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LUIS VERÓN

  LOS BÁRBAROS VIENEN MARCHANDO - ¿Nueva arremetida contra la escalinata? - Por LUIS VERÓN - Domingo, 01 de Abril de 2012


LOS BÁRBAROS VIENEN MARCHANDO - ¿Nueva arremetida contra la escalinata? - Por LUIS VERÓN - Domingo, 01 de Abril de 2012

LOS BÁRBAROS VIENEN MARCHANDO

¿Nueva arremetida contra la escalinata?

 

Por LUIS VERÓN

 

 

“Puerto Sajonia, mi desvarío/ azul cerrito de Lambaré/ la escalinata, Mangrullo, el río/ mi canto errante te cantaré”. Parece ser que, si la cosa llega a ser irremediable, el hermoso poema de don Manuel Ortiz Guerrero titulado “Paraguaype” tendrá que ser modificado, pues uno de los lugares mencionados en él puede llegar a desaparecer por obra y gracia de algunos parlamentarios..

Cada tanto, los enemigos de la ciudad capital paraguaya, Nuestra Señora de la Asunción, buscan perpetrar alguna cosa que satisfaga sus bajas pasiones en desmedro de los sitios entrañables de la ciudad.

Y uno de los sitios entrañables de la ciudad capital es la escalinata de la calle Antequera, un verdadero hito ciudadano, como lo son también las escalinatas de las calles Manuel Domínguez y Tacuary, y Curupayty y Mariscal Estigarribia.

Ocho décadas atrás, una solución

Hace 84 años, como una manera de solucionar urbanísticamente el gran desnivel existente entre una de las tantas elevaciones o lomas de la ciudad y el paisaje circundante (parte de la loma Tarumá y Sansoncué), el intendente municipal arquitecto Miguel Ángel Alfaro diseñó los recursos arquitectónicos en escalera para, por un lado, salvar la cuesta y, de paso, dotar a la ciudad de un elemento arquitectónico decorativo.

Para ello diseñó la escalinata de la calle Antequera, a la que dotó de una elevada columna rematada con un monumento dedicado a la Victoria de los ideales libertarios de la nación paraguaya.

Para construir dicho monumento, el arquitecto Alfaro diseñó la escalinata aprovechando la pendiente de la colina. Como componente de dicha escalinata, también diseñó la columna para ubicar en ella una escultura que fue encargada al escultor argentino Luis Perlotti.

El monumento y la escalinata fueron construidos por el italiano Carlos Pozzi y sus operarios, y fueron inaugurados el 15 de agosto de 1928, cuando la asunción presidencial del doctor José Patricio Guggiari, ya durante la administración municipal del ingeniero Baltasar Ballario.

En su momento, la escalinata no solo sirvió para salvar la empinada cuesta, sino también para regular el torrentoso paso de los raudales, que no dejaban piedra en su lugar durante la construcción de los primeros empedrados de calles de la ciudad.

84 años después, un problema

Cada tanto, como dijimos al principio, ciertas tormentas se ciernen sobre este emblemático monumento. Cada tanto, con el propósito de despejar las calles de la ciudad de elementos “molestosos” —y justamente son las escalinatas las “molestosas”— ya sean ediles o algún otro ciudadano con afán de ganarse su minuto de fama arremeten —especialmente— contra la escalinata y el Monumento a los Comuneros.

En algún momento, a caballo, entre las décadas del 80 y 90 del siglo pasado, ese sitio fue una de las primeras “zonas rojas” que tuvo la ciudad, especialmente frecuentada por personas travestidas. Muchos vieron esta situación como propicia para alentar la destrucción del monumento.

Otro motivo argüido siempre es que dificulta el tráfico automotor. Y que para agilizarlo hay que destruir la escalinata y el monumento.

En estos días, justamente ese argumento es el que algunos legisladores ponen como motivo para arremeter contra la integridad de dicho complejo monumental.

Aquí vienen algunos interrogantes: ¿Pueden los legisladores legislar sobre cuestiones urbanísticas, más afines a la tarea de los munícipes? (O ahora, ¿las ordenanzas van a tener, en contrapartida, fuerza de ley?). ¿Pueden los señores diputados meterse en la administración de las ciudades? (¿Fuera de lo establecido por las leyes y a través de los canales respectivos?). ¿Pueden los señores parlamentarios meterse a legislar sobre cuestiones privativas de los concejales de una ciudad? Y, en este caso, de una ciudad muy especial, con régimen legal extraordinario, que le da autonomía por su condición de capital del país.

Asunción no es una ciudad cualquiera. Es la ciudad capital del país y, como tal, es autónoma. No pertenece a ningún departamento del país ni a Central —que le rodea en gran parte—. Es un territorio con su propia entidad jurídica.

Y en el supuesto y lejano caso de que pudieran los diputados meterse a legislar sobre cuestiones relativas al manejo de la ciudad, por qué no lo hacen sobre temas por demás acuciantes: la seguridad ciudadana, la habilitación de nuevas vías de acceso/salida o del sustancial mejoramiento de las existentes.

¿Por qué justo tendrían que poner sus alevosos ojos sobre uno de los pocos monumentos importantes y representativos que tiene la ciudad? Sería como que —salvando las añoslucísticas distancias— los parlamentarios franceses legislaran sobre la conveniencia de hacer demoler la Torre Eiffel o el Arco del Triunfo con el pretexto de que obstaculizan el tráfico y alteran el paisaje.

¿Por qué no legislan sobre aquel patoteril acto de retiro de una escultura en el monumento lambareño, realizada por una turba encabezada por el propio intendente municipal de entonces? Si tanto quieren meterse a urbanistas, ¿por qué no legislan sobre esa lastimera plaza céntrica que el mismo intendente aludido había perpetrado?

¿Por qué no legislan sobre la restitución que el mismo funcionario aludido, que en su supina ignorancia, había retirado de un emblemático monumento en el centro de la ciudad?

¿Un poco de cordura y buen sentido se puede pedir? ¿O es mucho pedir? La ciudadanía estará muy agradecida si eso llegara a ocurrir y don Manuel Ortiz Guerrero no se verá obligado, en el más allá, a tener que cambiar el párrafo de su bella canción, que podría sonar así:

“Puerto Sajonia, mi desvarío/ azul cerrito de Lambaré/ la bajada, Mangrullo, el río/ mi canto errante te cantaré”.

El autor de La Victoria

Luis Perlotti, escultor argentino, nació el 23 de junio de 1890. Huérfano a temprana edad, se dedicó a diversas actividades laborales, lo que le permitió seguir cursos de arte en la Unione e Benevolenza y en los talleres de la Asociación Estímulo de Bellas Artes.

Posteriormente ingresó a la Academia Nacional, donde realizó varias obras, como “El tambor de Tacuarí” y un par de efigies de Sarmiento encargadas por el Colegio Militar y la Escuela Naval. Realizó varias exposiciones. También se dedicó a la docencia, y participó en importantes exposiciones en su país y en Europa.

Falleció a causa de un accidente automovilístico el 25 de enero de 1969 en Punta del Este, Uruguay. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Publicación de la Revista Dominical de ABC Color

Domingo, 01 de Abril de 2012

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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