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VICTORIO VILLALBA SUÁREZ
  PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA, 2011 (Estudios de VICTORIO V. SUÁREZ)


PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA, 2011 (Estudios de VICTORIO V. SUÁREZ)

PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA

PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS

A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS

VICTORIO V. SUÁREZ

Edición corregida y aumentada

Asunción, Paraguay

2011 (654 páginas)



ÍNDICE GENERAL


Dedicatoria

Prólogo

Introducción

Capítulo I: Orígenes y memorias remontando un poco de historia

— Las letras en el inicial y turbulento proceso

Capítulo II: El periodo de la independencia y Paraguay en guerra

Capítulo III: Influencia del liberalismo europeo

Capítulo IV: De la tragedia se intenta reconstruir el país

— Los partidos políticos tradicionales del Paraguay

— Periodos constitucionales entre terribles maquinaciones

— Duras lecciones de un pasado poco feliz

— La revolución del 18 de octubre

— Los liberales logran la victoria en 1904

Capítulo V: Apuntando hacia el 900. Modernismo y vanguardismo

— Eslabones que conducen al “posvanguardismo”

Capítulo VI: Los del 40 sabían lo que no querían

Capítulo VII: El 50 y la reivindicación del país por la cultura

Capítulo VIII: Consolidación de la dictadura y voces del 60

Capítulo IX: Militancia política e intelectual de los integrantes del 70

Capítulo X: Declina la dictadura y surgen las voces del 80

— La penosa y larga transición en Paraguay

— Aportes que marcan el proceso

— Demoler los viejos modelos autoritarios

— Obstáculos e interrogantes

— Construir una cultura para la democracia

Capítulo XI: El 90 o la “generación de la transición”

Capítulo XII: Consagradas obras contemporáneas

— Ediciones antológicas de nuestros máximos poetas

— Eslabones y consolidación de la narrativa paraguaya

Capítulo XIII: El cambio es una novela de ficción

— La literatura paraguaya enfrenta los desafíos

Capítulo XIV: Enfoque final en el proceso de una democracia que aún gatea

— A pesar del pauperismo hay honrosas excepciones

BIBLIOGRAFÍA

 

ÍNDICE

CONVERSACIONES CON EXPONENTES CONTEMPORÁNEOS DE LA LITERATURA PARAGUAYA

PROTAGONISTAS DE LOS DIVERSOS PROCESOS DE LA LITERATURA PARAGUAYA

PROMOCIÓN DEL 40

— Josefina Plá

— Augusto Roa Bastos

— Hugo Rodríguez Alcalá

— Elvio Romero

— Oscar Ferreiro

— Raúl Amaral

PROMOCIÓN DEL 50

— José Luis Appleyard

— Rubén Bareiro Saguier

— Carlos Villagra Marsal

— Rodrigo Díaz Pérez

— Ramiro Domínguez

— Elsa Wiezell

— Santiago Dimas Aranda

— María Luisa Artecona de Thompson

— Jose Antonio Bilbao

— Ester de Izaguirre

— Gonzalo Zubizarreta

— César Alonso de las Heras

— Félix de Guarania

— Carlos Garcete

PROMOCIÓN DEL 60

— Francisco Pérez Maricevich

— Jacobo Rauskin

— Roque Vallejos

— Rudi Torga

— Helio Vera

— Esteban Cabañas

— Luis María Martínez

— Renée Ferrer

— Gladys Carmagnola

— Víctor Casartelli

— Víctor Jacinto Flecha

— Miguel Ángel Caballero Figún

— Margarita Kallsen

PROMOCIÓN DEL 70

— Emilio Pérez Chaves

— Adolfo Ferreiro

— Luis Alberto Boh

— Jorge Canese

— Lourdes Espínola

— Juan Manuel Marcos

— Pedro Gamarra Doldán

— Aurelio González Canale

— Nora Friedmann

— Guido Rodríguez Alcalá

PROMOCIÓN DEL 80

— Moncho Azuaga

— Dirma Pardo Carugatti

— Ricardo de la Vega

— Raquel Saguier

— Yula Riquelme de Molinas

— Neida de Mendonça

— Luisa Moreno Gabaglio

PROMOCIÓN DEL 90

— Andrés Colmán Gutiérrez

— Fernando Pistilli

— Tory Lubeka

— Víctor Vidal Soler

— Diana Lesme y Alberto Luna

— Carmen Casartelli, Elinor Puschkarevich, María del Carmen Paiva y Susana Riquelme

— Teresa Méndez-Faith

— Ticio Escobar

— Bartomeu Meliá

— Alberto Manuel Sisa

— El Taller “Ortiz Guerrero” después de dos décadas (entrevista con Moncho Azuaga, Emilio Lugo, Osmar Sostoa, Pedro Céspedes, Carmen Casartelli, Susy Delgado y Delfina Acosta)

— Escritores meten el dedo en la llaga (entrevista con Rubén Bareiro Saguier, Jacobo Rauskin, Osvaldo González Real, Maybell Lebrón y Lisandro Cardozo)

— Intelectuales asumen postura crítica (entrevista con Emilio Pérez Chaves, Fernando Pistilli, Delfina Acosta, Moncho Azuaga y Victorio Suárez)

— Entrevista a José Vicente Peiró Barco

PROCESO CREATIVO QUE AVANAZA. ENTREVISTAS 2011

Nuevas incorporaciones para profundizar en la literatura paraguaya

— Delfina Acosta

— Lita Pérez Cáceres

— María Eugenia Garay

— Genaro Riera Hünter

— Miguel Ángel Caballero Mora

— Mario Rubén Álvarez

— Gloria Marecos

— Gabriel Ojeda

— Maribel Barreto

— Irina Ráfols

— William Baecker



PRÓLOGO

POR UNA CRÍTICA LITERARIA SÓLIDA

 

Victorio Suárez es un gran conocedor de la historia y evolución de la literatura paraguaya. En mi opinión, es uno de sus cerebros privilegiados y así nos lo ha demostrado durante muchos años. A ello, le ha beneficiado a largo plazo su labor como director del suplemento cultural de Noticias, allá por la última década del siglo XX, cuando el Paraguay se mecía entre las tentativas democráticas y la incertidumbre golpista. Eran unos años donde intentábamos poner orden en la menguada investigación crítica literaria. Afortunadamente, los años han pasado y ahora disponemos de una bibliografía apreciable que nos permite avanzar en nuestros futuros estudios, pero queda mucho trabajo por realizar y sobre todo desde dentro del mismo Paraguay, necesitado de críticos competentes que actúen como mediadores entre las inquietudes de los lectores y las necesidades de los lectores.

Suárez es una de esas personas afortunadamente culpables de este repunte crítico gestado desde la dictadura stronista. Afortunadamente culpable, reitero. Fuimos muchos quienes gozamos de su amparo cuando nos invitaba a publicar en su suplemento cultural, realizado más con voluntad que con medios excesivos. Algún día escribiremos un trabajo sobre la importancia de esos suplementos culturales en Paraguay, sobre todo desde aquel memorable de ABC Color en los años ochenta, bajo la dirección de Guido Rodríguez Alcalá, pasando por el de Suárez en Noticias, el de Susy Delgado en La Nación y el magnífico El Correo Semanal de Última Hora, bajo la dirección de Antonio Pecci, que actualmente representa la resistencia en el periodismo cultural asunceño. Todos ellos son herederos de revistas como Alcor, dirigida por Julio César Troche y Rubén Bareiro Saguier, que desde los años sesenta expuso al universo literario internacional que el Paraguay era un país donde se podía escribir, a pesar de las restricciones políticas, y donde se podía conectar con el exterior para formar parte de la tradición cultural mundial.

Ahora, algunos suplementos se han transformado en publicaciones periódicas independientes, todas muy destacables. Victorio Suárez creó Arte y Cultura y Susy Delgado Takuapu. Aun con las limitaciones económicas habituales en el ámbito cultural, ambas ofrecen una calidad envidiable y nos permiten respirar oxígeno ante la prepotencia de tanto materialismo imperante y ante el sensacionalismo mediático pendiente de los sinsabores matrimoniales, los chismorreos deportivos y la búsqueda de la influencia política. Son revistas "puras" que todavía no se han visto contaminadas por la dictadura editorial y la burocracia cultural, con lo que nos sentiríamos halagados con su continuidad duradera.

Curiosamente, Victorio Suárez compagina su labor crítica con la ficción autorial. Como poeta demuestra ser un buen conocedor del estilo personal. Su poesía es "suya" ante todo y sus influencias son las marcadas por su inteligencia. Sus versos son muy cerebrales y completamente mesurados. Pero también es un crítico con personalidad que pronuncia sus ideas y demuestra conocer las del resto de analistas de la literatura paraguaya. Así lo podemos comprobar en esta obra que tiene Vd. en sus manos: Proceso de la literatura paraguaya.

No estamos en ella frente a un proceso a la literatura paraguaya, sino ante un proceso de la misma. Suárez camina por su evolución entendiendo muy bien que las letras nacionales no se comprenden sin su adscripción a un contexto histórico, a un mundo político y a una sociedad integrada por gentes de raigambre y formación diversa. Como bien explica el autor en el prólogo, se intenta capturar el desarrollo -camino espinoso y sin asfaltar- de la literatura paraguaya en su conjunto, sin mirar a presupuestos ideológicos. Existe, por tanto, una intención descriptiva como método de desentrañar la realidad de una literatura joven; una de las más jóvenes de los países latinoamericanos, cuya consolidación estructural se genera en pleno siglo XX con el realismo naturalista de José Rodríguez Alcalá o el modernismo poético de Eloy Fariña Núñez, Guillermo Molinas Rolón, Roque Capece Faraone o Manuel Ortiz Guerrero.

Una idea destacable del punto de partida del libro es la existencia de una única literatura nacional aunque el país sea bilingüe. En efecto: no hay tantas diferencias entre ambos modelos literarios porque parten de una misma realidad y contexto referencial único. Por otro lado, es bien cierto el declive de la innovación y el riesgo desde mediados de los años noventa del siglo XX, hecho curiosamente paralelo a la consolidación de las editoriales que favorecieron la aparición de tantas obras escondidas o surgidas ante determinado "boom" de la avidez lectora nacida apenas haber caído el régimen de Stroessner. Después, la desaparición tácita de los suplementos literarios en la prensa y la paulatina "vuelta a la normalidad" provocada por el desencanto que desembocó en el descreimiento generalizado de la población ante una democracia incapaz de empujar al país hacia el desarrollo educativo y económico, nos dejan en una época, la presente, de indefinición, dificultades para la creación y pesimismo para el futuro. La situación económica no ayuda, a pesar de que resulta más fácil publicar ahora que hace veinte años, aunque el futuro no puede ser más triste que el presente.

¿Y qué va a pasar?, me preguntarán. Ahora mismo, una vez perdidas las voces capitales de la Generación del 40 en pocos años (Josefina Plá, Elvio Romero y Augusto Roa Bastos), nadie ha ocupado su lugar en el extranjero. La globalización cultural ha dado la espalda a Paraguay. Las infraestructuras mediáticas no buscan en el país nada importante que no sean las asonadas o los accidentes, como el de Ycuá Bolaños. Las agencias editoriales, verdaderas dominadoras del mercado editorial, no buscan valores literarios: reciben propuestas y la mayor parte acaban en la papelera. Son un imperio que estudia gustos y determina voluntades literarias. Se les escapa la buena literatura, casi siempre refugiada en editoriales pequeñas con limitada distribución en las librerías, pero les importa poco: es más interesante para el negocio el libro de un presentador televisivo o el de un personaje mediático. Con estas circunstancias, es difícil que los buenos autores paraguayos tengan su emplazamiento merecido en el mundillo libresco actual, si no se realiza una acción coordinada desde las autoridades para fomentar su conocimiento en el extranjero. Ello supone un enorme trabajo, a veces ingente, del que sólo se obtendrán sus réditos a largo plazo, y en esta sociedad donde sólo queremos la inmediatez de resultados, es muy difícil encontrar a alguien capaz de realizarlo.

Toda esta perorata es una reflexión importante a añadir al trabajo de Victorio Suárez. Él nos revisa la evolución de la literatura paraguaya desde sus orígenes; reúne opiniones dispersas, elabora las suyas y ordena el material obtenido. Nunca separa el discurrir literario de su contexto histórico, lo cual es necesario para nuestro entendimiento de un proceso a veces más complejo de lo que aparenta. Pero quizá sea la revisión de lo actual uno de los aspectos más interesantes de la obra y la capacidad para analizar con tenues palabras el presente y el pasado reciente de la literatura paraguaya.

Si a esta primera parte le añadimos el examen de libros recientemente publicados, exponentes de la "palpitación del día", retomando el término azoriniano, más el compendio de entrevistas que le siguen, habremos recorrido por todo el proceso de la literatura paraguaya sin apenas lagunas. Las entrevistas, realizadas con rigor, nos revelan el pensamiento de grandes autores; de las voces capitales de una literatura que ha despegado y con dificultades se mantiene en el aire. Las personalidades entrevistadas son interesantes de por sí: Josefina Plá, Raúl Amaral, Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, José Luis Appleyard y Carlos Villagra Marsal. Son exponentes del proceso de la literatura paraguaya sin discusión y sus afirmaciones no pasan inadvertidas porque hincan el dedo en la llaga de las situaciones planteadas. Pero los diálogos no se agotan con los clásicos contemporáneos paraguayos: también aparecen entrevistados autores más jóvenes con Andrés Colman Gutiérrez, Fernando Pistilli y Tony Lubeka, con lo que se ofrece una visión global generacional de los problemas inherentes a la vertebración de las letras nacionales y sus aspectos más intrínsecos. Estos diálogos nos hacen reflexionar sobre su discurrir y sobre sus problemas acaecidos a lo largo de la historia del país, sin dejar de mostrar la individualidad de los autores y sus preocupaciones.

Con este libro, en definitiva, Victorio Suárez prosigue el camino iniciado por Raúl Amaral, Hugo Rodríguez Alcalá, Roque Vallejos, Juan Manuel Marcos y otros críticos paraguayos que han emplazado al futuro sus investigaciones críticas. Generalmente se atribuye a la debilidad de la crítica literaria una de las causas de la falta de conexión de las obras con los lectores. Posiblemente esto siga siendo así, y dado que la crítica universitaria tampoco ofrece un panorama halagüeño para el fomento y desarrollo del análisis, el papel de intermediario del crítico queda postergado, a pesar del esfuerzo de personas que, como Victorio Suárez, luchan hasta la fatiga por una crítica honesta y completa. Esperemos que no sea así y adquiramos el compromiso para romper este maleficio.

De lo que sí estamos seguros es de que Proceso de la literatura paraguaya es un libro que no va a pasar inadvertido y de que, desde estos momentos, ocupa un lugar destacable entre los estudios que los investigadores y críticos hemos de tener en cuenta en nuestros futuros trabajos.

JOSÉ VICENTE PEIRÓ

Valencia, España

Marzo de 2006


INTRODUCCIÓN

 

            Otro libro sobre la literatura paraguaya. Mas, desde luego, mi propósito es publicar una edición donde la historia, la poesía y la prosa justifiquen el espíritu de este punto de partida que quiere, más allá de las conceptualizaciones críticas, constituirse en guía para quienes desean escarbar en la literatura paraguaya. En ese sentido, la amplitud de nombres y épocas puede avalar este intento que, repito, se inclina a capturar el desarrollo de la literatura paraguaya en su conjunto. Se trata, además, de una edición que va dirigida a los lectores con el esfuerzo de insertar en la misma la intuición necesaria que me hizo entender las páginas de los escritores paraguayos.

            Sé perfectamente que la literatura paraguaya extiende un camino complejo, difícil y amargo muchas veces. No obstante, a pesar de las peculiaridades grupales o personales -donde resulta tan fácil herir susceptibilidades- este trabajo siguió su curso, con sinceridad y buena fe, ante el riesgo inevitable de hallar en su camino, ojalá, saludables discrepancias. Como se sabe, ningún libro es impermeable a la fertilización de la crítica, muchas veces generosa, otras veces implacable. Lo cierto en todo esto es que los lectores encontrarán en este "Proceso de la literatura paraguaya" notorios periodos de nuestra historia, las coyunturas que emergieron del mismo y, por sobre todo, los protagonistas intelectuales que utilizaron la palabra como medio de comunicación, como vehículo estético, o simplemente como ráfagas contestatarias ante los difíciles procesos políticos vividos por el país.

            En este libro aparecen, sin lugar a dudas, nombres consagrados de nuestra literatura, muchos de ellos de caudalosas obras. Y es posible también que falten otros nombres inminentes, especialmente aquellos para quienes la literatura significó sólo una actividad transitoria dentro del periodo que les tocó vivir.

            Autores de obras poéticas, novelescas, dramáticas y ensayísticas aparecen en este "Proceso de la literatura paraguaya". De todos modos, creo que las indicaciones precedentes no precisan mi acierto sino mi propósito de extender ante los lectores la densa gama de nuestra literatura hasta hace poco ignorada, arrinconada y despreciada por quienes no sintieron en la epidermis el facsímil de nuestra identidad.

            Más allá de todo prejuicio, notablemente irreverente ante la sospecha respecto a los eternos saboteadores de sueños, el presente libro, para el cual he elegido ordenadamente un criterio cronológico, puede ser un material al servicio de quienes buscan en el vendaval o en la serenidad del tiempo las profundas raíces que nos atan desde hace siglos. No se trata del producto de un capricho intelectual bajo la mera perspectiva histórica. Se trata sí de una mirada simple hacia los hechos que ocurrieron o de puntos de vista que tienen que ver con el pasado y la actualidad. La propia vida no es un mar absurdo en que nos zambullimos para darnos cuenta de la brevedad de nuestra historia presente o de la terrible falsificación del pretérito llevada a cabo por los arquitectos espirituales de un universo cargado de ideólogos. De cualquier forma, seguimos preguntando: ¿está escondida la verdad hasta ahora? En realidad, las respuestas se diluyen entre juegos evasivos o escapistas, mientras, los mantos de ignominia, de violencia, de modernas esclavitudes, desencadenan verdaderos símbolos en esta coyuntura epocal en que seguimos en la misma orfandad.

            En ese contexto, bajo una mirada rígida y también complaciente, como vástago de un periodo en agonía y de dialéctica avejentada, he recorrido diversos mundos de una literatura que, a pesar de todo, nunca estuvo de rodillas. Las páginas de esta edición corroboran plenamente la existencia de la literatura paraguaya, inclusive, desde tambaleantes procesos que me llevaron hacia una impresionante cantidad de autores que he creído son los más representativos. Sin embargo, la selección es bastante convencional como también el espacio dedicado a cada uno de ellos, de acuerdo a la actual tendencia de la literatura paraguaya.

            Si bien la literatura paraguaya está conformada por el bilingüismo (guaraní-español), no es posible dilatar esa bifurcación, pues, a pesar de todo y de la existencia de dos directrices, hay una sola literatura flameando como en un reino universal, donde los escritores luchan de manera obstinada poniendo a prueba el lenguaje y el efluvio de sus respectivas visiones. A lo largo de los años, comprendiendo esta circunstancia, los poetas y narradores hallaron el recipiente adecuado para expresar su propia experiencia en un marco pluricultural y bilingüe del que salieron airosos a pesar de la singular herencia. Es muy difícil entender la literatura paraguaya sin llegar a la profundidad de esta circunstancia.

            Los duros tramos de la historia del Paraguay tienen mucho que ver con la literatura. Desde el soplo escolástico del periodo colonial hasta los aires melancólicos del romanticismo, las tardías efervescencias del modernismo, la inquietante ebullición de la vanguardia y la impaciencia de la posmodernidad, se sujetan los resortes de la poesía, la novela, las piezas teatrales, la crítica y los ensayos históricos.

            A los escritores paraguayos no les resultó tarea fácil orientarse a través de la literatura dentro de su mismo país. Los graves sofocones políticos impidieron un trabajo más sistemático. El romanticismo y el modernismo en Paraguay nos muestran que fueron por sobre todo periodos didácticos emergentes del fulgor de la era de los López y luego del novecentismo de la posguerra del 70, aunque en la década del 30 aparecen las primeras lápidas mortuorias sobre las influencias románticas-modernistas a través de los que posteriormente se consolidaron bajo los signos de la Generación del 40. La reacción de este periodo agitado conduce a los cambios profundos que llegaron luego con las promociones del 50, 60, 70 y 80 en Paraguay. La guerra contra Bolivia, la revolución del 47, la irrupción de Alfredo Stroessner al poder y la consolidación del sistema dictatorial hasta 1989, abren el espectro de una literatura comprometida, exiliada o confinada dentro de su propio país. En ese sentido, los acontecimientos históricos y políticos nos interesan porque gran parte de la literatura paraguaya de todos los procesos señalados tienen que ver con los mismos. En ese sentido, sería lamentable subestimar o pasar por alto la efectividad de una literatura que de cara a la realidad hizo lo que pudo ante los ojos de un país castigado por el silencio.

            "Proceso de la literatura paraguaya" contempla la caída de la dictadura y el comienzo de un largo proceso de transición hacia la democracia que rescata para la literatura paraguaya una importante cantidad de autores y obras. Es notable, por ejemplo, la gran contribución de la poesía en el posvanguardismo y de la novela en las últimas décadas, éstas pintan con claridad cierta antítesis: lo renovador y lo conservador. Justificada polaridad en un periodo cambiante donde el lenguaje ha sido aceptado no con tanta desconfianza como en otros tiempos. Sin embargo, a pesar de los indicios rupturistas, la literatura paraguaya de hoy no señala nuevas tendencias. Si durante los últimos años del periodo dictatorial, la década de los 80, la literatura ha sido inquieta, no es menos cierto que al término de los 90 hasta los comienzos y mediados del 2000 se observe cierta declinación. Es que los entusiasmos van quedando atrás y cierta sombra pesimista se cierne sobre el firmamento sin que la misma encuentre una reacción. Se trata de un periodo en que la cultura se ve sofocada por la política. Por supuesto, el Paraguay no es el único país que siente estos embates, más aún en esta ebullición de la globalización en que aparecen ciertos "errores siniestros e insensatos" para sacudir de manera inmisericorde los cimientos de las estructuras sociales, políticas y económicas del país. Tal vez se esté esperando de los poetas, novelistas y dramaturgos que ofrezcan señales o indicios sobre lo que está ocurriendo. Hay muchas cosas nuevas para decir. De todos modos, la literatura paraguaya ha alcanzado la mayoría de edad, aunque el proceso de maduración sigue llevando a los escritores paraguayos hacia nuevos desafíos. Y si algunos no encuentran todavía su lugar y quieren volver la vista hacia ciertos tradicionalismos, esa tendencia tendrá que quedar definitivamente atrás. Resulta petulante sugerir el camino que se debe tomar, pero uno espera que los escritores paraguayos aprovechen la escena.

            ¿Qué dicen los máximos representantes de la literatura paraguaya? También en estas páginas los poetas y novelistas de las diversas promociones ofrecen largas conversaciones con el autor de este libro, en las mismas se dan enfoques verdaderamente enriquecedores sobre la situación de la literatura paraguaya, amén de la visión que cada uno de ellos expresa sobre la realidad que vive el Paraguay. Algunos, inclusive, ya no viven, pero todos los que hablaron no se apoyaron en subterfugios sino en vocabularios precisos que desnudan sin cortapisas nuestro tiempo.

 

El autor (2001)



CAPÍTULO 1 

ORÍGENES Y MEMORIAS.

REMONTANDO UN POCO DE HISTORIA

 

            Dos periodos marcan con claridad el carácter específico e inicial de nuestra historia:  1) Los años de la conquista que arranca en 1537 y se extiende hasta alrededor de 1556 (proceso que culmina con la consolidación del poder español); 2) la época en que estalla la chispa de una larga rebelión contra el poder real (en este contexto aparecen las revoluciones comuneras (1717-1735).

            Más adelante se dieron otros eslabones que culminaron finalmente en singulares capítulos históricos, como la independencia de 1811, la prolongada dictadura del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, la llegada al poder de Carlos Antonio López, la presidencia del mariscal Francisco Solano López y la funesta Guerra contra la Triple Alianza, que dejó huellas indelebles de dolor en el corazón del pueblo paraguayo.

            El albor de la historia paraguaya se sintoniza desde la llegada del primer descubridor del Paraguay: Alejo García -náufrago de la expedición de Solís-, quien pisó el suelo patrio tras su llegada desde las costas del Brasil en 1525. Ya entonces despertaban gran interés las famosas tierras que guardaban para la imaginación de los aventureros europeos la "Sierra de la Plata" que, según sabemos, era el rico hábitat de los incas. Pero Alejo García no tuvo suerte en su encrucijada y terminó plantando sus huesos a orillas de las torrentosas aguas del río Paraguay. El mismo objetivo de alzarse con los codiciados "metales preciosos" movió al osado navegante Sebastián Gaboto, quien no perdió tiempo para dar rienda suelta a sus desvaríos de riqueza al desviar su ruta y remontar por primera vez las aguas del río Paraguay.

            Como se sabe, en 1535 España armó una de las más completas expediciones que recuerda la historia de la conquista, aquella colosal empresa fue encabezada por el Adelantado Don Pedro de Mendoza, hombre de buen pasar que llegó al nuevo continente para defender las polémicas tierras conquistadas y amparadas por la línea de Tordesillas. Después de su arribo (1536), Mendoza fundó el Puerto de Buenos Aires, en la boca del Río de la Plata. Tras la euforia fundacional de aquel asentamiento, el intrépido "Capitán de los mares" ordenó a su lugarteniente Juan de Ayolas la concreción de un proyecto de ribetes muy atractivos: empeñarse a encontrar la fulgurante "Sierra de la Plata". La ejecución del plan no se hizo esperar, Ayolas se perdió en la extensión de las aguas y, tras plantar toda su energía en el desafío aventurero, llegó a la tierra de los guaraníes, quienes prontamente ofrecieron en principio una tenaz resistencia a los extraños invasores. Se tienen noticias de encarnizados encuentros entre aquellos indígenas ancestrales (que vivían extasiados en el bucólico paisaje que dilataba el litoral del río Paraguay) y esos hombres de piel salobre y atuendos medievales en cuyas manos refulgían dos armas fundamentales en el proceso de la conquista: la Biblia y la espada.

            No obstante, a pesar de las pérdidas humanas que produjo el arribo de Ayolas, indígenas e invasores acordaron un paño tibio, es decir, terminar las hostilidades y concretar seguramente la primera componenda política de América, basada en un acuerdo muy significativo que tenía como norma principal sellar un pacto de no agresión entre españoles y guaraníes. En realidad, aquel arreglo fue una inteligente negociación estratégica que favorecía a ambas partes: a los españoles, porque éstos querían llegar al sitio que guardaba los metales preciosos, y a los guaraníes, que hallaron en esa coexistencia pacífica con los europeos la forma de debilitar rápidamente la influencia de los "guaicurú" occidentales, arremetedores compulsivos y practicantes consuetudinarios de pillajes hacia el lado oriental donde vivían los carios. En el inicial entendimiento, Ayolas invocó su buena voluntad y prometió la fundación de un pueblo a su regreso. Sin embargo, la promesa no pudo ser cumplida pues la larga travesía, aguas arriba, terminó con la misteriosa desaparición del capitán español. Si bien no hay un registro oficial, se estima que Ayolas fue muerto por los indígenas en penoso itinerario hacia el Perú.

            Don Pedro de Mendoza no corrió mejor suerte. Gravemente enfermo en Buenos Aires, buscó retornar a España lo antes posible. Emprendió el camino del regreso, pero murió en alta mar. Esa desgracia planteó rápidamente un vacío de poder y liderazgo entre los españoles, situación compleja y grave porque el mando fue transferido a Ayolas, quien tampoco pudo plasmar el usufructo de aquel privilegio porque había desaparecido en busca del centellante camino que conduce al oro. Ante la ausencia del heredero al poder, el capitán Juan de Salazar (que formaba parte del conglomerado de Ayolas) se moviliza sin dilación y concreta otro acuerdo con los caciques guaraníes más influyentes: la fundación, el 15 de agosto de 1537, de la casa fuerte Nuestra Señora de la Asunción, en la orilla oriental del río Paraguay. Los fundadores manifestaron que la fortuita "casa fuerte" serviría de "amparo y reparo de la conquista".

            A medida que se consolidan las relaciones, se puede observar como un paso llamativo la estrategia de los "cuñados" que pusieron en práctica los carios. Éstos, que tenían pretensiones de arrimarse al Perú, entregaron sus hijas como ofrenda a los conquistadores. Ese acercamiento pasional dio inicio al surgimiento de la famosa "amalgama hispano-guaraní" que abriría paso al nacimiento de los mancebos de la tierra que, con el correr de los primeros años coloniales, cumplirían un rol protagónico de gran importancia en la historia de la nación paraguaya.

            Tras la desaparición de Ayolas y la fundación de Asunción, se inicia un azaroso derrotero político en el país. El novel proceso colonial exhibe nítidamente la figura de Domingo Martínez de Irala, hombre con fibra y respetado caudillo que para asegurar su poder ordenó inclusive el traslado a Asunción de los conquistadores que habitaban Buenos Aires. Corría el 12 de septiembre de 1541. En Asunción se forma el primer Cabildo con los regidores y alcaldes ordinarios que eran como jueces de primera instancia con fallos apelables ante el gobernador. Los cabildos ejercieron notable influencia, especialmente durante la Revolución Comunera de indelebles recuerdos por los cruentos enfrentamientos entre jesuitas y encomenderos. El Cabildo fue suprimido en 1824 por el doctor Gaspar Rodríguez de Francia, supremo dictador del Paraguay.

            Tras clavar sus raíces en Asunción y colaborar para el nacimiento de nuevas generaciones, Irala comenzó a organizar su predominio político quebrantado fugazmente por la llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Este conquistador de ganada fama en el proceso de la conquista fue nombrado por la Corona para ejercer el poder en la provincia. Sin embargo, en abril de 1544 estalla un levantamiento de carácter netamente político y de apoyo incondicional a Irala. ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD! fue el grito que retumbó para deponer al adelantado Cabeza de Vaca, acusado de pretender convertirse en rey de estas tierras. Entonces se produce un hecho histórico de singular importancia: la aplicación de un derecho establecido en la Real Provisión del 12 de septiembre de 1537, que facultaba a los conquistadores del Paraguay y del Río de la Plata a nombrar gobernador interino si don Pedro de Mendoza no dejaba sustituto legal en caso de muerte. De ahí en más, y por largos años, esa medida ha sido aplicada con frecuencia, especialmente en el periodo revolucionario de los comuneros, aunque ya no estaba en vigencia. Cabeza de Vaca perdió totalmente sus privilegios y fue enviado a España "cargado de cadenas". Se puede decir que el derrocamiento de Alvar Núñez abrió a Domingo Martínez de Irala el camino para llegar a constituirse en uno de los más notables políticos de la conquista, hegemonía que mantuvo por mucho tiempo entre resquemores, turbulencias, sueños y esperanzas que apuntaron hacia una sociedad mejor.

            Después de aquel suceso de 1544, es clara la rivalidad entre los españoles. No obstante, con la muerte de Irala, en 1556, se cierra inexorablemente el periodo más batallante de la conquista del Paraguay. Para entonces, los mestizos habían crecido en número y poder, lo que demuestra que la labor poligámica de Irala y los suyos dio buenos resultados demográficos. Se sospecha que Irala tenía alrededor de 10 mujeres reconocidas. Por lo menos así consta en su testamento de 1556. En este documento nombra a sus numerosos hijos y esposas aborígenes.

            En ese proceso es posible percibir las categorías de nativos en la provincia. Por un lado, estaban aquellos que no quisieron aceptar la dominación y se internaron en las selvas. Por otro lado, aparecen los indígenas que cedieron ante la dominación de españoles, criollos y jesuitas que llegaron para establecerse a comienzos del siglo XVII. La Compañía de Jesús, fundada por Iñigo López de Recalde o "San Ignacio de Loyola" (1491-1556), de acción destacada en la Contrarreforma de la Iglesia Católica, jugó un papel importante en ese periodo al agrupar a los aborígenes en pueblos o reducciones donde se organizaban totalmente. La venida de los jesuitas ya había sido solicitada por Hernandarias (1560-1631). Si bien los primeros jesuitas aparecen en 1588, en 1600 se decreta la concentración de todos ellos en Tucumán. Recién en 1608 llega el primer provincial Diego de Torres con trece sacerdotes jesuitas entre los que sobresalieron luego: José Cataldino, Diego de Baroa, el peruano Antonio Ruiz de Montoya y el paraguayo Roque González de Santa Cruz. Gracias a una intensa actividad, los seguidores de Loyola alcanzaron notables éxitos en la fundación de pueblos y labores catequísticas, especialmente en Guairá, Paraná, Uruguay e Itatín. Sin lugar a dudas, pasaron grandes penurias en esos tramos, especialmente en la próspera Guairá, tantas veces atacada por los bandeirantes o mamelucos del Brasil. Con autorización de la Corona, Montoya consiguió armar a los indígenas y en colaboración con los paraguayos infligieron a los invasores sucesivas derrotas en 1639 y 1641.

            Uno de los graves problemas de enfrentamiento entre los encomenderos paraguayos y la Compañía de Jesús fue que esta organización religiosa tenía notorios privilegios fiscales, especialmente para la producción agrícola exportable. El asunto se volvió casi insostenible porque colocaba en situación desfavorable a los colonos que tampoco tenían mano de obra para hacer trabajar. Así emergieron los trechos calientes del periodo colonial paraguayo, marcados hondamente por la Revolución Comunera. Cabe apuntar que, tras las décadas de confrontaciones, el rey Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas del Paraguay en 1767. Más allá de la rígida nomenclatura del sistema jesuítico, todo ese proceso ha sido encarado por el ilustre intelectual Blas Garay en su libro EL COMUNISMO DE LAS MISIONES, título que hace referencia al sistema comunitario que predominó en Paraguay. Se puede pensar que aquella experiencia de praxis colectiva alentó un abierto acercamiento a las grandes utopías políticas que se dieron a través de las teorías y los movimientos intelectuales de la época en Europa. Los jesuitas prosiguieron las obras ya emprendidas por los franciscanos, que también fundaron muchos pueblos y aprendieron el idioma de los guaraníes que los llevó a la asimilación cultural que tanto sirvió en el periodo de la "conquista espiritual". En ese tramo, los jesuitas organizaron las reducciones y la vida de los neófitos o indígenas que vivían en construcciones para corta familia, dejando la organización de su ciclo vital a cargo de los hombres de Iglesia. Ese paternalismo era producto de la atmósfera intelectual de donde provenían los hijos de Loyola. El aislamiento obedecía también a la convicción de que los habitantes de las reducciones no debían mezclarse con los colonos de costumbres "corruptas". De cualquier manera, se puede considerar como algo lamentable la nula participación indígena en los poderes de decisión y administración en la organización jesuítica.


LAS LETRAS EN EL INICIAL Y TURBULENTO PROCESO


            Algunos estiman que las primeras señales se pueden encontrar en las primeras décadas del periodo colonial paraguayo. En ese sentido se apoyan en aquel viejo clérigo y espadachín Luis Miranda de Villafaña, quien se supone llegó con la expedición de Don Pedro de Mendoza. Miranda entró en las turbulencias políticas y al parecer bajo la autoridad del Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, cuya derrota política en manos de Domingo Martínez de Irala (aquel abril de 1544) había producido gran decepción en el alma del poeta que usó sus coplas para manifestar lo ocurrido, al igual que su amigo y rapsoda Martín del Barco Centenera. El escritor Hugo Rodríguez Alcalá hace referencias interesantes sobre estos balbuceos iníciales en su libro "Literatura Paraguaya" y hasta nombra un soneto de José de Antequera y Castro (1690-1731), jurisconsulto panameño que defendió la Revolución Comunera paraguaya.

            Respecto a "Las letras en Paraguay", Adolfo Decoud había señalado que el Paraguay, a pesar del encierro, no pudo sustraerse a la presencia de actores y testigos de la primera hora, además de algunos viajeros. En ese sentido apuntaba: “Los narradores de la conquista señalan el derrotero y los jesuitas marcan el paso. Aparece desde luego Ulrich Schmidl, quien hace la crónica del descubrimiento y de la conquista con aquella sencillez y veracidad que le ha reconocido la crítica, viene en pos Ruy Díaz de Guzmán, que ha nacido en el Paraguay y ligado por la sangre a los primeros Adelantados del Río de la Plata"(1). Decoud también recuerda a los ilustres jesuitas Charlevoix, Lozano, Guevara y Ruiz de Montoya.

            Se ha dicho que con Ruy Díaz de Guzmán la historia paraguaya encuentra su verdadera expresión, eso fue posible mediante un libro escrito por él y cuyo título desata en cierta forma alguna polémica. Mientras unos creen que el primer libro paraguayo lleva como título "La Argentina", otros estudiosos señalan que el nombre original es "Anales del descubrimiento y conquista del Río de la Plata". A propósito, conviene recordar que el autor del primer libro paraguayo nació en Asunción hacia 1560. Desde temprana edad se distinguió como buen soldado y participó de las fundaciones de Santiago de Xerez, Ciudad Real, Villa Rica, etc. Tras su expulsión de Asunción recorrió Argentina y Bolivia. Regresó al Paraguay en 1620, trayendo consigo los originales del libro que terminó de escribir en 1612. Si bien intentó la publicación de su obra, no lo consiguió. Murió en 1629. Recién en 1835 sale la primera edición del libro en Buenos Aires. Fue a través del editor Pedro de Angelis. Cabe mencionar que nuestro inolvidable historiador Efraím Cardozo al referirse a Guzmán nos dice lo siguiente: `Ruy Díaz de Guzmán fue el padre de la historiografía paraguaya y en puridad el primer intelectual nacido en la tierra que le dio forma orgánica de un libro a los frutos de su talento. Como Heródoto y Tucídides escribió en el destierro para calmar, con el recuerdo de sus glorias, el dolor de la ausencia de la lejana patria. Cuando terminó su libro en 1612, esa patria aún no tenía un siglo de vida, en cuyo lapso había conquistado, pacíficamente y sembrado de ciudades, una enorme extensión del continente. Y esa fue la historia, el motivo que le indujo a colgar la espada y tomar la pluma”. (2).

            De todos modos, Josefina Plá estima que a mediados del siglo XVIII se producen hechos dignos de mención, entre ellos la llegada de importantes viajeros que participaron con ímpetu del despertar cultural paraguayo. Fueron precisamente esos viajeros Matías Anglés y Gortari, Félix de Azara, Francisco Aguirre, Gonzalo de Doblas y Diego de Alvear. Se habla inclusive de que en aquellos tiempos se dieron algunas "tertulias literarias" manejadas por ciertos cenáculos de intelectuales de la época. En ese contexto se menciona que la acción enriquecedora de los gobernadores contribuyó, junto a profesionales y comerciantes, para la formación de las primeras bibliotecas.

(1)       Amaral, Raúl. "Literatura del romanticismo en Paraguay". Editorial El Lector, pág. 219, 1996.

(2)       Cardozo, Efraím. "Apuntes de historia cultural del Paraguay". 2a Edición. Biblioteca de Estudios Paraguayos, volumen XI.



CAPÍTULO XI 

EL 90 Ó LA "GENERACIÓN DE LA TRANSICIÓN'


            Tras la caída de la dictadura y el inicio de una etapa hacia la consolidación democrática hace su aparición en la literatura paraguaya la "Generación de la transición" o la del 90, que, si bien tardó en llegar, recorre sobre el sello de las letanías para grabar su presencia en un periodo de mucha confusión y de una larga alegría inicial que llegó con el derrocamiento de Stroessner. Los del 90, proyectándose hacia el 2000, pusieron sus pies en el escenario nacional y los primeros, casi tímidamente, se pusieron a trabajar colectivamente tomando tal vez como parámetro a sus antecesores del Taller "Ortiz Guerrero".

            La "Generación de la transición" se aglutinó en torno a un taller al que llamaron "Pájaro Azul", sus primeros representantes trajeron por sobre todas las cosas ese deseo de entender el panorama e impregnar a través de la palabra un sello que los pueda identificar. Ellos son: Alberto Luna, Iván Ramón González, Domingo Aguilera, Pedro Maidana, Diana Lesme, Carlos López y Walter Rojas. A los componentes del 90 les sorprende por sobre todo ese tiempo de desgarrado canibalismo que se vivió tras la irrupción del proceso democrático. Los intelectuales pasaron a ejercer directamente la política y unos pocos representantes de la literatura paraguaya de diversas generaciones no esconden la cara sino que desafían el nuevo tiempo que ya estaba instalado.

            Los años 90 presentan una rara nomenclatura, pues por un lado aparece un grupo que si bien nada tiene que ver generacionalmente en cuanto a edad, es en este periodo de transición en que ofrecen una alta producción literaria, especialmente en narrativa, donde descolló el Taller de Cuento Breve, que tiene publicados más de seis antologías de cuentos. De ese mismo Taller también sobresalieron algunas poetisas que, paralelamente a los autores más jóvenes de esta promoción, dan a conocer sus poemas en bien elaborados libros: Luisa Moreno (1949), María del Carmen Paiva (1942-2005), Elinor Puschkarevich (1941), Nora Friedmann (1953). Integran también el Taller de Cuento Breve a cargo del crítico, poeta y narrador Hugo Rodríguez Alcalá, las siguientes narradoras: Neida Bonnet de Mendonça, Stela Blanco, Carmen Escudero de Riera, Emi Kasamatsu, Dirma Pardo de Carugatti, Raquel Saguier, María Beatriz Bossio, María Luisa Bosio, Susana Gertopan, Maybel Lebrón de Netto, Lucy Mendonça de Spinzi, Gloria Paiva, Margarita Prieto Yegros, Susana Riquelme de Bisso, Yula Riquelme de Molinas, Lita Pérez Cáceres y Estela Flores.

            Por otra parte, también en la década del 90 hacen su aparición algunos poetas que trabajan y publican de manera totalmente independiente, divorciados casi de los cenáculos pero participando esporádicamente de los eventos y animaciones culturales. Componen este grupo: Fernando Pistilli (1972), Romualdo Santacruz (1952), Tory Lubeka (1962), Miguel Ángel Caballero Mora (1967), Anuncio Martí (1960), Juan Carlos Rodríguez Guerrero (1960), Derlis Mereles (1972), Chiquita Barreto Burgos (1947) Iván González (1966), Francesco Gallinari Sienra (1978), Gilberto Ramírez Santacruz (1959), Andrés Colmán Gutiérrez (1961), Milia Gayoso (1962), Adriana Cardús (1952), Hermes Giménez Espinoza (1952), Luis Hernáez (1947), Michael Brunotte (1963).

 


BIBLIOGRAFÍA

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ENTREVISTA A JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO, DOCTOR EN LITERATURA

Y CATEDRÁTICO UNIVERSITARIO EN ESPAÑA. UNO DE LOS ESTUDIOSOS

EUROPEOS QUE MEJOR CONOCEN LA LITERATURA PARAGUAYA.

(ARTE Y CULTURA - FEBRERO, 2006)

CRÍTICO Y CATEDRÁTICO ESPAÑOL HABLA DE LA LITERATURA PARAGUAYA


Por considerar de importancia y para entender lo que ocurre con la literatura del Paraguay, se pudo concretar una interesante entrevista con José Vicente Peiró Barco, probablemente uno de los que más saben de literatura paraguaya e hispanoamericana. El también columnista de la revista Arte y Cultura (Paraguay) es profesor de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Jaime de Castellón, una ciudad a sesenta kilómetros de Valencia. En el 2005 fue nombrado presidente de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana y secretario de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios, bajo la presidencia de un catedrático que ha visitado en dos ocasiones Paraguay, Pedro J. de la Peña. Peiró Barco se doctoró en 2001 en la UNED de Madrid con una tesis sobre la narrativa paraguaya (1980-1995) realizada durante seis años de su vida y que tiene más de 2.000 páginas. Tiene 44 años y desde hace 10 busca como objetivo “normalizar” los estudios paraguayistas en España.

—¿Qué está haciendo Vicente Peiró actualmente en España?

—Estamos consolidando en el ámbito de mi universidad una disciplina, como es la Literatura Hispanoamericana, a la que los valencianos siempre hemos dado la espalda. No sólo intentamos implantar y desarrollar la materia en el marco universitario, sino también con conferencias y actos destinados al público medio castellonense, de cara a facilitar su conocimiento. Presido los premios de la crítica literaria valenciana, muy parecidos a vuestro Roque Gaona, lo que me obliga a estar al día en la creación de mis paisanos y, en general, en la española, además de desempeñar mis funciones como crítico en algunas publicaciones periódicas. Entre tanta actividad, encuentro menos tiempo del deseado para investigar y para seguir dedicándome al estudio de la literatura paraguaya, pero sigo interesado por su evolución, por su pasado y por sus novedades. Al fin y al cabo, no me debe faltar el alimento, ni a mi familia, lo que obliga a expandir los campos de trabajo.

—¿De dónde llega la idea de dedicarse a la literatura paraguaya?

—Cuando inicié los cursos de doctorado allá por 1993, salió a la venta El Fiscal, de Augusto Roa Bastos. Yo había quedado cautivado durante mis estudios de la calidad de Hijo de hombre y de la belleza de sus cuentos. Admiraba los alardes técnicos de Yo el Supremo, aunque ésta fuera una obra muy cerebral, construida como lo haría un arquitecto con su mejor proyecto de monumento. Fue entonces cuando me propuse aprovechar la edición de El Fiscal para, a partir de ella, examinar la obra de Roa Bastos, el único escritor paraguayo que publicaba entonces aquí en España. Finalizado el trabajo, mi director de tesis, el catedrático D. Antonio Lorente Medina, decidió que lo mejor era investigar en Paraguay; en qué se estaba publicando allí, puesto que nadie conocía el presente de la literatura de vuestro país. Y me embarqué en 1995 en esta actividad, en la que creo haber desarrollado un trabajo muy positivo, incluso en el ámbito personal. Mi tesis no fue un trabajo de encargo: fue una decisión mutua tomada entre mi director de tesis y yo, con una perspectiva amplia fundamentada en la inclusión de la mayor parte de obras narrativas paraguayas. En el plano personal, yo había mirado al Paraguay siempre con simpatía. No sé, me hacía gracia el nombre del país cuando era un niño y reunía cromos de futbolistas (era y soy un buen aficionado futbolístico). Había muchos futbolistas paraguayos en aquella España tardofranquista; todos decían que eran hijos de españoles, y alguno incluso expresó a su llegada al aeropuerto de Madrid que su madre era de Celta de Vigo (el Celta es el nombre de un equipo de una ciudad gallega llamada Vigo). Recuerdo aquellos nombres: Cayetano Re, Lobo Diarte, Nino Arrúa, Romero (un portero del Español de Barcelona), Ocampos, Amarilla... Muchos. Paraguay era un país querido. Y el azar acabó depositándome allí. Además, tengo algunos buenos amigos paraguayos en España que me empujaron hacia vuestro país y se lo agradezco y que además están conmigo y con mi trabajo siempre.

—¿Es conocida por lo menos parte de la literatura paraguaya en España?

—No, nada. No se conoce nada. Puede parecer una afirmación tajante, pero es la realidad. El lector medio, nada. El lector especializado, nada. Fallecieron Elvio Romero y Augusto Roa Bastos y se murió el conocimiento de la literatura paraguaya en España. Sólo seis o siete profesores os conocen con un mínimo de suficiencia. Los manuales de literatura hispanoamericana siguen detenidos en el tiempo, en Yo el Supremo. Y la gente: se quedó en Roa Bastos.

—Hay causas de ello adscribibles a la lectura española.

—Ciertamente, la literatura hispanoamericana fue un instrumento intelectual antifranquista y esencial durante los primeros años de la transición democrática. Tenía mucho sentido para nosotros leer Cien años de soledad y las novelas sobre dictadores no digamos: eran un instrumento político directo contra una dictadura yacente pero con su espíritu muy vivo. Con el tiempo, la literatura hispanoamericana ocupó el mismo lugar que cualquier otra, que la noruega o la nigeriana, y los países con menor implantación de autores, como es el caso de Paraguay o Bolivia, se han ido quedando con los restos del pasado. Fallecidos ellos, no ha habido quien ocupe su lugar. Pero es porque simplemente la literatura hispanoamericana no tiene el sentido simbólico de hace 30 años. Hay muchos autores hispanoamericanos que publican pero casi todos tienen una relación íntima con España, salvo los mexicanos y algunos argentinos. Es difícil encontrar alguno que publique sin moverse de su país. Centrándonos en la literatura paraguaya, creo que no ha habido suficiente esfuerzo en su difusión, ni por parte de España ni por parte de Paraguay. No ha existido una acción coordinada para el desarrollo de su conocimiento. Nos hemos quedado en matices exóticos para los españoles, en curiosidades como la lengua guaraní o la acción de los jesuitas, pero no se ha “vendido” la cultura del país en el exterior y es imposible depender de las iniciativas individuales para ello si no existe un interés en hechos de las autoridades culturales de ambos países.

—¿Qué le parece, se lee más o se lee menos hoy día?

—Se lee más. Al menos en España y creo que en Paraguay también. El nivel educativo general es muy superior al de hace treinta años. Otra cuestión es qué se lee. No me parece mal que un joven lea El Código da Vinci o las novelas de Harry Potter. El problema es que el lector adulto accede a obras banales porque las promocionan las editoriales. La competencia con los medios de comunicación electrónica es enorme. Sin embargo, nunca se han editado tantos títulos, y ello es signo de que hay lectores. Sí se ha perdido, en cambio, la literatura oral: ya nadie cuenta historias entre adultos alrededor del fuego invernal o en las calles de Barrio Obrero de Asunción porque sólo se escucha la televisión.

—¿Cuál es la influencia de los medios electrónicos en la lectura? Roger Chartier habla de volver a las fuentes a los libros.

—Los medios electrónicos pueden contribuir a la lectura. La televisión quizá no, aunque dadas sus aburridas programaciones es posible que favorezca el interés por otras actividades como la lectura. Tampoco me parece mal que se lea en una pantalla informática, aunque sea incómodo. Lo importante es que se lea y se reflexione sobre lo que se lee, y aquí es donde surge el problema. Es más importante detener la velocidad de vértigo en que vivimos para dar paso a la posibilidad de pensar y de recuperar los valores inmateriales. Dar utilidad a lo que el materialismo valora como inútil debería ser el fundamento de nuestra lucha como docentes y personas que tratan de influir en la sociedad. Todo instrumento es útil: lo importante es la forma en que se utilice. Incluso hay libros “malignos”. La tecnología debe ayudarnos pero nunca subyugarnos, y esto depende de la formación y la personalidad de cada individuo, al que hay que educar en la libertad, la cultura, la autodisciplina y el respeto.

—Se dice bastante que Internet, por ejemplo, da información pero no profundización.

—El problema es que el lector esté educado para reflexionar ante lo que lee en una pantalla electrónica o en Google. Internet es un instrumento que permite la difusión de la literatura, e incluso de la crítica: nadie lo puede negar. Sin embargo, no se ha de sacralizar su uso: cualquiera puede incluir cualquier falsedad. Es el caso de un famoso poema atribuido a Pablo Neruda que en realidad pertenece a un joven español. Todo el mundo ha creído que era de Neruda, salvo los que conocen bien la obra del poeta chileno, cuando no era así. Yo puedo colgar ahora mismo un poema y atribuirlo a Leonardo da Vinci. Si logro extender la web entre amigos y conocidos, la cantidad y la insistencia convierten la mentira en verdad. Es como un rumor falso que se extiende: al final mucha gente lo cree. Los contenidos de Internet no son fiables. En cambio, un libro requiere una revisión, un trabajo concienzudo, un proceso de publicación, unos expertos que lo valoren. Es muy difícil que una mentira se institucionalice cuando procede de un libro. Sin embargo, Internet da contenidos sin rigor, sin un proceso de comprobación, y, por supuesto, nadie imagina que mi extensa tesis doctoral de dos mil doscientas páginas se pueda leer tranquilamente en una pantalla. Internet lanza flashes: no desarrolla ideas, pero esto depende del contenido que se le dé. Internet es a la ciencia y la cultura como un McDonalds de fast-food a un restaurante de élite francés. Es útil para un momento concreto pero no para asentar el apetito intelectual.

—¿Qué puede decir de la literatura española actual?

—Vivimos en una época de mercantilismo liberal. Esto supone que los libros sean un objeto de consumo por encima de un objeto de conocimiento, es la realidad y tenemos que asumirla. En España se publican alrededor de setenta mil títulos al año. Un uno por ciento de ellos son un total de setecientos. ¿Quién puede leer setecientos títulos al año? Sólo los profesionales del libro. El lector se pierde entre tanto totum revolutum. Los medios de comunicación se encargan de la promoción de obras de periodistas metidos a sabios, y, como decía un chiste del malogrado humorista español Perich, un buen periodista es aquel que habla mucho de todo y sabe poco de todo. El periodista vive de la urgencia; el intelectual verdadero no tiene prisa en desarrollar una investigación hasta que no posea todos los datos. Son dos mentalidades bastante divergentes y esto hay que tenerlo en cuenta para examinar el libro que se está publicando. Un periodista o un famoso venden; un intelectual, no, porque no posee los medios y el acceso a la propaganda de sus obras. Y como el famoso vende, las editoriales, que están para ganar dinero también, les publican, y con una velocidad insólita porque los libros desaparecen de las librerías a los tres meses de haberse editado.

Otra cuestión es qué obras literarias se están escribiendo. Para mí, y es mi opinión, es difícil encontrar una buena novela o un ensayo competente. El caso de la poesía es distinto porque las editoriales son conscientes de que se dirigen a una minoría. Pero hallar una novela digna es complicado. Nunca se ha publicado y escrito como ahora pero cantidad no es sinónimo de calidad. Sinceramente, me aburre esta literatura medioburguesa que se está creando. No hay pasión, todo es frío, los personajes son aburridos y están dibujados en la mediocridad o en la aventura nocturna común. Es el signo de escritores que sólo pueden contar historias cotidianas poco atractivas para quien goza de una vida fértil, como suele ocurrirle al buen lector. Cuando encuentras algo distinto, surge la polémica sobre su contenido. Pasó con una novela como Soldados de Salamina. No hay una literatura española que nos cautive y todo su canon se rige por la comercialidad. Obras bien escritas, correctas, pero escasamente atractivas para quien busca algo más que simples historietas de kiosco. Y es posible hallar buenas obras, en ocasiones, entre algunas ediciones de pequeñas editoriales. De la misma manera que la sociedad ensancha las distancias entre los ricos y los pobres, el mundo del libro está quebrado entre los grandes grupos editoriales y las pequeñas casas que subsisten como pueden. Pero los pobres dan lo mejor de sí, mientras el rico actúa con prepotencia.

—¿No se repitió nunca aquel Segundo Siglo de Oro, que aunaba a los del 27?

—En la era del individualismo es difícil hablar de generaciones. No hay proyectos comunes, ni definiciones generales. Cada uno va a su ritmo y se rige por sus intereses. Para un escritor es importante seguir su propio camino sin importarle el resto de coetáneos. Es normal en esta sociedad en que vivimos, y al fin al cabo el escritor es un ser social. Ocurre en todos los ámbitos. El oro importa más que el siglo de oro.

—Se globaliza el mundo, y muchas veces la estupidez, ¿cómo reacciona el escritor de hoy ante ese fenómeno?

—El escritor de raza ha de ser más “políticamente incorrecto”. Siempre lo ha sido y ¿por qué tiene que dejar de serlo ahora? El escritor debería reaccionar ante el economicismo globalizador y el fracaso de la inteligencia. No sé si la globalización tiene consecuencias positivas o negativas, para decirlo están los sociólogos y los historiadores, pero lo cierto es que añoro las obras que denuncian al poder por sus cimientos y no por la mera anécdota. ¿Has encontrado alguna obra que hable de la explotación en la economía china, por ejemplo? El escritor debe volver a ser un gurú en nuestra sociedad y lo ha de conseguir él solo, sin ayudas ni subvenciones económicas del poder.

—Hoy día la literatura es un pasatiempo o una herramienta para abrir sendas, para hacer pensar, para cambiar. ¿Qué es realmente la literatura para la gente de hoy?

—Para la gente media la literatura significa poco, por no decir nada. Un pasatiempo más en la sociedad del ocio. Preguntémosle a un ciudadano español medio si es capaz de darnos el nombre de diez escritores vivos que editen anualmente. No creo que haya más de un diez por ciento de españoles que sean capaces de nombrar a cinco que no sean personajes televisivos. Hablo de España porque estoy en contacto diario con el mundo literario. Si nos vamos a Paraguay, la cifra, desde luego, puede aterrorizar, aunque allí todo el mundo se conozca. El escritor tiene escasa relevancia social, digan lo que digan los políticos y aunque se esfuercen en crear premios internacionales. Un famoso que se dedica a vagar cobrando por las televisiones tiene más influencia. Se está creando un aura de malditismo social donde o escribes en la prensa y sales en la televisión o no eres nadie. Y el buen escritor necesita tiempo para madurar sus obras, con lo que su actividad está reñida en ocasiones con la urgencia de los medios de comunicación. El lector ve el libro como una distracción que le permite pensar. El problema es que si el pensamiento del escritor que hay en las estanterías es light, poco puede pensar.

—¿El trabajo de la crítica literaria es más científico hoy día?

—Hay dos tipos de crítica literaria. Una es la universitaria, la académica, cuya finalidad es científica. Otra es la periodística, la de urgencia. La universitaria presenta una salud envidiable, a pesar de la crisis del estudio de las letras por la inviabilidad profesional de carreras como Filosofía y Letras, Humanidades o Filología. Nunca se ha escrito tanto y con tanta profundidad, sin caer en la pedantería y el autobombo. No podemos decir lo mismo de la periodística, donde predominan los intereses comerciales en ocasiones. Un importante periódico de España despidió a uno de sus mejores críticos, Ignacio Echevarría, porque había valorado de forma negativa una de las novelas estandarte de la editorial del grupo mediático al que pertenece ese diario. Acudes a los suplementos literarios de la prensa y encuentras las mismas obras reseñadas en todos y con valoraciones tan semejantes que a menudo resulta difícil distinguir a un crítico de otro. También se impone el valor de la amistad o el de la conveniencia entre los críticos: yo te pongo bien una obra y luego me pones de jurado en uno de los premios que tú controlas. Estos “intercambios” son frecuentes; son índices de la mezquindad en que vivimos. Afortunadamente, la crítica universitaria está al margen de los intereses comerciales. Sin embargo, falla el escalafón medio: el que comunica la universidad con la población. No existe. Y ese papel es el que debería ocupar el crítico literario de prensa. Por otro lado, habría que preguntarse si la excesiva arrogancia del crítico universitario no ha provocado su pérdida de autoridad social, pero es otro tema.

—¿Hay alguna inversión estatal para la investigación literaria en España?

—Escasas. Depende mucho de la voluntad de la gente. Además, dado el fragmentarismo autonómico de nuestro país, dependemos del gobierno regional de cada uno con frecuencia. El mío, el valenciano, posee un concepto de la ciencia como algo restringido al ámbito práctico: medicina, ingeniería, alimentación... La literatura no es útil para la ciencia, según mis políticos locales. Se entrega un premio de ensayo y, con él y cuatro premios de licenciatura, ya se cumple el papel de protector de la inteligencia. Autonomías como la valenciana son indiferentes a la investigación humanística. Y yo diría que a la práctica porque nos falta agua y no hay proyectos serios para la búsqueda de los pozos subterráneos que existen. La universidad es otro mundo. En ella sí que se realizan investigaciones pero los operarios son muchos para la escasa mies existente. No es tan fácil crear una unidad de investigación literaria en condiciones. Y, desde luego, sólo existen becarios: hay pocos investigadores profesionales que puedan dedicar todo su tiempo a la actividad; el personal universitario ha de impartir clases, rellenar formularios burocráticos y dedicarse a las relaciones públicas para conseguir dinero.

—¿Qué proyectos concretos tiene hacia el Paraguay?

—El principal proyecto es que las miles de páginas que tengo escritas sobre literatura paraguaya se publiquen. No es que esté reclamando una enciclopedia “José Vicente Peiró”, sino que demos al conocimiento general lo que yo ya conozco. A todos nos hacen falta estímulos para continuar trabajando. A quienes verdaderamente les interesan mis trabajos son al paraguayo y a su cultura, y serían los grandes beneficiados de mi mayor presencia en el país. Ese es mi gran proyecto, pero no creo que se convierta en realidad, aunque ojalá me equivoque. Muchas veces te preguntas para qué voy a seguir escribiendo sobre literatura paraguaya si mis creaciones son incapaces de ver la luz en forma de libro.

Sin embargo, sigo leyendo las obras que recibo y las que encargo. Continúo trabajando en silencio, como me gusta. Ahora mismo estoy leyendo La rosa azul, de Rubén Bareiro Saguier, el Premio Nacional último. Tengo ya encima de la mesa un libro de cuentos de Neida Bonnet y la poesía completa de Ortiz Mayans, que acabo de recibir de manos del profesor Julio Rafael Contreras. Voy tomando notas, dándoles consistencia, pero mis conclusiones no saldrán al público hasta que no se garanticen como edición.

Estoy a punto de concretar un proyecto para editar una pequeña historia de la literatura paraguaya en España. Es factible, pero será un trabajo muy breve, de apenas doscientas páginas. Pero hay que empezar por los cimientos para construir una casa en la que llevo empeñados doce años de mi vida. Y me he dado cuenta de que lo he de hacer yo, y que ningún estamento oficial, salvo tu universidad, ni privado, es capaz de ayudarte. Hablar de literatura paraguaya es mentar lo exótico insignificante, y eso no vende suficiente aquí.

—De lo que ha leído de literatura paraguaya, ¿cómo calificaría lo que se hace actualmente?

—Para mí fue una sorpresa encontrarme buenas obras hace diez años, pero también es una sorpresa que se haya mantenido el nivel óptimo general. Ahora incluso las publicaciones tienen mayor extensión, o al menos la adecuada, y hay que alabar el esfuerzo de las editoriales. Creo que la novela histórica, tan de moda en el tránsito de siglos, está difuminándose como boom, y centrándose en su papel como un subgénero más entre otros. Tampoco me extrañaría que algún autor escribiera sobre los misterios de los pomberos al estilo Código da Vinci, porque Paraguay es rico es tramas secretas y sucesos extraños, como así vaticinó Manuel E. B. Argüello en el prólogo de La risa del diablo. También creo que volvéis a la obra que trata sobre problemas comunes y créeme que me interesa muchísimo esta cración. Paraguay plantea enormes deficiencias sociales y ahí existe un germen de argumentos masivos para el autor y los autores empiezan a entenderlo así. Las estructuras políticas actuales permiten su esperpentización y la crítica al poder con medios incluso humorísticos, y por ahí está caminando una parte de novelas. La poesía paraguaya discurre dentro de una madurez insospechada hace veinticinco años, poco antes de que Villagra Marsal fundara la colección Alcándara. Ya no es poeta el autor que publica dos libritos y se siente bohemio en potencia. Ahora se exige más, aunque quede mucho por realizar.

La edición teatral sigue enclaustrada, aunque eso sucede en todos los países.

Y el ensayo actual no mejora a los grandes nombres de José María Rivarola, Irala Burgos o el mismo Roa Bastos. Se ha mejorado la calidad de los trabajos científicos, pero aún son insuficientes. Pero la literatura de ficción está radiante, más que nunca en la historia del país, a pesar de la desaparición de Augusto Roa Bastos y de otros grandes nombres en los últimos años. Sin embargo, palpo la desmoralización de los grandes autores vivos. Que un poeta como Jacobo Rauskin no publique en España o en Francia con regularidad, es triste. La literatura paraguaya es posiblemente más trascendente que la española en la actualidad, pero no transciende y queda reducida al ámbito nacional. Ni siquiera Buenos Aires abre caminos en estos momentos.

—¿Qué podrías resaltar finalmente?

—Simplemente añadir que voy a seguir trabajando el resto de mis días sobre la literatura paraguaya. Es parte de mí y de mi vida. Es posible que próximamente viaje a Asunción, pero me gustaría recorrer diecisiete mil kilómetros para trabajar y ayudaros con una modesta contribución personal. Creo que podría ser una de las mejores maneras con las que mi país podría cooperar culturalmente con una nación tan necesitada de empujones benignos como es el Paraguay. Me gustaría organizar un taller literario donde debatamos en común los problemas de la crítica, la investigación y la docencia universitaria, por ejemplo. Me apetece enseñar mi experiencia: contar a los paraguayos cómo investigar, cómo encontrar fuentes, a seguir una pista investigadora y a saber dirigir una tesis doctoral consistente de algo más que cien páginas. Sobre todo intercambiar experiencias. Es mi deseo y espero que así se cumpla. No sé quién tendría que encargarse de ello pero aquí estoy a vuestra disposición siempre.



 ENTREVISTAS 2011


DELFINA ACOSTA (Asunción, 1956)

"Mi literatura es mi forma de ser. Yo me expreso a través de la poesía y del cuento"

            Defina Acosta se destaca como periodista, poeta y escritora. Desde el Suplemento Cultural del diario ABC de Asunción, Paraguay, se dedica a difundir ampliamente toda la producción literaria de nuestro país. Está considerada en la actualidad como una de las poetas de mayor solidez en Paraguay, por la amplitud temática y la alta calidad expresiva de sus obras.

 

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritora o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Aparezco con la llamada generación del 80. Nos reuníamos los poetas integrantes del Taller de Poesía "Manuel Ortiz Guerrero", a charlar, a discutir, semanalmente, en la oficina o estudio jurídico de Moncho Azuaga. No había motivos concretos para llegar a un punto en común, a un acuerdo, y me alegra que así haya sido, pues en las discusiones se aprendía a crecer.

            Yo creo en el ir y venir de las ideas que despiertan inquietudes.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -He aprendido a amar más que nunca los valores del clasicismo en la poesía y en el arte. A mí no me llamaban la atención los poemas escritos a las corridas, los mensajes surrealistas, sino las obras que iban creciendo y purificándose dentro de un lenguaje sencillo, accesible para todos los lectores.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Una promoción brillante. Vivíamos por y para la poesía. Y éramos anárquicos. Y la anarquía le daba un toque de genialidad, no de improvisación, a nuestro grupo generacional.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Las generaciones predecesoras han mantenido la palabra poética dentro de las más firmes exigencias. Un libro paraguayo que llenó mis expectativas es "Tiempo y Tiniebla", de Josefina Plá. Ese volumen ha llenado mis expectativas porque el lirismo aborda formas innovadoras e inquietantes.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -En Paraguay existe la crítica. En otros países, también. Pero hablo de una crítica débil y a veces confundida con el amiguismo. Ningún país del mundo vive libre de las críticas de los compadres o compadritos, que dan vueltas elogiosas y jugosas en torno a un personaje literario sin explicar los valores reales de su obra de arte.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -De la misma manera de siempre. Escribiendo bien. Llevando un mensaje de belleza. La belleza es lo que busca el mundo. Si escribimos sin buscar la belleza, no deberíamos caer en la ingenuidad de llamarnos poetas.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -El arte está al servicio de una época. Tiene que elevar el alma del hombre. La lectura de un poema debajo de un jazminero puede más que la miseria del mundo. Mi responsabilidad es comentar los libros de escritores paraguayos y extranjeros. Y ser testigo fiel del arte, pues me ha sido dada la poesía sin que yo la pidiera.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Estamos muy comunicados los escritores paraguayos con el resto de los poetas gracias a Internet. Internet equivale no solamente a un fenómeno de la era tecnológica, sino a grandes y valiosas posibilidades de tener acceso a un lenguaje universal. Los libros en papel no salen de sus fronteras, salvo aquellos que contienen obras de autores clásicos, que aseguran la venta del material. Cito, por ejemplo, a Albert Camus, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez.

            -Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales. La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Me limitaré a decir que la narradora y cuentista Mabel Pedrozo valoriza el libro nacional. Su libro de cuentos "Las arrugas de la virgen" está a la altura de cualquier texto de Julio Cortázar. En cuanto a la poesía, ella sigue un curso de ampliación y renovación. Está entrando en un proceso que ya era más que necesario para su propia madurez.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -El ambiente cultural es muy pobre.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Hacen lo que humanamente pueden desde suya larguísima imposibilidad de generar una cultura paraguaya que sea reconocida en el exterior.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Se tocan. La literatura puede generar grandes experimentos dentro de la observación del drama de la pobreza en que vive sumergida nuestra sociedad.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -No claudicó. Hace lo que puede.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? ¿Muerte o metamorfosis?

            -No hay crisis. En todo caso se puede hablar de libros mediocres. Pero la mediocridad es un mal mundial. La gente sigue escribiendo. Está siempre en la búsqueda de algo. Y ese "algo" es inquietante.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Josefina Plá y Mabel Pedrozo.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Mi literatura es mi forma de ser. Yo me expreso a través de la poesía y del cuento y encuentro natural que así sea por razones que el sicoanálisis podría revelar. No puedo hallarme cómoda fuera del lenguaje. Tal vez esta situación mía es una señal de neurosis. No importa. Cuando no escribo o no leo, me mareo, no entiendo el mundo y me siento disminuida. Es a través de la palabra que retomo mi papel y mi esencia dentro de la sociedad.

 

 

LITA PÉREZ CÁCERES (Asunción, 1940)

"Los escritores no cambian el mundo, pero pueden ayudar a los lectores a tener ideas claras para hacerlo"

 

            Lita Pérez Cáceres es una prolífica narradora que, si bien enriqueció toda su formación literaria en Buenos Aires, nunca ha perdido contacto con su tierra natal. Su reinserción al país fue más que fructífera llevando en cuenta la gran cantidad de libros de cuentos que ha escrito, además de numerosos premios. Ella respondió a las requisitorias del cuestionario.

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritora o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Como escritora aparecí en 1985, cuando dos cuentos enviados al Concurso Veuve Clicquot fueron premiados. A partir de entonces sentí que estaba preparada para publicar y lancé un libro de cuentos, "María Magdalena María", en 1997. Cuando comencé a escribir nadie me conocía, la industria editorial no iba a arriesgarse a editar el libro de una desconocida. Luego, fui haciéndome un poco más familiar en el mundo de las letras gracias al periodismo y fue más fácil hacer que creyeran en mí.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Ha influido de manera decisiva, estoy convencida de que todos los procesos intelectuales están conectados y de que la mente selecciona las experiencias vividas para volcarlas después, en el caso de los escritores, como literatura. Muchas mujeres que aparecen en mis obras soy yo, o mejor dicho la que quise ser, o la que temo haber sido.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -No me siento parte de una generación y menos de una promoción, no olvides que comencé a publicar muchos años después de haber cumplido los 22. Soy del grupo de las escritoras del Taller de Hugo Rodríguez Alcalá, mis compañeras de ese grupo resultaron ser también mayores y con vocaciones postergadas que canalizaron finalmente, que se revelaron como excelentes escritoras. Soy muy optimista en cuanto a las nuevas generaciones que tienen un cúmulo de estímulos que las anteriores no han tenido, la gente joven escribe y muy bien. Además hay otros caminos artísticos ligados con la literatura, como el cine -que siempre necesita de un guión-, que han captado la atención de los jóvenes.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Creo que las generaciones que dieron inicio a la literatura en nuestro país hicieron camino para las que vinieron después y han cumplido con los requisitos para integrar un corpus literario con nuestra peculiaridad e idiosincrasia. Desde los novecentistas hasta hoy es mucho y bueno lo que se ha producido. Fueron varios los libros que me impresionaron, como "La Babosa" y la saga completa de Casaccia; "El trueno entre las hojas", "Hijo de Hombre", por nombrar los clásicos. Entre los contemporáneos, dentro del espectro amplio de las publicaciones recientes, rescato "Ese interior reino de nada", de Luis Hernáez, y "Madejas de Clío", de Gloria Muñoz Yegros. Hay otros libros inefables para mí, como un poemario de Nila López: "La condición amorosa"; uno de los primeros de Delfina Acosta, creo que es "Todas las voces mujer", y su último libro de cuentos, "El club de los melancólicos".

            Me gustan, en especial, los escritos por mujeres que demuestran, en cada línea, haber superado todas las barreras que les impedían la libre expresión de sus pensamientos.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -Sí, claro que existe, pero pocos se animan a ejercerla por el simple hecho de que los críticos son amigos de los autores y la mayoría de los escritores quieren críticas laudatorias.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -No creo que los escritores tengan tanto protagonismo como el que merecen y la gravitación de ellos es nula en el sentido de que no ocupan lugares de decisión. Los escritores no cambian el mundo, pero pueden ayudar a los lectores a tener ideas claras para hacerlo.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -El arte al servicio de la calidad, el único compromiso del escritor, su única responsabilidad, es hacer buena literatura y, si se siente comprometido con una idea política y es capaz de escribir sin hacer panfletos, pues, adelante, que lo haga.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Si hablamos específicamente de Paraguay, creo que se avanzó mucho; hoy los libros son un tema recurrente y, si hace dos o tres décadas ser escritor era considerado una rareza, en este siglo es un tinte de honor. Ahora bien, nuestra mediterraneidad conspira en contra de la difusión de nuestras obras así como el mercado limitado, aunque ha crecido, y la mejor prueba de ello es la continuidad exitosa de las editoriales y la creación de otras nuevas.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -La edición de libros nacionales aumentó muchísimo, la calidad es despareja, porque como está de moda ser escritor, muchos se animaron a publicar sus obras aunque no estén preparados para hacerlo. Por otro lado, los escritores de verdad, los creadores, están tropezando con vallas económicas para la publicación de sus novelas y poemarios. La calidad de la narrativa -en mi opinión- está en un buenísimo nivel. No opino sobre poesía, porque conozco muy poco.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -La realidad paraguaya ha sufrido cambios muy profundos, pese a que no los notemos, porque se fueron produciendo como algo natural. Yo regresé en 1962 al Paraguay y, en ese tiempo, era casi imposible ver en las calles a chicas solas, sin que las acompañaran una chaperona o su madre. Eran muy pocas las que trabajaban. Hoy son mayoría las jóvenes que estudian, trabajan y salen a bailar solas. Ese es un cambio cultural súper importante en la sociedad y en la manera de tratar a la mujer. Los hombres dejaron de ser los machos proveedores, tomaron los bolsos para ir al supermercado y comenzaron a cambiar los pañales del bebé.

            En política, la transición fue tiempo de aprendizaje para un electorado que había estado sometido por muchos años, hoy aprendió a votar y a elegir. Pero hay políticos que no supieron conquistar al pueblo paraguayo. Pienso que hay una juventud que desea cambiar lo que está mal, sin violencia. Mi opinión es que no debemos esperar que la situación mejore por obra y gracia de un "mesías", debemos interesarnos en lo que pasa y ejercer nuestros derechos, luchar para que se cumplan.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Hay escritores que ocupan cargos en el campo de la cultura en este Gobierno, ellos trabajan para que mejore la situación de los creadores. Realmente no sé qué hacen los otros ni tampoco si los funcionarios pueden lograr todo lo que se proponen, pero en tanto siga siendo el escritor un testigo de su tiempo, ya veremos en sus obras lo que han estado haciendo.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Al contrario, el escritor es un político por excelencia -nada sucede fuera de su realidad y nada deja de impresionarlo-, solo que la labor literaria es excluyente, devoradora, posesiva y queda poco tiempo para la militancia.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -No lo creo, la función de la palabra no se ha perdido, de ninguna manera. Ahí está Mario Casartelli. Repito que el único compromiso del escritor es con la literatura. Si a través de sus obras puede transmitir sus ideales, sus denuncias, mucho mejor.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? ¿Muerte o metamorfosis?

            -No entiendo esta visión apocalíptica que tenés. En un mundo cada vez más conectado y en un país pobre como el nuestro, que pese a su situación sigue fundando bibliotecas, la literatura no morirá. Pero sí encontrará otras vías para comunicar sus inquietudes. Quizás nunca se imponga el libro virtual, pero no podés negar que gracias a Internet se puede acceder a obras que de otra manera no hubiésemos tenido el placer de leer. Esa puede ser la metamorfosis que mencionás.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Nos quedan Mónica Bustos, Irina Rafols, Laura Restrepo, Fernando Vallejos, Ricardo Rocanglolio y Hernán Rivera Letelier, entre otros narradores, por nombrar solo algunos. No conozco los nuevos poetas.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Ojala pudiera decir mi literatura, pero no llega a tanto mi obra. Quizás haya forjado un estilo cada vez más despojado, gracias al oficio de periodista, donde el espacio es oro y se van eliminando como malezas los adjetivos innecesarios. Creo que mi literatura es esencialmente feminista en el sentido de que mis personajes y sus luchas y conquistas son femeninos. Mis expectativas son seguir escribiendo, tener la capacidad y la lucidez para hacerlo por mucho tiempo más, desde luego con el objetivo de ser leída.

 

 

MARÍA EUGENIA GARAY (Asunción, 1949)

"No veo ningún proceso de cambio. Aquí no ha variado nada. Se fue el Dictador y el sistema quedó intacto"

 

            Destacada poeta y narradora, ha obtenido importantes premios y reconocimientos por su abundante labor literaria, caracterizada por la calidad estilística y la sensibilidad. Ha publicado numerosos libros e incursionó en todos los géneros literarios. Estas son sus respuestas a las preguntas realizadas.

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritora o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Siempre me gustó escribir, me resultaba más fácil expresar mis ideas por escrito que verbalmente. En el colegio ya me destacaba por mi facilidad para enhebrar ideas, en las composiciones literarias. Al integrar la Academia Literaria del Colegio Teresiano, comienzo a dar a conocer mis primeros poemas. En el año 1971 gané el premio "René Dávalos", organizado por la Revista Criterio, uno de los miembros del jurado era Augusto Roa Bastos y eso me impulsó a continuar. Posteriormente, a inicios de los años 80, empiezo a publicar en el Suplemento Cultural del Diario ABC Color algunas poesías, entrevistas y críticas literarias. Seguí la carrera de Periodismo, pero vivíamos en ese tiempo bajo una férrea dictadura y no existía libertad de expresión; ante esa coyuntura, preferí trabajar en un banco. Ese entorno nos encasillaba forzosamente dentro de ciertos límites, quien los transgredía pagaba cara su osadía. Era como vivir en un universo kafkiano, con ribetes de oscuridad, delación, envidias, inseguridades, persecuciones, pobreza. La gente era arrancada de sus hogares, las desapariciones de personas eran moneda corriente. Mi padre sufrió la cárcel, el confinamiento, y muchos compatriotas terminaron en el exilio. Es obvio que estas experiencias marcaron a fuego a mi generación.      

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Profundamente. La generación de mi padre sufrió muchísimo porque debió marchar a luchar en la Guerra del Chaco y luego en la Revolución del 47. Mi generación sufrió los estragos de la dictadura que duró 35 años. Eso nos marcó a fuego, si bien tuvimos "paz". Para poder vivir tranquilo, uno debía marginarse. Cuando mi padre caía en desgracia, la gente nos ignoraba, fingían no conocernos, para no contaminarse. Recién hoy, a muchos años de aquello, las personas comienzan a hacer sus catarsis, nadie quería hablar del sufrimiento, porque se nos incrustó a todos a nivel visceral. Nuestras vivencias, nuestras lecturas, nuestras emociones, de a poco sedimentan en ensenadas interiores y se constituyen en parte integrante de ese núcleo donde se origina nuestro modo de encarar las cosas, nuestra forma de pensar, de relacionarnos, de escribir y de obrar. El dolor es un estigma indeleble. Si bien la vida, generosa, cada día nos regala nuevas alegrías.

            -¿Como definirías las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Siempre me admiró ese fuego interior que nos impulsa a la gran mayoría de los escritores paraguayos, que nos sostiene a pesar de un destino que parece solazarse con los escollos, esa fuerza de voluntad que nos alienta y nos anima a continuar, a pesar de las pocas gratificaciones económicas y a poner mucho de nosotros para hacer una Patria mejor. Creo que entre los integrantes de mi promoción hay exponentes muy valiosos, escritores de primer nivel, que podrían destacarse en cualquier lugar del mundo.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Han marcado importantes hitos. Desde que Juan Crisóstomo Centurión escribió la primera novela paraguaya, "Viaje Nocturno", en 1877, mucha agua ha corrido bajo el puente. Entre los escritores de generaciones anteriores a la mía hay plumas magníficas por su colorido, su profundidad, sus matices emocionales, su cadencia y la forma de hilvanar sus ideas. Tenemos excelentes poetas y narradores que nos consustancian con sus relatos. Es muy difícil seleccionar un libro de entre esta rica gama de obras literarias. No obstante, "Diagonal de Sangre", de Juan Bautista Rivarola Matto, es, a mi juicio, una hermosa novela, muy bien construida y con una impecable narrativa.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -En el Paraguay pagamos un alto precio por nuestra mediterraneidad. Otros factores conspiraticios son la pobreza del medio y el número poco significativo de compradores en el mercado, dada por la escasa población. Todo esto revierte en que nuestras obras no alcancen mercados internacionales, en que a un escritor le resulte muy difícil vivir de cuánto gana con la comercialización de sus libros, y hace que la crítica, si bien existe, no sea un factor decisivo que influya notoriamente para la venta de los buenos libros y su posible exportación a mercados externos.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Me alegra sobremanera que Vargas Llosa haya ganado este año el Premio Nobel de Literatura. Es un gran escritor y una persona de firmes principios y claras ideas políticas que no se arredra ante las presiones y las expresa abiertamente. Ha puesto a Latinoamérica y su problemática en la mira del mundo. Es un hombre que se destacó por su talento y ahora su palabra gravita a nivel mundial. Lo pongo como ejemplo ante la pregunta arriba formulada. Tal vez, en nuestro medio habría que unir filas entre escritores y periodistas, de tal manera a lograr que cuanto piensan los intelectuales alcance notoriedad al ser difundido.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -A lo largo de la historia tenemos muchos ejemplos de cómo los grandes intereses creados utilizaron el arte para promocionarse. El artista no puede vivir del aire, necesita una base económica para sostenerse, debe ser remunerado para poder continuar con su tarea y sentirse estimulado a proseguir profundizando en su área. Ojalá volvieran a ponerse de moda los "Mecenas" del Renacimiento.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -La aparición de Internet ha revolucionado el tradicional sistema de comunicación y de publicación. Ahora tenemos al instante, en pantalla, cuanto se publica en cualquier parte del mundo. En mi opinión, tenemos acceso a mucha mayor información, nos actualiza y nos ayuda a ir ubicándonos en el aquí y el ahora.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Creo que hay un magnífico desborde literario. Eso me alegra. Una importante edición de libros nacionales, cosa que años atrás era impensable. Algunos son de muy buen nivel. Tanto en el área de narrativa como en poesía van surgiendo voces reveladoras de que la literatura está alcanzando niveles muy interesantes. Creo que tenemos excelentes escritores.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. Qué opinión tiene al respecto.

            -No veo ningún proceso de cambio. Aquí no ha variado nada. Se fue el Dictador y el sistema quedó intacto. Lo digo como sobreviviente del oscurantismo. Es verdad que ahora, a diferencia del pasado, uno puede salir a gritar a los cuatro vientos su disconformidad o hacer públicas sus ideas con entera libertad. Pero no sirve de nada, a nadie le importa. Porque continuamos con una rosca empotrada en el carro del triunfador, que se aprovecha del poder político para enriquecerse. Viven de espaldas a las necesidades del pueblo, que está cada día más miserable. A eso, sumémosles la inseguridad, el triunfo de las "claques" de los "oportunistas" de turno, y tenemos el mismo cóctel del pasado. En términos de seguridad ciudadana, creo que estamos peor. Y en términos de miseria también: no recuerdo haber visto nunca antes gente escarbando la basura para ganarse la vida, ni mucho menos esa población ambulante y lastimera que sobrevive abalanzándose sobre las moneditas en los semáforos. Tampoco recuerdo niños tirados en las calles, drogados o prostituyéndose en la Terminal.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Hasta donde yo puedo apreciar, no veo que los escritores paraguayos hayamos podido influir sustancialmente, en nada, para afianzar en este presente aquella "Patria soñada".

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Existen algunos escritores a quienes no les interesa la política. Pero creo que a toda persona sensible, habitante de una realidad, circundada por un medio ambiente, que pasa carencias o disfruta de libertades, le interesa medularmente la política, porque es ella la que delinea el mundo que vivimos. Y la vida es lo único que tenemos. En mi caso particular, he mamado la política con la leche materna, mientras mi padre se hallaba en el exilio.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -En mi caso particular, mi palabra está cada día más firme, mis versos son mis estandartes, mis escritos son mis baluartes. Percibo la imperiosa sonoridad interior de un caudaloso río místico, que me obliga a plasmar emociones, angustias, dolores, alegrías, tanto mías como de aquellos otros seres humanos que pasan por las mismas experiencias. Creo que esa es una opción personal; ya fuera uno escritor, músico, pintor, puede decidir si quiere impregnar su arte con sus ideas, sustanciarlo con sus principios o bien, sencillamente, pintar margaritas silvestres que oculten la desgarradora miseria de quien habita en el pintoresco rancho que está un poco más allá.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? Muerte o metamorfosis.

            -El ser humano aparentemente se halla utilizando hoy día el mayor potencial de su creatividad. Nuevos inventos nos asombran constantemente. Facilitan nuestras vidas, hacen más confortables nuestros hogares. No hay crisis del intelecto y mucho menos de la creación. Esto se extiende al campo de la literatura. Y menos aún en nuestro medio, en el que si se abre el diario, se puede ver que casi cada día se lanza al mercado un nuevo libro. Algunos son realmente muy buenos. En mercados más poderosos, muchas obras literarias se transforman en películas y tienen un público masivo. Cuando la gran depresión, en los Estados Unidos, los más destacados escritores escribían guiones de películas para ganarse la vida. Eso produjo cintas cuyos argumentos son realmente fuera de serie. El eje de la literatura siempre serán el ser humano y sus circunstancias. Pero nada es permanente, estable, invariable. Todo cambia, todo fluctúa, porque la vida se desliza entre los días, y ese constante fluir arrastra en su cauce a todo y a todos. Lo que ayer era importante, ahora ya no nos parece así. Porque hemos cambiado nosotros y han cambiado nuestras circunstancias. Eso forzosamente afecta la tarea intelectual del hombre, ya sea en el campo de la música, de la literatura o de la pintura. La literatura siempre va a ir de la mano con la vida, con la emoción, con los sentimientos, porque las palabras enhebradas al papel son resultantes de la catarsis primordial que el ser humano necesita, para que puedan trascender sus más profundas vivencias. Y otros, que lo leen, se sienten entonces interpretados, comprendidos, apoyados.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Creo que la literatura latinoamericana no se circunscribe sólo a un grupo tan pequeño de grandes escritores. Hay muchos escritores excelentes que no han alcanzado tanto renombre, pero cuyas obras tienen gran potencial, cuya palabra es profunda y cuya poesía o narración es vigorosa. Mi gran curiosidad literaria hace que constantemente esté descubriendo muy buenas obras de autores que a veces han pasado desapercibidos. La cuestión de mercado y marketing deviene a transformarse actualmente en un tema primordial cuando uno se pregunta de repente cómo una obra tan mediocre, o una pésima película, o un pintor sin talento, han alcanzado tanta notoriedad.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Circunstancias en las que a veces la vida nos envuelve han hecho que estos últimos cinco años me retrotrajera a mis ensenadas interiores y me dedicara de lleno a leer y a escribir. Robándole tiempo al descanso y aprovechando cualquier rendija que agrietara ese cúmulo de actividades cotidianas que se sumaban torrenciales e inacabables. Día y noche plasmé en el papel mis escritos. Muchas veces, veía clarear el amanecer en la ventana de mi escritorio, mientras yo continuaba tecleando la computadora. La escritura siempre fue mi pasión primordial. La siento como un regalo de Dios y como un compromiso. Será el legado que dejaré a mis hijos. Y mis escritos son ahora algo, que quisiera compartir con todas las personas que habitan mi Patria. Sí, yo quiero cambiar al mundo. Lo afirmo enfáticamente. No sé si soy una soñadora empedernida o una mujer demasiado terca para admitir que tal vez las cosas no podrán ser cambiadas. Pero quiero expresar que realmente deseo que el mundo que habitamos sea un lugar de armonía, de justicia y de solidaridad. Y si, gracias a cuanto escribo, algo puedo hacer para lograr concretar mis utopías, entonces me sentiré plenamente feliz.

 


GENARO RIERA HÜNTER (Asunción, 1953)

"Hay que hacer hablar a los autores en esta época del autismo"


            Pertenece a la novísima promoción literaria del 2010, publicó en todas las antologías colectivas del Taller de Literatura de la UNIBE. También forma parte del grupo Poetas Callejeros y realiza una importante labor de promoción cultural en nuestro medio, fundando El Bosque Cultural, una especie de foro de artistas que se reúnen una vez al mes en el histórico Ateneo Paraguayo. También realiza tareas en el campo de las artes plásticas.

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritor o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Como escritor-ensayista desde hace varias décadas. Escribo en revistas y mantengo una columna cultural en un periódico.

            Como poeta, hace unos años, en el taller de poesía y literatura de la UNIBE, con Victorio V. Suárez. Antes, con la composición musical que realizaba y realizo aún. Ponía letras a las guaranias mías y sigo en esto, buscando un lenguaje existencial contemporáneo para este ritmo. Me interesó la poesía, quizás por mi profesión. Las singularidades subjetivas fueron siempre mi centro de atracción, por eso la poesía, porque ésta surge de lo singular y no de lo universal. El valor de mirar la vida de distintas maneras es lo que permite crear, renovar una relación con lo simbólico. Muchas cosas no podrían decirse de otra manera, sino poéticamente. Es, en este sentido, una necesidad. La poesía tiene el valor, para mí, de ser un antídoto a la homogenización, y es esto, entre otras cosas, lo que pude percibir en el trabajo de taller. El trabajo de taller es una apuesta por sacar y avanzar en un estilo de vida no totalizable.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Creo que este proceso, aún inacabado, en ningún modo puedo decir ha cerrado algo en mí y espero no lo haga. Al contrario, ha avivado mayor interés y ha dejado un sello, un punto, a partir del cual se traza en el horizonte un antes y un después. Me interesa el proceso, pero también soy consciente de que tiene un límite. Este límite tiene algo de dolor, pues la creación tiene algo de soledad y no siempre puede ser apoyado o compartido con el otro. Hay momentos en que uno continúa ya sin el maestro... el asunto está en saber cuándo es el tiempo, y esto no creo que se pueda calcular ni tampoco me importa..., sólo sorprende.

            -¿Cómo definirías las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Tal vez el que cada uno, más asumido en esta época de las relatividades que antes, haya luchado sin mucho esfuerzo por imponer su decir. La heterogeneidad, en varios sentidos, ha favorecido para la defensa de un trabajo de identidad poética. Esta perspectiva ayuda a no tener miradas concluyentes, por lo tanto, creo que puede flotar en el futuro.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Abrir caminos, establecer la senda de lo posible creo que fue el mérito de las generaciones anteriores. En esto creo que hay que mantener un reconocimiento siempre vivo. El trabajo, la lucha y el arrojo nos dieron y nos siguen dando, precisamente con su crítica, los tambores necesarios para saber que no estamos en las invenciones delirantes. Obras como las de Casaccia, por ejemplo, fueron para mí muy ilustrativas; nos enseñaron algo, por vía del lenguaje literario, sobre el modo del decir paraguayo. Quiero tener tiempo para releer sus novelas.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -Depende qué se entiende por crítica. Creo que sí, efectivamente, existen críticos, gente que puede comentar con solvencia el trabajo poético. Sin embargo, pienso también que este ejercicio implica un algo de desconocimiento respecto al objeto si se amplía la crítica a algo más allá de lo técnico. No es fácil singularizar el trazo que una obra conlleva, escribir no significa decir todo, creo que siempre algo se le fuga al escritor mismo. Dice de más, dice de menos, crea en un instante. El poeta es poeta en un instante que no vuelve. Es una formalidad, llamar poeta a un sujeto fuera de la escritura, fuera del acto de creación.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Que el lector encuentre algún sentido a sus fantasías ya es aportar mucho. Es descongelar una vida domesticada. Es una ruptura a la tendencia de encerramiento de vida auto erótica (ej. los juegos de videos.) Trae lo que uno no ve, no puede ver, no se anima a ver o no tiene tiempo para ver. Hay muchas maneras de incentivar, incluso de forzar, por qué no, como alguien lo dijo, no recuerdo ahora, antes de cobrar alguna prestación social el sujeto debería hacer el informe de algún libro que él quiera. Las editoriales deberían ayudar especializándose, no creo que deban ajustarse a un tipo de editorial-shopping, esto sería ejercer una resistencia ética al mercado que propone tener un solo cuerpo.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -Qué difícil es esta pregunta. Pienso, en principio, que el arte tiene que estar metido en la vida. Tiene que existir una tensión en el arte, no existe una tensión cero en el sujeto, salvo que esté muerto. El arte sin condicionamiento pero articulado con el otro. Es difícil lo intermedio. Estar fuera de todo es una cosa desierta y ajustarse a una forma es terrible. Tampoco se trata, a mi parecer, de que el lector quede fascinado.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -El rival del libro es la imagen, es la TV, el Internet, es Google. El sentido crítico se suspende, se aletarga. El ojo se encuentra excitado, se despierta mientras el discernimiento duerme, como diría el psicoanalista J.A. Miller. Las tecnologías someten a los libros, hacen más fácil el soñar despierto, que es lo que hacemos normalmente. La incomunicación es la capacidad del capitalismo. Ya no existe el malestar en la cultura al modo freudiano, insatisfacción por represión de los ideales. El vale todo es el nuevo malestar, la incomunicación que estamos viviendo en sus inicios.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Creo que hay un espíritu de colaboración y es gracias a esfuerzos de poetas y escritores, en general, solidarios que captaron, no muchos, el valor que tiene la creación en el campo de la cultura. Se arma una "conciencia" de un cierto combate nuevo. Hay un cierto asqueamiento de vida que obliga a una reacción.

            Las creaciones se multiplican en esta línea de nueva rebeldía. Tiene que correr mucho tiempo para poder evaluar. Las poesías que leo, porque me atraen, debo ser sincero, son las de los poetas del taller. Tal vez sea un error, pero me es difícil leer cosas muy largas y que no llevan a esta cuestión del arte hoy, un arte crítico en cierta forma. Leer porque el mercado nos manda, es decir, obra socialmente valorada -obra del mercado-, es caer en el colmo de una lectura sin referencia.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -La unión no es fácil. Nos separamos, como siempre ha sucedido, por el narcisismo de las pequeñas diferencias, al decir de Freud. Solo que hoy, a mi parecer, está más agudo. Es difícil ser alguien cuando los ideales han declinado. Por otro lado, la unión se da por lo que Freud ha llamado "Psicología de las masas...", es decir por tener un ideal común que aglutine a los sujetos, y la cuestión es pensar si existe algo en la actualidad literaria que aglutine. Visto así, pienso que hay más dispersión que indiferencia.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -No pueden no tocarse. Pero no pueden ir muy pegados, porque terminaría en una suerte de apatía. Un colectivo literario sería más apasionante si no está regido por los ideales sociales cualesquiera sean. Escribir por las vías de las identificaciones sociales sería una escritura que promovería segregaciones y rechazos. Sería una escritura que formaría pabellones.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -Yo creo que no hay claudicación, hay formas nuevas de ejercicio. La dirección de la expresión creo que va pasando por hacer notar cómo se avanza hacia la pulsión de muerte. Y es precisamente la palabra, con sus giros de sentidos, lo que permite marcar esa orientación. Mostrar lo que nos viene pasando en la sociedad por la voluntad de ir buscando.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -No sé. Creo que nos queda descubrir lo que tenemos. Hay muchos y cada uno dice algo interesante. Creo que hay que hacer hablar a los autores en esta época del autismo, como muchos lo llaman. Creo que estamos saliendo de las repeticiones. El asunto está, quizás, en captar los pequeños detalles nuevos que se dicen. Una literatura que nos diga algo de lo raro, de lo fantasmático, del sentido gozoso que se encuentra en las expresiones cotidianas. Esto podría ser lo que nos queda o existiría como novedoso, y a su vez, muy importante, nos muestre lo que la norma no ve.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Me interesa leer, aprender y tener más tiempo para escuchar más. Lo mejor es lo interminable del deseo cuando éste es decidido. He aprendido a disfrutar del aprendizaje, algo que estimo es siempre resistido, pero nunca apreciado suficientemente en su obstinación. Es desde esta posición en que gozo al escribir, no siempre de manera continua.

 

 

MIGUEL ÁNGEL CABALLERO MORA (Asunción, 1967)

"Las universidades, que son demasiadas, sacan doctores como conejos de la galera"

 

            Uno de los pocos sobrevivientes de la promoción literaria que vino después de la caída de la dictadura. Aprendió de su padre, el poeta Miguel Ángel Caballero Figún, el acercamiento a la poesía, en ese sentido se lo cataloga como uno de los jóvenes poetas de mayor importancia en nuestro medio. Se dedica al periodismo cultural y dio a conocer valiosos libros de poesías.

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritor o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Me sentí escritor por primera vez en la escuela, luego de obtener un felicitado por el escrito que hice -igual que todos mis compañeros- sobre la primavera. Unos años después empecé á escribir poemas, y resultó un gran impulso para mí la opinión de mi padre cuando le mostré el primero, a los once años. Obviamente me dijo que era bueno. Creo que, más allá de los parámetros que podían representar para mí los miembros de mi familia relacionados con el mundo de las letras, que no son pocos, hice de la escritura un oficio solitario desde el primer momento. Viéndolo ahora, a treinta años de distancia, supongo que el combustible de lo que yo hacía era la vida, simplemente la vida. Reconozco que nunca sabré por qué empecé a traducirla, de alguna manera que obviamente es la mía, a través de la literatura, más específicamente la poesía. De la generación donde yo podría incluirme –y lo he hecho- queda muy poco, aparentemente. Recuerdo que en los noventa nos juntamos una vez, no sé por iniciativa de quién, unos diez o quince escritores de la misma generación. Nos reunimos en el restaurante Zúrich -o algo así-, famoso por sus milanesas. Recuerdo a Jorge Montesinos y a Fabián Bozzolo, quienes creo que organizaron el evento. También estaban Mónica Laneri, María Ilich y varios otros cuyos nombres no recuerdo. Fue bonito saber que yo pertenecía a la flamante "generación del 90", cosa que descubría. Sin embargo, no sentí ninguna afinidad con ninguno de los escritores reunidos, supongo que por una cuestión interna mía más que por la condición o calidad humana de los otros. Pero si el de escritor es un oficio solitario, estoy seguro de que en Paraguay lo es mucho más. La coyuntura la veo parecida a la actual. Sólo que había más trabajo y menos hambre en la calle.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -He vivido el proceso de todo paraguayo arriba de los cuarenta. Tuve la suerte de que mis primeros años de educación transcurrieron en el Uruguay, lo que comparativamente me hizo un estudiante mejor preparado. La cuestión política durante la dictadura, si bien por un lado prohibía pensar, por el otro obligaba a hacerlo, porque prácticamente era todo lo que podía hacer una persona pobre: pensar. De ahí a decir lo que se pensaba siempre hubo un camino que muy pocos se animaron a pisar. Yo opté por escribir, y creo que en eso tuve una fuerte influencia en los temas sobre los que escribo. Siempre introduzco algo de aquella realidad tan difícil de entender para cualquiera que no haya vivido aquí.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Yo definiría la mía, a riesgo de no ser original, como la generación perdida. Nunca o casi nunca supe o estuve con un escritor de mi edad. Todos eran mayores o menores, y tampoco he sido un ratón de biblioteca como para no conocer gente. Esto tal vez se pueda explicar de alguna forma aclarando mi concepto de la palabra escritor o literatura: creo que un escritor es aquel que hace literatura. No alguien que escribe algo simplemente, que de esos sí hay muchos. Las perspectivas, si es que existe tal promoción -la de los noventa- serían inmejorables. Ya no somos tan jóvenes, pero tampoco somos viejos. Quiero pensar que estamos en un momento que, al menos para la literatura, no podría ser mejor.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Mucho mirar hacia Europa, primero, y luego hacia nuestro continente, a la influencia directa de culturas como la rioplatense, bastante más desarrollada desde siempre. Salvo honrosas excepciones veo mucha influencia, por ejemplo, de la generación del 27 española en nuestros grandes "próceres" literarios, incluyendo a Hérib Campos Cervera, cuyo libro "Ceniza Redimida" es uno de mis preferidos, no sólo por una cuestión formal sino también por el tema sobre el cual gira la obra, que obviamente es el país que él vivió y su circunstancia.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -No he tenido la oportunidad de leer buena crítica literaria, excepto tal vez la de Hugo Rodríguez Alcalá. Supongo que tiene que haber buenos críticos, ya que no hay buenos escritores, y me incluyo.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -No la ejerce, excepto a través de cierta posición en la instancia gubernamental correspondiente o desde alguna ONG. Como el pueblo es llano, ha hecho desde siempre una tácita pero estricta separación: por un lado el arte, y por el otro la política. En este sentido un cantante tendría mayor peso dentro de cualquier escenario político que un escritor, por dar un ejemplo. Revertir la situación sería posible en el marco de una sociedad culta y pensante, y sólo en el caso de escritores que no se conformen con un ego satisfecho.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -Creo que el arte no tiene ninguna responsabilidad con su tiempo. Sin embargo, hay casualidades, casos de artistas cuyo leit motiv existe simultáneamente con la obra, lo que otorga a la misma mayores posibilidades de éxito, entendiendo a éste en principio como la simple difusión de la obra. En mi opinión, pedirle responsabilidad a un artista en relación a su obra es utópico.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Creo que aquí el libro siempre fue un artículo de lujo, antes por el lujo de saber leer, simplemente, luego por el lujo de saber pensar. Posteriormente el lujo se aplicó por los precios de los libros, y en este momento el libro es un lujo más que nada por una cuestión de tiempo.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Muy lindo todo.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -El proceso que vivió el país durante la dictadura tuvo al menos un resultado inmejorable: la difusión endémica de una educación diseñada para no pensar. Después del golpe al muerto que era la educación paraguaya se le trató de resucitar, pero fueron pocos intentos y muy pobres. Con el tiempo otros temas lo superaron en importancia, y hoy el paciente muere en el olvido. Las universidades, que son demasiadas, sacan doctores como conejos de la galera. No hay trabajo para todos, y si lo hubiera no sabrían hacerlo, porque esa es la educación que hay: vende el título a precio de oro, no la capacidad, que tendría que adquirirse en forma gratuita o casi, si hubiera dónde.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -No quedan muchos. Lo que abunda es gente que ama la literatura y la cultiva de alguna manera. Algunos incluso logran publicar. Salvo algunos talleres literarios y los contados encuentros que esporádicamente se organizan, los escritores paraguayos están solos. Paradójicamente, los de menor calidad o valía son los más dinámicos en la gestión y promoción cultural, pero casi no tienen predicamento o autoridad en otro plano que no sea el de sus talleres o sus vínculos con los medios de prensa.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Eso quisiera mucha gente, y tal vez por momentos parezca que así es. Pero la literatura fue la primera forma de ordenar el pensamiento, y éste a su vez constituye la base medular de la política. Separar ambas cosas derivaría en una política renga y en una literatura sin sentido.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -La intelectualidad perdió por cansancio. No pudo hacer nada contra la dictadura, excepto resistir, tal vez, en el estricto plano de los fueros internos. No sabe qué expresar contra el consumismo galopante en el que nos hemos subido todos, tal vez porque para hacerlo primero tiene que bajarse. En tiempos de comer o morir, ¿qué se puede decir contra la comida? La palabra, por su parte, ha perdido cualquier valor instrumental que pudo haber tenido, y lo hizo desde el momento en que la dieron vuelta como una media: había sido hecha para decir la verdad, pero el tiempo demostró que sólo se usa para la mentira, en cualquiera de sus muchas y muy seductoras formas.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? Muerte o metamorfosis.

            -Absolutamente. Hay una crisis, más de la creación que del intelecto, que en sí mismo no está en crisis. El objeto es el que ha cambiado, dando origen a una creación que existe en función de las pautas culturales de las sociedades de consumo. La soledad, la impotencia y el exceso son los factores comunes del habitante de estas sociedades, y en torno a ellos gira esta nueva "creación", que tiene mucho de "revival" y "aggiornamento", y muy poco de novedad. La literatura, por su parte, pero especialmente el libro, enfrentan dos desafíos aparentemente insuperables en el marco de las sociedades contemporáneas: el auge del audiovisual, por un lado, con la consecuente tendencia hacia la síntesis, generalmente hueca y pautada por los tiempos de la televisión, que como se sabe se mide por segundos, a diferencia del de los libros, para los cuales normalmente tenemos que contar en términos de horas. Eso nos lleva al segundo factor, que es el tiempo. En este sentido, y hablando tanto del tiempo para leer como del tiempo para "metabolizar" lo que se lee, nos encontramos con la triste realidad: en la vida moderna no hay tiempo para el libro.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Esos nombres para un escritor son como semillas para un agricultor. Nos queda lo que han hecho, que de manera inevitable se va a reflejar en lo que se hará después, porque será el fruto de lo que definiremos como "semillas mejoradas". No se puede escapar a esa influencia, y menos como latinoamericanos, si bien está escrito que sobre gustos no hay nada escrito. Como una cosa insólita creo que quedan, tal vez no en un nivel tan alto pero sí bastante por arriba de lo normal, algunos poetas, caso Juan Gellman, en Argentina, Guillermo Landa, en México, o Luis Bravo, en Uruguay, aunque obviamente los narradores son mucho más conocidos.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Después de más de veinte años haciendo o tratando de hacer poesía, creo que recién empiezo a entrar en un espacio acaso interesante; después de repetirse y repetir, de inventar y de copiar, de escribir y corregir hasta el cansancio, se llega al espacio de una síntesis que parece agotar las posibilidades creativas, pero tal vez las inaugura. Es el terreno donde se vuelve a las palabras usuales, sin afeites ni rebusques, para crear con ellas el discurso de una metáfora que, aún con tintes surrealistas, pretende anclar en los planos más profundos de la realidad. Éstos, más allá de la literatura, siguen siendo los mismos: el amor, el odio -la guerra-, el absurdo o la belleza. Un mensaje, que hasta ahora no he podido expresar con tan pocas palabras: amar, a pesar del odio.

 

 

MARIO RUBÉN ÁLVAREZ (San Estanislao, Paraguay, 1954)

"A los políticos no les interesa la cultura como elemento transformador de la sociedad"

 

            Poeta, escritor y periodista. Trabajador cultural y compilador importante de la cultura popular del Paraguay, en ese contexto ha publicado numerosos libros que rescatan el valor de las obras de los grandes creadores folclóricos, especialmente de la música paraguaya. Fue ganador del concurso organizado por el Instituto de Cultura Hispánica a finales de la década del setenta que posteriormente sirvió para la formación del Taller Manuel Ortiz Guerrero, que agrupa a los integrantes de la promoción del 80.

            -Proceso generacional. ¿En qué momento aparece como escritor o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -En 1977, cuando el Instituto de Cultura Hispánica de Asunción convoca a un concurso de poesía para menores de 25 años. Con gran sorpresa para mí, porque yo escribía sin pretensiones de ser poeta, gano el primer premio. Y conozco a poetas como Jorge Gómez Rodas, Moncho Azuaga, Amanda Pedrozo, Nila López, Jorge Aymar y otros con los que conformaríamos el Taller de Poesía "Manuel Ortiz Guerrero". Aquel concurso -repetido en 1979-, de hecho, aglutinó a poetas de la Promoción del '80.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -El proceso vivido en el encuentro con los poetas a través del canal del Taller me permitió tomar conciencia de mi condición de portador de la palabra poética. Y de mi compromiso social a través de la poesía. Pensando que ésta no debía quedar bostezando en los libros, en los cuadernos o en los cajones de escritorio, salimos a leer poesía en los festivales, en las universidades, en los sindicatos. Era la palabra viva en el tiempo, como quería Antonio Machado.

            El Taller también me permitió adquirir herramientas para juzgar mi propia obra y las de los demás. Y me abrió las puertas para crecer en mi trabajo poético personal, además de conocer la poesía latinoamericana y universal.

            -¿Cómo definirías las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Una característica es que casi todos, por no decir todos, proveníamos de clases populares. Esa condición incidía en nuestra precaria formación literaria. Lo que podría aparecer como una debilidad, sin embargo, fue una fortaleza: eso nos impulsó a aprender, a compartir y a tratar de ponernos a la altura de los requerimientos del compromiso del poeta con su sociedad.

            Otra característica fue el bilingüismo castellano-guaraní. El Taller nunca tuvo prejuicios con respecto a los que escribían en guaraní solo o en ambos idiomas del país. Fue un componente enriquecedor. Algunos hallaron en su seno su propia voz. Y volaron por su cuenta a las alturas.

            El Taller no clasificaba la poesía en Culta y Popular. Consideraba única a la poesía. Las categorías admitidas eran las de buenas y malas. Nada más.

            Ante la dictadura de Stroessner no asumió -como grupo- una actitud abiertamente contestataria. Había conciencia de que esa postura podría significar el fin de la experiencia. Ello no imposibilitó ni censuró que algunos militaran con mayor fuerza contra el criminal régimen opresivo.

            Desde esa perspectiva, la poesía era considerada una forma de resistencia aun cuando el poema fuera aun jazmín. Se consideraba que la sensibilidad a lo bello era un canal para la sensibilidad hacia la Justicia y la Libertad.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Me parece que desde la poesía de Emiliano R Fernández primero y de la Generación de 1940 después, los escritores nos han mostrado a los que llegamos después el camino a seguir.

            Más que libros, me conmueven algunas obras de algunos autores, como el propio Emiliano, Félix Fernández, Teodoro S. Mongelós, Carlos Miguel Jiménez, Darío Gómez Serrato, Máximo Torales, Félix de Guarania.

            "Ceniza redimida", de Hérib Campos Cervera, es uno de mis clásicos. Es ceniza, pero está redimida. Allí hay un acto de esperanza que me lleva a pensar que el Paraguay no está perpetuamente condenado al dolor, sino que alguna vez va a florecer para él una aurora sin límites.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -No hay crítica literaria actualmente. Las referencias a los libros de poesía son comentarios, reseñas o mera información periodística. Es un vacío. No hay referentes que iluminen acerca de los valores o desvalores de las obras literarias.

            ¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Creo que el escritor está muy desdibujado. No tiene peso en la sociedad. Su palabra es un acto de fe personal con escasa proyección social. Creo que hay dos formas de revertir la situación. Una, que las sociedades de escritores y escritoras tengan más participación en la marcha del país. Los escritores -en general, los intelectuales- son los grandes ausentes en este proceso que aún no consolida la democracia porque le falta el componente de la Justicia Social. Los escritores somos islas rodeadas no de tierra, sino de silencios. Es necesario tener voz en la sociedad. La otra es el trabajo que cada quien tiene que hacer para seguir escribiendo, publicar y promocionar su creación. Aun cuando el universo audiovisual sea muy poderoso para influenciar, sobre todo a los jóvenes, hay que buscar mecanismos para llegar a la gente. Usar las herramientas de aquel universo (Internet), sin dejar de lado los métodos tradicionales -una feliz iniciativa, por ejemplo, es la de poner poesía en la Terminal de ómnibus de Asunción porque la gente "tropieza" con las obras y se detiene a leer... algo ha de quedar de esa siembra "al paso"- que también son válidos aunque, potencialmente, de menor alcance.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -La palabra literaria (poesía, cuento, novela, teatro, etc.) tiene que estar al servicio del hombre. Del hombre que escribe, en primer lugar. De los demás, luego. No tiene sentido una literatura que duerma sobre la mesa. Ni siquiera en las páginas de un libro. Tiene que vivir, caminar, ser. El arte está al servicio de quien lo porta y de los otros, sus destinatarios.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Con poca fuerza. Con aliento entrecortado. Hace falta insuflarle esperanza, creer en él, trabajar para que tenga peso e incida en la vida cotidiana.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Proporcionalmente, seguimos publicando poco. Hay más oportunidades (Fondee, editoriales, ediciones personales...), pero no se las aprovecha con mayores frutos.

            La calidad, en los distintos géneros, es dispar. Creo, sin embargo, que hay materia prima para crecer.

            La difusión fuera de nuestro territorio es fundamental. Ñandéve niko nañandekuaái maave ñane retãme voi, ha okápe katu avavetevéntema.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -A los políticos no les interesa la cultura como elemento transformador de la sociedad. Por eso no le hacen caso. Con una educación de mayor calidad y acceso masivo a los bienes culturales -tangibles e intangibles-, este país pronto va a ser mejor y va a tener instrumentos más sólidos para derrotar la pobreza.

            Allí está la Ley de Lenguas con su vía crucis a cuestas. A casi ya 20 años de la promulgación de la Constitución de 1992 que declaró lengua oficial al guaraní a la par del castellano, los políticos hacen todo lo posible para ningunearla. La presión de la sociedad civil es insuficiente aún para que el Congreso apruebe ese instrumento esencial para potenciar nuestra identidad y organizar la supervivencia del idioma que siempre está amenazada de muerte, pero vive en boca de la gente.

            En el Paraguay no hay un proceso de cambio, porque se ignora que pasa por una revolución cultural.

            -Los escritores paraguayos en este proceso están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura.

            -Repito: somos islas rodeadas de silencio. No funcionamos como cuerpo sólidamente organizado. Cada uno por su cuenta, a la de Dios que es grande. Jaiko ñane akãre ñane añorei.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Al contrario, se tocan. En toda literatura, implícita o explícitamente, hay ideas que atañen a la marcha de la sociedad. Aun cuando describa sus manifestaciones más perversas, su objetivo es tender hacia una sociedad más justa, de mayor solidaridad y respeto a la libertad personal y colectiva.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -Claudica. La voz de los intelectuales como herramienta para reflexionar sobre la realidad y asumir una postura y un compromiso es la gran ausente de todo este tiempo posterior a la dictadura.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? Muerte o metamorfosis.

            -La literatura está viva. El problema es saber qué expresa y adónde va. Hace falta una metamorfosis que la lleve a expresar nuestro tiempo, a decir las hondas verdades que no se pronuncian.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Y... recurriendo a Blas de Otero, nos queda la palabra. A pesar de todo, está viva. No hay grandes íconos, pero buena literatura sigue habiendo. Acaso menos que antes, pero existe. Más difícil de hallar, menos accesible para este país mediterráneo, pero desde algún estante nos mira e interpela.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Creo que tenemos que trabajar con más pasión por una literatura paraguaya bilingüe (castellano-guaraní, guaraní-castellano) que exprese nuestra identidad y se proyecte al mundo.

            Considero también que es necesario buscar la manera de tener una presencia en los grandes temas que afectan al país y pelear por espacios para que la literatura sea parte activa de la vida del Paraguay y de los paraguayos.

 


GLORIA MARECOS. (Asunción, 1959)

"La literatura tiene el privilegio de poder inmiscuirse en cuanto terreno considere"


            Se inicia en la literatura formando parte del primer cenáculo de poetas dirigidos por Delfina Acosta en la UNIBE, sigue hasta hoy conformando el citado grupo, su trabajo literario ha recibido el reconocimiento de la crítica. También ha obtenido éxitos en su labor de artista plástica y escultora. Ejerce la docencia.

            -¿En qué momento aparece como escritora o poeta? ¿Cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -Si bien la poesía siempre ha estado presente en mi entorno y en mi vida, latiendo en manifestaciones indefinidas o a veces tomando formas expresivas más concretas (dentro de otras modalidades artísticas), puedo decir con seguridad que, hace unos cinco años, al ingresar al Taller Literario de la Universidad Iberoamericana, procesualmente, fue rasgándose el cascarón que resguarda y limita los pensamientos y pude ingresar hasta los confines de la poesía, de la mano de un gran maestro, el escritor y poeta Victorio V. Suárez (director del Taller Literario), quien, con el talento que a pocos caracteriza, me llevó a comprender la mística filosofía de libertad que ofrece la poesía a quienes la poseen y por ella se dejan poseer.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -A partir del ejercicio sistemático del pensamiento poético (iniciado en el Taller), se inicia un proceso consciente de liberación de las tensiones internas, de descargar la superabundancia que anega el alma.

            Este proceso continuo necesariamente conlleva una modificación de la dinámica mental del creador (poeta), que va vislumbrándose en todas sus manifestaciones internas y externas, a veces en forma sutil y otras, con caracteres más significativos.

            Como poeta, puedo expresar que en mis obras existe un antes y un después del Taller Literario. De este lapso, sólo es importante el tiempo del "después", en que el horizonte poético se despejó, modificó mi catalejo y agudizó la mira, para descubrir el arte de buscar, ver y captar poesía en el alma de todas las cosas.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles son las perspectivas y alternativas?

            -Esta promoción es una fuerza que desde hace unos años viene y sigue gestando el surgimiento de una identidad con características poéticas propias. Esta gestación, a mi parecer un poco lenta, sólo con el persistente trabajo continuo, en algún momento parirá los frutos deseados y podrá afianzarse como una promoción con sello diferente.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas y por qué.

            -Poetas paraguayos como Hérib Campos Cervera, Elvio Romero, Josefina Plá, Augusto Roa Bastos y otros grandes de la generación del 40 por ejemplo, han compartido un mismo afán de renovación literaria a lo largo de un tiempo difícil.

            Nos han legado en sus obras el reflejo de una conciencia crítica, enraizada en lo puramente humano, captando y denunciando en sus poesías décadas de sufrimiento del pueblo paraguayo.

            Un libro paraguayo de esta década que me satisface es "Cenizas redimidas", de Hérib Campos Cervera, por la fuerte carga significativa y el rigor formal que caracteriza a la estructura poética de esta obra.

            -¿Existe una crítica en Paraguay?

            -Intelectuales con intuición y percepción, sumadas a una sólida formación literaria que permita opinar con propiedad sobre poesía, novela, cuento y otras modalidades literarias, sí existen en Paraguay, pero no están ejerciendo exclusivamente la actividad crítica, sino que son críticos naturales (porque su formación y capacidad les permite) desde el lugar en que desempeñan otras actividades.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Alguien dijo que "el más bello triunfo del escritor es hacer pensar a los que son capaces de pensar". Considero que son muy pocos los escritores que con su obra logran calar tan profundo en la mente sentiente y en el corazón pensante del lector, como para producir un cambio significativo o leve en el pensamiento o el sentimiento del lector.

            Personalmente, creo que el protagonismo del escritor en el cambio y construcción de una nueva sociedad debería ser más agresivo y convincente. Más convencido y comprometido con su causa.

            El escritor debe ser consciente de su poder para influenciar en el pensamiento de las masas lectoras, poder que podría ser utilizado para la formación de un nuevo tipo de individuo, más útil a las sociedades y al planeta.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -El arte siempre está al servicio de algo, comprometido con algo.

            El arte al servicio del pensamiento, o del gozo estético, o de la belleza, o de la educación, o del arte mismo, al servicio de la humanidad expresando puntos de vista con diferentes acentos, pero en el mismo idioma universal.

            El arte por el arte fue tratado por el romanticismo alemán como valor absoluto, con justificación intrínseca y total. Fue valorado como forma y no como contenido.

            Lo decía Oscar Wilde: "La estética es superior a la ética".

            Y Moritz afirmaba: "La obra de arte es un microcosmo perfecto en sí mismo y es bello porque no tiene necesidad de ser útil". Tomando al arte como una virtud del entendimiento, con el único objeto de crear belleza.

            Si bien en la actualidad sigue existiendo un compromiso con la realidad social en mayor o menor grado, creo que el contenido, lo ético, ha cobrado mayor fuerza, por encima de la forma, de lo meramente estético. Con lo que estoy de acuerdo, pero insistiendo siempre en que, si bien la forma que adopta para expresar su contenido importa menos, no se debe olvidar que el arte no es apariencia y juego, sino conocimiento y comprensión expresados y transmitidos con belleza.

            La gratuidad, descubierta por los trovadores de la Edad Media, se refiere, desde mi punto de vista, a poder acceder (gratuitamente) a apreciar algo que te llega profundamente.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -En nuestra sociedad actual el libro aún no tiene el lugar preferencial que le corresponde. Si bien esto está sostenido por los adelantos tecnológicos de la comunicación (tv, Internet, etc.), que reprimen en cierta medida la lectura de libros, creo que la causa real es más profunda, está y comienza en nuestro sistema educativo que no fomenta desde el principio el hábito de la lectura y crea analfabetos funcionales, que si leen algo, no comprenden lo que leen y mucho menos perciben que cuanto más se lee, se gana en autonomía e independencia, porque la lectura de libros fomenta el sentido crítico y desarrolla las capacidades mentales. Hace mejores personas.

            Creó que en este sentido la incomunicación sigue, y no por falta de libros, sino por la anemia lectora.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Se percibe el esfuerzo por avanzar en el espacio de la creación literaria. Se multiplican las obras, existe diversidad temática y de estilo. Las hay muy buenas en calidad y las no tanto, pero creo que al momento de la edición es donde el escritor (sobre todo los nuevos valores) tropieza con la gran barrera, el alto costo económico de las ediciones de sus obras (que él no los puede asumir), sumado probablemente a los intereses del mercado, que hace que las editoras no muestren interés en asumir la publicación.

            En poesía actual, considero que la producción poética del Taller Literario de la Universidad Iberoamericana, dirigido por el poeta y escritor Victorio V. Suárez, hoy por hoy es dueño de la vanguardia en creación poética, pues en estos años ha venido afianzándose (con sus nuevos valores) en la creación del nuevo estilo de poesía breve, con la difícil manera de decir todo o decir mucho con la palabra esencial.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -Si bien todo proceso lleva su tiempo, el nuestro me parece tan lento, pareciera que echamos ancla en la transición, y que el ancla se nos trabó más cerca de lo viejo que de lo nuevo, donde lo primero pesa tanto y lo segundo no se siente.

            Y esta situación acarrea ansiedad, angustia por apresurar lo nuevo. Y la cultura no escapa a este estado, da manotazos por permanecer y avanzar, con el desgaste que implica bracear contra lo adverso.

            La política paraguaya, personificada en sus políticos, quienes egoístamente no terminan de comprender que deben divorciarse de sus doctrinas políticas o inyectarle a éstas un espíritu de libertad, para poder cumplir con el bien que la política busca: La justicia, la utilidad general.

            La función esencial de la política es el servicio al pueblo a través de la justicia y no el servirse de ella para el beneficio propio y exclusivo.

            Los políticos que se niegan a comprender este espíritu de la política constituyen la más dura traba para que levemos el ancla y avancemos hacia lo nuevo.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Pienso que se mantienen dispersos por una falta de compromiso, de temple persistente para expresar, para denunciar y para gritar si es necesario y asumir la responsabilidad que les corresponde en el avance de este proceso.

            Esta falta de arrojo en las manifestaciones apenas tibias de los escritores, transmite una sensación de acomodamiento a las circunstancias, que no corresponde al escritor, por naturaleza crítico y cuestionador inteligente.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Yo diría que son dos líneas que se tocan invariable e inevitablemente en algún punto. La arena política siempre ha sido el terreno donde sucedieron las luchas que redundaron en la creación y producción cultural de los pueblos. En todas las situaciones, la literatura ha sellado su compromiso y su función reveladora de la realidad. Por esta razón, no hay literatura que no sea política desde algún punto de vista. El ejercicio del escritor no puede agotarse en lo meramente literario; si esto sucediera, la política quedaría exclusivamente en manos de los políticos y esto sí sería una catástrofe; precisamente, la literatura tiene el poder de actuar de crítica y moderadora de la política.

            Política y literatura se tocaron siempre, y seguirán tocándose. La literatura tiene el privilegio de poder inmiscuirse en cuanto terreno considere. Puede decir de todo, pero básicamente no debe callar. ¿Cómo decir lo que no se puede callar?, ésta es función, precisamente, del escritor.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -No creo que haya claudicado precisamente, sino que se ha estancado en una postura tibia, aletargada, somnolienta, acomodaticia y yo diría hasta cobarde, esta postura no deja huellas y no corresponde al escritor crítico y comprometido con su realidad.

            La función más alta, noble y digna del escritor es, más allá de escribir bien, dejar testimonio, como fiel cronista, del tiempo y de las situaciones que le tocó vivir, y de su postura ante esas circunstancias.

            Existen dos posturas sobre el valor instrumental de la palabra:

            Una tradicional que manifiesta que el pensamiento es independiente y anterior a la expresión verbal, el lenguaje, por lo tanto, está subordinado y es instrumento del pensamiento.

            La otra postura contemporánea expresa que el pensamiento es absorbido por el lenguaje, nace del lenguaje mismo y para él se actualiza. El lenguaje determina y configura el modo de ver la vida "Puedo ver tanto y tan lejos como me permita el lenguaje", "Soy capaz de pensar lo que el lenguaje me enseña". Es un poco como la historia del huevo y la gallina, ¿cuál va primero?

            -¿Se podrá hablar de una crisis del intelecto y la creación? La crisis del concepto de literatura. ¿Qué es la literatura? ¿Adónde va? ¿Muerte o metamorfosis?

            -En este mundo en crisis, donde se entrechocan dos fuerzas, un estado de cosas que terminan y otro que emerge por primera vez, un mundo en que la mayoría de las personas parecen volverse antirracionales y antiintelectuales, es muy difícil, diría imposible, que el intelecto, la creación, la literatura, relacionados estrechamente con su época, se sustraigan de esta situación.

            Y se habla de crisis del concepto de literatura, pero no de la literatura misma, aunque las repercusiones de la primera necesariamente se sienten en los productos literarios.

            Pero la literatura, como la libre creación artística en el reino del lenguaje, es una actividad vital del espíritu humano y como tal, en medio de las más turbulentas crisis, está siempre en marcha, asimilando lo antiguo y adaptándose a lo nuevo.

            Lo importante es confiar en la vitalidad perdurable de la literatura. Es preciso interpretar positivamente sus transformaciones, sus metamorfosis y mantener en alto la esperanza de que en medio de esta crisis, en medio de la confusión que muchas veces retrae al intelecto, podrán seguir apareciendo libros y más libros...

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Nos queda energizar lo nuevo que va emergiendo, buscando brotes diferentes. Impulsar, enriquecer y sostener a los nuevos valores. Confiar en la generación de los poetas y escritores, cultores de la palabra esencial.

            -Hable de su literatura, sus expectativas. Algo que le interesa expresar especialmente.

            -El ejercicio poético surge siempre como una necesidad interior; ésta, acomodada a los manejos de técnica aprendidos en el Taller Literario, hacen posible mi creación poética. Desde este año estoy incursionando en los ensayos didácticos, como una vía para expresar preocupaciones sobre el estímulo y el desarrollo de las potencialidades creativas durante todo el proceso educativo.

            Consciente de que, en tiempos de crisis, la imaginación creadora es más importante que el propio intelecto.

 

 

GABRIEL OJEDA (Asunción, 1980)

"En Paraguay la incomunicación llega al extremo de pensar que solamente los ricos pueden tener acceso al conocimiento"

 

            Forma parte del Taller Literario de la UNIBE y se dedica al teatro. Se lo considera como uno de los poetas jóvenes de mayor trascendencia por la amplitud temática de sus obras y por la labor poética incansable y abundante que desarrolla. Si bien ha publicado con el sello de Servilibro su primer poemario, tiene varias obras inéditas.

            -¿En qué momento aparece como escritor o poeta? ¿Cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura?

            -A comienzos del 2005 con un libro de teatro breve con varios autores, resultado de un taller de dramaturgia apoyado por el "Juan de Salazar", este es un proceso interesante que pone énfasis principalmente en la Universidad Nacional de Asunción, con la creación del primer elenco de Teatro de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, actuando, escribiendo obras de teatro, produciendo, haciendo difusión y codirigiendo, he logrado ganar dos campeonatos en la categoría de teatro en el Festival Aranduka, en los años 2006 con la obra "Che Kueráima" y en el 2007 con la obra "Gusano", y llegando a completar cinco años consecutivos al frente de dicho elenco, luego de ello con apariciones frecuentes en la antología de poesía del taller Iberoamericano desde el año 2007 (donde nacen las aves, cuando maduran los signos, doce), regularmente hasta el día de hoy, y como poeta con un libro publicado a comienzos del 2009 con mi poemario "Rúbricas Inútiles". Formo parte de la Generación del 2010. Entre los hechos más resaltantes se pueden citar la caída de la Dictadura, el Marzo Paraguayo y la caída del Partido Colorado a manos de la Alianza que llevó a Fernando Lugo al poder y mi aparición como poeta... (risas).

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Notablemente. Se puede decir que casi en su totalidad no solamente ha influido en mi trabajo, sino que pienso que para los jóvenes que nacimos a fines de los setenta y comienzos de los ochenta sin duda alguna permitió la expansión del optimismo, que, a pesar de todo lo malo que nos pasa, aún podemos pensar que se puede cambiar el rumbo del país con una juventud más comprometida y unida. Creo que la base de todas las transformaciones se deberían dar a partir de aquí.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles son las perspectivas y alternativas?

            -Todavía no podemos hablar de una promoción mientras se sigan cometiendo los mismos errores egocéntricos y, sobre todo, esto es lo más importante, dejar de lado el amiguismo en todos los ámbitos de la literatura y arte. Las perspectivas pueden fundamentarse considerando que actualmente las promociones literarias son muy disímiles en cuanto a las edades que se manejan entre sus integrantes. Hay gente que ve de una manera la literatura y la creación artística y están los jóvenes como nosotros que queremos cambiar este estado, hacer algo novedoso y no caer en vanas repeticiones.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas y por qué.

            -En mi caso personal, los derroteros que han influenciado en mi forma de ver al mundo de la literatura paraguaya son los escritores Victorio Suárez, Moncho Azuaga, Jacobo Rauskin, Irina Ráfols, Alejandro Hernández, Delfina Acosta, pues he hablado con ellos; en la otra perspectiva se encuentran aquellos exponentes que he tenido la oportunidad de conocer por sus libros, que son Josefina Plá, Rubén Bareiro Saguier, Ramiro Domínguez, Elvio Romero, Hérib Campos Cervera, Rafael Barrett, Helio Vera, Gabriel Casaccia, Manuel Ortiz Guerrero, etc. Sin duda alguna te diría que "Yo El Supremo", de Roa.

            -¿Existe una crítica en Paraguay?

            -La respuesta a esta cuestión necesariamente implicaría la siguiente pregunta: ¿Y la crítica a la no crítica? De manera sincera puedo aseverar que la dialéctica de la crítica en nuestro país no ha podido revelarse mediante un proceso a causa de la cultura del “¿para qué lo que sirve eso?, y el "nosotros no necesitamos de filósofos, sino de técnicos", que es, lamentablemente, para los jóvenes que crecimos en los ochentas, una manifestación cotidiana y totalmente equivocada de la idea de progreso, es decir, la sociedad entendida y eminentemente elitista no tiene la capacidad como para mirar más allá de su propia involución. Ahora que estamos entrando en otros tiempos, donde la información se acrecienta, podemos entender sobre la necesidad evidente de la instauración de un proceso crítico no solo de la historia de nuestro pueblo, sino que además progresar sobre la extraña cultura que los paraguayos defienden.      .

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Si miramos lo que pasa en Paraguay, la respuesta lógicamente sería inexistente o, para ser menos negativos, irrisoria. Sólo se conoce los escritores paraguayos cuando mueren o ganan algún premio; en el país no hay lectores, como habíamos expresado más arriba, no existe un rigor crítico al apreciar una obra, sea cual sea fuere género del que se hable. La semiótica y la hermenéutica inconsciente o consciente no se instauran hasta que el espíritu esté entrenado, y para que esto suceda debe reformarse la educación. No hay salida. O evolucionamos o nos extinguimos: escritores y lectores. (Risas).

            -El arte al servicio de… y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -Este tema anda rondando el SNC de los grandes intelectuales desde Platón hasta nuestros días con Schiller, Goethe, Sartre, Camus, Foucault, Chomsky, Gadamer, Benjamín, Adorno, Lotman, Barthes, Derrida, Deleuze y otros más o menos eminentes. Nos aventuraríamos a expresar nuestra posición favorable al arte como lo paradójico, pero también como una visión de los tiempos que se viven; por un lado la aparición de eso que llamamos obra de arte por sí misma y aquella obra de arte obligada a aparecer bajo la presión de la sociedad. Indicaríamos la imposibilidad que una obra de arte tenga expresamente la misión de mostrarnos a la cultura de una nación, pero nos restituiría finalmente a la hora de hacer el recuento. El arte es arte sólo porque pensar el arte significa, tanto para los antiguos como para la modernidad, una búsqueda, la búsqueda de una norma de vida, un reencuentro con el consigo mismo del individuo, o sea, una paideia posmoderna que se bifurque en un conjunto que contenga a las dos formas de hacer y ser arte.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Recientemente asistí a un foro hecho con motivo de la Feria del Libro de San José de Mayo, en Uruguay, donde se hablaba sobre el futuro de los libros y el futuro de la digitalización de los mismos. Es una pregunta interesante, puesto que la visión actual es terroríficamente realista; los libros son cada vez más caros por la falta de papel y las plataformas de Internet son básicamente gratuitas. Está la decisión del que lee, o imprime su archivo PDF o lo lee en la computadora, en el libro electrónico, el IPOD o simple y llanamente en el celular. En Paraguay la incomunicación llega al extremo de pensar que solamente los ricos pueden tener acceso al conocimiento, la falta de bibliotecas públicas provistas de material actualizado, principalmente de Alemania, Francia, Inglaterra o EE.UU., y lo que es peor, jóvenes que buscan -en las pocas bibliotecas nacionales que puedan existir- información que los hará libres de estudiar la odiosa materia en febrero, nos hace pensar que estamos no en el inicio de la progresión efectiva hacia la desintegración de la sociedad paraguaya, sino que además nos induce a pensar de forma pesimista, dada la poca influencia del Gobierno en las decisiones universitarias de reformas de la educación. En un país donde las oportunidades son netamente capitalistas, es sin duda un imposible creer en la estructuración plausible de la creación literaria desde la masa de ciudadanos que no tienen acceso a la comunicación, a la educación, a la emancipación final del espíritu de progreso social, por contradictorio que pueda parecer esto.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -En estos momentos las publicaciones sobre diversos temas están finalmente llegando a un éxtasis de ediciones, felicidad por un lado para las editoriales que apuestan a la producción nacional y por el otro más escritores con oportunidades de avanzar en el proceso de construcción de su propia voz; sobre la cantidad estamos esperando una mayor edición de libros y sobre la calidad respondería con una frase de Stephen King que dice que el mundo de la creación se divide en dos grandes grupos: los escritores buenos y los malos. La narrativa es, en hora buena, una de las mayores vertientes, cosa que pensaría actualmente se da por la cercanía del Bicentenario (espero no me equivoque), y en lo que respecta al caso de la poesía, diría que en estos momentos se abre un margen muy grande entre la poesía clásica paraguaya y la nueva poesía. Los grandes poetas de más de sesenta años creen que la poesía nunca cambiará su forma y su estética y se niegan rotundamente a aceptar las nuevas voces, a no ser, claro está, alabanza de por medio de su propio trabajo poético; personalmente no coincido con esta forma de ver al mundo poético nacional, pero en la viña del Señor existimos de todas clases. Hay gente muy buena y capacitada que no ve más allá de su propia envergadura intelectual, y como la mayoría de los jóvenes en este país que quieren dedicarse a la poesía no tienen otra alternativa por su falta de personalidad, deben achacar su fuerza propia de la juventud revolucionaria (en el sentido de la creación, por supuesto), dejando que su talento se encasille dentro de los parámetros permitidos de lo que tiene que cumplir una poesía para considerarse como tal.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -Para el proceso de cambio: una transición que no ha trascendido. Para la cultura: dejamos la cultura del miedo para entrar en una cultura de la indiferencia hacia los problemas sociales, no sabemos a dónde iremos a parar si seguimos así. La política paraguaya: una verdadera vergüenza, se sigue creyendo en los caudillos y no en la inteligencia y la preparación, todo ello ahora mezclado con una dosis exagerada de empresarios exitosos. La opinión general que tengo sobre el punto es que es necesario y casi obligatorio un cambio de pensamiento, y sólo puede lograrse con educación y educación y más educación, no existe otra solución para que las nuevas generaciones logren lo que nosotros no pudimos ni vamos a lograr.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Están esparcidos por doquier como los apóstoles esperando al mesías que los saque de su modorra. No hay una comunión, existe en estos días el pecado capital de la idiosincrasia paraguaya de defecar sobre lo nuevo y diferente, auscultando su patética envidia, representada por aquellos pregoneros de la mediocridad. De militancia en el campo de la cultura no se puede hablar, sí se podría hablar de una militancia del chupamedismo para conseguir proyectos y alzarse con la antorcha del arte.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Indirectamente (no olvidemos el debate entre el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y el presidente venezolano Hugo Chávez y sus posteriores implicancias). Pero la literatura se eleva mucho más arriba que la política, puesto que esta última se nutre de los hijos de aquella y una literatura sin política existiría más fácilmente que una política sin literatura, el poder de la palabra escrita es sin igual en estos tiempos paraguayos de politiquería, aunque la realidad nos diga lo contrario, pues ciertamente la política en este país existe sin literatura.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -Si planteamos que la intelectualidad es una fuente agotada, podríamos en todo caso mencionar la imposibilidad de lo posible y lo contrario como una tesis esgrimida en la fermentación de una fórmula indecidible. Lógicamente la palabra es un instrumento donde se posa la mirada, sea esta última desquiciada o no por los tiempos que vivimos, sin embargo, no podemos hablar de una proximidad con lo que se nos plantea. El correlato de la palabra es lo más cercano a nosotros y por ello, dada la imposibilidad de comunicarnos unos a otros de forma conveniente, decimos que es lo más lejano. Hay un querer decir en los gestos, en los escritos, en el pensar y, finalmente, la ipseidad misma de la palabra es un decir sin temporalidad. Creo que la frase correcta sería ha claudicado en darse a conocer y, por lo tanto, su interlocutor más cercano, el oyente-lector, asimila esta comunicación como no expresada; o sea, claudica ante una barrera y deja de expresarse como tal.

            -¿Se podrá hablar de una crisis del intelecto y la creación? La crisis del concepto de literatura. ¿Qué es la literatura? ¿Adónde va? ¿Muerte o metamorfosis?

            -Es un tiempo donde la incertidumbre reina y ninguna respuesta tendrá la verdad absoluta, por lo tanto, estas dos variantes se entrecruzarán en una bifurcación de ambas, para la finalidad de la creación post-muerte-metamorfosis-incertidumbre y nuevamente génesis.

            -Mas allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Los desconocidos por descubrir y el placer de descubrir a los desconocidos. (Risas).

            -Hable de su literatura, sus expectativas. Algo que le interesa expresar especialmente.

            -Siempre trató en todo lo que escribo de ser lo más original posible y eso hace que mi literatura aparezca como una creación intelectual, puramente fría, carente de la parafernalia de lo cursi y de aquellas formas de ver al mundo como una belleza que nunca nos mostrará su cara más fea. A lo que apunto es a seguir publicando más y más hasta lograr lo que todo escritor quiere: el hallazgo de su propia voz, teniendo en cuenta que todo se ha escrito y la originalidad es cuestión de mucho esfuerzo físico y mental. Lo más difícil en este mundo es ser escritor, porque estamos destinados a deprimirnos por los demás.

 

 

MARIBEL BARRETO (Paraguay, 1936)

"Necesitamos intelectuales preclaros que busquen la felicidad de su pueblo"

 

            Docente universitaria, autora de numerosos libros de literatura que son utilizados en diferentes instituciones educativas. Ha trabajado incansablemente en el campo de la narrativa y dio a conocer importantes libros caracterizados por la calidad estética y la preocupación social. En la actualidad preside la Presidencia de la Sociedad de Escritores del Paraguay.

            -Proceso generacional. En qué momento aparece como escritora o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura.

            -No formo parte de ninguna generación de escritores o escritoras, me hubiera gustado integrar algún grupo, pero me he dedicado con ahínco a la docencia durante décadas, que no me ha dado tiempo para otras actividades, pasé la vida estudiando y escribiendo sobre literatura paraguaya e hispanoamericana, lo cual contribuyó a que adquiriera mucha información teórica y una formación sólida sobre el contenido de las obras de nuestros/as compatriotas.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -He sido muy favorecida con la amistad del profesor Raúl Amaral, con quien trabajé en investigaciones, además del contacto permanente con él para comentar las obras que iban apareciendo en el escenario nacional, han influido en mi prepa ración para la escritura y dejaron huellas profundas en mis pensamientos y mi temperamento de escritora.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Me referiré a la formación que recibimos mis compañeros y yo en la carrera de Humanidades de UCA, profesores como Ramiro Domínguez, Raúl Amaral, Josefina Plá, Olga Blinder, Bartomeu Meliá en lingüística, Adriano Irala Burgos en filosofía, jesuitas como Salvador Loring en literatura española, el padre Beza en semiótica, cuyas sabias enseñanzas y sus ejemplos nos incitaban a la investigación o a la creación. Mis primeras creaciones fueron de carácter didáctico, he trabajado con dos compañeras docentes en la elaboración de textos de castellano y literatura para el nivel secundario y hemos acompañado los cambios de planes del MEC durante tres décadas. Mis primeras producciones literarias han aparecido después de la caída de la dictadura. Ya tenía varios libros terminados, colecciones de cuentos que denunciaban el atropello a los derechos humanos, las injusticias y el sórdido trabajo de los torturadores y pyragues, así que la edición de mis libros se produce en forma tardía, aunque desde la primera obra hasta el presente he publicado doce libros. Cada generación deja su impronta y en cada una de ella hay miembros sobresalientes que dejaron muy en alto el nombre de Paraguay tanto en la lírica como en la narrativa. Claro que no solamente abrieron caminos sino que hicieron que la literatura paraguaya trascendiera nuestras fronteras.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Escritores como Roa y Casaccia trataron de romper las barreras del aislamiento y de la mediterraneidad; Juan Bautista Rivarola Matto ya en la década del 70 afirmaba la existencia de una narrativa poco conocida en el exterior a causa de la poca difusión y el enclaustramiento ocasionados por las dictaduras. En el exilio, Hugo Rodríguez Alcalá, Elvio Romero, Hérib Campos Cervera, se dieron a conocer con obras calificadas por los críticos como excelentes.

            ¿Que cite un libro paraguayo? Entre otros, el que suelo leer en la universidad año tras año es Hijo de Hombre, en primer término porque su autor, Roa Bastos, es el paraguayo más ponderado y de más prestigio en todo el mundo y su novela Hijo de Hombre sigue siendo considerada una obra maestra de la literatura que, conjuntamente con las de Casaccia, marcan la aparición de la novela de carácter universal. Este libro en que las historias del pasado y los episodios más cercanos al presente se unen para reivindicar al hombre paraguayo como ente social y como ser humano, porque las fuerzas de poder le hacen perder gradualmente su identidad, y, en consecuencia, la pérdida de su propio mundo donde se refleja la dualidad cultural cristiano-guaraní. En esta novela Roa emparenta las costumbres ancestrales con la historia para exteriorizar el sentir del pueblo, la memoria colectiva y los sentimientos de hombres y mujeres campesinos con su cosmos natural y la vinculación de una sociedad que no termina de comprender y que les es adversa.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -Existen críticos, aunque no conforman una corriente porque no hacen un trabajo permanente, sino en forma aislada y esporádica. Como críticos de gran valía los considero a Osvaldo González Real y al profesor Enrique Marini Palmieri, aunque este último no siempre se refiere a la literatura nacional.

            El trabajo del crítico es riguroso, de escasa difusión y poco considerado por los lectores, cuando debería ser un producto intelectual muy importante y valorado. Existen sí comentaristas que publican regularmente en los periódicos, pero más se dedican a las obras de escritores ya desaparecidos.

            Necesitamos una crítica profesional, responsable, que aporte estudios sobre las obras que van apareciendo, de modo que la creación sea acompañada por opiniones autorizadas que estimulen el trabajo del escritor. En su gran mayoría nuestros escritores buscan la crítica en el exterior y el/la escritor/a necesita que su obra sea acogida en su propia tierra.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -Se puede arriesgar una afirmación sobre lo poco que conoce nuestro pueblo a sus escritores y atribuiría a varias causas. En primer lugar, el escaso apoyo de la prensa que asigna espacios insignificantes para informar sobre el quehacer de los/as escritores/as. Lugares arrinconados, casi escondidos, letras pequeñas que no llaman la atención de los lectores, más es lo que importa la política o el deporte. Anhelo que también la cultura tenga su espacio todos los días, si la gente se acostumbra a ver fotografías irá acostumbrándose a leer artículos y a comprar libros que cuestan mucho menos que la entrada a ciertos espectáculos multitudinarios.

            El escritor espera comunicarse y los libros envejecen en las librerías a pesar del esfuerzo editorial. En cuanto a la siguiente pregunta de ¿cómo se podría revertir esta situación?: Creo que en unos años este aspecto va a cambiar, desde el MEC se tienen programas de incentivación de la lectura y surgen innumerables proyectos para la difusión de los libros paraguayos. Necesitamos que los maestros amen la lectura y la literatura y que opten por los escritores nacionales. Ahora que recordamos el bicentenario de nuestra emancipación, deberíamos proclamar nuestra independencia cultural; sin desechar lo extranjero, aprender avalorar nuestra literatura nacional.

            Muchas veces el/la escritor/a se siente frustrado/a porque la burguesía no le tiene en cuenta, el proletariado no se interesa por la cultura, lo ignora ya que primero necesita satisfacer sus necesidades básicas, entonces la revolución cultural tarda en llegar; los que pueden comprar libros no leen, los que quieren leer no pueden comprarlos.

            Quizás lleguemos alguna vez a la distribución gratuita de ediciones económicas de gran tiraje, es un sueño que podría cumplirse si la distribución del presupuesto se hiciera más equitativamente.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Exactitud y responsabilidad.

            -La importancia de las obras literarias estriba esencialmente en la comunión íntima entre el producto que consigue el autor y la realidad de su entorno que busca una identidad dentro de esa sociedad en la cual se halla inmerso el autor que siempre busca su autonomía, su independencia cultural.

            De ahí que surgen dos líneas de pensamientos divergentes. En nuestro país la narrativa ha pasado por las sucesivas etapas del costumbrismo, del realismo y los raros casos del naturalismo, pero en la actualidad el novelista ha extendido su campo visual, desechando todos los convencionalismos que dificultaban la libre elección de los asuntos.

            Vivimos en Paraguay, un auge sin precedente de la novela y la mayoría de nuestros escritores/as se comprometen con la realidad del país, ya ni siquiera en la lírica se encuentra la evasión como un recurso para huir de los problemas que acucian al hombre y sus relaciones con los demás y con su entorno. La sociología del escritor y la producción literaria en el Paraguay se manifiestan en su condición social y no pocas veces en su ideología.

            Personalmente sostengo que tanto el cuentista como el novelista tienen una responsabilidad social, una voz, una actitud que hace que sienta el imperativo de enfrentarse con la realidad de nuestro pueblo, los sufrimientos que lo aquejan y las injusticias que soporta; es obvio que en nuestra narrativa contemporánea el tono de protesta oscila entre la estridencia, la cólera, porque los motivos políticos y sociales son las constantes de nuestra literatura; aún cuando leemos una novela histórica, no, en ella no está ausente la revisión histórica, la nueva interpretación como denuncia, como compromiso.

            El escritor no puede ser neutro, hoy en día, es un observador crítico, un intérprete de su pueblo y de su gente.

            Este siglo XXI trae consigo un gran movimiento cultural, surgen instituciones que desean propagar nuestra cultura, hay mucha producción editorial, obras en ambas lenguas oficiales de temática muy variada tanto en prosa como en poesía.

            El poeta sale de su mundo interior para interesarse en temas profundamente humanos para presentarlos con un sentido universal. La poesía descriptiva de nuestros paisajes, de nuestras campiñas y poblados ha evolucionado para centrar se en la conciencia del paraguayo y en su modo de valorar la vida, el amor, o soportar las injusticias y el dolor para sobreponerse a las críticas.

            En cuanto a la calidad de la narrativa, las novelas que están apareciendo están a la altura de cualquier otra literatura escrita en español.

            Las novelas escritas por mujeres son abundantes, y tanto por la estructura, por el lenguaje, por las variadas técnicas empleadas, pueden competir con las mejores de Hispanoamérica.

            El mundo globalizado también ejerce gran atractivo sobre la creación literaria en nuestro país, últimamente aparecieron novelas en las que el cosmopolitismo está presente en temas como la prisa excesiva, el vértigo, la ambición, el fraude y los traumas psicológicos que corren parejos con los fenómenos sociales.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Creo que el libro va ganando terreno. Se lee más que en décadas anteriores, aunque las lecturas preferidas del público no son precisamente las obras literarias. Los lectores buscan ansiosamente los libros de autoayuda y los hombres prefieren los que traen intrigas políticas. No me baso en estadísticas, pero sí en la observación y en la propaganda de los periódicos y de la TV. Parece que son las mismas editoriales y los importadores de libros se empeñan en vender lo extranjero, el marketing va formando el gusto de la gente.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -En las escuelas y colegios se está haciendo un gran esfuerzo por introducir en la conciencia de los niños/as y jóvenes el aprecio a lo nuestro, pero los cambios llevan su tiempo, demasiados años leyendo " Caperucita" y demás clásicos infantiles, que va dejando poco espacio para lo auténticamente nuestro.

            Ya no estamos tan incomunicados en las ciudades, pero en los pueblos del interior la literatura paraguaya es un producto exótico al que no tiene acceso, es grande el esfuerzo del MEC, pero la geografía patria es extensa y se necesita que la equidad los alcance, aun a aquellos habitantes de zonas muy alejadas o en los lugares fronterizos donde hablan la lengua del vecino.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -Reflexionar sobre la realidad paraguaya y el proceso de cambio es un desafío. El cambio en la cultura vendrá el día en que exista una política cultural incluyente, el proceso no será rápido, pero no se priorizan la literatura ni los libros, se anteponen otras manifestaciones culturales cuya difusión resulta más popular; a través de ferias y festivales se acostumbra al pueblo al goce de los sentidos pero se los priva del desarrollo de la inteligencia, de la generación de ideas, que los vuelva emprendedores.

            A nuestro pueblo le gusta bailar, cantar, es parte de nuestra identidad, es muy bueno, pero necesita leer, instruirse, educarse para producir ideas que le vuelva autónomo. Nunca va a ser suficiente todo el esfuerzo cultural. Se necesita suscitar nuevos valores para el teatro juvenil, en las ciudades se están viendo los avances, pero debe alcanzar a las poblaciones campesinas que luchan por su subsistencia y no acceden a programas culturales.

            Está cambiando el concepto de expansión cultural, pero debería desburocratizarse y que alcance a beneficiar al pueblo y no quede solo en los despachos de directores que, a veces, caminan en forma paralela o en sentido opuesto a la marcha de la gente que necesita y que si se le muestran los beneficios también les va a agradar.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -En nuestras instituciones gremiales de escritores todavía falta el sentido de unidad, de solidaridad. Todos creemos que debemos recibir halagos pero todavía nos falta hacer mucho más por los demás, por nuestro pueblo que espera conocernos y que podría tener el gusto de leernos si las editoriales emprenden una propaganda más agresiva para mostrar la producción nacional.

            Deberíamos conversar más, discutir más, elaborar proyectos conjuntos, congresos, debates, publicaciones colectivas, cambiar nuestra egolatría por una más solidaria, más amistosa, con más sentimiento.

            Lo que no podemos hacer en forma individual, quizá lo podamos hacer en forma colectiva.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Debemos recordar que nuestro público lector pertenece a la sociedad del espectáculo, entonces ¿qué debemos hacer los escritores?, pues conseguir presentar nuestra literatura como un espectáculo interesante y no encerrarnos entre cuatro paredes esperando que acudan los lectores, ni esperar que el lector descubra las obras, sino que el trabajo editorial debe consistir en conquistar lectores utilizando los medios de comunicación masiva como apreciamos en los canales extranjeros.

            Probablemente el rasgo más importante de la literatura es la imaginación que se erige en elemento central, la novela moderna constituye el mejor ejemplo de mostrar en contextos muy específicos el grado de validez de los valores colectivos tradicionales y de las soluciones que ha aportado a las cuestiones más universales; esto sucede no solamente porque el hecho narrativo es más fácilmente entendido y asimilado por el lector, sino porque es más sencillo recrear mundos con que el lector pueda identificarse.

            En cambio, en la política se opera con realidades, el político debe interpretar esa realidad, porque las personas están sujetas a las mismas situaciones que los personajes literarios. La vida política supone una negociación constante entre las obligaciones de la vida moral, por una parte, y los deseos y contextos de actuación, por otra. A veces, la ética de la política no resiste la comprensión de los problemas y de la gente a quien representa y la sociedad le ofrece al político incontables alternativas a determinados conflictos y problemas que el escritor los resuelve con su imaginación, en cambio el político debe asumir una función en el mundo real y debe matizar conocimientos y capacidad para reaccionar ante ciertas situaciones.

            En esto se basa el componente social de la literatura. El escritor tiene una visión personal de los problemas, los comprende y los denuncia, pero no necesita buscarles la solución, en cambio el compromiso político es resolver situaciones y conflictos.

            El escritor trabaja con la palabra, la política es acción. Política y literatura se tocan y hay políticos que triunfaron en el mundo literario, tal el caso de Vargas Llosa, pero pocas veces los escritores triunfan en política.

            La política es un quehacer permanente, dinámico, exige creatividad, no hay obra concluida como en la literatura, en cambio la política necesita la creatividad de la literatura y la literatura social se nutre de los problemas sociales.

            El/la escritor/a no puede permanecer indiferente ante los acontecimientos sociales y políticos, es un ser social y como tal tiene su opinión y puede aportar desde su esfera con su crítica inteligente, objetiva y su palabra veraz.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -Lo que tenemos que definir es qué es la intelectualidad: ¿una cualidad del intelectual?, ¿un ejercicio sistemático del intelecto?, ¿un intérprete de la vida de un pueblo en un momento de la historia?, ¿la suma de intelectuales? En cualquiera de los casos debe hacerse sentir, debe dejar oír su voz y su palabra, debe opinar sobre el discurrir de la vida y mirar con ojos críticos sus problemas. El intelectual tiene la obligación de iluminar a la sociedad en épocas de crisis. Según observamos, los intelectuales guardan silencio ante los clamores del pueblo. En esta época de democracia los intelectuales deberán hacerse sentir para reconstruir la sociedad, para un renacer del país, así como se hicieron sentir durante la época de la tiranía y del temor para demoler la mentira, el odio y la injusticia arraigados en nuestra sociedad. Necesitamos intelectuales preclaros que busquen la felicidad de su pueblo señalando el camino como lo hicieron en otras épocas un Eligio Ayala, un Manuel Gondra, un Natalicio González, un Efraím Cardozo, bien o mal, nos guste o no nos guste, han marcado huellas profundas en nuestra sociedad.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura?, ¿adónde va? Muerte o metamorfosis.

            -Yo creo que existe crisis muy manifiesta en el sentido del concepto en permanente ebullición. Existe una separación más o menos estricta entre la lengua literaria y la lengua común, la coloquial. Algunas teorías la llaman la lengua están dar, otras teorías la llaman referencial (J. M. Pozuelo 52), como un fondo no marcado en contraste con el cual resultan significativos los recursos y procedimientos de esta otra lengua conocida como poética o literaria.

            Ambas formas conviven, aunque no amigablemente en la actualidad. Los formalistas hablan de signos literarios, recursos, procedimientos. La otra cara de la poética es la ruptura de las estructuras formales, la adopción de registros que incluyen palabras del léxico vulgar, hasta obsceno, estas son las cualidades de divergencias.

            Cada una de las vertientes tiene su público lector. La significación de la subliteratura según el concepto de algunos críticos (Caporale, Ricardo Alfonso, D. Fokema) impone una franja etaria, jóvenes disconformes con su entorno social, seudorrevolucionarios, embanderados en principios que creen justos y necesitan manifestarlos en ocasiones con agresividad hacia la sociedad que desprecian. Creo que ambos cauces deben transitar libremente en espacios diferentes a pesar de que en ocasiones se encuentren, dialoguen o se enfrenten, pero con la certeza de que cada cual se exprese en el registro que adopte, así que literatura siempre habrá aunque con manifestaciones diferentes, cambiantes, acordes con los tiempos que corren. Siempre habrá lectores también, siempre cambiantes, adoptando las ideas en boga, presentadas en envases diferentes y habrá conservadores que gusten de las formas bellas cuyos valores expresivos son de la psique de un autor como de los medios que el idioma tiene a su disposición para comunicar sentimientos y crear belleza.

            Los textos evocan el estatus social de quien los crea, su procedencia económica y cultural, por supuesto traen una indicación (palabras, giros, versos) de la época en que se han emitido. Cada sexo y cada edad se manifiestan en registros lingüísticos concretos y la literatura acoge a todos ellos.

            Es bueno leer y nutrirse de nuestros clásicos hispanoamericanos, maestros de la lengua, ellos han conseguido crear una corriente de ideas, aunque cada cual diferente en cuanto al estilo en el uso del lenguaje literario, lírico o poético.

            Cada uno de ellos tiene una mirada, un modo de ver y apreciar nuestro mundo americano, desde ópticas distintas y de representarlo con la originalidad que los caracteriza.

            Creo que en esta lista faltan representantes de la literatura femenina tan rica y que completaría la visión femenina sobre nuestra América: Isabel Allende, Laura Esquivel, Carmen Naranjo; poetisas como: Delmira Agustina, Juana de Ibarbourou o escritores más jóvenes como Mempo Giardinelli, Antonio Skármeta, de Chile, Arturo Mutis de Colombia, los centroamericanos Sergio Ramírez y Arturo Arias, Mayra Montero de las Antillas, J. P. Feinmann.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa Bastos, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Están surgiendo en nuestro país escritores/as que necesitan ser conocidos y estudiados, nuestra tarea será difundir sus obras; la literatura se enriquece fundamentalmente con nuevas obras, presentadas por nuevas figuras que constituyen el caudal inagotable de la poesía o de la narrativa.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Me interesan el país y su gente, observo con mucha atención los acontecimientos políticos y sociales, los problemas de los hombres y mujeres de nuestra tierra. En dos de mis novelas abordé acontecimientos históricos muy polémicos sobre los que nadie nada antes había escrito. Mi primera novela, "Código Araponga", cuya temática es la pérdida de los Saltos del Guairá, una maravilla de la naturaleza, la pérdida de nuestras tierras fronterizas silenciosa y gradualmente ocupadas por colonos brasileños, la construcción de la represa de Itaipú y los problemas sociales derivados, como el abandono de los campesinos e indígenas de sus tierras ancestrales y la migración forzada, la destrucción de los bosques vírgenes y sobre todo el surgimiento de nuevos núcleos poblacionales como Ciudad del Este.

            Es una novela de aventura donde no faltan el amor, el odio, la delación y la violencia, la corrupción y el contrabando, los negocios sucios y el crimen organizado que causan muchas muertes.

            En la segunda novela, "El Retorno de Araponga, se toca la pérdida de la identidad de un oficial que huye al país vecino a causa de la persecución del dictador quien lo utilizó como espía y quiso eliminarlo porque era el poseedor de muchos secretos sucios en la frontera.

            El hijo lo busca incansablemente y se instala en la frontera donde es testigo del negociado de la triangulación de productos como el café, el whisky y el cigarrillo. También es testigo del despojo de las tierras a sus dueños legítimos para ofrecerlas como prebendas a militares y hombres fuertes de régimen.

            Escenas muy emotivas como el encuentro del padre y el hijo, cuando el hombre vuelve del exilio tras la caída de Stroessner.

            Las colecciones de cuentos como “La Otra Orilla" constituyen una narrativa testimonial, es sobre los hombres y mujeres que padecieron persecución, tortura y muerte.

            En "Desde el Silencio" los cuentos urbanos tratan una diversidad de temas muy actuales y completan la colección algunos ambientes en nuestras campiñas, pero siempre desnudan el drama de hombre y mujeres de nuestra tierra.

            En "Romancero de Amor y de Olvido" cuento historias casi reales, casos sucedidos y de extracción popular.

            Mi producción para niños y adolescentes abarca cuentos, poemitas. La temática es variada, cuentos fantásticos, de ciencia ficción, folclóricos, ecológicos, etc.

            Mis ensayos ven la luz en la Revista del PEN CLUB, en ellos trato temas de la literatura paraguaya. Acaba de publicarse un librito a través del MEC con motivo del Bicentenario.

            -La enseñanza de la lengua castellana en el Paraguay, pasado, presente y futuro.

            -Y abarca los doscientos años de la vida nacional.

            Tengo en proyecto una novela que completaría la saga de los temas fronterizos del Alto Paraná, estoy recabando datos debido a que la frontera está creciendo y es cambiante.

            Estoy proyectando trabajos críticos, algunos ya se hallan avanzados, pero necesito más tiempo para publicarlos.

            Sería muy eficaz crear un instituto de investigación literario donde los colegas se dediquen a leer las obras que se van publicando, las estudien y publiquen trabajos críticos que puedan ayudar a los/as escritores/as mediante una valoración objetiva e imparcial.

 

 

IRINA RÁFOLS (Montevideo, Uruguay, 1967)

"El escritor paraguayo es poco conocido afuera, y por lo general se tiene que gestionar solo"

 

            Radicada desde hace muchos años en Paraguay, se dedica a la docencia universitaria. Produce libros de poesías y también se dedica a la narrativa. Dio a conocer sus libros de cuentos y novelas que han concitado la atención de la crítica. Si bien nació en Uruguay, toda su formación y actividad literaria la realiza en Paraguay.

            -Proceso generacional. En qué momento aparece como escritora o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura.

            -Empiezo a publicar en mi época de estudiante universitaria, durante la carrera de Letras. En el año 2004 publiqué mi primer libro de cuentos, "Esperando en un Café". En estos momentos preparo la segunda edición de este libro. Pero ya en el 2003 había recibido una mención en un certamen de ensayo. Para el 2005 publiqué un poemario, "Desde el insomnió", y mi primera novela: "Abulió, el inútil". El año anterior publiqué la novela "Alcaesto" Estaba aislada de un movimiento generacional y lo sigo estando.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Mi obra tiene influencias de tres mundos: el uruguayo, el argentino y el paraguayo, cada vez más. Aunque hace más de veinte años que resido en Paraguay, vengo de una cultura muy diferente. Crecí sin televisión, sin computadora, sin Internet, en un país muy frío. Comencé a leer novelas a los seis años, libros de historia, de ciencias, cuentos, poesía. Estudiaba los diarios, las palabras nuevas que no conocía las buscaba en el diccionario. En Uruguay, en la época en que iba a la escuela y al liceo, había bibliotecas gratuitas en todos los barrios. En los colegios todas las aulas tenían su propia biblioteca. El Estado, incluso durante la dictadura uruguaya, donaba muchos libros a las bibliotecas de los liceos. Las familias te regalaban libros, los amigos. Había libros hermosos por todas partes. Imposible no leerlos. Los programas de estudio escolares y de secundaria eran muy buenos, compatibles con los europeos. No en vano Uruguay, en compañía de Chile, son los países latinoamericanos con mayor nivel académico. Tuve una formación privilegiada. Ahora lo sé. En Argentina la misma cosa. La importancia del libro y su influencia son iguales que en Uruguay.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro paraguayo que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Lo que te puedo decir es que está empezando a surgir un interés literario que no es precisamente de las generaciones predecesoras. Está empezando a influenciar más la cultura global. Los jóvenes tienen intereses literarios muy diferentes a los intereses de la generación anterior. Yo estoy evidenciando una ansiedad de ruptura, una búsqueda de formas nuevas. Me baso en mi experiencia como profesora de todos los niveles de la enseñanza, en las escuelas, colegios, universidades. En cuanto a un libro paraguayo que haya llenado mis expectativas... mis expectativas como lectora que busca la complejidad, "Yo el supremo"; de Roa, sin dudas. Después cosas aisladas. Los cuentos de Dirma Pardo, pero los de antes. Las poesías de Rauskin, las novelas de Juan de Urraza, Susana Gertopán me parece interesante, Lita Pérez de Cáceres. Ahora estoy estudiando la novela de Juan Manuel Marcos, "El invierno de Gunter", y me entretienen su complejidad y riqueza. Se está comenzando a destacar otro escritor, Rubén Sapena Brugada. La literatura paraguaya está necesitando crecer, romper moldes, encontrar otra manera de decir las cosas.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -A veces existe. Existe cuando el crítico toma como centro el texto del autor, no su vida personal. Lamentablemente, aquí hay mucha confusión en eso. Sí, hay críticos, yo misma algunas veces he hecho críticas analíticas de algunas obras. Algunos críticos reconocidos son Juan Manuel Marcos, Jacobo Rauskin -a través de esos debates magistrales que realiza desde hace algún tiempo en la Manzana de la Rivera-, Osvaldo González Real, Miguel Ángel Fernández, Teresa Méndez-Faith, y hay otros. El tema es que primero hay que enseñarle a la gente para qué es importante la crítica, porque no saben. Incluso muchos colegas escritores toman a pecho cuando se critica su obra. Criticar no quiere decir hablar mal. La crítica evalúa, analiza y plantea una guía de niveles de calidad para que el público se oriente. La crítica pone en movimiento el universo de una obra, la conecta a una dialéctica que le sirve de promoción, que empuja al libro a salir al campo literario.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -El escritor actual está bastante enterado de la realidad en que vive. Sabe que tiene que remangarse la camisa para salir a trabajar. Sabe que es él el que tiene que encontrar al público. Sabe que nadie lo espera, así que tiene que ir hasta la montaña, y ser la voz del que clama en el desierto. Me parecen loables ciertos proyectos de algunos centros culturales. Por ejemplo, el proyecto de las bibliotecas de los colegios, que invitan a escritores a sus clases, promueven los libros y permiten un acercamiento grato y más familiar entre los estudiantes y los escritores.

            Cierto es que hay algunos foros donde se discuten temas, pero a veces cuando el escritor no logra poner su ego a un lado, sólo sirven para discutir sin fin ni causa. El contacto del escritor con el público no debe ser almidonado. Se tiene que saber crear un clima atrayente para el público. Las editoriales tienen que tomar otra postura en cuanto a la gestión cultural, promover más a sus escritores, llevarlos afuera. Al menos a los países limítrofes. Que tengan mayor participación en ferias del libro, y que vayan muchos más de los que suelen ir.

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Gratuidad y responsabilidad.

            -El lado del que se ponga el escritor es cosa suya. Nadie le puede decir a nadie que escriba sobre algo que no siente. En la historia de la literatura siempre hubo de todo. Escritores que se comprometieron con sus sueños y escritores que se comprometieron con la realidad. Los hubo magníficos en ambas posturas. Ante todo, el escritor debe ser fiel a sí mismo.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Estamos mejorando, pero muy lentamente. El escritor paraguayo es poco conocido afuera, y por lo general se tiene que gestionar solo, porque las editoriales no consideran la gestión internacional. Es conocido Roa Bastos, pero Roa Bastos no es el único escritor del Paraguay, hay que darles la oportunidad a otros escritores que también son buenos.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Sé que se editan muchos libros por año, muchos, y a través de varias editoriales. El paraguayo quiere contar sus cosas, quiere trasmitir, quiere ser leído. Contra lo que se dice, hay una comunidad paraguaya muy grande que tiene intereses intelectuales y literarios. La calidad de las ediciones es muy buena. Pero el tema está en que las librerías ganan más con los libros extranjeros que con la literatura nacional. El mercado de afuera está tan bien proyectado que inclusive es capaz de desbancar al mercado de libros nacionales aquí mismo. Afuera las editoriales se ocupan de mover al libro, realizan un marketing interesantísimo. En cuanto a la calidad de los libros, hay de todo. Se editan cosas buenas, mediocres y también malas.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -Lo que veo es que la cultura se gestiona bastante sola. No es centro de interés todavía para el Gobierno, y si empieza a serlo, es bastante poco el interés que demuestra. La política paraguaya es una olla de grillos. Es desesperanzadora. Nunca he visto un político paraguayo que para hacer su propia campaña no utilizara como método hablar pestes del otro. Es indecente. Pone en evidencia los bajos instintos de todos, sus protagonistas no conocen la mesura, la dialéctica, la retórica, se manejan con la intriga y el insulto, además de olvidarse de que como funcionarios se deben al pueblo, no a sí mismos.  

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Están tan unidos y desunidos como siempre. Algunos se comprometen con la realidad social, otros miran para otro lado. Pero en eso no hay que meterse. Es decisión del escritor que mire adonde quiera. Los que sí deberían mirar la realidad social alguna vez son los políticos.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Se pueden tocar, pero eso condiciona mucho la literatura, le pone frenos a la libertad creativa e imaginaria. Sin embargo, hubo grandes escritores en la historia de la literatura que tocaron política y literatura a la vez, como Víctor Hugo, y lo hizo de una manera sutil y placentera. Otro fue Alejandro Dumas, y logró deleitar mientras instruía.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -La gente se expresa mucho. En estos momentos ya no se puede negar que hay libertad de expresión. La gente se manifiesta. Faltaría nomás que se la escuche, y que después se le diera una respuesta. Sin dudas que la palabra es una herramienta instrumental, pero hay que ver de qué boca sale.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura, adónde va? ¿Muerte o metamorfosis?

            -La literatura no morirá nunca. Yo estoy segura de que pasó del estado larvario al capullo. Está en proceso de gestación. Se avecinan cambios en el lenguaje, en la forma de decir las cosas. Algunos temas son eternos: el amor, la muerte, la angustia existencial, la soledad del hombre, etc., pero hay que encontrar una nueva forma de decirlo.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -Hay mucho más que los autores que mencionas. Hay que leer a los ingleses, estadounidenses, a los europeos, a los rusos y a los japoneses. Hay mucho. Hay que atreverse a mirar más allá de los límites de América Latina. Yo confío en que pronto habrá jóvenes paraguayos que empezarán a destacarse por manifestarse con una nueva voz.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas.

            -Mi literatura es rioplatense. Tengo gran influencia de maestros argentinos, que a su vez tomaron como a sus propios maestros a escritores ingleses, estadounidenses, franceses y rusos. Así que los maestros vienen en cadena. Mi literatura además se impregna de temas paraguayos. Para el 2011 presentaré mi tercera novela, ahora ambientada en Paraguay. Tendrá un marco histórico pero será de ficción.

            En estos momentos lo que se está afianzando en Latinoamérica es el Neobarroco o el Postboom, que es un movimiento que toma ciertos temas del Boom y del Barroco, con los autores que mencionaste anteriormente, pero se separan en la manera de ver la realidad. Por ejemplo, la realidad para Borges es fantástica, para Cortázar surrealista, para García Márquez es realismo mágico. Lo que hace el escritor del Postboom es restituir la mirada a la realidad objetiva y la compromete con los conflictos sociales de su tiempo. Tenemos una pléyade de escritores escribiendo sobre la dictadura, la tortura, los problemas de género, el exilio y la independencia de nuestros países. Hay un gran interés por la revisión histórica que empieza a desmitificar a los grandes héroes de la historia, que de pronto se ven como hombres normales, con todos sus vicios y sus defectos. De los actores latinoamericanos de la actualidad me resultan interesantes Saramago, que falleció hace poco, Laura Esquivel, Mempo Giardinelli y Federico Andahazi, entre otros.

            -Algo que le interese expresar especialmente.

            -Nunca hay que quedarse con lo que se aprendió una vez. Hablo sobre el escritor, pero todos los individuos deberían verse reflejados en el hecho de querer actualizarse, no perder la curiosidad, no dormirse sobre los laureles. Investigar, vivir en un plan de búsqueda. Creo sinceramente que existen dos clases de personas, las que leen y las que no leen. Para las que leen, la cosmovisión del universo no se cierra nunca.

 

 

WILLIAM BAECKER (Mato Grosso, Brasil, 1943)

"El cambio político influyó en la libertad de expresión. Libertad que no podemos o no sabemos apreciarla..."

 

            -Proceso generacional. En qué momento aparece como escritor o poeta y cuáles son los aspectos resaltantes de esa coyuntura.

            -Mi primer libro de versos "En una lejanía" apareció en 1972. Frecuentaba un grupo de poetas, entre cuyos integrantes cito a José Luis Appleyard, Ricardo Mazó, Elza Weizell, Marialuisa Artecona, y donde aparecían esporádicamente Francisco Pérez Maricevich, José Antonio Bilbao, Ramiro Domínguez, Noemí Nagy. Paralelamente, frecuentaba la amistad de Gladys Carmagnola y Dora Gómez Bueno de Acuña, entre los que recuerdo a vuelo de pluma. Todos eran -y son- mayores que yo. Poetas que cultivaban diversas "tendencias" literarias.

            -¿De qué manera ha influido en su obra o en su pensamiento el proceso que ha vivido?

            -Influyó en el sentido de que me enseñaron a buscar mi propia voz, lejos de la influencia que ejercen poetas como Neruda, Lorca, Darío Machado, J. A. Silva, Storni, Ibarbourou, etc.

            -¿Cómo definiría las características de su promoción? ¿Cuáles fueron y son las perspectivas y alternativas?

            -Me apresuro a decir que no me considero de ninguna promoción en particular, como podría ser la promoción del San José, del padre Alonso, por ejemplo.

            -¿Qué derroteros han dejado las generaciones predecesoras para la literatura paraguaya? Un libro que ha llenado sus expectativas, por qué.

            -Considero a Appleyard como un gran poeta y conocedor de la literatura. Me conmueven los versos de Ricardo Mazó y Gómez Sanjurjo. Admiro la maestría de Ramiro Domínguez.

            -La crítica en Paraguay, ¿existe una crítica?

            -Creo que hay algunos buenos críticos, pero no ejercen su necesario magisterio. Lo que sí observo es que hay muchos comentaristas que, gracias a sus inmerecidas alabanzas, causan mucho daño al poeta y a la poesía.

            -¿De qué manera ejerce protagonismo el escritor en nuestros días? Si fuera muy poca la gravitación, ¿cómo se podría revertir la situación?

            -No creo que el escritor, en general, ejerza algún protagonismo. Pienso que se requiere más seriedad en el tratamiento de los temas y en el "bien decir", es decir, saber escribir (esto, especialmente en la narrativa).

            -El arte al servicio de... y el arte por el arte. Exactitud y responsabilidad.

            -El arte al servicio de... deja de ser arte para ser mercancía.

            -¿Cómo ve la presencia del libro en nuestros días? ¿Seguimos incomunicados?

            -Se publica muchísimo, más de lo deseable. Estoy seguro de que más de la mitad de lo que se edita no merece cruzar la frontera.

            -¿Cómo ve la actualidad en materia de creación y ediciones de libros nacionales? La calidad, la cantidad. Narrativa y poesía actual.

            -Un gran avance en narrativa, con promesas muy alentadoras.

            -La realidad paraguaya. El proceso de cambio, la cultura, la política paraguaya. ¿Qué opinión tiene al respecto?

            -El cambio político influyó en la libertad de expresión, sin duda. Libertad que no podemos apreciarla (o no sabemos) y veo una nave cultural sin rumbo, como la misma política estatal. Es penosa la falta de madurez e ignorancia de la mayoría de los dirigentes políticos. Pienso que mejorar es una cuestión de educación y tiempo.

            -Los escritores paraguayos en este proceso, ¿están más unidos, dispersos, evasivos, escapistas, indiferentes, o son militantes en el campo de la cultura?

            -Tal vez con excepciones, pero los veo indiferentes y evasivos, como en su torre de marfil.

            -La política y la literatura, ¿son dos polos que no se tocan?

            -Si se tocaran, el riesgo es que la literatura se convierta en instrumento de la política, asunto que rechazo.

            -¿La intelectualidad ha claudicado en su función de expresarse? El valor instrumental de la palabra.

            -No creo que haya claudicado. El problema es que la palabra tiene todavía poco valor. Reitero, cuestión de educación. Y de credibilidad.

            -¿Se podría hablar de una crisis del intelecto y la creación? ¿La crisis del concepto de literatura? ¿Qué es la literatura?, ¿adónde va? Muerte o metamorfosis.

            -Creo que es evidente la crisis. Mucha hojarasca abona el descreimiento hacia la literatura, pero no avizoro su defunción. Habrá libros y lectores por mucho tiempo todavía.

            -Más allá de Cortázar, Borges, García Márquez, Roa Bastos, Octavio Paz, Neruda y otras celebridades, ¿qué nos queda?

            -¿Qué nos queda? Educarnos y trabajar. Y no olvidar que los humanos somos seres sensibles.

            -Hable de su literatura. Sus expectativas. Algo que le interese expresar especialmente.

            -Practico una literatura de "tono menor", al decir de José Luis Appleyard. Y no sé lo que me depara el futuro como versificador.



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