CAMPAÑA CHATA, FINAL EMOCIONANTE
Por ALFREDO BOCCIA PAZ
@mengoccia
Cada uno de los candidatos a legisladores nacionales o departamentales pugna contra sus propios compañeros para tratar de captar el voto preferencial.
Pese a ello, esta semana final promete ser electrizante, pues a diferencia de las dos últimas elecciones presidenciales, el resultado es impredecible. En 2013 la victoria de Cartes era segura, luego de la pésima decisión liberal de romper la alianza con Lugo y apoyar su juicio político. En 2018 el fraude demoscópico montado por algunos encuestadores de triste memoria dibujó una inexistente ventaja de Mario Abdo que desmoralizó y desfinanció la campaña de Alegre.
Ahora, la única certeza que tienen todos es que los dos principales candidatos están muy cerca uno del otro, por eso hay tanto nerviosismo en ambas carpas. Resulta divertido escuchar los pronósticos de la gente con quien hablo en mi consultorio o en pasillos de hospital. La percepción de cada uno varía según la temperatura del termo en el que vive y el color que tiñe su corazoncito. Ya volverá el tiempo en el que sean confiables los sondeos de opinión como instrumentos de medición social.
Otra cosa muy llamativa es que en estas elecciones no hubo ideología en juego.
La izquierda estuvo medio ausente y todo indica que el espectro político paraguayo mostrará la misma distribución de la era preLugo. Es decir, una superpoblación de partidos ubicados desde el centro hasta la extrema derecha. Y desde el centro hacia la izquierda, un desierto solo poblado por pequeñas agrupaciones.
Pero, si no hay discusión ideológica, ¿qué es lo que está en juego? Pues nada menos que la continuidad o no de la singularidad política paraguaya más notable: la perpetuación del coloradismo en el Gobierno. La que genera un hartazgo colectivo que erosiona el universo de tradicionales votos duros de la ANR. Una nueva y oxigenadora alternancia provocará movidas en un tablero político, empresarial y social que está petrificado en el tiempo y oxidado estructuralmente por la corrupción.
No hace falta hilar demasiado fino para concluir que lo que se define el 30 de abril es si habrá más o menos Cartes en el futuro. Porque el poder en el Paraguay tiene cara de Cartes. Desde que este señor decidió meterse en la política y comprar un partido –inversión que le ha resultado más rentable que Tabesa– se convirtó en el actor de mayor peso de la política nacional.
En el fútbol logró que el Club Libertad gane muchos campeonatos, pero no consiguió cambiar su realidad de tener una hinchada escuálida. Esta vez compró la ANR, un partido con más de dos millones de afiliados y décadas de administrar el poder. Lo demás ya es conocido: su presidencia y una nunca antes vista inundación de dinero en ámbitos políticos y judiciales.
Hubo, sin embargo, cuatro percances.
Internamente, el trágico fracaso de su intento de imponer la enmienda que le permitiría reelegirse y la derrota de su delfín ante Mario Abdo. Externamente, la definición de “significativamente corrupto” por parte del Departamento de Estado y las sanciones económicas por parte del Departamento del Tesoro.
Cartes se ha borrado de la campaña de Santiago Peña. Su presencia en los palcos se ha vuelto incómoda. Pero sabe que una victoria de Santi es su última chance de dormir tranquilo. Si Alegre gana se le vienen tiempos oscuros. De lo que se trata, en definitiva, es de saber quién manejará el poscartismo. No es demasiado, pero no deja de ser emocionante.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
www.ultimahora.com
Sección OPINIÓN
Sábado, 22 de Abril de 2023
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