JOSÉ CONCEPCIÓN ORTÍZ - OBRA POÉTICA
EDICIÓN DEL CENTENARIO
Cuadernos de la Piririta, 19
© 2000, Herederos de JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ
© 2000, de esta edición: Ediciones Diálogo
© 2000, de la Compilación, introducción y notas: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ
EDICIONES DIÁLOGO
Asunción (Paraguay)
Dibujo de tapa: LIVIO ABRAMO
Edición al cuidado de JORGE MONTESINO
Diseño gráfico: M. A. F.
Asunción, 23 de abril de 2000
111 páginas

INTRODUCCIÓN
BIOGRAFÍA MÍNIMA
José Concepción Ortiz Frutos nació en Valle Pucú, jurisdicción de Areguá, el 5 de mayo de 1900, hijo de Felipe Neri Ortiz y de María de la Cruz Frutos. En su "patria chica", a la que habría de cantar en versos de recatada emoción, inició sus estudios, que continuó en el Colegio Nacional de Asunción hasta obtener el título de Bachiller. Hizo posteriormente estudios de Derecho, que no llegó a completar. Ortiz se radicó en Luque, en la vecindad del poeta y autor dramático Julio Correa, y allí murió el 14 de septiembre de 1972. Formó su hogar con María Simeona Velasco, quien le dio cuatro hijos.
Se dedicó desde joven a la enseñanza de la lengua castellana, la literatura y la historia. Trabajó como periodista, siendo redactor de EL DIARIO y luego director de EL PAÍS. En la década del 20 dirigió ALAS y JUVENTUD, revistas literarias de la generación post-modernista a la cual perteneció. Durante muchos años fue funcionario de la Biblioteca Nacional, de la que legó a ser su director, hasta alcanzar su jubilación.
Ortiz fue un hombre callado y estudioso, que conocía bien el oficio poético y que se interesó por las nuevas tendencias filológicas en una época en que raramente llegaban al Paraguay noticias de esa índole. Estuvo al tanto de las actividades del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, cuyas publicaciones recibía regularmente, y mantuvo correspondencia con uno de sus integrantes más distinguidos, el profesor Raimundo Lida. Fue el poeta Hérib Campos Cervera quien lo puso en contacto, hacia 1932, con aquella célebre institución, donde trabajó también, joven aún, el ilustre filólogo paraguayo Marcos Morínigo. Sin embargo, esta inclinación de su espíritu no dio frutos y lo más granado que nos queda de él es sin duda su poesía.
ORTIZ Y EL POSTMODERNISMO POÉTICO
Resulta un tanto extraño que su labor poética no haya suscitado más atención crítica y haya quedado reducida a un pequeño círculo de conocedores. Quizás la explicación esté en que sus concepciones líricas se hallan adscriptas a la estética y la temática del postmodernismo, tendencia que no ha sido prácticamente estudiada en la literatura paraguaya.
En efecto, la poesía de Ortiz, como la de la mayoría de sus compañeros de generación, se aleja, a pesar de su admiración por Rubén Darío, de los aspectos más decorativos del modernismo, acentuándose en ella, en cambio, un sencillismo más atento a lo esencial de las cosas poetizadas y desentendiéndose del lujo verbal, las alusiones exóticas y de todo aquello que la escuela encabezada por el poeta nicaragüense había exaltado en su fase más característica. Queda sin embargo en la poesía de Ortiz el gusto por la melodía verbal, la sabiduría en la composición del tejido fonético, el metro exacto y la estructura precisa y sin desperdicios conceptuales.
Tal como ocurre con buena parte del postmodernismo, sus versos cantan a menudo los temas campesinos, sin caer en el pintoresquismo. Su temple de ánimo es siempre comedido y de profundas resonancias interiores. La suya es una poesía que rara vez expresa exaltación, aunque la intensidad, a veces diluida en la visión amable del campo y de los sentimientos humanos, no esté ausente de ella.
LA OBRA POÉTICA
Ortiz publicó en vida un solo libro poético1, Amor de caminante,2 donde recogió treinta y cuatro poemas, escritos a lo largo de un lapso de dos décadas. Lleva un prólogo de Arsenio López Decoud, y en las solapas puede leerse un texto de Carlos R. Centurión, que su autor transcribió casi íntegramente en su Historia de las letras paraguayas3. La tapa fue diseñada por Juan Sorazábal, amigo suyo desde los tiempos de la revista JUVENTUD, que el artista ilustraba.
En Amor de caminante se encuentran sobre todo poemas sentimentales y visiones del campo, y con frecuencia los motivos de unos y otras se entrelazan en temas melancólicos, configurados con gran eficacia expresiva. También incluyó en este volumen los sonetos a Raúl Battilana y a Pedro Herrero Céspedes, compañeros de generación desaparecidos tempranamente. No solamente en ellos toca el tema de la muerte, que aparece también con hondo sentimiento en otro poema dedicado a su madre.
Después de este libro no volvió a reunir en volumen su obra poética. Casi treinta años transcurrieron desde la publicación de Amor de caminante hasta su muerte en 1972. Sin embargo, durante este lapso no permaneció completamente inactivo como poeta, ya que de cuando en cuando podían leerse sus versos en alguna publicación periódica, y dejó inéditos algunos poemas. Pensaba probablemente publicar un nuevo libro, pues se encuentran varias poesías reunidas en un cuaderno mecanografiado y titulado País secreto, Asunción, 1962. Existe también otro cuadernillo, titulado Ella4, con seis poemas, fechados entre 1945 y 1953.
País secreto está constituido por varias composiciones de aliento épico y otras de carácter intimista. Sus rasgos postmodernistas no han variado, si bien su temática ha incorporado motivos nuevos como los que cantan al país, a España y a personajes históricos como Bolívar, Sandino, Irala y otros. Un amor de madurez le inspiró algunos poemas, probablemente el mismo que motiva las poesías de Ella. Estas últimas pueden figurar entre las más finas producciones de la poesía amatoria en el Paraguay, por su discreción expresiva y la intensidad de su contenido.
NUESTRA EDICIÓN
Esta nueva edición de la poesía de José Concepción Ortiz, que publicamos en ocasión del centenario del nacimiento del poeta, recoge prácticamente la totalidad de sus poemas conocidos e inéditos. Reproducimos íntegramente Amor de caminante (con excepción del prólogo, prescindible, de Arsenio López Decoud), así como las composiciones de País secreto y de Ella. En la presente edición, se incluyen en Ella los poemas titulados "Soneto", "Tenía algo de verso...", "Balance" y "En tu álbum", que en la edición de Poesías completas5, figuraban en País secreto. Recogemos asimismo un texto poético olvidado y tres poemas inéditos, uno de ellos en guaraní, en la última sección, Poemas inéditos y olvidados. De este modo contribuimos al rescate de la producción de una de las figuras más importantes de la poesía paraguaya del siglo XX.
Miguel Ángel Fernández
(Universidad Nacional de Asunción)
1En prosa publicó en 1968 Aportes para una historia del campesino paraguayo. Es también autor de artículos y ensayos sobre Rafael Barrett, Rubén Darío, Albino Jara y otros temas, algunos de los cuales permanecen inéditos.
2Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1943.
3Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1947-1951, tres tomos. La 2a edición ampliada, en dos tomos, se editó con el título de Historia de la cultura paraguaya, Asunción, Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961.
4Tanto los poemas de País secreto como los de Ella fueron mecanografiados por la escritora Mariela de Adler, quien fue destinataria de los textos de este último cuadernillo.
5Poesías completas. Edición y prólogo de Miguel Ángel Fernández. Asunción, Alcándara, 1983.
A FÉLIX DE AZARA
Quiso la suerte antaño que de lejos vinieras
a andar y, en fin, querer este rincón del mundo,
pues en tu pecho, para las horas venideras,
si España fue primero, fue el Paraguay segundo.
Todo atraía aquí tu pupila curiosa:
ya la naturaleza, ya el pasado o el presente,
tal como se refleja a través de tu prosa
de sabio e historiador, escueta y transparente.
Allí aprendí, siguiendo tus pasos, tu mirada,
a ver y amar mejor a mi tierra nativa:
Patria, por afligida tal vez más suspirada,
por quien se muere a gusto con tal de que ella viva.
CANTO AL HIJO DEL PAÍS
En el trasverberado corazón de la América
del Sur, penas ha siglos aferrado al terruño
con los descalzos pies que recuerdan raíces,
agachándote bajo todas las injusticias
con tal de aspirar el aire de la querencia.
No hay en toda la tierra lugar como el amable
valle natal, en donde hasta el morir es dulce,
por más que allí, a través del tiempo y sus mudanzas,
sólo tú permaneces infortunado siempre.
(A causa de tu tristeza mediterránea,
desesperada y silenciosa, el guaraní
tiene ese sonido entrecortado de sollozo...).
Mas, te miro, paisana florida de paciencia,
la del pecho crecido por la maternidad,
y tengo fe de nuevo: parirás todavía
unos hijos capaces de abrirse a sangre y fuego,
paso hacia el triunfo para vengar tu sacrificio
de víctima sitiada y rendida por hambre.
Y eso que no tienes parangón en el mundo:
hembra de ningún otro país nunca hizo tanto;
mereciendo reinar, eres menos que esclava,
tú, sin derecho a nada, si no es la corona
de fardos que tu nimbo de mártir disimula
y te oprime evitando que te subas al cielo.
A BOLÍVAR
Desde aquí, a la distancia te columbro: creciendo
sobre el plinto de América, cada vez más arriba,
y oigo ascender tu nombre, por cima del estruendo
de la guerra, en un vitor: ¡Viva Bolívar, viva!
La siembra de cadáveres y ruinas no comprendo,
ni puedo amar en ti la espada destructiva
sino tu sueño continental estupendo,
que trunco ayer, se hace hoy esperanza viva.
Entre todos, el único fuiste clarovidente,
"¿Qué será comparado el Istmo de Corinto
con el de Panamá?" clamándoles en vano.
El porvenir rozabas con la alta y pura frente,
creciendo a nuestros ojos, Bolívar en el plinto
de América hasta casi parecer sobrehumano.
ALÉN
¿El Yuquyry, alarmado por su signo funesto,
torció el curso doblándose tal como un brazo humano
resuelto a protegerle del golpe de lo arcano?
Mas, no le ahorró el martirio, ni siquiera el denuesto.
Dio, siempre de la patria para el servicio presto,
lo mismo que en la paz en la guerra, la mano.
Si en Estero Bellaco, Tuyutí..., estuvo ufano,
Curupayty, Humaitá, después viéronle enhiesto.
Martínez, Gill, Cabral, Hermosa, Roa, Almada...
de ésta con él hicieron "una cosa sagrada",
que aún despierta en los pósteros religiosa emoción.
La justicia el silencio rompa, el denuesto calle
y el Yquyry module, desde el nativo valle,
ya de Paulino Alén el nombre sin baldón.
[1° de Marzo de 1955]
A SANDINO
Mucho después que el crimen del invasor y el nombre
de los Judas criollos rueden hacia el olvido,
tu gesta aún quedará viva en los corazones.
Hay mil cachorros sueltos..., como advirtió Darío.
No oyeron la profética voz de los filibusteros
sino transcrita en plomo con sangre en Las Segovias;
ni hasta entonces tampoco los traidores la oyeron.
Que los Moncada y Díaz de otras partes la oigan.
¿Quién desde el gran Bolívar, Libertador se llama
sino tú, que por "Patria y Libertad" hiciste,
para tu ingenua América, bastión de Nicaragua?,
¡Tú, capitán Sandino, general de hombres libres!
ORACIÓN A ESPAÑA
Aquella no de los señores
nombro, sino la de la prole
del Lazarillo y Don Quijote,
pobre de pan, justicia... Pobre.
Vuelven los vándalos y moros
unidos. Se complican todos
para acabar contigo pronto
y repartirse tus despojos.
Van poseídos de codicia,
y con el ánima podrida
de encono, asaltan, asesinan,
sembrando tu pecho de víctimas.
Son los enemigos de siempre:
buscan tu oro, odian tu gente;
fincas y minas sólo quieren;
destruyen hombres y mujeres.
Mas, tus poetas están junto
a ti, los poetas del mundo,
para poner tu duelo en número
y vengarte con sus augurios.
Y, sobre todo, está tu pueblo,
casi inerme, desnudo, hambriento,
días y noches combatiendo
por ti, en la tierra, el mar, el cielo.
También aquí otros aliados
-solo, ninguno osara a tanto-
vinieron para "libertarnos"
entrando a sangre, a fuego, a saco.
[1938]
MEMORIA DE IRALA
(Fragmentos)
Del siglo XVI, promediado, bravío,
una voz baja o sube, familiar, por el río:
Mucho de ira había y algo también de ala,
como en mi nombre, en mí: soy Domingo de Irala.
Ha 400 años que muriese Dios quiso,
y entré en la gloria, mas... está aquí el paraíso
cuya nostalgia hiciérame desdeñar el celeste.
He vuelto así al paraje de mi elección, que es éste
do Leonor, Marina, Agueda, Juana, Beatriz, María
y Escolástica diéronme su amor de cada día.
Irala, en tu homenaje mi voz también levanto
porque sólo perdura lo que vive en el canto.
Fue uno de tus vástagos aquel gran Hernandarias,
el criollo que hizo cosas extraordinarias,
y el Dr. Francia viene de ti casi directo,
con su manera, mezcla de virtud y defecto,
de fraguar con dos solos ingredientes (de Hispania
másculo el germen, tierna la matriz de Guarania),
con voluntad despótica y con puño cruento,
un pequeño país en completo aislamiento.
De ti y tus compañeros arranca nuestra historia,
rica en sangre, en paz pobre; llena de angustia y gloria.
Prometiéndoles todos los bienes (y los males,
además) de un edén de goces perennales,
pronto les sonrieron las extrañas y nuevas
tierras con la sonrisa de irresistibles Evas.
La Patria no debían volver a ver. ¿Qué hacen?
Aclimataron plantas que se la recordasen
y, cuando un nuevo árbol les daba sus primicias
por fin, lo celebraban, ya viejos, con albricias,
de antemano aceptada sin rebelión la suerte
de quedarse, olvidados del mundo, hasta la muerte.
A LA VIRGEN DEL VALLE
Gracias a ti, una vez al año, somos todos
felices a tus pies, grandes y chicos;
nos haces olvidar de daòos y de lodos,
a pobres igualándonos y ricos.
Entre todas tú sólo, Virgen de las Mercedes,
eres la que jamás nos abandonas
desde tu tosco altar; la que todo lo puedes
aquí y mereces todas las coronas.
A no ser la de los Dolores, que a tu diestra
me evoca a quien la amó, mi madre ausente,
ninguna, a nuestros ojos, a tu altura se muestra
ni digna de mirarte frente a frente:
Ni la de la Asunción, esa dama soldado,
ni la de Caacupé, esa andariega,
que en vez de dar alivio siquiera al desolado
pueblo, le merma el pan, miseria riega.
¿Quién sino tú aligera los grillos y los males
y, sin moverse un paso, obra el milagro
de echar la bendición por manos de un Rosales
sobre el dolor inmemorial del agro?
¡Haz por el valle en fiesta, el valle en primavera,
reflorecer la fe cada septiembre,
y haz que me entierren cerca de ti, cuando me muera,
para estar bajo tu mirada siempre!
ELEGÍA DEL URUNDE-Y
De años y borrascas vencedor, ahora
cuando parecías ya inmortal, caíste
a golpes rendido del hacha traidora.
El paisaje, echándote menos, queda triste,
si bien lo imponente era en ti la altura
nada más: te erguías alzando del suelo,
junto a las miradas las ansias de vuelo
hacia tus catorce metros de estatura.
Crujiendo al tumbarse tanta ufana fronda,
su adiós estruendoso dijo a la redonda.
¡Cuán humanizadas, qué empequeñecidas
por la muerte luego las ramas gigantes,
de vientos y pájaros frecuentadas antes
y hoy por las muchachas, como enternecidas
de tu fin, que juegan a quién va más alto
subiendo a tu copa yacente en un salto!
Aunque muchos vástagos dejas de tu nombre
que en torno recuerden, con su sombra, al hombre
tu amistad, por último -el refrán lo enseña:
del árbol caído todos hacen leña.
ERA UN PERDIDO...
Era un perdido, y a pesar de todo
casi más que a mi madre le quería,
cuyo amor desde lejos me unge a modo
de un beso, al recordarla, todavía.
Sufrió, pero a los hados inhumanos
les puso un rostro siempre sonriente;
se asió a la vida con entrambas manos
y se dejó arrastrar por la corriente.
Sin una queja proferir, a solas
y apunto de rodar bajo las olas,
todo lo soportó: rigor, desdeño...
Era un pródigo, un réprobo, un perdido...
¡Quién sabe si por eso le he querido
más que a mi madre aún, desde pequeño!
MBOCAYÁ
Tal como el campesino paraguayo,
terco, sufrido, huraño, generoso,
de la tormenta erguido ante el acoso
tu privilegio es atraer el rayo.
Firme en el rojo suelo, sin desmayo
das frutas y hojas al menesteroso
y, al fin, el tenaz leño, ya en reposo:
tú pareces en todo paraguayo.
Doblarte no podrá sino romperte
más bien la tempestad, altivo y fuerte,
símbolo del terruño, mbocayá.
Hoy y ayer, en la paz como en la guerra,
para hombres y bestias de esta tierra
tú has sido de los pobres el maná.
ELLA
¿No la conocéis? Entonces
imaginadla, soñadla...
¿Quién será capaz de hacer
el retrado de la amada?
GERARDO DIEGO
TENÍA ALGO DE VERSO...
Con su atracción secreta, que obraba poco a poco,
tenía algo de verso: de ritmo y de medida,
pues no faltaba nada, ni excedía tampoco
en su hermosura como del ensueño nacida.
Aunque tan de la tierra ¡cuánto evocaba el cielo
su claro ser, que hacía pensar que Dios existe!
Por tiempos se inflamaba de un recóndito anhelo
de dicha que, al frustrarse, la dejaba al fin triste.
Echaba, a ratos, plena de vida y de contento,
a cantar porque sí, y a sonreír por nada,
para enmudecer luego con el presentimiento
de que nunca, tal vez, será bastante amada.
La misteriosa mano del destino la puso
junto a mi vía: al verla, reconocí que era
la Esperada, y le dije mi amor, todo confuso,
que rompió a florecer como una primavera.
BALANCE
Guardar de nuestras cosas las mejores...
Te dejo la lejana imagen mía
de que estuviste enamorada un día,
y algunos versos sólo. No me llores.
Llevo de estos efímeros amores
el aroma y sabor que todavía
habrán de perfumarme la agonía,
junto al recuerdo de sus sinsabores.
Fui feliz más ahora que te pierdo
no me importa sufrir con tu recuerdo,
hasta caer por el alcohol vencido...
Te dije ha tiempo ya, en alguna parte:
hay que morir por ti o hay que matarte
cuando se sabe que se te ha perdido.
[c. 1960]
EN TU ÁLBUM
Soy quien se queda, junto a ti, a guardarte,
si no el mejor, al menos el más firme.
Pude aspirar acaso al bien, al arte,
mas, de tu lado no quería irme...
Y estoy bordeando aún, en tu presencia,
esta dedicatoria mientras digo:
¿Qué importa? Amándola aprendí la ciencia
de ser feliz, puesto que soy su amigo.
FIESTA
¿De dónde apareciste, clara y dulce extranjera
que siembras hoy mis noches de supremas orgías,
colmándome en tus brazos de embriagueces tardías?
¿Qué va a restarme luego de tu pasión viajera?
Nada, acaso; o tal vez el decreciente eco
de nuestros goces sólo... Como una fiesta era
su amistad, diré entonces: alegre y pasajera,
pensando en ti, añorando aquel amor ya seco.
No preguntemos cómo, de dónde ni hasta cuándo;
mejor, antes que el tiempo llegue de no querernos
más, esta dicha efímera disfrutemos gozando,
gozando e ilusionándonos de que somos eternos...
[1945]
NOS DIJIMOS ADIÓS
Nos dijimos adiós, sin que unos puntos
suspensivos de lágrimas siquiera
les pusiéramos a nuestros difuntos
amores. No durar su sino era...
(Ha tiempo ya, cuando te alcé mi canto,
lo sabía). Mejor que así haya sido,
tal vez, para no echarnos menos tanto
cuando, por fin, nos demos al olvido.
Todo es posible: aun desconocernos
y pasar uno al otro indiferente
cada vez al cruzarnos por el mundo.
Mas, ¿en su altar los dioses son eternos?
¿Juntos no hemos vivido intensamente,
tú y yo, unas dulces horas sin segundo?
RETRATO
El suyo es como un rostro sólo entrevisto en sueño
y encontrado más tarde con sorpresa en la vida.
Para hacer su alabanza todo elogio es pequeño:
una vez contemplada su faz, no se la olvida.
A no saber que vino buscando aquí acogida
de allende el mar, diríase que fuera un ser de ensueño,
o aparición, tal vez, de súbito caída
de los cielos en medio del paraíso asunceño...
De las frías estepas al arenal candente
cruzó festín e incendio, miseria y vicio ilesa,
por un azar más bien que milagrosamente.
Si arde en su boca el fuego del amor cuando besa,
prende un halo el espíritu de pureza en su frente:
rostro mitad de santa, mitad de satiresa.
[1953]
YO NO TE DIGO NADA...
Yo no te digo nada... Era una fiesta
tu amistad, que duró casi diez años
y al fin se acaba, como todo en esta
vida de hechos efímeros y extraños.
En cosa alguna la mirada puesta,
cerrado en mí, con pies y ojos huraños
mas ni un reproche, bajaré la cuesta
del tiempo hacia los últimos peldaños...
Aire de liviandad, sien de suicida,
tu ayer no vi para mejor quererte,
en claro y dulce bien trasfigurada...
Por eso, en silenciosa despedida,
sin quejarme de ti ni de la suerte,
me ves partir... Yo no te digo nada.
[1953]
CÓMO DECIR
Cómo decir ahora que estoy solo,
cómo decir que tengo ya las manos
frías y detenidas en el gesto
que una memoria tenaz aún guarda.
Cómo llamarte si mi lengua quieta
sólo es ceniza triste y corrompida
por tanto llanto y dicho enamorado
junto a tu pozo sin aliento y sordo.
Cómo volver al tiempo detenido
en que tu sombra se pegó a la mía
para habitar el reino de la dicha.
Cómo olvidarte, en fin, paloma fría,
si con tu sueño de alimaña dulce,
me diste vida y muerte para siempre.
TODO O NADA
Si adoro todo en ti, si ansío todo
lo que es tuyo, si anhelo hacerte mía,
¿cómo no he de anhelar también tus besos,
yo que vivo añorando tus caricias?
Si busco, delirante, tus ternuras
a través de mis noches no dormidas,
¿no he de sentir nostalgia del divino
manantial de tu boca purpurina?
Si en ti cifro, soñando, mi esperanza
que arde como una débil lucecita,
¿de mi abandono triste, con tus mimos,
no he de aguardar de ti que me redimas?
Me dices que es mi afán apresurado,
que para él no es hora todavía,
¡cómo si el tiempo al corazón mandara,
cómo si él fuera del amor medida!
Te amo ahora y siempre. No pretendas
hacer que el corazón lata por días:
si tú me quieres, tiene que ser mío
el celeste dulzor de tus primicias.
Y si en tu alma mi pasión no cabe,
porque otro sueño en tu interior abrigas,
entonces, dilo sin piedad, sin miedo,
o todo o nada: inaccesible o mía.1
[Asunción, 1923]
NO PRENDERA EN TU CARNE
A C.
No prenderá en tu carne mi semilla:
moriremos sin vástagos, del todo.
En la tierra, siempre llena de sol,
mañana quién recordará a los hombres
nuestro paso por unos rasgos de hijo?
¿Qué harás en el creciente atardecer,
del regazo vacío a todas horas,
si no acoges en él esta cabeza
grávida de los años y los sueños,
para llevarla, como a un niño malo,
a conciliar el sueño de la muerte?
Van a secarse en flor tus pechos vírgenes,
sin que unos labios filiales nunca
les llegue a exprimir como unos frutos.
Dame a besarlos, tímidos y dulces,
y sentirás ternuras maternales
mientras gusto su leche imaginaria.2
ARRIBEÑO PURAHÉI
Mombyry opytá cherakykuerévo
che sy jha che tava, ajheyavaekué ndajhavéi jhaguá.
Che ajhóva jhesé che mandúa kuévo,
ndayujhuietéro kuarajhy'angüy pytu'ú mirá.
Pyjharé jha ara co ybyapé ári
ayapaydreiva aguajhé potavo nderendapevé:
añeté pipó ndaicatú mo'airi
che rojhayjhujháicha, cherayjhú ndeavé
Apytáne upegüi, nde chemomaráro,
tapiá guaráma chañó, che tavy
aicó umi tapére oíva magmaró,
aropurajhéivo cherekó asy.3
NOTAS A LOS POEMAS INÉDITOS Y OLVIDADOS
1Tomado de un recorte periodístico, sin indicación de data, conservado entre los papeles del poeta.
2Conservado en una copia mecanográfica, con algunas enmiendas del autor, sin data. Por los rasgos estilísticos, así como por la dedicatoria (a C.), probablemente fue escrito en la década del 30, época en que Ortiz mantenía relaciones amorosas con una persona cuyo nombre de pila tenía esa inicial.
3Se mantiene la grafía original utilizada por el autor.

|