LA NUEVA DÉCADA: LA POESÍA FEMENINA DE 1960 A 1970
Ensayo de JOSEFINA PLÁ
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LA NUEVA DÉCADA:
LA POESÍA FEMENINA DE 1960 A 1970
Abre esta década la publicación memorable del primer poemario de ESTER DE IZAGUIRRE: TRÉMOLO. Ester, formada en Buenos Aires, vive y trabaja allí, y allí da a conocer su obra.
A partir de su aparición, su obra ofrece en continuidad una unidad perfecta, que no es óbice a la evolución, puesta en evidencia en una mayor densidad de lenguaje, y de su insistente reclamo humano. En Ester se da por primera vez en esta poesía, con diafanidad, la voz de la feminidad integral. Es decir: la poetisa da la medida innegable de su ser -mujer en cada poema, por diverso que sea el aspecto que su temática pueda adoptar. Fiel a esa inedida, cada poema se convierte en medalla que acuña los rasgos indelebles de la mitad humana que es ese ser-mujer. Nada mejor para expresar lo que significa la poesía de Ester de Izaguirre que estas palabras del prólogo de su último libro:
..."Neorromántica, existencialista -en esto emparentada con otros poetas de la generación del 40- no imitó a nadie. Se sintió vivir, contempló sus vivencias, y en su íntimo soliloquio objetivó en formas artísticas su subjetividad... En la aparente diversidad de sus técnicas, temas y tonos reconocemos siempre la misma voz lírica... Su poesía tiene el dinamismo de todo lo que es orgánico, y aún en las circunstancias más difíciles, aspira a la plenitud. Ester de Izaguirre se sobrepone a los tironeos entre la fe y la razón, entre la esperanza y el desengaño, entre la disciplina v la rebeldía, entre la responsabilidad y la bohemia, entre lo cotidiano y lo trascendente, entre la sencillez y la complicación, entre el gusto por la soledad y la necesidad de compañía, entre la paz del hogar y la aventura del viaje, entre la conciencia de los límites de nuestra condición humana y la voluntad de superarlos... Y sobre los estremecimientos de su riquísima sensibilidad, domina la obsesión por el tiempo: por el tiempo psicológico de nostalgias y anticipaciones y también por el tiempo metafísico de la eternidad"...
En estas palabras de Anderson Imbert creemos encontrar una corroboración de lo expresado en las páginas anteriores acerca de la entrada de la poesía femenina en su etapa significativa. En esta poesía de Ester, es la mujer en plena conciencia de liberación, y tratando de realizarla abriéndose paso por entre su propia selva oscura. Ester de Izaguirre es, seguramente, no sólo la voz más alta de la poesía paraguaya -aunque no sabemos si ha de prevalecer, para ubicarla en el espacio poético, el jus solis o el jus sanguinis- sino también una de las ricas voces de la poesía femenina rioplatense actual.
A partir de 1960 la mujer paraguaya escribe y publica cada vez más. No lo suficiente sin embargo para completar su manumisión, porque la liberación psicológica ha de cimbrarse no solo en vivencias humanas, sino también culturales. Además, estas jóvenes poetisas se hallan privadas del punto de referencia que pudo y debió prestarles la generación anterior, cuyas experiencias no hallaron oportunidad eficaz para articularse y ofrecerles el apoyo de un frente orgánico. Se hallan pues desconectadas del proceso general, y ello aumenta las inevitables dificultades para su plena eclosión.
Sin embargo, un factor favorable aparece: la "fraternización" intelectual. Las poetisas que van surgiendo ya no trabajan aislada-mente; forman parte a menudo, de los grupos literarios; y de esta fraternización surge forzosamente un intercambio: modificaciones del interior panorama; ampliación de los recursos expresivos; aunque ocasionalmente pueda también ser causa de desviaciones de la línea personal.
La poesía-coro parece haberse agotado -era hora- aunque todavía en las últimas décadas y aún entrando la que vivimos, se publican algunos poemarios que establecen una sensible asincronía en este proceso. No así la fase reveladora, si bien se aproxima también a su término. Rosalba Montejano dice:
Quiero romper la cadena
que me tiene prisionera...
Y quiere ser viento, lluvia, madre eterna... Es decir, no se atreve aún a manifestar claramente su rebeldía contra esa cadena, es decir, no se resuelve a ser en la poesía, mujer del todo.
Entre las poetisas que procedentes de otras generaciones, se suman al grupo en esta fase, se halla:
IDA TALAVERA, quien publicara en 1966 su primero y único libro. En éste, lenguaje y contenido consiguen su acorde en un clima reflexivo cuya cifra es el secreto que del poeta trasciende al ser humano abstracto: en realidad en su poesía late, más que la angustia, el placer del secreto, que es en cierto modo instrumento de poder. Sus poemas sencillos, fluidos, ofrecen una perfecta unidad.
La poesía de Ida, tal como se la puede "ver" a través de estos poemas, es pues una poesía de "escondite": la poetisa posee un secreto cuya guarda constituye tensión vital que sostiene su verso. La máscara y la puerta cerrada, son su tónica y sus claves.
Como se ve, esta poetisa cuyo primer poema adolescente se publica en la Prensa local en 1926, se hace édita sólo cuarenta años después de su anunciación. Resultaría difícil, sobre todo en vista a la ausencia de fechas en sus poemas, ubicarla exactamente en el proceso de esta lírica; pero debe dársele sin regateo un lugar de preferencia entre las poetisas que ayudaron durante lustros a mantener y fomentar el clima que debía favorecer la aparición de valores femeninos nuevos.
Otras voces jóvenes emprenden, afirmándose lentamente, el camino adelante de lo significativo, y alcanzan status édito, en fechas distintas, alguna ya plenamente dentro de la década siguiente. Varias no publican sino en fecha ya lejana a la de su aparición.
RENÉE FERRER ALFARO (1944) una de las primeras en definirse, habla del amor en términos esencialmente femeninos: enfrenta al hombre, no ya en la sumisión a los esquemas dados, sino en ruptura explícita, aunque mansa aún, con ellos. Interroga el porqué de la servidumbre impuesta; reclama una parte igual -aunque distinta en su espectro- a la masculina: se siente en suma poseedora de una responsabilidad y un destino humano proindiviso. La queja no alcanza sino en ciertos instantes el nivel de protesta.
RAQUEL CHAVES es otra de las primeras representantes femeninas en esta que podría, aunque con latitud, llamarse ya generación. Ella integra, junto con NILSA CASARIEGO y la mentada MONTEJANO DE CATELLA (ésta en menor grado) los rasgos de la nueva poesía femenina, en la cual, explícita o no, se plantea ya la tensión espiritualmente emancipadora.
En los años siguientes (década del setenta) Raquel ha escrito poemas de más sazonado sentir, aunque ellos no dan todavía la medida de lo que esta poetisa, de fina intuición (a veces incursa en el ámbito de lo esotérico) puede dar de sí.
NILSA CASARIEGO participa de estas características. La parquedad de su obra édita impide, como en otros casos, apreciar la real medida de sus posibilidades, aunque es indudable su sensibilidad volcada hacia la temática de una soledad que por fin se atreve a pronunciar sus verdaderos nombres.
La penuria publicitaria -ALCOR desapareció prácticamente en 1963 (Continúa, pero con apariciones esporádicas, siete números más.) y sólo en 1967 surgen nuevos suplementos literarios- ha impedido a los jóvenes poetas de esta década desarrollar su potencialidad poética como ello debe hacerse: al margen de -preocupaciones que no sean las de la entrega, en lo posible, a la total expresión: y la poesía femenina ha participado, lógicamente, de la situación.
La indecisión emergente de la situación histórica y biocultural que enmarca el mundo de estas poetisas, girando en una órbita indefinida de posibilidades, enfrentado a una carga precipitante de humanas situaciones inéditas, hace que lo más sustantivo de esas posibilidades se pierda a menudo. El escritor es víctima del prurito de buscar en el minuto pasajero el latido perenne; algo que si bien constituye la esencialidad de la poesía, no por eso significa que deba constituirse en planteo consciente de la creación.
La poesía protestataria -no siempre ideológica- que arraiga ya desde mediada la década del 40 al 50 en la poesía masculina (sus manifestaciones principales se dan fuera del país) no tiene ejemplos locales en la poesía femenina. Sólo en el exterior y en fecha imprecisa, parece haberse producido algo en esta línea en un poemario de CARMEN SOLER (...... ?-....?) acerca del cual no es posible dar noticia, por inencontrable.
La poesía infantil sigue siendo un expletivo al cual recurren, en una primera etapa de su manifestación, generalmente, poetisas que luego desarrollarán en forma directa su cuestionamiento espiritual.
Fuente:
VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA
Edición de JOSEFINA PLÁ
Colección Poesía, 7
© Josefina Plá
Alcándara Editora
Edición al cuidado de C.V. M.; J.M.G.S. y M.A.F.
Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández
Viñeta: Carlos Colombino
Tiraje de 750 ejemplares
Inscripción solicitada a la Agencia Española del ISBN
Hecho el depósito que establece la Ley 94
Se acabó de imprimir el 28 de setiembre de 1982
en los talleres gráficos de Editora Litocolor
Asunción, Paraguay.
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