EL FÚTBOL SIN EL REY

Por ALFREDO BOCCIA PAZ

@mengoboccia

Pocas veces una crónica periodística fue tan augural como la que firmó en una revista deportiva el escritor y dramaturgo Nelson Rodrigues en marzo de 1958, luego de presenciar cuatro goles de Pelé en un partido en el que el Santos enfrentaba al América de Río.

Escribió: “Examino la ficha de Pelé y me llevo un susto: ¡diecisiete años! Pues bien, verdadero niño, mi personaje camina en la cancha con una de esas autoridades irresistibles y fatales. Podría decirse, un rey, no sé si Lear, Emperador Jones o etíope”.

Desde entonces, el título de rey fue convirtiéndose casi en un nombre propio agregado al suyo. Aquel chico, al que no dejarían entrar al cine si quisiera ver una película de Brigitte Bardot por no tener la edad suficiente, anotaría 36 goles en 29 partidos con el Santos y sería campeón del mundo en Suecia ese mismo año.

Con él el fútbol alcanzaría una belleza superlativa, pero con un fin concreto e innegociable: el gol. El poeta Carlos Drummond de Andrade aseguraba que Pelé es un buen maestro para quienes aspiran a escribir bien: “Pelé jamás hacía jugadas que no fueran parte de una progresión hacia el gol. La gambeta espectacular era apenas circunstancialmente espectacular, solo porque existía en función del objetivo final. La lección para escritores es: defina su gol e intente llegar allí como Pelé, con pocos, pero definitivos toques”. Es decir, la espectacularidad del estilo solo tiene sentido si nos acerca al gol.

Durante los años siguientes Pelé hizo goles, centenares de goles, muchos de ellos verdaderas obras maestras de la historia del fútbol. Y en 1969 llegó a su gol número mil. O no, las cuentas no eran tan rigurosas como hoy en día. Lo importante es que el Brasil entero esperaba con ansiedad el momento de gritar el milésimo gol del Rey.

En noviembre de 1969 Pelé alcanzaba los 999 goles y el Santos jugaba contra el Bahía en Salvador. Cuarenta mil personas que no querían perderse ese momento épico llenaron el estadio Fonte Nova. Y Pelé hizo una jugada magnífica en la que terminó eludiendo al arquero y empujando con elegancia la pelota al fondo del arco. Apoteosis… trunca, porque un raudo zaguero bahiano llamado Nildo –tan dramático fue el instante que la historia preservó su nombre– logró salvar el gol sobre la línea.

Fue abucheado desde los cuatro costados del estadio. Había privado al público de ser parte de un día histórico.

El partido siguiente fue contra el Vasco da Gama en el Maracaná, donde, de nuevo, hubo 65.000 testigos en las tribunas. En el segundo tiempo le cometieron un penal a Pelé. El diez tomó la pelota y el Brasil volvió a paralizarse. En el arco, un argentino, Edgardo El Gato Andrada, quien no quería ser recordado por este gol y, sin embargo, al final de su vida –murió en 2019, a la edad de 80 años– fue recordado por haberse integrado a patotas represoras del ejército.

Pelé metió el gol y la cancha fue invadida por centenares de personas y periodistas. El partido se paró durante veinte minutos. El Rey era leyenda y al año siguiente sería tricampeón del mundo.

Ahora que ambos han dejado este mundo, se actualizarán las comparaciones con Maradona. Difíciles de hacer porque Pelé fue Rey cuando los campos de juego eran durísimos, las pelotas ariscas, los botines pesados y las medias se caían cuando se mojaban.

Tiempos en que los referís no protegían a los talentosos y ni siquiera existían tarjetas amarillas. La mayor parte de los goles de Pelé no tienen registros gráficos. Lo que tenemos está, casi todo, en blanco y negro.

Pese a ello, no tengo dudas: el Rey del fútbol es Pelé.

Están en categorías distintas. No pueden compararse. A lo sumo, como dice el escritor brasileño Luis Fernando Veríssimo, un profundo conocedor del fútbol: “Maradona fue el mejor Pelé de todos los tiempos”.

Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Sábado, 31 de Diciembre de 2022

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