¡TIENE MIEDO! ¡TIENE MIEDO!

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

jesus.ruiznestosa@gmail.com

SALAMANCA, España. Cuando la visita del papa Juan Pablo II al Paraguay, en mayo de 1988, el tránsito automotor estaba clausurado desde el aeropuerto hasta Calle Última. Había que dejar el coche en los alrededores, donde se pudiera, y caminar hasta Ñu Guasu, donde estaba el altar en donde sería canonizado San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires Juan del Castillo y Alfonso Rodríguez. Era ya noche cerrada al terminar la ceremonia, y la gente regresaba caminando por el centro de la avenida. También intentó salir por allí el coche del presidente Stroessner. Al llegar a Calle Última, el atasco era apocalíptico, imposible de escapar por ninguna de las tres posibilidades. El coche se hizo a un lado, se detuvo en la banquina y con celeridad asombrosa, su escolta rodeó el coche.

Por la avenida venían caminando varios grupos de jóvenes y, al ver aquello, comenzaron a corear en voz alta “¡Tiene miedo, tiene miedo!”. Me imagino que sí, que el dictador, en los últimos meses de su larga tiranía, tendría miedo. Todos los dictadores tienen miedo porque saben, en su fuero íntimo, que el pueblo que dicen amar les devuelve el sentimiento por odio.

El miedo debe ser uno de los sentimientos más humanos del que cualquiera es capaz porque tiene que ver con el sentido de supervivencia, el de la conservación de la vida, la perpetuación de la especie. Solo el miedo ajeno es capaz de atenuar el miedo propio.

El sábado último, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, viajó al Chaco para visitar los sitios afectados por los incendios forestales. En la pista de aviación fue recibido por autoridades militares, y la fotografía del saludo protocolar nos trajo la sorpresa de ver que el Mandatario llevaba un revólver en la cintura, con la empuñadura al revés, es cierto, pero revólver al fin y al cabo. Gracias a Stroessner, que cubrió con su figura gran parte de mi vida, fueron pocos los presidentes que pude ver. Y ninguno de ellos acudía a los sitios adonde debía ir con un revólver en la cintura. No, por lo menos, de manera ostentosa y visible.

El hecho llamó la atención de toda la ciudadanía. Los periodistas le preguntaron sobre el tema y respondió con un dejo no carente de soberbia: “Yo soy el comandante en jefe y puedo llevar armas”. Muy bien respondido. Tiene el derecho de llevar revólver en la cintura, fusil al hombro y viajar en tanque de guerra desde su residencia hasta su oficina del Palacio de López como comandante en jefe. Pero no es apropiado ni es correcto. Los ciudadanos de todos los credos y todas las ideologías le pagamos un sistema de seguridad con guardias personales, helicópteros, aviones, coches de todo tipo y hasta gente del ejército debidamente armada. ¿De qué, entonces, señor Presidente, tiene miedo?

Es evidente que los últimos pactos políticos que trataron de vendernos como el pacto salvador de la patria con la reconciliación de todas las facciones no fueron una maniobra, sino una artimaña. Nos dicen una cosa pero vemos otra muy diferente. El revólver que portaba Abdo Benítez no era el símbolo de su comandancia del ejército, sino su expresión de un temor, fundado o no, presentido o cierto.

Stroessner también era comandante en jefe. Pero, en la soledad de su automóvil blindado, se tuvo que enfrentar con su miedo. Y no hay revólver en la cintura que pueda luchar contra él. ¿De qué tiene miedo, señor Presidente? ¿Del pueblo que usted dice amar?

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Viernes, 13 de Septiembre de 2019

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