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ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

  SUEÑO Y REALIDAD DEL ORO EN EL NUEVO MUNDO - Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - Año 2005


SUEÑO Y REALIDAD DEL ORO EN EL NUEVO MUNDO - Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - Año 2005

SUEÑO Y REALIDAD DEL ORO EN EL NUEVO MUNDO.

LOS TESOROS OCULTOS DEL PARAGUAY

 

Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

 

Editorial Servilibro,

Asunción-Paraguay 2005 (300 páginas)

Dirección editorial: Vidalia Sánchez

Prólogo: Juan Bautista Rivarola Paoli

 

 

ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH nos ofrece una combinación de reflexiones sobre la historia del descubrimiento del oro y de la plata en las indias recién conquistadas, con los mitos y verdades que forman una parte orgánica de la historia paraguaya. El libro se inicia con la visión deslumbrante de los tesoros de aztecas, mayas e incas que encendieron la codicia de los conquistadores españoles, y prosigue con la afanosa búsqueda de un camino directo hacia las minas, esfuerzo que produjo el descubrimiento de la provincia del Paraguay y la fundación de Asunción, base adelantada de la conquista.

El autor es un estudioso del pasado americano. De sus investigaciones emerge una permanente intención de enlazar los diversos aspectos históricos destacados en sus obras, con el desarrollo y la formación de la sociedad paraguaya, vinculación que aborda con fuerza y dinamismo, sin apasionamiento ni dependencia de criterios preestablecidos.

 

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ÍNDICE

Dedicatorias, Prólogo,  Abreviaturas

PRIMERA PARTE:

  1. Introducción. El Dorado
  2. El Imperio de Moctezuma
  3. El oro y la plata en las etapas precolombina y colonial
  4. "A distancia de seis soles encontrareis el mar"
  5. Pizarro y el maravilloso Perú
  6. El "Cerro Rico de Potosí"
  7. La orfebrería peruana
  8. El transporte del oro a Sevilla
  9. La declinación económica de España
  10. Moneda papel. Monedas españolas en la Península y las provincias de América
  11. El comercio. Los metales preciosos en el Río de la Plata
  12. El contrabando rioplatense
  13. El Virreinato del Río de la Plata. 1776

SEGUNDA PARTE:

  1. La plata y el oro en la provincia del Paraguay. Primeras exploraciones
  2. Asunción. Base adelantada del descubrimiento
  3. El sistema comercial de trueque
  4. "Lo que Nos perteneciere"
  5. La platería. ¿Dónde está el tesoro de los jesuitas?
  6. El Paraguay colonial y el ingreso de metales. La moneda de la tierra
  7. J.G.R. de Francia en el Paraguay semienclaustrado
  8. Don Carlos invierte "el oro del Dictador"
  9. La Guerra de la Triple Alianza
  10. Los tesoros ocultos del Mariscal
  11. El saqueo de Asunción
  12. Las legaciones extranjeras y las hazañas de un cónsul italiano
  13. Mme. Lynch en el baile del tesoro
  14. Las "Joyas paraguayas"
  15. El gobierno provisorio y el empréstito de Londres
  16. En los tiempos modernos. Conclusiones

APÉNDICE DOCUMENTAL

BIBLIOGRAFÍA

 

 

 

OTRAS OBRAS DEL AUTOR:

"Amado Bonpland". Caraí Arandu. Editorial El Lector, 1999.

"Paraguay y Brasil. Crónica de sus conflictos", Editorial El Lector, 2000.

"Rememorias y semiolvidos". Editorial El Lector, 2001.

"Breve Historia de la Cartografía del Paraguay". A.P. de la H. 2002.

"La Masonería y la independencia americana". Editorial Servilibro,

- 1ra.Edición, abril de 2003.

- 2da.Edición, julio, 2003.

"La Esclavitud en el Paraguay", Editorial Servilibro, 2004.

 

 

Alfredo Boccia Romañach investiga la historia americana, dedicando la mayor parte de su tiempo a la búsqueda de documentos que permitan descubrir la realidad del pasado paraguayo e interpretar decisiones que marcaron profundamente su historia.

Al autor se doctoró en Odontología en la Universidad de Montevideo. Está radicado en Asunción desde 1971. Fue invitado seguidamente a proferir conferencias sobre los temas desarrollados en sus libros. Asistió como disertante en Congresos y Seminarios de Historia en el extranjero. Es Miembro de Número de la Academia Paraguaya de la Historia.

 

 

 

 

"... Se asombran igualmente de que el oro, por naturaleza tan inútil, sea en el mundo tan apreciado; de que el hombre que le atribuyó semejante valor para su provecho sea menos apreciado que el mismo oro, hasta el extremo de que hay quien, con menos inteligencia que un tronco o que un necio, tiene en esclavitud a un gran número de hombres de bien e inteligentes, únicamente porque dispone de mayor cantidad de oro...”.

“Utopía”. Tomás Moro. 1518

 

“Puedes tocar sin temor el oro pero si se adhiere a tus manos, te herirá presto”.

JOHN STUART MILL, 1848

 

 

PRÓLOGO

La aventura el oro ha sido siempre fascinante. El ser humano lo persigue como si fuera la panacea de todos sus problemas. Sin embargo, en la historia de la humanidad, como bien lo señala el autor, obtenerlo a cualquier precio denota la voracidad sin límites.

El propósito de este libro es éste. Narramos con amena y ágil pluma las aventuras y desventuras de la búsqueda del metal.

Los afortunados poseedores de oro y plata —explica un autor— podían gozar del poderío y de las comodidades negadas a los demás mortales. El prestamista y el banquero podían mandar en los reyes y en los ejércitos y descubrir nuevas fuentes de esos metales mágicos vino a ser el ardiente deseo del noble y del plebeyo. “En su busca los hombres, con esfuerzos inauditos, exploraron todos los rincones de la Tierra” (Simpson, L.B., 1983: 146/7).

Al entrar los árabes en España en 711, llevaron sus monedas. Así, el Diñar, ya bajo el nombre de Maravedí (derivado de almorávide), los conquistadores cristianos adoptaron el diñar como base de su moneda.

Desde los orígenes fundacionales de la conquista, uno de los objetivos principales, si no el principal, fue la búsqueda de “El Dorado” en nuestra América y que no fue conquistada por el ejército de Castilla, sino por cazafortunas y soldados oportunistas con sueños de gloria personal.

Con un impresionante acopio de citas bibliográficas el autor nos introduce en el imperio azteca de Moctezuma, cargado de aventuras, donde la superioridad del conquistador español se impone, por la fuerza y la ambición sin límites, sobre el indígena indefenso.

Es que fue indudable que la riqueza del suelo y el manejo indígena de los metales preciosos otorgó confianza a los conquistadores que apetecían los preciados metales.

El nuevo continente fue un receptor pasivo de las primicias artísticas del continente europeo, lo que posibilitó más tarde la formación de gremios, especialmente de los plateros, consagrados en su inicio al ajuar litúrgico de los templos mexicanos.

Francisco Pizarro plantó sus huestes en el corazón argentífero, iniciador de la conquista en 1524. El mismo móvil: búsqueda de oro, más brutal aún, sin el menor atisbo de idealismo, dice Pierre Chaunu. Un Estado por conquistar: el imperio de los Incas; dos fuertes culturas por destruir: la incaica y la chibcha. Francisco Pizarro era un bastardo iletrado, natural de Extremadura (Chaunu, 1976, 22/3).

Tan pronto Pizarro y sus hombres, en el espacio de cinco años (1532-1537), hubieron dominado el imperio inca, surgió el problema de la recompensa. Era necesario repartir: a) el botín, es decir, la distribución del oro y de la plata de Cajamarca (1532) y del Cuzco (1533) y, en general, de todos los metales preciosos del pillaje. El botín era inmediatamente fundido y repartido entre todos los hombres, según las diversas categorías militares, reservando el quinto del botín para el rey; b) las encomiendas constituían una recompensa que confería prestigio social y seguridad económica; c) los cargos públicos, que Pizarro estaba habilitado para atribuirlos; y, por último, d) la tierra que comienza a ser vista como fuente de riqueza (Burga, 1976, 69/70).

Pizarro sometió a Atahualpa, quien, en un desesperado intento por salvar su vida, ofreció a sus captores una estancia llena de oro y dos más de plata. De nada sirvió el ofrecimiento, pues fue estrangulado por el verdugo antes de ser quemado su cuerpo.

Entre tanto, el oro y la plata afluían a España en cantidades incalculables, tanto los tesoros sustraídos en México por Cortes como los habidos por Pizarro, fueron fundidos en lingotes, parte en América y el resto en España.

Según un cronista, los plateros indios emplearon un mes entero para reducir todo en barras de oro cuyo valor total era de un millón trescientos veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos, sin contar la plata.

Se trataba del mayor botín registrado en la historia de la humanidad.

Luego, el autor examina al Imperio del Tahuantisinsuyo, o Imperio de los Incas, que en su momento abarcó los territorios de los actuales territorios de Perú, Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia e incluso, Argentina.

Durante el reinado de Huayna Cápac, el Tahuantisinsuyo alcanzó su mayor auge y esplendor. Sin embargo, al dividir el imperio entre sus dos hijos, el primogénito Huascar, y Atahualpa, la lucha por el poder se centró entre estos dos herederos, en torno a 1530. Este enfrentamiento coincidió con la llegada de Francisco Pizarro al Perú para poner punto final a la brillante historia del imperio del Tahuantisinsuyo. La civilización inca se derrumbó en pocos años.

Como si todo esto fuera poco, en 1545 se descubrió, en forma accidental, la presencia de plata en Perú en un lugar llamado Potosí, que alcanzaría renombre mundial como sinónimo de fortuna.

El ciclo minero colonial en el espacio peruano ha seguido un desarrollo desigual en el tiempo. Por su importancia podemos destacar: 1) El ciclo del oro, 1530-1560; 2) el ciclo de la plata, 1540- 1560-1840; y 3) el ciclo del mercurio, 1563-1820 (Jara, 1966: 22).

El ciclo del oro no proviene propiamente de la producción, sino en lo fundamental del pillaje o el saqueo de templos, palacios y tumbas. Su predominio saltante fue hasta aproximadamente 1540, para luego entre 1540-1560, repartirse al producción con la plata, pero aun en menor cantidad, seguir predominando (Ríos Burga, 1986: 10).

Fue tal la enorme cantidad de plata que desde el Alto Perú se vertió en Europa a través de España, que dio un gran impulso a la economía precapitalista, revolucionando los mercados y los precios. Pero la verdadera riqueza explotada por los españoles durante toda la conquista y la colonización no fue la plata de Potosí, sino la fuerza del trabajo del indígena, a través de la prestación obligatoria del “mita”.

El autor nos da cuenta con galano estilo de la rica orfebrería peruana, hasta hoy apetecida por coleccionistas de fino gusto y abundante filtriquera. La artesanía indígena dio origen a hermosas piezas de oro que deslumbran al visitante de museos y exposiciones.

Se calcula que entre 1503 y 1600 los españoles sustrajeron de América unas ciento ochenta y una toneladas de oro, estudiado en forma admirable por Earl Hamilton, así como otras aristas de este despojo si par en la historia y que con notable pluma va describiendo el Dr. Boccia en sus elaboradas y documentadas páginas.

El valor de la producción anual de plata de ambas Américas, entre 1492 y 1803, ha sido calculado en un promedio de 12 millones de pesos (Parry, J.H., 1966: 242). Sólo durante el siglo que siguió a la conquista, según se dice, se extrajo suficiente plata para construir hipotéticamente un puente entre España y América que habría tenido 1,80 metros de ancho y 7,5 centímetros de espesor. La participación de la Nueva España en esta producción casi llegaba a la mitad en el siglo XVIII, correspondiendo la parte mayor al Perú, pero en el siglo XVIII excedió grandemente a la del virreinato meridional y a principios del siglo XIX llegó a ser equivalente a dos terceras partes del total de la producción mundial (Lang, M.F., 1977: 13/4).

El siglo XVI es el siglo de oro, una especie de edad dorada, no sólo para España, que recibió de las colonias americanas sustanciosas cantidades de oro y plata, sino también para el resto de Europa (Cipolla, 1981: 245).

El consumo público ha sido estudiado por Ramón Carande, quien nos ha dado algunos detalles. El mantenimiento de la reina madre en Tordesillas costaba unos 40.000 ducados; la casa del emperador —con 600 criados— 150.000; la de la emperatriz, 50.000. La del heredero de la Corona, futuro Felipe II, costaba en sus comienzos 12.000 ducados, cifra que aumentó para alcanzar, finalmente, la suma de 200.000 ducados (Carande, R., 1949:101/ 2).

Por desgracia para la Corona, a partir del primer decenio del siglo empezó a disminuir el volumen de los metales preciosos que llegaban de América. Los ingresos máximos de la Corona, que fueron de 13,17 millones de ducados en el quinquenio de 1596 a 1600, bajaron 5,5 millones en el de 1626 a 1630 y a dos millones en el de 1646 a 1650 (Kamen, H., 1983: 345).

Las principales fuentes de ingresos de Felipe IV, al igual que las de Felipe II, provenían del bolsillo del contribuyente castellano y Felipe IV descendía, al igual que su abuelo, de los ingresos suplementarios que venían de las posesiones de Castilla en América (Elliot, J.H., 1981:135). Sin embargo, al acabarse estos ingresos recurrieron a los préstamos usurarios, donde Carlos V y Felipe II dejaron de pagar a los prestamistas genoveses y los de Fúcar (North y Thomas, 1980: 156).

Lynch dice que la producción de plata mexicana alcanzó su punto culminante en la década de 1590 y que “después de esto el boom llegó a su fin” (Lynch, 1969: II: 184).

La plata, la principal exportación de Hispanoamérica en el siglo XVI, alcanzó un techo entre 1590 y 1630; a partir de esta fecha las cifras muestran un fuerte y brusco descenso (Wallerstein, I.: II: 206).

Es que el tesoro de las Indias era el eje sobre el cual giró la economía europea durante trescientos años.

A pesar de tan enormes riquezas se produjo la declinación económica de España, la aparición de la moneda papel, el comercio y los metales preciosos, y el auge del virreinato del Río de la Plata, que es descrito con solvencia y gran acopio de datos por el autor.

La Segunda Parte trata del mito de la Sierra del Plata y del Rey Blanco, que en acertadas páginas nos legara el asunceño Rui Díaz de Guzmán, el “mancebo de la tierra”, nieto de Domingo Martínez de Irala, el que dio “tónica y enjundia” a la conquista y colonización.

Y, por contraste, hacia el norte se hallaron las riquezas que todo mortal apetece; en cambio, al sur, Asunción, sin metales ni riquezas parecidas, se hallaba confinada a sobrevivir dentro de una inmensa precariedad de medios.

Todo esto nos va pintando el Dr. Boccia, como la retracción económica, con la utilización del sistema de trueque de mercancías por mercancías, a falta de moneda, con acopio de fuentes documentales indiscutibles.

¿Y el tesoro de los jesuitas?, se pregunta el autor, y nos introduce en una famosa leyenda que induce a pensar que, si sus iglesias de las Misiones se hallaban revestidas de rico ropaje de oro y plata, ¿dónde fueron a parar tamaños monumentos de arte y orfebrería de valor incalculable?

Y en acertados juicios el autor contesta: “Al no hallarse el tesoro de los jesuitas, se fueron esfumando los postreros ensueños de hallar minas en el Paraguay. La cantidad acumulada en poder de comerciantes y religiosos tenía su futuro marcado: los amargos y trágicos acontecimientos que el infortunio imprimió a este país, dio lugar a que dichas fortunas, oro y alhajas laboriosamente atesorados con el esfuerzo de sus habitantes, se fueran gradualmente perdiendo a través de los años. La población fue entendiendo que los tesoros que el suelo paraguayo es capaz de producir sólo pueden ser fruto del trabajo, la industria y el ingenio de sus habitantes y pueden presentarse con cualquier color, pero nunca con el tan afanosamente apetecido amarillo del oro”.

Por otra parte, sobre todo en las últimas décadas de la vida colonial, al intensificarse el comercio de la yerba, el tabaco y las maderas, de la Provincia del Paraguay con las provincias de abajo, afluyó una importante cantidad de oro y plata, que con la aparición de la moneda española en el tráfico mercantil, en 1789, coadyuvaron a dar un dinamismo nunca visto en la historia económica provincial.

La política monopolista del Estado francista concentró el intercambio comercial con los vecinos, la yerba y el tabaco, moneda única de pago, servía para la adquisición de material de guerra e instrumentos de labranza, para el incipiente ejército que el dictador iba formando.

Don Carlos, sin embargo, abrió las puertas al progreso, a la libertad de comercio, convirtiendo al Paraguay en un país en desarrollo, acuñando las primeras monedas de cobre en Londres y luego en la Imprenta de la República, haciendo conocer el metálico y los billetes del Estado que lanzara como medios efectivos de pago, dinamizando así las actividades comerciales.

En apasionante descripción, se lee que vino la guerra de la Triple alianza y sus consecuencias nefastas, donde se empezaron a tejer mil y unas conjeturas sobre el destino del tesoro oculto de los López y de Madame Lynch y las joyas y alhajas, producto del más brutal saqueo sometido a la ciudad comunera y la desaparición definitiva de las joyas de algunas familias adineradas. Es que la ilusión del oro había terminado.

No quisiéramos dejar de resaltar el humanismo desbordante del autor, cuando en sus propias palabras concluye: “Cuesta allanarse a la idea de que el verdadero tesoro reside en la paz del alma y en la colecta de los frutos de una vida dedicada al trabajo y a la familia”, pues es el mejor legado que podemos dejar a la posteridad.

Éste es un libro de fácil y amena lectura, de gran profundidad, abarcando temas amplios de nuestra historia colonial e independiente, bien documentado, circunstancia que enaltece al autor, pues denota sus dotes de infatible investigador.

Juan Bautista Rivarola Paoli

 

 

ABREVIATURAS

ANA: Archivo Nacional de Asunción

SH: Sección Histórica

CRB:Colección Río Branco

RC: Real Célula

RLI:  Recopilación de Leyes de Indias

AGI:  Archivo General de Indias (Sevilla)

AGN: Archivo General de la Nación (Argentina)

AP de la H: Academia Paraguaya de la Historia

FCE: Fondo de Cultura Económica

BN BA: Biblioteca Nacional de Buenos Aires

BCP: Banco Central del Paraguay

N. del A.: Nota del Autor

 

PUBLICACIONES:

Periódicos: El Semanario, La Regeneración, La Tribuna, ABC Color, Ultima Hora, Diario Noticias.

Revistas: “Veja”, “Nossa Historia”, “Jornal da Historia”, Aventura de la Historia”, “Humboldt”.

 

Se ha respetado en el texto la ortografía de los nombres propios, tales como Chapperon o Chapperon y McMahon o Mac Mahon, escribiéndolos sin alterar las formas con que aparecen en los documentos originales.

 

 

 

PRIMERA PARTE

1. INTRODUCCIÓN. EL DORADO

“Desde 1095 hasta cerca de 1450, oleadas de europeos -hombres, pero también mujeres y niños- se dirigieron por tierra o por mar hacia Bizancio y Asia Menor, proclamando su afán de recobrar Tierra Santa para la Cristiandad Tales expediciones constituyeron en ocasiones, una poderosa expresión positiva de fe, pero con mayor frecuencia representaron una evasión" del tedio pueblerino o de la existencia rural, inspirada por sueños de gloria y por ilusiones aún más vivas de la captura de riquezas y tesoros que llevar a casa” (Peter Bernstein).

El oro, uno más de los elementos naturales que componen nuestro planeta, ha sido considerado desde los primeros tiempos, valioso, vital e irresistible. Obtenerlo a cualquier precio constituye la esencia de las más conocidas aventuras del hombre y la búsqueda del preciado metal estuvo siempre revestida de una voracidad sin límites.

Aunque la corona de oro de los reyes debe parecerles muy ida, a ninguno de ellos se le ha ocurrido substituirla por una de material más liviano. Podrían usar en las solemnidades una hermosa corona de plástico, dorada y reluciente, pero carecería del valor simbólico que encama el oro y del poderoso influjo que su mayestático esplendor. El sentido de su potestad fue, antaño, representado en dos formas: el oro tomando parte en la magnificencia de las vestiduras y en las alhajas, como muestra de dignidad y riqueza; y el oro convertido en monedas, con alto poder adquisitivo, revelando en sus caras las efigies de monarcas, papas y símbolos de naciones. Al oro, substanciado como símbolo de poder, se lo encontrará presente en todas las etapas de la historia del hombre.

Fue entonces inevitable que la visión irradiante de este metal que no se oxida en condiciones climáticas corrientes, junto con el excepcional valor conferido por su relativa escasez, posibilitara su protagonismo en los mitos de la antigüedad, como el del becerro del oro, del falo sobredorado, del Rey Midas o del vellocino de oro, y cediera el paso a empleos más pragmáticos como la libre circulación en forma de monedas.

Buena parte del oro de los tiempos bíblicos y el de los antiguos faraones, cuatro mil años antes de Cristo, procedían del sur de Egipto, especialmente de Nubia. Sus minas proporcionaron una cantidad de metal superior a todo lo recogido en el resto del mundo antiguo. Cuando la fascinante Hatshepsut, hija de Tutmosis I, se proclamó faraón, demandó una impresionante producción de oro. Para mostrar su inmenso poder decidió erigir en Tebas un monumento a Amón Ra, cuyo diseño original incluía dos columnas de oro de 30 metros de altura que serían visibles por encima de las murallas de Kamak:

“Mi corazón me ha inducido a hacer para Él dos obeliscos de orodjám en los que los piramidones se confunden con el cielo, en la augusta Sala de columnas entre los dos grandes pítonos del rey, Todo Poderoso, Rey del Alto y Bajo Egipto, Aakheperkare, Horus justificado”.

Al concluir la obra la soberana declaró “Estas alturas horadan el cielo.. .Quienes después de muchos años vean estas joyas exclamarán: No sabemos cómo pudieron haber alzado montañas enteras de oro”1.

Fue tan grande la obsesión de poseer oro desde épocas remotas, que tanto los precursores de la ciencia moderna, los alquimistas, como los hechiceros, magos y charlatanes medievales llevados por la búsqueda espiritual, la codicia y la curiosidad y valiéndose de prácticas esotéricas o equivocadamente empíricas, intentaron vanamente producir oro y plata por la transmutación de metales innobles, acudiendo a una sustancia imaginaria llamada “piedra filosofal”. Simultáneamente se esforzaron en obtener la panacea universal o el elixir de la vida, para el remedio de las enfermedades y la prolongación de la vida humana.

La alquimia, que en sí fue el embrión de la química y de muchos aspectos de la medicina moderna, se introdujo en Europa bajo los influjos de la idea aristotélica de que las combinaciones posibles de los cuatro elementos fundamentales sólo divergen por la forma y apariencia y no por la materia esencial, que es única e indistinta. Se la puede vincular con la religión, por su carácter misterioso, con la astrología por la supuesta relación entre los astros y los metales nobles y por fin con la medicina, pues esas corrientes derivadas del pensamiento mágico, son consideradas las fuentes donde abrevaron boticarios y terapeutas de la era científica.

“En la alquimia del medioevo tardío y del Renacimiento se citaba al lapis (en latín piedra) “que convierte todas las cosas en oro. No obstante, como recalcaban los antiguos maestros, no era el oro común de los mercados de este mundo (aurum vulgi), sino el oro de la filosofía (aurum philosophicum, aurum mercuriális, aurum volátile, aurun non vulgi). En otras palabras, el oro que sólo el arte confiere a la mente con la transubstanciación de la materia”2.

El oro pasó a tener un sentido metafórico. Del aureus, adjetivo derivado de aurum, ya en el latín cotidiano de Roma, además de dorado (sinónimo de flavus), espléndido, refulgente (aurea Venus) adquirió un valor abstracto: auro mores (costumbres puras). O pudo asumir con los años un sentido irónicamente peyorativo como la expresión: aurea mediocritas (dorada mediocridad)

Aún en los tiempos modernos perseveran algunos ritos relacionados con el oro: la tacita de oro del extremo del arco iris en la tradición infantil, el valor figurativo de las medallas de oro, las alianzas de oro y las bodas de oro que representan la felicidad de alcanzar las metas, simbolizada en la incorruptibilidad del metal.

En realidad, se sabe poco sobre el significado y la función de las joyas de oro. Es un hecho comprobado que servían para destacar el estatus de los jefes, los sacerdotes y los guerreros más valerosos. Los arqueólogos no se han puesto de acuerdo para determinar en qué casos el oro estaba destinado al ornamento de las divinidades y cuando éste era de uso normal y cotidiano, como en la fabricación de anzuelos y materiales de uso culinario. El valor material del oro en las culturas prehispánicas apenas era superior al del barro o al de la sal, pero una vez forjado y elaborado se convertía en símbolo del sol y su poder creador, en la representación de una divinidad con poder sobrenatural.

La ambición de los europeos por las riquezas del Oriente fue una de las grandes impulsoras de las expediciones terrestres y atlánticas desde la Edad Media. Un motivo singularmente atractivo para ese mundo en expansión fue la búsqueda infatigable de metales preciosos y objetos de lujo, tanto como telas finas, especias y perfumes, seguidos de vasallos indios y tierras de asentamiento. Esta razón es más que suficiente para explicar el ritmo vertiginoso que asumió la conquista de la América española una vez definidas las tierras nuevas.

El señuelo del oro que incitó a los conquistadores a cruzar el océano Atlántico, estuvo íntimamente ligado a la leyenda de “El Dorado”, el hombre de oro. Esta leyenda narra un sacrificio que se efectuaba en Guatavita, en el territorio de los muiscas, próximo a la actual Bogotá. En dicho ritual se untaba al jefe de resina y se le recubría de polvo de oro. Adornado de numerosas cadenas, aros en la nariz, pendientes, pulseras y corona, subía a una balsa que lo llevaba al Lago de Guatavita donde arrojaba al agua como votos, esmeraldas y objetos de oro. El jefe recubierto de oro, pasó a encarnar un país de oro, un paraíso terrenal.

El mito de El Dorado fue la concreción más firme del sueño de fortuna que caracterizó a los viejos pueblos de Occidente. Se había hallado oro en el Nuevo Mundo recién descubierto y se pensaba que habría mucho más por hallar. Mientras mayores tesoros se encontraban, más parecía afianzarse la ilusión de que debía existir algún otro país aún más rico, con un inagotable venero de oro y plata. Todas las viejas quimeras germinadas en años de miseria secular, se avivaron de pronto cuando los primeros destellos dorados del nuevo continente -a veces magnificados y prescindiendo de infinitas fatigas y sufrimientos- pusieron en ascuas la imaginación europea.

Los mismos conquistadores del Caribe y sus costas e islas, también fueron víctimas de idéntica seducción, ante los rumores de los maravillosos hallazgos en las tierras del sur. “Las noticias del Perú son tan extraordinarias que hacen que los viejos se muevan y los jóvenes aún más... No quedará un solo habitante a no ser que se los ate”3.

El aspecto más característico de esa utopía se manifestó en Europa como un deseo incontenible de viajar al mítico país, fabulosamente rico en oro, plata y piedras preciosas, conocido por exóticos nombres: El Dorado, el Paititi, Trapalanda y la Ciudad Encantada de los Césares. Todas esas historias fantásticas o imaginarias corrían sueltas a lo largo del siglo XVI y se enriquecían con el descubrimiento de nuevas regiones o siguiendo los pasos de cada conquistador 4.

No todo fue dorado en el escenario de los descubrimientos americanos: muchas expediciones agrandaron el reino español y dieron a conocer la extensa geografía del nuevo continente, expandiendo el horizonte hacia el norte y el sur; pero en general, salvo en los casos de México y Perú, los resultados pecuniarios fueron mucho más pobres y parcos de lo que se esperaba.

América no fue conquistada por el ejército de Castilla sino por particulares, caza fortunas y soldados oportunistas, legalizados y financiados por empresas privadas. El Estado español no podía emprender las tareas de descubrimiento y conquista, por tanto la iniciativa fue llevada a cabo por contratistas ambiciosos que contaban con la audacia de aventureros de cualquier arraigo. La privatización fue el mecanismo más adecuado y provechoso para llevar adelante el incontenible deseo de expansión geográfica y económica del reino de Castilla. Pablo Emilio Pérez Mallaína 5 opina que de esta forma, la conquista resultaba prácticamente gratis para las arcas reales.

La búsqueda de oro no fue sin embargo, la única meta en esas aventuras de exploración. Los sueños de gloria personal de los conquistadores se sumaban al celo evangelizador de los Reyes Católicos y al continuo y ardiente proselitismo de la religión cristiana con sus apóstoles, sus misioneros y sus mártires. Pero con el correr del tiempo y de acuerdo al volumen del botín, fue cada vez más impreciso el límite entre el deseo de realizar buenas obras en nombre de Dios y la codicia por aumentar riquezas, una conciliación permanente del honor divino con intereses materiales muy concretos. En ese tiempo de luchas contra la herejía, representada fundamentalmente por la reforma luterana, la coexistencia de ambiciones temporales y espirituales era vista con total complacencia en la España, campeona de la contrarreforma. Todos los exploradores del siglo XV sostenían sin ambages, que libraban una nueva cruzada para enfrentarse a los infieles y convertirlo al cristianismo.

“Si sus Altezas resuelven pues hacerlos cristianos, porque yo creo que así será [...] lograrán la conversión a nuestra santa fe un gran numero de seres, con la adquisición de grandes señoríos, de sus riquezas y de todos sus habitantes para España. Pues sin dudas hay en estas tierras cantidades muy grandes de oro”6.

El rey Fernando replicaba con órdenes bien concretas: “Logra oro, humanamente si es posible. Pero consigue oro a cualquier precio”7.

La religión católica, militante y expansiva, justificaba el sentido de la conquista con el propósito de lograr la evangelización de los indígenas. El infiel podía ser castigado con la muerte. Esa concepción de la Guerra Justa era tan antigua como la propia religión.

El despliegue de españoles por el continente americano expresó las aspiraciones de una constelación de individuos que convencidos de su superioridad cultural y religiosa, marcharon al servicio de la Corona de Castilla y de la Cristiandad por tierras extrañas, ávidos de ganancias y beneficios, cuando no de gloria y fama 8.

Las mayores riquezas se lograron en torno a la explotación de los metales preciosos. El saqueo de los tesoros indígenas y el oro de aluvión dio paso, a mediados del siglo XVI, a la minería y la metalurgia del oro y sobre todo, a la de la plata. Todo el sistema imperial español estuvo volcado hacia la producción, el transporte y la protección de estos metales.

En consecuencia y como un intento de contener el tropel de aventureros que pretendía lanzarse al mar tras los pasos de Cristóbal Colón, la Corte de Castilla, por medio de sucesivas Capitulaciones, fue otorgando tentadores privilegios a los capitanes de la conquista. Se aseguraba por este medio recibir la quinta parte de los hallazgos. Era el llamado “Quinto Real”.

La promesa de una tajada en el reparto de un suculento botín de guerra o de encontrar un maravilloso país abundante en toda clase de comodidades y dones, fue el factor fundamental para el reclutamiento de los contingentes de colonos.

Las tripulaciones de las naves estaban compuestas inicialmente por grupos populares: marineros, artesanos, religiosos y algunos hidalgos pobres. Gente en su mayor parte proveniente de los estratos medios y bajos, con un grado de analfabetismo que imperaba el cincuenta por ciento.

La expectativa de rápido enriquecimiento motivó la afluencia de voluntarios, obligando a la Corona a reglamentar y controlar los embarques de los mismos. En 1503 se estableció en Sevilla la Casa de Contratación de Indias creada para fomentar y regular el comercio y la navegación del Nuevo Mundo.

La codicia del español, se vio excitada al tomar contacto con el oro y la plata, hasta el punto de protagonizar entre los mismos conquistadores, sórdidos episodios de asesinatos y de traiciones; la tortura, el pillaje y el saqueo fueron una constante en el logro de los preciados metales. Una vez legalizado el reparto de los indios “pieza por pieza” se convirtió también en una fuente de poder ásperamente disputada.

“Midas, Rey legendario de Frigia a quien Dionisos premió su piadosa actitud para con Isleño con el don que había pedido: transformar en oro todo cuanto tocase. Casi muerto de hambre y de sed, pidió al dios que le retirase el privilegio, petición a la que este accedió. Personifica el ansia de riquezas” (Mitología)9.

La existencia de oro fue casi siempre trágica para las comunidades indígenas, las que se vieron reducidas a la miseria y la esclavitud ante el acoso de los ávidos conquistadores. La situación de los pobladores de América era insólita. Ellos no figuraban en la genealogía de la Biblia entre los hijos de Noé, por lo tanto, jurídicamente no existían. Se les podía exterminar o confiar a la tutela de un conquistador en condición de sujetos “alieni juris”. Es conveniente destacar los argumentos de los teólogos humanitaristas como Vitoria y de Las Casas contra la tesis imperialista de Sepúlveda que adjudicaba al Emperador el derecho de matar a los indios por incapacidad de espíritu, por ser gentes serviles y bárbaras y por vivir en pecado mortal.

El fraile Antonio Montesinos desde el púlpito de la Iglesia de los Dominicos en la ciudad de Santo Domingo, un cuarto domingo de Adviento de 1511, profería su sermón:

“Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde infinitas de ellas con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿ Cómo los tenéis tan opresos y fustigados sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades que en los excesivos trabajos que les dais incurren y se mueren, y por decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidados tenéis con quien los adoctrina y conozcan a su creador y Dios, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y los domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis salvar más que los moros o los turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo... ”.

 

NOTAS

1 Ana Navajas, 1996, Historia 16, p. 47-68.

2 .Joseph Campbell. Las máscaras de Dios. Mitología creativa, Alianza Editorial, pp. 1-771, Madrid, 1992.

3. De una carta de los Oficiales Reales de Puerto Rico al Monarca, en febrero de 1534, Fábulas y leyendas de El Dorado, p. 30

4. “América” es la tierra de los Sabios. Ella es la materia prima necesaria para la obra alquimista, el elixir de la vida, el oro de los filósofos, la piedra y el disolvente, todo se encuentra ya hecho; basta con ir a recogerlo. Los mitos antiguos transformados en el lenguaje de la alquimia, están presentes en la imaginación de los descubridores. A Juan Ponce de León le bastó oír hablar de la Fuente de la Juventud para armar una expedición. Creía sinceramente en la existencia de esas aguas. En sus correrías alcanzó a descubrir nuevas tierras -la Florida- pero ninguna fuente milagrosa. Las “utopías” renacentistas de Moro, Campanella y Bacon acentúan esa desviación. Según estos autores, nuestro continente sería el ámbito adecuado para la libre imaginación; en él se sitúan sus repúblicas filosóficas, en la certidumbre que la realidad americana no cuenta, no ofrece resistencia; sería como un espacio neutro. Un eco de esta actitud lo hallamos en los sueños políticos sudamericanos del siglo XIX, en los que la noble ambición de realizar la “felicidad” del ciudadano no corre pareja a un conocimiento cierto de sus condiciones y posibilidades de existencia. “Paradoja y extrañeza de América”. Jorge Guillermo Llosa, Revista Humboldt, n. 46, p. 2.

5.  Pérez Mallaina, La Colonización. La huella de España en América, p.34

6. Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Femando de Aragón en P. Vilar.

7. Idem.

8. Guillero Giucci. La conquista de lo maravilloso, p. 6.

9. Enciclopedia Salvat, Salvat Editores S.A., 1972.

 

 

2. EL IMPERIO DE MOCTEZUMA

Entre los Aztecas de México, pese a que el oro no alcanzó la misma jerarquía que en el Perú, eran de oro los tocados ceremoniales que se sumaban a los adornos de plumas preciosas. Se usaba también el oro con fines prácticos, para la fabricación de anzuelos, herramientas ligeras y algunas armas. Moctezuma tenía también una vajilla completa de oro.

Motecuhzoma Xocoyotzim fue elegido en 1502 como rey de los Aztecas. Sacerdote y hombre sabio hubo de abandonar la religión para comandar su vasto imperio. Desde el principio eligió a hombres instruidos y se rodeó de un boato extraordinario, mientras no descuidaba las “guerras floridas” para capturar prisioneros destinados al sacrificio o para conquistar pueblos lejanos con el afán de engrandecer la ciudad de Tenochtitlan. Hacia 1517, su tranquilidad se vio turbada por presagios funestos. La premonición no tardó en cumplirse. Recibió noticias de la arribada a las costas del Golfo, de hombres blancos que descendían de enormes barcas. ¿Se trataba del regreso del Dios Quetzalcoalt?10

España no conocería el oro americano hasta la conquista de México por Hernán Cortés. (Cortés se había embarcado muy joven, a principios de 1504 en Sanlúcar de Barrameda, con destino a la isla de La Española, en un convoy comercial de cinco navíos).

En 1519 Cortés arribó desde Cuba 11 -enviado por el gobernador Diego de Velásquez- al puerto mexicano de San Juan de Ulúa, en la Isla de Cozumel. Lo acompañaba el cronista Bernal Díaz de Castillo quien habría de legar un valioso testimonio sobre la conquista de las tierras de Mayas, Tlaxcatecas y Aztecas.

Díaz de Castillo 12, natural de Medina del Campo, escribió un vivo relato sobre la llegada de los conquistadores a México y el encuentro de Cortés y Moctezuma: “Después de innumerables y cruentos combates, consiguieron los españoles llegar a la vista de Méjico. Noticioso de ello Moctezuma, les salió al encuentro, enviando delante, como embajadores, a grandes caciques indios, señores principales de sus cortes.

Todas las torres y canoas estaban llenas de indios, que se maravillaban de los españoles y se sobrecogían de terror ante la vista de los caballos. Los españoles eran 450.

Llegaba el gran emperador Moctezuma, del brazo de sus familiares, muy ricamente ataviado. Cuando Cortés lo vio llegar se apeó del caballo y le hizo una gran reverencia; Moctezuma le dio el bien venido, y Cortés le respondió, con doña Marina 13, que él fuese el muy bien estado. Cortés sacó entonces un collar de piedras de vidrio y se lo echó al cuello al gran Moctezuma y le dijo que su corazón se holgaba en haber visto un tan gran príncipe. Moctezuma contesto con otras palabras con mucho comedimiento y mandó a dos de sus sobrinos de los que le traían del brazo que se fuesen con los españoles hasta aposentarlos, y Moctezuma con los suyos volvió a la ciudad.

Bernal Díaz de Castillo añade más detalles sobre el histórico episodio, los que dan mayor riqueza a la crónica: enterado Moctezuma de la presencia de extranjeros en sus dominios, ofreció a los españoles diversos regalos y “muchas muestras de oro”. Cortés le dio al emisario un casco de soldado “porque quería saber si el oro desta tierra es como lo que sacan de la nuestra de los ríos, que le envíen aquel casco lleno de granos de oro, para enviarlo a nuestro emperador”14.

A la vuelta del emisario Cortés recibió “una rueda de hechura del sol de oro muy fino, que será tamaña como una rueda de carreta, otra mayor de plata, el casco de soldado lleno de oro en granos chicos, veinte ánades de oro y cosas más”.

El mensaje no dejaba lugar a dudas: “Tenemos mucho oro pero no entréis y en cuanto a las vistas, que no curasen dellas, que no había para qué, poniendo muchos inconvenientes”.

Según el mismo autor, Cortés comentaba: “Debe ser un señor muy rico y, si Dios quiere algún día le hemos de ir a ver”. La suerte del Imperio Azteca estaba jugada. No había otra idea que la de marchar en pos de tanta riqueza.

Cortés decidió penetrar en el país. Dos caminos había para marchar sobre México, uno que pasaba por Cholula, guarnición ésta en poder de Moctezuma, y el otro por Xalacingo, que estaba en manos de indios aliados de los españoles. El conquistador decidió avanzar por la primera de esas vías.

“Cortés recibió en Cempoala el homenaje de los caciques interesados en emanciparse de Moctezuma. Le fue ofrecido un lote de ocho indias en buen uso y de primeras calidades, parientes de los caciques principales, para hacer generación. Para efectuar la alianza militar, el conquistador puso una condición: habían de renunciar a sus ídolos, los sacrificios humanos y la práctica de la sodomía.

Los caciques desolados respondieron que lo de la sodomía era discutible pero que “no les estaba bien dejar sus ídolos y sacrificios, y que aquellos sus dioses les deban salud y buenas sementeras y todo lo que habían menester...” (DÍAZ DE CASTILLO, op. cit.).

El grupo de Cortés reaccionó indignado. Aquellos indios dejaban de ser inocentes indígenas para convertirse en pecadores y paganos recalcitrantes, y les dijo “que no los teníamos ya por amigos, sino por enemigos mortales, pues que les daba buen consejo y no lo quieren creer”15.

“Matamos muchos de ellos, y quemamos vivos a otros”. Después que los españoles mataron como quisieron, tantos indios indefensos, dejaron en su lugar a los Tlaxcaltecas que habían acampado en las afueras, para que siguieran matando: “hicieron muchos estragos y se lanzaron por la ciudad saqueándola y tomando prisioneros”. Finalmente la masacre adquirió proporciones tan enormes que Cortés y sus capitanes detuvieron a los Tlaxcaltecas para que no hicieran más daño.

El escritor Cunninghame Graham 16 es de opinión que la matanza de Cholula fue quizás el hecho más atroz de la conquista.

El 8 de noviembre de 1519, Cortés entró a Tenochtitlán, sede del trono imperial. Los españoles estaban deslumbrados ante la magnitud y pujanza de aquella civilización. No existía nada semejante en el mundo conocido; el mágico sueño de los sufridos españoles se había hecho realidad.

Los extasiados expedicionarios fueron alojados en los propios palacios de la familia Moctezuma.

Cortés y los suyos visitaron la ciudad y quedaron admirados del buen concierto y policía que reinaba en todas las cosas. Mientras tanto dos carpinteros de Cortés descubrieron una puerta falsa que daba a un aposento reservado para adoratorio de ídolos,"... y secretamente se abrió la puerta... y vieron tanto número de joyas de oro e en planchas, y tejuelos muchos y piedras de chalchivis y otras muy grandes riquezas, quedaron enlevados y no supieron que decir de tanta riqueza”.

“La magnitud de lo encontrado era descomunal -dice Bernal DÍAZ-y para vello y quitalle sus bordaduras y donde estaba engastado tardamos tres días... y digo que era tanto que después de desecho eran tres montones de oro, y pesado hobo en ellos sobre seiscientos mil pesos, sin la plata e otras muchas riquezas...”.

Acordaron los españoles, tras largas deliberaciones y para seguridad de ellos, prender a Moctezuma.

Cortés ordenó fundir todas las piezas de oro y hacer con ellas barras de tres dedos de anchura con la idea de facilitar el traslado del tesoro incautado. A los pocos días se verificaría lo que se dio en llamar la “maldición azteca”. Ambos hombres fuertes enfrentaban serios problemas: por una parte Moctezuma, sobrepasado por la astucia y la audacia de Cortés, sufría la humillación de la presencia de tan indeseables extraños en desmedro de su investidura y de su prestigio de carácter divino; y por otra, el triunfante Cortés, de pronto percibía que una cosa era ganar batallas y otra administrar el botín de oro entre sus hombres descontentos y enfermos de codicia.

Cuando el soberano azteca, ya enemistado con Cortés y apoyado por los Mexicas decidió oponer alguna resistencia, los españoles se vieron obligados a abandonar Tenochtitlán. Pero era tan grande el peso del oro transportado que la carga se convirtió en un grave obstáculo para la defensa contra las embestidas de los naturales. Millares de indios se aprestaron a dar batalla a los soldados españoles. Cortés rogó al monarca indio que saliera a poner paz, arengando a sus tropas enfurecidas y cuando el rey subió al pretil de la azotea y con palabras amorosas habló a los suyos, recibió un flechazo que acabó con su vida. Moctezuma se negó a que lo curaran y a los pocos días falleció.

Ocurrida la muerte de Moctezuma, las tropas españolas sufrirían aún la infausta noche triste. Las tropas de Cortés, sobrepasadas en número por los atacantes indígenas, tuvieron gran cantidad de bajas: dos tercios de los soldados no retornaron a Castilla; estaban muertos, hundidos en las acequias mexicanas por el peso del metal que cargaban en sus bolsos.

El oro sobrante embarcado a España siguió marcado por el signo de la tragedia, pues las naves que lo transportaban fueron atacadas por corsarios franceses y la mayor parte de la fortuna, incluso el quinto real, tomó otros rumbos.

En 1521 la totalidad del imperio azteca estaba en manos de los castellanos. Toda la magnificencia de la gran ciudad, palacios, edificios administrativos, templos, escuelas para nobles, mercados y sobre todo el gran centro ceremonial del teocalli, se perdió irremediablemente. Justo en el emplazamiento del Templo Mayor se instalaron los edificios emblemáticos de la nueva capital de México, que serían las sedes del poder del Virreinato de Nueva España.

 

NOTAS

10. Asunción Doménech, El hechizo de Moctezuma, 2003.

11. La isla de Cuba, originalmente La Española, donde se reclutaron los conquistadores de México, estuvo gobernada arbitrariamente por Diego de Velásquez. Las minas de oro no eran numerosas, y a pesar de la falta de cooperación de los indígenas, las riquezas se acumulaban de forma satisfactoria. Los nativos se permitían no sólo huir dejando sin pan a los españoles, sino además llegar hasta el suicidio cuando eran apresados de nuevo. El cronista Fernández de Oviedo da cuenta de cómo se produjo la extinción de los autóctonos: ”...pues como las minas son muy ricas, y la codicia de los hombres insaciable trabajaron algunos excesivamente a los indios; otros no les dieron de comer tan bien como convenía; e junto con esto, esta gente de su natural es ociosa y viciosa, e de poco trabajo e melancólicos, e cobardes, viles e mal inclinados, mentirosos o de poca memoria e de ninguna constancia. Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña para no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos. (Gonzalo Fernández de Oviedo, “Sucesos y diálogos de Nueva España”). Se entiende la indignación de los cristianos frente a una conducta tan sacrílega y sobre todo dada su innegable caridad. (Laurette Séjoumé, p. 3)

12. Díaz de Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

13.    Malintzin, Malinche o doña Marina constituye un personaje clave en la conquista de México. Entregada a Cortés por los caciques de Tabasco, actuó durante años como consejera e intérprete. Europa se creó de ella una imagen exótica. Salvador de Madariaga es quien mejor la caracteriza en su novela histórica El Corazón de Piedra Verde.

14.    Carmelo Saenz de Santa María (1984) afirma que bajo la pluma de Díaz de Castillo -autor de Historia verdadera de la conquista de Nueva España- lo épico nunca da cabida a lo inverosímil, desconfía de lo maravilloso y opone el testimonio de sus ojos a los decires de los cronistas que nunca salieron del Viejo Mundo. La seriedad de Bernal Díaz se incorpora al linaje de Pedro Mártir y de Oviedo, y no al de los editores florentinos de Vespucio.

15. .Joseph de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, p. 323.

16. Bernal Díaz de Castillo, p. 109.


APENDICE DOCUMENTAL

DOCUMENTOS COMPLEMENTARIOS

 

I.       CARTA DE LOS OFICIALES REALES, JUAN DE ROJAS DE ARANDA Y FRANCISCO GARCÍA DE CUNA AL REY, REFIRIENDO EL ESTADO DE LAS PROVINCIAS DEL RÍO DE LA PLATA, (FRAGMENTO)

La Asumpción, 15 de Junio de 1594 74-4-23

Señor:

... La comarca dey ndios que solía seruir á esta ciudad está menoscabada en gran manera porque no ay la desima parte de los que solía aver esta disminución ha procedido de diversas causas... y algunas enfermedades conque nuestro señor ha castigado á esta tierra que cierto castigo parece de su mano entrambas repúblicas de yndios y españoles porque por la falta de doctrina que para ambas auía crecían los abusos y las ignorancias y justamente los pecados.

Después que algunos padres del glorioso san francisco entraron en esta tierra zelosos del bien de las almas comencó a tener hun poco de más luz y cierto algunos destos benditos padres an trabajado con mucho fruto y exemplo de vida.

Después de siete años á esta parte entraron algunos padres de la compañía de Jesús que cierto fue su entrada en beneficio particular de dios nuestro señor para esta governación porque su santa vida predicación y dotrina le an hecho grande bien después entraron con favor y socorro de vuestra megestad que sus oficiales reales del Pirú les dieron; y otros quatro padres desta santa compañía conque esta tierra á sido muy ayudada y muy regalada con lapalaura de dios...

La gente nacida en españa se vá acauando en esta tierra y con ella entendemos se podría acauar aquel amor grande y natural y firme del seruicio de nuestro Rey y aún por ventura se perderán en gran parte las costumbres buenas de españa...

Estayglesia catredal está sin obispo sin cabildo, sin juéz con dos o tres curas que cada uno piença quel es su caueçllay sí lo delude ser pues no la tienen... entendemos que vuestra megestad aurá proveído de esto lo que nos conviene nuestro señor guerdey conserve á vuestra magestad por largos años de la asumpción cabeca de las provincias del Río de la plata á 15 de Junio de 94.

Juan de rojas aranda = Francisco garcía de cuna (Hay dos rúbricas.)

(Correspondencia de los Oficiales Reales de Hacienda... ). (Op. cit., p. 437).

* * *

 

II.      LA REBELIÓN DE TUPAC AMARU

El sabio científico alemán Alexander Von Humboldt (Ensayos políticos sobre el Reino de la Nueva España, Cap. VI) ofrece una sumaria relación del movimiento de Tupac Amaru, José Gabriel Condorcanqui (1742-1781): “que se decía descendiente del Inca Sagri-Tupac que desapareció en Vilcabamba, y delinea Tupmc Amaru, decapitado por orden del Virrey Toledo en 1579.,, el joven se aprovechó del entusiasmo popular, que había excitado con los símbolos de la antigua grandeza del Imperio del Cuzco; ciñó su frente con la diadema imperial de los incas, mezclando hábilmente las ideas cristianas con los recuerdos del culto del Sol...

Tupac Amaru había conquistado ya las provincias de Quispicanchis, Tinta, Lampa, Azángaro, Carabaya y Chumbivilcas, cuando los españoles le hicieron prisionero con toda su familia, y todos fueron descuartizados vivos en la ciudad de Cusco...

Según Humboldt, el gran respeto que Tupac Amaru había inspirado a sus indios se demostró en el hecho conmovedor de que no obstante la presencia del ejército español victorioso, cuando aquel atravesaba las calles para ir a suplicio, aquellos “se prosternaron a la presencia del último hijo del Sol”.

Si la rebelión hubiese triunfado en el Perú, este hecho habría tenido inmediata resonancia en el resto de las colonias americanas, las que espectaron con admiración el movimiento de Cuzco. El imperio español se hubiera derrumbado antes de lo previsto. Si toda América española se hubiera declarado independiente en la época de la sublevación inca, este acontecimiento hubiera producido varios efectos a un mismo tiempo:

1. Habría privado a la Tesorería Real de Madrid de un ingreso anual de ocho a nueve millones de pesos como “líquido remisible” de las colonias.

2. Habría disminuido notablemente el comercio de la península, al liberarse del monopolio español y por ende se habría perdido lo recaudado por los derechos que se percibían en las aduanas de la metrópoli que se valúan en unos cuatro o cinco millones de pesos.

3. La separación de las colonias habría arruinado varías manufacturas españolas sostenidas por la venta forzada de sus géneros a las Indias, no pudiendo en su actual estado rivalizar con los productos de la India, Francia e Inglaterra.

* * *

 

III.     EL VIAJE DE ALEJANDRO VON HUMBOLT

El barón de Humboldt fue el primero en viajar por el mundo, atraído por la naturaleza. Herodoto lo hizo por la leyenda. Marco Polo fue un observador de costumbres y estructuras de organización. Los españoles fueron viajeros del oro y la cruz. Pero hay que llegar a Humboldt para hallar textos como éste:

“Pequeñas cimas de pórfido, en otro tiempo tal vez islas del antiguo lago se elevan en el norte de la llanura, y cortan grandes depósitos de gres. La antigua residencia de Atahualpa está en aquel lado, rodeada de vergeles y campos de alfalfa como praderías. A lo lejos se divisan las columnas de vapores que se elevan de las aguas termales de Pultamarca, conocidas como Baños del Inca”.

Las ilusiones se habían mantenido vivas durante siglos enteros. Fernando Berrio subía una y otra vez el Caroni, hasta la zona de la Catarata del Ángel, sin encontrar el acceso a las misteriosas mesetas donde se hallaría El Dorado. Hoy se sabe que en la cima de la meseta sólo hay roca pelada donde se escondió por años el fantasma de una gran fábula.

“En el verano de 1800, el sabio Humboldt recorrió concienzudamente la zona; se mostró escéptico ante el tema de la laguna de El Dorado cuyo exquisito brillante señalizaría según la leyenda, la presencia de filones desmedidos. Aceptó, en cambio resolver otro fenómeno enigmático, el de las aguas negras del río Atabapo, cuyas ribera - afirma con entusiasmo - están adornadas ron Carolinas y melastomáceas arborescentes. Atribuye su color a una simple disolución de carburo hídrico.

Los indios llamaban Calitamini a una montaña que se tiñe de rojo hasta llamear, a la puesta del sol. El naturalista disolvió la magia del cerro al descubrir que la explosión dorada se debía al efecto chispeante del esquisto talcoso”. (R. Domínguez Molinos, op. cit. pp. 220-221).

La ciencia terminó lastimosamente diluyendo milenarios sueños de fortuna.

* * *

 

IV. CARTA XXI DE J. P. ROBERTSON AL SEÑOR J.G. LONDRES, 1838,1.1, P. 203.

.. Me sorprendió mucho la extraña ingenuidad y urbanidad de los habitantes. En el primer rancho en que paré para pasar la noche (y fue uno de la mejor clase), pedí, cuando descendí del caballo, un poco de agua. Me fue traída en un porrón por el dueño de casa, que se mantuvo en la actitud más respetuosa, sombrero en mano, mientras yo bebía. Fue en vano pedirle que se cubriese... Las hijas respetuosamente cruzaban los brazos sobre el pecho cuando servían de comer o beber a sus padres o a los extraños.”

* * *

 

V. CARTA XXV DE ROBERTSON AL SEÑOR J.G.

Londres, 1838,t.I, p. 238

.. en el Paraguay, generalmente las mujeres envejecen a los cuarenta años. Sin embargo, doña Juana (Esquivel) tenía ochenta y cuatro, y aunque necesariamente arrugada y canosa, todavía conservaba vivacidad en la mirada...

Me albergaba como príncipe... todo lo de la casa, sirvientes, caballos, provisiones, los productos de su propiedad estaban a mi disposición. Luego, si yo admiraba cualquier cosa que ella tuviera - el petizo favorito, la rica filigrana, los ejemplares selectos de ñandutí, los dulces secos, o una yunta de hermosas mulas, me los trasfería de manera que hacía su aceptación inevitable. Una tabaquera de oro, porque dije que era muy bonita, me fue llevada una mañana a mi habitación por un esclavo, y un anillo de brillantes porque un día sucedió que te miré, fue colocado sobre mi mesa con un billete que hacía su aceptación imperativa...”.

Después de tres años de permanencia en el Río de la Plata, el inglés John Parish Robertson se estableció como comerciante en Buenos Aires en 1809. A fines de 1811 partió para Asunción, capital de la nueva provincia independiente, donde, en compañía de su hermano William, se dedicó a la exportación de yerbamate. Expulsados del Paraguay por el Dictador Francia, ambos hermanos se instalaron en Corrientes con un activo negocio de acopio de cueros. En 1838, publicaron en Londres “Letters on Paraguay". (N del A).

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VI.    Alfred Du Graty, en la p. 200 del Apéndice de su obra La Republique du Paraguay reproduce un decreto presidencial en el que determina el valor de las monedas corrientes en la época.

Vive la République du Paraguay

Le Président de la République,

Ayant examiné le Decret du 18 février 1854, qui assigne o l’once d’or la valeur de seize piastres.

Accorde et décréte:

ARTICLE PREMIER. L’once dór aura cours legal dans la Republique á la veleur du dix-sept piastres deux réaux, qui était celle qu’elle avait avant le décret du 18 février 1854.

ART. 2. La piastre forte d’argent continuera au cours légal de dix réaux, qui lui est assigné dans le Décret mencioné du 18 février 1854.

ART. 3. Les dispositions contraires au présent Décret sont abrogées.

ART. 4. Publier et communiquer á qui le droit.

Assomption, 6 juin 1856.

Carlos Antonio López Mariano González

 

 

Viva la república del Paraguay

El presidente de la república

Habiendo examinado el decreto del 18 de febrero de 1854, que asigna a la onza de oro el valor de diez y seis pesos

Acuerda y decreta:

Art. Primero: La onza de oro tendrá curso legal en la República con valor de diez y siete pesos y dos reales, que era el que tenía antes del decreto del 18 de febrero de 1854.

Art. 2o El peso fuerte de plata continuará al curso legal de diez reales, que fue asignado en el decreto mencionado del 18 de febrero de 1854.

Art. 3o Las disposiciones contrarias al presente decreto serán derogadas.

Art. 4o Publicar y comunicar a quien corresponda.

Asunción, 6 de junio de 1856

Carlos Antonio López Mariano González

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VII.   TESTIMONIO DEL CORONEL GEORGE THOMPSON.

La Guerra del Paraguay, ed. 1910, p. 120

Thompson narra el momento vivido apenas concluida la gran hazaña de Curupaity: “El Batallón 42 volvió vestido con los uniformes argentinos que había quitado a los muertos; encontraron muchos relojes y libras esterlinas porque los soldados aliados habían sido pagados recientemente... se tomaron más de 3000 rifles de Lieja; en buena condición. Se recogió una gran cantidad de libras esterlinas, que Madame Lynch cambió por papel moneda”.

“En 1866, como testimonio de sus sentimientos patrióticos, las señoras de la Asunción le presentaron [al Mariscal] una bandera bordada por ellas con oro, diamantes y rubíes, y cuya asta era de plata; además le enviaron un álbum encuadernado en oro sólido y acomodado en una caja, con una estatua ecuestre encima... como era de suponer nadie se atrevía a negarse para contribuir a esas cosas.

El año siguiente (1868), los ciudadanos se vieron en la necesidad de hacer otro obsequio, y esta vez no hubo reserva alguna respecto a la persona que sugirió la idea, porque los diseños fueron ordenados por la señora del campamento... los regalos consistieron este año en una espada de honor y una corona de laurel fundida en oro. El puño consistía en un San Jorge y el dragón, todo de oro macizo, adornados con 23 brillantes y gran número de piedras preciosas. La vaina era de oro con arabescos de relieve. Esto se encontraba en otra vaina formada de tubos concéntricos, también de oro puro con una estatua en el extremo, y construida de manera que cerrándola se veía solamente la parte que contenía el puño...

... todas las mujeres paraguayas desde la más alta hasta la más baja, poseían muchísimas joyas. Entre las clases acomodadas había gran cantidad de hermosas perlas y brillantes, pues las joyas eran el único artículo de lujo importado por los españoles, y los regalos que los paraguayos hacían a sus novias consistían siempre en alhajas.

“... Poco después, toda la joyería fue recolectada, y los jueces de paz “invitaron" a todos sin excepción, y hasta a las más recalcitrantes, a “ofrecer” todas las joyas, deponiéndolas en sus manos. La orden fue inmediatamente cumplida, y después de reunidas las joyas, no volvió a hablarse más de ellas, ni nadie se atrevió a preguntar por su paradero...” (Op. cit. pp. 131-132).

* * *

 

VIII.  LOS DESPOJOS DEL PARAGUAY EN BUENOS AIRES

Desde los últimos días de la primera quincena de enero de 186 habían comenzado a llegar al puerto de Buenos Aires buques cargados de muebles, frutos del país, etc., saqueados de la Asunción del Paraguay, que eran vendidos públicamente. La población concurría a la llegada de estos buques, incitada por la avidez de conocer el contenido de aquellos cargamentos que habían sido de los paraguayos, y que es como decir o significar, un algo de otro mundo, quedando empero estupefactos muchos de los curiosos, ante la calidad, belleza y valor subido de tantas obras y objetos artísticos de que se componían, particularmente en presencia de unos juegos de sala, tapizado de pura seda, y otros muebles con primorosas incrustaciones de nácar; hermosos juegos de dormitorio construidos en finas y delicadas maderas, con aplicaciones de otros materiales de color distinto, representando bouquets de flores; pianos de las mejores marcas conocidas entonces; objetos de plata maciza, como cubiertos, lavatorios, jarras, templaderas; preciosas tapicerías, etc.; la hermosa y lujosa carroza presidencial que sirvió a los dos presidentes de la república, los López, para los actos oficiales; y, finalmente, un sinnúmero de objetos de adorno y de culto, entre éstos, imágenes diversas de inestimable mérito, como trabajo escultórico, y por la calidad de sus pinturas, que a pesar de su antigüedad secular, permanecían inalterables.

Viven, hasta hoy, distinguidas señoras y caballeros de la alta aristocracia porteña, que refieren la deslumbrante grandiosidad de aquellos cargamentos de muebles y objetos de valor... y muchos al recordarlos, no pueden disimular la alegría que experimentaron con la posesión de ellos, tanto por su alto mérito artístico como por su valor intrínseco e histórico...

... ante las proporciones alarmantes de la indignación mundial que habían levantado el incendio, el saqueo y la profanación perpetrados en la Asunción, el gobierno argentino, tratando de despejar aquella pesada atmósfera que se cernía sobre él y sus aliados, decretó en los primeros días de junio, el embargo de todos los cargamentos de cueros y otros frutos paraguayos que se encontraban en el puerto de Buenos Aires, disponiendo la venta en remate público. El producto, obtenido de la comercialización de lo que se declaraba la buena presa, alcanzó la suma de 22.089 pesos, suma repartida entre los aliados.

(Héctor Francisco Decoud, 1925, p. 39 , Los escombros...).

 

IX.    LA LEGACIÓN AMERICANA

“En diversas oportunidades el ministro (McMahon) menciona algunos incidentes motivados por la casa que ocupaba como sede de la Legación. La misma estaba a nombre del señor Luis Jara, a quien el señor Carlos Saguier desde B. A. le había pedido le alquilara a Washburn la casa, que estaba bien amueblada y era amplia. Jara, aceptó complacido entregar la casa a Washburn, como sede de su representación, sin cobrar ningún alquiler, porque pensaba que de este modo estaría protegida de cualquier ocupación ilegal. Luis Jara murió en la guerra sin dejar sucesión. Dicho predio, después de la guerra pasó a ser propiedad de la familia Saguier”. (Silvia, p. 81)

* * *

 

X.      RELATO DE PETER SCHMID

Lorenzo Chapperón era considerado en general como admirador del mariscal Francisco Solano López, lo que le granjeó poco aprecio entre los extranjeros en el Paraguay. Sin embargo se debe reconocer que se ocupaba incansablemente por sus compatriotas. Logró la liberación para numerosos italianos que estaban en prisión por motivos políticos o penales de poca monta, como también para los cuatro marineros italianos que habían caído como prisioneros de guerra del Paraguay, al ser capturado el buque argentino “25 de Mayo” durante la ocupación de Corrientes por los paraguayos. Para familias italianas empobrecidas, Chapperón obtuvo apoyo del tesoro Nacional 201.

En setiembre de 1868 llegó al Paraguay la cañonera italiana ‘Ardita’, y en octubre y nuevamente en noviembre, el buque de guerra ‘Veloce’. Chapperón obtuvo el permiso de que 24 familias italianas, en un total de 58 personas, pudieran abandonar el país. A la partida se generó a bordo del buque un pequeño incidente. En el equipaje de diez italianos, la policía encontró grandes cantidades de dinero paraguayo y brasileño, así como también algo de oro. Dado que la exportación de dinero estaba legalmente prohibida por el Paraguay, se confiscaron estas monedas y el oro. Uno de los italianos más prestigiosos en el Paraguay, el capitán Fidanza, no pudo emigrar. Fue acusado de participar de la supuesta conspiración contra el Presidente, y fue apresado. Chapperón solicitó al Gobierno que lo liberara de la prisión. El capitán permanecería en lo sucesivo en el consulado, para quedar a disposición de las autoridades paraguayas. López no concedió clemencia. En diciembre de 1868, Fidanza fue fusilado en San Fernando.

En esa época, Chapperón mantenía activo contacto con los dos únicos diplomáticos extranjeros que todavía permanecían en el Paraguay, el embajador norteamericano Washburn y el cónsul francés Paul de Cuverville. Los tres diplomáticos realizaban a menudo en la residencia de Washburn conversaciones sobre la situación política de la República y los problemas conexos de la población extranjera residente...

... Cuando en diciembre del mismo año la sede del gobierno fue trasladada a Piribebuy, el cónsul italiano se negó a unirse a la corriente general de fugitivos que se dirigía aún más al interior del país. Nombró al farmacéutico italiano Doménico Parodi como agente del consulado en la nueva capital provisoria. El ministro de Relaciones Exteriores Caminos no aceptó este nombramiento y la prensa atacó con severas palabras el comportamiento del cónsul. Se le reprochó descortesía y lesión de los usos diplomáticos internacionales, por no establecer su consulado en el lugar donde el gobierno tenía su sede.

Chapperón abandonó en 1869 el Paraguay y se dirigió a Buenos Aires. En esa época, a partir de noviembre de 1868, ya estaba en Buenos Aires un nuevo Encargado de Negocios italiano para el Paraguay y la Argentina, el Conde de la Croce.

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XI.    MÁS REVELACIONES SOBRE EL CÓNSUL CHAPPERÓN

... Simultáneamente a estas gestiones, uno de los connacionales del cónsul Chapperón, José Bertolli, que no quería ver impasible arrojarse sobre su patria un negro baldón, tan luego por el que debía mostrarse más celoso de su dignidad y decoro, le pidió, por medio del periódico La Regeneración, que se vindicase ante las deprimentes manifestaciones públicas que se hacían en su contra, advirtiéndole, que de lo contrario, el alma de todos sus compatriotas le seguiría por doquier, por haber cubierto de ignominia a la nacionalidad, con la usurpación de los depósitos puestos al amparo de la regia bandera italiana. Termina la publicación con el siguiente párrafo:

“Señor cónsul, salve a mi patria de una afrenta infame; señor Chapperón, salve su nombre de la vergüenza de su crimen”.

Días después y siempre por el mismo periódico, los súbditos italianos, Giacomo Colombino, Francesco Barbato y Lobuglio Vicenzo, hicieron a su vez otra publicación, bajo el epígrafe de: Al ladrón Lorenzo Chapperón, cónsul de Italia, en la que protestaban contra el proceder que había observado éste en contra de ellos; además, por haber permitido que tantas familias italianas hubiesen sido muertas a lanza y en su misma presencia, sin ser capaz de hacer nada a favor de los infortunados italianos; por haber robado los tesoros de millares de familias, nacionales y extranjeras, que ayer, nadando en la abundancia, depositaron en su poder sus riquezas antes de marchar al punto de su confinamiento, y que hoy recorren las calles de la Asunción, de puerta en puerta, implorando una limosna por Dios!

El cónsul Chapperón, ante la tunda de verdades y rudos cargos que le enrostraron públicamente sus propios connacionales, intentó justificarse por medio del siguiente ridículo decreto, de fecha 17 de noviembre:

“Noi, Cav. Lorenzo Chapperón, Consolé di S.M. el Réd’Italia, al Paraguay:

Visto l’articolo inserto nelperiódico La Regeneración, del 12 corrente, núm. 15, dai Regi sudditi Barbato Francesco, núm. 11; Colombino Giacomo, núm. 68 e Lobuglio Vicenzo, senza número.

Decretiamo

Sia iniziata causa crimínale, contro si trepedetti individui timettendo il numero del periodico contenente l’articolo incriminato al Procuratore del Represso la corrispondente Corte di Giustizia del Regno onde preceda contro ai deliquenti”. (Héctor Francisco Decoud).

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XII MALESTAR EN ASUNCIÓN (8 DE NOVIEMBRE DE 1869)

Intenso malestar había en el seno de las familias paraguayas sobrevivientes que habían regresado a Asunción luego de las penosas vicisitudes, en vista de la negativa del cónsul Lorenzo Chapperón a restituir los depósitos de alhajas y otros valores que en ocasión de la evacuación de la ciudad habían sido entregados a la custodia del consulado de Italia. Alegaba Chapperón que muchos de esos efectos le fueron saqueados por las fuerzas brasileñas cuando la ocupación de la ciudad de Luque y que los que restaban en su poder carecían de inventario, ignorando a quienes pertenecían, pues los había guardado como le fueron entregados. Ahora se anunciaba el próximo regreso de Chapperón a su país y con ese motivo lanzó La Regeneración, la idea de pedir al gobierno provisorio la prohibición del viaje hasta la devolución de los valores a los propietarios.

Decía La Regeneración: “Este señor, después de tantas invectivas por parte de sus mismos compatriotas y de nuestras continuas requisiciones sobre las alhajas ajenas que tiene en su poder, nada ha dicho por vindicarse, nada absolutamente. Cuando la desvergüenza ha llegado a este punto, la energía debe empezar reprimiendo. Así creemos que todas las señoras y extranjeros que tengan alhajas en poder del cónsul italiano, deben reunirse y pedir al gobierno le detenga el viaje hasta que devuelva el depósito que recibió de tantas familias que hoy se hallan pobres y sin recursos. Si esto no se consigue, y el cónsul toma las de Villadiego, debe levantarse un acta y elevar una solicitud al gobierno de Buenos Aires donde es probable que va a residir. Así se procede con los hombres que no han tenido una palabra para vindicarse, y con un acto tan reprobado, han levantado la opinión pública contra ellos”.

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XIII.  CARTA DE EMILIANO LÓPEZ

El 23 de Junio de 1871, desde Londres, Emiliano López (Pesoa) escribía a su madre Juanita Pesoa una carta en la que se lee:

"... Muchos recuerdos de parte de Madama Lynch, y los muchachos, y también a mi tía Asunción, Como ya le he dicho antes vivo por ahora con esta Señora, y estamos trabajando para recobrar los bienes de mi finado padre (Q.E.P.D.) que están en este país, y no dude que cobraremos gran parte de ellos...”.

* * *

 

XIV. CARTA DE MME. LYNCH

Mme. Lynch dirigía una carta fechada en Londres el 27 de diciembre del mismo año al Administrador del Banco Real do Escocia, Edimburgo en los términos siguientes:

“Señores:

Habiendo hecho un acuerdo de compromiso, en relación a mis juicios legales con el doctor Stewart, en el cual, el Dr. Stewart acuerda pagarme a mí o a mi orden la suma de 5.000 libras que están retenidos en el Banco Real de Escocia, por el Sr. Feloty por mi persona, le ruego que usted tenga la gentileza de informar al portador de ésta, Sr. Emiliano Lopes, qué pasos se deben tomar a fin de que yo reciba sin inconvenientes adicionales esta suma, en Edimburgo o en Londres....

Suyo obedientemente.

E.A.Lynch” {Exposición y Protesta, 1875).

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XV. ALICIA ELISA LYNCH EN UN PROCESO EN LONDRES

Terminada la guerra, la señora Lynch intentó, sin éxito, reivindicar la propiedad de sus posesiones en tierras y viviendas que le fueran adjudicadas por el Mariscal o adquiridas en sus hábiles operaciones comerciales. Gozaba la Madame de privilegios especiales que derivaban del poder y la autoridad que le confería ser la amante y madre de los hijos del presidente.

Desafortunadamente, el Paraguay perdió la guerra y como gran parte de las tierras que ella poseía se hallaban en las zonas en litigio (Mato Grosso, Yguatemi, Formosa) las mismas fueron incorporadas al patrimonio de los vencedores. Lynch se empeñó en una estéril lucha judicial para lograr su recuperación, pero no logró más que envolverse en interminables y costosos pleitos y el pago de honorarios de famosos abogados. Como consecuencia de esta eventualidad se redujo considerablemente su fortuna.

Las residencias de Madame se convirtieron en patrimonio estatal. La casa de la calle de la Fábrica de Balas sirve de asiento, hasta el día de hoy, a reparticiones oficiales.

En cuanto a los caudales enviados al extranjero es posible acompañar la suerte de una parte de ellos merced a la documentación existente. Un documento contundente es la reproducción de la correspondencia de la misma señora Lynch en el libreto Exposición y Protesta en el que hace el relato de las peripecias sufridas durante la etapa dedicada a la recuperación de su fortuna. Otra fuente de información son las Actas denominadas Notes of Evidence in causa William Stewart againt Antoine Gelot and Mandatary fechadas en Edimburgo, el 19 de mayo de 1871.

El dinero de la Lynch sufrió algunos trastornos en su destino final. Así lo testimonia el esfuerzo realizado por la propietaria en rescatar de las manos de sus testaferros lo que ella consideraba un arbitrario despojo.

En respuesta al interrogatorio a que fuera sometida en la referida causa -por la que exigía al doctor Stewart la devolución de 16.000 libras que le fueran entregadas en el Paraguay- la demandante declaró: “López se dedicaba al negocio de la yerba y era muy rico”.

Es sabido que Alicia Linch no era originalmente una mujer de fortuna. Según sus propias declaraciones partió de París con 1.000 libras propias y 4.000 libras que le dio López. A los dos meses de llegar al Paraguay le entregó su dinero a un tal Fernández [Capitán Francisco Fernández, administrador de la señora Linch] para que lo pusiera a interés de 12 a 15%. La mayor parte de ese capital se acumulaba, puesto que ella no pagaba alojamiento ni gastos de casa porque era mantenida por López (Op. cit., p. 37).

“Asevera la señora Lynch que las sumas de dinero enviadas por ella desde el Paraguay están así discriminadas:

15.000 libras a través del doctor Stewart

12.000 libras a través del ministro Mc Mahon

23.000 libras de beneficios de yerba cedidas por López

50.000 libras en total (o su equivalencia de 250.000 en pesos o dólares)”.

Según documentos obrantes, a efectos comparativos, la suma abonada por la nave de guerra Tacuari, construida en Inglaterra, fue de unas cuarenta mil libras.

Hay constancia, además que la señora adquirió propiedades por valor de 20.000 libras, joyas por favor de 5 o 6.000 libras, vajilla de plata por valor de 1.000, “lace” (encajes) por valor de 500 y otras minucias

El comandante del vapor en el que fue embarcada para su deportación realizó un minucioso inventario de los bienes hallados en poder de la prisionera que, si bien era considerable, no pasaría hoy día del caudal de una “comerciante” de mediano porte.

Declaraba la señora Lynch:

1. “Nunca tomé las joyas de nadie” (p. 36).

2. “No llevaba la cuenta de mis gastos. Recibía más de lo que gastaba. No puedo decir cuánto. En oro o papel moneda, recibía lo que quería”, (p. 37).

3. “No hice negocios durante la guerra y o me ocupé del negocio de ganado personalmente, sino que proveía de capital a personas que lo invertían y dividían los beneficios. Habré ganado entre 8.000 y 10.000 libras al año con esto”, (p. 38).

Estas manifestaciones guardan relación con el tono de las acusaciones que se le hacían por apropiación de bienes, préstamos usurarios e hipotecarios y por la intervención directa en los asuntos comerciales del Estado, campos, monedas, yerba, tabaco y cueros, de los que obtenía jugosas ganancias.

Del boletín oficial del Ministerio de Guerra del Brasil reproduce el periódico asunceno La Regeneración, del 24-VI-1870 la siguiente noticia:

“El Ministerio de Guerra del Brasil ha publicado diversos documentos relativos a la captura de la compañera de López. Según esos documentos no queda ella en la pobreza, pues tiene como 25.000        pesos fuertes en alhajas y 8.000 en oro, a más de un depósito de 13.000 libras hecha en el Banco de Inglaterra por el general Mc Mahon. Parece que el cónsul italiano Chapperón le era deudor de mil libras”.

Elisa Lynch se retiró del Paraguay sin atesorar dinero y joyas en cantidad apreciable, dado a que sus ahorros se hallaban en manos de sus picaros agentes y amanuenses. El destino le había trazado un camino de congojas y dificultades, salpicada por denuncias, acusaciones y el desprecio de centenares de paraguayas sobrevivientes. La Madame pudo sobrevivir amparada por uno de los hijos de López habidos con la pilarense Juanita Pesoa, Emiliano, cuya compañía alivió el pesar de sus últimos días.

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XVI.  CONTENIDO DEL TESORO EN CUSTODIA EN EL BCP (AÑO 1994)

Es una tarea ardua determinar el origen el tesoro. Muchas de las joyas y monedas vinieron probablemente de épocas remotas, cuando los primeros inmigrantes llegaron al Paraguay en busca de fortuna: al morir y no tener descendencia, sus bienes pasaron a manos del Estado. Uno de ellos, cuya fortuna era inmensa, fue un hombre de apellido Celario. Según el historiador Carlos Pusineri Scala, la “sucesión Celario” consistía en un montón de monedas de oro, grandes brillantes de valor extraordinario, pulseras y anillos.

“Él era un italiano que vino a comienzos de siglo. Trabajó y se hizo de mucho dinero y tenía nada más que a su esposa y a una criada. Murieron los esposos y no hubo herederos inmediatos, entonces el gobierno tomó por su cuenta los bienes. La casa que está en Mariscal Estigarribia y Tacuary, que es el Centro Naval, también le pertenecía”.

Otra parte de los tesoros que reposan en la bóveda del Banco Central -que aún no han sido tasados- pertenece a un lote de “joyas paraguayas” devueltas por el Gobierno de los Estados Unidos en 1926.

¿Cómo llegó este tesoro a la bóveda del Banco Central? El experto numismático Miguel Angel Pratt Mayans, quien tuvo n su cargo la labor de inventariar y tomar fotografías de las joyas, consultado al respecto, brindó la siguiente explicación: “Aparentemente, por los derechos sucesorios de las legislaciones vigentes en su debido tiempo, al no existir herederos directos, los bienes pertenecientes a las personas fallecidas pasaban a formar parte del tesoro de la nación. Y aclara, que los gobiernos se interesa han mucho más en las propiedades (inmuebles) que en las joyas, porque eran los bienes que se podían disponer de inmediato. Por los tanto, las personas encargadas (los ujieres) sólo tomaban lista de lo que se registraba, y contabilizaban los objetos de las sucesiones”.

Así fueron a parar al Poder Judicial, luego al Ministerio de Hacienda, al Banco Mercantil, al Banco del Paraguay y finalmente al Banco Central del Paraguay.

Los objetos se encontraban en cajones y sobres lacrados. Algunos de los sobres eran de la Oficina de Cambio de la Caja de Conversión; otros estaban envueltos simplemente en papeles, en pequeñas cajitas de cartón o de madera o bolsitas de tela.

“Había monedas, relojes, objetos de mucho valor con brillantes, piedras muy impresionantes, zafiros azules, amatistas, corales, peinetas, anillos y gargantillas”.

Pratt Mayans aprecia el tesoro, basado solamente en su valor intrínseco por el peso en oro y la calidad de las piedras. Calcula que las monedas de oro tendrían un valor de 94.324 dólares; las joyas, 634.551 dólares y las monedas paraguayas de colección, unos 172.000 dólares. (Revista dominical del Diario Noticias, 28 de abril de 1996).

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XVII.LAS TIERRAS DE MADAMA LYNCH 1865-1920

“Buenos Aires, Febrero 15 de 1920

(Fragmento)

Y vistos:... Que el 26 de Diciembre de 1882 se presentó al Gobierno Nacional de la Nación Don Enrique Solano López en representación de su señora madre doña Elisa Alicia Lynch, pidiendo fueran registrados con arreglo al artículo 103 de la ley del i9 de Octubre de 1876, los títulos de un campo de 437,500 hectáreas de superficie situado en la actual Gobernación de Formosa, al Sud del Río Pilcomayo, que a dicha señora le había vendido el General López en el año 1865.

Que pasada la solicitud a dictamen del entonces Procurador General de la Nación doctor Eduardo Costa, éste se expidió sosteniendo que el título de la señora Lynch no tenía valor alguno con relación a la República y por consiguiente era de opinión que no se autorizase el registro solicitado.

Que el doctor Costa puso de relieve en ese dictamen que en ninguna época ni bajo ningún concepto ejerció el Paraguay jurisdicción sobre el territorio en que se halla ubicado ese campo, de manera que la venta que hizo el Gobierno del Paraguay de un terreno al que ningún título tenía, no tiene para la República valor alguno.

... Que en 1885 el señor López como donatario a título remunerativo de su señora madre doña Elisa Alicia Lynch volvió a presentarse al Gobierno reiterando su anterior solicitud fundandola esta vez en la ley dictada el 27 de Octubre de 1884 en la que se admitió el derecho al reconocimiento de los títulos que hubieran otorgado las provincias sobre tierras situadas en territorios limitrofes.

... Que para la opinión se trataba de un título aleatorio y es así como en 1892 don Gardneer B. Perry, uno de los adquirentes de fracciones del terreno del señor López, se presentó al Gobierno protestando porque el Jefe de la Oficina de Tierras en informe del 1º de Abril de 1891, pedía la nulidad del título.

Que el Procurador del tesoro doctor García Merou terminaba expresando que el Gobierno no podía solidarizarse con aquella revalidación sino anular el acto que la produjo y deducir acción reivindicatoría para recuperar las tierras substraídas al Estado mediante el título ilegal obtenido por el señor López.

... Que los diversos ocupantes de aquellos terrenos acataron el fallo de la Suprema Corte y no se opusieron a que el Gobierno tomara posesión de ellos para destinarlos a colonias agrícolas...”

“Un caso de prescripción contra el fisco”, Imprenta Trujillo, Asunción, 1920

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XVIII.         EL SALTO DE GUAIRA EN LOS BILLETES BANCARIOS PARAGUAYOS

El Paraguay de posguerra trataba de recomponer su estructura vital. La completa insolvencia de las arcas fiscales y la anarquía política generada por el enfrentamiento de los nuevos grupos de poder, llevaron a los gobiernos republicanos a tomar medidas extremas, tales como enajenar los bienes del Estado e idear mecanismos de recaudación necesarios para atender a los perentorios gastos públicos.

“La Tesorería Nacional y la Caja de Conversión emitieron en la época, billetes de 1, 2 y 4 reales y 5, 10, 20 y 50 centavos primero y más tarde de 1 y 2 pesos.

... Por Ley del 10 de julio de 1874 se constituyó el Banco Nacional del Paraguay con un millón de libras de capital y el 3 de febrero de 1876, en Londres, el National Bank of Paraguay, su agente financiero. Sucesivamente fueron apareciendo otras instituciones bancarias: el 7 de junio de 1880, el Banco Anglo Paraguayo; en 1886, el Banco de Comercio; en 1887, el Banco Agrícola; en 1889, el Banco del Paraguay y del Río de la Plata y en 1894 el Banco del Paraguay.

El 15 de agosto de 1963, el Banco Central del Paraguay presentó en el local de Rius y Jorba, sobre la calle Palmas entre Alberdi y 14 de mayo, una Exposición Nacional de Numismática y editó con tal motivo un catálogo. En el mismo se hallan reproducidos, bajo los números 131,140,153,164,180,205,216,217,218 y 219, billetes referidos al Salto de Guairá, en distintas épocas.

La publicación da cuenta, además, que durante la administración del presidente Emilio Aceval, en el octavo Período Gubernativo, se emitieron billetes de distintos valores con grabados tales como:

Una mujer con casco romano para los de 50 centavos;

una mujer con sombrero de paja para los de 1 peso;

el Palacio de Gobierno para los de 2 pesos;

vista de Asunción desde el río para 5 pesos;

Iglesia de la Catedral, 10 pesos;

Palacio del Congreso, 20 pesos;

Teatro Municipal, 50 pesos;

Salto del Guairá, 100 pesos fuertes;

Cerro de Paraguari, 200 pesos y

Ruinas de Humaitá, 500 pesos.

La fotografía del Salto de Guairá forma parte de la magnifica colección tomada por don Manuel de San Martín en su viaje emprendido el 13 de agosto de 1896 y minuciosamente detallado en el folleto que editó al año siguiente.

... Los billetes del Salto de Guairá, al igual que los de las Ruinas de Humaitá y del Cerro de Paraguari circularon hasta tres años después de la muerte del Mariscal Estigarribia, en que por Decreto Ley N° 655 del 5 de octubre de 1943 se dispuso el resello del Peso de Curso Legal a Guaraníes adoptándose otros emblemas y grabados”.

Mariano Luis Lara Castro, Asunción, Setiembre de 1970. (La Tribuna, Domingo, 20 de diciembre de 1970).

 

NOTAS

201. Efraím Cardozo. Hace cien años. t. XIII, p. 114-6.


 

 

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