurre en Merece el caballo verde, en que un poeta busca penetrar la obra de otro, para de este modo satisfacer la necesidad que lo embarga por manifestarse a sí mismo, como nos dice en Tarde (15): La tarde gris lluviosa/ con árboles marchitos/ y el cuarto solitario./ La tarde que al poeta/ lo atrapa la tristeza./ [...] Chorrea la tristeza/por cosas de su alma/ y duélele la carne/ del mismo corazón.

            Es que no interesan ni el tema ni la razón de ser del acto literario, pues al igual que en las demás artes, no hace sino vincular el solitario interior del creador con el solitario exterior de una realidad cada vez más urgente por devorar y olvidar al instante lo que fue el centro de su atención. Esa realidad que es futuro o es pasado, nunca presente, porque el presente, sinónimo de inmovilidad, sencillamente, no existe.

            El creador es el único ser capaz de aprisionar el tiempo, siempre en fuga, en la perennidad relativa de un libro, un cuadro, una melodía, una escultura o una película cinematográfica, que también cuenta con obras de arte.

 

            SE ESTÁ DANDO LA ORDEN DE SU MUERTE (38)

 

A las diez de la noche

de agosto dieciocho

con plena aprobación

de la nacionalista autoridad suprema

de la Andalucía avasallada,

se dio la orden de matar a Lorca.

 

El comandante Valdés

consultó por radio

al desalmado general Queipo del Llano:

"-¿Qué hago con él?

- Está aquí hace dos días".

"Dale café, mucho café",

respondió a la consulta sin rodeos.

 

Lo que significaba:

¡quitárselo de en medio cuanto antes!

 

 

            En la segunda parte del libro, se destacan numerosos poemas de belleza singular que impresionan por la profundidad de su exposición, todos ellos basados en originales de García Lorca, identificados en las breves estrofas que los preceden. Vaya como ejemplo de ello el comentario que aparece en El caracol y la hormiga (47): "Y el caracol, pacífico burgués de la vereda. Trata el poema de el caracol, sencillo burgués y aventurero,/ ya va por el paisaje buscando un buen camino [...], y en la alameda hermosa de silencio ondulado/ se encuentra con un grupo de hormigas escarnadas,/ que llevan tres de ellas a una que está herida./-¿Por qué así maltratáis a vuestra compañera?/le increpa el caracol a todas las hormigas./ Es que la medio muerta había visto estrellas [...] Nosotros no las vemos, comentan las hormigas.

            No es posible pasar Con Federico converso sin reparar en el poema que se titula Ya es la casada fiel (78) donde el autor, con una ironía sarcástica, ofrece la condena del tiempo transcurrido, que no perdona a nadie y transforma las pasiones más violentas en cenizas, como en la mujer que Ya no le miente al marido/ ni espera mayores cosas,/ y piensa que todo ha sido/ de lo pasado y vivido/ una ilusión: ¡la quimera!

            Quizás sea una humorada, pero vale la pena aprovechar la oportunidad de reproducir en total los dos poemas que van en paralelo: La casada infiel (115), de Lorca, al que se refiere de Miguel diciendo (33):

 

            Creo oportuno hacer una reflexión específica a propósito del romance, varias veces citado y particularmente conocido, de "La casada infiel". Lo considero, sin paliativos, una caída poética con relación al nivel del libro y, por lo mismo, una excepción dentro de la obra de este poeta de tan escasas concesiones. Y ello porque es romance de exterioridades lorquianas, realmente hermosas, pero romance sin elipsis, sin sugerencia, sin misterio; es decir, sin el espíritu del poeta. Al estar ahora analizando la estructura y ordenación del libro, me atrevo a llamar la atención sobre cómo arropa Lorca este débil poema (débil en fuerza significativa, entiéndase) flanqueándolo con dos romances bien distintos y hasta opuestos al superficial contenido del romance sexto.

 

            A Lidia Cabrera y a su negrita

 

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

 

Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído,

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

 

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

 

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

 

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

La regalé un costurero

grande de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.

 

            La casada infiel ha venido a ser en las recitaciones públicas el equivalente de lo que fue hace unos años La marcha triunfal rubendariana [...] (66).

            Y el poema Ya es la casada fiel, dado que en él se aprecian dos cosas importantes: una, la manera con que el autor enfrenta al paso del tiempo que para él también es implacable y la sonrisa melancólica, que nos brota inevitable a quienes en más de una oportunidad escandalizamos a nuestras profesoras de literatura al lanzarnos a recitar el conocido poema de García Lorca y que ahora, actualizados en los octosílabos de Luis María Martínez, nos enfrenta sin ambages a la conciencia de que nosotros también nos encontramos en el recodo del camino donde Ya no están las zarzamoras,/ los juncos ni los espinos./Nadie se quita el vestido/ ni el cinturón con revólver". En fin, ¿por qué negarle al lector el placer de descubrir, una vez más, las intimidades de la anciana de hoy y que alguna vez fue La casada infiel?

 

Aquella bella mozuela

de hermoso pecho dormido

y de almidón en la enagua,

que sonaba en el oído

"como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos",

ya no está sobre la arena

de la playa con su encanto.

 

Ya no recuerda la noche

de árboles con sus luces

de plata semidormida,

y la pasión de los perros

de ladridos hacia el río.

 

Ya no están las zarzamoras,

los juncos ni los espinos.

Nadie se quita el vestido

ni el cinturón con revólver.

Ni la mozuela ya exhibe

su cutis de nardo fino.

Los muslos ya no se escapan

"como peces sorprendidos",

y la potra nacarada

ya no corre sin las bridas.

 

Ya la mozuela está anciana

y mustia para las cosas

del amor con sus galopes.

Hoy usa su costurero

para tejerse ilusiones.

Ya no consume sus fuerzas

en guerra sobrentendida,

ni sucia de besos parte

para su casa sabida

a mentirle a su marido.

 

Ahora es fiel la casada,

porque ya siendo una anciana

y su marido un marido

de estolidez en las ganas

ya no visita las playas

ni gime sobre la arena.

 

Ya no le miente al marido

ni espera mayores cosas,

y piensa que todo ha sido

de lo pasado y vivido

una ilusión: ¡la quimera!

 

            Para cerrar el espacio dedicado a uno de los trabajos más interesantes realizados por el autor, que nos devuelve al mundo de otros días, trascribo este poema que titula Generación del 27 (104) y pertenece a la tercera parte del libro Itinerario poético. Dice:

 

Cantaban como canta la España con sus penas,

cantaban como antiguos guerreros de fortunas:

canciones con esencias de claras concepciones,

España que era en todo: qué lluvia y excepciones.

 

Ardientemente urdían los versos de la vida,

el trueno y el relámpago en casos de tormentas,

la Iberia que recoge su antigua voz de lumbre,

la estrella de la idea, la esencia de la rabia.

 

Estaban allí todos con música en las venas:

Salinas con sus voces, debidas a la patria;

Gerardo Diego fino, Dámaso de la ira,

Aleixandre correcto, Guillén súper sintético,

Bergamín sutilísimo, Alberti el marinero;

Manolo Altolaguirre, delfín de las imprentas,

Prado, el cazador de nubes, según Lorca.

 

Y luego ya Cernuda, de vuelo meditado,

García Lorca haciendo de Góngora su trino,

y Hernández ya saliendo con sueños de Orihuela.

(Quizás haya olvidado a algunos sin quererlo)

 

Aquellos grandes hombres no fueron más que España,

la España que compite por siempre con la espuma,

histórica que mana de asombros y de cumbres;

que asombra y se apasiona por cosas de su trino,

que vuela como alondra, que vive ardientemente,

cual patria cuyo empuje es toro: ¡paro y nombro!

 

 

 

 

Fuente: LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA. Por AUGUSTO CASOLA. Editorial ARANDURÃ, Asunción – Paraguay. Agosto del 2012 (244 páginas).

 

 

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