ENTRE VIENTOS Y LLAMARADAS
Óleo sobre tela de 1mt. X 1mt.
La obra figura en la pág. 196
del libro ARS LONGA de VICKY TORRES
ZOOLOGÍA DEL ESPACIO
El mundo no suele presentarse a nuestros sentidos ordenado al modo que lo imaginan los artistas, y el orden que el arte imprime en el mundo está, con frecuencia, sometido a las leyes misteriosas e insondables del azar, leyes que descubre la imaginación creadora. Los loros que se metamorfosean en luz no son, empero, menos reales que los que, encaramados en su percha o en las ramas de los árboles, vociferan y gritan, ni los hipocampos que se confunden y pierden entre las algas en un mar intuido como acuario ideal o los picaflores que completan la geométrica belleza de las flores son menos ciertos que los que existen en los abismos del mar o revolotean en los jardines.
Mercedes Centurión, paraguaya de origen argentino, ordena el mundo a la manera de un caleidoscopio fantástico y nos entrega un espacio zoológico en el que las formas plenas aspiran a la totalidad. Todo es en él zoomorfología, materia y realidad concreta, pero no por concreta menos fantástica y no por material menos sutil. La pintora nos presenta un fantástico repertorio de las formas que la luz asume en los colores puestos sobre el lienzo, y el hecho de que estas formas nos recuerden aquellas que los títulos de sus cuadros explicitan (loros, hipocampos, gacelas, delfines, cigüeñas, alces o serpientes) no es casual. Nos entrega un manual ilustrado de zoología del espacio.
Hay, desde muy antiguo (y sus primeras manifestaciones se hunden en la prehistoria), una búsqueda de las formas esenciales de las cosas, un intento del arte por resolver la relación del hombre con el mundo mediante la aprehensión y apropiación de sus formas. El intento se descubre efectivo en los toros de Lascaux o en el bisonte de Altamira, escuetos, suficientes para darnos a partir de unas pocas líneas precisas una totalidad de formas contenidas en sus límites. Esta tendencia se va acentuando a lo largo de la historia hasta llegar al trazo mínimo convertido en línea esencial en el límite de la nada, de lo inexistente. En esta tradición, que puede rastrearse en el Viejo Mundo en el arte de las estepas -pero no sólo en el de las estepas: Luristán, hito en un largo recorrido que todavía no acaba-y, entre nosotros, en petroglifos esparcidos por la extensa geografía de nuestro continente y en las grandes culturas fundacionales de Mesoamérica y de los Andes, se enmarca la búsqueda de esta pintora. En los cuadros de Mercedes Centurión no es la línea, empero y pese a las apariencias, lo determinante, sino el color y, con el color, la luz, que descubre a nuestros ojos, tanto o más que la propia línea, las formas escondidas de las cosas.
El arte es siempre epifanía, presentación de lo que está oculto delante de nuestros ojos, revelación de un misterio que se escapa a nuestra mirada. Es, al fin, una larga y, en ocasiones, dolorosa búsqueda del ser en la que son muchos los intentos y escasos, muy escasos, los verdaderos hallazgos. Inventar es encontrar, hallar, y el arte halla, inventa la realidad cuando es arte verdadero. Cuando no, el arte se convierte en gesto repetido, en reiteración innecesaria.
Mercedes Centurión trabaja con método y con una idea muy clara: mostrarnos en todo su esplendor la zoología del espacio de la que hemos hablado.
Todos sus cuadros tienen idénticas dimensiones: un metro cuadrado. Cada metro cuadrado está lleno de mundos por descubrir, mundos cuyos misterios pone ante nuestros ojos desnudando con la luz sus formas más recónditas e ignoradas.
No hay en sus cuadros ni un milímetro que no esté cargado de color, que no sugiera formas. Es un mundo lleno, sin vacíos, y, pese a todo, escueto y preciso, pensado y presentado con un extraordinario rigor matemático, con un casi absurdo amor por la geometría y por las reglas de la composición.
Todo es en esta naturaleza que presenta en sus pinturas al óleo (la naturaleza chaqueña y la marina: delfines, hipocampos) plenitud y armonía.
Horror vacui llamaban los clásicos al temor al vacío, que obligaba a los pintores y escultores barrocos a llenar de formas, colores y líneas el espacio todo en el que desarrollaban su arte. Pese a la completitud de los cuadros de Mercedes Centurión, que no deja, como hemos dicho, ni un milímetro cuadrado en el vacío, no se aprecia en sus obras, sin embargo, horror vacui alguno. No es Mercedes Centurión una pintora que huya del vacío, sino una pintora que atrapa una realidad, tan misteriosa como fascinante, en la que el vacío sencillamente no existe y, por no existir, no aparece. El mundo, para ella, es un mundo de plenitud.
En este mundo pleno, en este mundo que imagina y pinta, sus animales forman un todo con el paisaje y el aire, con las aguas y la arena, y, en este todo, se confunden todas las formas en una sola forma nueva y extraordinaria en la que los límites están dados por la luz y los colores, convirtiendo la pintura de Mercedes Centurión en algo que está en tránsito de lo figurativo a lo no figurativo, a la abstracción pura y simple. En el orden más riguroso, en las formas más precisas y matemáticas de ese orden riguroso -el orden conscientemente buscado y trabajosamente hallado- se nos presenta, de pronto, el caos del mundo como totalidad en la que todo se confunde, y de este caos nace ante nuestros ojos el nuevo orden que el arte -y la artista- nos ofrecen. El espectador, observador activo, está obligado a descubrirlo. Este es el reto que nos propone Mercedes Centurión.
FUENTE DEL COMENTARIO E IMAGÉN DE OBRA:
ARS LONGA. Por VICKY TORRES
Arandurã Editorial
Asunción-Paraguay 2004 (429 páginas)
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VICTORIA TORRES J’ROSPIGLIOSI -VICKY TORRES-, limeña, vive en Paraguay desde 1991. Desde entonces se ha destacado entre nosotros por haber ejercido de manera constante y profesional la crítica de arte en diversos medios de prensa asuncenos y por haberse convertido en una de nuestras principales animadoras culturales. Presidente de la ONG ORBIS TERTIUS, bajo su dirección se han multiplicado en los últimos años actividades hoy tan conocidas como los cafés filosóficos y las charlas de café, los recitales poéticos popularizados bajo el nombre de “Vino, chipa y poesía”, los debates sobre los temas culturales más importantes o actuales o la presentación de nuevos valores en el espacio de las artes plásticas. Como crítica de arte se inició en Lima en 1975, ejercicio que no ha abandonado desde entonces.
ARS LONGA no reúne todos los escritos de Vicky Torres sobre arte publicados en nuestro medio, pero sí una gran parte -y, tal vez, la más significativa- de los mismos. Se trata, básicamente, de artículos, muchos de ellos publicados en ABC Color, y de textos especialmente preparados para catálogos. Comprende, no obstante, miradas que van más allá del arte paraguayo y que se internan en el que se ha hecho y se hace en otras partes del continente- y del mundo o se aventuran en reflexiones acerca del misterio siempre fascinante de la creación artística.
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