FUEGO CONTRA MENCHI
Por ALFREDO BOCCIA PAZ
@mengoboccia
Es un fin de campaña electoral verdaderamente surrealista. La discusión sobre temas religiosos y morales desplazó a la política. Lo distópico radica en que esto ocurre en uno de los países con los mayores índices de corrupción del continente.
No se trata de un fenómeno que afecte a unas pocas personas. El martes pasado, en un día de sofocante calor, grupos de manifestantes bloquearon completamente el tránsito en cuatro rutas nacionales exigiendo la eliminación de la “ideología de género”. En Santa Rosa del Aguaray el cierre duró casi 14 horas, produciendo una fila de muchos kilómetros de vehículos inmovilizados bajo el sol en ambos sentidos. Jamás tantos sufrieron tanto por algo con tan poco sentido.
Si en verdad todo este deslumbrante despliegue de lemas neoconservadores fue una estrategia del equipo de campaña de Horacio Cartes para contrarrestar los insalubres efectos de haber sido declarado como “significativamente corrupto” habría que felicitarlos. ¡Qué éxito de marketing resultó el estandarte de Dios, Patria y Familia! ¡Qué maestría para conocer las fibras profundas del sentir popular y aplicarlas en provecho propio!
El confuso concepto de “ideología de género” se prendió como una chispa en un pastizal seco. Resultó una fusión prodigiosa entre grupos fundamentalistas religiosos, deseosos de fortalecer sus posiciones antiderechos y el cartismo, anhelante de que se hable de otras cosas, menos de mafia o corrupción.
La idea resultó tan buena que Marito tuvo que recordar que su gobierno siempre fue “provida” y, Wiens, pastor protestante, no tuvo otra opción que sumarse con una patética tarjeta roja a la ideología de género. Todos están contra la ideología de género. El gran problema paraguayo parece ser la ideología de género. Pero yo desconfío.
Se insufla tanto fanatismo a esta cuestión que todo huele a artificial. Como tienen miedo a perder votos, todos callan. Callan los liberales que deberían defender al Estado laico. Mira para otro lado la izquierda, haciéndose la tonta. Decepcionan algunos diputados, de los que uno esperaba mayor convicción, como Sebastián Villarejo, Rocío Vallejo y Norma Camacho.
La agresividad de esa vociferante minoría conservadora acalla también a periodistas y referentes de opinión, temerosos de ser víctimas de descalificaciones. Alberto Acosta Garbarino se ha referido a ellos como la espiral de silencio, en su columna de la semana pasada.
Hay, sin embargo, un problema muy grave. Mientras todos juegan a ser moralistas, los grupos neoconservadores ganan terreno político, bloquean proyectos de cooperación y avanzan en una escalada de fakes y campañas de odio.
Si hay alguien que les pica particularmente a estos grupos es Menchi Barriocanal. No le perdonan que siendo una persona popular y proveniente de una familia “de sociedad” desafíe el status quo, cuestione la hipocresía moral de esa misma sociedad y la doblez de sus políticos. No soportan que se atreva a hablar de los derechos de las mujeres y las minorías sexuales, entre otros temas de los que no se habla. Por eso, siempre fue blanco preferido del odio de los que levantan supuestas banderas de amor.
Ahora, Juan Vera, un cobarde dirigente provida y antivacunas publicó en Facebook su número de teléfono e instó a sus seguidores a que la llamen y manden mensajes de hostigamiento. Ella no tardó en recibir centenares de amenazas e insultos en su teléfono personal. Así de fácil crece el discurso de odio. Ante tanta gente que minimiza ese acoso virtual, expreso mi solidaridad con Menchi y mi admiración por su valentía periodística y su compromiso cívico.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
www.ultimahora.com
Sección OPINIÓN
Sábado, 10 de Diciembre de 2022
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