YULA
RIQUELME DE MOLINAS (+)
LOS MORADORES DEL VÓRTICE, 1976 - Poesías de YULA RIQUELME DE MOLINAS
LOS MORADORES DEL VÓRTICE
Poesías de YULA RIQUELME DE MOLINAS
Edición digital: Alicante :
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay), [s.n.]
(Impreso en Artes Gráficas Zamphirópolos), 1976.
La autora de este poemario se interna con decisión en un mundo donde la primacía de Lucifer y de los siete pecados capitales da la tónica. Con imágenes descarnadas y de fácil accesibilidad pinta los diversos vicios que aprisionan al hombre dentro de una red hecha con hilos fortísimos, pero no indestructibles. Así surgen el egoísta, el soberbio, el borracho, el hipócrita y toda la serie de especímenes del pecado en sí, que aparece como el gran triunfador en un espacio-tiempo indeterminado, pero que es síntesis de esta Tierra y de todos los siglos.
Pero, si los primeros veintitrés poemas, de los veintiséis que integran el poemario, son la descripción del mal que hace presa de los hombres, los tres últimos cantan a la esperanza de la salvación a través del arrepentimiento y la expiación. Es entonces cuando, sin decirlo, la poetisa presenta las tres virtudes teologales como la gran tabla de salvación contra el pecado. La Fe, la Esperanza y la Caridad, encerradas en un solo concepto se constituyen en un arma con la cual habrá de lucharse contra el predominio de Lucifer y del pecado. Tal, el mensaje.
Cada uno de los poemas de Yula Riquelme de Molinas representan un grito de indignación contra una época que se caracteriza por la paulatina pérdida de los valores morales. Contra esa situación levanta su voz la artista y hace un llamado de atención para reaccionar y volver a las pautas de la ética y la virtud. Tal, a nuestro entender, uno de los valores fundamentales del libro.
José-Luis Appleyard
Noviembre de 1975
A los moradores del vórtice,
para la paz, por amor, con esperanza.
UN DEPRAVADOR AL ACECHO.
LA DESCOMPOSICIÓN DEL HOMBRE.
VEINTE SERES CAUTIVOS.
GIRANDO EN EL VÓRTICE.
ENTRE SOMBRAS.
INCERTIDUMBRE O LIBERTAD.
LAS PUERTAS DE LA LUZ.
Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, clama, delira.
Flota en la cima de su fiebre aguda
esa charla de Dios, libre y desnuda.
Enlace al ÍNDICE del poemario LOS MORADORES DEL VÓRTICE en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
* Lucifer/ Hombre/ Egoísta/ Soberbio/ Borracho/ Vanidosa/ Avaro/ Ladrón/ Sádico/ Ambicioso/ Voluptuosa/ Suicida/ Envidioso/ Jugador/ Asesino/ Ateo/ Infiel/ Tirano/ Irascible/ Calumniadora/ Pecador/ Umbral/ Expiación/ Contrición
LUCIFER
Incorruptible por el tiempo,
te sostienes
gravitando entre la tierra
y tus dominios.
Designado por tu eterna
rebeldía
como autócrata soberbio
de maldad.
Eres magno en tu falange
depravada.
Libertador augusto de todos
los pecados,
que en agresión infame
levantaste;
para abolir la paz
con tu victoria.
Los guerreros, que en lid
abominable
desparramas como prueba
de tu imperio;
se perfilan cautivantes
en su aspecto,
adornando con brillo
sus excesos.
En jauría cruel
y sanguinaria,
tus soldados invaden
las virtudes
y amenazan con la ruina
del fortín,
que se aplaste bajo el yugo
destructivo.
Es tu espada la bella
tentación,
que se eleva ultrajante
y vencedora;
donde el cuerpo, perdido
en seducciones
languidece en continua
decadencia.
HOMBRE
Se desgarran espíritu
y materia
con ardiente pujanza
en tu interior.
Se aniquilan tus fuerzas
en la lucha,
y manchado el estandarte
se destroza
arrastrando tu honor
en su caída.
No haces caso del llanto
incontenible
que de pronto te muerde
la garganta:
es el grito acongojado
de tu alma,
que protesta fieramente
porque espera
de tu cuerpo piadosa
redención.
Sólo ahogas el sollozo,
y displicente
al clamor, lo escuchas
con sarcasmo.
Insensible a su plegaria,
escapas
dejándola humillarse
escarnecida,
con tu fuga hacia el placer
que te domina.
Es en esta victoria fatal
de los pecados,
donde sufren su derrota
las virtudes,
que bañadas con la sangre
del martirio,
sobre el campo agonizan
de impotencia;
porque fue tu voluntad
ser prisionero.
EGOÍSTA
Espectador en tu balcón
juzgabas:
cual si fueran los hombres
marionetas,
que sin alma bailaban
para ti.
Impávido al dolor:
tú, ¡sonreías!
y en escena, disputaban
los muñecos
por el mísero derecho
de existir.
Cada lucha cotidiana
despreciabas,
y en tu alma de ególatra
cabían:
solamente las ansias
de tu ser.
Satisfecho en tu sitial
gozabas.
¡Pobres necios fantoches!
te decías
con tu absurda manera
de pensar.
Invulnerable y fuerte
te creías.
Solitario entre la gente
disfrutabas:
convencido de ser único
en el mundo.
Obsesionado con tu idea
no esperabas,
que los años pasaran
sobre ti.
Cuando incrédulo sentiste
acongojado,
que en medio de la vida:
¡te morías!
SOBERBIO
Con gesto de suficiencia:
te catalogas magnífico,
y te cubres de esplendor
con tus propias alabanzas.
Arrogante y despectivo,
con magistral ufanía:
haces gala de erudito
para humillar al inhábil.
Sin compasión del vencido:
te conceptúas valiente,
y proclamas energía
relatando tus hazañas.
En cambio si de linajes,
es el tema conversado:
altivo sacas a cuenta
toda tu alcurnia de raza.
Al encontrar un enfermo
afligido por sus males:
no te alcanzan los elogios
para exaltar tu salud.
Con alardes ante el pobre:
te jactas de tus riquezas,
y en derroche sin igual
le demuestras opulencia.
Luces tu orgullo de casta,
te galardonas doctor,
y eres rico, fuerte y sano;
pero...
¿tienes alguien que te quiera?
De eso no te vanaglories;
pues...
tan vacía de cariños
corre la vida ostentosa,
que en tus blasones no alumbra
la estrella de los amores,
porque olvidaste la regla
que dice en justas palabras:
«Te amarás como a tu prójimo».
BORRACHO
Era el caos total
de tu juicio,
que asomando al extremo
del peligro,
embotado ya el buen
discernimiento;
te dispuso excesivo
a la bebida.
Por el borde, en su declive
andaban
ya brumoso el sentido
y la memoria.
Embriagado perdiste
el equilibrio;
cuando el vicio traspasó
la costa.
Atrapado en un mar
alucinante,
de reflejos fantásticos
y horribles,
las aguas se te viran
tormentosas;
y fluctúas zozobrando
en la vorágine.
En el vértigo confuso
y espiral,
vacilando entre giros:
¡ya te hundes!
con premura irremediable,
sin sosiego,
hasta el límite sutil
de tu razón.
Entre círculos morados
y espectrales,
monstruosas figuras
te acorralan.
Convulsivo sucumbes
al naufragio,
y temblando en un delirio
pavoroso;
te sumerges fatídico
en la nada.
VANIDOSA
Sofisticada y lujosa,
¡rutilante entre tus joyas!
te contemplas al espejo
y resplandeces de orgullo;
porque en tu sola hermosura
experimentas placer.
Frívola y arrogante:
artificiosa sonríes,
y deslumbras a los hombres
con tus oropeles falsos,
pretendiendo a las amigas
humillar con el triunfo.
Suntuosa y altanera,
recubierta de soberbia,
tu corazón no se arroba
ni la emoción te conmueve;
pero palpitan tus pulsos
cuando admiran tu belleza.
Superficial y coqueta,
con febril embeleso
cultivas tu apariencia
para darte esplendor,
y consecuente declina
la luz de tu intelecto.
Refulgente y pagana
cual diosa de alabastro,
tus brillantes lograron
que eclipsaras al sol,
pero dentro...
¿qué llevas?
Si es fútil la blancura,
y el candor de tu alma
se perdió entre las sombras
que pueblan tu interior.
AVARO
En sórdida codicia
acumulas el dinero,
violando tu auténtico
derecho de emplearlo.
Con el ropaje comido
por los años que pasan,
el semblante enfermizo
y las manos vacías,
circulas arrastrando
ese ruin esqueleto;
que pregona sin voces
tu mundo de miserias.
¿Dónde están los caudales
que niegan tu pobreza?
¿Dónde el arca escondida
que atesora la fortuna?
Tu figura se achica
en asedio del alma,
y escalan tus ingresos
cercando la ciudadela.
El placer que percibes
con la suma de tus ahorros,
te ha bloqueado el camino
que habilita al sentimiento.
¿Qué, del dolor que no calmas,
la caridad nunca hecha,
los bienes no compartidos,
el corazón siempre hermético?
Pero... el tiempo se gasta,
los días no se escatiman,
caen unos sobre otros
con precisión segura.
El reloj no se mengua,
y va marcando tu ruta
hacia la hora final
que ha de llegar implacable.
¿Qué, esa vida mezquina
te ofrendará cuando mueras?
HIPÓCRITA
Refulgente la mirada,
el corazón en tinieblas,
llevas por fuera belleza
por dentro crías la mugre.
Cínico y cauteloso
cazador de purezas,
furtivo sales al valle
y plantas tu cimbra falsaria;
que en seductora trampa
tiendes agazapada,
hacia la presa inocente
que domina tus deseos.
¡Cómo engaña tu rostro
de límpida expresión;
mientras cautivan tus zarpas
de felino traicionero!
Subyugada la víctima
que sucumbe al hechizo:
es una paloma blanca
tiritando entre tus garras.
Cuando termines en ella,
de beber la tersura;
sufriendo tu desprecio
la dejarás marcada.
Se deshonra a tu paso:
¡cuánto pudor sin mancilla!
Degeneran tus manos:
¡tanta virtud candorosa!
Porque astuto y solapado,
tras tu aspecto encantador;
imprimes el estigma
con mácula indeleble.
LUJURIOSO
Pervertido por innúmeras
licencias,
serpenteas los placeres
de la carne,
agotando en las juergas
mundanales
tu energía ya débil
y enfermiza.
En tu rostro, gastado
y macilento,
que es reflejo del alma
consumida,
reverberan los vicios
libertinos
forjadores de tu cínica
figura.
Te define esa imagen
vergonzosa,
de mirada indolente
y sensual;
donde el signo del ocio,
se dibuja
expresivo en tu efigie
soñolienta.
Cada orgía de tus noches
andariegas,
va gravando en el rictus
de tu boca
una insípida sonrisa
de lascivia;
que te vuelve repugnante
y... ¡vil!
Corroboran el retrato
despreciable,
los escombros de tu cuerpo
descarriado
en los giros de una senda
tortuosa;
que ha sellado tu persona
con la ruina.
LADRÓN
Adormecía tu cuerpo
la pereza,
porque el vigor ausente
se encontraba
sufriendo tu rechazo
...¡lejos!
Desdeñado entonces
el trabajo,
ahuyentabas sin afán
tu dignidad;
disfrutando de un reposo
decadente.
Pero el hambre, severa
no perdona,
y en su apuro te apretó
el estómago,
clamando su alimento
...¡ya!
Ocioso buscabas
¡sin esfuerzos!
el modo más sencillo
de vivir:
y te llenaste la boca
con lo ajeno.
Robándote el sustento
¡declinabas!
satisfecho de enrollar
tu desenlace
en las pérfidas volutas
del oprobio.
Desde allí... ya nada
pudo atarte.
Se soltaron las débiles
hilachas
que ligaban la honra
con tu nombre:
y giraste... revolcado
en el delito.
SÁDICO
En su esencia, los placeres
agotaste.
Saturado de lujuria
te sentías.
Insensible ya tu carne
no encontraba,
alimento que la hiciera
estremecer.
Y buscaste... voraz
y enloquecido:
una fuente de intrépidos
manjares,
que servida con nuevas
sensaciones;
satisfaga tu exceso
de apetitos.
Obsesionado con tu afán
vivías
cuando el anhelo se volvió
cruel;
y atrapando una cándida
inocencia:
disfrutaste excitado
al torturarla.
Conmoviose tu cuerpo
satisfecho.
En tu sangre el delirio
se exaltó;
porque enfermo de pasión,
lograste
infundir con tu barbarie
el sufrimiento.
Ese infame deseo
mal habido,
insaciable en su empeño
conseguía:
producir los diabólicos
tormentos,
que con furia salvaje
asimilabas.
Si la herida del hombre
es tu deleite,
y cual fiera cebada,
te sustentas
del dolor que infliges
alevoso;
no es tu género, la especie
del humano,
porque eres sinónimo
de bestia.
AMBICIOSO
Apasionado, buscabas
adornarte
con la gloria que visten
los triunfos.
Invertida tu estructura,
te impulsó
a luchar con astucia
por el éxito.
Despreciando los códigos
humanos,
agresivo aplastaste
al que buscaba
dignamente el sitial
bien encumbrado;
que exigía con imperio
tu codicia.
Desmedidas tus ansias,
te acosaban
a lidiar con frenética
porfía.
Sordamente anulaste
a tu rival,
rechazando que alguien
te haga sombra.
Traicionero como el ave
de rapiña:
acechabas a tu presa
con sigilo.
Y caíste preciso
y oportuno
para darte voraz
el atracón.
Cuando al fin de tus sucias
maniobras,
se cumplieron los sórdidos
anhelos:
no alcanzaste a gozar
con la victoria,
porque habías matado
el sentimiento,
persiguiendo solamente
una quimera.
VOLUPTUOSA
Mujer de la noche,
libertina y fácil.
Con la conciencia dormida
en el rincón más oscuro
de tu cuerpo sin oriente.
¿Cuántos hombres lujuriosos
acarician tu carne?
¿Cuántas bocas sedientas
absorben tus esencias?
Estalla la alborada
en los brazos del día.
El coro de los gallos
se extiende sin barreras,
cada vez, más lejos,
y regresas...
quebrando el ritual sublime
con palabras incoherentes.
Envicia el aire tan puro
una carcajada insólita,
y a tu paso inestable:
¡se espantan los perros!
¿Cuántas copas ubican
en tu andar la torpeza,
y en tus labios rientes
un febril disparate?
La juventud gastada
se agrieta en tu rostro
bajo el haz del sol.
Y te hostiga un dolor,
que lacera punzando
en tu piel y en tus huesos.
Si te clava esa espina
es que aún es temprano.
Despierta entonces a tu alma,
recupera el horizonte,
y... ¡amanece de nuevo!
SUICIDA
La furiosa y siniestra
tempestad,
te anegaba en su torrente
los caminos.
Deprimido admitías
la intemperie,
sin buscar una salida
a tu dolor.
Herido en lo profundo,
sucumbías
fatalista en tu necio
pesimismo;
prefiriendo morir
en holocausto,
por la dicha que nunca
conociste.
Era entonces, inútil
e imposible,
que llamaras presente
a tu esperanza;
porque estaba lejana...
¡ya perdida!
en un mundo remoto...
¡sin futuro!
Tus horas, perdurables
se extendían;
porque el tiempo expiaba
tu suplicio.
Un minuto, lo vivías...
¡paso a paso!
como un siglo de tortura
rutinaria.
Obsesionado con tu solo
sufrimiento,
te dejabas arrastrar
por la inconsciencia,
y rodando en el cauce
tormentoso:
conseguías integrarte
al temporal.
ENVIDIOSO
En ardua competencia
tus valores se pierden,
empobreciendo el suelo
donde cae tu siembra,
porque nunca te colman
los frutos que posees.
Tus ojos rencorosos,
¡brillan de codicia!
sufriendo por el fin
que en el vecino huerto,
te marcas como meta
de puja interminable.
No pueden conformarte
los bienes que disfrutas,
si alguien te supera,
tus celos se descargan
en llanto de apetencia
por la cosecha ajena.
Pretendes las ventajas
con morboso anhelo,
y el ansia te corrompe
las buenas producciones,
logrando que la ruina
destruya tus cultivos.
En actitud equívoca
persigues el triunfo,
teniendo como base
los éxitos del prójimo,
y estás tergiversando
con tu necio emular;
el límpido y preclaro
sentido de la gloria.
JUGADOR
En columnas espirales,
hasta el techo
se prolonga la humareda
perniciosa,
que envenena con densa
profusión;
todo el ámbito infestado
del garito.
Los tahures, renegridos
como cuervos:
se aprestan codiciosos
al banquete,
del imbécil que convida
su fortuna;
y se vuelve a sus pagos
desplumado.
Es la timba, quien se nutre
satisfecha,
con la incauta reverencia
que te inclina;
cuando pleno de cábalas,
ofreces
como obsequio, cada noche
tu jornal.
Se corrompen, devorados
por los naipes,
los estribos que sustentan
tu riqueza.
Tus azares, son jinetes
traicioneros,
escapando en un caballo
de cartón.
En tus arcas, agoniza
la suerte,
y sobre el verde tapete
desteñido:
las últimas monedas
mueren.
La miseria, se agiganta...
¡te acorrala!
porque el vicio, insaciable
absorbe,
los caudales que en su honor
se brindan.
ASESINO
De pronto, al comprender
su escarnio,
reaccionaste trastornado
de furor,
y apretaron tus manos
su garganta
silenciando esa burla
para siempre.
Cuando al fin, su cuerpo
inanimado
resbalose mansamente
hacia tus pies;
te miraste incrédulo
esos dedos
que trocaron su risa
en fría mueca.
Hoy contemplas el mundo,
tras un hueco
que proyecta su luz
hasta tu celda.
De la gente que pasa,
sólo sombras
se perfilan fugaces
sobre el muro.
A la imagen de tu vida
en libertad,
la presientes con angustia
en el reflejo,
y te traen los diseños
del recuerdo,
la exacta dimensión
de tu delito.
Has matado sin causas
razonables.
Impulsivo ante la ofensa,
te exaltaste,
y en bruto desenfreno
galoparon
tus violentos instintos
de bagual.
ATEO
Tú, que intentas llegar
con ambigua doctrina:
al enigma insondable,
al porqué de la vida.
¿Es que piensas acaso,
que el Divino misterio,
es un dogma que el hombre
no lo puede admitir?
Te intriga el origen
de todo el universo.
Desesperas buscando
vislumbrar el arcano.
Te obsesiona la idea
de exponer tus premisas,
y alientas el complejo
con un falso silogismo.
Se pierden tus razones
en rebeldes falacias.
Los sofismas no pueden
conducirte con lógica.
Hay un caos tan grande
perturbando tu mente,
que la verdad se apaga
destruyéndose al fin.
INFIEL
Al cruzar la frontera
con lujuriante fuerza,
se borraron tus límites
por el exceso impúdico.
Y pasando sobre todo,
en audaz desenfreno,
con fogosa pasión:
¡caíste!
en un profundo abismo
con ascuas relucientes,
donde prendía una hoguera
su perenne seducción.
Tu cuerpo deslumbrado
sucumbió al hechizo,
y presa de las llamas:
¡olvidaste!
a los hijos de tu sangre
y al hombre de tu vida;
dejándolos sufrir
cubiertos de perfidia,
la amarga realidad
de un miserable embrujo.
Y al fundirse tu carne
con la infame traición;
chamuscada en el barranco:
¡ardiste!
¡Qué sucia vives hoy!
¡Qué turbia tu moral!
El alma que fue clara,
se opaca en las cenizas
que cubren tu decencia.
TIRANO
Implacable morador
de las alturas,
cual majestuoso cóndor
soberano,
en la cumbre más helada
te ubicaste;
abusando de un poder
no merecido.
Inhumano sobre el débil
imperabas:
tu mandato de dura
esclavitud.
Infundiendo el terror
avasallaste:
¡cuántos hombres! de sólida
entereza.
Impasible desde el vértice
mirabas,
tu rebaño de siervos
implorando.
Como un recio peñasco,
te negaste
endurecido a brindar
benevolencia.
Inclemente, al humilde
no escuchabas:
despreciando con crudeza
sus miserias.
Despiadado le exigiste
su tributo,
al que vino a rogar
por tus favores.
Inexorable el tiempo
transcurría,
y en tu gélida montaña,
el sol salió.
Ya fundido en su contacto
el hielo:
deslizose raudamente
cuesta abajo.
Inestable en la cima
el equilibrio,
derrocado ya el falso
pedestal,
de la cúspide caíste
sobre el valle;
como un ídolo partido
en mil pedazos.
IRASCIBLE
Si te acercan una llama
cuando te ronda el fracaso,
se vuelve fragua tu cuerpo,
y entre las chispas de furia
se van forjando coléricos
tus candentes arrebatos.
Das escape a la iracundia
y se te apaga la razón.
A la luz no puedes verla
sumido detrás del fuego,
que tiñe de rojo ardiente
el coraje que te ciega.
Con que costumbre perversa
la rabia se engendra en ti:
se te mete entre la sangre
y serpentea tus venas,
en caudal de lava y odios
que expulsas con agresión.
Sometido al paroxismo
de tan fogoso carácter,
incontrolable descargas
el furor que te domina,
creyendo así dar realce
a tu débil entereza.
Con frenético alboroto
procuras dar a entender:
que eres poderoso y fuerte
porque actúas con violencia.
Y en esa hoguera de agravios,
se irá quedando en carbones,
la estimación que deseas
alcanzar con el escándalo.
CALUMNIADORA
Como una araña
hacendosa,
vas esparciendo la trama
de tu madeja invisible.
Envidiosa y disimulada
merodeas el terreno,
donde tu olfato sutil
te anuncia una presa.
¡Pobre la mosca enredada
en los hilos de tu tela,
soportará que la exprimas
hasta dejarla en su cáscara!
Los cuatro vientos conocen
el eco de la palabra,
que desata con insidia
tu falsedad destructiva.
Escondiendo la cara
detrás de tu cobardía,
afanosa de agotar reputaciones,
tejes la intriga.
Enmarañas un ovillo,
donde la dignidad
y la fama
sufren apabulladas,
por el sucio laberinto
de tus mentiras.
Con el pellejo
estrujado y seco,
tus víctimas se arrastran
¡vengadoras!
pretendiendo plasmar
en tu oscura conciencia,
una llaga ulcerosa
que supure tu ponzoña.
PECADOR
Gira...
y seguirás girando
en un torbellino sin pausas,
quizá, no intentes parar
una vez que ya empezaste.
Mas...
si tus sentidos se excitan
sin que intervenga tu alma,
ruega que sepas frenar
las ansias de tu materia.
Porque...
si bajas al barranco
excesivo y violento,
te hundirás en el vértigo
de los falsos placeres.
Piensa...
que conociendo el peligro,
aún puedes elegir,
la senda donde el amor
es de la paz el signo.
Pero...
si el vórtice te atrae
y con gozo vas rodando,
el frenesí de tus vicios
sobornará tu conciencia.
Cae...
y buscarás cayendo
la razón de tus pasiones,
y sólo habrás de encontrar
el abismo más profundo.
La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.
UMBRAL
La interrogante,
en tu rostro expuso,
el signo inquieto
del que está perplejo.
Un concepto falaz
te encandilaba,
y viste el mundo
a través de un prisma.
Tu mente, desfigurada
en refracción poliédrica,
deformó la estructura
del razonamiento:
repercutiendo en sus facetas
los distintos estados
de la duda.
Se cortaron tus aristas
buscando el centro,
y sólo hallaste espacio...
vacío infinito.
Un remolino espiral,
¡vortiginoso!
giraba en simetría
los fragmentos de tu idea.
Y fuiste...
calidoscopio reflejando,
la eterna encrucijada
de una raza atónita.
Desesperado,
estrujando tus sentidos,
querías comprender.
Tus dedos como garfios
sondearon la base,
el plano estable...
y te aferraste al suelo.
Tus esfuerzos,
al converger al fin,
trazaron un camino
bifurcado.
Y allí, objetivo,
desde el cruce
exploraste tu conciencia.
EXPIACIÓN
Prisionero de tus culpas
atormentado vives,
tu conciencia es la celda
donde estás cautivo.
Eres verdugo y mártir
contrapuesto en tu mente,
y en absurdo espejismo
te dobla la incertidumbre.
El cuerpo te contiene
como cárcel... ¡sin barrotes!
Tu alma es una esfinge
conjugando acertijos.
Te acosan las tinieblas
de tu propio desierto,
cinceladas a puño
por tu mal proceder.
Y te largas al mundo,
paradójico y sombrío;
a buscar el milagro
que libere tu angustia.
Te exaltan los símbolos
que surgen de la nada,
y buscas semejanza
en tu extraña dualidad;
pero la solución se escapa
y contradices tus cálculos,
porque quieres analogía
donde vibra la disyuntiva.
Con la paz derogada
por herméticas sombras,
arrastras tus cadenas
purgando la materia,
y es tu sangre caliente
absorbida por la tierra,
la huella que tu paso
imprime a su calvario.
Después de la esperanza,
muy lejos del sosiego;
cuando todo ya es noche
sobre el páramo quieto,
van tus manos tendidas
a un vacío absoluto;
mientras dentro, la incógnita
se retuerce... ¡y se entrega!
permitiéndote al fin,
descifrar el enigma.
Se quiebra el silencio,
la igualdad se define.
Tu espíritu indeciso
presiente una respuesta;
y descubren tus ojos
la ecuación despejada.
CONTRICIÓN
En la muda noche quieta,
rompe el silencio un clamor,
como quejido horroroso
o un estertor de agonía.
¿Es un alma solitaria
gimiendo inconsolable
su triste desamparo
de antigua peregrina?
O quizás, un pájaro herido
que allá en el campanario,
busca su nidal a prisa
para morir dignamente.
En el reloj de la torre
suenan tres campanadas,
y entre penumbras la iglesia,
te invita acogedora;
pero el pavor atávico
posesiona tu cuerpo,
y temeroso persistes
clavado en un mismo sitio.
El lamento te llega...
por detrás de la Capilla,
entonces... surge un perro
aullando hacia la luna.
Sobresaltado asistes
a la gran revelación:
se rasgan tus sombras
despejando el motivo,
por el cual sin sentirlo
tus pasos te llevaron
a la casa del señor.
De súbito, no quieres
ser ánima errabunda
que expone torturada
su angustia en un lamento.
Tampoco el can ansioso
que llora inaccesible
por las faltas del hombre.
Y avanzas...
deseando ser el ave
que pronta y confiada,
regresa hasta su nido
para alcanzar la paz;
pero en medio de la senda
un obstáculo te impide
que llegues al Creador.
¡Son todos los pecados
cometidos en tu vida
sin un remordimiento!
y que hechos llaga, turban
al animal doliente
que cierra tu camino.
Cuando al fin, cae la luz
sobre tu espíritu enfermo,
desde la vieja espadaña
se oyen cinco tañidos,
y a lo lejos la aurora,
enrojece el horizonte
disipando las tinieblas.
Penitente de tus culpas
arrepentido admites
la parábola vivida.
Se te abren las puertas
para el perdón Divino.
Y con fe y esperanza
traspasas el umbral.
Vivo latir de Dios nos goteaba,
y el pájaro, sabiéndolo, cantaba
Revelación
Gerardo diego
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