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VICTORIO VILLALBA SUÁREZ

  LOS FUEGOS DEL ALBA, 1985 - Poemario de VICTORIO V. SUÁREZ


LOS FUEGOS DEL ALBA, 1985 - Poemario de VICTORIO V. SUÁREZ

LOS FUEGOS DEL ALBA, 1985

Poemario de VICTORIO V. SUÁREZ

 

EDICIONES TALLER

Del Taller de Poesía MANUEL ORTIZ GUERRERO

Edición al cuidado del autor.

Diseño gráfico: MARIO CASARTELLI

Ilustración: VICTORIO V. SUÁREZ

Asunción – Paraguay

1985 (93 páginas)

 


AUSENCIAS DE UN VUELO

(1975-1977)


Noviembre de 1975


Era el tiempo

que sostenía en un espejo el reloj

y la experiencia larga

de miradas perdidas.

Entonces nacieron las ausencias,

maduró el retrato de la noche

en nuestras caras

y no se volvió a abrir la flor

sino un proyectil en la garganta.


TESTIMONIO DE LAS AUSENCIAS

 

El viento reúne tres ausencias:

recuerdo una fecha

y mis ojos se llenan de latidos.

Nadie supo el funeral de las aves

de ensangrentadas lorigas,

nadie supo

que el verano les sudó en las alas

con un pedazo de madera

y que el cielo con fibras de nubes y vegetal

llevó el color de las palomas.

Aquel día

yo le miré a la muerte en la cara

mientras contaba moretones;

yo tuve los dientes contra el suelo

y la espalda llena de pisadas;

yo cuando quise mirar

me orinaron en los ojos,

pero igual pude ver.

La noche estaba madura

y se abría en picadas,

se oía toser la piel como un tambor

hasta que el fuego sangraba

para ahogar en un aguacero

de espumas crepusculares.

La medianoche relampagueaba en sus uñas

la carne del día domingo,

la madrugada bajó con una sábana

y se fue con seis alas extendidas.



Ese día la aurora apareció con sangre en la mejilla.

Pasaba y pasaba el viento derribando palomas,

el viento pasa y pasa

mientras

se abre una lágrima entre las manos

templadas en el tiempo

que muerde infatigablemente

tres ausencias en un vuelo.


 

PRIMERA AUSENCIA

 

Como un Cristo fusilado

te encuentro hoy apenas

con tu imagen de madera

bañada

en violentos aguaceros.

Al fin te vuelvo a ver, amigo mío,

como si nuestra palabra respiraras

en el fuego transparente de las horas

con el pecho muerto

y la espalda perforada sangrante

sangrando

Miguel Angel, ángel herido, desgarrado

en pleno vuelo.

Al rojo vivo tu cuerpo fosforece

igual que una hostia

por las vetas impresionantes de la tarde

y yaces en un pedazo forestal

que huele a tierra pura y a combate

yaces como un ángel, Miguel Angel, ángel.


 

SEGUNDA AUSENCIA

 

Tenías el cuerpo transparente

mientras ardía la tierra,

pero cayó tu voz ensangrentada

y surgió de tu vivo retrato

la muerte.

Rubén-Enrique, redimido hermano

del verbo profundo como el mar,

yo te busqué con el fuego entre las manos

pero durmió la flor,

creció en tu cuerpo, la madera

y las alas golpearon

y te vieron de lejos

con el pecho abierto

y esa voz, nuestra voz ensangrentada.

Te encontré en la ausencia

mientras "Gallito Cantor" respiraba la lluvia

y te volví a encender la otra noche

en el ángel extraño de nuestro dolor

que bajó para ir a romperse

en la dura soledad de las celdas.

Si tú supieras la oración censurada

y el aliento apretado del viento en la tarde;

si tú supieras que tu cuerpo sigue brillando

en la pólvora y la estrella

brillando en nosotros

como el color transparente del lucero

que te vio nacer

y nos vio sufrir

y definitivamente cantores

nos dejó la esperanza ensangrentada

donde te encuentro

sencillo y amplio como los pájaros

cuando marchan por la libertad.


 

TERCERA AUSENCIA

 

Tu silencio tiene una antorcha quemante

y una musa ensangrentada.

Tu muerte es muerte, pero arde;

tiene la sangre caliente

y el rostro colorado.

Compañero, no estuvimos ciegos los poetas

ni estuvieron sordos los arcángeles

cuando un río oscurísimo te arrastraba

y te vimos en un ave

con las flores que hervían de tu corazón

en cien violines polvorientos

con la lágrima gigante de la patria.

Yo sé que en tu mirar

llevas aún el galopar de la tierra

que hubieses tenido como almohada

porque tu sangre es el suelo puro

o porque tus huesos resplandecen

en los maderos del sur

como una hostia, como un naranjo

o como un lapacho que hiere.

Y estás presente

como una lámpara que ni agoniza ni quema;

tu muerte es muerte

y deja una paloma en la mañana próxima.


Fines de abril de 1977


Era el tiempo

que movía en un espejo el reloj

mientras

una guitarra de arena

dibujaba la mañana...


AISLAMIENTO

 

Desde esta soledad,

sin huesos,

invisible en un patio

existo apenas para intercambiar

un gesto;

apenas

para informarme de algo.

En mi propia piel ahogado,

comiendo día a día la pared,

casi sin cuerpo

sin tiempo

sin ojos,

arrastrando la monótona atmósfera

de los minutos,

cumplo la simple manera de vivir

arañando la tierra

y oliendo mis raíces.


 

COMO SOMBRA EN EL VIENTO SUR

 

Como si nada,

mira,

subsiste en los días

y no reacciona.

Su corazón está boyando

en una sombra:

ha olvidado el viento

y quedó a dormir

por las escaleras.

Ha envejecido

y se acostumbró a callar.

Hoy día

hasta suspira,

hasta muerde

en silencio.

Su cabeza es una flor chamuscada,

una piedra,

una herida,

una guarania sin versos

que va flotando en la noche.

Pero él mira.

Pero él no camina,

no reacciona,

no responde a las pisadas,

no escucha los gritos,

y como si nada,

como papeles, como sueños,

como sombra en el viento sur, se arrastra,

no abre su boca

ni sus ojos.

Y siempre, como si nada,

como si no comprendiera

la inmensidad de su cuerpo, de su historia,

de su nombre,

mira camina calla

y sigue, simplemente,

aceptando la noche de su muerte.


 

RECORDANDO A JERÓNIMO

 

Pasaron los años

y ahora tengo un árbol

un patio

una mujer y dos hijas.

En términos convencionales,

cualquiera puede pensar

que definitivamente soy feliz;

pero nada de eso,

porque recuerdo a Jerónimo

que también tuvo lo mismo que yo,

hasta que un día

quedó sin árbol,

sin patio

y sin derecho de vivir

en su propio país.

Pasaron los años

y ahora, al recordar tantas cosas,

tengo ganas de llorar

bajo mi árbol en mi patio

y con los míos.


 

TIEMPO GRIS

 

El tiempo gris

es un espejo cansado de reflejar

nuestras miradas perdidas.

El tiempo gris

es un reloj que asfixia,

que va marcando en fluir de sangre

la experiencia larga

de oscuras visiones.

El tiempo gris

es en fin,

nuestro retrato silencioso

madurando en la noche.


 

CAMINANDO POR LAS CALLES

 

En la calle

tamborea el sol

y se desliza

una fila de lagartos.

Son los días.

Hay sueños de ríos en el alma,

hay hombros que se quebraron como espejos,

hay voces ahumadas

y un enorme tapir en sombras

cubriendo los caminos.

En la única pared,

inmutable desde tanto tiempo,

la visibilidad se ha vuelto insoportable

y gritamos dolorosamente,

porque nos han abortado mucho antes

que los calendarios sin respuestas,

mucho antes

que la senilidad precoz de mi generación

que camina fríamente por las calles

donde tamborea el corazón

sobre una fila de lagartos.


 

AÚN PUEDO

 

Me sacaron los días,

los años.

Me sacaron todo,

y quieren acostumbrarme

a la deprimente gimnasia

de respirar silencios

bajo una sábana.

Me sacaron los días,

los años.

Me sacaron todo,

pero a pesar de lo mucho

que intentaron borrarme,

hoy me miro

y me doy cuenta

que aún puedo

atravesar la noche

y descubrir la aurora.


 

MAÑANA

 

Habrá una sonrisa

simple y alegre como un pájaro,

cuando el sol alumbre una rosa

y la sombra muera en el alba.

Entonces, llegarán las primaveras perdidas

y en un feliz encuentro

miles de manos subirán desde la intemperie

para desatar el viento

sobre el último eslabón de la tarde.



JUGANDO A ESCONDIDAS

 

Los días son incandescentes apariciones

con muchas caras

parecidas a asentaderas.

Sucede que nos desangraron

y crecimos enclenques,

distraídos

y sin más experiencia que los fracasos

cuando intentamos ser otros.

Y porque nunca nos dejaron ser

lo que honestamente pedimos a gritos;

nuestras extremidades se están volviendo

huesos tristes

y clavados en la tarde.

Todo cuanto ocurre

es porque nos hemos resignado a una espera

que en definitiva confirma

que las flores siempre fueron de plástico

así como los discursos.

Los días son incandescentes apariciones

y todo resulta deprimente

porque seguimos jugando a escondidas.


 

ENTRE ILUSIONES TENDIDAS

 

Treinta años de vida

significan para mí

un galopar de caballos lentos

en las madrugadas.

Treinta años de polvo en la boca

significan una manera de morir

con la lengua borrosa

y las palabras sin viajes.

Pasaron treinta años

de mi existencia perdida

entre catacumbas de pájaros

que dejaron un montón de almanaques,

de ilusiones tendidas

como medias viejas en invierno.

Treinta años,

me duele la cabeza

y no puedo creer que haya pasado tanto

entre maletas estancadas

y una canción que no nació.


 

LOS DÍAS SON COMO PAÑUELOS

 

Desde que tengo memoria

los días son como pañuelos.

Desde que tengo memoria

se arrastran nuestros acentos

de primigenias capueras,

de dolientes veranos.

Desde que tengo memoria

un pueblo de largos silencios

se cuelga del reloj

con la profunda tristeza

del tiempo y la aurora.


 

JIRONES DE SOMBRAS

 

odos los días son tristes

porque el miedo vive en nosotros

libando ilusiones

entre voces que no han nacido

y ojos que esperan bajo la lluvia.

Todos los días son tristes,

como batir de flores chamuscadas,

como jirones de sombras

por el viento.

Son días tristes

que pasan

y nos dicen que ha llegado la hora

de arrancar el telón que cubre nuestras caras.


 

DESDE UNAS FRÍAS VENTANAS

 

Entre fragor de adolescencia,

amores inconclusos

y un terrible paréntesis,

pasaron tantos años;

y lo que más llama mi atención

no es precisamente una cuestión

de números,

sino la proyección de algo

que nació conmigo

y que sigue tan vigente

desde una voz

que ha borrado todas mis pertenencias.

Tanto años pasaron

-mejor dicho-,

van quedando como rúbricas de fuego

en la piel

y qué más puedo decir

si está todo dicho con las marchas,

las consignas

y los pronunciamientos

que llevan infaliblemente a creer

que seguirán las ropas tendidas

y los pájaros muertos

en nuestras frías ventanas.


 

SUMANDO LOS AÑOS

 

Entre vueltas y vueltas

pasó la adolescencia

con perennes resonancias

de una infancia.

Entre vueltas y vueltas

pasó el amor en un canto,

en una frase que no regresa.

Entre vueltas,

entre pequeñas historias

hemos sumado un montón de años

para subsistir

y esconder inexplicablemente

las cosas que hacen de nosotros

interminables fantasmas

o eslabones perdidos en el viento.


 

ESTA TIERRA...

 

Esta tierra que nos llega hasta el alma

tiene días amargos

en que, sin embargo,

trinan las aves.

Esta tierra que llevo hasta el alma

es un silencioso cuerpo

donde duermen estrellas

y cabezas de pájaros azotados.

Esta tierra que el pueblo lleva en el alma

tiene una herida larga y torrencial

sobre remeros ciegos, sobre pandorgas de madera.


 

CUANDO TODO MOLESTA...

 

Hoy, inconsolablemente el día

se está volviendo un pozo negro,

y todo lo que rodea

molesta.

Hoy, ni hacer el amor se justifica.

Es el día que se desploma adentro

y huele igual a todas las ausencias.

Hoy, no quiero existir ni morir.

Hoy, quiero ser, simplemente,

un retrato colgado

en las paredes del viento.


 

ASÍ VIVIMOS. ASÍ CALLAMOS.

 

El increíble oficio de silenciar la boca,

el semblante de perro hambriento que tenemos,

son indicios que nos legaron las pocas calorías diarias

y la sombra que comenzó a perseguirnos.

De ahí se hizo costumbre

nuestra sangre detenida.

Se hizo la ronda. Se quebraron los ánimos.

Lo que hicieron después no fue otra cosa

que enterrarnos

y nuestra muerte se vistió con ansiedad de pájaros

y respiración de primaveras.

El tiempo de callar,

el peso del miedo en nuestra realidad,

en nuestros sueños

han sido desde entonces las barreras que separaron

de nuestro corazón la intensidad de los años

y el movimiento de la luz.

Así pasó.

Así nos han dejado una memoria sin glorias,

una vergonzosa componenda,

un beso de Judas.

Desde entonces, nuestros deseos

se ventilan en la calle

aunque corremos serio peligro de morir.

Miles de días

sostienen nuestro dolor

nuestras limitaciones controladas en voz baja

o por teléfono.

Así vivimos.

Así callamos.

Nuestra respiración es violenta

y mientras camina en nuestra congoja el tiempo

me doy cuenta que no estamos solos.


 

SECUENCIA DEL TIEMPO...

 

Dicen que nos dan la luz.

Dicen también que nos dan caminos.

Hablan de vientos,

pero caminan por nuestros patios

y son dueños de todas las horas.

Todo lo dicho resulta en apretada síntesis

una larga agonía,

una flor cerrada en el aire,

un tiempo gris

donde la angustia crece

y se dispersa.

Hace tantos años

cremaron nuestros sueños

y en la oscuridad seguimos

con las bocas cerradas

salivando el odio, las drogas,

la propia sangre.

Dicen que nos dan la luz,

hablan de vientos, de libertad;

pero las ventanas siguen sin sol

y nuestros cuerpos se deshojan en una jaula

donde danzan los murciélagos.


 

NOSTALGIA DE TIEMPO EN MI PATIO

 

a R.S.

 

Con las perspectivas entubadas del tiempo

y el respirar ignoto de las palomas,

se arropan mis tremendas ansias en todas partes.

Como siempre,

está candente el verano.

Como siempre,

el insomnio se mueve adentro

igual a mi infancia, igual a mi dolescencia,

entre tantos papeles

que no constituyen ningún poema

sino mi risa, mi tristeza, mi sombra, mi lucha.

Desde la dolorosa visión en el trayecto de las cosas,

desde mi mirada en la tormenta

llevo los zapatos que no caminan,

el color del agua estancado en las flores,

el aroma sencillo de la patria soñada,

las nuevas formas,

la iluminada trascendencia de mis ilusiones.

Desde tantas columnas de piedras y sacrificios

mi proscripción y mi autocensura

tienen la misma historia de los caídos.

Y pienso en ti, querida y lejana,

y te veo tan hermosa con tus niños

relucientes en el sol, con tu sangre nueva

en el espejo batallante de los pueblos.

Existe una roja esperanza en mi corazón

porque nos identificamos bajo una misma piel

en la sideral ternura de un fuego amante y combativo,


Desde las difíciles torturas cotidianas

aprendí tu idioma

y te amo más aún en esta ausencia,

en esta memoria prohibida, en estas noches repetida

Esta tarde existe de nuevo una nostalgia de tiempo

en mi patio.

Aquellas cosas nuestras recuperan el movimiento

y vuelvo a comprender

nuestro suspenso alado de diciembre

en llamaradas.

Perdidos en el firmamento

no podemos encontrarnos.

La navidad con su semblante de cocoteros

no ha vuelto a encender las flores

ni mi voz volvió a dejar sobre la medianoche

el claro vibrar de las palomas.

Nostalgia de tiempo es esta tarde;

mirada compleja

en la perdida dirección de los vientos.

Se hace difícil la luz.

La claridad es una memoria,

un increíble recuento entre las lágrimas

o entre el tiempo que se ha vuelto una nube

en la oscura garganta de la patria.

Indudablemente, la abierta extensión del día

que conocimos

ya no existe.

Pero ante tantas circunstancias,

ante la muerte misma

tú te levantas en mi corazón

y me haces sentir

que la victoria bañará de primaveras

esta nostalgia de tiempo

que camina en mi patio.


 

SUEÑO DE ALAS

 

Siempre soñé dos alas hermosas

con fibras de resplandor y vientos.

Siempre intenté volar,

pero un día incineraron mi cabeza,

rompieron mis brazos

y acabaron con todos los pájaros

que se movían en mi corazón.

Desde entonces,

los días se repiten, casi iguales,

en un círculo.

Siempre soñé un par de alas,

y a pesar de todo lo que ha pasado

sigo creyendo que brotará un día

con fibras y resplandor de primaveras.



PALABRAS PARA MELI Y OTROS POEMAS…


 

PALABRAS PARA MELI

 

a María Amelia G.,

una flor que llegó

con un corazón inmigrante.


María Amelia

este día domingo 14 de diciembre de 1980

lleva una trayectoria de minutos intensos

hacia tus ojos de dulce calor inmigrante.

Habías nacido como los pájaros,

habías crecido en el viento;

tenías en los senos un resplandeciente verano

y en las palmas abiertas de tus manos

yo vi crecer ciudades,

trenes, grillos

y esta arena que toco para recordarte,

para hacerte presente una vez más

esta manera de tenerte siempre

como las nubes, como el silencio

o como aquellos niños

que acostumbraban a bajar desde la tarde

para enseñarte la existencia de una rosa

o la tristeza de dos ángeles sureños.

Son los últimos días del año,

en mi corazón no tendrán lugar las llamaradas.

Ayer comprendí que Raquel te parecía en ciertas cosas,

pero estoy seguro

que en ninguna mirada que no sea la tuya

podrán crecer las palmeras y golpear el mar.


En estos días me cuesta habitar la ausencia,

por eso estoy de nuevo en la oficina

buscando en las paredes tu color de cielo

y tu sonrisa mañanera.

El sur tiene caminos, mi querida Meli,

tal vez eso me lleve a pensar

que alguna vez volverá tu palabra,

tu lenguaje preciso,

tus templados latidos,

tu abrazo compañero,

tu sabor de agua,

tu fuego particular cargado

de apariencias.

Y aunque el tiempo no fuese así,

yo volveré a los caminos del viento

hasta alcanzarte.

Terminará entonces este cansancio de meses,

de años

y lloverán de nuestros ojos

un tiempo nuevo, una vida distinta

donde subirán volando las palabras.

Hoy domingo 14 de diciembre de 1980,

el sencillo encanto de tu voz está floreciendo

y los trenes están en vuelo hacia el sur;

tengo aviones en la mirada

y es un día en que comprendo

que la esperanza representa un tiempo

que nos devolverá del silencio y la distancia.


 

ELLA ERA DEL SUR

 

Ella vino del sur,

tenía aguacero en sus ojos

y en su garganta ardía

una antorcha de pájaros.

Ella vino del sur,

y como el agua

y como propio alimento

recorrió mis días

con una rebelión de sangre,

de esperanzas

y victorias fallidas.

Ella era del sur,

sabía el resplandor del lucero

y resumía en una sola lucha

su vocación de alas.

Ella era una muchacha del sur.

Llegó con su Argentina natal

sangrando en su mejilla;

tenía el color de los Mapuches

y una tristeza de viajera sin armas.

Ella vino con huellas de pisadas,

tenía sabor de agua,

solidez de lapacho,

inmensidad de pueblo.

Ella era del sur

y yo la quise,

por eso hoy que setiembre vuelo por el cielo

la palabra alcanza un movimiento memorial

que me lleva a creer que algún día,

cuando la vida sea un pájaro

la mañana me devolverá

aquel sencillo rostro que llegó del sur

y se perdió en ansias de aleteos tras la aurora.



NO LLEGAS

 

La tarde es un pedazo mutante

sosteniendo una complejidad de nombres.

La tarde es algo más que la minúscula parte

de un otoño que sigue memorando fielmente

lo que fuiste.

Esperarte ahora

resulta tan triste como un retrato

distraido y eterno

esperando en el viento.

No llegas,

parece que no llegarás nunca

y ya no me importa.

Las excusas telefónicas,

los días sin sobresaltos,

los pactos imaginarios del amor

en una cama

o en un lugar cualquiera,

son definitivamente

infinitas ausencias que rubrican

golondrinas ahogadas en el tiempo.



NO INVENTAMOS NADA

 

Desde aquel encuentro inicial

no pasaron sino minutos

para llegar a conocernos totalmente.

No inventamos nada.

Sencillamente hicimos el amor,

mientras,

las nubes pasaban bajo el espléndido sol

de febrero.

En varias cabalgatas

sentimos la transparencia

de las lluvias

y nos vimos reflejados en tantos espejos

que nos marcaron a fuego

desde la piel al hueso.

Fue el más hermoso mediodía.

Fue el pacto de luz en los ojos

y la circunstancia cierta

de nuestros cuerpos desnudos en la cama.

Desde aquel encuentro inicial,

supe que llegarán otras cabalgatas

y como la primera vez,

volveremos a hacer el amor

para luego seguir en el viento.



TU RETRATO DESAYUNA CONMIGO

 

Rompiendo con las estimaciones

que partieron de un poema amoroso,

muy diferente a esos pajaritos que vuelan siempre

entre tacto y olfato;

barriendo todo llegarás

y seguramente volverás a pasar

sin que te importe el verano

ni la tierra de promisión que te ofrecí

una noche de sexo y palabras.

Porque eres inconvencional,

enemiga de las cosas previstas

aparecerás en el momento menos esperado

para alterar todo

y desprender de mi poesía

esas frías especulaciones

que te llenaron de infinitas ausencias.

Felizmente ya no te espero

y todo porque tu retrato desayuna conmigo

en las mañanas.

Rompiendo con las estimaciones,

sencillamente volverás a pasar

y no sé si tú serás mejor

que esa imagen inamovible del desayuno

o si yo seré algo más interesante

que ese poeta ingenuo

que a veces aparece tratando de explicar

tu perpetuo bostezo por el viento.


 

TODO ABRIL TE PARECÍA

 

Tu primer viaje en motocicleta conmigo

tuvimos que suspender a causa de la lluvia.

Pareció un refugio oportuno

el oscuro atardecer de un café.

Recuerdo que estábamos húmedos;

yo con mi resfrío,

tú con el pulso de agua

lejos de ser la novia pop

de Manuel Orestes Nieto,

nuestro admirado poeta centroamericano.

No era la primera vez que yo consumía geniol

y tú, verduras. Desde luego,

era lo único que podíamos hacer,

pero así y todo

en un coloquio sin jamón y sin manteca,

sin la pesadilla circundante,

tenías

una envidiable particularidad de mujer


con tu sencillez envolvente

y tu sonrisa abierta

igual a un pájaro.

Todo abril te parecía

y desde aquel encuentro en un bar

seguimos sin distancias,

llenando las ausencias.


 

TODO SERÁ IGUAL

 

Hoy es un nuevo día,

pero todo será lo mismo

como tantas veces.

Será de nuevo el recorrido,

el bostezo en un tranvía,

y el poema inconcluso

que persiste como una amenaza.

Nada ni nadie podrá cambiar este día

que seguirá siendo un espejo roto

donde todo vemos por la mitad.

Hoy tendremos un gran cansancio,

un aburrimiento total

y como siempre

seremos los autómatas

bajo un cielo inalterable

que guarda la sonrisa, la libertad,

el abrazo fraternal, los vientos populares,

los vientos y las palomas.

Hoy es un nuevo día,

pero seguiremos, infinitamente perdidos,

como pájaros ciegos

como eternos habitantes del olvido.


 

ENTRE LUCEROS CAIDOS

 

Los perpetuos gritos del amor

quedaron en un velero bajo la lluvia

y ya no existe el sol de la noche, María.

Ya no existe el celeste resplandor

que daba nacimiento a los fuegos

o a la magia semental y reencarnada

del viento sur.

Ya no llevamos María

la profunda respiración

del anciano Walt Whitman

ni las liras

que fosforecían en las batallas.

Todo se ha perdido

y hoy somos, apenas,

una lentitud de calendarios

que se volvieron arena

entre luceros caídos.


 

HASTA ENCENDER EL ALBA

 

a Lilian,

muchacha de mar y alamedas


Uno piensa,

uno cree a veces

que todo ya terminará muy pronto

y que al fin podremos respirar

y desenredar palomas

a pleno mediodía.

Uno piensa,

cree a veces

que ya se irán

que deberán irse pronto

para que nosotros podamos volver

a la ciudad y sus calles.

Uno piensa, uno quiere un gran país,

una nación con esperanzas

y llena de motivaciones

para alegrar la vida

y alcanzar

lo que no pudieron

nuestros antepasados.

Uno piensa,

uno cree

que todo terminará muy pronto

y que al fin

tú y yo

levantaremos las alas

hasta encender el alba.


 

SIN SORPRESA

 

a Susan O.

 

Al principio

fue duro y extraño

tu silencio.

Fue la tarde más difícil.

Atravesando calles,

te busqué.

Y fue terrible tu ausencia,

más aún:

cuando me di cuenta

 que los fuegos apacibles,

que tus senos intensos,

que tu vientre de pájaros,

que tus muslos afiebrados

se volvieron simplemente

un gran reloj de horas muertas.

Lastimosamente muy poco duró

aquello que existía.

No encontrarte fue extraño,

fue triste;

pero ahora,

después del amor que tuvo la duración

del aguacero,

no me sorprende

y creo definitivamente

que fuiste una de esas burbujas

que llegaron del viento.


 

LEJANA CABALGATA

 

Ella fue

la emoción de ardientes días

que pasaron

para quedar definitivamente

en la lluvia.

Ella fue aquello

que comenzó para ser recuerdo,

lejana cabalgata de un tiempo hermoso

que pasó

pero que a veces despierta

en un jirón de voces en mis fuegos.

Ella fue

como un pájaro

y si la quiero volver a encontrar

tendré que aceptar

las aventuras del viento.


 

CUANDO ME MIRO AL ESPEJO

 

Un arco iris vibra en mí

con todos sus matices,

y no sé si resulta una ventaja

viajar constantemente

de color a color.

Como no hay barreras,

llevo una sangre que golpea

en todas las direcciones,

de momento a momento

de rama en rama.

Es cierto,

a veces estoy confundido

y cuando me miro al espejo

no reconozco ni mi propia cara.

Vivir día a día,

minuto a minuto,

volar,

esa es mi forma,

por eso amé

y olvidé tantas veces;

pero no me preocupa

porque soy feliz con mi arco iris

como un niño con su juguete.


 

DESENCUENTRO

 

a A. V. V.

 

Anoche se volvió a repetir

otro desencuentro;

por lo tanto,

creo que vale la pena contarte

que escuché la radio hasta aburrirme

y que en definitiva olvidé

que debías llegar

al lugar de nuestra cita.

Es cierto,

detrás de cada desencuentro

hay historias,

argumentos de colores cambiantes

y una especie de bronca connotativa

que fácilmente arruina todo.

Pero anoche

no di importancia

a todo lo que habíamos previsto,

porque llegaron otras alas

y fueron mucho más que burbujas

en el viento de la madrugada.

Es cierto, anoche no me importó tu ausencia,

pero ahora,

en esta mañana de apacible circunstancia,

quiero saber, por lo menos,

si llegaste más tarde

o si no cumpliste nunca con aquella cita.


 

ESPERANZA

 

Todo aparece ausencia.

Ya ven cómo están las cosas

en este lugar en que no pudimos

edificar una casa

ni ver crecer las flores.

Todo parece ausencia,

y sin embargo,

mis días laborables

y mis pausas

siguen creciendo

en la encendida esperanza

que me enseñaste en la mañana.


 

A PESAR DE TODO

 

A pesar de los zarpazos,

a pesar de la oscuridad,

a pesar de todo,

llegará el día anhelado;

llegará, no está lejos;

y espero

que no nos sorprenda

haciendo la siesta

 después del almuerzo.



LOS FUEGOS DEL ALBA


COMO UN MOLINO DE VIENTO

 

a Silvia

 

Por el genital de otoño

arañando nuestras raíces.

Por la avidez del hombre

y sus vértebras de malva.

Por los pasos detenidos

en nuestro solar mediterráneo.

Por los párpados sin luciérnagas

en noches de lágrimas.

Por el camino de polvo

con sobresalto de pájaros.

Por las madrugadas que naufragaron

en lentos aguaceros.

Por nuestros huesos rotos,

por nuestra herencia de esteros,

por los ensangrentados algarrobos,

por las alondras envenenadas,

por nuestras caras de fuego y cicatrices,

por las ásperas surgentes,

por el silencio natal cuajado en primaveras,

yo sufro

y sufro también por las mieses sin lámparas,

por la acústica herida de nuestras gargantas,

por la roja tierra que hierve,

por el pueblo de violadas sementeras,

por los aleteos boreales,

por el rostro arado de la libertad,

por la danza que desata deseos en el alba,

por los luceros perdidos,

por el canto aplacado,

por la muerte que nos persigue,

por los mástiles que esperan,

por el pan amaneciente,

por el sol y por el agua,

yo sufro

y sueño las manos en flor,

el aroma fraternal,

la querencia digital del beso mañanero.

Por los árduos temporales que vivimos,

por las fibras que colmaron nuestras ansias,

por el martillo que golpea en relámpagos,

por las semillas que relucen en un espejo,

por una palabra, por una conciencia respiro y vivo

como un molino de viento.


 

LAS LUCES BAJO EL AGUA

 

a un poeta distante.

Caliente está la noche con sus estrellas retiradas

y en esta hora de cloroformo ensombrado

palpitan tus ojos de exilio y de duelo.

Lejos de tu añorada tierra

no podrás creer que las nostalgias son banderas

del viento que nos llevan de bruces.

Aún no llegó la mañana.

Fogueados crepúsculos se desparraman

en la ensangrentada dimensión de la patria,

pero te diré

que de voces se van llenando las guitarras.

En tantos años, sigue tu presencia de atardeceres.

Clarines en vuelo están llamando a las campanas,

huellas de fuego relucen hacia el alba

y nuestra tierra es un rostro

que espera en la distancia.

Lo que estoy haciendo

es lo mismo que ya hiciera tu voz bajo la lluvia,

la viva lluvia de aromas otoñales

en el duro batallar de las gargantas.

Las luces están en el agua, compañero,

la arena es un destello de perpetuas ansiedades

y pletórica de sal,

ardiente de madera

tu misma angustia se me mueve

para resumir una extensión boreal

de naranjos y guayabos.

Estás lejos,

pero te siento en la madurez de la noche

mientras

los fósiles fermentan en cada respirar

y las nubes son caminos

y los pies enredaderas hacia el poniente.

Los pulmones me están sangrando con antorchas

y gritos naturales

y aunque no te encuentres en tus "llanuras natales"

tu pulso sigue en una ráfaga de lapachos

y un pedazo de tierra

siempre amanece en tu nombre.


 

NUESTRAS VOCES REUNIDAS

 

a Rosa del Rocío

y Amelia Guiomar.

Enhiesto el canto

con gusto a mirra y carne de gorrión

retoma el ciclo estrellado del verbo

y en antigua pulsación de elevadas lorigas

se mueve como el viento norte.

El bisbiseo de la luna claudica al fin

en mis vástagos de huracanes innombrables

hasta que el terrible airón de la voz

salta del pedernal

y centellea con el ensamble febril

de una herencia llena de temporales.

Asomado el verano

-en una expresión de trigales maduros-

está aromando de fuegos la tarde.

El rostro de la muerte está cayendo

en golpe de palomas

y la palabra libertad se ha vuelto

una pasión de querencia inseparable

en los tatuados remolinos de la mente.

Están despertando las sombras

en clarines apurados.

Refucilan las luces bajo el agua,

la nostalgia regresa en un pañuelo coloquial

con fraternos habitantes resucitados.

Entonces las banderas agolpadas

en cada fiebre recuperada.

en cada sangre amanecida con duelo de campanas exiliadas.

El silencio se volvió una sementera de vientos

que enfila desde el poniente

las fuerzas de las lluvias detenidas,

el encanto mineral de la tierra

y nuestra postura inmortal

alumbrando las vísperas inenarrables

en este sitio forestal

tan querido y tan doliente

entre cintura de amargos ríos

y pleamar de arenosas siembras repartidas.

Estampas boreales incendian las glicinas

de la tarde.

Hay surcos decapitados en la hondura memorial

de los troncos.

El mediodía penetra en el alma

con una antorcha llena de arreboles

y se desangra el resplandor de la tierra

que perdura en nuestros labios.

Nadie podrá detener las levantadas imágenes

de inagotables luceros.

En nuestras bocas llamean las antiguas yacencias

de los pájaros

y en el costado de tantas primaveras perdidas

vuelan y gimen las guitarras.

Galopa en mi voz la mañana.

Las heridas se están volviendo aguadas germinales

de llovidos nocturnos.

Amamos las elevadas pulsaciones de nuestras vidas.

Hemos atravesado montañas,

oscuros fogones

y piedras amontonadas en el aire.

Hemos desatado los destellos áridos del polvo,

hicimos posible nuestro amor en un ave

que abría los columpios de la madrugada.

Compartimos un ardor de ceniza

y llamaradas sedientas.

Aldebarán nació en el barandal de nuestras manos

igual al latido de nuestras voces reunidas.

Palpitan aún los aguaceros de setiembre,

de los barrancos suben las esencias aplacadas,

los golpes de nuestra piel oscura,

sube el color del agua en los rosales,

en los cantos rodados

y en la superficie de nuestro corazón batallante

en esta historia,

en este ámbito solar de largos luceros

de largas noches de verano.

Arando las tormentas

somos un solo relámpago en el sitio amado

donde incendian las glicinas

y la imagen torrencial de la tarde.


 

PALABRAS PARA ALLEN GINSBERG

 

Anoche te hablé Allen entre los papeles amarillos

de mi armario.

Anoche encontré a tu madre loca en el polvo siniestro

de la televisión;

tenía en sus ojos dos aviones, dos corderos mansos

y una muerte repentina.

Anoche eras tú Allen, quien me hablabas en los parques

terroríficos de Boston

con el pus maloliente de Manhattan

y el campo magnético de unas lágrimas que se abrían

en campanas.

Anoche nada fue igual

ni el sueño tranquilo de una niña que respiraba gusanos

en la cama,

ni la fraternal máquina de escribir de tus brillantes ojos

disparando los violentos caballos del corazón

bajo una sábana.

Nada fue igual Allen

porque anoche yo estaba más abatido y más triste

y más loco y más corrupto

que tú y Carl Solomon perdido, perdido en Rockland.

Anoche Allen, destruí con mis dientes envenenados

las empolvadas rosas

de aquel que me había ofrecido tu retrato

en el partenón por la mañana. Entonces renaciste

desde una dirección hidráulica de muertos como un héroe,

o como un Júpiter histérico y melenudo

en el fondo del mar.


Allen, anoche tu lejana voz unida al lucero y la tarde

floreció en mi boca

igual a las pandorgas arañadas en el sol.

Anoche tus lámparas salpicaron con marionetas

el silencio

y caminé por tus montañas, por tus carreteras,

 por tu paisaje extendido como un enorme zoo.

Caminé ante tus estúpidos siquiatras

y llegué a la profundidad de tu "aullido"

para identificar los ángeles

y el cuerpo resplandeciente

donde nació tu primera agonía.

Allen, en toda mis palabras revientan tus estrellas

con la velocidad de los automóviles

que rasparon tu Quinta Avenida,

y se estremecieron después del blues en un miserable

café de Brooklyn.

Allen, sé perfectamente que sigues, en un supermercado

raspando el color a las frutas

y acariciando a un Walt Whitman parado en una congeladora.

Anoche estuvimos Juntos en una sola lágrima;

tu madre estuvo presente, Allen, se escapó de un manicomio

o desde el vientre oscuro de la tierra. Era la misma. Allen.

era la misma, con su respiración de tormentas

y sus ojos cargados de fuego y gasolina.

Leímos de nuevo tu Kaddish y una tifoidea

con ametralladoras

cubrió el espejo que relampagueaba en tus fragmentos crepusculares.

Las flores salieron disparando de mi garganta

y mil novecientos cincuenta se hizo idéntico

al año en curso

porque estabas en el pavimento del tiempo

con un ramo de amapolas

y con tu barba olorosa a marihuana y cucaracha.

Allen, anoche estuvimos en el mismo túnel

sintiendo a las víboras enredarse en nuestra piel.

Anoche temblamos

y Naomí estaba dura mirándonos los ojos, mientras tú,

con un micrófono en la mano, recorrías para decir:

“El peso del mundo es amor. El deseo final

es el amor”,

aunque sabías que la pared era un nido terrible

de sangre, de arañas, de circunferencias,

de alcohol, de fetos muertos, de moscas,

de fardos y de vicios.

Allen, anoche te paseaste conmigo

en una motocicleta,

nadie te pudo ver. Fuimos dos en uno al abrir

las burbujas

que desparramaron nuestros antepasados,

al mencionar los raudales que mojaron nuestras almohadas,

al encontrar los cuervos que desafiaron nuestros sueños

en locura terrestre con tristeza infernal y apocalipsis.

Allen, anoche estuvieron caídas nuestras sombras

y descubrieron en mí un peligroso bastardo

con mirada de sicópata y dientes de leche.

Allen, yo estoy contaminado por la locura

que irradian los burgueses de mi generación.

Allen, yo estoy triste en la podredumbre de los fuegos,

soñando siempre la amplitud de los caminos

y una nave por el viento.

Allen, tú me viste obligar a las muchachas de mi corazón

para que se acuesten sobre una mesa de partos.

Allen, yo soy un pecador corriente

y te confieso que pululas en mis ojeras

como las violentas linternas

de tus palomas derretidas.

Allen, anoche respiraste como un ventilador

o como un animal.

Allen, todos saben que yo soy el peor poeta,

porque orino en la tranquilidad del día,

porque pateo basureros

y manejo un camión tumba por los baldíos.

Allen, yo cepillé mi corazón sobre la tierra

y no pude apagar con mis radiadores

una voz que mucho te parecía.

Allen, yo no recuerdo las alas

sino un viejo aeroplano lleno de prostitutas

y homosexuales en llanto.

Allen, anoche recorrimos mis anaqueles,

caminamos por Përe Lachaise con los ojos de Apollinaire

y el golpe frío de París en otoño.

Allen, yo estuve muy deprimido al acercarme

a mí mismo

para encontrar un suspenso aterrador

de palomas desfloradas.

Allen Ginsberg

yo he quedado muy mal después del incendio,

después de la noche en que nos encontramos

y desaté mis sueños

hasta alcanzar en una rosa

tu rostro sencillo de pájaro iluminado.

Allen, pronosticas lluvias y vientos

y lo cierto es que siempre lloramos

al comprender los días.

Allen, desde mi carne en llamas

y la infinita ansiedad de mis latidos,

con mi coraza de fármacos

vuelo por las avenidas del terror,

vuelo por las piedras

y te cuento que hay ojos llenos de polillas

en las oscuridades;

también, que en un estanque de ausencias

arde la noche

la misma noche en que recorrimos la ciudad

y vimos a tanta gente comiendo llagas,

comiendo flores,

igual a Naomí, igual a mi madre

o tu canto fúnebre o tu aullido por las esquinas.

Allen, Allen, toda la avenida

se despliega por el calor fluvial

de mi sangre.

Estoy negro negro

con la piel destruida

y las horas masacradas de mis recuerdos

en que abro los ojos

y desde un lugar

desde una secuencia brutal de minutos

me desangro

en los comienzos del alba y los vientos.


POEMA EN DOS VISIONES

Alberto Antonio y el patío de José Alberto

Antonio, dejaron de doblar las campanas

y en un raudal de vientos sobre la tarde

recuerdo que éramos dos niños

sin temor a la noche en las caballerías.

Teníamos una sola sangre para mojar la tierra,

teníamos un par de ojos abiertos

en el pulso renacido de los ángeles.

Recuerdo que era abril en tu almohada de pájaros,

recuerdo que un poema cumplía la función del pan

por aquel entonces.

Alberto Antonio, éramos una fecunda amistad

en el singular patio de José

en compañía de Magy y los versos que caminaban

en tus columnas heroicas con los troncos decapitados

del baldío.

Alberto, mil novecientos setenta pasaba como papel

y ni tú ni yo estábamos encasillados

en los terribles dilemas de la vida.

Eran los días en que solíamos encontrar a Cernuda,

a García Lorca

o a un Walt Whitman en la biblioteca de Luis

y comíamos pasteles y nos emborrachábamos

con aguardiente, conciertos y poesía.

Teníamos realmente dura la piel por entonces

y recuerdo perfectamente

cuando tú no tenías cigarrillos

yo tenía y a la inversa.

Llevábamos golpes precisos en nuestras venas

y con un solo fuego incendiábamos los caminos.

Pero las noches fueron pasando,

una antorcha vacía estaba próxima

y fue así como tanta esperanza se ha perdido

en el tramo de una distancia

que no volvió a repetirnos.

Alberto Antonio, amigo mío,

no volvieron a saber de nosotros

pero supe los ojos en lluvias de José.

Oh, si tú imaginas cada golpe de su sangre

y su madurez dolida. Pero qué importa después de todo

que ha pasado

si al final, ahora, somos dos hombres viejos

que olvidaron la amistad

y el calor insustituible del patio

donde un paseo en sombras

no era otra cosa

que un estremecimiento fértil de luces.


II

 

Tu presencia como una tarde

a J. L. A.

 

Bajo el cálido cielo otoñal

y por las antiguas calles

he visto que volabas

en un caballo de sombras.

Anoche la muerte movió nuestras bocas

y entonamos las agonías de los pájaros.

Anoche volví a ver tu tristeza

en los ojos enfermizos de Antonio,

el buen amigo,

quien desde la palabra se unía a tu corazón

con una mirada ritual de cálidos fuegos.

Era entonces

tu barba deshojada,

tu cabellera furiosa de raudales nocturnos.

Eran entonces tus ojos

en el verso insuperable de una lágrima.

Era tu carne

la que sangrando en el tiempo,

con una tempestad de polvo y deseos,

se abría en llamaradas.

Anoche estaba tan simple la vida

con unos años menos

que me recordaron tu refrigeradora con pasteles,

bebidas alcohólicas

y conciertos

después de las lecturas;

o el éxtasis que nacía de los maderos.

Anoche eras tú, José, cantando como en viernes santo

tu pasión y tu locura de pascuas interminables.

Anoche eras tú

desde la misma soledad,

el temblor amargo

de una piel en llamas,

abriendo en la mirada

pedazos de tierra,

cantos de grillos,

lamentos de sauces,

 raudales y ausencias,

abriendo como siempre

esta calle que recorro

y veo el mundo

y comprendo que una vez

fuimos niños

bajo este mismo cielo otoñal

que resume en la dimensión de la memoria

tu presencia abierta y simple como una tarde.


 

HASTA QUE NACIÓ EL SILENCIO DEL AMOR

 

a S. N. E.


Muérete canto rodado con alas de carbón oculto,

que te aplaste la noche

y te incendie la luz de los autos rodantes.

Que sangre tu pecho

y se resbale con las flores del viento.

Húndete en la incertidumbre del pavimento,

desnúdate en los días que vendrán

con la epilepsia del fuego

y la tortura del sexo.

Que los sueños desbocados del aire

no penetren por tus ojos

sino por tu vida.

No recuerdes nunca

la ausencia del ángel

cuando El te recorra como un porquerizo,

empapado de baba y protozoos.

Que tus brazos se extiendan sin alcanzar la flor,

que pájaros obscenos te acompañen

y que un rabo de cabra inquieta

te dibuje en la mañana.

Que te quedes allí,

en la soledad tartamuda

con un caramelo de menta

y un infierno que tendrá hambre

y furor de perros calientes.

Que te mueras así

con un oscuro corazón sin sustancia,

con tu voz llena de arena

y tu caricia de madera.

Que desaparezcan tus manos

hechas de circunferencias

y ponzoñas de junio.

Que tu brillante esqueleto se esfume

por siempre en mi memoria.

Que nada quede de ti

y no vuelvas a ser nunca

la figura que fuiste un día.

Que sobre tu piel trastornada

se abran mil caminos.

Que diciembre te borre

en sus celdas doloridas de terror

y que en la entrega sientas

la tristeza por no haber conocido

al cuerpo que te amaba.

Que ningún amante te llene,

que galopen sobre ti los caballos.

Que te flagelen con una lengua,

que las olas te conviertan en moléculas de sal

y que ningún beso quede sobre tu boca

y que tu mejilla se enjuague de deseos

como una pandorga alocada.

Que ames a un traidor,

que mueras en el cerrado templo

de las orgías terrestres

y no halles nunca

aquel momento que hicimos una tarde

en un lugar cualquiera

mirándonos los ojos.

Que la luz de mercurio se apague

y nada te recuerde los poemas que te escribí

el día más absurdo

en que llegué a ti y te quise amar

de una manera diferente,

sin taparrabos,

sin subterfugios.

Que salgas de mí con la rapidez

de todo cuanto ha pasado.

Te cuento que has muerto

con tus libros de antropología,

con tu vestido largo

y tu blusa de jabón.

Ya te enterré en el tren de la medianoche.

Te llevaron el viento

y la mirada azul de una niña llena de sarampión.

Te llevó el viento.

Todos te vieron:

ocho mil sagitarios te persiguieron

con una manada de lobos sombríos

hasta que nació el silencio:

el verdadero silencio del amor.


 

ELEGÍA PARA UN AMIGO EN SOMBRAS

 

En las cruzadas del terror

y al filo de una calle con tranvías,

ochocientas motocicletas escaparon por las escaleras

rumbo al manicomio. Tenían aliento de hidrocarburos,

tenían una taquicardia llena de elementos eléctricos,

tenían sombras

y una antorcha de bruces

lamiendo la calamidad del mediodía.

Entonces te volví a mirar cara a cara.

Estabas con tu histeria, con tu infaltable apocalipsis,

con tus trenes deambulando por el viento,

estabas

con tu mirada caída, tu guardapolvos sucio,

tu cabellera larga, tu mal olor, tus dientes rotos

y tus eternos amantes perdidos en tu cama.

Estabas peor que un muerto,

enredado en una almohada de sangrientas lunas

y jinetes. Allí, con mucha pena recordé la última cena en que todavía eras poeta

o un brillante altoparlante que mencionaba a Allen Ginsberg y a los arcángeles durmientes.

Pero todo pasó

y hoy me queda recordar, apenas,

aquel viejo reloj que daba pulso a tu sombra

en ardientes días en que nadie existía

y tu garganta alumbraba los espejos increíbles

de la muerte.

Recuerdo tu carne en los maderos de la patria,

recuerdo tu metralla que abría a luces los cantos

de la aurora.

Recuerdo tu pan mordido

y tus tormentas agitadas en relámpagos

y voces huracanadas.

Recuerdo la lluvia

y el derrumbe furioso de raudales sobre tu cara

cuando embotellaron tus ojos con carbonillas

y alucinógenos.

Habías quedado en coma letal

y cuando abriste la boca habías olvidado

hasta tus propias canciones.

Cómo me dolieron amigo mío

tus nuevas articulaciones

tu piel cambiante,

y tus pelícanos suicidas.

Me contaron que a veces disparas un poema

desde los moretones y las huellas de agujas

que germinaron en tu carne;

pero la calle solitaria

y tus basuras empaquetadas en polietileno

no dejan brotar tus alas de caminante en flor.

Entonces estás peor que un muerto,

arañando la pared de tu miserable habitación,

caminando en tu propio funeral con libros de cuentas,

con la tristeza de Oscar Wilde

caminando con tu locura de guerra

con tu peste y tu traición.

Y estás llorando,

estás perdido

y sabes que nada quedó de ti.

Amigo mío,

hoy te he vuelto a ver

y estás

peor que un muerto.


 

AUSENCIA DE LA MAÑANA

 

Ochocientas mil perforaciones venenosas

sufrí en un intento por la liberación.

Luego, me enterraron

y no volví a responder a ningún llamado.

Lo cierto es que tragué mi palabra

y con el afán descomunal de borrar todo

opté por el silencio

y partí en los trenes perdidos del viento.

Así pasaron los días, los años

y como increíble bandolero envenené la tarde,

aprendí el aullido arrebatador de los lobos,

sentí los zarpazos

y me hice verbo

me hice perro

junto a Zaratustra.

Desde entonces la oscuridad irradia sus partículas

y vuelan hormigas por la ciudad

donde descubrí los más famosos prostíbulos

y la toldería loca de los despistados

viajando en sueños oportunistas y tranvías

con abundante suspiro para el almuerzo

y jugo de sangre para calmar la sed.

No muy orgulloso de mi inoperancia

suspiro

y en la gran ausencia de la mañana

la tristeza deambula

con la cabellera siniestra del tiempo,

Ahora, después de mucho,

miro, están lejos mis ventanas

y apenas me resigno a seguir

con mis muertos

con mi humedad corrosiva

y ochocientas mil perforaciones venenosas

todos los días.


 

INICIANDO OTRO DÍA

 

Son las cinco de la mañana.

En el patio copula una pareja de perros.

Son las cinco.

Inmensas piedras amanecen siempre

y crecen

y arden

en la hoguera del alba.

Las cinco en la rebelión de mis cielos particulares.

Las cinco en el intento de mis manos

en permanente excitación de lluvias y tormentas.

Y el tiempo va pasando

en una marea fluyente de minutos

que se levantan en mi sangre

como una humedad, en colores dispersos,

casi fugitivos.

Pero acecho la pared.

Orina la pared

y sin ninguna escapatoria

el patio y la ciudad

se mojan de esperma y baba canina.

Qué terrible las cinco de la mañana.

Del ropero arranco viejas ropas,

talles irreconocibles,

mechones enjuagados,

envases de yogourt

y un viejo retrato moviéndose

en mil espejos distintos.

Qué confuso recuento en la mañana

y decido no cepillarme los dientes

porque el tiempo apremia, envolvente,

esclavizador.

Las cinco de la mañana.

Siento de nuevo el silencio de la multitud

y aparecen como fantasmas

en un batir encadenado de pieles azotadas.

Las cinco. La velocidad del viento me rodea

y aparecen estrellas fusiladas

sobre el imborrable sueño de los ojos.

Es el tiempo que va pasando

en arrebol sobre el paisaje, mientras

en las circunferencias, me vuelvo a repetir

para iniciar los fuegos del alba

y perseguir al amor

que aprendió a volar

como los pájaros.


 

"YO, ESCRIBIDOR..."

 

Hoy, como siempre,

vienen marchando los nubarrones,

las caras asustadas,

las barrigas hinchadas, los sapos,

las anestesias

y ese terrible animal que se llama miedo.

Miedo de salir a la calle

y mirar el cielo.

Miedo de hablar

y decir entre las palabras

por lo menos

algunas frases de amor.

Yo, escribidor miedoso,

estoy avergonzado

por pedir algún favor,

por mirar simplemente a mi alrededor,

mi oscuro alrededor

lleno de piedras, de lobos,

de rufianes, de vampiros eléctricos,

de palmeras negras, de mares hondos,

de pirañas aladas, en fin,

yo, escribidor,

no tengo otra alternativa

que cobijarme en la oficina

donde apesta el olor a pucho

y mujeres fáciles.

Yo, triste escribidor,

miro la lluvia,

escucho el ruido infernal de las calles

y comprendo esta gran soledad,

este momento de estar perdido

en medio de la multitud,

con un deseo feroz de escapar, de hacer el amor,

de levantar mis ojos por el viento.

Yo, escribidor,

triste y miedoso -por varios motivos-

veo en las nubes lejanas mi corazón.

"Es la era del progreso"

-escucho por las radios y la TV-,

pero yo trato de salir al sol,

extender las heridas de mi lengua,

gritar, borrar la indiferencia

hacia el genocidio,

borrar mi piel

y ser pájaro,

ser abril,

ser arena, ser agua.

Yo, escribidor,

perdido cómplice del silencio;

perdido en la historia,

perdido en mi propio cuero.

Yo, ebrio,

traumatizado por la civilización,

maltratado por la sifilización

veo que pasan las alboradas,

mientras, las ratas vuelan con los gusanos

en aviones, en autobuses blancos,

vuelan drogados, abofeteando mis ansias,

disfrazando mi sangre.

Yo, abridor de bocas para las carcajadas,

timbero de medianoche,

alienado alcornoque sobre la luna,

convido rabos, estupefacientes, brebajes.

Y voy, lleno de pastillas, de días, de años;

voy con mis agonías

con mi estado mental en coma,

en letanía, todos los días.

Yo, escribidor,

producto de tanto tiempo de reacción,

sigo sin profecías.

Yo, malabarista, bailarín sobre la tierra,

bandido con las mujeres,

estudiante de las ciencias ocultas,

yo, astrólogo borracho, arriero, jinete,

pasto, flor.

Yo, escribidor, incendiado, audaz,

vomito sobre el universo

desde la soledad, desde la macabra excitación

de mirar piernas, cinturas, motocicletas,

lluvias, gomas,

"Naranjas Mecánicas".

Yo, escribidor,

me alimento de ilusiones errantes,

me alimento de croquetas,

empanadas con galletas.

Yo, escribidor de radioteatros,

cuando son las veinte,

cuando espero a alguien

y hace mucho calor,

calor de enero en aguaceros.

Yo, escribidor de tiempos,

de memorias, de violencias extrañas,

de parasicologías, de alejandrinos,

de Ética, de Ática Órfico Pitagórica,

cuando los sueÑos hablan

cuando mis pupilas lloran

y no duermo

porque nadie está en el ventilador,

en la gaseosa, en los cubitos de hielo.

Yo, escribidor, sin lápiz,

tengo una máquina de escribir en la cabeza

y miro la foto-mural que llena la pared,

y pienso

que mis ojos hubiesen sido diferentes

a orillas del mar.

Yo, escribidor de nada,

tropiezo con Antonio, un espectro,

que igual a una plaga

contamina mis versos;

mis versos estúpidos, rimados, sueltos

como mariposas en kimonos.

Yo, conflictuado habitante durante el día,

me arrimo a la noche

para trazar mis planes eróticos,

para beber cervezas,

Yo, escribidor,

tengo la desgracia de ver -diariamente-

a los personajes más cínicos

por las calles.

Yo, siento los palabreríos,

las solicitadas mediocres,

la inquisición.

Yo, escribidor, contaminado

por las cotizaciones del día,

sé que hace mucho calor en este país,

en este sitio

que todos miran

para ver lo que hago, lo que pienso,

hacia dónde voy,

con quién hablo,

con quién me miro.

Yo, escribidor,

aburrido, solitario,

no escribo nada,

-hasta ahora nada-,

ni siquiera una esquelita de amor.

Yo, escribidor

de tonterías

-porque todos hacen lo mismo-,

quiero ser snob

y leo poemas rosados

de revelaciones freudianas.

Yo, escribidor

de este tiempo,

no estoy interesado en la tarde ni en las flores

porque un ventilador gira sobre el fogón

y sangra mi garganta

en las profundidades de los fuegos

que encenderán el alba.


Setiembre de 1985


Por el ancho y profundo

clamor de la tarde,

sigue andando el reloj

y las alas del viento

se mueven

hacia la infalible aurora

del universo...


AUSENCIAS EN UN VUELO (1975-1977)

 

Testimonios de las ausencias

Primera ausencia

Segunda ausencia

Tercera ausencia

Aislamiento

Como sombra en el viento sur

Recordando a Jerónimo

Tiempo gris

Caminando por las calles

Aún puedo

Mañana

Jugando a escondidas

Entre ilusiones tendidas

Los días son como pañuelos

Jirones de sombras

Desde unas frías ventanas

Sumando los años

Esta tierra

Cuando todo molesta

Así vivimos. Así callamos

Secuencia del tiempo

Nostalgia de tiempo en mi patio

Sueño de alas

PALABRAS PARA MELI Y OTROS POEMAS

Palabras para Meli

Ella era del sur

No llegas

No inventamos nada

Tu retrato desayuna conmigo

Todo abril te parecía

Todo será igual

Entre luceros caídos

Hasta encender el alba

Sin sorpresa

Lejana cabalgata

Cuando me miro al espejo

Desencuentro

Esperanza

A pesar de todo

 

LOS FUEGOS DEL ALBA

 

Como un molino de viento

Las luces bajo el agua

Nuestras voces reunidas

Palabras para Allen Ginsberg

Poemas en dos visiones

Hasta que nació el silencio del amor

Elegía para un amigo en sombras

Ausencia de la mañana

Iniciando otro día

"Yo, escribidor..."

 

 

 

 

 

 

 

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