RECORDANDO AL GRAN POETA ELVIO ROMERO
Por DELFINA ACOSTA
Elvio Romero, el poeta nacido en Yegros, Paraguay, en 1926 escribió Miguel Hernández, destino y poesía. El libro fue publicado por la Editorial Servilibro. En la presentación se lee: Elvio Romero, el caudaloso escritor paraguayo que nos dejó en mayo de 2004, asistiría abrumado y seguramente algo perplejo, a escasos meses de la conmemoración del centenario del nacimiento de su admirado Miguel Hernández, a los actos que se preparan para celebrar dicha efemérides.
Hoy lo realmente importante es unir los nombres de Miguel Hernández y Elvio Romero a los cien años del poeta oroliano, que simbolizó la esperanza y la fidelidad para muchos americanos y españoles exiliados. Y que quienes no han podido leer esta apasionada exégesis (que no biografía) editada en 1958, con reediciones en 1962 (Cuba y Rusia) y 1979 (Argentina) tienen ahora la oportunidad de vibrar con un relato a modo de repertorio periodístico en el que refulge la vida y obra del cantor del pueblo, del ruiseñor de desdichas, identificado su autor en el personaje biografiado. Para el lector actual quizás convenga dejar sentadas algunas advertencias, de este modo degustará mejor, y sin prejuicios, una de las más apasionadas síntesis biográficas de Miguel Hernández. Su autor confesó en 1992 que cuando la redactó no tenía ninguna intención crítica, se dejó llevar por la admiración juvenil, lo cual es de alabar, después de tantas biografías de frío cirujano, de cantamañanas o de simples despistados, que de todo hoy.
Recordamos también que existen grandes paralelismos biográficos entre Romero y Hernández: ambos nacen de un vientre humilde, con esfuerzo adquieren rudimentos culturales, pierden una guerra civil, y a ambos medio caballo entre el relato de la azarosa biografía hernandiana y la luminosa estela dejada por el oroliano, Romero advirtiese la impronta literaria y política de Raúl González Tuñón en Miguel Hernández, muy anterior a la Neruda. En ello fue pionero. Sin embargo, cuando en su relato Elvio Romero se hace eco de los infundados chismes sobre los últimos días de Miguel Hernández, o cuando critica negativamente Perito en luna (“neologismos y arcaísmos traídos a contramarcha le momifican el aliento y la falsa postura le desquicia los pasos [...] los versos suenan a moneda falsa, a esplendor engañoso, a piedra echada en saco roto”), recuerdo que consideré muy duramente el libro. El paso del tiempo, el haber conocido, si bien fugazmente, a su autor en 1992, con motivo del I Congreso Internacional sobre Miguel Hernández, y la lectura la comunicación que es el escritor paraguayo leyó en aquellos intensos días, ha hecho variar mi inicial y severo juicio. La crítica hernandiana, a menudo olvidadiza, no ha tenido en cuenta las difíciles circunstancias que sufrió el autor, el ambiente politizado y el complicado acceso a bibliografía publicada en España o a testimonios de coetáneos exiliados en otros países o encarcelados en su propio país. Elvio Romero, al igual que Juan Guerrero Zamora y Concha Zardoya (cuya biografía hernandiana ha sido reeditada recientemente en España) sentó las bases de los estudios dedicados a Miguel Hernández, con su apasionamiento y algunas inexactitudes, cierto es, producto del aludido y complicado acceso a documentación y de su propia vehemencia, y puso a disposición de los lectores americanos las esenciales ediciones de Viento del pueblo (1956) y del Cancionero y romancero de ausencias (1958), así como de las bellas Obras completas (1960). Hay que valorar todo aquel oceánico trabajo de difusión, de fijación textual, de entrega apasionada a la causa hernandiana. Ya llegarían, años después, biografías más o menos académicas, con prolijas notas o abultada bibliografía, heredada a su vez de otros estudiosos, con los mismos errores. De todo aquel Viento del pueblo (1956) y del Cancionero y romancero de ausencias (1958), así como las bellas Obras completas (1960). Hay que valorar todo aquel oceánico trabajo de difusión, de difusión textual, de entrega a la causa hernandiana. Ya llegarían, años después, biografías más o menos académicas, con prolijas notas o abultada bibliografía, heredada a su vez de otros estudiosos, con los mismos errores. De todo aquel “viento del pueblo” queda la pasión encendida, la ilusión , nunca desencantada ni lamentada, por defender aquello en lo que se creía hasta las últimas consecuencias, y con el convencimiento íntimo de la coherencia entre los actos y los pensamientos. En el año del centenario de Miguel Hernández, las comunes pasiones del orolario y del paraguayo, vuelven a unirse (nunca, en verdad se separaron) y a señalar, parafraseando al escultor Alberto, a todos los pueblos el camino que conduce a una estrella.
Elvio Romero entregó a las prensas de una editorial de Buenos Aires el manuscrito en que recogía, página a página, párrafo a párrafo, frase a frase, palabra por palabra, su devoción de poeta americano por la figura inigualable del poeta español Miguel Hernández. Y hay que decirlo, de las prensas salió el libro de Elvio Romero, destilando esa misma devoción, y ahora que lo tenemos en las manos, transformado en letra de imprenta, nos parece que más que llevarlo a nuestros ojos, deberíamos abrazarlo y oprimirlo contra nuestro corazón. Es un libro que podríamos llamar testimonio de testimonios. Elvio Romero requirió y obtuvo el testimonio de Rafael Alberti, María Teresa León, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, sobre la vida del poeta de Orihuela.
Escribe Elvio Romero en 1978: Hace mucho tiempo, en 1956, luego de preparar y prologar la primera edición del Cancionero y Romancero de ausencias y en tanto ordenaba sus Obras Completas para Losada, esbocé este retrato lírico- vital del poeta. Desde entonces, su fama ha crecido tan abrumadoramente, que intimida la sola idea de insistir en estos juicios prematuros. Mucho se ha dicho después sobre el oroliano, con datos y juicios nuevos, valiosísimos, sobre su creación y su obra, originando ya una extensa bibliografía. En nada ha modificado, sin embargo, la imagen que de él tuve entonces. Por eso, salvo algunas correcciones de estilo, dejo el texto tal como fue escrito en aquellos años.
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Poema Esos Días Extraños... de Elvio Romero
Vienes de afuera. Traes
vitales adherencias en la mirada clara.
Se te ve el regocijo. El júbilo te invade.
Repites nombres, cosas. Y al punto te detienes
en ese espacio grave de distancia que existe
en ese espacio grave de distancia que existe
entre el fervor que traes y el silencio que habito…
¿Qué tengo? ¿Qué contorno
de penumbra me sella y me fatiga?
¿Bajo qué precipicios cierro los ojos tristes
y apenas ya converso con brumas imprecisas?
¿Qué sucede que apenas te conozco,
que tu mirada clara se me borra en las manos
y me enredo en mi noche y mis recuerdos?
Pronto ves que no entiendo.
Que no estoy. Que no escucho.
Que irremediablemente me pierdo en esa umbría
donde, ciego y perdido, rompo mis pobres báculos
que he bajado a una estancia de fiebres invasoras
de donde extraigo, huraño y melancólico,
mis diarias cosechas, mis vinos silenciosos.
Algo quieres decirme. Algo quieres contarme.
Pero no estoy. No siento. Persisto en mi guarida.
Me hospedo en esa niebla donde a veces me pierdo,
bajo la estera oculta donde me afano y doblo,
en la triste carlanca donde enfundo mi sangre,
en mi agujero amargo.
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Poema Fiesta de Elvio Romero
Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.
Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.
Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.
Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.
Así te pasarías,
tibia carne dorada.
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR
Domingo, 12 de Mayo de 2013
www.abc.com.py
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