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SUSANA GERTOPÁN

  A PROPÓSITO DE LA PRIMERA PREGUNTA DE SUSANA GERTOPÁN - Por VÍCTOR CASARTELLI - Domingo, 02 de Abril de 2017


A PROPÓSITO DE LA PRIMERA PREGUNTA DE SUSANA GERTOPÁN - Por VÍCTOR CASARTELLI - Domingo, 02 de Abril de 2017

A PROPÓSITO DE LA PRIMERA PREGUNTA DE SUSANA GERTOPÁN

 

Por VÍCTOR CASARTELLI

 

 

victorcasartelli@yahoo.com

 

Sobre la novela Primera Pregunta (Asunción, Servilibro, 2017, 117 pp.), de la escritora paraguaya SUSANA GERTOPÁN, que acaba de presentarse el pasado miércoles 22 de marzo.

No podemos dejar de señalar esa suerte de asombroso estremecimiento que nos invade cuando tratamos de desentrañar el misterio que asoma desde la primera página de esta Primera Pregunta, la novela última que SUSANA GERTOPÁN libra hoy a la consideración del público lector de su ya dilatada obra narrativa. Y es por ello la certeza que nos asiste en que esos lectores experimentarán las mismas sensaciones de turbación y sobresalto que provoca el ambiente de misterio que exuda el desarrollo de esta fábula innovadora de la narrativa paraguaya.

A medida que nos adentramos en esta novela, nos parece que SUSANA GERTOPÁN está reescribiendo a Anaximandro de Mileto, cuya famosa sentencia, recogida por Simplicio, dice: “El nacimiento a los seres inexistentes les viene de aquello que convierten al perecer”. A partir de esta reflexión, los lectores podemos colegir que en esta obra Primera Pregunta su autora nos da a entender que la temporalidad es el rasgo distintivo del ente, y que la dificultad para articular la periodicidad del ser con el ilimitado o infinito o indefinido ápeiron, ella lo soluciona llevándonos a través de su imaginación al principio de Anaximandro de que el inicio de los entes consiste en no tener inicio alguno.

Aunque suene a paradoja para el positivismo que campea hoy, ese inicio sin inicio es la maroma filosófica a la que SUSANA GERTOPÁN nos envuelve con la perfecta sincronización de su relato, en el cual la ficción se confunde con la realidad; el ser con la inexistencia, y el tiempo (o los tiempos, en este caso) con la penumbrosa intemporalidad de los pocos, poquísimos personajes a los que por momentos les da vida, pero que también los borra por momentos sin que por ello les conceda su desaparición a través del manido recurso de anularlos con la muerte.

Pero en el indetenible impulso de internarnos en esta Primera Pregunta y tratar de ubicar el hilo conductor de su desarrollo, nos encontramos que acaso sin proponérselo, pero quizás también por sus inquietudes hacia el hombre y sus circunstancias, en tanto ente que debe transitar el alfa y el omega de su condición de tal, Susana se vale de esta novela para darnos a entender que, para ella, el punto de partida de esas inquietudes no podía ser otro que la vida fáctica, y nos hace entrever que la comprensión del ser es ella misma, disfrazada por momentos de cualquiera de sus contados personajes. Y puesto que la vida solo se entiende históricamente, las nebulosas “historias” de cada uno de los personajes, que son narradas por ellos mismos, se convierten en un tramado que los transmuta, a la vez, en autores de sí mismos en tanto narradores, artilugio a través del cual Susana no hace otra cosa que crear todo un fenómeno hermenéutico: su propio ser y el del ser o los seres que crea se revela en el horizonte como el ser que, en tanto ser o ente, es entendido o, mejor, “comprendido” por el lector. Y esa comprensión o aprehensión del lector de un “ser” que deambula por la novela, hace que Susana nos induzca a comprender que el mundo puede ser entendido como el ámbito de un acontecer de sentido o sensibilidad, sin necesidad de que se corporicen o se “visualicen”, durante la lectura, aquellos seres a los que ella concede vida o transmuta al arbitrio de su inagotable imaginación.

Basta con llegar a la lectura de la mitad de la novela para que el lector que somos de ella intentemos, tramo a tramo de esa primera mitad, apelar a su relectura, pues a medida que deseamos avanzar nos encontramos con un sinnúmero de planos que se funden y se confunden unos con otros, sin solución de continuidad. Por eso, el impulso de volver a leer lo ya leído es una apelación a buscar ese hilo conductor que se nos pierde en cada plano, convirtiéndose estos en una suerte de capítulos –que en puridad nunca lo son– enrevesados en el tremedal de emociones que exudan esos pocos personajes que les da vida, o mejor, a los que Susana les da vida, en tanto ella se nos revela como sospechosa de darse vida a sí misma al dar vida a la difusa escritora que escribiría las historias de los demás integrantes de ese ámbito a veces onírico, a veces fantasmagórico, y otras tantas penumbroso, como acaso lo es el panorama que rige la narración: lluvias, truenos, un copetín de mala muerte con levísima iluminación, un caserón antiguo en indubitable proceso de derrumbe, la indefinida estancia en la que se fríen alimentos, el desvencijado sillón que ocupa la decrépita mujer que escribe las historias o la novela de esos seres, gatos que en la oscuridad se perfilan a través de las roturas del techo, un patio con tenues luces de colores donde mujeres que ofician de coristas ocasionales se desnudan frente a hombres o más bien espectros sentados allí para despertar su morbo sin avanzar jamás en la pulsión que les provocan los desvestidos pubis.

El texto completo es el ensamble superpuesto de planos diferentes, como ya hemos dicho, en los cuales Susana despliega, con frases cortas que caracterizan esta obra, sucesivas reflexiones personales que develan su preocupación intrínseca en razón de su condición de escritora de novelas, como esta: “Los novelistas tienen la habilidad de salvarse mientras inventan la vida de sus personajes. Buscan su inmortalidad a través de ellos. Así se purgan emocionalmente”. Con estas tres cortas sentencias acaso ella se devela a sí misma, como en una desembozada catarsis emocional, pues es bastante perceptible que en muchas otras frases de la obra ella se zambulle en su propio interior para hurgar en los meandros de su existencia. Tanta sospecha o sorpresa nos depara la novela que no podemos dejar de señalar este párrafo: “Soy la Corista, el personaje de la novela de una escritora que se ha inspirado en mi vida para escribir esta historia. La perseguí por años para que me contara toda mi historia, finalmente todos queremos saber de dónde venimos, quién nos engendró, nuestra identidad, nacionalidad y, por supuesto, saber nuestro final, puesto que desconocemos en manos de quién está nuestra existencia, tal vez en las del azar. Pero gracias a esta novelista con la mía no sería así, ya que ella tenía mi final, pero no lo escribió en el libro, qué sadismo ¿verdad?”

Como podemos vislumbrar, aparece aquí el fenómeno de la temporalidad, junto al de la cotidianeidad: Susana conjetura, a través del personaje, que el sentido de su ser puede ser propia y auténticamente lo que es: la temporalidad se manifiesta como el sentido último de la comprensión de su misma existencia.

Primera Pregunta tiene la solidez de poder resistir la más minuciosa disección que los entendidos o simples curiosos querrían hacer de su concepción y de su estructura, razón que deviene de su original, extraño tratamiento, hasta el punto en que se manifiesta a nosotros como una obra narrativa acaso única en el ámbito local. Esta percepción nos ha llevado a recurrir a una relectura de Kafka, otra del brasileño João Guimaraes Rosa y, en tanto búsqueda conminatoria, a la revisión de las conclusiones de algunos filósofos, como Heidegger, pero no encontramos puntos precisos de conexión con ellos, sino difusos contactos que nos obligaron, además, a releerlo a Jean Paul Sartre en El Ser y la Nada, con el cual no pasamos de aventurar sino cierto parentesco ontológico.

Por lo demás y en resumen del aliento que recobramos al culminar su lectura, queremos expresar que nos asiste la certeza de que esta rara y sorprendente novela propenderá futuros análisis que los especialistas le han de dedicar, estudios con el que el fino escalpelo de la crítica literaria podrá corroborar nuestra predicción: con la publicación de Primera Pregunta siempre habrá un antes y un después en la narrativa paraguaya escrita por mujeres.


 

 

 

Fuente:  Suplemento Cultural de ABC Color

Domingo, 02 de Abril de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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