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JOSEFINA PLÁ (+)
  POESÍA FEMENINA EN LA COLONIA Y HASTA LA INDEPENDENCIA (Ensayo de JOSEFINA PLÁ)


POESÍA FEMENINA EN LA COLONIA Y HASTA LA INDEPENDENCIA (Ensayo de JOSEFINA PLÁ)

LA POESÍA FEMENINA EN LA COLONIA Y HASTA LA INDEPENDENCIA

Ensayo de JOSEFINA PLÁ


LA POESÍA FEMENINA EN LA COLONIA

Y HASTA LA INDEPENDENCIA

Durante la colonia, no se produce manifestación literaria femenina alguna, lo cual no puede extrañar si se tiene en cuenta la circunstancia histórica y sociocultural que hizo nula la producción poética de pluma masculina; nula la narrativa; inexistente (como hecho literario) el teatro, y que sólo alentó, en notable escala, la historia. Las condiciones de vida locales explican suficientemente esta unilateralidad de cauces literarios en el hombre y la absoluta ausencia de una literatura femenina.

Tampoco aparece la mujer escritora en los años siguientes a la independencia. Sin embargo, viajeros de esta época se refieren a la mujer paraguaya señalándola como más curiosa de saber, más intelectualmente despierta que el hombre. Cierto que no dan más ejemplos de sus actividades extradomésticas que el pintoresco de la dama que cantaba y se acompañaba con la guitarra; aunque ello no parece haber sido excepción. Quizá cantando, acompañándose con la guitarra, versos de amor o ingenio masculinos, halló la mujer de la época vicariante salida a sus ensueños. El suizo Rengger nos pasa, siempre en esos años, el dato de una "bas-bleu" paraguaya, Juanita Gómez; una mujer letrada hasta el extremo de llamar la atención del viajero, quien la recuerda en su libro. Pero sin más detalle.

El vacío continúa en los años siguientes. No surge acá émula alguna o discípula siquiera de una GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. La única mujer que en muchos años podría citarse, y no como figura literaria activa, pero sí como estimuladora de una cultura femenina, sería Elisa Lynch; pero ese papel estimulante en lo literario sólo podría referirse al terreno de las lecturas; y en éstas no creemos figurase la poesía en castellano.

Sin embargo, es en estos mismos años -1860 - 1870- cuando hace su aparición la poesía femenina en letra de molde en el Para-guay. Su introductor entusiasta fue el profesor español Ildefonso Antonio Bermejo, hombre orquesta en la realización del plan de actualización cultural de Don Carlos Antonio López. Y es mediante él que aparece en la revista nacional LA AURORA la primera poesía de pluma femenina.

No es sin embargo, todavía, una poesía de pluma local. Ese poema, LA PECADORA, está firmado por Marcelina Almeida, de la cual sólo se supo durante mucho tiempo que residía en el Uruguay; y se la dio cronológicamente, como la primera poetisa paraguaya. Investigaciones recientes, debidas al poeta, periodista y ensayista Francisco Pérez-Maricevich, han puesto en claro que Marcelina Almeida no era paraguaya sino oriental; y que fue en su época y en los cenáculos de la capital uruguaya, algo así como una George Sand montevideana. Así su lugar precursor en la poesía local se esfuma, y la fecha de la aparición de ésta se retrasa unos lustros.

Sin embargo, la publicación del poema de Marcelina en LA AURORA tiene un significado muy especial, que creemos debe tomarse en cuenta en el proceso que nos ocupa. En efecto, esa publicación en una revista totalmente representativa de las nacientes inquietudes literarias nacionales, asume sentido, también por diverso modo, representativo.

En primer lugar, la publicación de un poema de pluma femenina en el Paraguay, por primera vez, conllevaba un carácter nunciante, una apertura a consideración, una sutil invitación a posibilidades.

Quizá valga la pena hacer constar aquí, que entre las listas de cientos de libros entrados al país en esos años (1855-1860) no hemos encontrado hasta ahora un solo libro de poemas (ni de otro género, a no ser algún libro didáctico o de recetas) de pluma femenina. La mujer escritora debía ser un fenómeno desconocido para la masa femenina y aún la masculina del Paraguay.

Así el poema de Marcelina sería objeto de comentario en su tiempo, máxime dado su asunto (nacimiento, ascenso y decadencia de una mujer galante). Pero por otro lado, y por lo mismo, el poema de Marcelina, era en su contenido moralista, ejemplarizante, un perfecto paradigma de lo que en materia de literatura femenina podía absorber y tolerar la mentalidad local.

Es verdad que la "femme galante", tal como la presenta Marcelina -una Margarita sin la suerte doble de un Armando y una tuberculosis y a la cual sólo la llorará, al morir, su perro- era fenómeno también desconocido localmente; pero podemos tener la seguridad de que si alguna mujer paraguaya de esporádicas espigaduras librescas hubiese tenido la idea de escribir un poema con ese asunto, lo habría escrito seguramente con los mismos conceptos, ya que no con las mismísimas palabras de Marcelina. De tal modo se corresponderían en su tiempo dichos conceptos con los patrones masculinos refractados en la mentalidad colectiva. El hecho de haber sido esos versos publicados en LA AURORA, en aquella época y circunstancias de vertical dirección de las actividades culturales, supone ya de por sí la perfecta adecuación a dichos patrones.

Este poema puede pues tomarse, en cierto modo, como iniciación simbólica o punto de partida teórico de la poesía-coro local, aunque la auténtica, o sea la de pluma femenina paraguaya, tarde aún bastante en aparecer.

Durante la guerra, aparecieron en órganos de la Prensa paraguaya algunas composiciones en verso, como la que se llamó "CANCIÓN DE LAS AREGÜEÑAS" que expresaba el entusiasmo y la solidaridad patriótica de la mujer de ese pueblo con el momento nacional. Pero esta canción y algunas otras del mismo carácter y época, no fueron escritas por mujeres; se sabe fueron de pluma de TRISTÁN ROCA, periodista boliviano que acompañaba al ejército nacional. (Otros las atribuyen al PADRE MAÍZ). Lo cual no obsta para que reflejen el sentir femenino del momento identificado con el masculino en el trance nacional. Tal vez no fuese demasiado aventurado decir que esos versos, como los de Marcelina, cumplieron a manera de una función vicariante: fueron los que la mujer paraguaya no se animaba aún a escribir.

La etapa de la poesía-coro se prolongará durante bastante tiempo en la poesía femenina de Hispanoamérica; pero en el Paraguay se prolongará mucho más que en otros países en virtud de factores que ejercieron también su influencia sobre la literatura masculina en general, aunque a muchísimo menor grado y de más pronto desembarazo.


APARICIÓN LOCAL DE LA POESÍA-CORO

En el espacio de treinta años que se extiende entre la terminación de la llamada Guerra Grande (1865-1870) y el final del siglo, no se produce localmente manifestación femenina computable en el terreno poético. Esta etapa que debería, teóricamente, haberse llenado con la poesía-coro, no existió para la lírica femenina local.

Las primeras manifestaciones dentro del país se han dado sin embargo, en fecha lejana (Si computamos -relámpagos sin futuro- la aparición, por una o dos veces; en la Prensa local, en ese lapso, de versos de Martina Arenas, (1873, de la que no sabemos si era paraguaya), de Alejandrina Benegas (1898); y de Ana María Pane (1900). Sin embargo su misma coincidente efimereidad las erige en síntoma y testimonio de lo expresado.). Pero sólo podemos asignarles valor de balbuceo. La aparición del primer poema de validez literaria se da desde fuera. Aquí se produce un fenómeno inversamente paralelo del de Marcelina. Esta, extranjera, publica en Asunción. Desde el exterior llegan también a los diarios de Asunción los primeros versos de certificada poetisa nativa.

Esta poetisa es ERCILIA LÓPEZ (1858-1954), sobrina del Mariscal, formada en Buenos Aires, donde residió toda su vida, y casó con el escritor argentino Héctor Pedro Blomberg. Escribió muy pocos poemas; sólo los suficientes para asignarle este puesto primigenio en la lírica nacional. Un poema suyo fue publicado localmente en 1879. Ercilia López no llegó a reunir sus poemas en libro, o si lo hizo, no hemos tenido noticia de él.

Por lo demás, su ejemplo no parece haber surtido de momento efecto local alguno, como lo prueban las fechas más arriba dadas.

La poesía-coro, con sus variantes eufóricas o melancólicas, adornada con las rimas codificadas propias de esta situación, sólo aparece unos años antes de 1920. Prolongará su etapa en cuanto a las características, aunque densificándose cuantitativamente y empinándose, con esfuerzo, en su nivel cualitativo, en los años que median entre esta fecha y la guerra del Chaco; lapso en el cual parece establecerse ya, mediante la aparición de libros éditos, la resolución de la mujer de hacerse sentir en la literatura.

De las poetisas aparecidas en estos años primeros, lógicamente, no todas tampoco fueron igualmente activas o felices. Con todas las timideces e inexperiencias inevitables en etapas análogas, estas mujeres nacidas entre 1890 y 1910 -a menudo no hay forma de conocer la fecha exacta: obtener este dato se torna en algún caso tan difícil como averiguar la edad de una galaxia-reivindican ese mérito singular: el que, contemplada a distancia, inviste su actitud personal: su desafío al riesgo de la "singularización", al publicar con su nombre en la Prensa local sus primeros versos.

Es verdad que se trata, en esta fase, de versos químicamente puros. Versos invariablemente dedicados a una niñez siempre inocente, a novias nevadas de azahares; amigas de célica mirada; y también, -también alguna vez "al hombre ideal", "al hombre que amaría", "al desconocido soñado". Pero por asépticos que esos poemas fuesen, el sólo hecho de publicarlos suponía un riesgo. El riesgo de la notoriedad: el que suponía aparecer en letras de molde, y oír sonar su nombre en boca de los de sus círculos, con referencias que irían más allá del meloso protocolo de la sección "sociales". (No sabemos si anotar como sintomático el hecho de que durante largo tiempo, la poesía tuviese asignado su lugar en la mencionada sección, que, también invariablemente, encabezaba).

Fue este acto de arrojo el que les asigna un lugar positivo, individualmente y en conjunto. No importa, para la estimativa de la situación general de esta actitud, el hecho también comprobado de que su actuación fuera recibida por el hombre -el árbitro supremo- con condescendencia; más aún, con galantería. Esa actitud condescendiente acompañó casi siempre a la poesía-eco, y no habría razón para que en este ambiente se mostrase distinta. Cambió un tanto sin embargo más tarde, cuando alguna poetisa sacó los pies fuera del tiesto, y sus motivos de la lista ortodoxa; y aún lustros más tarde, conservaba virulencia suficiente para quebrar alguna joven trayectoria.


Fuente:

VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA

Edición de JOSEFINA PLÁ

Colección Poesía, 7. Alcándara Editora

Edición al cuidado de C.V. M.; J.M.G.S. y M.A.F.

Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández

Viñeta: Carlos Colombino

Tiraje de 750 ejemplares

Inscripción solicitada a la Agencia Española del ISBN

Hecho el depósito que establece la Ley 94

Se acabó de imprimir el 28 de setiembre de 1982

en los talleres gráficos de Editora Litocolor

Asunción, Paraguay.



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