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ROBERTO PAREDES RODRÍGUEZ

  LOS OPOSITORES Y LA TRANSICIÓN - ROBERTO PAREDES


LOS OPOSITORES Y LA TRANSICIÓN - ROBERTO PAREDES

LOS OPOSITORES Y LA TRANSICIÓN

ROBERTO PAREDES

Diseño de tapa y arte final: CAYO AMARILLA

Asunción – Paraguay

2001 (199 páginas)

 

 

PRÓLOGO

El Autor de este libro, tras su exhaustivo y objetivo análisis de la Oposición, a lo largo de esta inconclusa transición, dado sus preocupantes altibajos y serias irregularidades, nos muestra, como en un espejo, abriéndonos el voluminoso libro de La realidad, en orden cronológico, a través de sus trémulas cuan numerosas páginas las que ponen al descubierto, en sencillo y ameno lenguaje, las graves falencias que caracterizan a este prolongado proceso, como los contradictorios hechos e incoherentes posturas de destacados actores políticos, pertenecientes particularmente a la Clase Dirigente, lo que ha incidido negativamente en detrimento de la Democracia.

Esta dolorosa situación se desprende, por un elemental principio de lógica natural, del mismo relato... a través de una ilustrativa descripción que revela claramente los acontecimientos que se han sucedido hasta ahora, durante mas de una década

En cuanto a los hechos más resaltantes, se señala, por ejemplo, tras la caída del autocrático y deshumanizante Régimen stronista el apresuramiento de la mayoría de los altos Dirigentes partidarios para participar de las "elecciones", aún en condiciones irregulares, únicamente desventajosas movidos por la sed de poder, por encima de todo. Ello, por consiguiente, favoreció indebidamente a consolidar el Sistema imperante, que subsiste aún, bajo la conducción del Partido Colorado, lo que se proponía el Gral. Andrés Rodríguez, cuyas inevitables consecuencias las estamos todavía sufriendo, sin saber hasta cuándo.

Para el efecto, todos los Partidos en condiciones regulares, legalmente, fueran reconocidos, a más del Colorado, el P.R.F., el Liberal, y el Liberal Radical.

El P.D.C. recién en esa oportunidad presentó su solicitud de reconocimiento en cambio, durante la Dictadura, nunca lo había hecho. El Acuerdo Nacional, por su parte, el 11 de febrero de 1989, cuando la imponente marcha del triunfo, ya se desintegró, bajo el signo de esa ambición desmedida de poder, principalmente por el mismo poder; por impulso de intereses sectoriales, antepuestos a los superiores del Pueblo, a pesar de que esa convergencia se había constituido en una alternativa válida para la apertura,  con alentadoras proyecciones futuras.

Dicho histórico Acuerdo Nacional, por exigencias de las francamente adversas circunstancias vividas entonces, nace como obra de P.R.F y el P.D.C, el P.L.R.A. y el MOPOCO.

En el año 1993 se observa otro fracaso de la Oposición por no haberse llegando a un razonable acuerdo para la formación de una procederte y oportuna Alianza, como originariamente se había concebido, al haberse impuesto, por encima del sentido de Patria, de Pueblo... el sectarismo, sobre todo de quienes reunían menos quilates políticos para la conducción del Ejecutivo.

El 22 y 23 de abril de 1996, gracias a la decidida y firme, como valiente, presencia del Pueblo, especialmente de la Juventud, en el vibrante escenario de la vida política, en la Placa del Cabildo y del Palacio, se frustró tina peligrosa intentona para instalar un régimen de facto, dirigido por el Gral. Oviedo. La O.E.A., a la sazón, apoyó a la Ciudadanía en defensa del Orden Institucional, más allá de los Partidos...

Ese fenómeno, de enorme gravitación, constituyó la elocuente expresión de la madurez del Pueblo, consciente de su derecho y de su responsabilidad.

El más catastrófico fracaso que sufrió la Oposición lo constituyeron las elecciones del 98, si bien fueron las más limpias.

Es dable destacar entre las causas, la exclusión y la soberbia, a más de la discriminación y del triunfalismo.

A partir de entonces, comienza la declinación. Sin embargo, frente al resquebrajamiento del Estado de Derecho, durante el breve periodo de Gobierno de Cubas, el Pueblo, sobre todo jóvenes de la ciudad y el campo, además de la impresionante presencia de campesinos; una vez Más, en los mismos escenarios, espontáneo y pujante, con entereza moral y fervor de Patria, acudió a la cita de honor, para defender; ante el aludido quebrantamiento del Sistema Constitucional, el Ideal Democrático y, particularmente, los auténticos Valores Humanos: la Libertad, la Justicia Social, la Solidaridad, entre otros.

En esa trágica circunstancia, en que se reclamaba frenéticamente la renuncia del Titular del Ejecutivo, fallecieron ocho jóvenes y centenares fueron heridos por manos asesinas, unos días después del criminal atentado del que había sido víctima el Vice-Presidente.

El 28 de marzo del 99, tras la destitución del Presidente y los integrantes de su Gabinete, por imperio de la voluntad de ese Pueblo allí congregado, asumió la máxima Magistratura el Dr Luis A. González Macchi.

A más del serio cuestionamiento formulando por el suscrito al Gobierno anterior; el nuevo, a partir de entoriles, a éste nunca le ha inspirado confianza espe­cialmente el Ejecutivo, considerado canta heredero del stronismo

A los mismos, que tanto habían levantado su quejumbrosa voz de denuncia contra el anterior Titular, carentes de espíritu patriótico y de, vocación democrática, no les importaba, en modo alguno, la .suerte del subido Pueblo, sino solamente mantenerse en sus respectivos puestos y los beneficios derivados de los mismos.

La más expresiva prueba de este acuerdo consiste en la dramática realidad que vivimos por obra y desgracia de la falsía de este Gobierno, salvo honrosas pero escasísimas excepciones, destacándose el Ejecutivo: el autoritarismo la injusticia Social y la galopante Corrupción, en cuyo marco adquiere fuerza del denigrante flagelo de la. tortura, al amparo de la impunidad.

La interesantísima obra del distinguido periodista ROBERTO PAREDES nos presenta una rica fuente de reflexiones acerca del Post-Stronisino. En la primera parte del libro se efectúa una apretada síntesis de los 35 últimos años de la Dictadura, posterior a otras ya instaladas en Paraguay, siendo sin embargo, la reciente la más férrea, prolongada y nefasta.

En el Capítulo II se analiza la caída del Autócrata, la que, como es bien sabido, ocurrió, primero, gracias a la sostenida y valiente lucha del Pueblo, como principal protagonista; y luego, merced a la intervención de las Fuerzas Armadas, a cuyo frente hallóse el Gral. Rodríguez, para abrir el portal de la Transición, el 2 y 3 de febrero del 89.

Por ser tan breve el tratamiento, genera la reflexión de que cada uno de sus párrafos merece una investigación pormenorizada.

Aquí se patentiza la terrible orfandad de Instituciones (Universitarias y/o no) adecuadas para promover la investigación de la Sociología del Régimen de Alfredo Stroessner la diferencia de lo que ocurre con los estudios en curso sobre el Régimen de Pinochet y el de Videla, los cuales merecen un análisis profundo); desde diferentes aspectos sugeridos: por ejemplo, la influencia geopolítica de los Centros de Poder,, más cercanamente, la de los brasileños y argentinos por más que se mencione la incursión guerrillera del "Movimiento 14 de Mayo" y otros ocurridos en los primeros tiempos del referido Régimen.

En efecto, nadie puede olvidar la influencia de los Regímenes Post-Peronistas (... de Araniburú y Rojas) en el Paraguay; cuyo Presidente se perfilaba, dentro de la Política denominada "pendular", como un admirador del Régimen Brasileño La solución dada al problema del Salto del Guairá (uno de los motivos de la construcción de Itaipú) traduce, sin duda alguna, este acercamiento.

Ha transcurrido suficiente tiempo para evaluar precisamente tamañas influencias, más aún en el presente, en la que se esta gestando una serie de Comunidades Regionales de Integración fuertemente cuestionadas por los Movimientos Populares de la Región, como es el caso de ALCA o el propio MERCOSUR. Éste primeramente fine un acuerdo entre Alfonsín y Sarney; y que, después, se extendió al Uruguay y al Paraguay; luego del derrumbe de la Dictadura.

La falta de debate nacional para la Firma del Tratado de Asunción nos ha dejado en evidente desventaja frente a los dos y poderosos vecinos, quienes, a su vez se enfrentan actualmente, con severo cuestionamiento, como consecuencia de las exigencias del PLAN de COMPETITIVIDAD del actual Ministro de Economía de Argentina, Dr. Domingo Cavallo. Referente a lo ocurrirlo en los primeros meses del Post-Stronismo se deduce que el Acuerdo Nacional, ampliando la explicación ya dada, se disgregó lastimosamente, quizás por el oportunismo de algunos líderes, a más del abandono del MOPOCO, quienes, en vez de postular la necesidad de un claro entendimiento entre todos los Partirlos de la Oposición (sin la actuación del MOPOCO, ya integrado a la A.N.R.), participaron de negociaciones aisladas, de espaldas al Pueblo de las cuales se aprovecharon los hábiles continuadores del stronismo

La pretensión de eternizar la hegemonía de un solo partido político se encuentra actualmente en vías de decadencia, después de la experiencia de la derrota del P.R.I. en México

El autor del libro tiene el indudable mérito de proceder a un análisis objetivo de la realidad política nacional, refiriéndose a otros Partidos diferentes a los clásicos tradicionales (A.N.R. y PL.R.A), pecado que cometen permanentemente las Medios de Comunicación los cuales se "olvidan" de los Partidos que conforman la Franja del Centro-Izquierda de Espectro Nacional.

El Autor menciona textualmente que el Partido Liberal Radical Auténtico, que tenía la suficiente dureza para dar sustento al proyecto de conformación de una Multipartidaria para sustituir al "Acuerdo Nacional", se excusó de participar, argumentando que el Congreso Nacional era el ámbito más propicio para discutir entre las diferentes Agrupaciones Políticas, con lo que deliberadamente restaba importancia y legitimidad a cualquier iniciativa que partiese de un Partido sin representación parlamentaria.

Curiosamente, los dos Partidos tradicionales (a los cuales últimamente se ha .sumado el Partido Encuentro Nacional), no ofrecen alternativa alguna al Pueblo paraguayo, sobre todo a los más aquejados por el desempleo, la pobreza, el hambre, la enfermedad la falta de la necesaria educación, el autoritarismo, etc., que reclaman profundos cambios estructurales lo que supone la ineludible necesidad de una Democracia Real, la que solamente puede lograrse en el amplio marco de la promoción de movimientos alternativos democráticos y de fuerte raigambre popular: Ésta es la demanda que se percibe en las sucesivas marchas de obreros y campesinos, que, año tras año, se ratifican ante los tres Poderes del Estado, por citar un ejemplo: la falta de unCódigo Agrario, que contemple las quemantes necesidades a los "Sin Tierra y Sin Techo", lo que se debe a la insensibilidad de quienes tienen la responsabilidad de elaborar; de sancionar la respectiva Ley y de ejecutar... Cabe poner al descubierto el temor a enfrentar a los poderosos terratenientes, llevando a cabo un programa antisemi-feudal

Tampoco hay voluntad de llevar adelante la Reformen del Estado, que no se limita de ninguna manera al tema de la privatización, sino que en foca la Modernización en el más amplio sentido, mediante cambios estructurales, que estén a la altura de la exigencia del Desarrollo Sostenible.

Esta  situación, .sobre todo después del triunfo del Régimen en tres Gobernaciones desean aprovecharla los nostálgicos del "ayer sombrío" Las estadísticas del PNUD reflejan, en efecto, las iniquidades que acucian al Pueblo.

Los Actores del Plan de inspiración neoliberal presentado en el periodo stronista hoy aparecen y reaparecen en las diferentes escenas de la Historia del País, con el mismo espíritu y proyecciones inspirados en la Filosofía Política el Individualismo

El Acuerdo Nacional se fortaleció en las últimas fases de la época stronista, mediante las activas movilizaciones promovidas por la Asamblea de la Civilidad, como para impedir la aberración de un "participacionismo" Los nuevos paradigmas ducados por el Dpto. de Estado, por instrucciones del Presidente Carter, hacían inviable la continuidad de Stroessner. Es lo que el autor sugiere cuando hace referencia al "Cambio de Guardia", bajo la conducción del Gral. Rodríguez, en la noche de la Candelaria.

El papel actual de los máximos Dirigentes del Encuentro Nacional, como "furgón de cola del Régimen Neoestronista" afecta sobremanera a la Causa de la Democracia, contribuyendo a la crisis actual; como, a la vez, un determinado sector del PLR.A.

Es ciertamente desafortunado ver cómo connotados Dirigentes del "ayer sombrío" corresponsables de ésta situación, antepusieran sus mezquinos intereses, a los legítimos que el Pueblo reclama.

En la actualidad, el P.L.R.A. institucionalrnente cuestiona al Gobierno, después de haber participado, aunque un sector; de alguna manera, colabora aún.

El Encuentro Nacional, por su parte, institucionalmente desde el comienzo hasta hoy, forma parte integrante, a excepción de algunos sectores que se oponen. El P.D.C. siempre ha estado en franca aposición, desde el principio, al igual que el P.R.F.

Los Partidos de Izquierda, en sus diferentes niveles, también se hallan en una evidente postura de oposición

En lo que va del alto y desde fines del pasado, se ha instalado un Foro Permanente, de análisis, denuncias y propuestas con miras a la efectiva solución de los graves problemas.

Nos place saber lo que manifestó uno de los abogarlos querellantes de ex-dictadores de esta área del Cono Sur; por crímenes de lesa-humanidad, el Dr. Alberto Pedroncini, al afirmar que los acusados chilenos, paraguayos y uruguayos no podrían invocar la "extraterritorialidad", ya que la CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DESAPARICÓN FORZADA DE PERSONAS le otorga "competencia".

El gatopardismo que el famoso autor italiano LAMPEDUSA hace tiempo denunciara en su lúcida obra, se cumple en nuestro País. Y el eslogan "Cambiar algo para no cambiar nada", parece haber inspirado a los continuadores del Primer Presidente de la Transición.

Estamos viviendo el Mundo de la Globalización, cuya originaria fuente de promoción la constituye la Filosofía Neoliberal de los Grandes Centros de Poder, que trazan las pautas a seguir en todas las latitudes, que conducen a satisfacer sus mezquinos intereses, lejos de responder a las justas exigencias de los Pueblos afectados, si bien ofrece algunos reducidos aportes positivos; por ejemplo, la Justicia Internacional, entre otros.

A pesar de ello, ya dentro del escenario, corresponde defender a toda costa, la Identidad, la Autodeterminación

En cambio, la Mundialización contribuye al Desarrollo..., porque, respetando la Identidad, lo promueve en el contexto del mutuo respeto y de la recíproca colaboración entre los Pueblos.

Es importante y oportuno en esta valiosa y recomendable obra que nos sugiere un constructivo debate, destacar, canto una deplorable Constarte, la conculcación de los sagrados DD.HH. en Latinoamérica y el Caribe, inclusive en los propios EE. UU. de Norteamérica, sobre todo en Paraguay; particularmente los socioeconómicos y culturales, con su lógica incidencia en el plano político, era cuyo ámbito se observa una seria inestabilidad...

La correlación existente obedece a la indivisibilidad de los DD.HH, en su dimensión universal, teniendo en cuenta que el marco referencial es el Hombre, como Persona, su único sujeto.

Para ello, es imprescindible restablecer los valores ético-cívicos en crisis, que sacude a la Clase Dirigente, especialmente la Política, y quienes están en las Áreas del Poder, sin desconocer por supuesto, que existen excepciones, aunque escasas.

Es fundamental el respeto y la promoción de los DD.HH. para el ejercicio de la Libertad y la observancia de la Justicia Social; valores éstos que posibilitara el Desarrollo, a través del cual sólo es posible conquistar la Auténtica Paz -la Paz Evangélica, en el marco de la Democracia Real, imbuida de contenido moral

En ese ámbito, cabe recordar que la Comisión Nacional por los DD.HH. cumple una respetable función al servicio de tan noble Causa

PROF LIC. LUIS A. RESCK

 

 

SUMARIO

CAPITULO I

RESISTENCIA PERMANENTE - 11      

CAPITULO II

LA DESINTEGRACIÓN DEL ACUERDO NACIONAL - 21      

CAPITULO III

LAS ELECCIONES DE MAYO DE 1989 - 29 

CAPITULO IV

EL LIDERAZGO DE LAÍNO - 36  

CAPITULO V

EL FILIZZOLAZO - 45

CAPITULO VI

LA REACCIÓN COLORADA - 54

CAPITULO VII

LA BATALLA POR EL TERCER ESPACIO - 62

CAPITULO VIII

SIN CONCERTACIÓN - 70

CAPITULO IX

LA DERROTA ELECTORAL DE 1993 -  78

CAPITULO X

EL PACTO DE GOBERNABILIDAD - 85

CAPITULO XI

EL SÓLIDO LIDERAZGO DE LAÍNO - 93

CAPITULO XII

LA PROYECCIÓN NACIONAL DE FILIZZOLA - 101      

CAPITULO XIII

LA CRISIS DE ABRIL - 108

CAPITULO XIV

LAS MUNICIPALES DE 1996 - 114      

CAPITULO XV

CONSTRUYENDO LA ALIANZA DEMOCRÁTICA - 122

CAPITULO XVI

DERROTA EN TODOS LOS FRENTES - 130

CAPITULO XVII

LA DERROTA DE UN SÍMBOLO - 138

CAPITULO XVIII

NEGOCIACIONES EN TRES DIRECCIONES - 146

CAPITULO XIX

MAGNICIDIO Y GOBIERNO DE UNIDAD NACIONAL - 153

CAPITULO XX

LA RUPTURA DEL PLRA - 159

CAPITULO XXI

EL TRIUNFO DE "YOYITO" - 166

CAPITULO XXII

FUERA GONZÁLEZ MACCHI - 173

CAPITULO XXIII

LA CONTINUIDAD DEL PEN EN EL GUN    179

TESIS SOBRE LOS OPOSITORES Y LA TRANSICIÓN - 186

 

 

 

LOS OPOSITORES Y LA TRANSICIÓN

 

 

CAPITULO 1

RESISTENCIA PERMANENTE

 

Uno de los rasgos característicos de los comienzos del gobiernode Alfredo Stroessner fue la política acentuada­mente represiva contra sus adversarios, lo que determi­nó que los opositores recurriesen tempranamente a proyectos golpistas para derrocarlo. Así, ya en 1956 fracasó la "operación 4 de noviembre", liderada por el coronel Alfredo Ramos, y que fuera apoyada por liberales y militares institucionalistas.

La resistencia más dura al stronismo fue dirigida desde la Argentina, donde gran parte de los dirigentes opositores se en­contraban exiliados desde finales de la Guerra Civil de 1947. En zonas fronterizas operaban emisoras radiales clandestinas, desde donde se trataba de desestabilizar al gobierno, siendo relevantes las actuaciones conspiraticias de Alfredo Ramos, Bartolomé Araujo, Américo Villagra, Roberto Paleari, José Antonio Ayala y Rogelio Pavón, entre otros. El Partido Co­munista, cuyo máximo dirigente, Oscar Creydt, se encontra­ba en el exilio, operaba en la clandestinidad, pero con mucha ascendencia sobre todo a nivel del movimiento obrero orga­nizado.

En 1959, y bajo la influencia de la exitosa experiencia gue­rrillera de Fidel Castro en la Sierra Maestra, desde el exilio se comienza a proyectar la lucha armada contra Stroessner. Surgieron, así, el "Movimiento 14 de Mayo", organización en la que se articularon liberales y febreristas, y el "Frente Uni­do de Liberación Nacional", FULNA, bajo la hegemonía del Partido Comunista.

Durante los años 1959, 1960 y 1961 ingresan al país, desde la Argentina, numerosas columnas guerrilleras, las que fueron literalmente diezmadas en el marco de salvajes repre­siones, que implicaron la masiva participación de militares, policías y milicianos.

El grueso de la guerrilla fue despedazado, aunque como testimonio vivo de su existencia quedó la columna "Maris­cal López" hasta comienzos de los años 70, que operaba en la zona de Cordillera bajo la conducción de Arturo López, el comandante "Agapito Valiente".

La fuerte presión gubernamental que se ejerció durante años sobre toda la oposición, llevó al Partido Liberal, a co­mienzos de los 60, a ensayar una maniobra participacionista­. El acuerdo interno consistió en que se simularía una di­visión. Se dejo debidamente documentada la maniobra, labrándoseacta que fue depositada en una escribanía, cuya divulgación posterior demuestra de manera irrefutable el carácter de la medida.

En 1962, el dirigente liberal Manuel "Bichito" Pesoa tomo contacto con Ezequiel González Alsina, uno de los más prominentes representantes políticos del stronismo y se acordó la reapertura del Congreso Nacional, del que un sector del liberalismo iría a participar. Para el desarrollo exitoso de la jugada contribuyó la presión del gobierno estadounidense de John E Kennedy, que presionaba por una apertura restringi­da.

En la historia política paraguaya se ha cargado la respon­sabilidad fundamental de esta decisión sobre los hombros de los hermanos Carlos y Fernando Levy Rufinelli, pero estos apenas fueron implementadores de una maniobra cuyos pro­tagonistas centrales fueron otros. Por otra parte, la jugada re­sultó profundamente desagradable para muchos dirigentes y activistas liberales, lo que dio pie a una definitiva ruptura, con la creación del Partido Liberal Radical, que pasó a asu­mir un papel de oposición más intransigente.

De la tercera elección realizada bajo el gobierno de Al­fredo Stroessner, para el período 1963-1968, participaron co­lorados y liberales. En respuesta al participacionismo se firmó un pacto entre liberales radicales y febreristas; documen­to en el que ambas instituciones políticas asumieron el com­promiso de desarrollar una política de oposición frontal al go­bierno.

El acuerdo entre liberales y febreristas, sin embargo, se rompió en 1965, cuando el Partido Febrerista aceptó partici­par del proceso. Los liberales radicales y el Partido Demócrata Cristiano -fundado hacía poco tiempo- quedaron como los únicos partidos que ejercían oposición abierta, en el marco de una precaria legalidad.

Stroessner, no obstante, estaba ante un problema que te­nía la obligación de resolver: una nueva Constitución para ga­rantizar su reelección.

Se convocó al "Diálogo Nacional", en cuyo marco to­dos pactaron, a excepción del Partido Demócrata Cristiano, que se resistió a legitimar al régimen, pese a que el argumen­to oficial fue el de que la agrupación no reunía la cantidad de afiliados exigidos por la ley electoral. El Partido Liberal Ra­dical, sector más expresivo de la oposición, entró a participar del proceso, abrigando la ilusa esperanza de que el mismo ter­mine en la normalización institucional. Así, tanto las elecciones generales de 1968 como las de 1973 contaron con su con curso.

El Partido Comunista Paraguayo, que fuera severamente reprimido desde la asunción de Stroessner había experimentado una profunda división a mediados de los años 60, constituyéndose dos grupos fundamentales: los Partidos "pro­soviético" y "pro-chino".

La presencia comunista en el escenario político paragua­yo fue decreciendo progresivamente, debido a una variedad de factores que fueron desde la brutal represión sistemática que el gobierno de Stroessner desató sobre la organización política hasta el debilitamiento de sus propuestas. Esta si­tuación a su vez, favoreció la emergencia de varios nuevos movimientos de izquierda, quienes con propuestas más ra­dicales se propusieron enfrentar al stronismo.

Entre 1974 y 1977, precisamente, diversos movimientos de izquierda fueron alcanzados de lleno por la represión, parando decenas dedirigentes y activistas a las cárceles, cuan­do no muertos Así, en 1974 fueron literalmente desmante­lados el Ejército Paraguayo Revolucionario, EPR, organiza­ción que se proponía introducir cambios en el proceso polí­tico paraguayo a través del desarrollo de una agresiva e in­tensa lucha armada, y el Movimiento Paraguayo de Libera­ción, MOPAL, organización que reivindicaba una salida in­surreccional buscando articular a todos los sectores que pu­dieran confluir sobre la base de la propuesta de liberación na­cional.

A fines de 1975, la represión abortó uno de los más osa­dos y serios intentos de reorganización en el país del Partido Comunista Paraguayo "pro-soviético", siendo muertos tres de sus principales dirigentes: Miguel Angel Soler, Derlis Vi­llagra y Octavio González.

En 1976 una oleada represiva puso fin a uno de los inten­tos de mayor envergadura de la izquierda paraguaya, cuan­do en abril se desmanteló la Organización Primero de Mar­zo, OPM, yendo a parar a las cárceles centenares de militan­tes y activistas. Su máximo jefe, Juan Carlos Da Costa, fue muerto en un enfrentamiento; otros tantos fueron muertos en las cámaras de torturas.

En 1977 las fuerzas policiales procedieron a detener a un grupo de activistas y dirigentes del Movimiento Indepen­diente Universitario, MI, que esbozaron el proyecto de con­formación de un Partido Independiente.

Ante la existencia de tantos detenidos, el gobierno puso en funcionamiento un campo de concentración en Embosca­da, donde llegaron a tener a más de 500 prisioneros políticos.

Pero como la Constitución de 1967 daba luz verde para apenas dos reelecciones, en 1976 se planteó para Stroessner la necesidad de reformar la Carta Magna. La perspectiva del vitaliciado del dictador no agradó a ningún sector de oposi­ción, por lo que se dieron acuerdos para aislar a Stroessner. Los partidos Liberal y Liberal Radical ensayaron la consti­tución de un Partido Liberal Unido, firmándose un histórico acuerdo entre Carlos Levy Rufinelli y Domingo Laíno.

La experiencia, sin embargo, duró poco, pues el Partido Colorado impulsó la reforma constitucional en el marco de una Asamblea de la que solamente participaron sus conven­cionales, abriendo la posibilidad de la reelección presidencial sin limitaciones, base legal para un nuevo mandato de Stroess­ner

Inmediatamente, los colorados abrieron negociaciones con los dirigentes más claudicantes del liberalismo, introdu­ciendo rápidamente el germen de la división entre los mis­mos Así, el proceso de unidad abierto entre los liberales, ce­dió paso a la formación de cinco partidos liberales: el Liberal, el Liberal "Teeté", el Liberal Radical, el Liberal Radical Auténtico y el Liberal Unido.

De las elecciones de 1978 participaron los liberales y li­berales radicales, llamados por el gobierno de "oposición re­gular", quedando al margen del proceso los demás.

Hacía finales de 1979 se impulsó la conformación de un frente anti dictatorial obteniéndose la adhesión de las cua­tro organizaciones másrepresentativas de la oposición demo­crática: el Partido Liberal Radical Auténtico, el Movimien­to Popular Colorado el Partido Revolucionario Febrerista y el Partido Demócrata Cristiano. Dos personajes claves de es­ta iniciativa fueron HumbertoPérez Cáceres, del Partido Re­volucionario Febrerista Luis Alfonso Resck, del Partido Demócrata Cristiano.

Fue un momento político muy particular, pues desde los centros internacionalesde poder, sobre todo desde los Esta­dos Unidos, se enviaban señales inequívocas en el sentido de que no se iría a seguir apoyando a las dictaduras, ni en Para­guay ni en otro país de América Latina.

La actitud de lacomunidad internacional favorable a un cambio político sirvióde elemento protector para las accio­nes del Acuerdo Nacional, pero la falta de cuadros, de dirigentes y activistas aptos y avisados, colocó una valla infran­queable a sus posibilidades de rápido crecimiento. Había sec­tores, sobre todo los de izquierda, que no tenían confianza en el debilitado frente

En marzo de 19811 se produjo un intento de alzamiento armado contra el gobierno, liderado por dirigentes campesi­nos -el "caso Caaguazú"-, experiencia que fue controlada en cuatro días, tras la muerte de 11 de los alzados. El gobierno movilizó alrededor de 5 mil hombres para sofocar el alza­miento; el Acuerdo Nacional se limitó a emitir un pronunciamiento, en el que llamaba la atención sobre los problemas so­ciales y sobre la incapacidad del gobierno de dar respuestas satisfactorias a los mismos; los demás se llamaron a un dis­creto silencio.

En setiembre de 1980 la capital del país fue escenario de un atentado que sacudió a toda la comunidad internacio­nal: en pleno día se ajustició al ex dictador nicaragüense Anastacio Somoza; hecho que tuvo diversas derivaciones, como ser la participación directa de efectivos de las Fuerzas Arma­das en las operaciones de "rastrillaje" para dar con los res­ponsables, y la puesta al desnudo de la vulnerabilidad del sis­tema interno de seguridad, considerado hasta entonces como infalible.

Una reflexión del mismo Stroessner sobre el tema, en ocasión de una reunión con los miembros de su gabinete, ilus­tra acabadamente sobre cómo se tomó la cuestión. Les dijo:

- Eso de que yo esté protegido por decenas de soldados para nada sirve. Cuando le quieren matar a uno no hay sis­tema de seguridad que funcione. La clave reside, señores, en no apretar al adversario hasta el punto en que solamente vea que la eliminación física de uno es su única salida-.

Pero cuando se hablaba de apertura democrática, los por­tavoces del gobierno eran tajantes: - Nada que ver, tuerca, tuerca...- respondía Sabino Augusto Montanaro, ministro del Interior de Stroessner, al ser consultado sobre el asunto. Y así fue.

Después de la publicación del libro "El general comer­ciante", en el que se hacía una sutil referencia a Stroessner en el marco de una semblanza de Somoza, Domingo Latino fue expulsado del país.

En 1982, el gobierno intervino una Organización No gubernamental, el Banco Paraguayo de Datos, BPD, acusando a sus miembros de estar cooperando con una publicación de izquierda hecha en el exilio: la revista "Síntesis". Los dirigentes del Movimiento de Reagrupamiento Universitario, MRU, fueron detenidos y procesados.

También en 1982 se abortó uno de los más serios intentos de reorganización en el país del Partido Comunista Paraguayo "pro-chino"; decenas de activistas y dirigentes fueron detenidos y brutalmente torturados.

Pese a la política represiva de Stroessner, en la época surgieron signos inconfundibles de que su poder ya no se extendería por mucho tiempo. En 1982 surgieron conflictos en la embotelladora de Coca Cola, lo que dio pie a la emergencia del Movimiento Intersindical de Trabajadores, que impulsó una campaña de boicot al consumo de la bebida. Los resultados fueron excelentes, lo que se debió no a un elevado nivel de conciencia ciudadana, sino a una actitud propensa a apoyar cualquier manifestación contraria a la dictadura.

En el seno del Partido Colorado oficialista emergieron dos grupos antagónicos: "tradicionalistas" y "neo-colorados", cuyas divergencias estaban estrechamente vinculadas con la sucesión de Stroessner y se extendían hasta en el seno de las Fuerzas Aneadas.

No obstante, Stroessner logró el último mandato que con­cluyó en 1983.

A mediados de los años 80 todo se fue complicando. Así, en el Hospital de Clínicas se instaló un foco de conflicto, en cuyo marco se dieron numerosas movilizaciones de masas, sentando las bases para la rearticulación de algunos sectores de izquierda. Surgió también el liderazgo de Carlos Filizzola.

Un nuevo actor político, de carácter claramente progresista emergió en ese contexto: el Movimiento DemocráticoPopular MDP, que aglutinó a activistas y dirigentes de izquierdade diversa formación doctrinaria, y cuya política fue la de promover permanentes movilizaciones de protesta contra el gobierno.

En 1987 se produjeron varios hechos sumamente relevantes, de las que rescatamos:

-. la división definitiva que se instaló entre los colorados oficialistas cuando los "tradicionalistas" fueron literalmente despojados de todo poder partidario y presencia en el gobierno por los "militantes combatientes stronistas", en el marco Convención de agosto, y

-. la rica discusión que se dio en el seno de la oposición de cara a las elecciones programadas para 1988. El elementoque abonó dicha discusión fue aportado por Aldo Zuccolilloquien cuestionando la política "abstencionista" presento la propuesta de apoyar a un candidato de consenso, Guillermo Caballero Vargas, asegurando que dentro del proceso la oposición iría a crecer con mayor firmeza. El llamado “Plan Z" no fue aprobado, obteniendo Stroessner el triunfo, en 1988, con la participación de los mismos actores que venían legitimando su gobierno.

Las movilizaciones opositoras de todos los signos estaban en una fase ascendente. El Movimiento Intersindical de Trabajadores arrastraba masivos contingentes de trabajadores urbanos; la Iglesia asumía una actitud de colisión más frontal contra el gobierno; el Acuerdo Nacional, fortalecido con el retorno de muchos dirigentes del exilio, asumía la política de apoyar e impulsar movilizaciones antigubernamentales; el Movimiento Democrático Popular organizaba sistemáticas campañas de hostigamiento.

Pero fue un golpe de Estado, liderado por el general Andrés Rodríguez, con el apoyo de los colorados "tradicionalistas", el que puso fin a la prolongada dictadura de Alfredo Stroessner. Y uno de los puntos de la proclama de Rodríguez, del 2 y 3 de febrero de 1989, se refería al tema puntual de la democratización.

Cuando se produjo el derrocamiento del general Alfredo Stroessner, la oposición estaba conformada de la siguiente manera:

 

OPOSICION DEMOCRÁTICA

Acuerdo Nacional

Partido Liberal Radical Auténtico

Partido Revolucionario

Febrerista Partido Demócrata Cristiano

Movimiento Popular Colorado


OPOSICION PARLAMENTARIA

Partido Liberal Radical

Partido Liberal

 

OPOSICION DE IZQUIERDA

Partido Comunista Paraguayo - pro-soviético

Partido Comunista Paraguayo - Pro-chino

Movimiento Popular Democrático

Movimiento Paraguayo de Liberación

 

Los partidos de oposición parlamentaria gozaban de los favores del gobierno de Stroessner, como premio por el trabajo de legitimación del régimen; los partidos integrantes del Acuerdo Nacional, sobre todo el Liberal Radical Auténtico, realizan sus actividades bajo un sistemático hostigamiento policial; los partidos comunistas estaban proscriptos; y los demás movimientos de izquierda soportaban una precaria legalidad.

 


CAPITULO II

LA DESINTEGRACIÓN DEL ACUERDO NACIONAL

 

El golpe de Estado del 2 y 3 de febrero, sobre cuya inmi­nencia se hablaba desde meses atrás, tomó despreve­nidos a todos los sectores de oposición, así como a las organizaciones sociales que estaban enfrentados al stronismo. La reacción inmediata fue la de adherir al mismo, su­mándose los opositores a las manifestaciones espontáneas que se realizaron en la mañana del 3 para festejarla caída del dictador y saludar a los que encabezaron el movimiento militar que puso fin a los casi 35 años de gobierno del general Alfredo Stroessner.

A la sorpresa siguió la incertidumbre. Aún en medio de la euforia el gobierno de facto, vía Decreto N° 3 del 6 de fe­brero, disolvió el Congreso Nacional y convocó a eleccio­nes generales para presidente de la República y parlamen­tarios para el 1° de mayo, para concluir el período 1988-1993. Las debilidades más profundas de la oposición queda­ron al desnudo: la reacción ante el anuncio expresó su total desconcierto, ni siquiera insinuándose un intento de respues­ta ordenada. Es más, el principal partido de oposición demo­crática, el Liberal Radical Auténtico, estaba más bien preo­cupado con ajustar los detalles del acto que ya había sido convocado para el 12 de febrero.

Ni siquiera se entendió porque se obligó a Stroessner a renunciar, y mucho menos porqué el decreto convocó a ele­gir autoridades para concluir el período presidencial.

Entre el 2 y 3 de febrero, el general Andrés Rodríguez, siguiendo los consejos de sus asesores, decidió pedir a Stroessner su renuncia. La Presidencia quedaría acéfala, lo que le otorgaría una precaria legalidad al gobierno de facto encabezado por Rodríguez. El siguiente paso -y respetando rigurosamente la Constitución de 1967- sería el de convocar a elecciones generales en el plazo no superior a los tres me­ses, como se hizo.

Dicho en otros términos: de una manera burda desde donde se lo mire, se trató de investir de legalidad el brusco cambio de gobierno. El análisis más elemental sobre los hechos demuestra que:

1. Stroessner había sido desalojado del poder a cañona­zos, por lo que

2. Se instaló un gobierno de facto, con un presidente que no estaba en la línea de sucesión en el presunto caso de acefalia, por lo que, a su vez,

3. No existía la menor necesidad de ceñirse a regla algu­na, constitucional o no, para programar el futuro político del país.

Rodríguez, presidente de facto, apoyado por la conduc­ción de facto del Partido Colorado, sin embargo, "enten­dió" que no era el caso de violentar la Constitución, por lo que decidió convocar a elecciones para concluir el período constitucional.

Esta forzada interpretación fue aceptada por todos, sin excepción, en el marco de una suerte de complicidad colec­tiva, que iría a introducir terribles complicaciones en el propio proceso de transición. Los más avisados, que pudie­ron percatarse aunque sea de las desventajas inmediatas de la propuesta oficial, fueron literalmente ahogados en sus reclamos por la amplia mayoría que se dispuso a respetar la política de los hechos consumados, no por conveniencia, sino por limitaciones para percibir los riesgos que implicaba aceptar sin más ni menos las nuevas reglas.

En ese momento, el bolsón más representativo de la opo­sición democrática era el Acuerdo Nacional, por tanto, era el llamado a presentar un programa de transición, que ademásde las nuevas reglas de juego, estableciese objetivos y metasa alcanzarse en un período corto de tiempo, en todasesferas de la vida social. Pero como dicho programa no existía, ni como producción colectiva ni individual, cada uno de los integrantes del mismo negoció de manera aislada.

El Movimiento Popular Colorado, MOPOCO, actuó de manera relativamente coherente con lo que ya se proponía en enero de 1989, aún antes del golpe. Varios de sus dirigen­tes se manifestaban partidarios, en aquel entonces, de una aproximación de los "tradicionalistas", para el inicio de la integración de un amplio frente colorado.

De hecho, muchos de sus miembros no se sentían cómo­dos aliados a los liberales, sus tradicionales adversarios, por una parte, y estaban presionados por el tema de que "entre adorados debía arreglarse el problema del stronismo".

Desalojados de la Junta de Gobierno los "militantes com­batientes stronistas", se instaló una conducción de facto, que básicamente había privilegiado a los "tradicionalistas", a los Seguidores de Edgar L. Ynsfrán y a los hombres cercanos a Rodríguez.

Cuando los del MOPOCO fueron a hablar con los miem­bros de la nueva conducción partidaria, Juan Ramón Chávez  y Luis María Argaña fueron categóricos: tenían que abando­nar el Acuerdo Nacional, como pre-condición para negociar espacios en el partido.

Visitaron al presidente Rodríguez, quien les instó a "dejar de lado los arañazos del pasado y disponerse a traba­jar juntos", ratificando que uno de sus objetivos era promo­ver la unidad de los colorados.

Más adelante, el MOPOCO optó por sumarse a las de­más corrientes contestatarias coloradas: la Asociación Na­cional Republicana en el Exilio y la Resistencia, ANRER y el MOPOCONA, una escisión del movimiento, para nego­ciar espacios en el seno del Partido Colorado. El acuerdo re­sultó satisfactorio para ellos, pues se llegó a la fórmula de un tercio para los contestatarios, tanto en la estructura par­tidaria como en la lista de parlamentarios para las eleccio­nes programadas para mayo.

El Partido Demócrata Cristiano, PDC, por su parte, ba­jo la presidencia de Jorge Darío Cristaldo, tenía solamente un objetivo: lograr su reconocimiento como partido, lo que desde su fundación, en 1960, no se había alcanzado, debido a que los dirigentes históricos del partido se habían resisti­do tenazmente a legitimar al gobierno de Stroessner. Pudo ajustarse a la exigencia del Estatuto Electoral, que estable­cía que para ser partido se tenía que contar con por lo menos 10 mil afiliados, pero prevaleció el criterio de abstenerse de participar.

Cuando se produjo el golpe, Jorge Darío Cristaldo esta­ba en la presidencia del Acuerdo Nacional, que se ejercía de manera rotativa, pero ni siquiera intentó una reacción con­junta, pues los hechos lo habían tomado totalmente despre­venido.

Para la Democracia Cristiana, sí, el proceso abierto tras el golpe abría la posibilidad concreta de su inscrip­ción como partido, por lo que decidió reaccionar con mu­cha discreción, apostando más bien a negociar eso que a promover una reacción colectiva.

El Partido Revolucionario Febrerista, PRF, tampoco se interesó en una acción conjunta, y fue su presidente, Eucli­des Acevedo, el primer líder de oposición al stronismo que se entrevistó públicamente con Rodríguez; hecho que fue destacado por la prensa, pues hasta poco tiempo atrás Rodrí­guez era considerado como el segundo hombre más podero­so de la estructura stronista.

Con corrientes internas que se disputaban la hegemonía, el PRF tampoco ensayó una propuesta que involucrase a los demás, y dando señales acerca de que irían a aceptar las nuevas reglas, tempranamente fijó una convención extraor­dinaria para el 18 y 19 de marzo, para decidir sobre la par­ticipación o no en las elecciones convocadas por Rodríguez, así como para definir la línea política del partido ante la nue­va situación.

El Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA, bajo el cla­ro liderazgo de Domingo Laíno, era el sector de mayor pe­so en el seno del Acuerdo Nacional, por tanto, el que tenía mayor responsabilidad en el sentido de mantener el frente y dotarlo de una política única.

Los dirigentes liberales, sin embargo, dieron sobradas muestras de desconcierto. Principal organización que estaba invocando a una concentración para el 12 de febrero, en­ que eso era lo más importante. De hecho, el partido quedó aprisionado en su dinámica de oposición al stronismo la que todo se reducía a criticas -cuanto más viru­lentas mejor- sin siquiera intentar esbozar propuesta mínima alguna.

Sí la concentración del 12 de febrero iría a ser utilizada como una demostración de fuerza, para seguidamente proponer bases distintas de negociación, la cuestión no hubie­se estado mal, pues en el marco de la euforia colectiva post golpe -y en un ámbito de mayor seguridad en cuanto a que no habría represión alguna contra los manifestantes- se concentraron más de 20 mil personas (50 mil, según los orga­nizadores), elemento que daba pie para presionar con fuer­za a un gobierno que comenzaba a andar con mucho cuida­do, como si se moviese en un campo minado.

Pero el PLRA no entendió así, aunque se debe hacer la salvedad acerca de las posturas más duras levantadas por la corriente interna Movilización Popular para el Cambio, MPC, liderada por Miguel Abdón “Tito" Saguier, que se per­cató con mayor claridad de las desventajas de entrar en el proceso bajo las reglas anunciadas, así como de las debili­dades del gobierno de facto, que podrían ser aprovechadas en negociaciones más ventajosas para el partido.

Aún en el mes de febrero, Domingo Laíno mantuvo un encuentro secreto con el general Andrés Rodríguez; reunión que no arrojó resultado alguno en el sentido de avanzar ha­cía algún entendimiento.

De todas maneras, el PLRA se manifestó favorable, en principio, por la postergación de las elecciones generales, pero nada tenía de concreto en cuanto a propuestas, por lo que no hubo ni siquiera la posibilidad de arribar a acuerdo alguno.

El partido organizó concentraciones populares en varias localidades del país, con lo que quedó demostrado de mane­ra irrefutable que se trataba del sector político de oposición con mayor arrastre, pero dichas movilizaciones más bien se dieron en el marco de una campaña proselitista temprana­mente lanzada, antes que ser demostraciones de fuerza para abrir una negociación sobre las reglas de juego que ten­drían vigencia en el futuro.

Se estaba ya llegando a fines de febrero, faltando apenas meses para los comicios generales, y el PLRA no había conseguido dar un sólo paso en el sentido de abrir un canal ágil y efectivo de comunicación con el oficialismo. El go­bierno y la conducción del Partido Colorado se mantenían firmes en la postura de no postergar las elecciones y el PLRA no tuvo mejor idea que proponer la apertura de una ne­gociación a través de la intermediación-de la Iglesia. Esta, sin embargo, se negó a hacer de nexo entre la fuerza oposi­tora y el oficialismo, por lo que solamente quedaba la posi­bilidad de un entendimiento directo, lo que tardaría en lle­gar.

En reunión del Consejo de Estado -de manera absoluta­mente irregular- se decidió modificar algunas reglas, como ser el Código Electoral. Se permitió, por ejemplo, la inscripción de cualquier partido, eliminándose la exigencia de las 10 mil afiliaciones, con lo que se satisfizo la inquietud del Partido Demócrata Cristiano. Se procedió también a rees­tructurar la Junta Electoral Central, pero quedaron con sus cargos los representantes de los que fueron partidos parla­mentarios de oposición en épocas de Stroessner, el Liberal y el Liberal Radical.

Otros aspectos que evidentemente beneficiaban al ofi­cialismo no fueron cambiados, como por ejemplo el derecho a ocupar dos tercios de las bancas en el Congreso con la mayoría simple, distribuyéndose proporcionalmente un tercio entre los partidos derrotados. Existiendo varios sistemas de distribución proporcional, este punto constituía una aberra­ción, que pese a todo se mantuvo.

Cada cual negociando por su lado, en síntesis, privile­giando los intereses sectoriales en desmedro de los naciona­les, la experiencia del Acuerdo Nacional llegó a su fin. Su existencia se prolongó por 10 años, entre 1979 y 1989, ha­biendo dado su accionar pocos frutos relevantes para el país. Fue el principal referente opositor, ciertamente, pero nunca pasó de ser considerado más que una potencial amenaza para la dictadura. Derrocada ésta, demostró absoluta incapa­cidad para impulsar un programa de transición, que como ya se señaló, no solamente se limitase a establecer reglas de jue­go justas para todos, sino que avanzase en esbozar objetivos económicos, políticos, sociales y culturales a ser alcanzados en el corto plazo.

La desintegración del Acuerdo Nacional favoreció la marcha inercial de la transición, sin Norte.


CAPITULO III

LAS ELECCIONES DE MAYO DE 1989

 

Todos los partidos de oposición habían fijado fechas pa­ra la realización de convenciones extraordinarias pa­ra definir la participación o no en las elecciones gene­rales convocadas para el 1° de mayo.

El Partido Demócrata Cristiano tuvo una polémica convención, de la que inclusive se retiraron algunos referen­tes históricos importantes, disconformes con el carácter exageradamente dócil que se empeñaba por imprimir a la polí­tica partidaria el grupo liderado por Jorge Darío Cristaldo.

Los dirigentes históricos no estaban por la participación.

Pero habiendo obtenido su reconocimiento oficial como partido a comienzos de marzo, el PDC adoptó la posición de participar sin exigencia alguna, designando como candidato a presidente de la República a Secundino Núñez.

Los partidos Liberal, PL, y Liberal Radical, PLR, rápi­damente decidieron su participación. Tampoco pusieron con­diciones. Algunos desprendimientos de ambos partidos se unieron en el Partido Liberal Radical Unificado, PLRU, lan­zando la candidatura presidencial de Blas Mangabeira.

El Partido Revolucionario Febrerista realizó su con­vención durante los días 18 y 19 de marzo, decidiendo su participación, sin mayores inconvenientes, pero desarrollan­do una amplia discusión sobre el perfil doctrinario del par­tido, que se definía socialista democrático.

En el marco de la convención se hicieron maniobras de todo tipo, y para asombro de propios y extraños, la principal figura pública del partido quedó en la tercera posición en la lista de diputados, lanzándose la candidatura presidencial de Fernando Vera.

El Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA, que tem­pranamente comenzó su campaña proselitista, a través de va­rias concentraciones organizadas a lo largo y a lo ancho del país, enfrentó una convención cargada de incendiarios dis­cursos y encendidas discusiones, pues la corriente liderada por "Tito" Saguier, el Movimiento Popular para el Cambio, sostenía la tesis de que el partido se tenía que mantener al margen del proceso.

La corriente liderada por Domingo Laíno, Cambio para la Liberación, que contaba con abrumadora mayoría, impu­so su criterio de participar bajo ciertas condiciones, con lo que se dio por encerrada la discusión sobre el punto.

En el período previo a las elecciones generales, varios otros hechos políticos resultaron llamativos. Como la modi­ficación del Código Electoral facilitaba la inscripción de par­tidos, por ejemplo, se inscribieron varias asociaciones nue­vas:

- el Partido Nacional Socialista, de ideología no explici­tada, pero que se dejaba traslucir a través de estandartes con el símbolo nazi que comenzaron a aparecer sobre algu­nas avenidas,

- el Partido Blanco, que se definía de carácter religioso, y

- el Partido de los Trabajadores, que se definía socialista.

Otro hecho importante fue la inscripción en la Junta Electoral Central del Partido Humanista. De carácter centris­ta, el PH se definía como un partido favorable a la organiza­ción social cooperativa y anunciaba su disposición a partici­par del proceso electoral con candidatos propios.

Para fines de marzo, ya estaba todo definido: de la com­pulsa electoral de mayo irían a participar 8 candidatos:

1. Andrés Rodríguez, por el Partido Colorado,

2. DomingoLaíno, por el Partido Liberal Radical Auténtico,

3. Fernando Vera, por el Partido Revolucionario Febrerista,

4. Secundino Núñez, por el Partido Demócrata Cristiano,

5. Anaino Denis Estigarribia, por el Partido Liberal Radical,

6. Carlos Ferreira Ibarra, por el Partido Liberal,

7. Blas Mangabeira, por el Partido Liberal Radical Unificado,  y

8. Carlos Gustavo Callizo, por el Partido Humanista.

El Partido de los Trabajadores y el Movimiento Democrá­tico Popular llamaron a votar en blanco, argumentando que no existían condiciones para que se dieran elecciones justas.

Las campañas electorales se pusieron en marcha, adquiriendo cada cual un rasgo peculiar.

En el terreno propiamente liberal se jugaban dos parti­dos: el de la compulsa nacional, por una parte, y el de quién captaba mayor adhesión en las bases del liberalismo, por otra.

Obviamente, el Partido Liberal Radical Auténtico desde un inició proyectó la imagen de ser el polo aglutinante de los liberales, como después se iría a demostrar. Pero alentados por la amplia receptividad, sobre todo en el interior, algunos dirigentes del PLRA abrigaban la esperanza de polarizar la votación con Rodríguez.

Básicamente dos fueron los ejes de la campaña de Laí­no: por una parte, duros ataques al adversario principal, Rodríguez, a quien le atribuía, entre otras cosas, haber esta­do muy pegado a Stroessner y tener un pasado corrupto. Por otra parte, el PLRA se hacía eco de los reclamos sociales más sentidos.

Laíno amenazó con "destapar la olla", es decir, con denunciar públicamente la corrupción y sus alcances, asegu­rando que los liberales estaban "con las manos limpias", o sea, que no habían robado o se habían enriquecido por me­dios ilícitos.

Disponiendo de recursos más bien escasos, el PLRA de­sarrolló una campaña electoral que no consiguió atraer si­no a su electorado fiel. Por ejemplo: los ataques muy viru­lentos contra Rodríguez no solamente chocaban a la gente, que veía en el general, mal o bien, al responsable principal del derrocamiento de Alfredo Stroessner. Contrastaba, asi­mismo, con el discurso propositivo de Rodríguez, quien muy bien asesorado, llevaba promesas de solución a la gente, sin agredir a nadie.

Por otra parte, cuando Laíno hablaba de corrupción no discriminaba a los grandes corruptos de los pequeños y has­ta ínfimos, sino generalizaba. Esto le costó el rechazo, por ejemplo, de los trabajadores del Mercado 4, donde el líder liberal no tuvo mejor idea que lanzar la consigna de erradi­car el contrabando, siendo que en menor o mayor grado, todos los cuentapropistas del mercado se dedicaban a practicarlo.

La campaña era de corta duración y no había lugar a errores. En el caso del PLRA, no se dispuso de recursos suficientes y no se contó con un plantel de calidad, apto y con conocimiento del tema, para dirigir la campaña.

Por otra parte, el PLRA tuvo que soportar los ataques del Partido Liberal y del Partido Liberal Radical, que no gas­taron un único dardo para atacar al gobierno, o a Rodríguez, sino que centraron su artillería contra Laíno y el PLRA, que según denunciaban estaban siendo apoyados financieramen­te por países europeos y los Estados Unidos. Denunciaban, asimismo. El carácter "socialistoide" del PLRA.

Obviamenteque los ataques de estos sectores tenían un efecto inverso: servían de propaganda gratuita, antes que de  factores.Desgaste.

El Partido Revolucionario Febrerista desarrolló una campaña mucho más discreta. De hecho, su arrastre se restringía a los viejos febreristas e hijos, que se concentraban sobre todo en el área metropolitana.

Lo másllamativo y absurdo de la primera experiencia electoral febrerista de la transición fue el hecho de no ha­ber apostado como cabeza en Euclides Acevedo, de lejos la figura de mayor peso en el seno de la opinión pública. Con esto las posibilidades electorales del febrerismo se reduje­ron drásticamente, lo que no pudo haber sido ajeno ni para los perversos que realizaron las maquinaciones para dejar como tercero en la lista de diputados al entonces prestigioso dirigente opositor.

O sea, el PRF entró en el proceso con el pie equivoca­do Y esto se sumó a la falta de recursos y de experiencia, con lo que no se podía esperar sino un resultado desastro­so. La modesta campaña tuvo un cierre discreto, en el que Acevedo presentó "como hombre de partido" al que iría a representar al febrerismo en la compulsa de mayo, "con per­fil de estadista". Los ajustes de cuentas quedaron para después.­

Los demás partidos: el Demócrata Cristiano, el Liberal, el Liberal Radical y el Liberal Radical Unificado, desarro­llaron campañas mucho más discretas, por medio de actos que dejaban en evidencia el escaso arrastre que tenían.

El 1° de mayo de 1989 se realizaron las elecciones. Los resultados definitivos fueron los siguientes:

 

LAS ELECCIONES DE MAYO DE 1989

ANDRÉS RODRÍGUEZ: 74%

DOMINGO LAÍNO: 21,5%

FERNANDO VERA: 1,3%

ANIANO DENIS ESTIGARRIBIA: 0,9%

SECUNDINO NÚÑEZ: 0,7%

CARLOS FERREIRA IBARRA: 0,4%

BLAS MANGABEIRA: 0,2%

CARLOS CALLIZO: 0,1%

 

Inmediatamente después de los comicios se realizó una masiva manifestación de protesta de la oposición, que de­nunció altos niveles de fraude en las elecciones. Ahí sí se pretendió ensayar una respuesta conjunta, pero la propuesta no tuvo aceptación, pues los partidos más importantes ar­gumentaban que si bien hubo fraude, el peso del mismo ha­bía sido muy pequeño como para alterar los resultados fi­nales.

Tanto para la Presidencia como para el Congreso, el Par­tido Colorado obtuvo más de los dos tercios de los votos. Co­mo primera minoría y segunda fuerza política quedó el Par­tido Liberal Radical Auténtico, y bajo, marcadamente más bajo, quedó como tercera fuerza el Partido Revolucionario Febrerista.

El PLRA ganó 21 bancas en la Cámara de Diputados y 11 en el Senado; el PRF quedó con dos diputados y un sena­dor; y el PLR se adjudicó un diputado.

La intención de la Democracia Cristiana de ocupar un espacio en el Congreso, a costa del PLRA, produjo una pe­queña crisis, que se resolvió tras un encuentro entre Do­mingo Laíno y Juan Ramón Chávez, presidente del Partido Colorado, ocasión en que el líder del partido oficialista acep­tó el criterio del PLRA para la distribución de las bancas.

El Partido Demócrata Cristiano reaccionó con virulen­cia, acusando a Laíno de haber pactado con los colorados la exclusión de los demás opositores. La reacción de los opo­sitores internos a Jorge Darío Cristaldo, presidente del PDC, sin embargo, resultó más fuerte. Se habló del retorno de los líderes históricos Bonnin y Resck, atribuyéndose el mal desempeño electoral a la posición extremadamente dócil que imprimió Cristaldo a la línea del partido.

En algunas localidades, que representaban menos del 5% del total de votos, se volvió a votar en junio, por lo que la distribución de las bancas entre los opositores no quedó definida sino hasta un mes después. Pero las bancas que estu­vieron en duda fueron las del PRF, que en junio fue apoyadapor los oficialistas para consolidar los resultados prelimi­nares.

En la composición de las autoridades del Congreso, el oficialismo demostró bastante madurez y flexibilidad, ce­diendo cargos de importancia a la primera minoría, plena­mente aceptada como segunda fuerza política. Domingo Laí­no, presidente del PLRA, fue designado vicepresidente se­gundo del Senado, y José Félix Fernández Estigarribia, también del PLRA, quedó como vicepresidente segundo de la Cámarade Diputados.


CAPITULO IV

EL LIDERAZGO DE LAÍNO

 

Uno de los hechos políticos más relevantes que se dio en el campo opositor con posterioridad a las elecciones de 1989 fue la muerte literal de los par­tidos liberales que habían sido participacioncitas en tiem­pos de Stroessner, que se propusieron sumarse al Partido Liberal Radical Auténtico, cuya aceptación por las bases liberales como referente principal se demostró categóri­camente.

El proceso de integración de éstos se podía dar por dos vías: a través de una negociación, como propusieron los dirigentes del Partido Liberal Radical y los del Parti­do Liberal Radical Unificado, o por la vía de la suma, li­sa y simplemente, como propusieron los del PLRA, que en el mes de julio declaró una "amnistía general".

En el sentido de unir a las diversas agrupaciones ba­jo una única organización, una de las gestiones más im­portantes fue la promovida por "Tito" Saguier, cuya co­rriente convocó en la localidad de Alfonso Loma, en mar­zo de 1990, a todos los sectores liberales, quienes no so­lamente concurrieron, sino que manifestaron coinciden­temente en el encuentro que para que el partido fuera una alternativa de gobierno, la unidad era una necesidad in­soslayable.

Domingo Laíno, presidente del PLRA, no participó del encuentro, pero hizo público su apoyo sin reservas a la iniciativa.

Una de las intenciones de "Tito" Saguier era la de con­seguir contrapesar el hegemónico peso de Laíno, lo que podría lograrse con la incorporación de los liberales de los otros partidos, cuyas propuestas doctrinarias eran más afines a las de Movilización Popular para el Cambio.

Internamente, el PLRA soportó tempranamente la agudización de las divergencias entre sus corrientes prin­cipales: Movilización Popular para el Cambio, liderado por “Tito" Saguier, y Cambio para la Liberación, bajo el liderazgo de Laíno.

Movilización Popular para el Cambio propuso la rea­lización de un Congreso ideológico, cuestionando la pu­reza liberal de las propuestas de Laíno. En el ámbito de la prensa se desarrolló un mini-debate esclarecedor, en el que los dirigentes del mayoritario Cambio para la Libe­ración definieron al partido como "liberal con alta sensi­bilidad social", "cercano a la socialdemocracia", "con ideas liberales adaptadas a los tiempos contemporáneos".

Estas posturas doctrinarias divergentes se manifesta­ron con particular fuerza cuando el nuevo gobierno levan­tó un programa nítidamente neoliberal, que contemplaba, entre otras cosas, la privatización de las empresas públi­cas y el "achicamiento del Estado".

Medio por ortodoxos y medio por pragmáticos, Mo­vilización Popular para el Cambio adoptó una posición de apoyo al programa, en parte porque entendió que era "la vía para sacar al país de la pobreza", y en parte por­que entendió que el potencial del Partido Colorado sería severamente disminuido tras la adopción de las medidas anunciadas.

Cambio para la Liberación, sin embargo, se opuso a dichas propuestas, asegurando que "no existían condicio­nes propicias para la privatización de las empresas" y que era fundamental que el Estado desempeñe un "rol regu­lador" en la economía.

En el momento más candente del debate, ' Tito" Sa­guier asumió un discurso virulento contra Lamo, asegu­rando que con sus posturas condenaba al país a la pobre­za: - son populistas como Natalicio, y nacionalistas co­mo Higinio Morínigo y Stroessner -, sentenció, al referir­se a Cambio para la Liberación.

Laíno hizo caso omiso, pues más pragmático aún que sus adversarios internos, tenía plena conciencia de la fuer­za hegemónica de su movimiento al interior del PLRA, por una parte, y estaba convencido de que dicho debate no llegaba a las bases; se restringía a desacuerdos de cú­pulas.

Laíno, en realidad, se pagaba el lujo de contar en el seno de su movimiento con un ala izquierda, el Encuen­tro Permanente de Bases, que lideraba el diputado "Yiyo" Villalba, que presionaba por la adopción de posiciones más progresistas.

De todos modos y en síntesis, la división interna prin­cipal del liberalismo en el período inmediatamente pos­terior al golpe siguió siendo entre ortodoxos y progresistas, entre partidarios de Saguier y de Laíno.

Una nueva corriente liberal se constituyó en julio de 1989, el movimiento “Integración y Apertura Democrá­tica", que proponía a Carlos Alberto González para la pre­sidencia del partido. Se trató de repetir la experiencia del "betismo", época pasada, de los años 60, en que Car­los Alberto González se había constituido en el líder in­cuestionable del liberalismo. Durante las últimas dos décadas de la dictadura, sin embargo, "Boto" González se había refugiado en las tranquilas aguas de la actividad académica, con lo que aquel liderazgo fue quedando para la historia.

Paradójicamente, Integración y Apertura Democráti­ca tenía mayor afinidad doctrinaria con Cambio para la liberación, siendo difícil encontrar diferencias significa­tivas entre los discursos de Laíno y González, pero cuestionando el manejo personalista del caudillo liberal, "Beto" ensayó una aproximación a “Tito" Saguier, llegan­do a hablarse de una eventual alianza para la interna partidaria.

Pese a las críticas y a los hostigamientos, a lo largo de 1989 y 1990, la figura de Domingo Laíno fue ganan­do fuerza en el seno del PLRA. En las compulsas inter­nas de las bases obtenía resultados en que se imponía por abrumadora mayoría; resultados que en general eran acep­tados por sus adversarios, pues si algo se debe destacar en la experiencia política del PLRA en el período en cues­tión es la madurez y seriedad con que manejaron sus di­vergencias internas.

Es más, diversamente a lo que ocurría en las otras agrupaciones políticas, en las que el internismo tornaba erótico el cotidiano de las mismas, en el PLRA se expe­rimentó un franco proceso de aproximación entre las di­versas corrientes y partidos afines, lo que favoreció un permanente crecimiento cuantitativo del partido, así co­mo proyectar la imagen pública de ser una alternativa real de poder.

La jugada política más fuerte del PLRA en el marco del proceso nacional se realizó durante los últimos meses del año, cuando entre octubre y noviembre, y de cara a

La crisis permanente del Partido Colorado, se habló de una "ampliación de la base política de sustentación del gobier­no", mientras que los más osados llegaron a reivindicar la "sustitución de los colorados por los liberales".

El PLRA -y Domingo Laino a la cabeza- había desa­rrollado, durante meses, una política orientada a ganar la confianza de los poderes fácticos: el partido se había omi­tido en casos de violentas represiones de manifestaciones urbanas y rurales; se hablaba del positivo papel que de­sempeñaba las Fuerzas Armadas en el proceso; se insis­tía en la necesidad de manejar el país con un "Gobierno de Unidad Nacional".

El que dijo un NO definitivo y rotundo a la posibili­dad de la formación de un gobierno de coalición fue el presidente Andrés Rodríguez, quien expresamente se re­firió al tema el 11 de diciembre de 1989.

Diversamente del proceso de crecimiento y adminis­tración serena de las divergencias internas que experimen­taba el PLRA, el Partido Revolucionario Febrerista -la tercera fuerza política del país- enfrentaba desprendimien­tos permanentes, producto de un internismo salvaje, ca­da vez más descontrolado.

Obviamente, inmediatamente después de las eleccio­nes de mayo de 1989, Euclides Acevedo impulsó el ajuste de cuentas contra quienes lo habían madrugado en la convención de marzo, cuando se designaron los can­didatos a presidente y a parlamentarios. De su movimien­to interno, Unidad y Modernidad para el Cambio, fueron expulsados Ricardo Lugo Rodríguez y otros siete dirigen­tes, con lo que se terminó propiciando la creación de una corriente interna más: Unidad y Modernidad para el cambio Institucional, encabezado por Lugo Rodríguez, yo diputado.

En el proceso propiamente interno, el PRF se intro­dujo en un proceso cuyo primer paso fue la conformación de dos bloques fundamentales, en torno de los cuales se reagruparon las diversas corrientes: la oficialista Coalición Socialista Democrática 17 de Febrero, bajo el lide­razgo de Acevedo, y la opositora Multisectorial Rafael Franco, con varios referentes en la cabeza.

La situación se fue tornando insostenible, hasta que en la convención extraordinaria de marzo de 1990 se fi­jó el día 22 de abril como fecha para la interna para reno­var- autoridades. La Multisectorial Rafael Franco se reti­ró de la convención, obteniendo un recurso de amparo pa­ra que no se realizaran las elecciones de abril. No obstan­te, la conducción del partido desconoció la resolución ju­dicial, y el 22 de abril se votó, triunfando la lista de Ace­vedo.

A partir de ese momento, las divergencias internas fe­breristas pasaron a ser llevadas al terreno judicial, donde de acuerdo a las conveniencias, las resoluciones de los jueces se respetaban o no. De todas maneras, la realidad política indicaba que la principal figura del febrerismo era Euclides Acevedo; presidía el partido y se ajustaba a las disposiciones judiciales que le favorecían, apelando las que le resultaban desfavorables.

En abierta contradicción con su realidad interna, en la que primaban los discursos y actitudes excluyentes, en el ámbito nacional el Partido Febrerista convocó a un Pac­to Democrático, primero, en setiembre de 1989, y una Concertación y Pacto Social, un año después.

Lo peculiar de la última convocatoria es que tuvo el apoyo expreso del presidente de la República, con lo que la Junta de Gobierno del Partido Colorado, por ma­yoría absoluta, decidió designar representantes para par­ticipar de las negociaciones. La iniciativa terminó en na­da, después de unos fuegos de artificio, pues en el fondo no existía una propuesta consistente para viabilizarla.

El Partido Demócrata Cristiano, por su parte, también soportó un internismo feroz. Inmediatamente después de las elecciones, la figura más cuestionada fue Jorge Darío Cristaldo, su presidente, hablando sus adversarios de convocar a dirigentes históricos como José María Bonnin y Luis Alfonso Resck para poner orden en la casa.

El problema residía en que el resultado electoral ob­tenido, por debajo del Partido Liberal Radical, había pues­to en evidencia que no existía una conducción capaz de hacer despegar al partido, para convertirlo en una op­ción ante los partidos tradicionales.

Tres movimientos internos se disputaron el control del pequeño aparato partidario: el Movimiento de Inte­gración, Liberación y Participación, el Movimiento de Autenticidad Revolucionaria y el Movimiento 15 de Ma­yo. Tras un desprendimiento de la primera citada, que era la oficialista, después se creó una cuarta corriente inter­na.

Como originalmente se había fijado el mes de octu­bre de 1990 para la realización de las elecciones munici­pales, tempranamente en el partido se abrió la discusión interna, presentándose las más diversas posturas que iban desde la participación con candidatos propios hasta la abs­tención, pasando por la participación en alianza con otras fuerzas.

El PDC había iniciado un proceso de re-empadrona­miento, fijándose como objetivo alcanzar 7.000 afiliados, pero cuando se hizo la renovación de autoridades, en ene­ro de 1991, la cantidad de afiliados apenas superaba los 3.500. En las internas para renovación de autoridades compitieron cuatro candidatos, resultando triunfador Jo­sé  Burró, con 1.646 votos. En segundo lugar quedó Jesús Cáceres Carísimo, con 263 votos; en tercero Justo Me­dina, con 109; y en cuarto Alfredo Rojas León, con 46 vo­tos.

La iniciativa política más importante del Partido De­mócrata Cristiano en el período consistió en la convoca­toria para la integración de una Multipartidaria, que sus­tituyese al Acuerdo Nacional, pero la propuesta no encon­tró el eco suficiente para su concreción. De hecho, a la convocatoria comparecieron solamente el Partido Libe­ral Radical, el Partido Liberal, el Partido Humanista y el Partido Revolucionario Febrerista; todas fuerzas relativa­mente marginales.

El Partido Liberal Radical Auténtico, que tenía la fuer­za suficiente para dar sustento al proyecto, se excusó de participar argumentando que el Congreso Nacional era el ámbito más propicio para discutir entre las diversas fuerzas políticas, con lo que deliberadamente restaba im­portancia y legitimidad a cualquier iniciativa que no partiese de una fuerza política con el peso de por lo me­nos tener representación parlamentaria.

Fuera de esto, él partido promovió una acción judi­cialcontra la composición partidaria de la Justicia Elec­toral y después ensayó algunos discursos potables para con los poderes fácticos.

El Partido Humanista, que para las elecciones de ma­yo había desarrollado una discreta pero llamativa campa­ña propagandística, impulsó dos iniciativas importantes: la recolección de unas 7.000 firmas por el fin del Servi­cio Militar Obligatorio y la adopción del Servicio Militar Optativo, por una parte, y otra campaña de firmas por la concesión del boleto estudiantil gratuito. Dichas acciones no fueron de gran envergadura, pero resultaron simpáti­cas para importantes segmentos de la población.

En apretada síntesis, la realidad de la oposición en los momentos previos a las elecciones municipales era la si­guiente:

- consolidación del Partido Liberal Radical Auténti­co como segunda fuerza política del país y como el prin­cipal referente para los liberales,

- proceso franco de desintegración del Partido Revo­lucionario Febrerista,

- incapacidad de implantación del Partido Demócra­ta Cristiano, y

- discreta tendencia ascendente del Partido Humanis­ta.

La izquierda, representada por entonces por los par­tidos Comunista Paraguayo, Comunista Paraguayo In­dependiente, de los Trabajadores, Democrático Popular, así como por el Movimiento Paraguayo de Liberación, la Corriente Patria Libre, los Círculos Revolucionarios y al­gunos pequeños grupos de opinión, no pasaron de tener una presencia testimonial, sin conseguir insertarse en pro­ceso nacional relevante alguno, político ni social.


CAPITULO V

EL FILIZZOLAZO

 

El gobierno de Rodríguez tiene el mérito de haber im­pulsado la elección directa de los intendentes munici­pales y la posibilidad de la presentación de candidatura; independientes de los partidos.

Originalmente, las elecciones municipales estaban programadas para octubre de 1990, pero debido a los problemas internos que soportaba el Partido Colorado, la fecha de las elecciones fue cambiada dos veces: primero, para marzo de 1991, y finalmente para el 26 de mayo de 1991.

Desde una perspectiva general, dos hechos se presenta­ron como los más relevantes en el marco del proceso. En primer lugar, la obligación de designar a los candidatos a tra­vés del voto directo (instrumento de democracia radical, en apariencia, pero arma de doble filo, en realidad), y la aper­tura para la presentación de candidaturas independientes de los partidos, con lo que sí se permitía una oferta más varia­da para el electorado.

(Y de hecho, fue al amparo de esta posibilidad ,precisamente, que en febrero de 1990 se lanzó la candidatura de Car­los Filizzola; decisión que se tomó en un Consejo de Dele­gados de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, la prin­cipal organización sindical del país en ese entonces)

La disputa se iría a dar en los 206 municipios del país, estimándose que concurrirían a votar más de 1.300.000 electores.

El Partido Liberal Radical Auténtico se perfilaba con chances de imponerse en varios municipios, sobre todo teniendo en cuenta que el Partido Colorado estaba atravesan­do por un momento de crisis.

En abril de 1990, el presidente del partido, Domingo Laí­no, informó sobre que se estaba recepcionando alrededor de 10.000 afiliaciones por mes, estimando la cantidad total de afiliados en 340.000.

Después de que Rodríguez respondiera NO a la posibi­lidad de un gobierno de colación, en diciembre de 1989, y con la deliberada intención de capitalizar el descontento social creciente con la situación económica y social, el PL­RA se empeñó por recuperar un perfil opositor, centrando su crítica contra la corrupción y la impunidad.

Tempranamente surgió la candidatura de Juan Félix Bo­gado Gondra (julio de 1990), sin que su nombre fuese obje­to de cuestionamiento alguno por ningún sector de relevan­cia en el partido, salvo observaciones de algunos pocos re­ferentes no muy relevantes, que llamaban la atención sobre el hecho de su reciente incorporación al partido.

Pero precisamente en ese aspecto residía el punto fuer­te de Bogado Gondra: si el aparato se mostraba capaz de arrastrar tras su figura el voto cautivo liberal, también tenía condiciones de tornarse atractivo para los electores indepen­dientes.

Los dirigentes del partido eran conscientes de que en la capital tenían un electorado leal relativamente escaso, pues su fuerte era el interior del país, por lo que pareció la opción más correcta, tanto para los de Cambio para la Liberación como para los de Movilización Popular para el Cambio. Tal fue así que en noviembre de 1990, a dos meses de las inter­nas, se acuerda entre las dos corrientes principales el apoyo a Bogado Gondra.

Losliberales se sentían muy optimistas para las municipales, estimando que tenían condiciones de triunfar en 40% de los municipios.

En enero de 1991 se realizó la interna, consolidándose la candidatura de "Pon" Bogado para la capital. En municipios importantes del Departamento Central, el oficialismo perdió las internas: "Yoyito" Franco, de Movilización Popular  para el Cambio, triunfó en Fernando de la Mora, y Ferrás tan San Lorenzo. En el ámbito nacional, Laíno consolidó su liderazgo.

El nombre de Euclides Acevedo para la Intendencia de Asunción surgió como el más fuerte en el seno del Partido Revolucionario Febrerista, también en julio de 1990; iniciativa que fue ganando fuerza y eliminando resistencias a partir de la divulgación de los primeros sondeos de opinión, que lo ubicaban como el candidato con mejores chances.

La candidatura se oficializó en enero de 1991, cuando concurrieron a votar en las internas alrededor de 800 de los 2.000 empadronados en Asunción.

Al interior del Partido Demócrata Cristiano se debatía la participación o no, y la forma de participación en el caso po­sitivo. Varios dirigentes, incluido el presidente electo en la convención de enero de 1991, se inclinaban abiertamente por una alianza con el Partido Febrerista. La decisión de partici­par llevó a la agrupación a realizar su elección interna, triun­fando Gerónimo Angulo Gastón.

Una maniobra bien hecha en el seno de la conducción hizo que se rechazara la propuesta de ir en alianza con el febrerismo en las municipales, lo que presionó, a su vez, por la búsqueda de otra salida, que consistió en la renuncia de Ángulo Gastón, por una parte, y en la decisión de la Coordinadora de Filiales Capitalinas del PDC de apoyar la can­didatura de Euclides Acevedo.

Los hechos referidos con relación a los partidos Revo­lucionario Febrerista y Demócrata Cristiano son relevantes, sobre todo si se tiene en cuenta que la alianza se inscribía en un proyecto más grande, que contemplaba el lanzamiento de la candidatura de Guillermo Caballero Vargas para la Presi­dencia de la República en las elecciones de 1993.

En cuanto a la izquierda, el sector que se dispuso a par­ticipar con mayor fuerza fue el Partido de los Trabajadores, PT, que eligió a Mina Feliciángeli para disputar en Asunción, y anunció que iría a participar en 12 municipios.

El Partido Democrático Popular, PDP, inscribió la can­didatura de Jorge Querey por la alianza de izquierda Unidad Popular, UP, y por la Corriente Patria Libre, CPL, se inscri­bió Juan Arrom.

Por primera vez en la historia política del país, los son­deos ganaron relevancia, pues además de indicar la posición que ocupaba cada candidato en la preferencia del electora­do, tenía una tremenda influencia sobre todo en la franja de indecisos.

Las primeras encuestas publicadas, por ejemplo, otorga­ban a Euclides Acevedo una posición privilegiada, lo que lle­vó al candidato a realizar un gesto que resultó cómico más adelante. Solicitó una audiencia con el intendente Adler, y consultado sobre el tema que iría a tratar con el entonces ti­tular de la Municipalidad, el dirigente febrerista respondió: - Voy a pedirle informaciones sobre la comuna, de modo que cuando la administre no tenga que improvisar -.

Las encuestas divulgadas con posterioridad apuntaron otros resultados. Así, el diario Ultima Hora publicó en marzo los siguientes resultados: Carlos Filizzola: 23%; Juan Er­nesto Villamayor: 20%; Euclides Acevedo: 17%; Juan Manuel Morales: 11%; "Pon" Bogado Gondra: 8%; Guillermo Hellmers: 3,5%.

El engañoso resultado dio confianza a Juan Ernesto Villamayor, que terminó perdiendo la interna colorada ante Juan Manuel Morales, que aparecía con una intención de voto mucho menor. El PLRA entró en pánico al ver el resultadodel sondeo y se propuso lanzar toda la maquinaria elec­toral asuncena para garantizar que el voto liberal fiel fuese enteramente para "Pon" Bogado.

Las campañas de los diversos partidos y movimientos tuvieron sus particularidades.

El Partido Liberal Radical Auténtico se lanzó a hacer una campaña sobre todo en sus bases, apelando al igual que los demás candidatos a todos los recursos propagandísticos pro­pios de una pugna electoral: pintatas en las paredes, afiches, volantes, pasacalles, jingles en radios y cortos publicitarios en televisión.

Pero además de la visita a las bases, los liberales apela­ron a contactos directos con los electores, sobre todo en Asunción, donde su voto cautivo era relativamente bajo.

El Partido Revolucionario Febrerista entró a disputar en Asunción con su figura central, Euclides Acevedo, pero su campaña se caracterizó, a diferencia de las otras, por priori­zar los medios de comunicación: canales de televisión, emi­soras radiales y diarios, dejando de lado el contacto directo con los electores.

El candidato del movimiento ciudadano Asunción Para Todos, APT, Carlos Filizzola, empleó de manera sistemáti­ca el contacto directo con los electores, recorriendo los diversos barrios de la capital en las llamadas "visita casa por casa", así como algunos centros de masiva concentración de ciudadanos, como ser el Mercado 4, la calle Palma (los sá­bados), el Hospital de Clínicas, la Terminal de Ómnibus y el Hospital Central del Instituto de Previsión Social.

Filizzola originalmente había sido lanzado a la Intenden­cia por la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, pero más adelante se constituyó un movimiento ciudadano, del cual la CUT hacía parte, que motorizó su campaña.

Otro candidato independiente, Guillermo Hellmers sa­lió con el apoyo de la Asociación Paraguaya de Arquitec­tos, y adoptó como lema "Más allá de los colores -un in­tendente-para todos". Diversamente de Filizzola, cuyo apo­yo central residió en los movimientos populares, Hellmers habló de integrar a la campaña a los gremios empresariales tipo la Unión Industrial del Paraguay, UIP, y la Federación Paraguaya de la Producción, la Industria y el Comercio, FE­PRINCO. Igualmente que Filizzola, sin embargo, Hellmers también apeló al contacto directo con los electores, subien­do a los ómnibus para hablar con los pasajeros, ante quienes se presentaba y entregaba materiales de propaganda.

La prensa abrió un amplio espacio para los candidatos y publicó materiales informativos muy bien elaborados, que sirvieron para que los diversos sectores en disputa ajusta­sen sus campañas. Un dato relevante, por ejemplo, que fue­ra ampliamente explotado por la prensa fue el de la compo­sición del electorado en cuanto a edad. El electorado era ma­yoritariamente joven: 40% tenía menos de 30 años y 15% menos de 40; o sea, el 55% del electorado tenía menos de 40 años.

Los partidos y movimientos se empeñaron por esbozar discursos y mensajes capaces de seducir a ese electorado esencialmente joven. Esto se reflejó, sobre todo, en los cierres de campaña. El Partido Colorado contrató a un popular grupomusical argentino, con lo que llenó las instalaciones clubGuaraní. Los jóvenes se apiñaron para ver al grupo musical, pero en el momento central del acto político no solamente hubo indiferencia, sino que se produjeron hechos descontrolados (latitas arrojadas sobre la tarima, por ejemplo), por lo que el presidente del partido, Luis María Argaña, se vio forzado a abandonar el lugar.

Para el cierre de campaña de los febreristas se utilizó un recurso similar, contratando a uno de los más prestigiosos animadores locales de fiestas. El acto político pasó desaper­cibido.

El Partido Liberal Radical Auténtico trajo al país al can­tautor argentino Víctor Heredia. Una masiva concurrencia tuvo el acto de cierre de campaña de "Pon" Bogado, pero in­versamente a lo anteriormente referido, mucha gente se re­tiró después del acto político, antes de la actuación de He­redia.

Carlos Filizzola cerró su campaña electoral en un mar­co imponente, en la Plaza de la Democracia, donde se reali­zó una de las mayores concentraciones públicas.

De los 1.350.000 electores inscriptos concurrieron a sufragar 928.838 personas; un nivel de participación del or­den del 70%, lo que fue considerado coincidentemente co­mo aceptable.

En el mayor colegio electoral, Asunción, de acuerdo con la Junta Electoral Central votaron 200.680 electores, corres­pondiendo a Carlos Filizzola el 34,34% de los votos; a Juan Manuel Morales el 27,06%; a "Pon" Bogado Gondra el 19,60%; a Euclides Acevedo 10,37%, seguido de Guillermo Hellmers y otros.

El categórico triunfo de Filizzola fue la nota central de elección municipal de 1991, pues además del histórico hechode derrotar a los candidatos de los dos partidos tradicionales, nada menos que en la capital del país, el mayor colegio electoral, obtuvo más votos que el Partido Revolucionario Febrerista en todo el país, con lo que se constituyó simultáneamente en la tercera fuerza política paraguaya.

Al ser la capital del país el centro tradicional de las decisiones últimas en el ámbito nacional, el triunfo de un candidato independiente de los partidos tradicionales y de tendencia progresista resultó traumático para colorados y liberales más aun considerando que al tratarse del mayor colegio electoral de la República su control era esencial para disputar condiciones ventajosas en las elecciones presidenciales programadas para 1993.

Los resultados generales mostraron más cosas: del total de votos emitidos, el 43,31% correspondió al Partido Colora­do, lo que implicó una caída de 31% con relación al resulta­do obtenido en las elecciones generales de 1989; el 33,40% correspondió al Partido Liberal Radical Auténtico, lo que sig­nificó un brusco ascenso del orden del 13%; y 19,42% corres­pondió a los independientes, lo que mostraba de manera ine­quívoca que parte significativa de la población estaba en la búsqueda de nuevas opciones. Los demás partidos se distribu­yeron menos del 4% de los votos emitidos.

Los resultados en el Área Metropolitana fueron muy sig­nificativos, pues quedó bajo administración de los liberales los municipios de Fernando de la Mora, San Lorenzo, Capiatá, Lambaré, Mariano Roque Alonso y Limpio (6); la capital quedó a cargo de Asunción Para Todos (1); y los colorados quedaron con Luque, San Antonio, Villa Elisa y Ñemby (4).

Un interesante estudio sobre la distribución de votos en las 20localidades con mayor cantidad de electores dejó en claro que la relación entre votos para colorados, liberales e independientes era muy pareja:

-Partido Colorado: 160.109 votos (33,97%)

-Partido Liberal Radical Auténtico: 147.671 votos (31,33%)

-Independientes: 132.493 votos (28,11%)

La diferencia entre los votos obtenidos por los colorados y los liberales era muy pequeña: un poco más del 2%, lo que indicaba entre otras cosas, que el punto fuerte del coloradismo constituía las zonas rurales.

Ciertamente, parte de los llamados votos independientes surgieron de divergencias internas coloradas, pero lo que quedó claro, en todo caso, es que parte creciente de sus bases no se mantendrían fieles al partido si no estaban conformes con lasdecisiones.

En definitiva, las municipales de 1991 significaron, entre otras cosas:

1. El fin del monopolio colorado en la administración pública, perdiendo más de 40 municipios, incluida la capital y ciudades importantes del Área Metropolitana.

2. La derrota categórica de dos partidos que aspiraban a ocupar el lugar de tercera fuerza política para proyectarse a escala nacional, el Partido Febrerista y el Demócrata Cristia­no.

3. La emergencia de un nuevo actor: Asunción Para To­dos, que se convirtió, sin pretenderlo, en la tercera fuerza política del país.


CAPITULO XIX

MAGNICIDIO Y GOBIERNO DE UNIDAD NACIONAL

 

En la mañana del 23 de marzo de 1999, cuando todo indi­caba que se iría a encontrar una salida al "caso Oviedo", pues los niveles de tensión se habían vuelto insostenibles, se produjo el alevoso asesinato del vicepresidente de la Repú­blica, Luis María Argaña.

La sociedad paraguaya había sido sacudida por un hecho repulsivo, que estaba fuera de las reglas del juego: la elimina­ción física. Emotivamente, muchos pensaron que el responsa­ble fue Oviedo; racionalmente analizando, a Oviedo no le con­venía dicha salida, lo que quedó demostrado ese mismo medio­día, cuando por arte de magia desaparecieron todas las calco­manías de los coches, en que se promocionaba al general para la Junta de Gobierno del Partido Colorado, o como presidente para el 2003.

(Si en el proceso de investigación se quiso solicitar la ayu­da de la policía de los Estados Unidos o la de Inglaterra para es­clarecer los hechos, no se entrará a hacer especulaciones en es­te trabajo sobre la cuestión, pues no existen evidencias contun­dentes que demuestren de manera irrefutable quienes fueron los actores materiales del magnicidio y quienes fueron los que or­denaron matar)

La reacción social fue inmediata, descansando en un primer momento sobre las organizaciones sindicales, que esa misma tarde respaldaron la convocatoria a una huelga general en recla­mo de la detención y el castigo a los culpables.

Esa noche se hicieron las primeras manifestaciones, que fueron violentamente reprimidas por las fuerzas policiales. Rá­pidamente, del castigo a los culpables se pasó a reclamar la re­nuncia del presidente de la República, acusado de reprimir a los pacíficos manifestantes que reclamaban justicia ante el magni­cidio, con lo que demostraba su absoluta falta de disposición pa­ra abrir una investigación a fondo sobre el terrible asesinato.

Al día siguiente, 24 de marzo, los campesinos que se ha­bían concentrado en Asunción desde el 23 para reclamar la con­donación de sus deudas con el Crédito Agrícola de Habilitación, CAH, se sumaron a la jornada de protesta, con lo que la pro­puesta de juicio político al presidente Cubas ganó cuerpo.

El apoyo de los campesinos fue negociado por parlamenta­rios de oposición y de Reconciliación Colorada, quienes con­cretamente propusieron a los dirigentes de la Federación Nacio­nal Campesina, FNC, que se aprobaría en Diputados la ley de condonación de las deudas, toda vez que los mismos se suma­sen a los manifestantes de la plaza en apoyo al juicio político.

Y "Juicio político y condonación" fue la consigna coreada por los alrededor de 7.000 campesinos, que en la mañana del 24 irrumpieron a la plaza, dando cuerpo a la manifestación antigu­bernamental.

Ese día 24 la Cámara de Diputados inició el juicio político al presidente Raúl Cubas, obteniendo una ajustada mayoría para ello. Un episodio llamativo se dio cuando llegó al local de la Cámara el diputado "Teruco" Pappalardo, político muy cer­cano a Oviedo, contra quien también pesaba acusaciones so­bre responsabilidad moral en el asesinato de Argaña: en medio de gritos, en que se le decía "asesino", primeramente el parla­mentario fue golpeado, para después ser encerrado en un baño. Los medios de prensa radiales informaban sobre el secuestro del diputado, cuando que en realidad la agresión no tuvo otra finalidadque la de evitar que el mismo votase, pues en ese caso no se tendría los dos tercios exigidos por la Constitución para ini­ciar el proceso.

Inmediatamente, la Cámara de Senadores se constituyó en tribunal para juzgar a Cubas. Durante la tarde -paralelamente a las gestiones de los parlamentarios- se instalaron los partidarios de Oviedo en la plaza ubicada entre las calles Chile y 14 de Ma­yo, hostigando a la manifestación que se había realizado en apo­yo al juicio político.

La pugna se daba en dos frentes: en la calle, por ocupar la plaza central frente al Congreso Nacional, de modo que se pue­da presionar a los parlamentarios; y en el Congreso, donde en­tre propuestas y ofertas, ambas partes buscaban tener los votos necesarios para impulsar o abortar el juicio político.

La estrategia de Oviedo era simple: apropiarse de la plaza, de manera que se pudiera ejercer una supuesta presión pública sobre los parlamentarios, acompañada de la compra de votos necesarios para abortar el proceso.

El jueves 25 la plaza central frente al Congreso continuó siendo ocupada por los partidarios del juicio político, y duran­te la tarde los partidarios de Oviedo fueron desalojados de la otra plaza, pasando a ocupar la calle 14 de Mayo, entre El Paragua­yo Independiente y Presidente Franco. Durante la noche -y eso algunos referentes de oposición cercanos a Oviedo ya sabían al mediodía- se produjeron disparos desde el Zodiac, donde estaban apostados algunos francotiradores y desde la propia manifestación favorable a Oviedo, hecho constatado de manera in­contestable por periodistas colombianos, que filmaron a Gama­rra y a Flores en momentos en que hacían disparos con armas de fuego, cortas y largas.

La gran cantidad de heridos en las piernas hace suponer que la orden recibida fue la de disparar abajo, de modo que al haber unos cuantos heridos, la manifestación se dispersase . Pero  como se siguió resistiendo, después se disparó a matar. El trágico  saldo de 7 muertos y más de 700 heridos fue el resultado de esta descabellada acción, en la que sí tuvo directa responsabilidad Lino Oviedo, de acuerdo a las afirmaciones del entonces ministro del Interior, Carlos Cubas, hermano del presidente.

Y Oviedo no solamente no consiguió desplazar a los partidarios del juicio político de las plazas del Congreso, sino que generó mayores resistencias, por lo que tanto desde el interiordel país como desde el exterior, no se veía otra salida que la renunciade Cubas.

El 27 recibió la orden: Fernando Henrique Cardoso, presidente del Brasil, le comunicó por teléfono que al día siguiente iría un avión de la Fuerza Aérea Brasileña a buscarlo. El 28 renunció Cubas, mientras Oviedo huía del país.

Esa misma noche, en el marco de un emotivo acto, acompañado de una imponente concentración ciudadana, el presidente del Senado, Luis Angel González Macchi asumió la Presidencia de la República, anunciando que sería la cabeza de unsueño de Argaña: el funcionamiento de un Gobierno de UnidadNacional.

Cuatro ministerios fueron cedidos a la oposición, dos para el Partido Liberal Radical Auténtico, y dos para el Partido Encuentro Nacional: por los liberales, fueron nombrados como Ministro de Relaciones Exteriores Miguel Abdón Saguier y cines ministro de Agricultura y Ganadería Luis Alberto Wagner; por los encuentristas se nombró a Guillermo Caballero Vargas como ministro de Industria y Comercio, y Silvio Ferreira como Ministro de Justicia y Trabajo.

En un principio se pensó que muerto el vicepresidente y re­nunciante el presidente, correspondía convocar a elecciones ge­nerales para la designación de los mismos por la vía del voto po­pular. Sometida la cuestión a la Corte Suprema de Justicia, sin embargo, ésta emitió la opinión de que correspondía a Luis An­gel González Macchi concluir el mandato presidencial 1998-­2003.

Inicialmente, el Gobierno de Unidad Nacional despertó fun­dadas expectativas en el seno de la población, en el sentido de que el país podría ser sacado de la crítica situación en que se en­contraba. Ni Rodríguez probablemente consiguió el apoyo que inicialmente tuvo González Macchi al frente de la Presidencia. Rápidamente, sin embargo, se abrieron dos frentes de conflictos:

- por una parte, el Partido Liberal Radical Auténtico ame­nazó con retirarse el gobierno, argumentando desde que el es­pacio que tenían era excesivamente pequeño hasta que no ha­bía voluntad en Reconciliación Colorada para llevar adelante ciertos programas considerados claves, como la Reforma del Estado, mientras que

- por otra parte, se le abrió al gobierno de González Mac­chi un fuerte frente social, que se constituyó en respuesta al anun­cio de la privatización rápida de las empresas públicas a iniciativa­ del entonces poderoso Sindicato de Trabajadores de la AN­DE.

Internamente, entonces, el Gobierno de Unidad Nacional experimentó un acelerado proceso de desintegración. En abril, un mes después de su instalación, el PLRA ya amenazó con retirarse. En agosto el partido le retiró su confianza a Wagner, por lo que en el Ministerio de Agricultura y Ganadería lo susti­tuyó otro liberal, Oscar Denis, y en setiembre renunció "Tito" Saguier al Ministerio de Relaciones Exteriores, sustituyéndole otro liberal, José Félix Fernández Estigarribia.

Fuera del gobierno, y ante el agresivo anuncio de Juan Ernesto Villamayor de que irían a privatizarse las empresas públicas, en julio se constituyó el Frente Sindical y Social, que en noviembre estableció un eje con la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas, MCNOC, anunciando la realizaciónde una huelga por tiempo indeterminado a partirdel1° de diciembre.

El débil gobierno encabezado por González Macchi apeló a una política de prometer concesiones de todo tipo para evitar una caída que se veía inminente. Negoció con el Frente Sindical

y la MCNOC, abortando la jornada de protesta, y abrió unamesa de diálogo con el PLRA, con el compromiso de atender sus reclamos.

La experiencia del Gobierno de Unidad Nacional fue nega­tiva en todos los órdenes:

- en lo económico, se demostró incapaz de revertir el cua­dro de recesión y estancamiento,

- en lo político, se evidenció que no todos los actores de oposición estaban dispuestos a hacer de furgón de cola de Reconciliación Colorada, y

- en lo social, quedó al desnudo su total insensibilidad y fal­ta de voluntad para resolver los problemas, que tendían a gene­ralizarse y a agravarse.

Apenas meses después de asumir, el gobierno estaba hun­dido en un mar de descrédito: se lo veía más como una asocia­ción para delinquir, estimulando y participando del robo, caren­te de hombres y propuestas para superar los problemas que afec­taban al país. El descontento crecía de manera progresiva, y el gobierno hacía cualquier cosa para mantenerse.

 

 

CAPITULO XX

LA RUPTURA DEL PLRA

 

De acuerdo con referentes importantes de Reconcilia­ción Colorada, como José Alberto "Icho" Planás, el rá­pido entendimiento entre los partidos para la integración del Gobierno de Unidad Nacional se dio porque se vino hablando del tema desde finales de 1998.

De hecho, tanto el PLRA como el PEN, aceptaron parti­cipar del gobierno, sin poner muchas condiciones, conformán­dose en principio con los dos ministerios que se les ofreció a cada uno.

Apenas un mes después de asumir los ministerios, sin em­bargo, en el PLRA explotó una inquietud. De acuerdo con los liberales, se les había dado la titularidad de cada uno de los Ministerios, pero estaban atados de pies y manos para contra­tar gente, por lo que tenían que manejarse con los funciona­rios existentes, en su gran mayoría colorados. La insatisfac­ción con la situación llevó al PLRA a plantear su eventual re­tiro del co-gobierno; lo que en ese momento no se dio, pues se ajustaron a las expectativas existentes con relación a la posibilidad de un desarrollo exitoso de la administración en­cabezada por González Macchi.

Un problema puntual residió en la imposibilidad de satis­facer la principal reivindicación de los liberales. Estos querían que un liberal fuese el candidato de consenso para la Vicepresidencia. Obviamente, sobraban motivos a los colorados pa­ra rechazar este reclamo, pues (1) el Partido Colorado había triunfado en las elecciones presidenciales de 1998, dentro de cuyo mandato se había constituido el Gobierno de Unidad Na­cional; (2) el partido tenía el legítimo derecho de competir en el caso en que fuera imposible presentar un candidato de consenso; y (3) resultaba peligroso para los colorados ceder nada menos que el cargo de la Vicepresidencia -el primero en la línea de sucesión- a un político de otro partido. El PEN se omitió sobre el tema. Le resultaba más que cómodo haber accedido a dos ministerios, al igual que los liberales, sin tener la misma fuerza, por lo que más bien estaba predispuesto a poyar la propuesta colorada.

Paralelamente al conflicto entre el PLRA y el gobierno, en el mismo Partido Liberal Radical Auténtico se estaban dando problemas entre las diversas corrientes. Así, en el mes de agosto, el PLRA le retiró su confianza a Luis Alberto Wagner, del sector Cambio para la Liberación, por lo que después de una feroz resistencia, que implicó hasta movilizaciones pe­queñas de agricultores, se lo sustituyó por Oscar Denis al fren­te del Ministerio de Agricultura y Ganadería.

Un mes después, acosado por los colorados, que reclama­ban una acción más enérgica para obtener la extradición del general Lino Oviedo, el canciller "Tito" Saguier renunció al cargo, asumiendo en su reemplazo José Félix Fernández Estigarribia, del sector liderado por Laíno.

Más adelante, en noviembre, el presidente de la Repúbli­ca designó como Embajador Adscripto a la Presidencia al que hasta marzo de ese año fuera el líder de los liberales, Domin­go Laíno. Pese a haber sido derrotado en las internas partida­rias, Luis Angel González Macchi estaba profundamente per­suadido de que el caudillo liberal iría a otorgar mayor legiti­midad al gobierno, considerando que se trataba de un político con mucha ascendencia sobre la ciudadanía, sobre todo entre los liberales.

Los sectores liberales que en ese momento tenían el con­trol partidario tomaron la decisión presidencial como una pro­vocación, y no ocultaron su desacuerdo.

Más adelante, el Partido Liberal Radical Auténtico anun­ció que se retiraría del gobierno si no se replanteaban los tér­minos del acuerdo que dieron lugar al co-gobierno. Concreta­mente, el PLRA reclamó una cuota de poder correspondiente al 40%.

En el aspecto más programático, el PLRA propuso que se realizara la tan reclamada Reforma del Estado, programa cu­ya puesta en práctica los liberales consideraban de fundamental­ importancia para superar los graves problemas que afec­taban al país, tanto en la esfera económica como en el aspec­to social.

El gobierno estaba dispuesto a realizar algunas conce­siones, pero no a ceder todo lo reclamado por el PLRA. Se hi­cieron negociaciones directas entre ambos sectores, sin que se pudiera llegar a un acuerdo.

Ante esta situación, el Directorio del Partido Liberal Ra­dical Auténtico decidió el 30 de diciembre recomendar el re­tiro del PLRA del co-gobierno, convocando a una convención para el tratamiento puntual de la cuestión.

Hasta un día antes, el gobierno había tratado de evitar ese desenlace. No perdió, sin embargo, la esperanza de revertir ese cuadro, pues la corriente interna liderada por Domingo

Laíno se manifestaba contraria a la recomendación, apostan­do a obtener la mayoría en la convención, para reconsiderar la decisión tomada por el Directorio.

La convención estaba fijada para el día 5 de febrero. "Yo­yito" Franco, presidente del partido, y favorable al retiro del co-gobierno esperaba que la misma respalde al Directorio. Domingo Laíno­, por su parte, manifestaba que con seguridad  la convención iría a pronunciarse en contra.

Durante el mes de enero de 1999 se hizo campaña en las bases liberales, por el SI y por el NO. Los líderes de las diversas corrientes recorrieron las diversas localidades del país, llevando cada cual su mensaje respectivo a las bases partidarias.Los partidarios del continuismo en el co-gobierno tuvieron el apoyo nada encubierto de González Macchi, quien abrió espacios en cargos subalternos de la administración para la incorporación  de convencionales. Esa era una práctica con la  que estaban muy familiarizados los colorados, y que les habíadado buenos resultados.

No obstante, la situación general del país era sumamente ­adversa para los fines de González Macchi y de Laíno, pues ­la disconformidad tendía a generalizarse, por lo que había un ambiente de creciente movilización ciudadana.

Para lo que hace a la cuestión concreta que se planteaba, obviamente que el ambiente resultaba favorable para que se decidiese por el retiro, pues la administración de González Macchi estaba con una popularidad muy baja.

El 5 de febrero se realizó la convención nacional extraordinaria de los liberales; asamblea que se extendió desde ­las 17:00 horas de ese día hasta las 05:00 de la mañana del día siguiente.

Una nota llamativa fue el tratamiento que le dieron a Laíno la mayoría de los convencionales. El caudillo liberal, que durante casi 30 años fue considerado líder indiscutible delpartido, fue abucheado y maltratado por muchos convencionales, llegándose al extremo de que le arrojaron algunos objetos y agua helada.

Laíno no solamente no pudo dirigirse a sus correligionarios para defender su posición, sino que se tuvo que retirar delrecinto de la convención, al igual que varios otros referentes conocidos de su movimiento, que también fueron hostilizados por los presentes.

Pero tal hostigamiento no llegó a extremos de tener que declarar que la convención fuera ilegítima. De Hecho, los agentes judiciales que se encargaron de fiscalizar el acto, coin­cidieron en manifestar que todo se había desarrollado con normalidad. Los gestos y discursos encendidos se entendieron, como ciertamente son, propios de este tipo de eventos.

Durante la convención se hicieron cuatro propuestas con­cretas sobre la base de una discrepancia fundamental:

- La propuesta por el retiro del PLRA del co-gobierno fue argumentada por Blas Llano, secretario general del PLRA. - Juan Manuel Benítez Florentín propuso seguir en el co-­gobierno bajo condiciones: Reforma del Estado y re-defini­ción del rol del Embajador Adscripto, Domingo Laíno, que hacía, en realidad, de nexo entre el Poder Ejecutivo y los libe­rales.

- Hermes Chamorro propuso la continuidad con la con­dición de que se implemente un programa agrario para paliar la crisis económica.

- Oscar Denis se hizo eco de la propuesta de Laíno, que sostenía que "10 meses era un tiempo exageradamente corto para realizar lo que dejó de hacerse en 50 años". Por la conti­nuidad.

Como la divergencia fundamental era si el partido conti­nuaba en el co-gobierno o se retiraba del mismo, se propuso reducir las propuestas a dos, votándose por el SI o por el NO. La decisión fue correcta, pues en el caso de decidir la conti­nuidad del partido, la modalidad sería tema de otra discusión.

De los 1.171 convencionales habilitados por el Tribunal Electoral Independiente, se acreditaron 1.124 convencionales de los cuales terminaron votando 1.089.

El sistema de votación adoptado fue el de que fuera nominal y a viva voz, por lo que el proceso se extendió por sietehoras.

En general, los resultados fueron ampliamente favorables al SI, o sea al retiro del  co-gobiemo, obteniendo 759 votos, equivalentes al 69,6% del total de votos emitidos, contra 110 votos por el NO retiro, el 30,2%.

Como la votación se hizo por representantes de cada Departamento, resultó fácil mapear la correlación de fuerzas en las diversas regiones del país. Solamente en los convencionales del Departamento de Concepción votaron mayoritariamente por el no retiro, 33 contra 16; mientras que en Departamen­tos como Central, la amplia mayoría fue por el retiro, 219 contra 40.

El retiro del Partido Liberal Radical Auténtico del llamado Gobierno de Unidad Nacional generó diversas reacciones.

José Alberto Planás, ministro de Obras Públicas por ent­onces, declaró que el retiro no debilitaría al gobierno si el PL­RA fuese a implementar como había anunciado "una oposi­ción constructiva y responsable".

Euclides Acevedo, presidente del Partido Encuentro Nac­ional y ministro de Industria y Comercio, sin embargo, admitió que el retiro debilitaba efectivamente al gobierno, pero al igual que Planás, llamó a que las movilizaciones sociales no se hiciesen con carácter destructivo, sino que se restrinjan sus reivindicaciones sectoriales. Subestimó, asimismo, la relevancia de la elección para vicepresidente de la República:

González Macchi ya fue legitimado por los sucesos de marzo; además, hay un fallo de la Corte. O sea, eso es indiscuti­ble, de modo que lo que se va a elegir es un vicepresidente -.

Pero la convención no solamente decidió el retiro del partido del co-gobierno. Estableció también un plazo para que quienes estuvieren-ocupando cargos de confianza en el gobierno, renuncien a los mismos, advirtiendo de manera taxativa sobre que habría sanciones para los que se resistiesen a acatar lo dispuesto por la convención.

Este punto fue particularmente cuestionado por los parti­darios de Laíno, quienes señalaron que nadie tenía el dere­cho de pedir que se deje de trabajar para el Estado. Sin embar­go, los estatutos del PLRA establecían de manera clara que las decisiones de las convenciones nacionales eran inapelables y de obligatorio cumplimiento.

Dicho en otros términos: José Félix Fernández Estigarri­bia, ministro de Relaciones Exteriores; Oscar Denis, minis­tro de Agricultura y Ganadería; y Domingo Laíno, Embajador Adscripto a la Presidencia, tenían que renunciar a sus cargos, bajo el riesgo de ser sancionados en el caso en que no lo hi­cieran.

Desde el punto de vista estrictamente político, la decisión que el Partido Liberal Radical Auténtico asumió en febrero de 1999, le resultó favorable, pues le otorgó mucha credibili­dad, sobre todo a los dirigentes que se jugaron por la propues­ta del retiro, como el caso concreto de "Yoyito" Franco.

Y con su retiro, el partido pasó a ocupar una posición privilegiada para capitalizar el generalizado descontento. Su crecimiento ya iría a depender de la habilidad con que los li­berales fuesen a utilizar los elementos favorables de su nue­va situación de opositores.      

 

 

 

CAPITULO XXI

EL TRIUNFO DE "YOYITO"

 

Con intervenciones públicas muy poco felices, de autoridades públicas y algunos políticos, se creó un ambiente sumamente confuso en cuanto al sentido de las elecciones a vicepresidente de la República, convocada para agostodel 2000. Así, el propio Luis Angel González Macchi llegóa sostener que la elección tendría el sentido de un plebis­cito.

En el Partido Liberal Radical Auténtico se lanzaron a disputar por la candidatura Luis Alberto Wagner y Julio César "Yoyito" Franco, presidente del partido.

Los comicios internos se realizaron el 30 de abril, oportunidad en que concurrieron a votar 124.517 liberales sobre un total de 584.236 habilitados, lo que significó un alto nivel de ausentismo (21%o de participación).

Pese a que todos los pronósticos anunciaban una aplas­tante victoria de "Yoyito", los resultados definitivos de la votación demostraron que la pugna había resultado muy pareja.

"Yoyito" Franco obtuvo 64.914 votos, equivalentes al 52% de los votos emitidos, contra 56.955 logrados por Wagner, el 46%. Una semana después, en una concurrida reunión de la que participaron alrededor de 1.000 dirigentes de base que habían apoyado a Luis Alberto Wagner, los mismos reclamaron dos cosas: en primer lugar, que el movimiento liderado por Wag­ner se desprendiera definitivamente de Cambio para la Libe­ración, la corriente interna liderada por Domingo Laíno; y en segundo lugar, el apoyo activo a la candidatura de "Yoyito". Wagner felicitó a los dirigentes de base por la actividad que habían desarrollado antes y durante las internas, y dijo en­tender que se estaba gestando un movimiento con condicio­nes de llegar al poder en las municipales del 2001 y en las generales del 2003.

Domingo Laíno, en reunión de dirigentes de base de la zo­na de Cordillera, anunció una semana después, que Cambio para la Liberación iría a apoyar a "Yoyito", pues se trataba del candidato oficial del PLRA, electo en comicios que se desa­rrollaron sin inconvenientes.

El candidato liberal tenía que enfrentarse con Félix Ar­gaña, concejal por el Partido Colorado en Asunción e hijo del asesinado vicepresidente de la República Luis María Ar­gaña. Félix Argaña, en el marco de una interna que también se destacó por el elevado ausentismo (27% de participación), obtuvo 154.706 votos en los comicios realizados el 9 de abril, contra 38.519 de Enrique Riera; 13.341 de Diógenes Martí­nez; 1.928 votos de Oscar Rodríguez Kennedy; y 1.797 votos de Leandro Prieto Yegros.

La campaña electoral de "Yoyito" Franco se centró en ofrecer algo distinto a lo que estaba prevaleciendo, diferen­ciándose claramente del discurso de Félix Argaña, que basó su campaña sobre el mensaje de que su triunfo era sinónimo de estabilidad; o en los momentos de mayor agresividad, de "cambio con estabilidad".

"Yoyito", sin embargo, hablaba de cambio radical de la si­tuación, empeñándose por capitalizar el generalizado descon­tento de la población.

Algunos incidentes de pequeña relevancia se dieron du­rante el período pre-electoral, pues los colorados atacaron al­gunos elementos de propaganda de "Yoyito", como ser los pa­sacalles. Pero no se dieron conflictos de envergadura.

Algunos medios de comunicación apostaron a potenciar la relevancia de la elección programada para agosto, asegurando que la misma significaría necesariamente el fin del go­bierno de González Macchi. El argumento era simple: si al­guien fuera electo por voto popular, no se justificaba que si­ga en la Presidencia alguien que no fue electo para el efecto, y que apenas por sucesos accidentales ocupaba el sillón pre­sidencial.

Un episodio importante que se produjo en el período en cuestión es lo que quedó conocido como "la intentona golpis­ta de mayo", que se dio entre el 18 y el 19 de mayo, y que tu­vo como protagonistas principales a algunos oficiales retira­dos y a un fuerte referente de oposición: el liberal Hermes "Rambo" Saguier. Los que pretendieron dar el golpe toma­ron el Primer Cuerpo de Ejército, la Fuerza de Operaciones Especiales de la Policía y la Comandancia de la Policía Na­cional, cercando con tanques el Congreso. Más bien el episo­dio se asemejó a una parodia que un intento de golpe propia­mente dicho, pues terminaron entregándose a los militares y policías que se mantuvieron leales al gobierno, en el transcur­so de unas pocas horas, en que todas las unidades ocupadas por los rebeldes fueron recuperadas.

Algunos sectores hablaron de "otra locura oviedista", debido a la participación directa en los sucesos de algunos ofi­ciales retirados que asumían ser partidarios de Oviedo, pero no saltaron evidencias contundentes en el marco de la inves­tigación, suficientes para imputar la responsabilidad al gene­ral que se encontraba aún prófugo.

Menos de un mes después de la asonada, el 12 de junio, se detuvo a Lino César Oviedo en Foz de Yguazú, siendo pos­teriormente recluido en la capital brasileña, Brasilia.

Los episodios mencionados no repercutieron significati­vamente sobre las campañas de los candidatos, que siguieron promocionando sus proyectos, si bien lo que en rigor se iría a elegir era nada más que el vicepresidente, el representante en el gobierno de un cargo al que la Constitución Nacional otorgaba muy pálidos poderes, hasta el punto de que mucha gente siempre sostuvo que debería eliminarse, pues resultaba ser un cargo sin muchas atribuciones y con alto costo de mantenimiento.

Dos hechos más resultaron sumamente llamativos en el período que inmediatamente precedió a la elección:

- Por una parte, el apoyo abierto que algunos referentes de UNACE realizaban a favor de la candidatura de "Yoyito" Fran­co, hablándose sobre que el mismo se había dado en función de un acuerdo general, que implicaba que de triunfar "Yoyito" debería reclamar la Presidencia de la República, por un la­do, e implementar un plan de blanqueamiento de Oviedo. El apoyo existió de hecho, pero independientemente del supues­to compromiso formal, lo cierto es que los principales refe­rentes de la campaña liberal, como "Tito" Saguier, por dar un nombre, hablaban de la necesidad de terminar con las perse­cuciones, así como de garantizar un juicio justo para todos.

- Por otra parte, el llamado público de Guillermo Caballe­ro Vargas a votar por Félix Argaña, hecho que nunca pudo ser explicado con argumentos convincentes por los dirigentes del Partido Encuentro Nacional. Para justificar a Caballero Vargas, algunos sostenían que el mismo consideraba que el Partido Colorado era imbatible, pero lo cierto es que se trató de una actitud que llevó mucha confusión al electorado, que no conseguía superar el asombro ante la declaración de la prin­cipal figura del partido que en las últimas elecciones presiden­ciales había sido aliado del PLRA en la Alianza Democrática que fuera derrotada.

El 13 de agosto se votó en todo el país, produciéndose al cierre de la votación una conflictiva situación por la falta de coincidencia sobre los resultados de las encuestas de "boca de urna", pues mientras dos le daban como ganador a Félix Argaña, la encuesta de Francisco Capli indicaba que "Yoyito" había ganado.

Seguro de que iría a triunfar el candidato colorado había convocado a una conferencia de prensa para emitir un mensa­je al país, pero ante la confusión que se instaló plenamente, optó por postergar su mensaje, diciendo que iría a esperar los resultados oficiales.

La Justicia Electoral había asumido el compromiso de emitir en la noche del 13 de agosto boletines informativos so­bre los resultados de hasta el 90% de los votos, que serían con­tabilizados a través de un sistema de conteo rápido. Y así se procedió a hacer.

Pero antes que llevar tranquilidad a los contendientes, los resultados parciales y provisorios de la Justicia Electoral lle­varon mayor confusión, generando mayor nerviosismo. En to­dos los boletines emitidos durante esa noche, se hablaba de una ventaja de "Yoyito" Franco, pero la diferencia era tan es­casa, que el resultado definitivo del 100% de los votos podía tener sentido contrario.

Los partidos Colorado y Liberal Radical Auténtico deci­dieron que sus apoderados montasen una guardia permanen­te en la Justicia Electoral, si bien las posibilidades de fraude podían ser realizadas solamente por el Partido Colorado, porque era práctica común para el mismo, y porque había si­do derrotado.

Dos hechos significativos merecen una especial mención.

En primer lugar, el bochornoso espectáculo brindado por los colorados, quienes encabezados por Angel Ramón Barchini y Emilio Argaña marcharon hasta frente a la sede de la Justicia Electoral, supuestamente para festejar el triunfo. La manifes­tación llegó a congregar a alrededor de 10.000 colorados, quie­nes hostilizaron tanto a los periodistas como a los liberales que se encontraban en el lugar.

Los manifestantes pasaron primeramente frente a Radio Ñandutí, para quien Francisco Capli había realizado la encues­ta que le diera ganador a "Yoyito", amenazando a los propie­tarios, a quienes acusaban de anti-colorados.

Frente a la sede de la Justicia Electoral, los pocos libera­les que se encontraban tuvieron que retirarse, sobre todo des­pués de que se arrojara un proyectil que hirió a Federico Fran­co, intendente municipal de Fernando de la Mora y hermano de "Yoyito".

En segundo lugar, en el Departamento de Alto Paraná los resultados preliminares indicaban que "Yoyito" había triun­fado por una diferencia de más de 20.000 votos. Sospechan­do que las actas electorales pudieran ser objeto de algún aten­tado destructivo o de robo durante su traslado a la capital, los partidarios del candidato liberal, sobre todo los que respon­dían a Oviedo, organizaron una "caravana de la democra­cia", escoltando a los vehículos que portaban las actas que es­taban siendo conducidas a la sede de la Justicia Electoral. Tal como sospecharon inicialmente, en el transcurso del traslado de las actas se produjeron algunos incidentes, cuando efecti­vos de la Policía Nacional trataron de separar  a la caravana de los que portaban las actas, pero se forzó el paso y las mismas fueron escoltadas hasta Asunción, siendo introducidas a la Jus­ticia Electoral bajo una fuerte custodia civil.

La incertidumbre sobre los resultados definitivos de la elección se extendió por más de diez días, pues recién el 24 de agosto la Justicia Electoral entregó a "Yoyito" el certifica­do de ganador.

La participación fue de más de 60% del electorado y los resultados definitivos fueron los siguientes:

"Yoyito" Franco- Partido Liberal: 597.431 votos

Félix Argaña-Partido Colorado: 587.498 votos

Ricardo Buman-Partido Humanista: 18.496 votos

Se registraron 35.716 votos nulos y 11.125 en blanco. La mención al voto nulo es importante, pues se hizo una extraña campaña de promoción del voto nulo, en cuyo marco se ata­có unilateral y deliberadamente a "Yoyito" Franco, de quienes decían que su campaña estaba siendo financiada por las ma­fias de las fronteras.

El PLRA insinuó que iría a procesar a José Carlos Rodrí­guez, quien había hecho una pública afirmación en ese senti­do, pero después la cuestión se dejó de lado.

No dejó de llamar la atención, sin embargo, el extraño comportamiento de un grupo de intelectuales, que llamó a anu­lar el voto, pero que en el contexto de la campaña nada criti­caba de Félix Argaña y sí atacaba con virulencia a "Yoyito" Franco.

El resultado final fue adverso para el Partido Colorado, sobre todo para la corriente interna Reconciliación Colorada; hecho que estimuló cambios de actitudes entre los colorados, que conscientes de que el apoyo de los partidarios de Oviedo a "Yoyito" fue decisivo para su triunfo, buscaron fórmulas pa­ra promover una aproximación a UNACE, de modo que "un arreglo entre colorados" garantizase la continuidad del con­trol gubernamental en el futuro.

 

 






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