DIRMA PARDO CARUGATTI (ASUNCIÓN, 1934)
(7-VIII-94 - NOTICIAS)
“TOMAR CONCIENCIA PARA LOGRAR UN NUEVO PAÍS”
Entrevista por VICTORIO SUÁREZ
( GENERACIÓN DEL 80 - LITERATURA PARAGUAYA )
En la presente nota se ofrece una conversación mantenida con la escritora Dirma Pardo de Carugatti, autora de numerosos cuentos, entre los que se destacan aquellos que reunió en el libro “La víspera y el día”, que fuera presentado en 1992. Cabe destacar que nuestra entrevistada ejerció el periodismo y forma parte del “Taller Cuento Breve”, dirigido por el conocido poeta y crítico Hugo Rodríguez Alcalá. Sin ningún tipo de evasivas, Dirma contestó a los requerimientos, mencionando su preocupación por el actual proceso cultural del país. No obstante, señaló cierto optimismo al referirse a la gente joven.
–Dirma, ¿se puede decir que la mujer ocupó últimamente un lugar muy destacado en la literatura paraguaya?
–La mujer tomó siempre las riendas en los momentos difíciles que vivió nuestro país. Durante la etapa de proscripción cultural asumió el exilio interno y externo con gran valor. En realidad, las mujeres aparecen con gran notoriedad en la literatura paraguaya durante la década del ochenta. En ese sentido, los hombres centraron su atención hacia otros campos, como la política que ha ocupado a muchas mentes privilegiadas. Se trata de una elección loable toda vez que uno no caiga en la politiquería que indudablemente debilita todo orden creativo. En nuestra historia aparecieron hombres como: Fulgencio R. Moreno, Manuel Gondra, Manuel Domínguez, Efraím Cardozo, Cecilio Báez, Natalicio González, todos ellos brindaron valiosos aportes y testimonios para la literatura nacional. Lastimosamente hoy día no sucede lo mismo. Una respuesta a esa suerte de vaciamiento es la aparición de las mujeres en la literatura paraguaya. No sé si serán buenas, eso el tiempo lo dirá, pero lo concreto es que existe una preocupación, una dedicación para fortalecer nuestro proceso cultural.
–¿Cómo se produce la irrupción de las mujeres en el campo literario? ¿Existe algún punto de cohesión?
–En nuestro caso particular, creo que cada una tenía en el fondo esas ganas de crear, de organizar su trabajo. Pero más allá de todo eso el “Taller Cuento Breve” encauzó la vocación. Doña Josefina Plá había dicho en una oportunidad “vocaciones tardías”. Yo disentí con ella, pues creo que se trata de “vocaciones postergadas”. Las mujeres siempre tuvimos otros deberes en la sociedad en la que estamos para atender el hogar, la educación de los hijos, etc. Además, la sociedad nos confinaba en un lugar secundario. Pero hoy día la mujer ha tomado conciencia de esa situación. Quiero mencionar que existieron otros talleres como el “Ortiz Guerrero”, “Pájaro Azul”, donde también se produjo la participación de las mujeres, en menor porcentaje, pero estuvieron trabajando. Ahora, en “Taller Cuento Breve” somos prácticamente todas mujeres y de diferentes edades. El producto de nuestra labor está representado en cinco libros publicados en varias etapas. El sexto libro de cuentos está en preparación.
–¿Desde cuándo opera el “Taller Cuento Breve”? ¿Cómo se maneja el trabajo literario cuando se trata de una experiencia colectiva?
–Comenzamos a trabajar en 1983. A los dos años publicamos el primer libro. El eje central del Taller es Hugo Rodríguez Alcalá, quien, además de los grandes atributos que posee, tiene una capacidad didáctica impresionante. Lo bueno es que no ha sacado a ninguno su propia individualidad, sino al contrario, ha fortalecido el talento personal. Nadie es copia de él. En ningún momento ha fijado parámetros de cómo y qué escribir. Cuando recibe felicitaciones (después de cada publicación de sus alumnas), él suele manifestar con modestia: “no me atribuyan paternidad que no tengo”. Para encarar el tema de manera específica, quiero decir que el Taller es un foro donde lo importante es saber escuchar. No descuidamos la lectura. Además, todo taller tiene un yunque donde se golpean las cosas para forjarse. La crítica seguramente es nuestro cincel. Ahí vamos viendo esas pequeñas imperfecciones que pueden ser limadas, mejoradas. Un autor se encandila con su obra, con la crítica puede encontrar los elementos para saber si estamos en lo cierto. Hemos cultivado cierta camaradería y compartimos un espejo para saber qué efectos pueden producir nuestros trabajos en los supuestos lectores. Se trata de algo duro y arduo, pero esa es la función de un taller. No nos empecinamos en algo que la colectividad ha cuestionado.
–¿Cómo asume la mujer la realidad que vivimos en materia cultural? ¿Qué grado de conciencia toma al respecto?
–Si bien es cierto, nadie se propone llevar a cabo una literatura de denuncia, creo que ningún ser humano se sustrae de su mundo, de su ambiente. La mujer ha percibido eso en mayor grado y lo está manifestando en la literatura. Hay poemas, cuentos que reflejan la preocupación social del país y de la humanidad. Las preguntas son: ¿Qué está pasando? ¿Qué nos sucede? Estas cosas me dan mucha aflicción porque, a veces, no hallamos las respuestas. De todos modos, ponemos los problemas en el tapete a ver si todos juntos podemos hacer algo. Diariamente compruebo las preocupaciones de doña Josefina Plá, uno puede creer que ella está más allá por su edad, disfrutando lo que ha hecho, pero no es así, pues la encuentro con una vitalidad inaudita diciendo: “qué podemos hacer las mujeres para que esto cambie”. Creo que estamos en camino de hallar respuestas, tenemos por lo menos la posibilidad de expresarnos, aunque por el momento lo prioritario es tomar conciencia y ocupar espacios para lograr un nuevo país.
–¿Cómo se pueden impulsar los procesos de cambios? Desde tu punto de vista, ¿en qué situación está la cultura paraguaya?
–Veo que hay buenas intenciones con algunos espacios, pero no tenemos aún la confianza necesaria. Estamos sin ver claramente hacia dónde estirar. Falta un fondo nacional de las artes y las letras, donde los músicos, poetas, teatristas y creadores en general puedan recurrir para solventar los gastos que demandan sus obras. En ese aspecto, el más desvalido es el escritor. Hay buenísimos autores que no publican sencillamente porque no pueden cubrir los gastos de edición. Este medio que consume poca cantidad de libro es un verdadero problema. Si hubiera –como en otros países– ayuda para editar, las cosas hubieran sido diferentes. La Imprenta Nacional, por ejemplo, puede imprimir y abaratar costos a los autores paraguayos. Además, las instituciones deben crear mejores condiciones de “culturización” para la ciudadanía, valiéndose de cursos de carácter humanista y universal. Hubo un tiempo en que se daba prioridad a las carreras técnicas, hoy los jóvenes están ávidos y quieren aprender, ser intérpretes culturales válidos. Yo noto una ansiedad gratificante de información intelectual. Creo que se debe tener fe en la gente joven. Las entidades no gubernamentales también pueden ayudar para generar una verdadera cruzada cultural. La Academia de Lengua, la Sociedad de Escritores pueden agilizar acciones culturales.
–¿Cuándo se sistematiza tu trabajo literario? ¿De qué manera se da la creación en tu labor cotidiana? ¿Cómo se llega al proceso creativo?
–Comencé a escribir en la década del 70, pero en forma de libros di a conocer mis obras en los años 80. Ejercí el periodismo durante 20 años y siempre tuve deseos de ser narradora, inclusive, he intentado escribir novelas cortas. La escritura siempre estuvo presente en mi vida. Al ingresar al “Taller Cuento Breve” di mayor secuencia a la actividad literaria. En cuanto al proceso creativo, comienzo por la ficción y no me agrada los recuerdos de infancia ni las memorias. Elaboro en mi mente, en mis sueños, lo que voy a escribir. Hay que encontrar el personaje y recrear en torno a él el trabajo de creación. Pienso que sigo en la búsqueda, el mejor cuento es aquel que todavía no escribí. Eso de estar momentáneamente satisfecho está mal, hay que ejercer la insatisfacción para mostrar que uno siempre puede dar más.