EL SOMOZAZO
NOVELA SOBRE UN AJUSTICIAMIENTO
ROBERTO PAREDES
Asunción – Paraguay
2005 (135 páginas)
INDICE
EL SABOR DE LA LLANURA
SE PONE EN MARCHA LA "OPERACIÓN SERPIENTE"
GUERRILLA EN EL PARAGUAY
SE RECLUTA EL GRUPO OPERATIVO
ENTRENAMIENTO INTENSIVO
EL INGRESO A PARAGUAY
LOS PLANES SE DISEÑAN
CARA A CARA CON SOMOZA
EL DÍA DEL BAZUCAZO
LA MUERTE DE "SANTIAGO"
EL "OPERATIVO RASTRILLO"
LAS REACCIONES POSTERIORES
POST-ESCRITO
I
EL SABOR DE LA LLANURA
Los años 70 fueron muy complicados. Tres golpes de Estado, entre 1972 y 1976, en Uruguay, Chile y Argentina, habían instalado férreas dictaduras en el Cono Sur de América. Las organizaciones que por entonces estaban en la lucha armada con el fin de promover cambios socioeconómicos y políticos radicales, fueron derrotadas y dispersadas.
Mucha gente fue al exilio y desde lejos acompañó el complejo proceso continental, pues el foco de rebelión no se había extinguido; para la segunda mitad de los años 70 se había trasladado a los países de América Central, como Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
La militancia de izquierda-diezmada, golpeada y dispersa ansiaba un triunfo, cualquiera fuera, sin resignarse a admitir que todos los resultados serían negativos. De ahí que la cuestión de Nicaragua se acompañaba con interés.
Parte del exilio rioplatense, por una cuestión de idioma, se había instalado en España, donde desde la muerte de Franco se abriera un proceso de democratización; parte estaba en otros países europeos y parte en países de América Latina, con algunos inclusive en los frentes de combate, en Nicaragua y El Salvador. Generación terca, forjada al calor de décadas conflictivas, no iría a desistir muy fácilmente de sus propósitos.
Madrid, 17 de julio de 1979.
Julia llamó apresuradamente a Armando, pues el noticiero estaba por transmitir un reportaje sobre Nicaragua:
- Vení, flaco, torré que van a pasar lo de Somoza.
Armando dejó la cocina de manera precipitada y se tiró al sofá de la sala, junto a Julia. Una periodista anunciaba con cierta vehemencia la noticia que ese día había acaparado la atención de la opinión pública mundial: Anastacio Somoza Debayle, dictador de Nicaragua, había renunciado.
La reportera española, desde Managua, la capital de Nicaragua, hizo un apretado resumen de lo que había pasado:
"Instalado en el poder en 1934 -hace 43 años- la dinastía Somoza controló Nicaragua con mano de hierro. Primero fue Anastacio Somoza García, quien después de ordenar el asesinato del general de hombres libres, Augusto César Sandino, implantó en el país una feroz dictadura, hasta que el 21 de setiembre de 1956 cayó ultimado por un poeta y periodista nicaragüense, Rigoberto López, quien descargó en el cuerpo del dictador las balas de su revólver."
"Anastacio Somoza Debayle, su hijo, lo sucedió en la Presidencia, debiendo enfrentar desde 1962 al insurgente Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, cuyo fundador, Carlos Fonseca, murió en un enfrentamiento con fuerzas militares leales al gobierno, en los años 60".
Armando no salía del asombro: después de tantos reveses el triunfo de los sandinistas en Nicaragua consolidaba su concepción del mundo, de la política y del futuro de la humanidad. Observó a Julia, quien lagrimeaba de la emoción, pero no quiso interrumpirla, pues estaba muy concentrada en el reportaje.
"No obstante, Somoza mantuvo el control de la situación, hasta que en setiembre de 1977 se produjo un alzamiento popular, luego, del asesinato del empresario y periodista Pedro Joaquín Chamorro, lo cual desencadenó una incontrolable crisis política, cuyo momento más alto se dio en la insurrección armada que fue 011ogada en sangre, oportunidad en que el Frente Sandinista de Liberación Nacional ya emergió como el principal referente de oposición intransigente a Somoza".
"Sofocada la rebelión popular a sangre y fuego, Somoza se vio forzado a enfrentar al Frente Sandinista en una sangrienta guerra, que evolucionó de una guerra de guerrillas a una guerra regular, en la que se estima murieron 50.000 personas. Aislado local e internacionalmente y tras varios reveses militares, Anastacio Somoza Debayle se vio obligado a renunciar a la Presidencia, abandonando Nicaragua de manera precipitada, en la noche de ayer, presuntamente con destino a Miami, Estados Unidos".
"Los habitantes de Managua ganaron las calles para recibir a los sandinistas, quienes irrumpieron en la capital nicaragüense después de derrotar en todos los frentes al ejército de Somoza. Ahora se viven momentos de algarabía en toda Nicaragua. En la plaza central de la capital, el actual hombre fuerte del sandinismo, Daniel Ortega, convoca al pueblo de su país a festejar la caída del dictador".
"Una nota resaltante, Cecilia -dice la reportare a la conductora del noticiero-, es la presencia de muchos extranjeros entre los guerrilleros, miembros de las llamadas "brigadas internacionalistas". Aquí hablaremos con algunos".
Cuando la reportera se aproximó a dos milicianos, visiblemente extranjeros, uno de ellos giró y se distanció del lugar, mientras que el otro, eufórico, se dispuso a hablar para la televisión española.
- ¿Usted es extranjero?
- ¡Internacionalista!, la revolución no tiene patria. Vine hasta aquí para prestar mi apoyo solidario al pueblo de Nicaragua y hemos logrado derrotar al ejército de la dictadura.
- ¿Su nombre?
- Santiago, simplemente Santiago.
Armando y Julia quedaron perplejos. Conocían bien a Santiago, con quien habían estado en los montes de Tucumán, Argentina, algunos años atrás, cuando el foco guerrillero fuera creado por el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, en la importante ciudad argentina.
Alto, vigoroso, de convicciones firmes, Hugo Alfredo Irurzún, el "capitán Santiago", era un dirigente guerrillero muy respetado en la Argentina. Ellos pensaron que el otro era Enrique Gorriarán Merlo, pero no estaban seguros, pues escapó con rapidez de las cámaras del canal, mezclándose con los manifestantes.
Managua, en ese preciso momento.
"Santiago" se alejó de la periodista siguiendo a "Ramón", quien se había alejado de la escena de la entrevista, mezclándose con la gente.
- ¿Qué pasó?, preguntó, a lo que Ramón respondió con una reprimenda:
-No seas imprudente, flaco, no podemos aparecer en televisión.
- Fue la euforia..., trató de justificarse.
- Todos estamos contentos, pero es fundamental guardar la debida discreción.
"Santiago" entendió la situación. Ambos eran prominentes dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, de Argentina, que habían salido al exilio después del golpe militar de marzo de 1976, por disposición expresa del Partido Revolucionario de Trabajadores, PRT, del cual el ERP era el brazo armado.
Como todos los dirigentes y activistas de la izquierda armada que habían ganado el exilio, vivían en condiciones de rigurosa clandestinidad, con nombres y documentos falsos, sin establecerse por mucho tiempo en un mismo lugar.
Washington, DC, 22.00 horas.
El presidente Jimmy Carter recibió un informe del Pentágono en su despacho y convocó rápidamente los secretarios de Defensa y de Asuntos de América Latina.
Clark, que cuidaba los Asuntos de América Latina, comentó a los demás que Somoza se encontraba en Miami, donde había llegado tras dejar Nicaragua. El presidente fue categórico al sostener que no podía quedarse en Estados Unidos, disponiendo que se viera de inmediato qué país podría recibirlo.
Para Carter, la presencia del ex dictador de Nicaragua era un punto en contra, pues bajo el nombre genérico de "política de los Derechos Humanos" su administración presionaba en todos los países del continente por la redemocratización.
Los Estados Unidos habían sostenido dictaduras en el pasado, por cierto, pero en el presente apostaban a introducir nuevas reglas de control político, lo que significaba poner fin a los regimen militares.
En Nicaragua se intentó promover la caída de Somoza a través de un eje cívico-militar afín al imperio, pero el plan fracasó, pues un pequeño grupo de izquierda, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, capitalizó la disconformidad popular liderando una insurrección que terminó desplazando a Somoza.
Los estadounidenses estaban furiosos con los resultados, pues otros había derrocado al dictador, no sus aliados, por una parte, y para colmo se sumaba la presencia del ex protegido en el país, lo cual hablaba poco, para decir lo menos, de la "meca" de la democracia occidental.
Carter pidió que se lo sacase del país lo antes posible y rechazó toda posibilidad de contacto directo con Somoza, ni siquiera en secreto.
- Ya se sondeó la posibilidad de mandarlo a Chile, presidente -dijo Beynes- pero el general Augusto Pinochet asegura que le será difícil recibirlo, pues no habría garantías para su seguridad.
- Hay que enviarlo a un lugar seguro, no importa que sea en Asia o África.
Beynes y Clark salieron del despacho del presidente, comentando Beynes:
- ¿No es que Somoza era "nuestro hijo de puta"?
- Lo era, pero desde que lo mataron a Chamorro hemos hecho todo para sacarlo del poder. En pocas palabras, ya se había vuelto un hijo de puta inservible.
Clark sonrío y le aseguró que para el mediodía del día siguiente, tendría una respuesta definitiva sobre el caso:
Asunción, Paraguay, 21 de julio.
Stroessner recibió en su despacho al embajador de los Estados Unidos, Robert White, muy temprano, a eso de las 07.15 horas, tal como se había fijado. La entrevista fue breve:
- Queremos saber sobre la posibilidad de que usted lo reciba a Somoza, dijo White.
- Todas, le dijo Stroessner.
- ¿Sin condiciones?, preguntó White, un tanto asombrado por el rápido sí dado por el presidente.
- Una sola: que ese "hijo de puta de ustedes" ni siquiera intente aproximarse a mí.
- ¿Y la seguridad, entonces?, insistió White.
- Se le dará la máxima garantía posible, pero no quiero contactos de ningún tipo con él.
Al terminar de hablar, Stroessner se levantó y le extendió la mano, dándole a entender que la conversación había terminado. Las relaciones entre el gobierno de Stroessner y Washington estaba atravesando por momentos dominados por la tensión, pues Jimmy Carter presionaba por una apertura política en Paraguay, a lo que Stroessner y su entorno se resistían.
Robert White fue directo a la embajada, donde dispuso que lo pusiesen en comunicación directa con Clark. Puso en aviso a los funcionarios del gobierno sobre que estaba todo arreglado, pero advirtió que Stroessner no quería tener el menor contacto con el ex dictador de Nicaragua.
- ¿Presentó alguna condición que nos afecte, preguntó Clark.
- Ninguna, concluyó White.
Contento, aunque un tanto extrañado, el Secretario de Asuntos para América Latina de la administración Carter quedó meditando por un largo rato sobre la actitud de Stroessner. "No puso condiciones", pensó para sí y llegó a la conclusión de que el presidente paraguayo estaba realmente molesto. Le interesaba el tema, pero tenía que concentrarse en resolver lo inmediato.
Clark dispuso que se contactase con Somoza en Miami y que se le diese la nueva. El encargado especial del caso -James Harrison- fue a hablar con él. Cuando llegó al departamento, Somoza aún estaba descansando, pero se apresuró en recibirlo:
- ¿El presidente va a recibirme?, consultó, con una visible cara de esperanzado.
- No, señor presidente. El presidente Carter cree que usted deberá abandonar Estados Unidos lo antes posible.
- ¿Pero acaso...
- Disculpe, presidente, si usted se torna insistente, las cosas van a empeorar.
Somoza observó atentamente a James Harrison, un funcionario de nivel medio, que reunía todas las características psicosomáticas del burócrata eficiente. Elegante, frío, calculador, expeditivo. Aún mirándole fijamente a los ojos, resultaba imposible saber lo que pensaba. Era de los que no andaban con vueltas; resolvían.
Somoza pidió hablar con algunos senadores, a lo que Harrison respondió que él era libre de conversar con quien quisiese, toda vez que el gobierno en nada se involucre. De todos modos, el frío burócrata le advirtió sobre que nadie podía rever la determinación del presidente.
Somoza no se resignó. Visiblemente nervioso y con gestos propios de los autoritarios, sacó una agenda del cajón del escritorio e hizo dos llamadas, comentando: - Tengo muchos amigos en este país y voy a demostrarlo.
Se comunicó con la residencia de William. La secretaria le dijo que no estaba y que le devolvería la llamada cuando pueda. Reaccionó indignado:
- Es la tercera vez que le llamó y esa pobre diabla me responde de la misma manera.
Se dirigió a Harrison y le preguntó:
- Y a dónde piensan mandarme?
- A Paraguay, le respondió.
- ¿Por qué no a Chile, Brasil,..?.
- Porque solamente Stroessner está dispuesto a recibirlo, presidente.
Somoza se despidió de Harrison de manera arrogante:
- Díganle a Carter que tengo muchos amigos en el mundo y que me iré a cualquier otro país en menos de 24 horas.
Harrison salió del departamento de Somoza con un aire tranquilo. Sabía que el ex dictador nicaragüense no tenía alternativas. Sabía, por cierto, que en los buenos tiempos había tejido una red de relaciones importantes en los Estados Unidos, con políticos y con empresarios, pero estaba convencido de que los mismos no se dispondrían a cooperar con él en circunstancias tan adversas. Era cuestión de esperar.
24 horas después.
En la oficina de Harrison sonó el teléfono y Somoza pidió comunicarse con él. Para asombro del mismo, Somoza había aceptado ir al Paraguay, preguntando qué tiempo tendía para hacer los arreglos para su viaje. La respuesta fue clara y contundente:
- Todo el tiempo y ninguno, señor presidente. El gobierno de los Estados Unidos estará complacido con que parta lo antes posible.
El Anastasio Somoza que hablaba con Harrison ese día, ya no era el mismo que el del día anterior. Intentos desesperados por encontrar apoyo, todos infructuosos, habían llevado al ex dictador a entender que había una nueva situación: él se encontraba en condición de prisionero de los Estados Unidos; poco o nada podía hacer.
Esa noche pidió a sus colaboradores que le consiguiesen una modelo, con quien iría al casino, pero retornó temprano, atrapado en un cuadro paranoico. Somoza fue saludado por una pareja de nicaragüenses que se encontraban en el lugar y se metió en la cabeza que podían estar conspirando contra él. Eso, de hecho, le convenció de que debería abandonar Estados Unidos y buscar un lugar más seguro. Pensaba, en principio, que lo de Paraguay sería pasajero.
Asunción, Paraguay, 16 de agosto de 1979.
En vuelo especial particular llega Somoza a Paraguay. Lo recibe el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro.
- Señor presidente, le recibo en representación del gobierno paraguayo y le comunico que será objeto de un tratamiento especial en cuanto a su seguridad.
- ¿Y el presidente Stroessner?, preguntó extrañado el ex dictador.
- Dio instrucciones precisas para que se lo atienda de la mejor manera posible.
- ¿Puedo hablar con él?
- Por supuesto, los miércoles concede audiencias.
- ¿Tengo un encuentro previsto con él?
- No señor, debe solicitarlo.
La mujer y el hijo, que habían llegado una semana antes, corrieron a recibirlo, escoltado por unos seis policías de civil.
Somoza les dijo que estaba extrañado por la ausencia de Stroessner en el aeropuerto, lo que para Dinorah y su hijo no era nada raro, pues desde una semana atrás que venían tropezando con dificultades de todo tipo en su empeño por hablar con el presidente del Paraguay.
Dinorah estaba tensa; se sentía humillada. Le dijo que el encargado de manejar el caso era el ministro del Interior, el único del gobierno con quien habían hablado.
La conversación se interrumpió ante la llegada al lugar de los periodistas, quienes hicieron todo tipo de preguntas al ex presidente. Todos hablaban al mismo tiempo.
- Un momento, solamente responderé a dos preguntas. Póngase de acuerdo sobre las mismas, interrumpió Somoza, con firmeza.
Una periodista de un canal de televisión hizo las dos preguntas:
- ¿Por qué fue derribado del gobierno?
- Yo he sido traicionado, no derrocado. Todos los pormenores de la traición lo pienso publicar en mis memorias, que estoy preparando.
- ¿Viene a establecerse en Paraguay por mucho tiempo?
- Vine al Paraguay porque el gobierno se manifestó solidario con el revés pasajero que estoy enfrentando. Sin embargo, les digo, como primicia, que en poco tiempo estaré de vuelta y presidiré de nuevo Nicaragua. Muchas gracias.
Ni se imaginaba Somoza que esas declaraciones últimas - destacadas por todos los medios- vendrían a jugar un papel enteramente adverso en el futuro. Cosas aparentemente sin importancia, que después tienen alto costo.
La comitiva salió del aeropuerto y se dirigió a una imponente mansión, ubicada en la zona cercana al centro de Asunción, sobre la avenida Mariscal López, cerca de San Martín.
La casa era suntuosa y estaba debidamente custodiada. Un vehículo particular, de la Policía Política de Paraguay, con seis hombres, tenía la misión de garantizar la seguridad de Somoza en el país. Bien armados, de aspectos rudos, daban confianza al dictador nicaragüense. Obviamente, además de los mismos, estaban afectados al esquema de seguridad tres oficiales uniformados de la Policía.
El personal doméstico asignado al ex dictador también era policial, pero no del esquema de seguridad, sino del de Inteligencia de la Policía paraguaya.
Somoza, visiblemente fastidiado, no le dio mucha importancia a la residencia, si bien tuvo que admitir abiertamente que no esperaba encontrar tanto lujo. Dinorah le dijo que el mismo día en que ella llegara a Asunción, una semana atrás, pudo comprobar que estaba equivocada en cuanto al país, visto como precario y empobrecido.
La mujer dijo que al igual que en Managua, había zonas muy ricas y áreas muy pobres. Los clubes nocturnos abundaban, existiendo desde los más sofisticados hasta los de bajísimo nivel.
- ¿Y la inseguridad?
- No existe. El país está totalmente controlado por Stroessner. La oposición ha sido domesticada y la izquierda no tiene expresión. La gente es atenta y los gorilas que tenemos constituyen una guardia de primer nivel.
- ¿Se puede salir sin problemas?
- Sin problemas. Tómate un baño y vamos a salir a cenar. Luego iremos al casino.
Somoza se dispuso a ir al baño, pero Dinorah le sugirió que disfrutara de la piscina, que eso lo relajaría. Así lo hizo, y quedó en la lujosa pileta por cerca de media hora. Luego tomó una ducha rápida.
Se vistió de manera deportiva, pero con mucha elegancia. Estaba consciente de que esa noche iría a tener su primer contacto con parte de la elite paraguaya, por lo que debía cuidar las apariencias.
Salieron al patio delantero de la casa y avanzó en su dirección un imponente Mercedes Benz azul. Detrás estaba estacionado otro, de color blanco.
- Vamos en el blanco, sugirió.
- No -dijo Dinorah-, hemos comprado dos, pero este es blindado. La idea es que vos siempre te muevas en este.
Somoza subió al Mercedes azul sin discutir y detrás salió la escolta, en un bien cuidado Chevrolet americano, más bien antiguo.
El coche se desplazó por la avenida Mariscal López y a Somoza le impresionó las viejas pero imponentes mansiones.
- Es impresionante, comentó.
- Por lo que averiguamos, sobre esta avenida vive la vieja oligarquía paraguaya. También aquí vive Stroessner, en la residencia presidencial.
- ¿Lo visitamos?
- ¡Por Dios, Tachito! No habla con nadie. Nosotros hemos tratado de verlo desde que llegamos y está prohibido incluso mirar mucho la casa.
- No puedo creer eso.
- Nos advirtieron que no se camina por la vereda de la residencia y ni siquiera los turistas más delicados pueden sacar fotografías del lugar.
Pasaron frente a la residencia, que lleva el nombre de "Mburuvichá Róga", en guaraní, que significa "casa del jefe", casi 200 metros de frente, con guardias fuertemente armados en el portón principal. Era de noche y la escasa iluminación le llamó la atención a Somoza. Pegada a la residencia, estaba una comisaría policial, bien iluminada y con escaso movimiento. Pasando la avenida Brasilia, a escasos 100 metros, se extendía la imponente construcción de la embajada de los Estados Unidos de América.
- La gente dice que éste es el segundo centro de poder en el país, dijo Dinorah, sonriendo pícaramente.
- Debe ser, siempre escuché que era la más importante de América del Sur.
- Pero el embajador anda de punta con Stroessner. Ese es el comentario general.
- ¿Porqué?
- Por la cuestión de los Derechos Humanos. Hay presos políticos, prensa censurada, escasas libertades,...
- ¿Y?
- Y los Estados Unidos quieren democracia. Como lo que te pasó.
- Entonces este no es un lugar seguro para nosotros.
- ¡Claro que sí! Aquí no hay guerrilla, ni habrá, y parte de la oposición está en el Congreso. Stroessner se pega el lujo de enfrentarle a los yanquis, consciente de que no hay quien pueda reemplazarlo.
Somoza quedó callado y tuvo ganas de fumar un poco de marihuana. Dinorah le dijo que se podía conseguir sin grandes problemas. Le ordenó al chofer que parase, se bajó y caminó hasta el segundo coche, el de los guardaespaldas.
- Comisario, ¿Hay posibilidades de conseguir un poco de hierbas?
- ¿Marihuana?, preguntó.
- Sí, solo dos puchitos.
El comisario abrió la guantera y le alcanzó dos cigarrillos ya preparados de marihuana. También le dio una caja de fósforos. Dinorah volvió al coche y le entregó a Somoza uno de los pitillos y la caja de fósforos.
- Servicio de primera, dijo.
Somoza sonrío, proyectando la imagen de quien estaba cambiando de humor. La idea de venir al Paraguay no le había agradado, pero de a poco se estaba convenciendo de que no iría a pasar mal en el pequeño país sudamericano, como inicialmente había previsto.
Dinorah le preguntó si quería comer pastas, carnes,.. Dijo que prefería comer algo liviano, que más bien después le encantaría ir a jugar a un casino.
- En el casino mismo hay un restaurante. Comida leve.
- ¿Es un lugar discreto?
- Cuando fuimos había poca gente en el restaurante.
Miro su reloj, eran las 22:35 horas. Y añadió:
- A esta hora dudo que haya mucha gente.
En el restaurante había poco movimiento. Se instalaron en un extremo del salón, para estar un poco distantes del resto de los comensales. Dos mozos los atendieron de manera muy cortes. Notaron que todos los miraban de manera curiosa.
Al ex dictador le inquieto ser una suerte de centro de atención, por lo que preguntó si lo conocían. Dinorah le comentó con detalles que a lo largo de los últimos días todo el mundo estuvo hablando de él.
- ¿Positiva o negativamente?
- ¿El ex dictador de Nicaragua te dice algo?
Comieron algo rápido y después se dirigieron al casino, que ocupaba todo el primer piso. Por el derroche de lujo existente en el lugar, Somoza no pudo dejar de expresar que el mismo nada tenía que envidiar a los de otros países.
Se instaló donde estaba la ruleta y pidió fichas por 500 dólares. En la misma, una mujer de impresionante belleza estaba jugando, acompañada de dos amigas.
Somoza llamó a uno de sus guardaespaldas y le preguntó quién era. Se trataba nada menos que de la mujer del dueño del hotel-casino, un poderoso empresario que había sido en el pasado reciente yerno del presidente Alfredo Stroessner.
Impactado por la belleza de la joven, el ex presidente preguntó si habría forma de que se la presenten, aunque fuera apenas para intercambiar algunas palabras. El oficial dijo que averiguaría sobre ello.
El guardaespaldas desapareció por algunos minutos, pero Somoza pudo ver que el gerente se acercó a Angela y conversó muy discretamente con ella. Casi de inmediato ella se levantó y se alejó del lugar. Después, el mismo gerente se dirigió hasta donde se encontraba Somoza y le dijo:
- La señora lo espera en el bar.
Somoza no esperó. Se levantó inmediatamente y se dirigió hasta el bar, que se encontraba como a 50 metros de la ruleta. Ella ni terminó de sentarse y él ya se presentó:
- Buenas -noches, soy Anastasio Somoza, ex presidente de Nicaragua y me gustaría conversar brevemente con usted.
- Como no, siéntese por favor, convidó Angela.
La conversación fue muy animada, amable, por lo que Dinorah pudo constatar. No le agradó para nada el contacto, pero nada podía hacer. Su relación con Somoza estaba en crisis abierta desde tiempos atrás, por lo que la pareja más bien funcionaba como una unidad económica: sobre todo negocios.
Angela miró el reloj, que marcaba un poco más de la medianoche. Se disculpó por tener que retirarse. Somoza le preguntó:
- ¿Es posible que volvamos a encontrarnos?
- ¡Por supuesto!, pero yo te voy a ubicar.
Somoza se quedó mirando de atrás a Angela y pensó que pocas veces en su vida había visto una mujer tan atractiva.
Poco después ya quiso retirarse. Dijo a los mozos que vendría al día siguiente, de modo que le reservasen el salón VIP para la cena.
- Disculpe, pero los miércoles el casino no está abierto al público.
- ¿Por qué?
- Porque está reservado en exclusividad para el presidente y sus amigos.
Durante el viaje de regreso a la casa Somoza se enteró que desde un largo tiempo atrás, cada día miércoles el casino era de uso exclusivo de Stroessner y la cúpula civil y militar del gobierno. Somoza le dijo a Dinorah que iría a gestionar que lo inviten, pero ella le respondió que no le parecía buena idea.
Somoza fue a dormir sólo esa noche. Dinorah se instaló en otro dormitorio.
II
SE PONE EN MARCHA LA "OPERACIÓN SERPIENTE"
Managua, 21 de enero de 1980. Casa de Gobierno.
Daniel Ortega planteó al gabinete en pleno, en reunión desde las 19.00 horas, que la situación era difícil. Dijo que Estados Unidos jugaba todas sus cartas a favor de los "contras", diminutivo dado a los contrarrevolucionarios. Comentó que manejaba informaciones fidedignas sobre que Edén Pastora, el “Comandante Uno”, está trabajando con ellos, pero que el mismo no tenía mucho arrastre. El enemigo más importante seguía siendo Somoza, concluyó.
- ¿Pero desde tan lejos?, cuestionó Ernesto Cardenal.
- Según las informaciones que tenemos
-respondió Humberto Ortega, hermano del presidente Daniel Ortega y Comandante en Jefe del Ejército Sandinista- Somoza también está conspirando. Es más, la mayoría de los "contras" son ex miembros de la "Guardia Nacional". Les traje un material muy interesante, que pinta la situación de manera realista.
Todo estaba dispuesto para la proyección de un audiovisual que fuera preparado por el Departamento de Inteligencia. Se apagaron las luces y el breve filme se proyectó. Humberto Ortega explicaba a los presentes que el punto más sensible era la frontera con Honduras, desde donde operaban los "contras".
Dijo que los "contras" disponían de armas de alto poder destructivo y de entrenadores de la Central de Inteligencia Americana, CIA. Informó que El Salvador no era problema, pues se había llegado a acuerdos con el Frente Farabundo Martí, de modo que no habría agresiones desde ahí.
En el caso de los salvadoreños, la Nicaragua sandinista tenía que aportar armas y recursos, de manera que desde ahí fueran combatidos todos los grupos que pretendiesen trabajar para revertir el proceso revolucionario.
También hay un buen sistema de defensa en las costas marítimas, concluyó Humberto Ortega. Políticamente la derecha jugaba a dos puntas, remató: Pastora, por una parte, que para el Departamento de Estado no está quemado, y Somoza, que no deja de ser un factor de eventual aglutinación de las fuerzas contrarrevolucionarias.
Las luces se encendieron. Los miembros del gabinete sandinista estaban visiblemente preocupados. Bayardo Arce, jefe de Policía, pintó un panorama alentador, pero advirtió sobre los riesgos:
- Pastora está molesto, pero no tenía condiciones de ocupar un cargo más importante que el que se le ofreció. No tiene arrastre y sus partidarios son escasos. Los elementos peligrosos son los de la ex "Guardia Nacional".
- ¿Pero ya no han sido derrotados?
- Si -respondió Daniel Ortega-, pero no aniquilados y se están reagrupando en Honduras, con muchos recursos.
- Pero no creo que los americanos terminen apoyando a Somoza, dijo Humberto Ortega.
- Tenemos informaciones sobre que las opiniones están divididas -aclaró Arce. Pero de que nos quieren en la llanura, no cabe dudas. Lo cierto es que personalmente creo que Estados Unidos es capaz de aliarse hasta con el mismo diablo, si fuera necesario.
- ¿Y el Congreso?
- Se encontrarán pretextos para que jueguen a asfixiarnos.
- ¿Y la política de Derechos Humanos de Carter?
- Seguramente, antes de lo que se imaginen, se utilizará contra nosotros.
Daniel Ortega propuso que se creara un comité de emergencia para acompañar la crisis y que Humberto y Bayardo coordinen. Todos asintieron.
Bayardo Arce y Humberto Ortega se quedaron solos en la sala de sesiones, intercambiando algunas pocas informaciones. Bayardo le dijo a Humberto que estuvo analizando el tema de Somoza con "Ramón", el argentino, quien le dijo que ellos podrían darle una solución definitiva al caso Somoza.
No dio detalles sobre el asunto, pero Humberto comprendió perfectamente el alcance de la expresión. Quedó por un largo tiempo pensando en el tema y después encaró a Bayardo Arce de manera directa, sin rodeos:
- ¿Necesita algo en especial para ello?
- Apoyo logístico, pero nada muy pesado.
- Habría que ir definiendo el tema. ¿Qué te parece si hablamos con "Ramón" el martes que viene y ya definimos la cuestión.
- Perfecto, le haré buscar.
"Ramón", Enrique Gorriarán Merlo, se había ganado el generalizado respeto de los sandinistas, pues se acopló a la insurrección muy tempranamente y en el marco de los más recios combates demostró ser un militante preparado y valiente.
Por lo general, los argentinos no eran muy bien vistos por los nicaragüenses, pues los tomaban como muy inflados, un tanto altaneros. No obstante, "Ramón" los había cautivado, pues además de determinación en el momento de actuar, se mostraba muy cerebral a la hora en que se planificaban las acciones. Un aspecto que era tomado como una suerte de rasgo distintivo de "Ramón" era el de los detalles, que cuidaba con rigurosa minuciosidad.
Al momento en que se daban las conversaciones en Managua, "Ramón" se encontraba en Cedrales, una pequeña localidad fronteriza con Honduras, donde estaban siendo entrenados los combatientes sandinistas que debían custodiar la frontera. Eran las 10 de la mañana cuando le avisaron que tenía una llamada de Bayardo Arce.
Dejó a cargo de "Santiago" el grupo y fue a atender la llamada. Después volvió sonriente y le dijo:
- Mañana, bien temprano, nos vamos a Managua.
- ¿Hay algo gordo?
- Sospecho que sí.
Al día siguiente llegaron a Managua, bien temprano. "Ramón" utilizó un teléfono público para comunicarse con Arce. El encuentro sería a las 9 horas, en la casa de Camila, una nicaragüense de absoluta confianza.
"Ramón" le explicó a "Santiago" que toda medida de seguridad era insuficiente, pues se sospechaba que el Cuartel de Policía era monitoreado por los "contras". "Santiago" no hizo preguntas ni comentarios. Se dispuso a aceptar las normas de juego. La entrada a la casa de Camila se hizo por detrás, pues la casa tenía salidas sobre ambas calles. Fue rápida, sin aviso. La puerta estaba abierta. De hecho, el local, que perteneciera a un poderoso hacendado somocista, había sido utilizado desde julio del 79 para encuentros discretos entre Arce y "Ramón".
Todos, en la casa, eran de absoluta confianza. Pasaron a un salón equipado con muebles antiguos, pero finos. Para asombro de "Ramón", estaban Arce con Humberto Ortega y un tercero, que dijo ser Tomás Rodríguez, jefe de Inteligencia del sandinismo, "con perfil bajo y altísimo vuelo", a decir de Ortega.
Tomás Rodríguez era un personaje como mínimo llamativo. De aspecto simple, se notaba, sin embargo, que su origen era de clase media. Por su aspecto, muy inteligente. Callado, apenas los saludo al entrar y no pronunció una sola palabra más a lo largo de la entrevista. Observaba atentamente a "Ramón" y a "Santiago", a quienes no conocían, pero dio claras muestras de que le resultaban simpáticos, agradables, confiables.
Arce y Ortega le explicaron a “Ramón” que ellos deberían estar enteramente al margen de las conversaciones sobre el tema, y más aún de los eventuales detalles. De todos modos -añadió- se cuenta con lo fundamental, que es el respaldo político sin reservas.
La entrevista fue breve, Arce y Ortega se retiraron primero y con Rodríguez se acordó tener la reunión al día siguiente, a la misma hora, ya para ajustar los detalles.
Al día siguiente, cuando llegaron a la casa de Camila, Rodríguez ya estaba ahí. Se encontraba leyendo una publicación mexicana sobre temas políticos. Dejó de lado la revista y se dispuso a hablar sobre la delicada cuestión que los convocaba.
La conversación fue directa:
- ¿Te acordás de la operación "Serpiente"?, preguntó Rodríguez.
- Claro, como si te lo hubiese dicho ayer, respondió "Ramón".
- ¿Es viable?
- Perfectamente, aseguró "Ramón" con firmeza.
- ¿Y que aportamos nosotros?
- El costeo total.
- ¿Y cuánto puede costar la operación?
- Trescientos, cuatrocientos mil... Es preferible que sobre a que falte.
- ¿Riesgos?
- Escasos.
- ¿Costo político?
- ¡Ninguno!
- Ustedes tendrán todos los recursos necesarios, aunque fueran más, pero nosotros no tenemos nada que ver en el tema. ¿Está claro?
- Clarísimo, ¿cuándo comenzamos?.
- ¿Qué les parece en marzo?
- ¡Perfecto! Nosotros vamos a necesitar de algunos meses.
Terminada la reunión, "Ramón" y "Santiago" fueron hasta el viejo centro a almorzar. "Santiago" aún no estaba al tanto, pero eso no le preocupaba. De todos modos, estaba ansioso por tener detalles. "Ramón" le explicó:
- El tema es Somoza. Está en Paraguay...
Washington, DC, 22 de febrero de 1980. Departamento de Estado.
William Casey, el jefe máximo de la Inteligencia, estaba angustiado con el tema de Nicaragua:
- No hay control sobre el gobierno. Ellos se han abierto a Cuba y a la Unión Soviética. Estamos perdiendo terreno en América Central.
- ¿Y una política de créditos masivos?
- No funcionará. Los sandinistas están muy ideologizados y constituyen una amenaza mayor que Cuba.
- ¿Cómo es eso?, preguntó Clark.
Casey caminó hasta el fondo de la pieza, señalando en un mapa de América.
- Es sencillo. En este momento tenemos dos países muy vulnerables en la región. Ellos apoyan ampliamente a los del Farabundo Martí, en El Salvador, y al Partido del Pueblo, en Guatemala. ¡América Central es un polvorín!
- ¿Y Pastora?
- Es una apuesta que no está saliendo muy bien. De alguna manera, hay que admitir que Somoza sigue siendo nuestro principal referente.
- Somoza nunca más -dijo Clark-; ni pensarlo. Está muy quemado ante todos, dentro y fuera de Nicaragua.
Casey explicó que la CIA recomendaba seguir apoyando a los "contras".
- La cuestión no está precisamente en derrocarlos, sino en imposibilitar que puedan tener actuaciones exitosas en el interior, por un lado, y que puedan apoyar fuertemente a los otros de América Central, por otro.
Estados Unidos había cambiado de presidente en ese entonces, asumiendo Ronald Reagan. En lo esencial, la política con respecto a Nicaragua estaba en debate, pues la llegada de los sandinistas al poder, de acuerdo con los republicanos fue por errores de Carter, el demócrata.
La política de los Derechos Humanos se mantuvo, aunque ligeramente atenuado en América Latina. El apoyo a los "contras" siguió y pareció incluso incrementarse. La nueva conducción de la CIA prometía mejores resultados en América Central.
Obviamente, Estados Unidos apostaba en los "contras" apenas en lo inmediato. La cuestión consistía en hacerle la vida imposible a los sandinistas. El plan era perverso, pensado por Casey: hostigar a los sandinistas hasta el punto de provocar la casi paralización del gobierno; al estar paralizado, se acumularán las necesidades; detrás vendrá el descontento social y luego el desplazamiento de los sandinistas.
Casey le explicaba a Clark que eso podía llevar años, inclusive más de una década, pero que era la mejor política, pues no habría que destruir militarmente a los sandinistas; sino políticamente.
- Habrá que despertar la decepción en la gente, de manera que terminen siendo rechazados; no importa cuánto tiempo demore en alcanzarse eso, ni importa cuánto vaya a costar.
III
GUERRILLA EN EL PARAGUAY
Paraguay, 7 de marzo de 1980.
Un grupo de 20 campesinos armados intentaron instalar un foco guerrillero en entre Alto Paraná y Caaguazú, zona fronteriza con Brasil. Salieron de una colonia, a casi 300 kilómetros de la capital, tomaron un ómnibus, se tirotearon con guardias de seguridad y después se internaron en el bosque, como a 200 kilómetros de Asunción. El inusual hecho político sacudió al país.
Stroessner dispuso que las Fuerzas Armadas se movilizasen bajo la conducción de su jefe de Inteligencia, Benito Guanes Serrano, con el apoyo de la Policía Política:
- Quiero que ese intento de rebelión se aplaste y que los responsables sean ejemplarmente castigados.
La planta embotelladora de Coca Cola en la zona de Caaguazú se utilizó como punto de apoyo para las operaciones represivas. En el campo de operaciones fueron concentrados alrededor de 5.000 hombres, entre soldados, policías y milicianos. Se inició la cacería.
Al producirse el hecho, la guardia de Somoza fue reforzada con militares. Un teniente llegó a la casa del ex dictador nicaragüense con expresas instrucciones de darle mayor protección. Somoza se asustó y preguntó:
- ¿Qué es lo que exactamente está pasando?.
- Una pequeña columna guerrillera está operando en el Este del país. Se estima que el problema será controlado en pocos días, le respondió el militar.
Somoza pidió una reunión con el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, y le dijo:
- Me preocupa lo que está pasando...
- No se preocupe, presidente, la rebelión será controlada en días.
- ¿Le parece más seguro que salga del Paraguay por un tiempo?.
- Usted está muy seguro en su casa. Haga de cuenta que esto apenas es un momento excepcional; los organismos de seguridad aseguran que se trata de un grupito de malvivientes, que pronto serán tomados.
Montanaro habló con mucha serenidad. No obstante, Somoza acompañó el tema con interés muy particular.
Durante esos días su rutina cambió radicalmente. No salió de la casa, ni organizó fiestas, estaba intranquilo. En las noches dormía en el cuarto de Dinorah, como si eso le diese mayor protección. Ella no solamente no protestaba; estaba de acuerdo, pues estaba igualmente asustada.
De madrugada, Somoza despertaba gritando, tal cual le sucediera en sus últimos días en Managua, pues sentía la sensación de asfixia irremediable. Tenía pesadillas incontrolables; drogas, químicos, alcohol; nada le devolvía la tranquilidad perdida.
El 11 de marzo los guerrilleros se enfrentaron a las fuerzas militares. La diferencia de poder de fuego era muy grande. El saldo fue tremendamente adverso a los insurgentes: 10 muertos, 6 detenidos y 4 prófugos. El Departamento de Investigaciones se llenó de detenidos, que eran torturados bajo la dirección del jefe de la "Sección Técnica", comisario Ruiz Paredes.
Los hijos del líder del alzamiento, Victoriano Centurión, fueron detenidos y torturados:
A los prisioneros se les sumergía en una bañera, conocida como "la pileta", se les daba descargas de picanas eléctricas y se les azotaba con látigos.
- ¿Dónde está Centurión?-, gritaba Ruiz Paredes, con una voz ronca y tosca. Los prisioneros nada sabían y volvían a ser sumergidos en "la pileta". Eran escenas de terror. Controlada la situación, a Somoza le convocó el ministro del Interior y le hizo un resumen del caso. Se trataba de un breve vídeo, de cinco minutos, que explicaba lo que había pasado y que dos días atrás se le había mostrado a Stroessner.
"Victoriano Centurión y Gumercindo Brítez lideraron el alzamiento armado de 20 campesinos, que tomaron un ómnibus de la empresa Rápido Caaguazú, del cual descendieron a 200 kilómetros de la capital, internándose en el bosque".
"El 11 entraron en confrontación con las fuerzas militares y policiales, resultando muertos 10 alzados. Seis fueron detenidos y hay 4 prófugos, entre los cuales Centurión, al que se lo busca en la zona".
- Como le había dicho, todo está bajo control-, le aseguró Montanaro.
La guardia extraordinaria se Somoza se retiró el día 16 de marzo. Somoza volvió a mostrarse tranquilo. Le comentó a Dinorah:
- Stroessner es implacable con sus adversarios. Tuve la oportunidad de ver un vídeo documental sobre el "caso Caaguazú". Los trataron sin piedad alguna.
- Gracias a esa mano dura que ejerce que podemos vivir tranquilos en este país, Tachito, le respondió Dinorah.
Somoza no dejó de tener dudas sobre el poderío total de Stroessner. El líder del alzamiento armado, un campesino con experiencia en lucha armada, estaba aún en libertad y nadie sabía a ciencia cierta qué extensión tenía el movimiento.
Su rutina especial no se modificó, pues decía que era mejor guardar la debida prudencia que precipitarse a tomar como normal lo que aún constituía un problema.
Washington, DC, 18 de marzo.
En la oficina de Casey se encontraba en sesión el Estado Mayor de la CIA. Se estaba analizando un informe que acababa de llegar de Paraguay, que era más bien tranquilizador que preocupante, pero que no podía ser caracterizado como definitivo.
La embajada había remitido durante esa tarde una detallada síntesis de lo ocurrido en los últimos días, que constaba de cinco partes: antecedentes del conflicto, desarrollo de los hechos, reacción ciudadana, evolución última de la situación y perspectivas.
En el interesante informe se daba cuenta del proceso de instalación de un foco de conflictos agudos en el futuro cercano, que se originaba por la masiva penetración de brasileños en las áreas fronterizas.
Stroessner había eliminado la ley que prohibía la adquisición de tierras por extranjeros en las fronteras y al amparo de la nueva situación miles de brasileños fueron literalmente empujados en dirección al Paraguay. El proceso era simple: con el precio de 10 "alqueres" vendidos en Paraná, Brasil, se compraba 100 hectáreas en Alto Paraná, Paraguay.
Los campesinos paraguayos no se sentían conformes con la nueva situación y más tarde o más temprano irían a reaccionar, pues los impulsaba un sentimiento de pertenencia nacional muy pronunciado.
Eso identificó la embajada como el antecedente del conflicto. De hecho, el grupo armado del "Caso Caaguazú" había intentado llevar la lucha armada contra Stroessner después de sostener unos pocos conflictos directos con colonos brasileños.
El desarrollo de los hechos que describió la embajada básicamente coincidía en todo, salvo en añadir que el líder del alzamiento, Victoriano Centurión, era una suerte de leyenda en la región de Caaguazú. Pobladores del lugar, así, divulgaron ampliamente a través de una cadena de rumores, que el dirigente se salvó porque se convirtió en un pájaro y se distanció del lugar en que se diera el enfrentamiento entre militares y guerrilleros.
Centurión era considerado un problema, pues se entendía que era especialmente carismático, por lo que eventualmente podía estar preparando algo que implicase la continuidad del movimiento.
En cuanto a la reacción ciudadana no hubo indiferencia. Las organizaciones de oposición y de Derechos Humanos se emperraron por defender a los alzados, aunque con escasa fuerza, pero no coincidieron con el gobierno en cuanto a condenar la acción armada. La gente común refería horrores: horrores en el momento del enfrentamiento; horrores en el Departamento de Investigaciones, donde estaban los detenidos; horrores en la colonia Acaray-mí, de donde saliera el grupo armado...
Una red de rumores -que a criterio de la embajada era el mecanismo de información de mayor influencia sobre la opinión pública- hablaba de excesos en la represión, de campañas de terror contra poblaciones enteras, de perspectivas inciertas. En síntesis y en concreto, la opinión estaba dividida, por cierto, pero no dejaba de percibirse que había más simpatía que animadversión con respecto a los alzados. Mal síntoma.
En lo que respecta a la situación actual se destacaban dos cuestiones, ambas llamativas:
"La zona en que presuntamente se encontraba el "comandante Centurión" fue sobrevolada repetidas veces desde el 11 de marzo por helicópteros artillados, en vuelos de baja altura, cuya función era doble: encontrar pistas sobre el guerrillero y atemorizar a los pobladores campesinos. Una cosa de logró, ciertamente: crear la sensación general de terror, pero sobre el comandante no había la menor pista. El hecho insólito muestra el carácter equívoco del alto nivel de eficacia del aparato de represión, muestra su vulnerabilidad".
Por otra parte, el presidente Stroessner no podía aceptar que una criatura de apenas 12 años, y encima niña, hiciera parte del alzamiento armado de Acaray-mí contra su gobierno. El informe diplomático era detallado.
La niña era Apolonia Flores, quien tras ser herida en las dos piernas en pleno enfrentamiento, fue hospitalizada en el Policlínico Policial "Rigoberto Caballero".
Una mañana, desde el Palacio, llamó al sanatorio para interiorizarse sobre el estado de salud de la niña. La enfermera que estaba encargada de atender a la niña se asustó cuando la llamaron para hablar con el presidente por teléfono.
La enfermera explicó al presidente que la niña no corría peligro de perder la vida, pues las balas ya habían sido extraídas y se estaba recuperando lentamente. "Responde bien al tratamiento", le aseguró.
Stroessner le manifestó que tenía la intención de conversar con Apolonia, para hacerle un ofrecimiento. Le dijo que esa tarde pasaría por ahí y que se dispusiera todo para la visita.
Desde ese mismo instante el ritmo cambió en el Policlínico. Las limpiadoras fueron convocadas y avisadas: todo debía estar meticulosamente limpio; los médicos y enfermeros fueron avisados; todos debían estar pulcros y presentables; Apolonia fue sometida a un examen especial, no de rutina: midieron su temperatura, la limpiaron bien y la peinaron.
- Hoy vendrá el presidente a verte, y si aprovechas la oportunidad podrás ganarte su confianza. Trátalo con mucha deferencia, le dijo la enfermera, quien en realidad se había encariñado con la joven paciente, con quien en ocasiones solía hablar largamente.
- ¿Y qué le voy a decir?, preguntó la niña, visiblemente sorprendida por el inesperado anuncio.
- No sé. Si te ofrece algo que te convenga, aceptá; no vayas a desperdiciar esta oportunidad. Vos ni te imaginas cuánta gente se muere por tener una oportunidad para hablar con él, y en este caso es él quien está pidiendo para verte, respondió la enfermera.
Durante horas Apolonia trató de imaginar cómo sería su encuentro con Stroessner. Eran las 15:30 horas cuando el presidente ingresó a la sala en que ella se encontraba.
- ¿Cómo estás mi hija, cómo te sentís?, preguntó el todopoderoso mandatario.
Apolonia nada respondió y giró la cabeza para no seguir mirando al presidente.
- ¿Tan mal le dispararon a esta niña que perdió hasta el habla?, preguntó el presidente, a lo que la enfermera respondió que hablaba muy bien y bastante.
Stroessner no insistió en arrancar una respuesta de la niña, pero le expuso su punto de vista y su propuesta:
- Yo estoy seguro, mi hija, de que vos nada tenés que ver con los hechos ocurridos en Caaguazú; no tenés ninguna responsabilidad sobre lo ocurrido ahí. Por eso quiero ofrecerte una oportunidad. Quiero que te quedes aquí, donde se te va a cuidar, y después te pondrás a estudiar para formarte en algo. Mas adelante inclusive podrás pedir a tus padres que vengan a vivir contigo...
Apolonia apretó su rostro contra la almohada. Nada dijo, nada respondió.
Stroessner prometió volver. No presionó a la criatura y en ningún momento la trató mal. Antes de retirarse dispuso que se la tratara bien.
Ni bien salió de la sala el presidente, Apolonia fue duramente increpada por la enfermera.
- Por qué no aceptaste lo que te ofreció el presidente. Perdiste una excelente oportunidad....
Apolonia siguió con su tratamiento, pensando mucho sobre lo que le había propuesto Stroessner, quien había prometido volver.
Recordaba cosas de Acaray-mí y extrañaba tremendamente a su familia.
Pasaron casi 7 días hasta que se produjo la segunda visita del presidente a la joven detenida. Esta vez, se produjo un largo diálogo entre la niña y Stroessner.
- Lo primero que quiero que entiendas, mi hija -le dijo el presidente-, es que para mí vos no tenés ninguna responsabilidad sobre todo lo sucedido. Fuiste utilizada por gente radicalizada, cuyos objetivos creo que vos ni siquiera podías comprender...
Apolonia no reaccionó, negándose a responder sobre lo planteado. Se limitó a escuchar.
Stroessner le reiteró la oferta que le había hecho en la primera visita.
- Estas personas serán las encargadas de cuidarte en todo. Me estuvieron comentando que tus heridas no son nada superficiales, pero que estás respondiendo bien al tratamiento. Aquí ya dispuse que se te dé la mejor atención; ese aspecto, por tanto, no me preocupa.
Apolonia pensó que no tenía sentido quedarse callada. Sabía, de haber escuchado, que Alfredo Stroessner era un dictador que acostumbraba tratar mal hasta a sus más cercanos colaboradores. No entendía por qué se interesaba en ella. De todos modos, hizo un primer comentario:
- Yo no tengo quejas sobre la gente que aquí me atiende. Se me da todo, sin problemas. La comida es buena y el trato también.
Ya había conseguido que hablara, lo que le llenó, y le dio la oportunidad para seguir avanzando.
- Por eso es que quiero que escuches mi propuesta. Las enfermeras de aquí serán como tus madres; te van a dar toda la atención que requieras. Pero después de recuperarte, podrías ponerte a estudiar algo...
- Yo no sé leer ni escribir, interrumpió Apolonia.
- Todo vas a aprender. Lo que quiero que entiendas es que te estoy ofreciendo precisamente una oportunidad para progresar, añadió Stroessner.
Apolonia dudó sobre lo que iba a decir. Por un lado, entendió que lo que le iría a decir podría hacer enojar al presidente, pero, por otro lado, una fuerza interior incontenible la empujó a expresar lo que en ese momento se cruzó por su cabeza.
- Es muy lindo lo que usted me está ofreciendo, y no puedo negar que me gusta mucho, pero le quiero preguntar una cosa, ¿por qué no se le dio antes a todos los niños de Acaray-mí la posibilidad de estudiar?, ¿por qué a mí?.
A Stroessner le tomó de sorpresa la respuesta de Apolonia, y le llamó la atención el hecho de que apenas era una niña para tener tanta agudeza. Se puso a meditar por algunos minutos; se instaló un silencio que parecía que nunca iría a terminar. Después insistió:
- Quiero darte una oportunidad. Quiero que te cures bien, que después estudies y que tengas más adelante una profesión para trabajar. Ahora me voy; no necesitas responderme. Dentro de unos días voy a volver, por última vez, y para entonces quiero que me digas sí o no.
Salió de la sala sin decir una palabra más; no se despidió de nadie, subió a su coche y ordenó al conductor que lo llevase rápidamente al Palacio.
La tercera y última visita de Stroessner a Apolonia ya fue más breve, pero el intercambio de palabras también fue más fuerte. En esa ocasión, fue Apolonia la primera en hablar:
- Estuve pensando largamente en lo que usted me ofreció, y me pareció que no debería aceptarlo, pues si usted hubiese querido realmente ayudarnos, podía haberlo hecho ya mucho antes, o podría ahora hacerlo para todos, y no solo para mí. Allá en Acaray-mí no hay escuela, por lo que nadie puede estudiar; tampoco hay médicos, por lo que mucha gente muere por falta de tratamiento,...
Stroessner no estaba dispuesto a escuchar reproches, y mucho menos de una niña, que a su criterio apenas "había sido utilizada". Su intervención incorporó una amenaza:
- Vos tenés dos alternativas: o aceptas lo que te propongo, y te atienden adecuadamente aquí, como lo han hecho hasta ahora, o rechazas, y en ese caso te llevarán a la cárcel del Buen Pastor, donde sólo Dios sabrá qué pasará contigo.
La respuesta fue corta, categórica y contundente:
- Que me lleven al Buen Pastor.
Stroessner no dijo una palabra más. Salió de la sala apresuradamente y abandonó el Policlínico. Esa misma tarde, Apolonia fue trasladada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor.
En ese momento de lectura del informe Casey puso en duda la veracidad de la versión. Le resultaba difícil imaginar que una criatura resistiese a una propuesta tan tentadora, tan generosa. Dijo:
- Una de dos: estamos ante una fanática total, o el país está evolucionando hacia la instalación de un estado de generalizada contestación al gobierno.
A Bauer, un extranjero que prestaba sus servicios en la CIA desde mucho tiempo atrás, la versión le pareció fidedigna.
- He visto, director, informes mucho más patéticos, como el de niños que se convertían en bombas humanas en Vietnam. A mí no me asombra el discurso de niños ni adultos cuando han sido ganados por el comunismo....
Casey decidió cortar el debate, proponiendo que se esperase el fin de la lectura del informe, pues faltaba poco, por lo que se procedió a leer la parte que refería acerca de las perspectivas.
"Es probable que esto estimule a otros sectores a hacer lo mismo, por lo que sugerimos que se tomen todas las medidas al alcance para costear programas de minimización de situaciones críticas, de manera que se eliminen los posibles focos de conflicto".
La embajada llamaba la atención sobre el funcionamiento de una Organización No Gubernamental llamada "Comité de Iglesias", que tendría condiciones de realizar trabajos asistenciales en la zona, con la expresa finalidad de evitar que se agudicen las condiciones que han dado origen al conflicto puntual.
Con respecto al tema de fondo: apoyar o no a Stroessner, la embajada era contundente: no existe en el Paraguay fuerza de recambio con capacidad de administrar el país, por lo que deberá seguir el trabajo con el actual gobierno.
Concluida la lectura del informe, que duró más de una hora, se declaró un cuarto intermedio de 20 minutos, para que los respectivos miembros del grupo de análisis pudiesen anotar sus reflexiones.
Después, la sesión se reanudó, pasando Casey a proponer que se establezcan ejes de discusión claros, sobre todo en cuanto a las perspectivas. Abrió fuego sobre el tema central:
- Tengo entendido que desde 1976 se viene apostando en la oposición a Stroessner, sin que se haya logrado avances importantes en ese campo. No obstante, no me convence del todo la conclusión de la embajada en cuanto a seguir trabajando con Stroessner. Habría más bien buscarla forma de deshacerse de él.
El especialista en el tema paraguayo -Taylor- coincidió con Casey, pero advirtió sobre que el proceso sería largo, pues la oposición carecía de dirigentes formados y de masas de apoyo.
El veterano Bauer no contuvo su disconformidad con la orientación que se le estaba imprimiendo en el debate y llamó la atención sobre un hecho reciente, que le tocó de cerca a los Estados Unidos:
- No les voy a hablar de Vietnam, donde nuestra suerte fue adversa. Les daré un ejemplo más reciente, el de Somoza. Alimentamos bajo el gobierno de Carter la caída del dictador y hoy por hoy nos enfrentamos a un mal mayor. Para mí, lo que sugiere el embajador es más que claro y correcto: no se podrá prescindir de Stroessner por muchos años más. Les ruego me disculpen si esto muy equivocado, pues no soy especialista en Paraguay, pero creo que debemos temer más después de lo que pasó en Nicaragua, que al final de cuentas es lo que también nos había pasado en Cuba, décadas atrás.
Casey observó a Bauer por largo tiempo; luego preguntó al viejo funcionario de la agencia qué le parecía razonable hacer.
Bauer se extendió sobre el tema, pero en síntesis respaldó la posición de la embajada: en primer lugar, financiar los trabajos de minimización de conflictos, y en segundo lugar sostener a Stroessner hasta que surjan fuerzas confiables para administrar el país. Todos habían sido marcados por la experiencia de Nicaragua, que resultara traumática, menos de un año atrás, por lo que inclusive Taylor y Casey dieron el brazo a torcer.
Se decidió respaldar el informe de la embajada en todos sus aspectos.
Asunción, Paraguay, residencia de Somoza, ese mismo día. Somoza había sufrido una terrible pesadilla en la madrugada, por lo que Dinorah había convocado al médico particular de la familia, el doctor Riquelme, quien llegó a la casa a eso de las 04.00 horas. Le suministró al ex dictador nicaragüense un tranquilizante fuerte, inyectable, y recomendó que no bebiese bebida alcohólica sino 12 horas después.
Durmió profundamente, despertando recién a eso de las 14.00 horas, de buen humor. Había soñado con Angela, un sueño de locos. Sin embargo, el buen humor le duró apenas entre 15 y 20 minutos, pues el drama de la posible guerrilla en el Paraguay lo atormentaba. Dinorah le insistía en que todo estaba bajo control, pero el ex dictador no se conformaba, pues recordaba que él, personalmente, había desestimado por completo al Frente Sandinista, que al final lo derrocó.
- No los subestimes, Dinorah. Yo lo hice, por cierto, y me arrepiento de ello. Los "bolches" son enemigos de cuidado, sobre todo cuando la situación económica está mal.
Ella le dijo que también estaba preocupada, pero que creía que el incidente fue un caso aislado, ya bajo control. Trató de hacerle pensar sobre otra cosa y le preguntó:
- ¿Ya pensaste en alguna inversión aquí?
- Hay varias alternativas, pero aún no me decidí...
En eso se acercó una de las empleadas para decirle que le llamaban por teléfono; una mujer. Tomó el tubo y se transformó por completo. Era Angela, quien apenas llamaba para saludarle.
- No muy bien, con todo lo que está pasando.
- ¿Y qué está pasando, le preguntó ella.
- Lo de la guerrilla...
- ¡Por Dios!,
"Tachito ", eso fue un pequeño incidente, totalmente controlado. Las palabras de Angela le tranquilizaron. Le preguntó cuándo podían verse y ella le dijo que pronto, en pocos días, que ella le avisaría. Se despidieron después de casi 10 minutos de charla informal. El humor de Somoza había mejorado notablemente. Pidió un vaso de vodka.
IV
SE RECLUTA EL GRUPO OPERATIVO
22 de marzo de 1980. Madrid, España.
"Ramón", quien arribaba en el aeropuerto, se movía por diversos países el mundo con documentación falsa. Llegaba como presunto uruguayo, ejecutivo de una empresa de productos lácteos.
Su pasaporte estaba hecho a la perfección: presuntamente calvo, con anteojos claros. "Ramón" inclusive vestía corbata ese día, lo que era totalmente inusual en él. Los trámites de Migraciones se hicieron sin inconvenientes.
Siempre que se hacia un viaje de este tipo había tensión y se preparaban esquemas especiales. Armando y Julia lo esperaban en el aeropuerto, ansiosos por tener noticias de primera mano de Nicaragua, donde apenas ocho meses atrás se había tomado el poder. De lejos, pudieron ver a""Ramón" sonriente, lo cual significaba que el paso se había hecho sin problemas.
Salieron apresuradamente del aeropuerto, sin hacer comentarios, y subieron al coche de Armando, que salió rumbo al centro de Madrid, donde tenía alquilado un departamento. En el coche, la conversación se centró sobre Nicaragua:
- Fue dura la pelea, comentó Julia.
- Bastante. Para mí fue una experiencia fabulosa, distinta. Ahí se pasó de una clásica guerra de guerrillas a una guerra de posiciones; en tiempo récord, contestó "Ramón" luego de encender un cigarrillo.
- ¿Y el proceso fue ordenado?.
- ¡Por Dios! Fue caótico, pero las piezas se fueron armando casi sin grandes dificultades, no había tiempo para pensar, para hacer cálculos...
- ¿Y ellos?.
- Esa fue la ventaja. El resultado final fue más por errores de ellos que por aciertos nuestros.
- ¿Las brigadas?.
- Jugaron papeles contradictorios. Como se dieron mucho espacio a las mismas, algunos abusaron y apostaron a marcar el curso de las acciones. Los del Frente no lo permitieron.
- Entonces, no es que fueron muy bien tratados.
- Nosotros sí, invariablemente, pero algunos grupos "Trotskos" terminaron siendo expulsados.
Estacionaron el coche en el garaje, debajo del edificio, y subieron. Julia le dijo que pedirían pizza por teléfono para la cena y que después saldrían, si quisiese.
- No, sobre todo quiero hablar-, dijo "Ramón".
Se puso cómodo en el sofá, encaró a Julia y Armando, y les dijo que suponía que estarían extrañados por su presencia en España. Armando y Julia estaban más que extrañados, por lo que le pidieron que les cuente qué era lo que lo había llevado hasta allá:
- ¿Quieren que les hable de ello?.
- Cuando tú quieras. Por nosotros, podemos seguir hablando de Nicaragua, respondió Armando.
- No -dijo "Ramón"-, vamos al grano. Estoy preparando un grupo operativo del más alto nivel para una acción muy especial.
- ¿Se puede saber de qué se trata?.
- Lastimosamente, no. La idea no es complicada, se ajusta a los pensamientos que compartimos, pero los datos concretos se les dará en el momento apropiado.
- ¿ Con quiénes contás?.
- Todo está comenzando. Pero vamos a necesitar de por lo menos 10 o 12, mitad hombres y mitad mujeres.
- Debe ser para algo muy importante -bromeó Julia- por eso muchas mujeres.
- El tema es muy importante, ciertamente, pero los que irán a entrar tienen que ser de primerísima. No se puede improvisar.
- ¿Cuántos ya tenés?, preguntó Armando.
"Ramón" quedó pensando muy brevemente, y dijo:
- Cuatro, si ustedes entran.
- Pero por supuesto que estamos dentro, replicó Julia, visiblemente contenta.
- ¿Tienen que ser todos de nuestro viejo equipo?, preguntó.
- ¡Todos!.
"Ramón" le dijo a Julia que participase del proceso de selección, sobre todo para identificar a las mujeres. Esa noche, hasta la madrugada, se pasaron haciendo listas, tratando de ubicar a los posibles candidatos.
Adolfo y Nicole estaban en Suecia; podrían ser. Pedro, Julián, Ricardo, Osvaldo,... Hombres sobraban. Pero entre las mujeres había más dificultades, pues algunas no estaban disponibles por completo, debido a compromisos de diversos tipos. Manuela, por ejemplo, tenía tres hijos pequeños. Hubiese sido ideal, pero no valía la pena siquiera intentarlo.
Armando le dijo a "Ramón" que había bastante gente en México.
- ¿Cómo quién?.
- Silvia.
- ¿Pero ella no está presa?.
- Salió hace dos meses y se instaló en México. Según me comentaron, está más firme que nunca.
- Me gusta, dijo "Ramón", quien tenía buenos recuerdos de Silvia, que al ser presa y torturada a nadie "le cantó".
Julia estaba profundamente dormida en el sofá. Tenían 23 nombres de personas de la más absoluta confianza, con sus coordenadas: país en que se encontraban y formas de hacer contacto.
Parecía que el trabajo sería fácil, pero "Ramón" no quiso adelantarse a los hechos. Prefirió que al día siguiente prosiguiese la tarea de barajar otras posibilidades…
Cuando Julia y Armando se juntaron con él a la mañana, se llevaron una sorpresa. "Ramón" les pidió a cada uno que escribiese en una página todo lo que sabían sobre cada uno de los candidatos:
- El perfil de cada uno debe reflejar con honestidad sus puntos fuertes y sus puntos débiles.
Armando comprendió que el trabajo sería un poco más largo, pues "Ramón" cruzó las informaciones e hizo después una suerte de preselección. Le quedaron 13 de los 23; los demás no irían a correr.
- ¿Serán suficientes?, preguntó Armando.
- Más que suficientes.
- ¿Cómo hacemos?.
- Ustedes se irán a Suecia -dijo "Ramón"- a visitar a Osvaldo. No le explicarán nada, pero le dirán que están en contacto conmigo. Si está dispuesto a verme, que venga hasta Madrid.
El 30 de marzo partieron Julia y Armando con destino a Suecia y el 3 de abril, "Ramón" tuvo el primer retorno de ambos: Osvaldo los acompañaría, pero recién podía salir el día 10, por unos ajustes que tenía que hacer en Suecia. A "Ramón" le pareció bien.
El 11 llegaron todos a Madrid. Osvaldo estaba casi eufórico. Saludó a "Ramón" de manera efusiva; se encontraba al borde del llanto.
- Pensamos que no saldrías...
- Está todo bien, Osvaldo, está todo bien.
Osvaldo habló extensamente con "Ramón". Este le comentó todo lo relativo a Nicaragua, le dijo que Alfredo estaba bien y que muchos habían sido tremendamente golpeados en la Argentina.
- Pero no les condeno a los que se quebraron, flaco, fue una cacería de una brutalidad inédita, sin precedentes y sin posibilidades de prever, de imaginar.
"Ramón" describió rápidamente los brutales métodos de tortura empleados por los militares: violaciones, mutilaciones, además de humillaciones y golpes sin límites. Todos lo observaron en silencio, tratando de ni siquiera imaginar lo que había pasado, pues muchos de sus amigos habían quedado para siempre en lo que dio en llamarse "Guerra Sucia", que costara la vida de por lo menos 30.000 argentinos, la inmensa mayoría jóvenes.
La dictadura de la Junta Militar argentina se instaló en marzo de 1976 y a partir de entonces se había declarado la guerra sin cuartel a los movimientos armados de la izquierda, primero, a "Montoneros" y el ERP, sobre todo, y después contra todo foco de contestación progresista y democrática, real o aparente.
Los militares hicieron barbaridades inéditas; fue una oleada represiva interminable, que no conoció límites de ningún tipo. De alguna manera, los del ERP habían sido menos golpeados, pues la dirección política, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, dispuso que los cuadros y activistas más expuestos saliesen del país, mientras que el movimiento "Montoneros" cayó en la trampa de enfrentarlos, pese que su propia Inteligencia aconsejaba replegarse. Fue una cacería humana.
De todos modos, Osvaldo quedó conforme al saber que la gran mayoría consiguió salir del país.
- Fue más que atinada la decisión de Mario Roberto Santucho. Cuando me sacaron, me costó resignarme. Ahora, sin embargo, admito que fue lo mejor.
Convencer a Osvaldo para sumarse al grupo resultó muy fácil. Solamente puso una objeción. Por cuestiones personales debía quedarse en Suecia hasta mediados de abril, pues su esposa, una sueca, estaba por tener un hijo. Después -aseguró- estaba enteramente disponible.
Osvaldo hizo cuestión de proponer a Nidia, quien fuera su compañera en los montes de Tucumán y que se encontraba en Alemania:
-Nadie mejor que ella para preparar documentos, dijo.
Armando y Julia no la conocían, pero no objetaron. De hecho, Osvaldo tenía una trayectoria que no permitía dudar. Había sido de los primeros en salir de la Argentina, en abril de 1976, pues se lo consideraba como uno de los más expuestos a la represión.
- ¿Quién hablará con ella?, preguntó "Ramón".
- Yo mismo -dijo Osvaldo- y aún este mes.
Osvaldo se sumó en las mismas condiciones que Armando y Julia: sin saber de qué trataba la acción importante de la que participaría. Salió de Madrid el día 16, decidiendo pasar por Alemania antes de retornar a Suecia.
Nidia habló con Osvaldo y para el 20, "Ramón" ya manejaba como cifra cierta 6 de los 12 que debían ser. El grupo se iba completando.
"Santiago", por su parte, se dirigió a Brasil, ingresó a Paraguay, e hizo contacto con "Martín", "el paragua", con quien tantas veces había charlado durante horas y horas en los montes de Tucumán.
"Martín" era más argentino que paraguayo, pues si bien había nacido en Paraguay, creció en la Argentina, hizo su militancia allá y retornó al Paraguay apenas de manera provisoria, mientras la "guerra sucia" fuese muy intensa.
En el Paraguay hizo de todo, pero terminó estableciéndose en Encarnación, ciudad fronteriza con Posadas, Argentina, desde donde de vez en cuando hacia incursiones al país que realmente despertaba en él las mejores sensibilidades. Tenía una pequeña librería en el centro de Encarnación y se había vinculado fuertemente a una muchacha asuncena, que tenía poca formación política, pero que cooperaba con él en todo.
- ¿Qué cuestiones concretas querés que vea, flaco?, le dijo "Martín" a "Santiago".
- Todo lo relativo al paso. En algún momento, para experimentar, haremos algo más osado.
Durante los dos días que "Santiago" quedó en Encarnación, escuchó a "Martín" hablar sobre la realidad política paraguaya.
- La cuestión aquí es brava -dijo-, pues se trata de un régimen policiaco, que todo lo tiene bajo control.
- ¿Y la oposición, la izquierda.... ?
- La izquierda fue literalmente destrozada en los 70, entre el 74 y el 76; la oposición es inexpresiva. Así como están las cosas, es más probable que el hombre llegue a Marte antes que Stroessner caiga.
- ¿Y qué se sabe de Somoza?.
- En realidad, yo sé poco o nada. Sé que anda por ahí, metido con una modelo muy conocida, pero más nada; nunca me interesé mucho en el tema.
"Santiago" nada más preguntó, pero le dijo a "Martín" que volvería, ya que debía ver cómo funcionaba el tema del paso a la Argentina y sobre todo de introducir cosas desde allá, como armamentos.
15 de abril, Asunción, Paraguay.
Somoza había marcado un encuentro secreto con Angela, en las afueras de Asunción. Cuando llegó al desvió que va a San Bernardino, pudo percatarse de que había un coche moderno, color bordó, estacionado al costado, como si estuviese descompuesto.
- Déjame aquí mismo y vuelve por mí exactamente dentro de tres horas.
El reloj marcaba 20:05 y era la primera vez que el otrora poderoso mandatario salía sin los hombres de su custodia. Tenía mucho más controlado el pánico que le había causado apenas un mes antes del surgimiento de una presunta organización armada en Paraguay.
- ¿Viniste? solo, preguntó Angela, un tanto nerviosa.
- Solamente con el chofer, que ya volvió, respondió, subiendo al moderno vehículo deportivo.
- ¿Adónde vamos?.
-A uno de los lugares más lujosos del Paraguay, es un sueño. Tal como había dicho Angela el motel era un derroche de lujo, casi un departamento finamente amueblado, con pileta de baño, bañera con hidromasaje,...
Somoza le quiso abrazar.
- Despacio, le dijo ella, tomándolo de la mano y llevándolo en dirección a un balcón que estaba en la penumbra, donde encendió la vela roja, colocada en el centro de la mesa y le pidió que abriera la botella de Champagne.
Angela vestía una ropa escotada, negra, con tajos bien abiertos, que mostraban sus largas y perfectas piernas. Somoza estaba sumamente excitado e impaciente, pero era ella la que tenía la situación en sus manos.
- ¿Trajiste lo que te pedí?.
Somoza le señaló el maletín. Angela abrió, vio en el mismo varios fajos de dólares, lo volvió a cerrar y le dijo.
- Es apenas un préstamo, querido, pero serás ampliamente recompensado por ello. Levantó sus piernas sobre las de Somoza, le puso una fruta de uva en la boca y le besó de manera apasionada.
La reacción de Somoza fue de absoluta lujuria. Fueron dos horas de pasión desenfrenada. Terminado el encuentro, Somoza fue llevado de vuelta por Angela hasta el cruce San Bernardino, donde lo esperaba el Mercedes Benz azul.
Somoza le preguntó al chofer si se sabría lo de su encuentro.
- Es posible que no, presidente, pero aquí en Paraguay todo se sabe, nada se oculta por mucho tiempo.
Desprenderse de 5 mil dólares le pareció una tontería. No recordaba haber pasado una noche como esa. Llegó a su casa, no quiso volver a salir, se sirvió un vaso de vodka y paseo al borde de la pileta. Después de esa noche se tornaron frecuentes los encuentros con Angela.
La propia Dinorah se encargó de divulgar el tema, lo que pronto llegó a oídos de la pareja de la modelo, cuyas reacciones celosas se tornaron cada vez más agresivas. En encuentros entre HDD y Angela, ésta negaba la supuesta relación.
- No es cierto, es una infamia de la loca de su mujer.
- Mirá que sí es verdad, voy a reaccionar con todo. ¡Ese ex dictadorzuelo no vendrá aquí a Paraguay a hacer lo que se le canta!.
- Por Dios, Humberto, no te dejes llevar por chismes sin fundamento. Dicho eso, Angela se lanzó a los brazos de Humberto y todo se convirtió en lujuria.
México, 22 de abril.
"Ramón llegó en el vuelo directo desde Madrid y le esperaba Silvia, que le conocía por fotografía. Para identificarse, ella llevaba un vestido enteramente negro y un gorro rojo. Su pelirroja cabellera natural caía sobre la espalda como una cascada luminosa, sus pecas estaban ligeramente resaltadas con maquillaje. Cuando "Ramón" la vio, no tuvo la menor duda: era ella y era hermosa, tal como le habían contado. Se acercó:
- ¿Andrea?, preguntó.
- La misma que viste y calza, 1e respondió, en una suerte de "santo y seña".
Subieron a un taxi y Silvia indicó al chofer la dirección:
- Mejías, al 400.
Durante el trayecto, "Ramón" le habló de Madrid, proyectando la impresión de que eran viejos conocidos. Llegaron al lugar y se bajaron. Silvia le dijo que le parecía mejor que se quedara en su departamento.
- No hay necesidad de que te alojes en un hotel, pero de todos modos hice la reserva, pero como vivo sola pienso que podemos quedarnos en casa. Te aseguro que no corrés peligro.
- En todo caso, la que estaría en peligro serías vos -respondió "Ramón"- pues soporto casi un año de abstinencia y sos mucho más linda de lo que me contaron.
Esa noche fue más que buena para "Ramón". Para Silvia él era una leyenda viva, por lo que estaba dispuesta a cualquier cosa. No obstante, el relacionamiento debía ser esencialmente profesional, por lo que pensó que sería imprudente un desliz.
"Ramón" le explicó rápidamente lo que le llevaba hasta ahí. Silvia dijo que no solamente estaba dispuesta, sino que se sentía honrada de poder trabajar con él.
- Quiero llevarte esta noche a un lugar precioso, le dijo.
"Ramón" percibió que ella estaba sinceramente impactada y que todo lo hacía con absoluta sinceridad, con la expresa finalidad de agradarlo. Aceptó salir con ella, pero insistió en alojarse en el hotel. Acordaron que a las 21 horas, Silvia pasaría por él. Salieron. Silvia le llevó a un restaurante de clase media, donde un poco después de sentarse, un grupo musical anunció que en esa noche de boleros, recordarían a Agustín Lara. Cantaron un clásico. Silvia le invitó a bailar.
Los dos se apretaron largamente durante el baile. "Ramón" lamentaba no poder avanzar, pues eso podía contaminar cualquier acción. Se conformó con tenerla entre sus brazos durante la noche y con despedirse de ella con un prolongado beso.
- ¿Estás seguro de que no querés ir hasta casa?, insistió Silvia.
- Quiero pero no debo, dijo "Ramón" y penetró en el hotel con paso firme.
Al día siguiente, el vuelo de "Ramón" salía a la tarde. Ella le quiso acompañar hasta el aeropuerto, pero él le dijo que prefería ir solo.
El día 24 de abril, "Ramón" se encontró con "Santiago" en Managua. Todo estaba en orden. El estaba curioso con respecto a las gestiones que "Santiago" había realizado en Brasil, Paraguay y Colombia.
- A mí me fue estupendo, flaco, cuéntame todo lo que conseguiste hacer.
- Brasil presenta un buen ambiente, bastante relajado. La derecha está en una suerte de retirada ordenada, pero en retirada.
- Tendremos garantías suficientes.
- ¡Totales!, que no te quepa la menor duda.
"Santiago" le refirió que desde 1978 se había iniciado una ola de huelgas obreras en San Pablo, el mayor centro industrial del país, que puso literalmente en retirada a las Fuerzas Armadas.
La presión externa e interna eran fuertes por la redemocratización, de donde era de esperar que los militares fueran retornando a sus cuarteles. Le habló largamente de un personaje militar, Golbery, quien asesoraba a los militares de manera muy astuta, y de un líder obrero, "Lula", que causaba constantes dolores de cabeza a la derecha...
- ¿Y Paraguay?.
Le refirió todo lo relativo al alzamiento campesino de marzo, el "caso Caaguazú", pero insistió en que todo indicaba que estaba controlado por la férrea dictadura stronista.
- ¿Tendremos en quién apoyarnos?
- En Paraguay tenemos un contacto clave,
"Martín", quien quedó encargado de montar el esquema para el paso de gente y de equipos desde Posadas.
- ¿Es confiable?.
- En cien por ciento. Es al que en las selvas de Tucumán lo llamaban "el paragua "; un compañero de una sola pieza. ¡Excelente!.
- ¿Conseguiste informaciones sobre Somoza?.
- Nada, prácticamente nada, pero está allá, parece que zambullendo en el ruido asunceno.
- ¿Y tu gestión en Colombia?.
- Eso fue lo mejor, de hecho. Los compañeros no quisieron saber detalles de la operación. Les comenté que estabas vos y se dispusieron a apoyar en todo. Es más: se niegan a que aportemos algo. Ellos dicen que irían a costear todo.
"Ramón" se sentía satisfecho. Le dijo a Alfredo que había que poner en movimiento el proyecto y que a más tardar para el 30 de abril debían concentrar a todos en Bogotá.
- Ellos nos cederán un campo especial de entrenamiento, cerca de Cali....
- Si, sí.... Tenemos que movernos ya.
V
ENTRENAMIENTO INTENSIVO
Bogotá, 19 de abril.
"Santiago" fue el último en llegar. Fueron a esperarlo Armando, Julia y "Ramón". Fue toda una fiesta. Julia no pudo contener las lágrimas y Armando lo abrazó emocionado por largo tiempo.
- ¿Qué se hizo de vos, flaco?, preguntó Julia.
- Hice de todo un poco, pero estoy aquí, pronto para trabajar con ustedes.
La entrada de un grupo de cumbiamberos les atrajo la atención. La música era muy conocida, pero la atractiva coreografía cautivó la atención de todos. Fueron un tanto imprudentes, si se quiere, pero asistieron al mismo, pese a que estaba preparado para un director de teatro francés, que también llegaba en el mismo vuelo.
Unas mulatas vestidas con blusas escotadas y polleras rojas movían de manera insinuante las caderas, mientras animados músicos ejecutaban alegres algunos clásicos de la cumbia, una música popular propia del país. No solamente ellos quedaron a mirar; varios grupos de turistas europeos y americanos también se acercaron y disfrutaron del llamativo espectáculo.
- Tómalo como si te lo hubiesen dedicado a ti, decía Julia, contenta.
Salieron del aeropuerto y les esperaba una camioneta de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que hizo maniobras para ellos un tanto raras. A escasos dos kilómetros cambiaron de vehículo. La señal fue simplemente un pañuelo verde, que el chofer agitó al parar.
El otro vehículo era mayor y además del chofer iba un hombre muy formalmente vestido, de unos 55 años, canoso, que más bien parecía un empresario, antes que un militante de izquierda, propiamente. Nadie habló durante más de 30 minutos de viaje. Casi al llegar a una suerte de estancia, el hombre bien vestido les dijo:
- De aquí van a volar hasta Medellín. Les pido mucha serenidad, pues hay muchos controles por cuestiones de drogas.
En Medellín, ciertamente, los controles eran ostensivos. Policías y militares, acompañados de perros especialmente entrenados, se acercaban a todos y uno de los militares hizo cuestión de revisar la bolsa de mano de Julia. Abrió el bolsón, pero nada de extraño encontró: un libro de bolsillo, elementos de maquillaje, documentos,...
Las preguntas que hicieron fueron las de rigor, fáciles de responder: ¿Qué venían a hacer a Medellín?, ¿dónde irían a alojarse?, ¿cuánto tiempo tardarían?... Ninguno se puso nervioso; respondieron con tranquilidad, haciéndose pasar de turistas rioplatenses. A los agentes de seguridad nada les llamó la atención. De hecho, todos eran bien parecidos y sin duda alguna del Río de la Plata.
Dejados en paz, los esperaba una pareja de colombianos, también muy bien parecidos. El se acercó a uno de los militares, le dio una tarjeta y le dijo:
- ¿Hay problemas con ellos?. Son nuestros invitados, que llegan del Uruguay.
- No señor -respondió el militar-, es apenas un control de rutina.
Abordaron dos automóviles y se retiraron del aeropuerto de Medellín, rumbo a un lugar hermoso, en las afueras de la ciudad, perfectamente embutido en el espeso bosque. Tras distanciarse unos 40 kilómetros, los vehículos ingresaron en un campo amplio, muy bien montado, a juzgar por la entrada, perteneciente en apariencia a algún próspero oligarca de la zona.
No era así. En realidad, la quinta era de propiedad de las FARC, que estaba a nombre de Pedro Almirón, un fino militante de la organización guerrillera, que hacía el papel de empresario dedicado a la agro-exportación.
"Los Pinos" era una estancia, que contaba con alrededor de 110 hectáreas, donde funcionaba una suerte de granja para la cría de varios tipos de animales, inclusive algunos vacunos.
No era el "negocio fuerte" de Almirón; sino una inversión inmobiliaria importante, que podía costear con sus ganancias en la actividad exportadora. Eso, para afuera. Por dentro, "Los Pinos" era un centro de adiestramiento especial, utilizado por las FARC para el entrenamiento de grupos operativos especiales, como ser los que estaban destinados a organizar secuestros.
"Ramón", "Santiago", Armando y Julia llegaron y saludaron a los demás, quienes ya se encontraban allí. Pedro Almirón, el hombre finamente vestido, tomó a "Ramón" del brazo y le condujo hasta un rincón.
- Este es un lugar especial para nosotros. Tienen todo: gimnasio, cuadra de tiro, armas, proyectiles,... Los vecinos son compañeros. Si escuchan una explosión bien fuerte es una señal de alerta y vendrán a buscarlos para sacarlos. Por lo demás no se preocupen.
- Tenemos que hacer algunas prácticas en la ciudad.
- Podrán ir sin problemas. Hay dos vehículos livianos y una camioneta para su uso. Tomen medidas especiales: sin armas, sin materiales de lectura, siempre con algún tipo de documentos, sin nada que pueda despertar sospecha o llamar la atención....
"Ramón comprendió perfectamente que la situación de las FARC era delicada, pues había dos guerras en Colombia: la de las guerrillas y la de las mafias. Dos organizaciones delictivas, que se dedicaban al tráfico de cocaína, en Cali y Medellín, tenían como locos a los medios de seguridad.
Por otra parte, las FARC operaban desde los 60, así como el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y después otro grupo armado, el M14, por lo que tanto las fuerzas militares como policiales del país se encontraba en situación de permanente alerta. "Ramón" apostó a darle serenidad a Pedro:
- Vaya tranquilo, compañero. Para mañana, todos ya habrán leído por completo el manual de instrucciones.
"Ramón" reunió a todo el grupo y les dijo:
- Todos están aquí conscientes de que no todos irán a participar del operativo. De los 12, serán directos participantes 9, por lo que les pido que en el momento de la selección definitiva nadie haga problemas.
- ¿Ya se puede saber de qué se trata?.
- No. Lo que sí se puede saber es que el entrenamiento durará tres meses y consistirá en ejercicios físicos, militares, manejo de armas, simulación de situaciones, juegos en la ciudad,... Se van a divertir.
- ¿Por dónde empezamos?.
- Por el manual de instrucciones. Para mañana, todos tienen que haberlo leído por completo. Cualquier duda y hablan conmigo.
Esa noche, todos hablaron entre sí. Se manejaban por los nombres que habían escogido para cada cual, sin inquietarse por ello. Todos eran experimentados militantes de izquierda, que durante muchos años se habían manejado con "nombres de guerra", sin que se importasen siquiera por saber detalles de la vida del otro.
Al día siguiente, a eso de las 08.00 de la mañana se escuchó una tremenda explosión. Todos se asustaron. Pocos minutos después llegaron dos jeeps militares para evacuarlos. El comportamiento de la mayoría fue torpe. El compañero "Aníbal", encargado de la operación tuvo que manifestar ante todos su desagrado.
- No es posible, compañeros, no es posible. Han sido demasiado lentos.
Todos los del grupo se avergonzaron. "Ramón" les aclaró que el incidente era parte del entrenamiento, pero que ante esa señal había que abandonar todo, absolutamente todo, y disponerse a evacuar el campo.
Instó a la gente a actuar con rapidez y determinación. La cuestión era simple, pues además de desarrollar respuestas ágiles, debían preservar el campo de adiestramiento de las FARC, que muy generosamente había sido cedido para el entrenamiento del grupo.
Armando y Julia casi fueron reprendidos, pues fueron los últimos en llegar. Armando dijo que tenían objetos comprometedores que podían ser sospechosos si eran encontrados, de donde "Ramón" les dijo que todo debía estar siempre dispuesto para una evacuación de emergencia, que debía ser rápida, sin pérdida de tiempo.
Durante el resto del día el trabajo fue familiarizarse con el manual de instrucciones, que contemplaba hasta el más mínimo detalle de lo que se podía hacer y qué no. El nivel de inseguridad era alto, por lo que en la reunión general de los 12 se preguntó por qué no se había optado por un lugar más manejable. "Ramón" explicó que parte del entrenamiento era ese, precisamente:
- Hay que acostumbrarse a un nivel alto de inseguridad. Esto es parte esencial del entrenamiento.
- ¿Y lo de los embutes?.
- El lugar debe quedar enteramente limpio, como para soportar cualquier allanamiento.
La rutina del primer mes fue única. A la mañana, bien temprano, como a las 06:30 comenzaban los ejercicios físicos: caminatas y trotes. Concluía esta fase a las 09 horas, con la gente enteramente agotada. Todos sudaban, pues si bien el lugar era bien arbolado, el calor era riguroso.
Tomaban baño y desayunaban de manera liviana, para retomar a las 10 horas la segunda parte, que consistía en práctica de tiro. En el stand se estaba hasta las 12 horas, manejándose diversos tipos de armamentos: desde revólveres 22 hasta fusiles FAL. Después del almuerzo, había charlas que eran preparadas por "Ramón", sobre aspectos de la realidad latinoamericana, seguido de un descanso hasta las 15.30, hora en que comenzaban entrenamientos físicos fuertes: defensa personal, sogas, corridas con vallas...
A la noche, después de la cena, se escuchaba música de protesta, invariablemente, y luego se liberaba a todos hasta dormir.
Los resultados del entrenamiento intensivo satisfacían plenamente a "Ramón": los que estaban excedidos de peso bajaron, todos se tornaron más ágiles y musculosos. Nadie sabía para qué el entrenamiento, pero todos presumían que era para algo muy importante.
"Carlos", el más joven de todos (24) fue el primero en salirse del programa. Escalando una valla cayó y se fracturó, por lo que se lo tuvo que llevar de emergencia a la ciudad, a un hospital, donde fue tratado. Se le enyesó y se lo mantuvo como observador un breve tiempo, hasta sacarlo a Canadá.
"Ramón" lamentó mucho el incidente, pues desde su punto de vista "Carlos" podía desempeñar un papel importante en el operativo. Se lo sacó en el marco de un aparatoso esquema de seguridad, pese a la ciega confianza que en él tenían, pero lo más lamentable fue que desde el segundo mes, el grupo tuvo que ser trasladado a otra región, por razones de seguridad.
El nuevo lugar ofrecía ventajas con respecto al anterior, en el sentido de que era más protegido; más amplio, cercado de bosques tupidos. Desde el punto de vista de la estadía, sin embargo, era más problemático, lo cual obligó al grupo a dividir a quienes debían estar en el cuarto de varones y en el de mujeres. La vieja edificación era amplia, pero con pocos cuartos.
El segundo mes de entrenamiento fue más complejo, pues a la tardecita, hasta por lo menos las 22 horas, debían trasladarse a la ciudad, donde se hacían diversos tipos de ejercicios. Se trabajaba siempre en parejas y los ejercicios parecían juegos, como seguirse; buscarse, después de separarse; conversar sobre cuestiones banales con policías y militares.
En la ciudad se sentía con fuerza el peso de la inseguridad. El sistema ostensivo de vigilancia intimidaba y muchos de los militares, sobre todo, se caracterizaban por ser extremadamente desconfiados con respecto a los extranjeros.
Armando y Julia, por cierto, pasaron un mal momento el 21 de mayo, cuando fueron detenidos por unos militares, quienes los llevaron hasta un cuartel, donde fueron interrogados.
Armando pasó por momentos de extrema tensión, pues fue largamente interrogado por dos militares, esposado a una silla. No lo golpearon, pero lo trataron con dureza. Julia fue objeto de vejámenes, pues además de ser desnudada y cuidadosamente revisada por dos militares mujeres, después un teniente quiso abusar de ella. Ambos pedían entrar en contacto con el cónsul de Uruguay.
Los dejaron en libertad pasada la medianoche, frente al hotel Panorama, donde irían a hospedarse. La versión no convenció a los militares, por lo que volvieron hasta el hotel:
El capitán Gómez estaba furioso con el error de procedimiento, pues de acuerdo con lo que le decía a Méndez, el responsable directo de la liberación de los mismos, era preferible contactar con el consulado. Entre quejas y recriminaciones, llegaron al hotel Panorama.
- No hay ningún uruguayo, señor, les dijo el encargado.
Los militares pasaron a revisar los documentos de cada uno de los hospedados. Se habían esfumado. El capitán Gómez lamentó en voz alta lo ocurrido:
- Creo que perdimos dos presas importantes, de la "zurda"
En el centro de entrenamiento se vivió momentos de alta tensión. Se hizo todo el preparativo para evacuar el lugar, que se había tornado inseguro. A eso de las 01:00 horas del 22, un vehículo se acercaba lentamente, dando señales de luces. "Ramón" intuyó que eran Armando y Julia. Subió rápidamente al jeep acompañado de "Santiago", ambos bien armados, y fueron al encuentro. Quedaron a 50 metros. Armando se bajó, sereno, y levantando las dos manos caminó lentamente hacia el vehículo. "Ramón" se bajó y le gritó:
- ¿Todo en orden?.
- Todo, respondió.
Se dirigieron a la casa en lenta caravana. Cuando "Ramón" se enteró de lo ocurrido, esa madrugada, sabía que al día siguiente tenía que solicitar un encuentro con los de las FARC, pues era necesario montar un esquema de seguridad especial. Armando y Julia se habían salvado por un milagro, pues la manera en que estaban (Sin valijas, billetes de pasajes,...) no resistía interrogatorio alguno, siendo su versión de que eran turistas, muy endeble.
El día 22, a eso de las 16 horas, "Ramón" y "Santiago" se reunieron con dos importantes miembros de las FARC, de la sección de Inteligencia, intercambiando pareceres sobre las medidas a ser tomadas. Se trataba de "Cándido" y "Mercedes", siendo ella la más importante, en apariencia. Dijo:
- Bueno, compañeros, a nosotros nos parece que podemos hacer una de dos: suspendemos las incursiones urbanas o lo hacemos bajo estrictas reglas. ¿Qué piensan?.
- ¿Y sí solamente los sacamos de circulación a Armando y Julia?.
- Hemos analizado esa alternativa, pero de igual modo los demás estarían expuestos a riesgos.
- ¿Otra idea?.
- Se nos ocurre que la mejor jugada sería cambiar radicalmente su esquema general, dijo "Ramón".
- ¿De que manera?.
- Hagamos exclusivamente el entrenamiento físico y militar hasta finales de mayo y en junio los instalamos en la ciudad. ¿Me explico?.
- Perfectamente. Creo que eso es lo más apropiado.
A "Santiago" también le pareció razonable la propuesta. Esa misma noche, ""Ramón" comenzó a trabajar en los cambios en el programa de entrenamiento. Toda medida de seguridad resulta insuficiente; ese era el lema. Y lo que les estaban ofreciendo los colombianos les venía como anillo al dedo. De todos modos, lo único que habría que incorporar era una rutina diaria de ejercicios fuertes para cada uno de los integrantes. Y eso era perfectamente viable.
Durante la mañana del 23, "Ramón" explicó a los demás miembros del grupo que se estaban operando cambios de planes. El trabajo se intensificaría en el campo de entrenamiento.
- Julia, Pedro y Silvia tomaron cursos especiales con una especialista de las FARC en falsificación de documentos, dinero...
- Armando, "Ramón" y "Santiago" dieron un curso con explosivos, realizando pequeños ensayos.
- Osvaldo, Eva y Francisco se especializaron en conducción de vehículos a alta velocidad y en terrenos accidentados.
- Bárbara y Camila hicieron un curso fino en comunicaciones: fidelidad, técnicas, reparaciones.
Al margen de todo esto, que les ocupaba más de cuatro horas por día, inclusive sábados y domingos, la rutina fuerte de entrenamiento físico y militar prosiguió con rigurosidad.
Concluida la primera semana de junio, se previó el traslado de todos a la ciudad. Se instalarían en la capital, Bogotá, en 5 lugares diferentes.
Cada cual recibió un folleto en que constaba su "cobertura". Se manejaron con nuevos documentos, preparados por Julia y Silvia, y comenzó el entrenamiento urbano. Estaban conectados en dos grupos, coordinados a su vez por "Ramón".
Durante el largo período de entrenamiento, no se produjo ningún incidente.
Nadie entendió por qué nunca se emplearon vehículos, pero eso estaba reservado para el final. La última semana, a distintas horas, de mañana, de tarde y de noche, Osvaldo, Eva y Francisco dieron muestras sobradas de su habilidad como conductores.
En una ocasión, Osvaldo tuvo que huir de dos patrulleras que lo persiguieron por más de media hora en las calles de Bogotá y salió ileso. Para "Ramón", había aprobado el curso. Osvaldo, hasta horas después, seguía asustado.
El momento clave se dio el 2 de julio, oportunidad en que los 11 se reunieron en una casa ubicada en las afueras de Bogotá y se tenía que formar el grupo operativo definitivo.
- Todos demostraron estar suficientemente preparados para llevar adelante la operación que nos convoca, por lo que estamos ante la difícil tarea de elegir.
- ¿Y si entramos todos en el ruedo?, preguntó Osvaldo.
- Nunca lo había pensado, replicó "Ramón", interesado en la propuesta.
Le pareció que podría ser, pero les dijo:
- Entraremos todos, pero sin preguntas. A cada cual yo le asignaré un papel. Nadie podrá objetar ni preguntar nada fuera de lo dicho. En mi ausencia, el responsable será "Santiago".
Todos asintieron. Se sentían en perfecto estado para operar, cualquiera fuera el desafío. "Ramón" pidió un receso de 30 minutos y luego todos volvieron a reunirse.
- La operación se hará en Paraguay. Básicamente, el grupo que entrará al país será de seis y cinco conformarán el grupo logístico, operando en Brasil y en Argentina.
Había un silencio total. Nadie preguntó, nadie respiró fuerte. "Ramón" prosiguió:
- Creo que los más aptos para entrar en Argentina son Eva y Francisco, pues no están "fichados" y su trabajo será altamente delicado.
- ¿Cuándo nos vamos?.
- Saldrán mañana. Para Paraguay por aire y luego por tierra, hasta Buenos Aires. Después les doy los detalles.
Pedro y Camila, otra de las parejas constituidas, harían "un viaje de placer" y se instalarán en Río de Janeiro. También al día siguiente.
Todos se rieron. Alfredo dijo que sospechaba desde un comienzo que había "onda" entre ambos.... Un momento de relax. "Ramón" esperó unos segundos y luego remató:
- Los demás, iremos a Paraguay.
La reunión concluyó sin que nadie preguntase nada. Había mucho por hacer, de hecho, pues al día siguiente se iniciaba el proceso de ingreso a los tres países.
Con Eva y Francisco, "Ramón" y "Santiago" tuvieron la primera reunión larga. "Ramón" les entregó los documentos, les dio las coordenadas, la cobertura y dos contactos en Buenos Aires.
- De Asunción ustedes viajarán a Posadas, primero, y entrarán en contacto con "Martín"; luego pasarán la frontera, sin exhibir documentos e irán hasta Buenos Aires en ómnibus, donde se encontrarán el jueves con Antonio, en la plaza de Mayo.
Hasta ahí, el trabajo parecía simple, pero luego vendrían a entender por qué resultaría "delicado", a decir de ""Ramón".
Se dispusieron a preparar sus cosas. Al día siguiente saldrían para Asunción, Paraguay, un país ubicado en el corazón de América del Sur.
VI
EL INGRESO A PARAGUAY
Para Pedro y Camila, Silvia preparó hasta un acta matrimonial reciente, procedente de México. Se instalarían en Río de Janeiro, por un mes, y luego se mudarían a Foz de Iguazú, frontera con Paraguay.
Como el viaje estaba marcado para el 5 de julio, "Ramón" dijo que les explicaría el tema de sus misiones. Llamó a Armando y le dijo:
- Tenemos que hablar largamente. Mañana te vas a Chile, con Julia, y después a Paraguay.
- Dime todo lo que tengo que hacer.
- Llegando a Chile, se alojarán en cualquier hotel de 3 estrellas y dos días después saldrán a Asunción, por tierra.
- ¿Es directo?.
- El ómnibus pasa por la Argentina, pero los controles no son muy rigurosos. De todos modos, lo que me preocupa es que allá se tiene que ubicar de la manera más rápida posible dónde vive Somoza.
- Perfecto, ¿qué más?.
- De acuerdo con nuestros cálculos, el 6 de junio llegarás a Asunción. Ahí, te alojarás en un hotel de mediana calidad y al día siguiente comenzarán a buscar una casa donde alojarse. Deben alquilarla por un año.
- Correcto. Armando era de hablar poco; un verdadero hombre de acción.
- El 15 de julio ¡anotá en tu agenda mental!, en el bar del hotel Guaraní, que no les resultará difícil ubicar, vamos a encontrarnos Julia y vos, con Silvia y yo.
Osvaldo se limitó a asentir.
- Llegando allá, traten de buscar para alquilar una casa de clase media-baja y lleven una vida de ritmo normal, como de quienes quieren establecerse por largo tiempo.
Al día siguiente, en vuelos distintos, partían Eva y Francisco, con destino final Argentina, y Armando y Julia, con destino final Paraguay. Todos estaban entusiasmados, firmes en sus convicciones, firmes en el proyecto, sin la menor duda acerca de lo que irían a hacer.
Eva y Francisco cumplieron con su itinerario de acuerdo con lo que les habían indicado. Llegaron a Asunción y esa misma siesta salieron para Encarnación, donde se alojaron en un hotel céntrico. Al día siguiente, se encontraron con "Martín".
Todos hablaron largamente de "Santiago". "Martín" sentía mucha admiración por él. Les comentó que en las selvas de Tucumán, había peleado con "Santiago", bajo su liderazgo.
- ¡Un personaje estupendo!.
Eva le dijo que "Santiago" les había encomendado hablar con él sobre el paso. "Martín" le cortó y con cierto entusiasmo les dijo:
- Ya he montado dos esquemas de primera, por si uno falle. Es por el río. Esta tarde podemos hacer una prueba.
Eva y Francisco quedaron más que entusiasmados, a apenas 20 minutos de coche desde el centro de Encarnación, sobre la costa del río Paraná se abría un interminable espacio verde, absolutamente virgen, apenas salpicado por algunos pequeños "puertos" improvisados, que utilizaban los que practicaban lo que popularmente se denominaba "contrabando hormiga", es decir, contrabando de poca monta.
Pero además de maravilloso, el lugar escogido por "Martín" era muy seguro, Tenía un "pasero" en el lugar, un joven paraguayo de poco hablar, que les invitó a acercarse al lado argentino.
- ¿Y la gendarmería?, preguntó Eva.
- La gendarmería no cuenta; basta con una pequeña propina para manejarla.
Francisco quiso hacer el viaje y fueron. Pudieron constatar que hasta de día el paso era seguro. Explicaron a "Martín" que tenían que ir a Buenos Aires y luego retornar a Posadas para establecerse.
- Para cuando vuelvan a Posadas, ya tendrán su casa preparada.
Ambos embarcaron al día siguiente con destino a Buenos Aires, convencidos de que "Martín" era un compañero atento y expeditivo, que iría a facilitar las cosas.
Eva y Francisco se percataron por primera vez en sus vidas que la vida fronteriza era muy especial, marcadamente particular. Eva siempre había escuchado sobre eso, pero nunca le había dado crédito y siempre, invariablemente, había quedado tensa al tener que pasar una.
En el caso de "Martín", que ya vivía años en Encarnación, todo había cambiado para él; de hecho, se había convertido en un experto en la vida fronteriza. Eva y Francisco pensaron que las cosas irían a ser mucho más fáciles que la prevista, pues se convencieron de que cualquier cosa, inclusive tractores y grandes maquinarias, podrían cruzar la frontera, no burlando los esquemas de control, sino convirtiendo a los mismos en cómplices. Insólito.
Llegaron a Buenos Aires sin grandes inconvenientes, pues los sistemas rutinarios de control en el trayecto estaban visiblemente relajados. No obstante, sobre todo Francisco estaba tenso, por lo que ni bien llegaron apostaron a establecerse en un hotel mediano, pero con suficientes comodidades.
El jueves, tal como se había previsto, se produjo el encuentro de ambos con "Antonio", en la plaza de Mayo. De ahí fueron hasta un bar de clase media, donde entre tazas de café y medialunas, un poco de humo de cigarrillo y un poco de tango, discreto, establecieron formas de contacto y de envío de cosas desde la capital argentina hasta la frontera con Paraguay.
"Antonio" le explicó que enviarían armas, por lo que el esquema operativo debía ser perfecto, ya que de detectarse todos terminarían siendo "chupados" por los milicos.
Eva y Francisco se tranquilizaron al saber que se trataba de operaciones que ya se habían realizado con éxito en el pasado, por lo que existían esquemas operativos que funcionaban bien en el terreno. "Antonio" les dijo:
- Nada hay que improvisar, de modo que si se respetan todas las reglas de juego difícilmente se presentará problema alguno. O sea, el tema es delicado, pero si se lo maneja bien no hay nada que temer.
Las operaciones de ese tipo implicaban altísimo riesgo, pues se hablaba de trasladar a lo largo de cerca de 1.000 kilómetros armas de alto poder destructivo, que si los servicios de seguridad detectaban darían lugar a medidas represivas de imprevisibles proporciones. "Antonio" les había garantizado que se utilizaría una "vía segura" para que lleguen todos los elementos a Posadas.
La entrevista fue única. En ella se acordaron todos los aspectos. Las reglas las fijaban ellos, por lo que Eva y Francisco apenas entraban como piezas de un engranaje complejo, que tenía su propia dinámica.
Fueron tranquilos hasta el hotel, donde descansaron. Francisco averiguó sobre un sauna y esa tarde fue hasta ahí para pasar unas horas. Eva salió a caminar por el centro, comprando algunas baratijas. Todo normal.
Sin inconvenientes, al día siguiente abordaron el bus que los llevaría hasta Posadas.
Julia y Armando, por su parte, viajaron sin inconvenientes hasta Chile, pero salieron de Santiago con destino a Asunción y pasaron un mal momento en la frontera de entrada a la Argentina, pues un guardia se empecinó con que Julia era la misma que estaba siendo buscada, de acuerdo con un catálogo de fotos que tenía.
- ¡Bájense!, ordenó el oficial de gendarmería con tono autoritario.
Tenía en su mano un catálogo de fotografías, de personas que presuntamente estaban siendo buscadas por participación en grupos armados. Eso, de hecho, se había convertido en regla en todas las zonas fronterizas del país. Julia estaba visiblemente asustada, pues la fotografía era efectivamente la de ella.
Bajaron. Ella temblaba; las alternativas eran pocas, si existían.
La tranquilidad de Armando contribuyó en mucho para que la situación se sanara. Habló con el responsable principal de la gendarmería y veinte billetes de cien dólares persuadieron al mismo para que se dejase pasar al ómnibus.
- Olvídese del tema, Gutiérrez, ordenó.
Sin embargo, a horas de haber pasado, Armando convenció a Julia para bajar del ómnibus en Mendoza.
- Yo conozco bien el lugar, flaca. Tomaremos otro ómnibus y llegaremos de todos modos a Asunción dentro del plazo.
Si bien había pasado el momento de extrema tensión, en la frontera, Armando consideraba que el problema no había sido enteramente superado. De hecho, el gendarme comunicó a sus colegas del tema y el ómnibus fue parado antes de pasar a Paraguay, pero los pasajeros ya habían desaparecido.
Fue un escándalo. El chofer refirió que la pareja que había enfrentado un problema en la frontera había abandonado el ómnibus en Mendoza. Se acordaba bien, insistía, pues le habían esperado por largo tiempo, pensando que apenas estaban retrasados.
Los militares estaban nerviosos y se comunicaron de inmediato con Mendoza, pasando los datos precisos sobre Julia. Pensaban que sería difícil cazarlos, pues habían pasado muchas horas desde entonces.
Julia y Armando se alojaron en un hotel de Mendoza. Julia de tiñó el cabello y Armando se afeitó el bigote. Ambos quedaron pasablemente diferentes. De ahí tomaron un ómnibus para Buenos Aires; allí tomaron otro para Formosa, pasaron la frontera a la altura de Alberdi, sin inconvenientes, y luego hicieron un incómodo viaje hasta Asunción, en un ómnibus que literalmente se caía a pedazos.
A Asunción llegaron el 9 de julio, cuando estaba comenzando a anochecer.
- Estoy rendido, le dijo Armando a Julia.
Se alojaron en un hotel cercano a la Terminal de ómnibus, que era horrible. Esa noche comieron cualquier cosa, en un restaurante cercano, y al día siguiente se dispusieron a buscar algo mejor.
Julia había recobrado la calma, pero le confesó a Armando que nunca se había sentido tan impotente como cuando lo del incidente de Mendoza. Era ella la de la foto; cuestionó, inclusive, que le haya mandado por esa vía. Armando trató de tranquilizarla, asegurándole que en todos los puestos fronterizos habían controles. Para él, la falla residió en no haberse preparado mejor para burlar los controles. De hecho, con su teñido y su anteojo neutro, Julia en muy poco se asemejaba con la de la fotografía de la frontera.
Armando le pidió que se olvidase del tema. Le dijo que se sabía que habría riesgos y que en ese sentido nada de anormal había pasado. A Julia no le convenció del todo lo que le dijo Armando, pero consideró que debían centrarse en seguir con el plan, que implicaba otras cosas, y posiblemente nuevos riesgos.
Se dispusieron a buscar una casa. Una pequeña inmobiliaria, El Halcón, les ofreció una buena variedad de residencias: escogieron la de un barrio cercano al centro, Barrio Herrera, con cochera, pero más bien discreta.
Armando le explicaba a la gente que vivía en los alrededores que estaba con ganas de abrir un pequeño negocio en Asunción. Varios le propusieron que se dedicase al comercio, pero él decía no tener mucha prisa por definir. A nadie le pareció extraño que un argentino llegase al Paraguay con ganas de establecerse; era algo común, pues en los últimos años muchos argentinos habían llegado al país con similares intenciones.
Todos los días, Armando compraba los principales diarios de Asunción, que eran tres y en ellos buscaba informaciones sobre Somoza. En casi una semana, nada había encontrado. Entró en pánico. Cualquier cosa le parecía razonable, pero no quería encontrarse con "Ramón" y decirle que no habían conseguido la dirección de Somoza. Consideraba que era una misión tan pequeña, que le resultaba inadmisible asumir que habían fracasado en ello.
Julia tuvo una idea, en la que Armando no confío demasiado. Salió a la calle, bien vestida, tomó un taxi y le dijo al taxista:
- Haga el favor de llevarme a la peluquería que está en la esquina de la casa de Somoza.
El taxista le dijo que no sabía exactamente dónde vivía, pero que conocía la zona. La llevó hasta la avenida Mariscal López y San Martín y entró en un puesto de gasolina para preguntar. Un rato después, retornó con una información no del todo positiva. Somoza se había mudado de casa. Dijo que le dijeron que la nueva casa quedaba cerca, pero que no sabía exactamente donde.
- Ah -dijo Julia-, ¿y ahora?.
- No se preocupe, le aseguró el taxista y el vehículo retomó Mariscal López, dirigiéndose en dirección contraria. Entró en una calle empedrada y el taxista paró frente a una comisaría policial. Julia entró en pánico. Pensó que el taxista sospechaba de ella y que iría a entregarla.
- ¿Qué pasa?, preguntó, entre asombrada y asustada.
- Espere aquí señora -le dijo el taxista-, los policías saben todo.
Julia estaba realmente asustada. Le habían comentado que los taxistas paraguayos eran una suerte de "soplones" de la policía, por lo que esperó el peor desenlace. Para colmo, no tenía siquiera cobertura alguna para el caso específico.
Desde la ventanilla, pudo ver a un oficial de policía hablando tranquilamente con el taxista. Levantó la mano, como indicando una dirección, y siguió explicando. El taxista asentía. Julia estaba en abierto pánico.
El taxista retornó contento al vehículo. Lo abordó y le dijo a Julia:
- Ya no hay problema, señora, la voy a llevar hasta la esquina de la nueva casa de Somoza.
- Gracias, respondió Julia, pero estaba visiblemente desencajada.
Al taxista nada le llamó la atención. Para él, el viaje era un simple negocio y cuanto más rodase por la ciudad, mejor. Le comentó, sin embargo, que Somoza estaba en la boca de todos, pues protagonizaba hechos un tanto escandalosos, a veces, lo que daba lugar a comentarios.
Como a dos cuadras de la casa de Somoza, el taxista volvió a parar y a preguntar. Le indicaron y siguieron. Llegando a la altura de una lujosa casa el taxista le dijo:
- Debe ser esta, ¿dónde la dejo?.
- En la esquina está bien, respondió Julia, aún sin recuperase del todo.
El taxista le cobró un equivalente a 10 dólares, una suma bastante elevada en ese entonces, y se distanció del lugar contento. Julia, no repuesta del miedo, caminó por la vereda de enfrente de la casa de Somoza y pudo ver tras el portón de rejas que unos guardaespaldas jugaban a las cartas en el patio de la casa.
No obstante, debía cerciorarse, debía anotar la dirección exacta y ver cómo se llegaba al lugar. Una señora que estaba barriendo la vereda le confirmó que esa era la nueva casa de Somoza. Vio el nombre de la calle: España, y memorizó el número. Volvió a pasar en dirección contraria y fue hasta la avenida Sacramento. El tránsito no era intenso, por lo que supuso que no estaba muy cerca del centro. Para asegurarse, tomó de nuevo un taxi y pidió que la llevasen hasta el hotel Guaraní. Quince minutos. Estaba más bien cerca que lejos del centro.
Desde ahí volvió a la casa en ómnibus. Al llegar, Armando le recibió con una sonrisa irónica.
- Tenés que erigirme un monumento, le dijo.
El rostro de Armando se iluminó. Habían logrado el objetivo, a menos de 24 horas del encuentro con "Ramón". Esa noche salieron a festejar. Fueron a una parrillada conocida como "La Molleja", donde servían carne de primera.
Armando le dijo, en medio de la cena que un vecino le había contado algunas pocas anécdotas de Somoza en Paraguay, realmente llamativas. Le dijo, por ejemplo, que cuando iba al supermercado se cerraban las puertas, pues sus fabulosas compras compensaba para el dueño la pérdida pasajera de otros clientes.
- ¿Pero por qué tiene que estar sólo?, preguntó Julia.
- La gente dice que en el Paraguay los poderosos hacían cosas similares, pero es probable que él lo haga por miedo. De hecho, dicen que cuando va a cualquier lugar lo acompaña un ejército de guardaespaldas puestos por el gobierno de Stroessner.
Le refirió, también, que en las altas esferas del país, el ex dictador nicaragüense no era bien visto. Parece ser que en una fiesta, el hijo estaba un poco ebrio, pasó una mujer muy atractiva y le dijo a uno de los guardaespaldas que le gustaría hacerle el amor a la joven.
Resultó ser que la joven era nada menos que Marta Rodríguez, la hija del general Andrés Rodríguez, el segundo en la jerarquía stronista, y era la esposa del hijo del presidente Stroessner.
El guardaespaldas comentó sobre el desagradable incidente con su superior, quien a su vez hizo saber a las más altas autoridades. Lo cierto y lo concreto es que el caso llegó a oídos del propio Stroessner esa misma noche. Al día siguiente, a eso de las 06.00 horas de la mañana, en la casa de Somoza sonó el teléfono y el ex dictador de Nicaragua recibió el mensaje claro del presidente Stroessner. Su hijo, Anastacio Somoza Portocarrero, tenía 24 horas de plazo para abandonar el país.
Somoza no osó desafiar lo dispuesto por Stroessner. Dispuso que todo se preparase para que esa misma tarde su hijo viajase para Miami, Estados Unidos. Y así lo hizo.
El encuentro con "Ramón" se produjo con una exactitud matemática. Julia y Armando, bien vestidos, llegaron 15 minutos antes, ocuparon una mesa alejada del centro de servicio y pidieron dos cafés pequeños. "Ramón" llegó con Silvia cuando marcaban exactamente las 17:05 horas. Armando se levantó, lo saludó con serenidad y Julia abrazó efusivamente a Silvia. Todo estaba saliendo bien, con algunas dificultades, ciertamente, pero todo dentro de los marcos normales. Ramón preguntó:
- ¿El objetivo?.
- Perfectamente localizado, respondió Julia.
- ¿Podemos dar una mirada?.
- ¡Por supuesto!, dijo Armando y pidió la cuenta.
Salieron a la calle y tomaron un taxi. La seña estaba combinada: Julia iba a pisarle el pie a "Ramón" al pasar enfrente, bajarían a dos cuadras y vendrían caminando. Cuando llegaron como a cien metros del lugar, Julia lo pateo suavemente para alertarlo. Enfrente, le pisó el pie.
"Ramón" pudo observar muy poco. Bajaron dos cuadras más adelante. El taxi se alejó y ellos dieron una vuelta a la manzana antes de retornar caminando tranquilamente, observando más atentamente el local.
- ¡Un "bunker"!, expresó "Ramón".
- Por supuesto -dijo Osvaldo- pero habrá alternativas, supongo.
Caminaron hasta la avenida Sacramento. Desde ahí se divisaba bien la casa. "Ramón" pensó que lo ideal sería tener un puesto de observación permanente, de manera que se pudiese hacer un seguimiento sistemático. Caminaron unos 50 metros más, siempre sobre la avenida España y vieron un letrero en un puesto de revistas: Se Vende.
Ramón preguntó a una persona de edad avanzada qué es lo que estaba en venta.
- El punto, con todo lo que tiene, le respondió un hombre de avanzada edad, visiblemente enfermo.
- ¿No funciona?.
- Funciona, pero tengo que operarme y ya no voy a poder seguir atendiendo.
"Ramón" le dijo que tenía un amigo, Osvaldo, estaba buscando un negocio, pero que no contaba con muchos recursos.
¿Cuánto quiere?, preguntó, a lo que el hombre respondió que estaba rematando por 500.000 guaraníes, suma un tanto abultada en dólares.
Armando captó rápidamente la idea de "Ramón" y le dijo al viejo que sacara el cartel y que le esperaran hasta el día siguiente. El hombre aceptó, pues de hecho lo que pedía era un tanto alto.
"Ramón" le dijo a Armando que tomase contacto con Osvaldo para ver si desde el puesto de revista sería posible realiza una experiencia de observación desde ese punto durante esa noche. Si iba a funcionar, se compraba, sin regatear el precio.
- Pobre viejecillo, remató.
Esa noche, Julia y Armando quedaron durante más de unahora como utilizando el puesto de revista como un lugar discreto para enamorar. Osvaldo los acompañó durante media hora; luego se retiró. El puesto era perfecto hasta de noche, pues en la entrada de la casa de Somoza había dos luces, ladeando el portón de entrada y salida de vehículos, y ellos pudieron ver el momento preciso en que salía de la casa un par de coches.
Al día siguiente, 500.000 guaraníes se entregó al viejecillo y Osvaldo, vistiendo un vaquero gastado y una remera simple, asumía el control del puesto.
Durante los siguientes 15 días, Julia entregaba a "Ramón" un informe diario de lo que Osvaldo observaba. Era bastante. Se sabía, por ejemplo, que era rutina de Somoza volver a la casa a altas horas de la madrugada, que salía después de las 9 horas; nunca antes, que recibía pocas visitas, que tenía un esquema de seguridad permanente, de seis hombres de civil, además de tres o cuatro policías uniformados, dentro de la casa.
VII
LOS PLANES SE DISEÑAN
Las informaciones proporcionadas por Osvaldo sobre el movimiento cotidiano de Anastacio Somoza fueron más que suficientes para descartar uno de los planes: matarlo en su propia casa.
De acuerdo con las versiones que Osvaldo había recogido, inclusive el personal doméstico era de la policía. Es decir, había un verdadero ejército protegiendo al ex dictador; entre 12 y 14 personas.
Trazar un plan llevó más de una semana. Armando y Julia ya se habían incorporado plenamente al trabajo y tenían alquilado un departamento en el centro, moviéndose sin grandes inconvenientes. A ellos les correspondía estudiar todo lo relativo a la seguridad en la capital paraguaya, juntamente con Camila, por lo que entraban y salían.
Julia elaboraba a la noche los mapas, ubicando en los mismos la localización exacta de los cuarteles y comisarías policiales; las principales reparticiones públicas y los lugares de mayor vigilancia ostensiva.
En general había un ambiente de calma relativa en el país: los encuentros generales se hacían en el departamento de Armando. Un asadito, pocos papeles, un poco de música, todo un ambiente festivo de cobertura. Se hacían los sábados, a la noche, entre las 20.00 y las 23.00 horas. La regla era no facilitar.
- Hay mucha estabilidad política -sostenía Armando-. Así como están las cosas, Stroessner estará en el poder 20 años más.
- ¿Se estudió la cuestión campesina?, preguntó "Ramón".
- Por supuesto, viajamos a varios puntos importantes, hablamos con mucha gente, no hay amenaza alguna para el gobierno, ni urbana ni rural. Lo del "caso Caaguazú" fue un episodio. Para todos ellos, la dictadura de Stroessner era atípica. Había ostentación de riquezas, contrastes sociales pronunciados, amplios bolsones de miseria, pero el nivel de organización de la sociedad paraguaya era tan bajo, que no se veía de lejos siquiera la posibilidad de una reacción importante.
- Su sistema de control policial es bueno -prosiguió. Armando-. Las comisarías cubren todos los barrios. La represión política consta de alrededor de 500 hombres permanentes, manejados por el nefasto Pastor Coronel, un civil.
- ¿Y cómo funciona ese aparato?.
- Por lo que pudimos saber, sobre la base de una amplia red de informantes, que están metidos en todo: universidades, colegios, gremios, asociaciones e inclusive comités barriales.
- ¿Y es eficiente?.
- Lo grave es que además de la policía política, que apenas es un cuerpo, el Ministerio del Interior tiene una amplia red de informantes, autónoma, y el Partido Colorado, con más de 1.300 filiales, desempeña trabajos de apoyo a la policía.
- ¡Asombroso!, concluyó "Ramón". Y prosiguió:
- De todos modos, a nosotros nos favorece la aparente calma, pues podemos trabajar sin grandes inconvenientes. Si nos ajustamos a las reglas, todo saldrá tal cual se está planificando.
En la última semana de julio, el plan ya estaba concluido, por lo que el trabajo consistía en rearmar los equipos, de modo que todo funcionase de acuerdo al plan general. Se hicieron varios cambios.
Por cuestiones operativas, se entendió que las parejas serían "Ramón" y Silvia; Julia y Armando; Bárbara y "Santiago"; y Osvaldo se movería con autonomía, sólo. Camila haría un acompañamiento sistemático, y eventualmente participaría de la operación toda vez que fuese imprescindible. Los primeros días de agosto fueron de reubicación de las piezas. La ciudad era muy pequeña, por lo que se buscaron los lugares más apropiados.
"Santiago" y Bárbara alquilaron una casa en un barrio periférico de Asunción, San Vicente, que tenía patio y una suerte de alambrada en la parte de adelante. No resultó nada llamativo el hecho, pues parecían formar una pareja común y corriente. Decían que pensaban establecer un pequeño comercio en Paraguay, pero que aún no habían decidido dónde hacerlo.
Cuando salían lo hacían juntos. Tenían una suerte de rutina adaptada a las costumbres locales. Salían a las 07.00 de la mañana y retornaban al mediodía, a la hora del almuerzo. Aparentemente hacían la siesta y después volvían a salir a las 15.00 horas para retornar definitivamente a eso de las 19.00-20.00 horas. Nada fuera de lo común.
Bárbara solía comprar parte importante de las cosas que consumían en un almacén, cuya dueña, doña Estela, no paraba de contar chismes sobre sus vecinos; desde los más insignificantes hasta los más descabellados.
Bárbara le comentó al resto del grupo que era necesario tener una rutina y no salirse de la misma. Le había impresionado el papel de la almacenera, que sabía a qué hora llegaba uno y a qué hora salía; hasta los romances secretos, todo sabía de todo.
"Santiago" se manejaba con pocas conversaciones, pero siempre amable.
En realidad, la casa del barrio San Vicente estaba siendo utilizada como depósito de los materiales que irían a entrar desde Argentina, por Encarnación.
Para el primer traslado de materiales se utilizaron cajones de doble fondo. Cajones pesados, que en la parte superior traía repuestos de automotores y en la parte baja armas de diversos calibres y proyectiles. Para fines de julio, "Santiago" ya tenía casi todos los elementos en su casa de San Vicente. Como una pantalla, parte de la mañana la utilizaba para colocar los repuestos en casas de auto-repuestos, lo que consiguió sin dificultades, pero también sin llamar la atención, pues sus precios eran altamente competitivos. Los repuestos los vendía con apenas 10% de ganancia, por lo que muchas casas de auto-repuestos hacían pedidos grandes al "curepa" (argentino), pues los demás proveedores invariablemente traían a un precio más elevado.
Para no despertar la atención de nadie, el trabajo de "Santiago" era deliberadamente pequeño. De ese modo ni despertaba sospecha en los compradores, ni irritaba a los demás proveedores. "Santiago" siempre se disculpaba de los ansiosos clientes:
- Me resulta imposible traer cosas en mayor cantidad y variedad; estoy comenzando, casi no tengo capital y mi esquema de abastecimiento es precario.
En el patio de la casa, había cavado un pozo de un metro y medio de profundidad, donde sobre una base de cemento se tenía un pequeño arsenal. Estaba una bazuca, dos metralletas, un fusil, y seis pistolas poderosas, además de alrededor de 22 granadas y una cantidad razonable de proyectiles.
"Ramón" fue a verificar las armas una mañana de domingo. Abrieron el embute, bastante bien disfrazado, debajo de un lavadero de ropas, y revisaron todo lo que contenía. Preguntó si era seguro:
- Es idéntico al que utilizábamos en Tucumán; si nadie muestra, jamás lo encontrarán.
- ¿Falta algo?, preguntó.
- Solamente los proyectiles de la bazuca, que llegarán en la próxima semana. De acuerdo con mis cálculos, ya deben estar en poder de "Martín".
- Tanto me hablaste de "Martín ", que me gustaría conocerlo, dijo "Ramón".
- Cuando quieras, creo que le encantará.
Decidieron ir hasta allá el siguiente fin de semana; de paso confirmaban que todo estaba yendo bien.
El sábado viajaron "Ramón" y "Santiago" hasta Encarnación. Lo hicieron en coche, de modo a estudiar de paso los esquemas de control tradicionales en el transcurso. Fueron parados apenas en dos lugares, pero los militares se mostraron muy gentiles con ellos.
Revisaban el coche, la valijera y verificaban los documentos personales; nada de especial y nada de autoritarismo en el trato. De hecho, había tanta calma en el país que no se justificaría de manera alguna el empleo de tratos fuertes y rigurosos en esas condiciones.
En casos "anormales", que básicamente consistían en traslado de mercaderías de contrabando, los militares, policías o civiles afectados a los trabajos de vigilancia, invariablemente estaban abiertos a algún "arreglo amistoso", pequeñas o medianas propinas, con las que complementaban sus ingresos por lo general bajos.
"Martín" casi cayó de espaldas al verlo a "Ramón". Para él, se trataba de una leyenda viva. Quedó sin habla al comienzo. "Santiago" le palmoteó la espalda y le dijo:
-Saluda al comandante, "Martín".
- Mis respetos y mi admiración, compañero. No sé si tendré otra oportunidad en mi vida para expresarlo.
"Ramón" quedó un tanto sorprendido. No sabía que despertaba admiración en combatientes experimentados como "Martín". Quedó satisfecho. Le dijo:
- Tu aporte es inestimable y creo que te sentirás orgulloso de haber cooperado, en el futuro. Nosotros no sabemos cómo agradecerte.
- Con vuestra amistad es más que suficiente. Creo tener el honor, que no muchos tuvieron ni tendrán, de trabajar directamente con dos de los más grandes revolucionarios de América Latina.
- ¿No estás exagerando?, interrumpió "Santiago".
- ¡De ninguna manera! La historia lo confirmará.
"Ramón" le pidió a "Martín" que le explicase cómo funcionaban los pasos en la frontera: los normales y los clandestinos. "Martín" se mostró un experto en el tema, explayándose largamente sobre la cuestión.
- ¿Y qué pasaría en una situación excepcional, de alerta general?.
"Martín" pensó un rato y respondió:
- Personalmente, prefería utilizar el canal normal. Es probable que los mecanismos clandestinos se vuelvan muy inseguros en un momento de alerta general.
La conversación fue larga y animada.
"Ramón" le preguntó a "Martín" cuánto tiempo le llevaría posibilitarle una muestra de cómo funcionaba el sistema de ingreso de los materiales, a través de la costa, y cuando el otro le respondió que no más de una hora y media, pensó que había tiempo para hacerlo.
Los tres fueron en el coche de""Ramón" a conocer dos lugares de paso, no muy distantes de la ciudad. Estaban cercados por bosques tupidos, con picadas abiertas desde los caminos costeros hasta las costas.
"Ramón" quedó impresionado.
Presenciaron, inclusive, cuando en uno de los "puertos" arribaba una lancha de mediano porte, repleto de cajas que parecían contener lavarropas, u objetos de ese tamaño. "Martín" hizo gala de su destreza, pues saludó a los encargados del punto, quienes reaccionaron alegres al verlo. Evidentemente, no solamente lo conocían, sino que simpatizaban con él.
"Ramón" quedó más que satisfecho con la experiencia, y como aún le quedaba un poco de tiempo, resolvió interrogar a "Martín" sobre Somoza. Poco o nada sabía, salvo que poco tiempo atrás, como unos dos meses, había explotado un escándalo que involucró al ex dictador de Nicaragua, indirectamente.
"Martín" contó que en el diario ABC, cuyo propietario era "Acero", se publicó en una sección jocosa un breve poema, que aludía al supuesto entendimiento sexual-amoroso de Somoza con una bella modelo, Angela, que era amante del poderoso ex yerno de Stroessner, HDD.
El poema era picaresco, pero nada ofensivo. Decía:
"Al tacho se fue mi amor", aludiendo a Angela y el romance con "Tacho" Somoza.
HDD reaccionó indignado y sobre la base de que se decía que "Acero" era homosexual, le preparó una respuesta especial: le envió un regalo, que consistía en una caja cuyo contenido eran prendas finas de mujer. Todo hubiese terminado ahí –prosiguió- si "Acero" no se irritase y decidiera responder.
El también le envió un obsequio a HDD, consistente en una caja de tamaño regular, cuyo contenido era una botella de vino popular, de una marca del mismo nombre de su amante, Angela, dentro de un tacho. La botella estaba con el culo roto.
HDD reaccionó de manera descontrolada y convocó a tres de sus guardaespaldas que estaban a mano, y decidió atacar el diario ABC. Se armó un bochinche, pues los periodistas y funcionarios administrativos salieron corriendo, buscando protegerse como sea. "Acero" no estaba y HDD se conformó finalmente con disparar algunas ráfagas de ametralladora contra la puerta de su despacho.
Días después volvió la calma. Por cualquier eventualidad, "Acero" reforzó su esquema de seguridad personal.
A "Ramón" le pareció una historia fabulosa. No paró de reír durante varios minutos, imaginando el escándalo que habría sido el conjunto de situaciones. De hecho, le dijo que comentaría el tema con otros compañeros, pues le pareció un caso estupendo, digno de ser divulgado. Después, conversaron sobre generalidades.
Antes de retirarse, "Santiago" acordó con "Martín" que lo esperaría, como siempre, en la Terminal de ómnibus, el siguiente miércoles. Eran casi las 18 horas cuando se despidieron y decidieron retornar a Asunción. Viaje normal, sin inconvenientes.
Ese miércoles, "Santiago" estaba particularmente ansioso. Le dijo a Bárbara que prefería que lo acompañase, pues tenía un mal presentimiento. Miraría desde lejos y daría la alarma en el caso de que ocurriese un accidente. Y así lo hicieron.
"Martín" bajó sonriente del ómnibus "La Encarnacena", dispuesto a esperar que se abriesen las puertas de las valijeras para bajar la encomienda. Cuando estaba acercándose "Santiago", dos hombres de civil, que se identificaron como agentes de represión al contrabando, pidieron abrir la caja.
- Son repuestos de vehículos, les dijo "Martín", exhibiéndoles una nota fiscal de Posadas.
- ¿Podemos ver?, dijo el más alto, quien parecía estar al mando.
- ¡Cómo no!, dijo "Martín", disponiéndose a abrir la caja.
Tal como había dicho en un comienzo, se trataba de repuestos de automotores. Los fiscales le pidieron que cerrase y volvieron a examinar la nota fiscal. "Martín" les dijo que debía entregar al dueño con urgencia y les propuso un "arreglo".
- ¿Cuánto?, preguntó el alto.
- Y que le parece 50.000guaraníes; no hay gran cosa aquí.
- Por cien, lo liberamos.
- Le doy hasta 70.000.
- ¡Hecho!, dijo el más bajo, disponiéndose a fingir que seguía revisando, en espera del dinero.
"Santiago" se aceleraba. Estaba como a cuarenta metros; Bárbara comenzó a preocuparse, pues si bien estaba más lejos, observaba atentamente todo lo que estaba pasando. "Martín" les pasó el dinero con la boleta. El alto tomó el dinero, miró a los alrededores y le devolvió la boleta. Luego se alejaron.
"Santiago" caminó lentamente en dirección a la salida. "Martín" hizo alzar la caja en un transportador y caminó detrás, observando a los fiscales, que se distanciaban cada vez más.
"Martín" alzó la caja en un taxi, que después salió de la Terminal, rumbo a la zona de la avenida Eusebio Ayala. "Santiago" y Bárbara abordaron su coche y le siguieron a "Martín" hasta una casa de auto-repuestos. "Que maestro", pensó "Santiago". Se bajaron, transportaron la caja en el coche, se despidieron de "Martín" y fueron directamente a la casa. Eran apenas las 16.00 horas.
"Ramón" alquiló una casa sobre la avenida España, casi América, durante la primera semana de agosto. Al ver el letrero "Se alquila", se interesaron en la residencia y tomaron contacto con la dueña, una dama de la alta sociedad paraguaya.
Se presentaron como argentinos, representantes del cantante español Julio Iglesias. De acuerdo con la versión de "Ramón" y Silvia, la casa estaba destinada para residencia provisoria de Julio Iglesias, quien tenía que venir a la Argentina a filmar una película y que proyectaba descansar, sin que nadie se entere, en Paraguay. El costo del alquiler era alto: 1.000 dólares, por lo que le pelearon precio.
- Mire -le dijo "Ramón"-, porque no nos deja en 800 y le pagamos tres meses por adelantado.
La señora de Gómez cedió ante el pedido insistente de "Ramón", pero con una condición:
- Cuando venga Julio Iglesia, ustedes tendrán que presentármelo para que yo lo conozca.
- Todo bien -interrumpió Silvia-, pero con una condición.
- ¿Cuál?.
- Nadie deberá saber de su presencia en el Paraguay.
Obviamente, todos mintieron. Desde el día siguiente, las amigas más cercanas de Cecilia Gómez ya se preparaban para un posible encuentro con la estrella española de la canción.
El 14 de agosto ocuparon la casa de la avenida España. Estaban ubicados a 500 metros de la casa de Somoza y a 400 metros del puesto de observación montado por Osvaldo en la revistería.
La casa estaba enteramente amueblada. "Ramón" y Silvia, que hasta entonces vivían en un hotel, pasaron a ocupar la casa, dándole un movimiento rutinario normal. A las 8 de la mañana salía "Ramón"; a veces salían juntos. Y el retorno se daba después de las 18.
Cuando Silvia no salía, a la mañana se la veía arreglando el jardín. Compraron algunas flores y plantas ornamentales, que ella se pasaba plantando, dando a la casa el aspecto de estar destinada a una vivienda tradicional. Silvia, en realidad, tomaba nota de los movimientos: del vecindario, del tráfico, de los transeúntes,... Varias veces, obviamente, vio pasar a Somoza por enfrente. A velocidad moderada, tendiente a alta, tal vez un poco más de 60 kilómetros por hora. Detrás, como a 40 metros, invariablemente iba el coche de los guardaespaldas: seis, en total, incluido el conductor.
Armando compró una camioneta, que no era buena, pues resultó tener problemas de batería, por lo que a veces tenía que ser empujado para arrancar. "Ramón" dudaba de la posible eficacia del vehículo, por lo que pidió a Armando que hiciese revisar la misma por los mejores técnicos que le indicasen. Plata había, por lo que no se justificaba que un automotor en condiciones precarias se utilizase en el operativo.
Sábado 26 de agosto. Reunión en la casa de Armando. "Ramón" explicó abiertamente que el plan era borrarlo a Somoza. Dijo que el atentado se haría desde la casa de la avenida España y que apenas se estaba estudiando los detalles de la fuga para llevarlo adelante.
Nadie reaccionó de manera negativa. Presumían que era algo grande, pero no se imaginaban qué. Enterarse fue todo un alivio para varios, quienes pensaban seriamente que la cuestión era Stroessner o alguien cercano. No comprendieron bien por qué, por lo que preguntaron.
"Ramón" explicó que Somoza tenía mucho por qué pagar. Había encabezado una guerra de exterminio en Nicaragua, después de la insurrección de setiembre en 1977 y en tiempos pasados hizo barbaridades en los principales centros urbanos de su país, cuando convirtió el asesinato de niños en una industria negra, tal vez la más perversa.
Silvia no contuvo la curiosidad y le pidió a "Ramón" que explicase eso. Contó el líder del grupo que entre finales de los años 60 y comienzos de los 70, Somoza había propiciado el secuestro y asesinato de menores, a los que se les extraía toda la sangre. ¿Por qué? Porque después la sangre era vendida a los Estados Unidos, que destinaba los centenares de litros obtenidos a través de esa práctica monstruosa para enviar a Vietnam, donde se utilizaba para asistir a sus soldados heridos.
La historia sacudió a todos e hizo nacer en los mismos reacciones fundadas de odio, de ansias de venganza. Todos coincidieron en asegurar que su participación se daría sin problemas, sin temores, con firmeza. No obstante, surgieron las preguntas sobre el operativo. "Ramón" les dijo:
- El plan concreto es simple, como todo buen plan. Lo mataremos al pasar enfrente.
- ¿ Y los guardaespaldas?.
- Ese es un problema con el que tendremos que lidiar. Probablemente habrá que enfrentarlos.
- Son seis -dijo "Santiago"-, ¿ tendremos chance ?.
-Todas, pues emplearemos máximo poder de fuego. No obstante, hay que buscar la forma de distanciarlos más, tal vez a 60 metros.
"Ramón" convenció a todos cuando destacó que el que toma la iniciativa tiene todas las de ganar. No solamente se tomará la iniciativa, sino que se utilizará un nivel de fuego que no solamente no se imaginan; sino que nuca vieron. Instó a todos a no ver muy grandes a los enemigos. Cuando se tiene determinación -concluyó- el enemigo se convierte en un tigre de papel. Parecía lógico, ciertamente.
El ambiente era sereno, casi agradable. Todos comprendieron la trascendencia de la misión, por lo que nadie hizo preguntas sobre el fin en sí. Estaban de acuerdo. Para ellos Somoza era un gran canalla, que tenía mucho que pagar.
- Quiero decirles a todos que la operación no está exenta de riesgos y que nadie puede caer vivo en manos de la policía. Es probable que actúen conjuntamente los servicios de los países vecinos, lo cual será muy bravo.
- ¿Y cómo se procederá?.
- La consigna es resistir a balazos. Pero por cualquier cosa, para prever situaciones desagradables, se les dará una pastilla de cianuro. Ese será el último recurso.
"Ramón" distribuyó a cada uno de los miembros del grupo una pastilla de cianuro. Después expresó que según las referencias, la policía paraguaya era una de las más salvajes en la tortura. Pero dijo que lo que más le preocupaba era que intervengan los servicios de Buenos Aires, que son más que brutales.
- Creo que será difícil resistir y ante el riesgo de poner en peligro la vida de todos los que estamos, la mejor salida será la pastilla.
"Santiago" reforzó la posición de "Ramón", asegurando que era imprevisible el comportamiento ante la tortura.
- Hay quienes resisten hasta la muerte, ciertamente, pero hay quienes se quiebran.
- ¿Cómo actúa?, preguntó Armando, lanzando la pastilla al aire y cazándola después.
- Después de tragarlo, lleva máximo dos minutos para provocar un efecto fatal, respondió "Ramón".
Conscientes de la operación, pasaron a hablar de los movimientos de Somoza.
Osvaldo explicó que desde su casa salía casi todos los días, invariablemente después de las 9; nunca antes. No siempre retornaba para el almuerzo, pues a veces lo hacía a la tardecita, para volver a salir a la noche.
Casi siempre, salvo raras excepciones, viaja en un coche Mercedes Benz azul, presumiblemente blindado, seguido de un coche antiguo, pero fuerte, con seis guardaespaldas de la policía paraguaya.
- Siempre lo hace por España, pasando frente a mí. Armando explicó que por su parte pudo averiguar que Somoza estaba enteramente adaptado al país. Suele organizar fiestas en clubes nocturnos, buscando codearse con parte importante de la jerarquía stronista.
-Ahora, Stroessner, nunca lo recibió. Le dio protección, pero no hay contactos entre ellos. Con otros jerarcas sí, aparentemente por negocios.
- ¿Qué se sabe de sus intenciones de invertir en el Paraguay?, preguntó "Santiago".
- Yo manejo dos versiones. La más creíble es la que asegura que Somoza apenas busca ablandar a Stroessner, hablando de inversiones del orden de los 400/500 millones de dólares. Lo único que hizo fue comprar tierras en el Chaco, presuntamente para una estancia.
- ¿No tiene esa plata?.
- Tiene, pero su juego no está en quemarlo aquí, sino en Miami.
"Ramón" explicó que en realidad Somoza apostaba a retornar a Nicaragua. De todos los países de América Central, hay uno, el de Honduras, desde donde se colabora con los "contras", organizando atentados contra plantaciones y contra activistas del Frente Sandinista. Ellos carecen de cabeza visible, por lo que no se descarta que apuesten a la vuelta de Somoza. De hecho, él quiere retornar, pero para volver a dominar Nicaragua.
Todos comprendieron mejor en ese momento el alcance de la operación y todos estuvieron más que firmes. Además de odioso, el ex dictador representaba un peligro para el futuro revolucionario en América Latina. Si podían impedirlo, ¿por qué no?. "Ramón" fue explícito:
- No es que piense en invertir en Miami. Hay informaciones fidedignas sobre que está metiendo plata a favor de los "contras" y muchos lo ven como la alternativa al Frente Sandinista.
"Ramón" extendió un mapa sobre la mesa. Mostró las fronteras de Nicaragua y reiteró que los "contras" operaban desde Honduras, con apoyo del gobierno y el directo asesoramiento de la CIA.
- Tienen armamentos de alto poder de fuego. Hostigan de manera permanente al gobierno y una posible figura aglutinadora de la derecha podría ser Somoza. Esa es la razón última, compañeros, por la que hay que eliminarlo.
Su intervención sirvió para consolidar el convencimiento de todos. Inmediatamente, Julia preguntó cuándo se haría.
Explicó que faltaban varios ajustes que hacer. Por una parte, se hará un estudio en los clubes nocturnos que frecuenta, para descartar definitivamente una cosa ahí y por otra se afinará el plan de hacerlo en la avenida España. Falta, además, montar un buen plan de salida posterior.
- Por lo menos, no hasta dentro de 15 días. Hay que asegurar en un cien por ciento la evacuación, además de garantizar en cien por ciento su muerte.
VIII
CARA A CARA CON SOMOZA
El encuentro de la casa de Armando terminó agradablemente. Era sábado. Se definió que Armando y Julia fueran al "Play Boy", un club que solía frecuentar Somoza; mientras que "Ramón" y Silvia irían al casino, en Itá Enramada. "Santiago" y Bárbara irían a "La Molleja". Osvaldo tenía como misión ir hasta un club muy frecuentado por jóvenes: El Caracol.
La misión era más compleja de lo que a simple vista parecía. No era cuestión de ver o encontrar a Somoza, sino cuestión de estudiar el movimiento de cada local: gente que frecuenta, esquema de seguridad, posibilidad de atentar en los respectivos locales. La tarea para cada uno era elaborar un plan completo.
Armando y Julia llegaron al "Play Boy" al pasar un poco la medianoche. Pidieron una mesa y se dispusieron a tomar unos tragos. Desde el fondo del club, donde se instalaron, observaron atentamente todo. El club no era de muy alto nivel, a juzgar por la gente que en ese momento se encontraba, más bien de clase media. Había gente ebria, aunque bien comportada, y prostitutas a la pesca de algún negocio.
Armando pensó que el lugar no sería propicio para un atentado, pues de hacerse ahí mucha gente saldría lesionada. El lugar era más bien pequeño para tanta concurrencia y la puerta de entrada/salida estaba casi siempre ocupada, por gente se quedaba ahí aparentemente a beber o a esperar a alguien.
A eso de las 24 llegaron a "La Molleja" Bárbara y "Santiago". Bárbara no resistió y comentó:
- Esto sí que es buena vida.
De hecho, el lugar era frecuentado por gente pudiente, que se servía generosamente carne de lo mejor, acompañada por ensaladas aparentemente deliciosas. Platos caros, gente ""fina". Algunas mesas estaban ocupadas por familias, es decir, parejas acompañadas de niños. Otras, por matrimonios bien sucedidos; raramente había alguien sólo.
Pidieron la carta, pero cuando el mozo retornó Bárbara le preguntó que le aconsejaba. El mozo dijo que habían varias opciones, entre las cuales carnes silvestres, que bien estaban prohibidas, se podrían probar: jabalí, yacaré, venado... "Santiago" dijo que preferían algo tradicional, a lo que el mozo respondió sin la menor duda que lo mejor era la "colita de cuadril". Pidieron dos porciones, acompañadas de ensalada alemana. ¿Para beber? Una botella de vino.
Quedaron en el lugar hasta pasadas las 02:00 horas. De la observación concluyeron que nada se podía hacer ahí. Sería más que arriesgado y altamente peligroso, pues el movimiento de gente era muy grande, no solamente en el negocio, sino en la calle, pues se utilizaban otros restaurantes parecidos, aunque en apariencia menos finos.
Bárbara fue al baño tres veces e inclusive preguntó a uno de los mozos si era el único baño del que disponían. Le respondieron que sí. Definitivamente, el lugar no era el más adecuado para el operativo. Los riesgos eran muy superiores frente a las oportunidades.
La experiencia de Osvaldo en "El Caracol" fue más que negativa. Se trataba de un lugar donde iba mayoritariamente gente joven con la finalidad de bailar o de buscar parejas eventuales.
La escasa iluminación de ciertos sectores pareciera ofrecer oportunidades interesantes para entrar al lugar con armas, sin que se percate la gente, pero el riesgo de que se lesione a inocentes en el marco de un posible atentado era muy alto, casi seguro. La gente tropezaba una con otra; el movimiento era incesante.
Muy rápidamente se convenció de que para nada convenía insistir en estudiar el lugar, por lo que se retiró a eso de las 02:00, con aire de decepcionado.
Silvia y "Ramón" llegaron a la medianoche al Itá Enramada, un hotel-casino lujoso, bien montado, con mucho movimiento, aparentemente destinado en exclusividad a la clase A del país. Ni bien entraron, "Ramón" dijo casi eufórico a Silvia:
- Bingo, mira distraídamente a la izquierda.
Silvia empalideció. Era Somoza y toda su corte. Estaba sentado en el bar del casino Ita Enramada, tomando coñac con Dinorah. Se lo veía muy animado. Ellos fueron directamente al casino. Comenzaron a jugar.
No había mucha gente, por cierto, pero pudieron percatarse con rapidez de que sumados a los guardaespaldas de Somoza unos 12 agentes de seguridad, el local sería inviable para la operación.
Somoza se acercó a la ruleta. Pidió fichas por 300 dólares y se puso a jugar. Estaba a escasos dos metros de "Ramón". Este se mantuvo frío, pero Silvia estaba incómoda, por lo que le dijo que iría al bar y se alejó.
Somoza estaba con Dinorah, una mujer de un poco más de 40 años, realmente bonita y fina. Somoza era medio tosco en sus gestos y actitudes, aunque pulido en su aspecto y en su manera de vestir.
- Juego cien al rojo-, dijo.
"Ramón" jugo apenas 20 al negro; ganó.
Dinorah le dijo algo al oído, a lo que Somoza replicó en vos alta:
- Ya vamos, nena, ya vamos.
Cuando se levantó una elegante mujer ya entrada en años, que estaba al lado de Somoza, "Ramón" pasó a ocupar su lugar y le habló:
- ¿Es usted Anastacio Somoza o me engaño?
- No se engaña para nada, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
- Mi nombre es Joaquín Andrada, soy argentino, empresario de la confección. Hago negocios con Paraguay y vengo en torno de una vez por mes.
Somoza iba a proseguir la improvisada conversación pero de nuevo Dinorah le dijo algo al oído, por lo que el ex dictador nicaragüense se levantó un tanto irritado y sin despedirse de "Ramón" se dirigió a la salida.
Eran como las 00.50 cuando Somoza se retiró, acompañado por Dinorah y custodiado por sus seis guardaespaldas. Como si todo estuviese bajo estricto control, los guardaespaldas actuaban de manera relajada, tranquila.
Ese elemento le pareció más que importante a "Ramón", pues como después le comentara a Silvia era evidente que los guardaespaldas no esperaban enfrentar sorpresa alguna. Hacían su papel rutinario sin darle mucha importancia; eran toscos, rudos, pero aparentemente ninguno de ellos tenía el sentido de la profesionalidad. "Ramón" le explicó a Silvia que esa era una gran ventaja para el grupo, pues los mismos no tendrían condiciones de enfrentarlos.
El siguiente sábado se volvió a realizar el encuentro en lo de Armando. De acuerdo con los partes presentados, todo estaba bajo control. No obstante, los informes sobre los movimientos en los lugares frecuentados por Somoza no resultaron alentadores. O había excesiva seguridad, o el riesgo de alcanzar a extraños era muy alto.
"Ramón" dijo que definitivamente se optaría por lo de la avenida España, prometiendo presentar un plan detallado para el siguiente sábado. Sin embargo, insistió sobre que lo que más le preocupaba era la salida del país.
- No sabemos qué capacidad de reacción tendrán. De todos modos, la idea es abandonar el país en menos de 24 horas; tal vez 12 o hasta menos.
- ¿Y quedarse por un tiempo, bien quietos?, preguntó Bárbara.
- Eso no corre -respondió-, es altamente arriesgado, pues de hacerse allanamientos masivos, más de uno puede ser alcanzado. Hay que salir de inmediato.
Fuera de eso, todo indicaba que la operación correría sin grandes inconvenientes. Pactaron encuentros en la casa de la avenida España, para darle movimiento. La cuestión era crear una rutina, como parte de la cobertura.
"Santiago" y Julia fueron varias veces, durante la siguiente semana, a visitar a Silvia. En realidad, "Santiago" y "Ramón" trabajaban las diversas alternativas del operativo y organizaban la fuga.
- Esta parte alta es ideal para disparar, comentó "Santiago".
- Sí, es lo que pensé, pero la distancia no es pequeña, debe dar unos 12 metros.
- No te preocupes con eso, el blanco es grande y creo que me arreglo.
La propuesta de cómo se iría a realizar el atentado ya estaba hecha, por lo que se decidió destinar el encuentro del siguiente sábado a estudiar, en detalle, el movimiento hacia las fronteras.
Una cuestión que Osvaldo había trabajado era un paso directo de Asunción a Clorinda, Argentina, lo que llevaría menos de dos horas después de producido el atentado. Para "Ramón", la salida era arriesgada y consideraba que en el mejor de los casos podría ser utilizada exclusivamente por Osvaldo, aprovechando sus contactos.
Como Osvaldo vendía publicaciones argentinas, se había vinculado a algunos pequeños paseros, que realizaban cotidianamente viajes a Clorinda. La vía más segura era la de Itá Enramada. Osvaldo viajo dos veces durante la semana, con el pretexto de hacer compras en la pequeña ciudad argentina, que se ubicaba apenas al cruzar el río Paraguay. Era funcional, pero "Ramón" sospechaba que los más rápidos en reaccionar serían los de la frontera más cercana, por lo que apenas se haría la salida de Osvaldo por ese lugar.
"Santiago" y Bárbara fueron a ver el paso en Encarnación. Había dos posibilidades -explicó "Martín"- la normal y la clandestina.
Armando y Julia fueron hasta Ciudad Puerto Presidente Stroessner y pudieron constatar que se trataba, efectivamente, de un dinámico mercado, donde entraban y salían turistas del Brasil, casi sin control. Se alojaron en un hotel de cierta calidad, en el centro mismo, y pudieron comprobar que no había controles rutinarios sobre los turistas. Una ventaja grande era que habían muchos turistas argentinos; miles.
"Ramón" y Silvia viajaron hasta la frontera seca con Brasil, entre Pedro Juan Caballero y Ponta Porá. A ninguno de los dos les pareció viable una salida por ahí, pues el viaje era muy demorado, como 8 horas y los esquemas de control muy frecuentes. La frontera seca obviamente facilitaba el paso, pero el tema era cómo llegar íntegramente hasta ahí.
A su retorno, se marcó un encuentro para el 15 de setiembre. El esquema de salida estaba fijado. Bárbara y "Santiago" viajaron a Río, por avión, marcando sus pasaportes a la salida. Solamente "Santiago" retornó, por aire, pero con otro documento. Bárbara esperaría hasta el día del atentado y al día siguiente entraría al Paraguay para salir juntos con "Santiago", en vuelo hasta Río y luego a España.
Osvaldo utilizaría el esquema que había montado, saliendo por Clorinda, desde ahí a Buenos Aires y lo antes posible a Madrid, España.
Armando y Julia saldrían por Encarnación, con la ayuda de "Martín". Se buscaría el esquema más apropiado para la salida de ambos. La idea era hacerlo antes de que pasen 24 horas desde el atentado. De ahí a Buenos Aires, luego a México y finalmente Madrid.
"Ramón" y Silvia saldrían por Foz de Iguazú. Partirían inmediatamente en esa dirección y tratarían de pasar la frontera ese mismo día.
Durante esa semana se hizo el ensayo general de la salida. Todo debía abandonarse, por lo que nada habría que dejar. El atentado sería al mismo tiempo el momento de la partida al exterior. Todos pasaron y volvieron sin dificultades.
Sin embargo, seguía siendo la principal preocupación de "Ramón".
- La cuestión está en que el ensayo se hizo en tiempos normales. Inmediatamente después del atentado, no sabemos qué ambiente irá a instalarse. De todos modos, parece ser el mejor de los esquemas.
Solamente el sábado 15, a escasos días del atentado, se asignaron los papeles definitivos.
La distribución de los papeles la hizo "Ramón". En ese momento estaban seis de los participantes en el Paraguay: Bárbara y Armando; Silvia y "Ramón", Alfredo y Osvaldo. A Camila la enviaron directamente a España. Definitivamente, no iría a precisarse de su concurso. La decisión no la molestó, pues además de ser la menos experimentada, había tenido la ventaja de haber acompañado todo el proceso hasta el momento final.
Sin embargo, su función era importante, pues debía preparar en España todo lo relativo a la recepción de los demás.
"Ramón" procedió a explicar el plan, insistiendo en que la idea era sencilla:
- Osvaldo dará el aviso, al salir el coche de Somoza, el martes, el miércoles o el jueves.
- ¿Por qué tantos días posibles?.
- Porque la idea es hacerlo de mañana y no siempre sale.
- ¿Y luego?, preguntó Bárbara.
- Armando detiene el vehículo; Alfredo le dispara y todos salimos corriendo en dirección a las respectivas salidas. No habrá tiempo para más nada.
- ¿Nos volvemos a encontrar?.
- Sí, el lunes por la noche, aquí.
IX
EL DÍA DEL BAZUCAZO
Ese lunes se encontraron los seis en la casa de la avenida España. "Ramón" repartió los wolkies que se utilizarían en la operación, que habían sido probados por Silvia, quien explicó a todos cómo se utilizaba, sin hacer uso real del aparato. Comentó que las comunicaciones podrán ser captadas por la policía, por lo que pidió que todos encendiesen las radios a la hora indicada, solamente, y que se ajustasen rigurosamente a lo que les comunicaría "Ramón" acerca de los mensajes.
"Ramón" habló con cada uno, por separado, sobre la misión, y dijo:
- Si todos hacen exactamente como está previsto, no habrá inconvenientes y la operación será un éxito.
- ¿Hora de inicio?, preguntó Alfredo.
- 08.00 horas en punto. A esa hora se encenderán las cuatro radios, que tendrán Osvaldo, Silvia, Armando y yo. Desde ese momento hasta las 11.00, todos estaremos en alerta máxima.
La noche resultó especialmente tensa. "Ramón" pidió a todos que durmiesen más o menos temprano, por lo menos antes de las 23.00 horas, pues les despertaría a las 07.00, a excepción de Osvaldo, quien desde las 05.00 tenía que tener abierto el negocio, su puesto de observación.
Amaneció, un lindo día. Cada cual ocupó su puesto. En la casa de Somoza Dinorah atendió el teléfono a las 08.30. Era una esperada llamada de una casa de cambios, que le anunciaba que todo estaba en orden en cuanto a la transacción que estaban realizando. Le habían girado dinero a Somoza desde Miami, unos 300.000 dólares y tenía que firmar unos documentos.
Como durante la noche anterior se habían acostado relativamente temprano, decidió despertarlo para darle la buena noticia. Somoza estaba ansioso por recibir el dinero, por lo que se dispuso a salir con dirección a la casa de cambios lo antes posible.
- Me visto, tomo un café y nos vamos.
Se vistió lentamente, con ropas de sport elegante. Dinorah estaba toda de negro. En eso, de nuevo sonó el teléfono. Era la esposa del general Andrés Rodríguez, que le invitaba a Dinorah a un té, esa mañana, como a las 10.00.
Le dijo a Somoza que tendría que ir sólo, pues ella tenía otro compromiso.
- No hay problema, dijo, pidiendo al chofer que preparase el Mercedes Benz azul.
- Tiene problema de batería, presidente, pero ya llega el mecánico en unos minutos para arreglarlo.
- No importa -dispuso-, salgamos en el blanco.
Rápidamente, el chofer puso en marcha el Mercedes blanco, esperando un tiempo para que se caliente el motor. Mientras, Somoza miraba los titulares principales del diario.
El coche se acercó. Lo abordó por la puerta trasera. Los guardaespaldas subieron al viejo pero noble Chevrolet y se dispusieron a acompañarlo.
Cuando los portones de la casa de Somoza se abrieron eran exactamente las 09.05 horas. El corazón de Osvaldo disparó. Una señora que acababa de comprar el diario Hoy se benefició con la situación.
- ¿Cuánto es?, preguntó.
- Nada, señora, nada.
En realidad, Osvaldo debía estar a solas para operar. La señora se alejó. De casi cien metros pudo ver Osvaldo que salía el coche Mercedes Benz blanco. Pensó que sería Dinorah, sin Somoza, pues invariablemente el ex dictador se movía en el coche azul, el blindado.
Pero su asombro fue tal que desde cerca de 15 metros pudo ver a Somoza, solo, viajando en la parte trasera del coche.
"Blanco, blanco, blanco", dijo tres veces, que era la primera señal de alerta. Todos escucharon en sus radios el claro aunque nervioso mensaje de Osvaldo.
Cuando pasó frente a su puesto de revistas, Osvaldo vio perfectamente a Somoza, sentado en el asiento de atrás. Volvió a dar su mensaje: "Blanco, blanco, blanco, blanco,....",
"Ramón" salió rápidamente hasta el frente de la casa. Ningún transeúnte venía. No estaba normalmente vestido, sino con una ropa camuflada de militar y un gorro con peluca, que le hacía parecer melenudo.
Pasó una camioneta y desde lejos pudo ver el Mercedes Benz acercándose a mediana velocidad.
- Salí Armando, gritó.
Desde el estacionamiento, con los portones abiertos, comenzó a salir lentamente la camioneta de Armando. Tenía que cerrar hasta la mitad la arteria, de modo que el coche de Somoza se detuviese necesariamente.
En el cruce con la avenida Venezuela, Silvia entró en acción. Vistiendo una corta minifalda, exhibía sus hermosas piernas ante los que estaban por pasar. A Silvia se la cayó un libro, por lo que se agachó a alzarlo, causando la distracción de los guardaespaldas. Estos, muy caballerosamente, le hicieron señas indicándoles que podía pasar.
El coche de Somoza ya se había distanciado mucho, más de 80 metros, por lo que el chofer, mirando por el retrovisor, fue frenando, para permitir que los guardaespaldas se acercasen.
Adelante, frente a una mansión blanca, una camioneta cerraba el paso. El chofer de Somoza siguió reduciendo la velocidad del coche. "Ramón", que se encontraba en el portón, levantó la mano. "Santiago" intentó disparar el bazucazo, pero falló, se atascó. Desesperado, "Ramón" salió corriendo a la vereda y descargó todos los proyectiles de su ametralladora en los cuerpos del chofer y de Somoza. Es posible que ambos ya hubieran muerto en ese momento.
Las ventanillas se hicieron trizas y había sangre por todos lados. Dejó de disparar y corrió por la escalera hacia arriba, gritando:
- ¡Tirale, flaco!.
"Santiago" descargó sobre el centro del Mercedes un bazucazo. El estruendo fue tremendo, asustando a todos los vecinos de varias cuadras.
Los guardaespaldas de Somoza entraron en pánico. El bazucazo resultó ser una explosión tremenda. "Santiago" soltó la bazuca y tomó dos granadas en sus manos, tenía colgado en el hombro una ametralladora. "Ramón" también estaba con dos granadas y una pistola. Armando, desde la camioneta, armado con una ametralladora, gritó:
- ¡Vengan, está limpio, vengan!.
"Santiago" y "Ramón" subieron en la parte trasera de la camioneta, exhibiendo sus armas. Los guardaespaldas se habían metido en un baldío. Desde ahí, pero ya cuando la camioneta subía por la calle América, hicieron algunos tímidos disparos.
"Ramón" y "Santiago", en cuestión de segundos, se sacaron los gorros con pelucas y los uniformes camuflados, quedando perfectamente vestidos. A dos cuadras, un vecino estaba saliendo de su casa, cuando "Ramón" y "Santiago", fuertemente armados, le pidieron que abandonase su vehículo. Cruzaron la camioneta en medio de la calle, para impedir el tránsito por la estrecha arteria, abordaron el vehículo del asustado vecino y salieron raudamente en dirección a la avenida Mariscal López, y de ahí, hacia las afueras de Asunción.
Tardaron cerca de cinco minutos, los guardaespaldas, para llegar hasta donde estaba la camioneta; momento en que Armando, "Santiago" y "Ramón" pasaron a abordar tres vehículos que estaban estacionados frente al cementerio La Recoleta, y cada cual tomó direcciones diferentes.
"Ramón" fue hasta la calle Venezuela, donde le aguardaba Silvia, y de ahí rápidamente se dirigieron para tomar la avenida Eusebio Ayala, que salía a la Ruta II, que los llevaría a Ciudad Puerto Presidente Stroessner.
"Santiago" paró al llegar a la avenida Sacramento, a escasa distancia, donde subió Osvaldo, y luego se dirigió rápidamente en dirección al centro. Tenía que conducir a Osvaldo hasta Itá Enramada, no muy lejos de su casa de San Vicente.
Armando salió por la avenida Sacramento hasta Eusebio Ayala, donde le esperaba Julia, con algunas bolsas de viaje, y rápidamente se dirigieron a San Lorenzo, para tomar la Ruta I, que los llevaría a Encarnación.
La salida de Osvaldo fue rápida. En realidad "Santiago" con bastante nerviosismo dirigió el coche hasta Itá Enramada, a una velocidad media, de alrededor de 60 kilómetros por hora. Llegando a Itá Enramada, ambos se bajaron. Un personaje, conocido de Osvaldo, le llamó con insistencia:
- ¡Vamos, curepa, estamos por salir!.
Osvaldo le insistió por última vez a Alfredo:
- ¡Vamos, flaco. Es una salida segura!.
- No, me quedó. Tenemos que ajustarnos al plan original. Todo va a salir bien.
Habían pasado apenas 30 minutos del atentado y Osvaldo, el del puesto de observación, ya estaba cruzando el río Paraguay, con dirección a Clorinda, Argentina.
Recién en momentos en que salía Osvaldo con dirección a Argentina, el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, acompañado de Dinorah Simpson, la amante de Somoza, estaban llegando al lugar. Lo propio hacía Pastor Coronel, jefe máximo de la Policía Política y Alberto Cantero, el número dos.
La escena que presenciaron sobre España y América era de terror. No había sobrado casi nada de los cuerpos de Somoza y su chofer. Literalmente habían sido destrozados por el bazucazo. Pedazos de carne humana, con huesos y sin huesos, se desparramaban en los alrededores. El fotógrafo de un diario, que había llegado hasta el lugar bien antes, tomaba fotos y cuidaba al caminar para no pisar los restos de quienes en vida fueran Somoza y Javier, su chofer.
La policía ya había entrado a la casa. No había ni siquiera teléfono, pues "Ramón" los había cortado.
- ¡Hijos de puta!, dijo Montanaro y se dirigió a la casa de enfrente, donde le prestaron el teléfono. Llamó al directo de Stroessner y le comentó rápidamente lo que había pasado.
- Espero instrucciones, dijo el ministro del Interior. Stroessner permaneció en silencio durante un poco más de un minuto. Luego dispuso:
- Quiero que se cierren todas las fronteras, inclusive el aeropuerto, y que toda la policía se lance a la cacería de los terroristas. Voy a disponer, también, que las Fuerzas Armadas salgan a las calles. Si ahí está Pastor, quiero hablar con él.
Montanaro dijo que en un minuto ahí lo tendría. Salió al patio, gritó y Pastor Coronel en segundos ya estaba al teléfono.
- ¡Señor presidente!.
- Quiero que entre en contacto inmediato con la policía argentina y que acuerden la rápida venida de los mismos. Esto es cosa de los Montoneros o del ERP.
- ¡Si señor!, dijo Pastor Coronel e inmediatamente abandonó el lugar para gestionar la venida de la policía argentina.
El gobierno argentino no puso trabas y esa tarde ya se encontraba en el Paraguay dos de los mejores investigadores. Llegaron en un avión militar. Desde Buenos Aires, esa tarde, en seis coches Ford Falcon salían alrededor de 22 investigadores de primera, los que habían estado en la persecución de los Montoneros y el ERP desde el comienzo.
Los dos expertos argentinos que habían llegado primero estuvieron esa misma tarde en el lugar de los hechos; hablaron con algunas pocas personas, como la dueña de la casa, y llegaron a la casi precipitada conclusión de que habían sido argentinos. Pastor Coronel, antes de que los mismos concluyesen, ya había dispuesto el arresto masivo de todos los extranjeros que se encontraban en el país.
Eran cerca de las 14.30 horas cuando Armando y Julia llegaron hasta la librería de "Martín". Este ya había escuchado las noticias, por lo que los atendió deferentemente y les dijo:
- ¡Tenemos que intentar pasar ahora mismo!.
- ¿Hay posibilidades?.
- Es cuestión de intentarlo.
"Martín" era conocido por los guardias de frontera, por lo que le resultó fácil hablar con ellos. Se acercó a uno y le dijo:
- Mirá Jiménez, ésta llegó hoy a Paraguay, pero este tema del cierre les jode, pues la señora necesita ir al médico esta misma tarde.
- Creo que será muy difícil, respondió el guardia, pero sin indisponerse.
- ¿Y si aceitarnos un poco?.
- Déjame ver-.
Unos minutos después, el sub oficial Jiménez vino con la respuesta:
- Les va a salir 200. Tienen que dejarte el dinero a vos y pasar caminando lentamente allá por donde está el comisario Franco. Que les diga que van de parte mía.
Fueron, entre asustados y temerosos, pero tratando de recobrar la calma. Por suerte, ciertamente, Julia pasó mal, mareándose. Aparentemente, no fue tanto por nerviosismo sino por falta de alimento. Había comido por última vez a las 20.30 del día anterior; eran cerca de las 15.00.
El comisario Franco se acercó, un tanto desconfiado:
- ¿Está con miedo?.
- Nada en especial, comisario, pero ella está un tanto enferma. Nos envía el sub oficial Jiménez.
- Si, pasen.
Mientras pasaban caminando por el puente, Julia se agarraba a Armando con fuerza. Sus manos sudaban. No podía creer que estaba saliendo del infierno apenas horas después del incendio. Tuvo un ataque de risa. Armando trató de calmarla, pero casi con reprimendas:
- ¡Calmate, flaca, calmate! Estás pateando en contra.
Julia se tranquilizó y en la frontera argentina, donde también se habían tomado medidas excepcionales, al gendarme le llamó la atención que los dejasen pasar.
Ellos explicaron que habían llegado ese día a Posadas y que habían pasado a Paraguay para hacer compras, pero que después quedaron encerrados, sin poder retornar. Mostraron sus documentos, hablaron de sus planes frustrados de ir a Asunción y dijeron que si los acompañaba estarían esperándolos en un hotel, prontos para cooperar, si el caso fuere. El gendarme se convenció y los liberó. De lejos, Eva y Francisco observaban el desarrollo de los hechos. Deliberadamente, Eva tropezó con Armando y le dio un mensaje. "Los esperamos en San Martín y Sucre, a seis cuadras".
En menos de 20 minutos, tiempo suficiente para comer unas empanadas y tomar una gaseosa, Armando y Julia estaban en San Martín y Sucre. Vieron acercarse un Ford Falcon marrón, lentamente. Pudieron reconocer a Eva. Subieron en la parte de atrás y Francisco les dijo:
- ¡Hasta Buenos Aires, sin parar!.
"Ramón" y Silvia también llegaron como a las 14.50 a Ciudad Puerto Presidente Stroessner. Durante el trayecto, habían sido detenidos dos veces, pero la versión de los mismos cerró para los guardias, pues aseguraban haber salido de Asunción a eso de las 08.00 horas, es decir, antes del atentado.
La calma de ambos, por otra parte, proyectaba la imagen de una pareja de enamorados, sin la menor intención política. Sus aspectos refinados los distanciaban de parecer terroristas.
"Ramón" y Silvia fueron directamente a alojarse en el hotel Presidente, pero ni bien entraron, salieron de nuevo, compraron unos bolsones y compraron rápidamente todo lo que podían: electrónicos, juguetes, cosas del hogar.
A las 16.00 horas la situación no se había normalizado, pues a la mañana, desde las 06.00 habían ingresado decenas de miles de brasileños y argentinos, quienes no se apresuraron para salir, suponiendo que la noticia del cierre de la frontera no era del todo cierta.
Sin embargo, después del mediodía todos percibieron que la situación se complicaba, por lo que comenzaron a formar filas interminables, pues el esquema de control que se había montado era sumamente riguroso, dirigido directamente por el comisario Ruiz Paredes, de la Policía Política, que había sido enviado desde Asunción por avión para dirigir el operativo.
"Ramón" le dijo a Silvia que simulase vomitar y ella se puso a escupir frente a todos, a gemir y a comportarse cómo quien tenía arcadas.
- ¿Qué pasa con ella?, preguntó un "sacoleiro" brasileño, a lo que "Ramón" le respondió que estaba embarazada.
La solidaridad se expresó de una manera extraña pero rápida. Los "sacoleiros" y turistas abrían paso, permitiendo que "Ramón" y Silvia llegasen muy rápidamente a la punta.
- ¿Qué pasa con esa gente?, preguntó el propio Ruiz Paredes, en tono prepotente.
- La señora está embarazada, le respondió una turista brasileña, con lo que el propio Ruiz Paredes les hizo pasar adelante. Revisó un catálogo de fotografías y como los dos eran muy bien parecidos les hizo pasar, pero antes preguntó:
- ¿Qué llevan?.
"Ramón" abrió los bolsones. Ruiz Paredes se percató de que era una gran cantidad de productos y dijo:
- Pero tanta cantidad no es posible.
En ese momento se le acercó el comisario Martínez, de la Policía de la zona; y le habló en el oído. El reaccionó con rapidez:
- ¡Pueden pasar!.
"Ramón" quedó un tanto sorprendido y preguntó:
-¿Cómo?.
- ¡Pueden pasar, dije, pasen!, repitió en tono de nuevo autoritario.
Pasaron el puente caminando, despacio. Silvia seguía fingiendo pasar mal, por lo que "Ramón" la asistía. No podían creer. Ninguno de los dos hablaba. Cuando transpusieron la mitad del puente, "Ramón" exclamó de manera nerviosa:
- ¡Nos salió barata la cuestión!.
Silvia seguía fingiendo sentirse mal. Llegaron a la frontera brasileña, donde sin hacer muchos trámites, pasaron.
- ¿Para dónde?, preguntó un policía de civil.
- Para Puerto Iguazú, Argentina, respondió "Ramón". Pasaron.
Esa misma noche, en vuelo charter, ambos estaban saliendo para Río de Janeiro. Enteramente relajados, decía Silvia:
- ¡De película!.
- ¡De película!, repitió "Ramón" con ella.
"Ramón" cerró los ojos y no dijo palabra alguna hasta desembarcar en Río.
X
LA MUERTE DE "SANTIAGO"
"Santiago" dejó a Osvaldo en Itá Enramada y fue directamente hasta su casa de San Vicente. Estaba sólo, pues Bárbara tenía que llegar al día siguiente, en vuelo desde Río de Janeiro. Preparó unas milanesas y almorzó hartamente. Estaba tranquilo. Todo había salido como se había previsto, restando apenas su salida del país.
Durante la siesta miró la televisión. La programación normal se interrumpía a cada instante para pasar noticias sobre la muerte de Somoza. Las menciones al grupo guerrillero eran frecuentes, pero no tenían pistas. En una de las tomas en directo, hechas en el lugar del atentado, en medio del trabajo de los bomberos en torno del vehículo que había quedado enteramente destrozado, "Santiago" pensó haber visto al mayor Mendieta, un oficial del Ejército argentino que había jugado un negro papel después del golpe de 1976.
Él lo conocía por fotografías y pensó que se trataba del mismo, pues estaba acompañado de otro, también de apariencia porteña. Ambos no fueron enfocados en primer plano, pero se notaba que hablaban mucho, preguntando y tomando notas. "Canallas", pensó.
Durante la tarde de ese día, como a las 18 horas, un político de base de la zona visitó a un vecino de "Santiago". Le explicó que todas las seccionales del partido estaban dispuestas a cooperar con la policía, en ese momento difícil, por lo que pidió ayuda.
A don Agustín no se le ocurrió mejor idea que comentar que en el vecindario, desde dos meses atrás, vivía un argentino, que usaba barba y que poco o nada hablaba con los vecinos.
- Voy a comentar a los de arriba y vamos a ver qué hacemos, le dijo Mario, aparentemente sin darle mucha importancia. Pero esa noche, un poco después de la medianoche, Mario llevó hasta su casa a varios policías de civil, que se movían bien armados. Pidieron que les describiera al vecino:
- Alto, de barba, de menos de 40 años, de hablar poco. Es todo lo que puedo decirles.
Les comentó que se había mudado hacía como dos meses atrás al barrio y que su mujer había viajado a la Argentina. Dijo, también, que se dedicaba a proveer repuestos de automotores a algunas casas comerciales.
Cantero evaluó que podían tener una sorpresa, por lo que pidió refuerzos por radio. El allanamiento de la casa de "Santiago" fue aparatoso, pues camionetas de la policía se ubicaron en las esquinas y por lo menos 12 efectivos de civil fueron a golpear en la casa.
"Santiago" salió en pijama a recibirles y cuando se percató de que se trataba de la policía política, corrió a buscar su pistola. Intercambiaron disparos, pero en clara desventaja, se entregó después de ser herido en la pierna. Los vecinos pudieron ver que el mismo salió caminando de la casa.
De una de las camionetas, bajó un personaje especialmente alto, de pelo negro muy bien peinado. Era evidente que era argentino. Le observó desde lejos y le pareció conocido; "un milico", murmuró.
Pensaba a mil por hora. Le habían palpado todo el cuerpo. No respondió ninguna de las preguntas. Durante el trayecto hasta el Departamento de Investigaciones se lo fue golpeando con pistolas.
El oficial argentino se comunicó por radio con uno de sus pares.
- Resistió a balazos, pero está herido, dijo.
- ¡Tráiganlo ya!, ordenó el otro.
Al llegar a Investigaciones uno de los milicos argentinos exclamó:
- ¡Hijo de las mil putas! Es el "capitán Santiago".
Los policías paraguayos quedaron muy confundidos. El jefe de los oficiales argentinos comentó que no se tenía fuente; que lo más probable era que "Santiago" no hablase.
- ¿Dónde están los otros?, ¿quiénes son?. Las preguntas se repetían sin cesar.
- Este es uno de los pesos pesados. Lo más probable es que no hable, comentó el jefe de los investigadores argentinos, mayor Mendieta. Ruiz Paredes puso en duda la afirmación, gritando:
- ¡Vamos a "la pileta"; ahí se han quebrado muchos de los toros!
Alfredo fue sumergido en "la pileta" durante casi dos horas, alternándose las mismas con descargas de picana eléctrica y latigazos que le reventaron la espalda. Nada respondía. Ni una sola palabra. Eso irritaba más a los investigadores, que siguieron torturándolo pese a que "Santiago" se mantenía firme en no cooperar.
El salvajismo con que se lo trató fue tremendo, inédito: golpes, descargas eléctricas, ahogamiento... Cuando el grupo operativo argentino entró a actuar, los policías paraguayos quedaron cortos en cuanto a salvajismo. De hecho, habían escuchado hablar de los procedimientos en el marco de la "guerra sucia", pero siempre les había parecido que los mismos eran esencialmente similares a los empleados por la policía paraguaya.
A eso de las 04.00 horas dejó de respirar. Los policías le pegaban para ver si se recuperaba, mientras que Ruiz Paredes pidió que rápidamente viniese un médico. Este llegó en poco tiempo. Le examinó y su determinación fue concluyente:
- ¡Está muerto!.
Qué hacer fue la discusión posterior. No se podía admitir que se lo había matado en la sala de tortura. Pastor Coronel dio la solución:
- Mejor será presentarlo como muerto en combate. Y así se hizo.
A eso de las 04.30 el local del Departamento de Investigaciones fue aislado. Llegaron los jerarcas militares y civiles del stronismo para ver en directo al extraño personaje. El rostro de "Santiago" parecía sereno, pese a las brutales torturas a que se le sometiera en los momentos previos a su muerte.
Para no repetir la historia, se esperó a que llegaran todos. Stroessner no compareció, pues le pareció innecesario, pero estaban presentes casi todos los demás, por lo que Pastor Coronel pidió al mayor Mendieta que diese las explicaciones del caso.
El mayor Mendieta se expresó con mucha calma sobre el guerrillero muerto, pues pese a que se trataba de uno de los más buscados en la Argentina, no podía dejar de apreciar el coraje de "Santiago".
Exhibió unas fotografías, sacadas de un maletín y dijo que en realidad estaban en presencia de Hugo Alfredo Irurzún, cuyo nombre de guerra era "capitán Santiago". Explicó que la ficha policial del guerrillero era amplia, pues se había incorporado, al Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, desde que se formara, a fines de los años 60, por iniciativa del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, cuyo máximo líder, Mario Roberto Santucho, había sido muerto en los años 70.
Mendieta explicó que Irurzún había estado en el intento de guerrilla rural que promoviera el ERP en las selvas de Tucumán, Argentina, a mediados de los años 70, época en que ya se lo conocía como el "capitán Santiago" y en que los servicios ya lo consideraban como uno de los subversivos más peligrosos.
Después, de acuerdo a los trabajos de seguimiento, Irurzún habría estado en América Central, concretamente en Nicaragua, donde participó del proceso de destrucción del ejército de Somoza, en el llamado "Frente Sur".
- Por las referencias que tenemos, era muy apreciado por los del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En cuanto a su formación militar, Mendieta aclaró que era amplia, que sabía de todo, desde combates de defensa personal hasta preparación de explosivos. Era un combatiente completo, entrenado en todas las áreas del saber militar.
- Pero ojo, no era un combatiente común, era un jefe. Lo más probable es que él haya liderado el grupo que mató a Somoza. Ahora el desafío es encontrar al resto. A juzgar por nuestra impresión, lo más probable es que haya operado con algunos de sus ex subordinados de Tucumán. Tenemos una serie de fotografías, que podemos publicar, dándolos como buscados.
Con respecto a la muerte del jefe guerrillero, a Mendieta no le pareció nada extraño, pues Irurzún era considerado como un fanático, de donde una eventual cooperación del mismo en la captura de los demás tenía altas posibilidades de fracasar.
Explicó que se empleó con el mismo todos los métodos más violentos de "ablandamiento", pero que el resultado final mostraba apenas que no se había conseguido quebrarlo. Cuando se revisó la casa de Irurzún se encontró una pastilla de cianuro.
- Si no lo usó, no fue por miedo. Se jugó a pasar por lo que habían pasado muchos de sus camaradas, para tratar de entender si era o no posible resistir. No creo que creyera que se lo dejaría vivo.
La historia del "capitán Santiago", cuyo cuerpo estaba expuesto sobre una larga mesa, impactó a los presentes. Una trayectoria de lucha intensa, de combate sin cuartel. El general Rodríguez no pudo dejar de expresar lo que sentía:
- No cabe dudas sobre que son adversarios difíciles de dominar.
La muerte repentina de "Santiago" dejó al gobierno paraguayo y a los investigadores argentinos sumamente confundidos. Stroessner organizó una reunión en el Palacio con los principales jefes militares y policiales: Alejandro Fretes Dávalos, jefe de Estado Mayor, y Benito Guanes Serrano, jefe de Inteligencia Militar; Alcibíades Brítez Borges, jefe de Policía y Pastor Coronel, jefe de Investigaciones.
- La muerte de Irurzún confirma plenamente la sospecha de que aún están en Paraguay, dijo Pastor Coronel.
- En ese caso -dijo Guanes Serrano- lo mejor será intensificar la búsqueda.
- Se está haciendo lo máximo, comentó Pastor Coronel.
- No -dijo Guanes Serrano-, se puede hacer algo mucho más amplio y efectivo.
Stroessner, que hasta ese momento se limitaba a escuchar las diversas intervenciones, pregunto a Guanes Serrano qué implicaba en concreto intensificar la búsqueda.
- Tengo el plan completo de un "operativo rastrillo".
- ¿Y en términos de acciones que significa, en concreto?.
- Uso de las Fuerzas Armadas, por lo menos cinco mil hombres. Se harían allanamientos en Asunción y en los alrededores.
- ¿Y el costo político de esa gran incomodidad, general?.
- La seguridad absoluta ha sido y es uno de sus principales capitales políticos, señor presidente. Al margen de las molestias pasajeras, creo que la gente valorará el esfuerzo.
Stroessner meditó un rato y terminó aprobando la iniciativa del jefe de Inteligencia Militar.
XI
EL "OPERATIVO RASTRILLO"
Al día siguiente comenzó el "Operativo rastrillo". Las calles de Asunción se llenaron de militares, que vigilaban en las esquinas. Se seleccionaron tres barrios a la mañana y tres barrios a la tarde, de acuerdo a un criterio establecido por la Inteligencia Militar, y se hizo el operativo, que provocó terror en la población.
No se respetaron clases sociales para el efecto. De hecho, la casa que había sido alquilada por los guerrilleros para operar era una de clase media-alta, por lo que Guanes Serrano estaba convencido de que podían encontrarlos en cualquier tipo de casas. De todos modos, los militares, pese a ser medio brutos, no eran tan estúpidos hasta el colmo de tratar de igual manera a ricos y a pobres: en las casas de las familias pudientes, los militares actuaban de una manera más bien amable. En las casas de los pobres se mostraban fieras.
Se hicieron allanamientos de viviendas en las localidades cercanas a Asunción, como Lambaré, Luque, Fernando de la Mora y Mariano Roque Alonso. Todos los extranjeros, casi sin excepción, eran inmediatamente llevados al Departamento de Investigaciones, donde de día y de noche, los policías paraguayos y argentinos se pasaban interrogando a los más sospechosos.
Los bares, restaurantes, clubes nocturnos, también eran "peinados" por la policía, uniformada y de civil. Ingresaban, observaban pedían documentos, hacían preguntas. Los detenidos llegaban en decenas al Departamento de Investigaciones, a toda hora. Para la población fue una experiencia traumática, pues no existía precedente alguno. En Barrio Jara, por ejemplo, la operación comenzó a las 08.00 horas y terminó a las 12.00. Casa por casa, sin excluir ninguna, se procedió a revisar.
Los pobladores estaban asustados, pues en el proceso de investigación se miraba todo, en especial los libros, revistas y publicaciones. Cuando se encontraban armas -lo que ocurría en muchos casos- se tomaban medidas especiales, exigiendo del propietario la presentación del certificado de habilitación, además de una explicación convincente sobre la finalidad de tenerla.
Los militares miraban en los pozos, entraban en todos los cuartos, abrían los roperos, revisaban bajo las camas, entre las plantas..., una inspección minuciosa.
Hubo un pésimo cálculo de Benito Guanes Serrano: pensaba, y estaba profundamente convencido de ello, que el operativo daría algunos resultados, que aunque fueren pocos, lo colocaría a él, el Jefe de Inteligencia Militar, como el número uno en materia de represión política.
Pastor Coronel, cuyo poder era inmenso, apostaba a que nada saliese del operativo, y advertía que el mismo era realizado de manera indiscriminada, por personal no entrenado para el efecto, por lo que habían excesos innecesarios, que terminarían por afectar negativamente la imagen de las Fuerzas Armadas, en particular, y la del gobierno de Stroessner, en general.
Stroessner no estaba del todo convencido de la eficacia del operativo, pero consideró esencial hacerlo, de manera que dejó que el mismo se desarrollase. En el peor de los casos -pensaba- se estará dando un mensaje claro a quienes osen intentar hacer algo semejante en el futuro.
En concreto, el "Operativo rastrillo" no arrojó resultado alguno. Se rescataron armas de fuego de particulares y fueron detenidos algunos delincuentes comunes, pero de los que participaron de la muerte de Somoza ni siquiera el menor rastro. Para el general Benito Guanes Serrano, la iniciativa resultó negativa. Para Alcibíades Brítez Borges, el Jefe de Policía, también; para Sabino Augusto Montanaro, ministro del Interior, también.
Pastor Coronel decía a sus pares argentinos:
- Creo que ya salieron del país. Me informaron que esa tarde se hicieron dos vuelos medio raros, uno a Amambay, frontera con Brasil, y otro al Chaco, con dirección a Bolivia.
- Se puede apretar una semana más, opinó el jefe de los investigadores argentinos.
- Pero la gente está molesta, argumentó Pastor.
- Debe estar, pero los dejará mal parados no resolver el tema.
Pastor Coronel quedó en silencio. Miró con atención los "identikit" que había preparado la policía argentina sobre los posibles sospechosos. Parecían personas normales; ni de lejos tenían aspecto de guerrilleros.
- Esta aquí -le señaló el jefe- era tremenda. Cuando fueron a buscarla mató a dos e hirió a dos. ¡Fiera!.
Era Bárbara. Pastor observó la foto atentamente: pelo corto, rubia, de cara más bien angelical. Insólito.
Pero lo más insólito es que Bárbara, que había entrado al Paraguay por el aeropuerto el día 18, para salir con "Santiago", estaba en el Departamento de Investigaciones y ya había sido interrogada tres veces por policías argentinos.
- ¿Nombre?
- Diana Betancourt.
- ¿De dónde?.
- Uruguay.
- ¿Estado civil?.
- Casada.
- ¿Motivo del viaje?.
- Turismo.
Bárbara entró al Paraguay al día siguiente del atentado, procedente de Río de Janeiro. Tal vez ese hecho contribuyó de manera decisiva a salvarla, pues los que eran detenidos en condiciones de escasa sospecha, eran tenidos por separado, en un lugar más amplio, que parecía ser el comedor del Departamento de Investigaciones.
Ella estaba ligeramente cambiada. Se había hecho una cirugía estética en la nariz, ciertamente, y tenía el pelo teñido en negro fuerte, pero sus rasgos básicos eran los del "Identikit". Un cartel estaba pegado en la sala. Ella conseguía identificarse plenamente, pero los demás no. Tenía el pelo teñido, en fuerte contraste con su piel blanca, y usaba un anteojo metálico, de fina terminación, con lentes neutros.
Pero lo más insólito fue que una de las prisioneras se le acercó y le dijo:
- Estábamos comentando con mi amiga que esta se le parece mucho, dijo, mostrando el letrero.
- ¡Por Dios! -reaccionó-, ojalá que ellos no piensen lo mismo. Me harían puré.
La joven entendió el mensaje y le hizo prometer a su amiga que no harían ni siquiera las más inofensivas bromas sobre el tema. De hecho, la situación de Bárbara era muy delicada.
A casi una semana de estar durmiendo en el piso de Investigaciones, Bárbara llamó al jefe de guardia y le dijo que su situación era insostenible.
- Quiero hablar con el jefe de ustedes. No es posible que me sigan teniendo aquí, en condición de detenida, sin que por lo menos se me permitiese plantearle el caso al embajador de mi país, que creo que aportaría todos los datos suficientes para aclarar que nada tengo ni tuve que ver con lo que pasó.
Su versión era convincente. ¿Qué sentido tendría, de hecho, que llegara al país un día después del atentado?
El oficial se comprometió a hacerlo. Y lo hizo. Cantero escuchó el reclamo con atención. Pidió el expediente de Bárbara y lo leyó. Llamó a Laspina, uno de sus colaboradores civiles, y le reprendió:
- ¿Cómo carajo se tiene cinco días a alguien que llegó al país después del atentado?.
- Pero se detuvo a todos los argentinos y uruguayos, señor.
- Pero esto se parece a un procedimiento de cretinos. Una señora llega 24 horas después del atentado y se le tiene cinco días. ¡Es absurdo! Quiero que no pase 5 minutos para que se la ponga en libertad.
- ¡Diana Betancourt, prepararse!, gritó el jefe de guardia.
Bárbara entró en pánico. No sabía que iría a ser de ella. El jefe de guardia se acercó y le dijo que la dejarían ir. Ella trataba de recobrar la calma. "Bien, gracias", fue lo que atinó a decir.
Le entregaron un papel, en el que constaba que había sido puesta en libertad, libre de sospechas, para evitar que volviese a ser detenida, y luego la dejaron ir. Bárbara salió del Departamento de Investigaciones aún muy asustada y nerviosa. Llevaba en la mano, el mismo bolsón con el que había ingresado al país.
Tenía un billete de pasaje de vuelta a Río de Janeiro. Ni bien salió, preguntó a uno de los guardias dónde quedaba la agencia de Varig. Le indicaron, fue hasta allá, pero no había caso para ese día. Tenía que salir al día siguiente. Se resignó; compró un diario y fue a alojarse en el hotel Chaco, donde pasó la noche casi sin dormir.
Al día siguiente, quedó encerrada en el cuarto toda la mañana. Como al mediodía pidió la cuenta, pagó, tomó un taxi y fue directamente hasta el aeropuerto. Mientras iba pudo ver que camiones militares circulaban por la ciudad, llevando decenas de soldados armados.
En la policía tuvo que presentar la constancia que le habían dado en Investigaciones. Un agente observó el papel casi sin interés y le dijo:
- ¿Quiere dejar con nosotros la constancia o quiere llevarla de recuerdo?.
- ¿Y si vuelven a pedirme?.
- Ya no la utilizará, le dijo el agente de Migraciones.
- Si puedo, me la llevo.
El agente le entregó el papel y le dijo que podía pasar. Bárbara ingresó a la sala de embarque. Cuando se hizo el primer llamado para subir al avión ya subió, se instaló en el asiento y la espera se tornó desgastante. Miraba su reloj con frecuencia y le parecía que el tiempo no corría. Seguía asustada, nerviosa. La constancia la tenía en la mano, que sudaba.
Recién cuando el avión comenzó a carretear se fue tranquilizando. Levantó vuelo. Cerró los ojos y se durmió hasta que la despertaron, diciéndole que ya habían llegado. Tenía la constancia fuertemente asegurada en una mano.
CAPITULO XII
LAS REACCIONES POSTERIORES
Asunción, Paraguay, 11 de octubre.
Stroessner evaluó con su gabinete lo sucedido con Somoza. Dijo:
- Señores, hay que sacar las consecuencias de los hechos. Ustedes me ponen dos camiones cargados de soldados como escolta, pero lo que está demostrado es que cuando deciden matarlo a uno, lo hacen, nada ni nadie puede evitarlo. ¿La lección? Aprieten a sus adversarios, pero no al punto de que se convenzan de que la única salida es la eliminación física.
Todos entendieron el mensaje. Además de los miembros del gabinete, estaban presentes Pastor Coronel y Benito Guanes Serrano. Stroessner fue condescendiente con ellos:
- Estén tranquilos. Creo que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para solucionar el tema.
Esa tarde, frente a Investigaciones hubo un movimiento especial, inusual. Varios coches Ford Falcon se estaban yendo de Paraguay, llevando a más de 22 agentes argentinos, que habían participado de la infructífera cacería.
En el Paraguay, a iniciativa del propio presidente, los organismos de seguridad trabajaron en el montaje de un operativo militar y policial de cierre total del país, llamado "Paraguay Ñemboty", cierre de Paraguay. La maniobra conjunta consistía en un cierre total de las fronteras, a ser ejecutado en media hora, después de darse la orden.
"Paraguay Ñemboty" involucraba a todas las Fuerzas Armadas: Ejército, Aeronáutica y Marina, así como a las fuerzas policiales.
La vulnerabilidad del sistema de seguridad quedó enteramente al desnudo, pues los que mataron a Somoza pudieron conspirar sin que siquiera se percibiese absolutamente nada; pudieron ejecutar el atentado, sin que se pudiese reaccionar de manera alguna; pudieron huir del país, sin que se pudiese tomar a uno de ellos.
En la evaluación de la Policía Política, el apresamiento de Irurzún fue por un accidente casi estúpido, no por habilidad o fortaleza del sector.
Lo que más irritó a los personajes vinculados al tema de la seguridad política es la lenta capacidad de reacción, pues las primeras medidas se tomaron apenas después de casi una hora, tiempo suficiente para que los adversarios pudiesen tomar todas las medidas de protección que les permitiría burlar los esquemas de control y represión.
Las Fuerzas Armadas, como estamento, fueron afectadas negativamente por la realización del "Operativo rastrillo". Sus efectivos ganaron las calles sin que sus actuaciones resultasen en éxito alguno, mientras que en el marco de las mismas hubieron excesos completamente innecesarios.
El propio gobierno, en general, era objeto de críticas explicitadas en pequeños círculos. De hecho, el proceso que rodeo al atentado dejó mal parado al stronismo, que confiaba ciegamente en la eficacia de su sistema de control policiaco, que además de organismos propiamente de seguridad, involucraba a una amplia red de colaboradores civiles, los "informantes", que estaban infiltrados en todas las instancias en que se organizaba la sociedad paraguaya.
Al hacerse un balance político global, se desprendía inevitablemente una conclusión negativa para el stronismo: el ajusticiamiento de Somoza en plena mañana, sobre una arteria importante, derribaba de una sola vez el mito de la absoluta seguridad.
Mucha gente se abrió a considerar que un cambio de sistema de control político tal vez fuese aconsejable, después de tantos años de dictadura.
El gobierno quiso endurecer su posición frente a los opositores, pero como los mismos nada tuvieron que ver con el atentado contra Somoza y con lo relativo al caso, no existía argumento alguno en qué apoyar un endurecimiento. Además, los aliados externos de los opositores, sobre todo los Estados Unidos, jamás irían a permitir el retorno de la "mano de hierro", cuando se había acordado que en el mejor de los casos se utilizaría la "mano blanda" para golpear.
O sea, se estaba ya en plena "dictablanda", acompañada de cuestionamientos internos, expresados en un lento pero progresivo resquebrajamiento de los esquemas de control político y social.
A fines de octubre la operación "Paraguay Ñemboty" ya estaba plenamente diseñada y Stroessner autorizó que se hiciesen los ejercicios de entrenamiento en el marco del nuevo esquema a ser aplicado en casos críticos. Pastor Coronel, en su despacho del Departamento de Investigaciones, se jactaba de haber derribado a sus adversarios internos, comentando a Galli, su secretario:
- El Departamento quedó bien parado, pues lo único que se logró, lo de Irurzún, lo hicimos nosotros. Ese tema del "Paraguay Ñemboty" no debe preocuparnos, pues seguiremos jugando el papel central en las tareas de control.
Managua, 20 de septiembre.
Los periodistas de varios países llegaron precipitadamente a la capital de Nicaragua para recoger reacciones de los miembros del gobierno sandinista sobre el ajusticiamiento de Somoza.
Las calles habían sido ganadas espontáneamente por los pobladores de la capital, en un festejo que parecía no tener fin. Entre los manifestantes, se habían improvisado carteles que rezaban:
"Hasta siempre, capitán Santiago".
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, habló a la prensa sobre todo, pero ante la pregunta:
- ¿Cómo toma el gobierno de su país la muerte de Anastasio Somoza?, la respuesta fue:
- Sin comentarios.
Sistemáticamente, los del gobierno del Frente Sandinista se negaron a opinar sobre el asunto, para la prensa local y la prensa internacional. La dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, negó toda responsabilidad sobre las manifestaciones espontáneas de los nicaragüenses para festejar el ajusticiamiento de Somoza.
En comunicado publicado en forma de solicitada, el FSLN aclaraba que no hacía apología de la violencia, cualquiera fuera el sentido en que se utilizase, por lo que al deslindar responsabilidades, negaba estar por detrás de las reacciones espontáneas de la población, que por cierto tampoco serán reprimidas por el gobierno. De hecho, decía el documento, al aludir a Somoza "Sembró odio y violencia, y terminó cosechando los resultados".
Días antes, el 18, los jefes del sandinismo se habían reunido discretamente para evaluar el tema del atentado. En esa ocasión, Daniel Ortega dijo que fuera quien fuera el que se encargó de "limpiar" a Somoza, lo cierto y lo concreto es que el gobierno sandinista se vio favorecido, pues con ello se había eliminado a uno de los posibles caudillos de la operación contrarrevolucionaria.
Todos los dirigentes del sandinismo coincidieron en resaltar que el ajusticiamiento del ex dictador favorecía al proceso, pero Bayardo Arce, Jefe de Policía, llamó a los dirigentes a mantener la prudencia con respecto al delicado tema, pues resaltaba que no era posible que el sandinismo festeje lo que pasó, salvo en esquemas bien íntimos, como tampoco era posible que se condene el hecho, porque Somoza fue el más miserable de los nicaragüenses, cuya muerte era ansiada por miles.
Se pactó, entonces, que se no se harían comentarios sobre la cuestión, pues era imposible reivindicar o festejar, así como condenar. José D'escoto, responsable de la diplomacia sandinista, decía que a él lo colocaban en una situación difícil, pues como vocero ante los demás países y ante las instancias supranacionales, algo debía decir, como por ejemplo: "Lamentamos lo que pasó".
Le dijeron que eso era imposible, que nada se podía lamentar, pues se emplearía el argumento para desgastar a los sandinistas. Arce propuso que como línea en los foros internacionales se aplicase una política de contra-ataque, que consistiría en reiterar la condena a las acciones de los "contras", que operan con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y siembran el terror en diversos puntos del país.
A todos les pareció razonable la salida. Ese día se brindó entre los jefes del sandinismo, hombres forjados en situaciones muy violentas, que en el fondo del alma, bien en el fondo, sentían una profunda alegría por lo que había sucedido en Paraguay.
Tres semanas después, ya en octubre, Camila dijo que habían dejado un maletín en su casa, para Tomás Rodríguez, jefe de Inteligencia del sandinismo; en la misma residencia donde se originara la "Operación Serpiente". Rodríguez quedó extrañado, cuando le comentaron eso, por lo que inmediatamente se trasladó hasta el lugar, donde ingresó sin ampararse en medida discreta alguna, prisionero de una incontenible curiosidad.
Camila le dijo que desconocía el origen del maletín, pero que esa madrugada, casi amaneciendo, recibió una llamada, en la que una persona de acento extranjero, "tal vez rioplatense", le dijo que dejara una encomienda para Rodríguez en el balcón de la casa. Quiso averiguar sobre la cuestión, pero el que llamaba le cortó, sin que pudiese enterarse de más detalles.
Tomás Rodríguez se sentó; recordó el encuentro que se hiciera ahí, en esa misma sala, a comienzos del año. Estaba seguro de que solamente podía tratarse de "Ramón". Sintió tristeza al recordar lo de "Santiago", quien le parecía íntegro, sencillo, valiente. Nada le dijo a Camila; solamente que se llevaría el maletín. Ella reaccionó extrañada:
- ¿Tenés idea de qué se trata?
- No, pero voy a resolverlo con el equipo de investigación.
A ella le extrañó sobremanera la actitud de Tomás Rodríguez, quien confiaba absolutamente en ella y siempre le comentaba todo. El salió precipitadamente; estaba más que curioso. Llegó a su despacho y abrió el maletín. Contenía dinero, en dólares, y una breve nota:
- Se gastó exactamente 327.450 dólares y 50 centavos. Un abrazo.
No necesitaba contar. Sabía que en el maletín había exactamente la diferencia sobre 400.000 que se había entregado a "Santiago", en las afueras de Managua. Sonrío. Su humor mejoró radicalmente.
Inmediatamente, llamó a Camila, a quien entre risas casi incontenible le dijo que estuviera tranquila; se había tratado de un "chiste de mal gusto". Después se comunicó con Bayardo Arce y con Humberto Ortega, a quienes les dijo que tenía algo lindo para mostrarles. El encuentro se hizo en la casa de Camila, a eso de las 17.30 horas.
Encuentro breve, ciertamente, apenas sirvió para que Rodríguez les mostrase el contenido del maletín enviado por "Ramón". No obstante, el jefe de Inteligencia aprovechó la reunión para comentar que el "efecto Somoza" tuvo alto impacto en las filas de los "contras". De acuerdo con las informaciones, 12 jefes de alto rango se retiraron, pues no veían a otro líder alternativo, con capacidad de aglutinar a las fuerzas dispersas.
Los "contras" recibían millones y millones, pero no lograban articularse, pues al no existir un liderazgo fuerte y claro, la disputa interna se tornó una constante. Sus acciones resultaban perniciosas, pero estaban lejos de constituir una amenaza para la continuidad del proceso revolucionario. Más aún porque los sandinistas no "se dormían sobre los laureles"; les daban una guerra sin cuartel.
Washington, DC, 11 de octubre. Pentágono
William Casey, jefe de la CIA, evaluaba lo ocurrido en Paraguay en los siguientes términos:
- Lo enviamos a Somoza allá pensando que era un lugar seguro para él; el más seguro del Cono Sur. Pero tenemos que admitir que nos habíamos engañado. Cuando haya que enviarlo a otro, pensemos bien.
Para Clark, sin embargo, lo más grave no fue que el gobierno de Stroessner no haya podido garantizar la seguridad de Somoza:
- Lo más grave, de lejos, fue que ni siquiera sospechamos que podía pasar lo que pasó. Nuestros servicios fueron burlados. Hay que hacer ajustes, pero esto no nos puede volver a ocurrir.
Casey se sintió tocado, pues los controles anti-terroristas corrían por cuenta de la Agencia que dirigía. No presentó excusas, apenas se limitó a advertir que era necesario trabajar articuladamente para evitar reveses similares.
Desde el punto de vista político -explicó Casey- lo que sucedió con Somoza limpió el camino para la búsqueda de un aliado más sólido en Nicaragua. Su existencia, aunque en un país lejano, enturbiaba todos los trabajos que se venían impulsando para resistir al control del país por los sandinistas.
Casey sostenía que la desaparición de Somoza no tendría efectos negativos. Es más: como se lo tenía como un líder alternativo de la resistencia al sandinismo, con su muerte se abrían posibilidades concretas para apostar en gente "no quemada", que están fuera de sospechas de ser dictadores o corruptos.
Clark dijo que de todos modos la política de hostigamiento militar al sandinismo debería proseguir. Concordó con que habría que fortalecer los contactos con referentes anti-socialistas que optaban por una resistencia pacífica y tenían una estrategia de recaptura del control a mediano plazo, pero insistió en que el hostigamiento debía seguir, de manera que el clima que se mantenga en Nicaragua fuese de persistente inestabilidad.
Los estadounidenses no fueron afectados por la muerte en sí de Somoza, lo que poco o nada les importaba. Estaban preocupados, sí, por la eventual evolución que podría tener el desarrollo de sus actividades de hostigamiento contra el sandinismo, a partir de la desaparición de quien era el referente más importante de los ex jefes de la Guardia Nacional que trabajaban conjuntamente con los "contras".
Frío, calculador, nada cortoplacista, Clark dio la línea de acción para el futuro inmediato: apostar a dos puntas, consolidando los grupos armados de los "contras", para distraer al adversario, sin darle descanso; y estrechamiento de vínculos con la oposición pacífica al sandinismo, a través de quienes finalmente deberían operarse los cambios.
Se decidió elevar un informe al presidente Ronald Reagan en esos términos, con una conclusión alentadora: "La desaparición de Somoza abre las perspectivas para un trabajo más sistemático con los sectores que nos permitirán, en un plazo razonable, sacar a Nicaragua de la influencia negativa del bloque socialista". Reagan leyó el informe y quedó satisfecho. Para él, muy personalmente, la vida de Somoza valía casi nada. Era más bien un estorbo.
Madrid, España, 15 de octubre.
Todos se habían concentrado en España y fueron tomando contacto, de manera muy prudente y parcial, hasta mantener una reunión general para hacer un balance de lo actuado en Paraguay. "Ramón" dijo a los demás que de no ser por lo de "Santiago", todo hubiese sido perfecto. Dijo que en Nicaragua se le rindió un merecido homenaje y que siempre "estará presente entre nosotros".
Desde el punto de vista estrictamente operativo todo se había desarrollado conforme los planes que se habían establecido de manera detallada, por lo que realmente se podía asegurar que hubo un nivel de eficacia óptimo, casi una operación perfecta.
Dividiendo en las diversas fases: planificación, reclutamiento, entrenamiento, incursión, atentado y fuga, para "Ramón" la menos problemática fue la del atentado, pues pese a que a "Santiago" le fallara el primer bazucazo -lo que no estaba contemplado, pero que hacía parte del margen de hechos imprevisibles- todo se dio con un nivel de eficiencia tremendo.
- Apenas sobraron pedazos de su miserable existencia. Armando hizo una extensa intervención para destacar el alto grado de compañerismo existente dentro del grupo desde que se vincularon al proyecto. Dijo que hubo solidaridad y comprensión, y que nunca se dejó decaer a nadie, inclusive en los momentos más adversos, como durante la práctica y en el marco del ingreso a Paraguay.
Le ratificó a "Ramón" su lealtad y su respeto, asegurándole que su liderazgo no era impuesto, sino conquistado con méritos. Finalmente, y habló por él y por Julia, expresó su entera disponibilidad para volver a participar de operaciones similares, siempre que fuera necesario.
Todos se abrazaron, se felicitaron. "Ramón" les dijo:
- América Latina es un continente castigado, tremendamente castigado. Los Estados Unidos han sostenido a hijos de puta como Somoza en todas partes, por lo que no faltará oportunidad para tomarse la revancha con más de uno de los mismos.
"Ramón" les obsequió a cada uno una placa con la imagen de Augusto César Sandino, "el general de hombres libres" y se despidió muy afectuosamente de todos. Esa tarde, a las 18.30 horas, fue hasta el aeropuerto para despedir a Silvia. Ella estaba muy emocionada, por lo que no conseguía contener las lágrimas. "Ramón" le acarició el pelo y le dijo:
- Fuerza faca.
Los altoparlantes estaban realizando el último llamado para el vuelo. Giraba de ese modo una página más de la historia real de América Latina.
POST-ESCRITO
La novela reconstruye, con fuertes dosis de elementos fantasiosos, lo que constituyera en setiembre de 1980 el ajusticiamiento de Anastacio Somoza Debayle, ex dictador de Nicaragua, que fuera depuesto en julio de 1979 por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y que luego fuera a refugiarse en el Paraguay.
De los que participaron del atentado que mató a Anastacio Somoza Debayle solamente se supo con seguridad los nombres reales de dos: Enrique Gorriarán Merlo, "Ramón", y Hugo Alfredo Irurzún, "Santiago". Los nombres reales de los demás no se conocieron. Sin embargo, en una entrevista colectiva, los mismos explicaron todo el proceso que llevó a la muerte de Somoza, entrevista que se publicó con el título: "Somoza: expediente cerrado", de Claribel Alegría y D. J. Flakoll.
Las referencias en cuanto a fechas fundamentales como caída de Somoza y día y hora de ajusticiamiento son esencialmente correctas. Lo que ocurrió apenas confirmaba algo que había dicho en vida el periodista Pedro Joaquín Chamorro, una de las víctimas fatales de la dictadura de Somoza: "... el tirano no se muere, el tirano se mata".