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JUAN MARÍA CARRÓN (+)
  EL REGIMEN LIBERAL SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA 1870 - 1930 - JUAN M. CARRON ; MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA ; ANSELMO AYALA y SALVADORA GIMENEZ.


EL REGIMEN LIBERAL SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA 1870 - 1930 - JUAN M. CARRON ; MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA ; ANSELMO AYALA y SALVADORA GIMENEZ.

EL RÉGIMEN LIBERAL 1870-1930

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA

JUAN M. CARRON ;

MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA ;

ANSELMO AYALA y SALVADORA GIMENEZ

 

 

ACLARACIÓN:

El trabajo de investigación que sirvió de base para la siguiente publicación, fue financiado por el Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción. Los resultados que se derivan del mismo son propiedad de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Las opiniones que se encuentran vertidas en la publicación son de exclusiva responsabilidad de los autores, y no necesariamente reflejan la posición de la Universidad Nacional de Asunción.

Unidad de investigación de la facultad de filosofía de la UNA.

Con financiación del Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción durante el año 2004

Investigador principal:

Dr. JUAN M. CARRÓN

Co-investigadores:

Prof. MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

Prof. ANSELMO AYALA

Prof. SALVADORA GIMÉNEZ

A cargo de la Prof. María Monte de López Moreira estuvo el estudio del contexto histórico de la época estudiada. A cargo de Anselmo Ayala las ideas filosóficas, así como las ideologías dominantes. Las ideas pedagógicas estuvieron a cargo de la Prof. Salvadora Giménez. El Dr. Camón se ocupó de la coordinación general, de analizar el contexto socioeconómico y de elaborar las conclusiones. El Prof. Miguel Ángel Fernández participó en la etapa inicial de preparación del protocolo de investigación y en la discusión de los primeros avances de la misma; no así en la redacción última de los capítulos que conforman la obra.


© De esta edición Arandurã Editorial

Asunción-Paraguay

Telefax (595 21) 214 295

e-mail: arandura@telesurf.com.py

www.arandura.pyglobal.com

Octubre de 2005 (220 páginas)

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo

Juan M. Carrón

 

Introducción general

Juan M. Carrón

Historia episódica y estudio de las estructuras

Una provincia marginal

Vicisitudes de la clase dirigente

Las nuevas reglas del juego en economía

 

Capítulo I

La década de la posguerra

María G. Monte de López Moreira

Panorama general de la posguerra

El nuevo marco jurídico

La primera década (1870-1880)

 

Capítulo II

La primera hegemonía de la ANR (1887-1904)

María G. Monte de López Moreira

Proceso gubernativo en todos los órdenes

Presidencia provisional de Bernardino Caballero (1880-1882)

La presidencia constitucional de Bernardino Caballero (1882-1886)

Presidencia del general Patricio Escobar (1886-1890)

Presidencia de Juan Gualberto González: 1890-1894

Presidencia de Marcos Morínigo: 9-VI- al 25-XI 1894

Presidencia del general Juan Bautista Egusquiza: 1894-1898

Presidencia de Emilio Aceval: 1898-1902

Andrés Héctor Carvallo. 9-I- al 25-XI- 1902

Presidencia del coronel Juan A. Escurra: 1902-1904

 

Capítulo III

El contexto socioeconómico en el período 1880-1904...

Juan M. Carrón

La venta de las tierras públicas

La privatización de los yerbales

La explotación de los bosques

La situación financiera

Evolución de la ganadería

Crecimiento de la población

La cuestión monetaria

 

Capítulo IV

El siglo XX. La era liberal

María G. Monte de López Moreira

La revolución de 1904

Proceso histórico liberal (1904 a 1912)

La anarquía (1911-1912)

El apogeo radical (1912-1924

Proceso histórico liberal (1924 a 1932)

 

Capítulo V

El contexto socioeconómico en la era liberal

Juan M. Carrón

La explotación de los quebrachales

La evolución de la agricultura

Deterioro económico y migraciones

Dependencia económica de los países vecinos

Reivindicaciones obreras

El período 1912-1922           

El período 1922-1930  

 

Capítulo VI

Los hombres del novecientos enjuician la situación económica

Juan M. Carrón

Fulgencio R. Moreno

Denuncia contra el laissez-faire

Propuestas de intervencionismo estatal

Eligio Ayala

El problema rural paraguayo

Causas del problema agrario..

La cuestión agraria en el socialismo

Latifundios y minifundios en el Paraguay

Propuestas de solución

Gualberto Cardús Huerta

Liberalismo económico y gestión de gobierno

 

Capítulo VII

Las ideas filosóficas de los novecentistas paraguayos

Anselmo R. Ayala

¿Qué es la filosofía?

Corrientes filosóficas en general

El novecentismo paraguayo

 

Capítulo VIII

La concepción histórica del novecentismo

María G. Monte de López Moreira

A modo de introducción

La concepción histórica

Los cultores de la historia

Conclusión

 

Capítulo IX

Aportes educativos del novecentismo

Salvadora Giménez

Las teorías educativas inspiradoras de la práctica pedagógica de los novecentistas

Figuras representativas de la educación paraguaya

 

Conclusiones

Juan M. Carrón

Recuperación de una parte de nuestro pasado

Emergencia de la sociedad civil

Continuidad y ruptura en lo cultural

La defensa de los recursos nacionales

 

Bibliografía

 

 

 

PRÓLOGO

JUAN M. CARRÓN

 

         Este libro recoge el intento de repensar una época muy compleja y fecunda, tan rica en eventos como poco estudiada. Ello implica una temática de investigación que no se puede investigar adecuadamente recurriendo al método empírico-deductivo que suele ser fructífero en el quehacer de las ciencias de la naturaleza. Por el contrario, al tratarse de un estudio que abarca no sólo los sucesos sino, sobre todo, las ideas, debe necesariamente partir de un marco de referencia teórico, con capacidad de discernir las diferentes corrientes y matices tanto ideológicos como sociales y culturales.

         En primer lugar, conviene tener presente la diferencia entre filosofía e ideología. La primera se refiere al análisis y a la crítica de la realidad, realizados especulativamente. La segunda se refiere también al análisis y la crítica, pero teñidos por prejuicios o por la intención de fundamentar verdades preestablecidas. En los pensadores paraguayos de esta época intentamos descubrir a qué corriente filosófica adherían, como también con qué tipo de intereses estaban comprometidos. Para la comprensión del pensamiento de los exponentes de las generaciones paraguayas de aquel entonces, es necesario el conocimiento de la mentalidad europea entonces imperante, cuyas corrientes de pensamiento son expuestas como marco de referencia en este trabajo interdisciplinario de investigación. Sin duda también ha sido útil analizar las relaciones de las ideas de la generación del novecientos con el pensamiento emergente de latinoamericanos ilustres como J. E. Rodó, José Ingenieros y Leopoldo Lugones.

         En el plano social, la época estudiada se caracteriza por la implantación del liberalismo tanto en su versión política como en sus orientaciones económicas. La puesta en vigencia de la Constitución de 1870 conformó un régimen en el que la propiedad privada y la búsqueda del interés personal se consideraban como medios adecuados para la consecución del bienestar general. La ley apuntaba a impedir la intervención del Estado en las actividades económicas; su campo de acción quedaba restringido al mantenimiento del orden y de la paz interna. Según Alberdi, comentarista de la Constitución Argentina que sirvió de modelo a la paraguaya: "La industria, es decir la fuerza que produce riquezas, forma esencialmente un derecho privado... toda ley, todo reglamento, todo estatuto que saca de manos de los particulares alguna de esas operaciones (de comercio, trabajo e industria) ataca las libertades concedidas por la Constitución". La armonía entre los intereses de cada particular y los intereses de la colectividad se logra por medio de una especie de mano invisible, el libre juego del mercado que opera como un mecanismo autorregulador. Todo esto era un viraje radical de la concepción del Estado marcadamente intervencionista que había predominado hasta la guerra de la Triple Alianza.

         Dentro de ese marco, que prohibía al Estado una actividad orientadora y reguladora de la actividad económica, tenía que surgir en el Paraguay, como ya había surgido antes en otros países, una confrontación entre el interés particular y el interés social. Las injusticias sociales y las condiciones muy duras de trabajo también se dieron en una época en la que los integrantes de la generación del novecientos se dividieron entre los que hacían loas a las nuevas libertades y los que denunciaban la explotación de los asalariados. Las luchas y las organizaciones sindicales empezaron a emerger. Al liberalismo se opusieron los grupos anarquistas y los incipientes movimientos socialistas. Y todo esto en un país que muy lentamente iba saliendo de la postración en la que le había dejado la gran guerra, donde los cortos períodos de bonanza frecuentemente terminaban en colapsos del sistema financiero o en agudos déficits fiscales.

         Todo este acontecer en el plano económico, y su correlato en el plano social, forman parte de la historia de los personajes del régimen liberal, modelaron los escenarios en los que actuaron, condicionaron sus reacciones y creencias y establecieron los límites de su acción pública y privada. Es la referencia a este marco la que nos permitirá atribuir dirección y sentido a la vida y obras de los protagonistas, así como rescatar aquella parte de sus aportes a la conciencia de identidad nacional y a la cultura que superó los avatares de la coyuntura para seguir ejerciendo su gravitación hasta nuestros días.

         Además de un marco teórico adecuado, en el ámbito estrictamente metodológico, para lograr el cumplimiento de los objetivos se realizó una revisión de fuentes secundarias, examinando la bibliografía -por cierto muy escasa- que existe sobre el tema y además un relevamiento de fuentes sobre los antecedentes, historias de vida y producciones literarias de los personajes que integraron la Generación del 900, de gran gravitación en esta época. La revisión de la documentación existente abarcó los campos histórico, político, socioeconómico, educativo, literario y filosófico, Sin embargo, el énfasis de la investigación se puso en el análisis de los datos con la intención de encontrar las conexiones de sentido y las tendencias a largo plazo.

         Por consiguiente, una parte muy importante del trabajo se centró en la clasificación, ordenamiento y análisis crítico de las fuentes, relatos y testimonios, así como en la reconstrucción del contexto histórico en el que los actores sociales maduraron sus ideas y desarrollaron su acción. Para realizar esta tarea se usaron los diversos métodos que hacen posible una crítica textual, una crítica literaria y una crítica histórica de los documentos encontrados, es decir, se recurrió a la hermenéutica, a la exégesis, al análisis de contenido y a la semiótica.

 

 

INTRODUCCION GENERAL

JUAN M. CARRÓN

 

         HISTORIA EPISÓDICA Y ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS

 

         Desde su inicio entre los objetivos de este estudio se planteó que debe referirse a las condiciones sociológicas de la producción intelectual de los que integraron la elite culta y dirigente del régimen liberal, así como a las relaciones entre las condiciones infraestructurales y la producción cultural en el transcurso de los 60 años que van desde 1870 hasta 1930. El intento se justifica plenamente por cuanto es constatación universal que "los seres humanos están limitados en su conducta por la existencia de un medio consistente en las acciones esperadas de sus semejantes"1. Las ciencias sociales, incluida la historia, tienen como objeto principal describir ese medio social. Existen determinantes o, mejor dicho, condicionantes de la conducta humana, por lo que hay que tratar de descubrir "las expectativas de la conducta de otros que el individuo que actúa en un sistema social toma en consideración al planear su propia acción"2. Tanto es así que la categoría fundamental en la definición de relación social es la de "expectativas" de conducta. Los actores sociales y pensadores de la era liberal estuvieron condicionados, como cualquier otro ser humano, por ese medio social que por un lado los estimuló intelectualmente y por otro lado muchas veces les cortó las alas de la utopía con la cuchilla de lo fáctico.

         Abocados a la consecución de este objetivo valoramos y comprendemos los estudios históricos de tipo convencional, evenementiel que son condición previa para posteriores análisis en profundidad 3, pero para hacer bien lo nuestro queremos adoptar otro enfoque que supere la historia episódica, aquella que recoge hechos singulares, individuales, que no se repiten, y situarnos en otra perspectiva de análisis de los fenómenos sociales, tanto pasados, como contemporáneos. Nos situamos en la escuela iniciada en los Anales de Lucien Febre y Mare Bloch y luego brillantemente continuada por Braudel y Labrousse, aquella que "orientó a los historiadores al estudio de las estructuras, más allá de los acontecimientos y de los ciclos coyunturales"4. Si queremos comprender la relación de los hombres de fines del siglo XIX y del novecientos con los acontecimientos económicos y sociales de su tiempo el "hecho singular" no debe ser ignorado, pero no debe dominar el horizonte de nuestro análisis. Lo que interesa sobremanera es "captar las pulsaciones, los ciclos de larga y corta duración de la vida económica, sus efectos sociales u otros... ya no se trata de construir la historia saltando de hecho singular en hecho singular... lo que importa es, en último análisis, mucho más la tendencia, el sentido de la evolución, que tal hecho o tal dato en particular"5.

         El período que vamos a estudiar se caracteriza por profundos cambios y por persistencias, por resistencias al cambio. Por esto mismo es oportuno tener en cuenta la distinción de niveles que señala Fernand Braudel: El nivel de los acontecimientos, de la historia episódica, que se mueve en el tiempo corto; el nivel de la historia coyuntural, con ritmos más lentos, aunque muy variables y el nivel profundo de la historia estructural, de más larga duración, donde las estructuras "en el límite de lo móvil y de lo inmóvil son a la vez sostén y obstáculo de la historia"6. Sólo en este último nivel la ciencia histórica puede tomar conciencia igualmente de los cambios que de las resistencias al cambio. Así pues, en nuestro estudio, deberemos hacer frecuentes saltos de lo biográfico al medio ambiente sociocultural de nuestros protagonistas y, en cuanto a lo último, superar las meras crónicas y la referencia a coyunturas casi puntuales para captar los procesos y las tendencias de larga duración.

 

         UNA PROVINCIA MARGINAL

 

         Con respecto a esas tendencias queremos hacer ahora una serie de suposiciones o de hipótesis de trabajo, tentativa y provisoriamente.

         Durante la colonia el Paraguay del siglo XVIII fue una provincia marginal dentro de los dominios españoles. Sin minas, alejada de la costa del mar, sin importancia comercial y teniendo que soportar frecuentes ataques de los indios del Chaco y de las colonias portuguesas, no recibió mucha atención de la metrópoli. (Nos estamos refiriendo al Paraguay criollo, no a la parte del Paraguay que fue ocupada por las reducciones jesuíticas). Esto permitió que surgiera una clase dominante de criollos, levantisca, acostumbrada a poner y deponer gobernadores. Era una clase pobre e inculta pero muy orgullosa de sus ascendientes, los primeros conquistadores. Conservaba los valores, los vicios, la dignidad y el orgullo del hidalgo español. Todo esto dentro del marco de una economía agraria de subsistencia, donde el único ingreso monetario provenía de una actividad recolectora: la explotación de la yerba mate.

         Esta dominación del grupo criollo se quiebra con la derrota de la revolución de los comuneros. Las antiguas familias criollas perseguidas se alejan de Asunción y se dispersan por los campos de la provincia. El Paraguay se ruraliza todavía más y pierde lo que era el retoño de su primera clase dirigente. Los hidalgos criollos asunceños se mezclan y confunden con los campesinos guaraní parlantes de las áreas rurales hasta perder su identidad de grupo y la conciencia de su misión. Sólo sobrevive en ellos, así como en el resto de los campesinos pobres, un acendrado regionalismo y un vivo resentimiento contra los "porteños" quienes, junto a las milicias de indios de las Misiones, habían hecho abortar la revolución.

         A partir de la segunda mitad del siglo XVIII este vacío que dejan los criollos asunceños se va llenando con inmigrantes españoles que vienen principalmente de las Islas Canarias (así se explica que el español del Paraguay tenga tantos modismos de las Islas Canarias7).

         Ya no son los hidalgos segundones castellanos o extremeños, son burgueses canarios dedicados al comercio. El libre tránsito hasta el Río de la Plata es para ellos más importante que los antiguos resquemores generados por las luchas fronterizas o la defensa de la autonomía provincial. Así y todo conforman, hacia el final de la colonia, junto a algunos terratenientes vinculados a la milicia, el nuevo núcleo dirigente del Paraguay.

 

         VICISITUDES DE LA CLASE DIRIGENTE

 

         Cuando acontece la gesta de la independencia, promovida por los terratenientes vinculados a la milicia, el grupo comercial conformado por esta segunda oleada de inmigrantes españoles y sus descendientes se alinea inmediatamente junto al partido porteñista, mucho más afín a sus intereses de libertad y expansión del comercio con el Río de la Plata. Cuando asume el poder Rodríguez de Francia, los considera como enemigos de la independencia y concienzudamente elimina y dispersa al nuevo núcleo dirigente. Durante todo el gobierno de Francia el Paraguay queda desprovisto de una clase culta y de una clase dirigente. La relación del Dictador con el pueblo pasa sólo por la mediación de un funcionariado de bajo nivel, obsecuente, servil, apenas letrado. Peor aún, el marco institucional de la Colonia queda destruido. Se elimina el Cabildo, se debilita al clero, las leyes de Indias quedan al arbitrio del Supremo Dictador. Se produce una verdadera involución institucional. Si el pueblo paraguayo era tratado como un adolescente durante la Colonia, ahora vuelve a ser niño, con serias limitaciones institucionales y de liderazgo para gobernarse a sí mismo. Y todo esto dentro del marco de una economía que no dejó de ser agraria de subsistencia, contando siempre con la yerba mate como casi único producto de venta para el exterior. Bajo el gobierno de Rodríguez de Francia en el Paraguay continuaron, bajo su peor forma, las limitaciones al ejercicio de los derechos humanos y de las libertades públicas de la estructura social colonial. Como dice muy bien Pastore "este Estado desarrolló un régimen económico sin mercado interno, con una población esencialmente rural, en la que la circulación de mercancías estaba paralizada... El carácter del Estado y las extremas medidas que el gobernante hacía aplicar a sus adversarios políticos habían provocado la emigración de los habitantes de Asunción y de los pueblos y villas principales del país a los valles o compañías, lejos de la vista y oído del Dictador8. Al respecto el testimonio de Carlos Antonio López, que no pecaba de enemigo de Francia, es concluyente. Decía C.A. López en su mensaje al Congreso Nacional del 14 de marzo de 1854: "Habéis sido testigos oculares del cuadro lúgubre que presentaba la república en todos los aspectos, al fallecimiento del Dictador. Por la concentración desmedida que estableció en la administración, no había establecimiento ni institución alguna de los que en todas partes del mundo culto sirven de resortes a la administración y ayudan a la acción del Gobierno. Así es que no había sino meros escribientes, ni se habían podido formar capacidades administrativas, judiciales, policiales, que pudieran secundar las miras y trabajos del Gobierno. No había establecimiento ninguno de educación, instrucción elemental, moral y religiosa; había algunas escuelas primarias de particulares mal montadas y el tiempo había reducido al clero a un número muy diminuto de sacerdotes".

         Cuando asume el poder Carlos A. López tiene lugar el primer intento serio de modificar y modernizar la estructura económica y social del Paraguay. Sin duda, la introducción de técnicos extranjeros, la construcción del ferrocarril, de una fundición de acero y de astilleros, la intensificación del comercio con el exterior, el envío de becarios a Europa, la reapertura de una institución de enseñanza superior, habían iniciado un proceso de transformación del país que truncó prematuramente una guerra que se inició como loca aventura y terminó como terrible tragedia. Sin embargo, aún sin el evento de la guerra, había ciertos componentes del régimen de gobierno que hubieran retardado la modernización del país: el rígido autoritarismo que impedía el surgimiento de líderes intermedios, la no propiedad de la tierra de parte de los que la explotaban y el carácter de enclave que tenían las factorías manufactureras.

         Al final de la contienda el Paraguay no sólo está destrozado, tiene además la misma estructura básica económica y social que venía arrastrando desde mediados del siglo XVIII:

         - Un campesinado con prácticas agrícolas primitivas orientadas a la producción de subsistencia que puede producir un excedente vendible casi exclusivamente mediante actividades extractivas o recolectoras: explotación de la yerba mate, extracción de maderas, recolección de naranjas. La población rural se acrecienta con inmigrantes procedentes de Corrientes que reimplantan la actividad pastoril en el país y con inmigrantes procedentes de Mato Grosso que amplían la explotación de la yerba mate. La formación social es claramente precapitalista.

         - Una clase dirigente autóctona prácticamente inexistente, en parte porque apenas existía antes de la guerra y en parte porque fue diezmada por la misma. Quedan unos pocos como Cirilo A. Rivarola y Bernardino Caballero, pero en su mayoría la nueva clase dirigente está conformada por exiliados aporteñados, por algunos pocos ex becarios y por aventureros, mercaderes y caza fortunas que habían llegado como acompañantes de las fuerzas de ocupación brasileñas y argentinas. Posteriormente se añade un pequeño grupo de inmigración europea.

         - Una terrible orfandad institucional. Ya no rigen las leyes de Indias. Durante los gobiernos de Francia y de los López no hubo prácticamente más ley que el arbitrio de los gobernantes, tampoco existió, propiamente hablando, una Constitución. Los mecanismos de participación popular en la toma de decisiones eran más débiles que los que existían en la colonia o, simplemente, ya no funcionaban.

         - Existía un grave problema de tenencia, posesión y propiedad de la tierra que merece ser descrito en capítulo aparte.

         Después de la guerra de la Triple Alianza se conforma en el Paraguay una sociedad dual: la que reside en Asunción, sus alrededores y alguno que otro centro urbano del país y el Paraguay rural profundo. Se acentúa el conflicto entre la ciudad y el campo. Mientras la ciudad acepta, aunque sea retóricamente, el discurso del liberalismo, el campo se aferra a las viejas instituciones y valores que habían sobrevivido desde la colonia. La generación del novecientos será testigo y vocero, resonancia y eco, así como intento de superación de esta dualidad.

 

         LAS NUEVAS REGLAS DEL JUEGO EN ECONOMÍA

 

         En el período inmediatamente posterior a la guerra de la Triple Alianza (hasta 1880) el contexto socioeconómico estuvo marcado por varios años de ocupación de las fuerzas invasoras, por la postración del país luego de la derrota y por la inestabilidad política del recién inaugurado régimen inspirado en las ideas del liberalismo. Lo más significativo es el cambio de las reglas del juego en la relación entre el Estado y la actividad económica. Durante el gobierno de Carlos Antonio López el Estado era el propietario del 97,8% del territorio nacional, sólo el 2,2% estaba en manos privadas. El gobierno regía, administraba y poseía casi toda la riqueza del país, actuaba como motor de la economía, impulsándola hacia un desarrollo autónomo y auto sustentado, sin intervención de capital internacional alguno. Como dice un autor: "Paraguay se abría al comercio bajo la singular condición de cliente al contado, no privado y protector de sus limitadas riquezas. No se aceptaban capitales bajo el control extranjero"9. Un gobierno fuerte, con recursos de capital propios, logró en esos años impulsar una economía del Paraguay que era muy escasamente vulnerable a las presiones externas y poco dependiente de la economía del Brasil o de la Argentina.

         Por el contrario, después de la derrota, se desvanece la posibilidad del desarrollo auto sustentado. El gobierno, otrora principal motor de la economía, es ahora tan débil que tiene que recurrir a préstamos provenientes del exterior para financiar el modesto funcionariado del aparato estatal. El primer empréstito gestionado en Londres por un millón de libras, contando con la mediación de un ciudadano argentino, Máximo Terrero, fue ruinoso para el país. De ese total, 360.000 libras quedaron en Londres para pago de intereses, comisión, impuestos y otros. Terrero quedó con la suma de 237.000 libras. Sólo llegaron al país 403.000 libras. En marzo de ese mismo año se facultó al Poder Ejecutivo a gestionar otro empréstito, esta vez por 2 millones de libras, que fue aún más ruinoso. Después de tramoyas legales, cobros de intereses, comisiones, etc., tocaba recibir al gobierno paraguayo una suma líquida de sólo 562.200 libras. El enviado paraguayo a Londres, Sr. Gregorio Benítez, sólo despachó a Asunción 125.000 libras. El dinero llegó al Paraguay en momentos en que tenía lugar una insurrección, por lo que el gobierno paraguayo nunca lo recibió. Por tan exiguo remanente de estos dos préstamos el Paraguay tuvo que seguir haciendo pagos que hasta el 1° de enero de 1927 sumaban 3.222.059 libras, casi ocho veces lo que había sido recibido por el fisco10. Referimos estos dos casos puntuales porque ellos ejemplifican una constante en el manejo del crédito del exterior que hizo el nuevo régimen; muestran hasta qué punto la inescrupulosa rapiña de los financistas extranjeros, unida a la impericia y a la falta de control adecuado en la negociación de los empréstitos por parte de las autoridades paraguayas hacían de estos un instrumento de voraz expoliación del casi exánime pueblo paraguayo. A pesar de los empréstitos externos e internos frecuentemente el gobierno se atrasaba en el pago de sus proveedores y de los sueldos de sus funcionarios.

         A la debilidad del gobierno se sumaba una ideología acerca del ejercicio del poder que era claramente leseferista. En el primer manifiesto del gobierno provisorio, el 10 de septiembre de 1869 se opta por la égida de los derechos del hombre y por los principios liberales. Esto implicaba no solamente que "la libertad del pensamiento y de la prensa que fueron el derecho exclusivo del gobierno, sean el patrimonio de todo un pueblo", sino también: "Que la propiedad que carecía de toda garantía, sea de tal modo garantizada, que ni aun expropiada por causa de utilidad pública, pueda serlo sin previa indemnización" y, sobre todo "que la esfera de acción del individuo sea tan ensanchada, como restringida la del poder que el pueblo delegue". La aplicación de estos principios, sin duda justos y progresistas en el plano político, ya no lo eran tanto cuando pretendían aplicarse al rol del gobierno en la economía, por cuanto vetaban una acción reguladora y promotora del desenvolvimiento económico. La aplicación del liberalismo económico, que ya estaba siendo discutida dentro de los países europeos, se inició en el Paraguay en un momento en que de ningún modo podía ser benéfica para un país arrasado, con una población empobrecida, que requería de asistencia, orientación y apoyo. "Sobre un país en ruinas, cuyos habitantes habían visto desaparecer su fortuna y donde no quedaban vestigios de capital acumulado, apareció el Estado liberal, que se apartaba por principio de las actividades económicas, dejando librados a su suerte a los sobrevivientes del drama"11.

         Otra constante que diferencia este período de la época anterior es que se instala una agobiante dependencia de la economía paraguaya con respecto a las economías de Argentina y Brasil. Durante los primeros años de posguerra las fuerzas de ocupación no sólo manipulan la política local sino también introducen todo tipo de productos, sin control ni pago de impuestos a la importación, arruinando a los comerciantes paraguayos y retardando la recuperación de la producción local. Posteriormente se va afianzando la dependencia de la Argentina y del Brasil hasta cubrir casi todos los ámbitos de la actividad económica. Capital procedente de estos dos países se posesiona de casi la totalidad de las tierras del país, domina la explotación y exportación de la yerba mate y de la madera, tiene el monopolio del transporte fluvial de los productos paraguayos, influye poderosamente en el escenario financiero del Paraguay. No hacía falta la integración político-administrativa del Paraguay a la Confederación Argentina; el sometimiento económico era total. Este proceso de creciente dependización comienza en los años 70 y se consolida a partir de 1880, como se verá más adelante.

 

 

CONCLUSIONES

JUAN M. CARRÓN

 

         RECUPERACIÓN DE UNA PARTE DE NUESTRO PASADO

 

         El presente informe no contiene todo el material recolectado y revisado acerca de un largo y poco conocido período de nuestra historia. El poco tiempo de que dispusimos para elaborarlo nos obligó a dejar muchos documentos a ser integrados dentro de estudios posteriores, posiblemente dentro de una historia de las ideas en el Paraguay que, con mucha audacia, queremos abordar en el futuro. El contacto con esta temática nos resultó estimulante y enriquecedor. Se suele contar la historia del Paraguay como si girara sólo en torno de dos o tres personajes y otros dos o tres eventos centrales: el Dr. Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López, Francisco Solano López, la guerra de la Triple Alianza y la guerra del Chaco. En función de estos pocos acontecimientos se suele querer explicar nuestro pasado. Lo que queda en el medio es, en la conciencia de nuestro ser nacional, como un vacío histórico, sin trascendencia ni persistencia para interpretar nuestro presente. Esta investigación nos ha revelado que ese espacio está lleno no sólo de coyunturas sino también de tendencias de larga duración que se iniciaron y se fortificaron en un tiempo que se suponía anodino y de poca creatividad.

         Esta es la primera conclusión de nuestro trabajo: los paraguayos de hoy no somos hijos ni del heroico Mariscal López ni del intransigente Dr. Francia; somos hijos de Cirilo A. Rivarola y de Bernardino Caballero, somos hechura de los extranjeros que se apoderaron de nuestro suelo y de los hombres del novecientos. El Paraguay que habitamos ya no es el de Francia ni el de los López. Ese país con su estructura social, con sus esquemas de dominación, quedó atrás debido a la irremediable vuelta de página de la historia que implicó la guerra de la Triple Alianza.

         Al poder autoritario y estable concentrado en una o en muy pocas manos sucedió la dispersión del poder, la confrontación por el mando entre grupos de intereses en un juego de alianzas que se hacían y deshacían del día a la mañana. Al principio son sólo oscilaciones de individuos que forman bandos y que pasan muy frecuentemente de un bando a otro. Después aparecen agrupaciones más grandes y estables, los partidos políticos, pero a su vez estos se dividen en fracciones que se oponen entre sí y que a veces se alían con las fracciones del otro partido político. La política adquiere un dinamismo y una fluidez de la que careció completamente durante los primeros sesenta años de nuestra vida independiente. La estabilidad del liderazgo sólo se logra por la imposición extranjera, por la fuerza del carisma o por un consenso precario entre grupos, por una especie de tregua entre rivales que, raras veces, llega a ser expresión de la coincidencia en la búsqueda de un bien común superior a las apetencias de poder o a los intereses económicos de los particulares

         Al Estado fuerte, dueño de la mayor parte de los recursos naturales, motor y rector de la economía nacional, le sucede un Estado débil, continuamente agobiado por las deudas, que se retrae de ejercer una función orientadora de la actividad económica. Esto último sería aparentemente debido al predominio de una ideología liberal. En realidad era debido, en mucho mayor grado, a la debilidad económica del Estado. El nuevo Estado no podía regir la economía simplemente porque la economía del país ya no era suya, porque las tierras agrícolas, ganaderas y forestales del país -la única riqueza que poseía entonces el Paraguay- ya habían sido vendidas a extranjeros, en su mayor parte. El Estado ya no tenía poder para imponer una política económica a poderosos latifundistas anglo argentinos y brasileños. Hemos visto que varios líderes políticos tanto de la ANR como del Partido Liberal intentaron poner límites al complejo importador-productor-exportador-financiero, dependiente del exterior. Mientras que esas tierras produjeron oro, mientras que en los bosques hubo madera que cortar, mientras el tanino se pudo vender, mientras que la yerba paraguaya no fue reemplazada por la yerba del Mato Grosso y de Misiones argentina, mientras que la explotación del ganado paraguayo interesó a los ingleses, esos intentos regulatorios fracasaron. El Estado paraguayo recién comenzó a tener un cierto margen de maniobra para el intervencionismo cuando esas explotaciones dejaron de despertar el interés y de ser rentables para los inversionistas extranjeros, cosa que no ocurrió durante los años 1870-1930.

 

         EMERGENCIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

 

         Si el Estado se debilitó, por otro lado emergió algo de atisbos de sociedad civil. En los gobiernos autoritarios de Francia y de los López lo particular, lo privado, estaba sometido y subsumido por el Estado; casi no tenía entidad propia. Ni en el ámbito de la explotación de los recursos naturales, ni en el de la educación, ni en el de la opinión sobre los asuntos generales, ni siquiera en el ámbito de las prácticas religiosas, existía una autonomía de lo privado. Más bien los particulares actuaban como si fueran empleados o auxiliares del Estado. Por el contrario, en el periodo que hemos estudiado, la sociedad civil comienza a emanciparse de la tutela y dominio del Estado; mejor dicho, comienza a existir como sociedad civil, que antes no lo era, sino prolongación del Estado. Entre 1880 y 1930, aún en los peores períodos de luchas intestinas, hubo una considerable vigencia de la libertad de opinión y de la libertad de expresión. Hubo libertad de pensamiento y de organización. Al amparo de estas libertades surgieron todo tipo de organizaciones gremiales, sindicales, políticas, cenáculos filosóficos y literarios, organizaciones de mujeres y centros de socorros mutuos de inmigrantes. El Paraguay necesitaba pasar de la situación de infancia bajo la tutela de un gobierno protector a esta turbulenta adolescencia que se implantó desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Ella era una etapa necesaria para que el pueblo paraguayo pudiera desarrollarse mental y societalmente. Si es que no dio todos sus frutos es porque factores del entorno impidieron que esta experiencia llegara a su madurez.

         Otra novedad que trajeron estos tiempos fue un paulatino proceso de fortalecimiento institucional. Ya no rigió sólo el arbitrio o el capricho del gobernante. Por primera vez en su historia el Paraguay tuvo una verdadera Constitución. Tuvo además Congresos, muchos de ellos pluripartidistas, que legislaban. Tuvo una Jerarquía Eclesiástica que no era un mero sirviente del Estado, como había sucedido en la etapa anterior; sino autónoma, con cierta capacidad para controlar y contrapesar la gestión del poder político. Los organismos del Estado también comienzan a adquirir cierta consistencia, se rigen por reglamentos, comienza a implantarse una racionalidad burocrática. Ya no están en manos de "meros escribientes" como decía Carlos A. López de los colaboradores del Dr. Francia, sino bajo el mando de ministros, muchos de los cuales demostraron tener mucha capacidad y personalidad.

         Ubicuos gestores y protagonistas de una transformación cultural fueron los hombres del novecientos. Ellos conformaron la primera elite pensante, culta, pluralista, bien informada acerca de las ideas europeas de su tiempo, que tuvo el Paraguay. Anteriormente había habido algunos personajes relativamente bien instruidos, pero no un grupo suficientemente numeroso como para interactuar entre sí y para influir en la cultura y en el devenir histórico de su país. Como hemos visto, estos hombres estuvieron en todo, influyeron en todo. Desde José Segundo Decoud, quien es el principal redactor de la Constitución Nacional, hasta Eligio Ayala, quien repiensa y reformula la orientación económica del país, pasando por O'Leary, Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Ignacio A. Pane y tantos otros que dejaron su huella en todos los caminos del trajinar nacional.

         Con respecto a este grupo cabe hacer varias preguntas a las cuales en parte ha respondido nuestra investigación. La primera es ¿fueron un grupo extranjerizante, aporteñado, ajeno a los intereses nacionales? De ningún modo. Hemos visto, a través del examen de sus escritos y de sus hechos que todos los integrantes de esta generación, tanto los caratulados nacionalistas como los denominados legionarios, se comprometieron con el Paraguay y consiguieron remarcables logros en defensa de nuestra nacionalidad. Nunca la independencia del Paraguay estuvo más amenazada que entre 1870 y 1880. Allí estuvieron algunos hombres del novecientos, junto con otros patriotas, negociando y presionando hábilmente para dividir a los aliados y salvar la existencia del Paraguay. Durante las 5 décadas siguientes se vio a los hombres del novecientos pisando las arenas movedizas de la política donde ocuparon altos cargos y, a pesar de todo, se desempeñaron en la mayoría de los casos con honestidad, con recta intención y con sentido de bien común. Cuando surgió otra amenaza se entregaron con todas sus fuerzas a la defensa histórica, diplomática y militar del Chaco paraguayo. Sin duda alguna cumplieron con sus deberes para con el país. Su patriotismo está fuera de duda.

 

         CONTINUIDAD Y RUPTURA EN LO CULTURAL

 

         Otra pregunta es si introdujeron distorsiones nocivas en la cultura y en la conciencia de identidad nacional de los paraguayos. Podría plantearse de otra manera esta pregunta. A lo largo de la época colonial y de la primera etapa de la vida republicana se fue conformando un complejo cultural que de alguna manera constituyó la paraguayidad: un pueblo bastante aislado del resto del mundo, en constantelucha con indios del Chaco y con bandeirantes, llegó a poseer un núcleo de valores comunes que le daban identidad. ¿No llegaron los hombres del novecientos a romper con ese núcleo prescriptivo que le daba al pueblo paraguayo continuidad con el pasado y proyección al porvenir?

         En primer lugar es una constante en la historia de los pueblos que se den cambios y mutaciones culturales. Si ellos no son demasiado drásticos y se realizan sobre un eje que asegure un cierto grado de continuidad, enriquecen la cultura de esa nación, la hacen más apta para comunicarse con otros pueblos y para afrontar nuevas situaciones en el panorama nacional o internacional. Consiguientemente, si hubo alguna mutación, no necesariamente tuvo que ser mala.

         Según lo que pudimos investigar, los hombres del novecientos no lograron provocar cambios culturales tan drásticos. Influyeron en las poblaciones urbanas mientras el Paraguay profundo siguió rigiéndose por valores y prácticas seculares, pero en cuanto a sus propósitos la respuesta debe ser matizada. A nuestro juicio hubo dos tendencias, ambas erróneas en la medida en que se acercaron a extremismos radicales. Un grupo propugnó un rechazo total del más próximo pasado histórico, de la época de Francia y de los López. La condena no se limitó a los sistemas y a la gestión de gobierno, también se extendió a una crítica al pueblo paraguayo que, por sus antivalores, sería proclive a la sumisión a la dictadura. En su versión más extrema esta posición proponía lograr una masiva inmigración de origen europeo que transformara genética y mentalmente a nuestro pueblo. Otro grupo, opuesto al anterior, llevó la defensa del régimen de Francia y de los López hasta una exaltación del militarismo, hasta una creación del mito del héroe máximo y hasta un encubrimiento -cuando no una apología- de ciertos defectos típicos que deberían ser enmendados. Ambas distorsiones han sido funestas. Afortunadamente hubo entre esos intelectuales una tercera posición en la que estuvieron hombres como Fulgencio R. Moreno y Eligio Ayala, quienes reconocían grandes potencialidades en nuestro pueblo, quienes no despreciaban sus virtudes guerreras pero querían, a través de un proceso educativo, inculcarle las virtudes del trabajo, del respeto al líder racional y no sólo al líder carismático y conducirlo gradualmente a formas de convivencia que fueran compatibles con el progreso económico y con la democracia. En este informe hemos privilegiado el análisis de este tipo de intelectuales, porque los consideramos los más indicados para señalarnos rumbos a seguir.

 

         LA DEFENSA DE LOS RECURSOS NACIONALES

 

         Más negativa es la impresión que nos dejan los intelectuales del novecientos en cuanto al cumplimiento de su rol como defensores de los recursos del país. No puede dejar de ocasionar tristeza el constatar que durante estos años el Paraguay fue liquidando, uno tras otro, los recursos de que le dotó la naturaleza. Primero la entrega de las tierras del país a propietarios extranjeros. Luego la disminución de la producción de los yerbales. Luego la extinción de los ciclos del tanino y de la madera. Inmensas riquezas naturales expoliadas sin que su explotación diera pie a la acumulación de capitales a ser invertidos en un desarrollo durable y sostenido de la economía del Paraguay ¡Un caso único de imprevisión y de ineficiencia en el manejo de los recursos naturales!

         Surge la pregunta acerca de qué hicieron los hombres del novecientos para evitar todo esto. La respuesta es que la mayoría de ellos actuó en esos asuntos con una inexplicable ceguera, con algunas muy honrosas excepciones que ya hemos señalado en el texto de este informe. Otros, más lúcidos, se vieron con las manos atadas por la lógica del poder con el que estaban comprometidos, el que actuaba las más de las veces con un criterio cortoplacista. Muy pocos, finalmente, hicieron vigorosas gestiones para revertir las cosas, pero no tuvieron éxito porque contingencias de gravedad distrajeron toda la atención de la nación.    .

         En realidad, cualquier medida correctiva estaba condicionada por la nueva situación en la que se encontraba el Paraguay. Apenas terminada la ocupación militar de la triunfante coalición aliada se instaló irremisible y vigorosamente la dependencia económica del Paraguay con respecto a la Argentina y al Brasil. A partir de la venta de las tierras públicas esta dependencia era casi total. Ya no sólo dependíamos de nuestros vecinos para poder transportar fluvialmente nuestros productos y los que requeríamos del exterior, estando sometidos a su arbitrio en el tema de la libre navegación. Ya no sólo nuestra producción de bienes primarios variaba según las oscilaciones de la demanda que acontecían en el Río de la Plata. Ahora la economía externa había echado raíces en nuestro propio suelo, de donde succionaba riquezas que iban a parar al exterior. Poderosos intereses económicos del exterior decidían lo que se había de producir en el Paraguay, cuánto iba a ser el valor de nuestro papel moneda en relación con el peso oro, cuánto iba a costar el flete fluvial o el transporte por ferrocarril, cuánto se iba a invertir dentro del país y cuánto se iba a repartir entre los accionistas del exterior. A partir del año 1885 esa era la situación. Desde entonces se hubieran podido hacer reformas relevantes sólo en el caso de que se hubieran podido renegociar con éxito las relaciones de dependencia del Paraguay con Argentina y Brasil. Parece ser que durante todo este período, ni en el plano de la doctrina, ni en el de la gestión pública, hubo intentos serios para lograr esta redefinición.

         Gracias a ellos el país avanzó, en educación, en cultura general, en ciertos indicadores de bienestar de los sectores urbanos. Avanzó sobre todo en autoestima, en la convicción de que debía seguir existiendo como nación independiente, en conciencia de su identidad y en capacidad de aunar voluntades en torno a un proyecto nacional. En este sentido los años que transcurrieron desde 1923 a 1932 fueron muy benéficos por la estabilidad institucional y la relativa prosperidad económica que trajeron consigo. Pero ellos no hubieran sido suficientes si no les hubiese precedido la labor intelectual y la prédica de los hombres del novecientos, que devolvieron a sus conciudadanos el orgullo de ser paraguayo y el deseo de seguir siéndolo.

         Esta evocación histórica, como todo estudio del pasado, es en realidad una apasionada indagación sobre el presente y un intento de proyección hacia adelante. Al concluirla sólo cabe expresar el deseo de que, para construir un más halagüeño futuro, surja una generación del 2000.

 

 

 

NOTAS

 

1REX, John. 1977. Problemas fundamentales de la teoría sociológica. Amorrortu. Buenos Aires, p. 48.

2Ídem, p. 49.

3Así en RIVAROLA, Milda. 1993. Obreros, Utopías y Revoluciones. CDE. Asunción.

4CARDOZO, Ciro y PÉREZ BRIGNOLI, H. 1976. Los Métodos de la Historia. Editorial Crítica. Barcelona, p. 19-21.

5Obra citada, p. 22.

6Obra citada, p. 24.

7GRANDA, Germán. 1980. Notas sobre el español del Paraguay. En Estudios Paraguayos.

8PASTORE, Carlos. 1972. La lucha por la tierra en el Paraguay. Editorial Antequera, Montevideo, p. 105.

9MIRANDA, Aníbal. 1979. Apuntes sobre el desarrollo paraguayo. Cromos, Asunción, p.104.

10MIRANDA, A., obra citada, p. 112-113.

11GONZÁLEZ, Natalicio. 1964. Geografía del Paraguay. Guarania. Asunción, p. 630-631.

 

 

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