CONSULTORIO SENTIMENTAL
Cuento de MARGARITA PRIETO YEGROS
Las discotecas hacían resonar el ambiente con los primeros discos de Elvis Presley y de Bill Halley y sus Cometas, entonces la calle Palma se convertía en una feria de sonido y color y los jóvenes salían a "palmear", las chicas por una vereda, los varones por la otra, intercambiando risitas y miradas de soslayo.
Carmen y Rita eran asiduas "palmeadoras" y, cada sábado, taconeaban airosas luciendo polleras de corte campana y blusas con tiras bordadas, tal como exigía la moda.
A ambas jóvenes les gustaba paladear helados en la Confitería Vertúa o beber café frappé en el Copetín Capri mientras espiaban discretamente a los galanes que entraban y salían: cadetes de la Escuela Militar con sus solemnes uniformes de paño oscuro y muchachos civiles con sus remeras y pantalones importados.
Carmen y Rita soñaban con príncipes azules y comentaban:
-Mi confesor me dijo que no existen sino en los cuentos de hadas:
-A mí me recomendó que eligiera entre los amigos del barrio.
-Yo no quiero un pretendiente cualquiera. Prefiero hacerme monja.
-Más vale cualquier candidato que ninguno. No me atrae la idea de ingresar al convento para quejarme de los hombres necios.
Antes de concluir ese año, un septuagenario hacendado viudo descubrió en Rita el ideal de enfermera geriátrica y le ofreció matrimonio. Ella no titubeó en aceptar la oferta y a cambio de sus servicios recibió centenas de ovejas patagónicas, cabras alpinas, corpulentos caballos percherones y gallineros con todo tipo de aves menos perdices.
Al encontrarse sin su mejor amiga, Carmen enfiló hacia el convento y, aunque el hábito monacal le daba aires de santidad, suspiraba día y noche por el mundanal ruido.
Al cabo de veinte años, aunque un tango diga que no son nada, sucedieron muchas cosas.
Rita enviudó y no tuvo mejor idea que salir a conocer mundo con sus millones a cuestas.
-Me mudo a Nueva York, allá ya están unos parientes míos de Caraguatay -dijo y, se fue envuelta en sus pieles con su perrito pequinés.
Carmen acabó por admitir que los aires conventuales le producían alergia y traspuso las puertas del claustro. Al encontrarse libre pero pobre preguntaba angustiada: "¿A qué voy a dedicarme sin dinero y con tantos años perdidos inútilmente? ¿Dónde voy a encontrar la seguridad de una vida sin privaciones?".
Una maestra jubilada le aconsejó: "Puedes emplearte como correctora de algún periódico".
A Carmen no le disgustó la idea y presurosa se dirigió hacia el centro de la ciudad:
-Solamente está vacante el puesto del Consultorio Sentimental -le informó el Director del principal diario.
-Acepto; me considero capaz -respondió ella sin pestañear.
-¡Magnifico! Ya puede comenzar. ¿Qué nombre va a usar?
-Clemencia.
-¿Qué? -exclamo el hombre sorprendido.
-Clemencia, porque eso es lo que voy a ofrecer a las penas de amor.
Después de fumar largamente el habano que tenía entre las manos el hombre, sin alterarse, advirtió:
-La sección se titula: "De corazón a corazón"; debe ir firmada por un nombre romántico que sea del agrado de las mujeres de la clase media alta; las de otra clase no usan medias ni tienen tiempo para sonar.
-¡Elija otro nombre!
-¿Qué le parece Samantha? -inquirió tímidamente ella.
-Sa..., que?
-Samantha, con th.
-¿Por qué?
-Porque suena misterioso.
-Algo más frívolo -exigió él.
-No sé. No me gusta escribir para mujeres frívolas aburguesadas que se pasan la vida probando dietas para adelgazar.
El director la observo con curiosidad.
-¿No le gustaría firmar con un sobrenombre masculino? Recuerde que vivimos en una sociedad machista.
-¡No! ¡No! -respondió casi gritando-. Ya estoy harta de que los hombres siempre nos digan lo que debemos hacer porque nos consideran incapaces de todo.
El Director mordisqueo el habano y comento: -Ya me parecía que esa cara de mosquita muerta era solo una máscara. ¡Bueno! Optemos por Samantha, y... si no recibe cartas invéntelas!
Muy pronto las cartas y sus respuestas fueron la sensación del periódico.
Estimada Samantha: Gane una beca para estudiar Psicología en la U.N.A. Soy del campo y hace seis meses que viajo diariamente a la capital para asistir a las clases. Ahora tengo un problema: estoy perdidamente enamorada del chofer analfabeto de la línea de transporte. ¿Qué me aconseja?
Respuesta: Alfabetízalo o cambia de línea.
Estimada Samantha: Me llamo Aurora, soy maestra rural y tengo treinta y ocho años; me irrita que se me considere solterona. ¡Por fin! conseguí un novio; es un policía capitalino que esta enamoradísimo. Me acaba de ofrecer matrimonio, pero dice que antes quiere probar. ¿Qué me recomienda?
Respuesta: Acaso porque eres maestra rural debes ser comida como gallina de campaña en la ciudad. Tampoco eres mosto ni aloja para ser probada. Soporta el asedio aunque tu novio te considere una virgen esculpida en roca; de lo contrario te quedaras sin el pan y sin la torta, por aquello de que: "Pájaro que comió, pájaro que voló".
Estimada Samantha: Soy viudo, excombatiente de ya no recuerdo que batalla; tengo ochenta y dos años y desde que murió mi esposa me aburro mirando viejas películas en blanco y negro. ¿Podría indicarme como cambiar mi vida?
Respuesta: No dude en comprarse un televisor en colores y repita cada mañana: "Soy joven y feliz". Pronto vera como todo cambia y su vida se inunda de color.
Ese día, el Director arrojo el periódico a un costado y ordeno:
-¡Que venga Carmen!
Cuando ella entro al despacho él le espeto:
-Usted me va a echar a perder el Consultorio Sentimental; se pasa predicando vir-gi-ni-dad, al-fa-be-ti-za-ción y ahora también con-trol men-tal. ¿No sabe escribir otra cosa? Parece una monja.
Carmen pestañeo, procurando no perturbarse, y miro atentamente al Director del que se había enterado que era soltero; mejor dicho solterón.
-¡A usted le estoy hablando! -vocifero él.
-No me gusta que me grite -replico ella con voz apenas audible.
-¿Y cómo quiere que le hable?
-Con cortesía, como un gentleman.
-¡Pamplinas! John Brumal fue un dandy ingles reverenciado por las mujeres porque a las damas trataba como rameras y a las rameras como damas.
Adoptando un aire ceremonioso el hombre se sentó, tieso como si fuese una visita en su propio escritorio y con osadía preguntó:
-¿Es usted virgen, Carmen?
-Me niego a responder -dijo ella al borde de las lágrimas.
Entonces, poniendo cara de gentleman y con voz meliflua él volvió a hablar:
-Si es virgen le auguro encuentre novio también virgen - y alargando la mano le ofreció su pañuelo.
Carmen lloró a más no poder y regresó a su escritorio sin el rímel de las pestañas y con el pañuelo de su jefe en el bolsillo.
Para la semana siguiente inventó una carta:
Estimada Samantha: Soy una señorita mayor, muy tímida y decente, educada a la manera antigua. Me indignan los jefes prepotentes que se creen con derecho a inmiscuirse en la intimidad de sus subalternos.
¿Te puedes imaginar lo que me preguntó el mío? - Si soy o no virgen.
¿Qué debo hacer?
Respuesta: Por lo que intuyo eres un verdadero bicho raro en estos tiempos. Te recomiendo la fórmula del misterio: déjale que se imagine la verdad, total... ¿para qué quiere saber?
Días después el cartero dejó una carta en el buzón del Correo Sentimental; venía escrita a máquina.
Querida Samantha: Estoy acostumbrado a ser el primero; déjate de misterio; si tu respuesta es afirmativa marca nomás ya fecha de casamiento.
Por primera vez, Carmen perdió su acostumbrada compostura y se rió a carcajadas.
Se casaron en primavera.
Una de las madrinas fue Rita, quien llegó desde Nueva York sin sus pieles y con un par de perros pekineses guiados por una traílla de oro.
Al saludarle a Carmen le dijo:
-¡Quien se hubiera imaginado que te convertirías en la dueña del diario mediante el Consultorio Sentimental!
TALLER CUENTO BREVE
Editorial Arandurã ,
Asunción-Paraguay
Octubre 2005 (179 páginas)
(Espacio del Taller Cuento Breve, donde encontrará mayores datos
del taller y otras publicaciones en la
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