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MARISOL PALACIOS (+)

  CUENTO A DOS VOCES, 2004 - Por MARISOL PALACIOS y EMILIA PIRIS GALEANO


CUENTO A DOS VOCES, 2004 - Por MARISOL PALACIOS y EMILIA PIRIS GALEANO

"CUENTO A DOS VOCES"

Por MARISOL PALACIOS y EMILIA PIRIS GALEANO.

Editorial Servilibro,

Asunción-Paraguay 2004.

132 páginas

 

**/**


UN MOJÓN Y VARIAS DIRECCIONES
 

No se trata de un libro escrito a cuatro manos. Es un libro escrito de a dos pues Emilia Piris Galeano y Marisol Palacios han ido intercalando sus cuentos, quince en total, de los cuales uno solo está escrito de manera conjunta. Pero al mismo tiempo, y no es para hacer un mero juego de palabras -quizá el juego más peligroso de todos- estoy tentado a decir que se ha escrito con una sola voz ya que hay un aliento subterráneo común que corre bajo la apariencia superficial de las palabras. Por eso es difícil descubrir esa voz ya que para ello hay que sumergirse en los relatos y rescatar, de cada uno de ellos, lo esencial, el aliento íntimo con que han sido escritos.

En segundo lugar debería decir que estos cuentos fueron escritos por mujeres, como últimamente se ha puesto de moda. ¿Y por qué las mujeres no habrían de escribir? Así lo han venido haciendo desde la antigüedad hasta nuestros días. Por lo tanto prefiero pasar por alto este aspecto que algunos califican como "perspectiva de género" cuando en realidad es "perspectiva de sexo".

Centrándonos en los cuentos creo que la manera más apropiada de entrar en los relatos y en el auténtico espíritu del libro es haciéndolo por "EL PLAN EXITOSO" para sorprendernos de qué manera tan cuidadosa se va tejiendo la trama llena de sutilezas, de detalles pequeños que en su momento contarán en el armado de una historia que no deja de ser tétrica. La autora, de manera imperceptible para el lector (así como lo hace Cortázar en "La continuidad de los parques") va doblando el tiempo para desembocar en un final inesperado. Con un estilo que denota oficio, de manera sutil nos relaciona con esta historia cargada a la vez de mucha crueldad y no menos sufrimiento.

Casi lo mismo podría decirse de "RONDA MORTAL" aunque el estilo y ritmo son totalmente diferentes, como también es diferente la forma en que va creciendo el relato a partir de una noticia aparecida en un diario. La red que envuelve a los personajes centrales se ensancha por movimientos que parecen casuales, saltan como coincidencias. Y sin embargo no lo son. Todo apuntará a un solo objetivo que sólo se develará al final del relato. Las líneas que parten de ese núcleo (el descubrimiento de la noticia periodística) están como impulsadas por una fuerza centrífuga que sólo en el momento final se volverán sobre sí mismas en un golpe que sorprende al lector por inesperado, aunque perfectamente lógico con todo lo que se ha ido narrando hasta ese momento.

Pienso que una introducción a un texto es precisamente eso: abrirle una puerta al lector para ayudarle a penetrar en el mundo del escritor; o en este caso, con mayor precisión, al mundo de las escritoras. Por lo tanto, sirvan estas palabras sobre los dos cuentos mencionados como una manera de marcar un mojón, pero que sea uno de esos mojones múltiples que indican, en las encrucijadas de los caminos, las varias direcciones que se pueden seguir. Aunque en el caso de la literatura, a las varias direcciones que pueden proponer los autores están también todas aquellas otras que surgen de manera espontánea por parte del lector. Este debe ser uno de los grandes desafíos y al mismo tiempo el momento mágico en que se sustancia el fenómeno literario.

No quiero, finalmente, que mi amistad con Emilia tiña de subjetividad mi opinión, aun cuando soy un convencido que las mejores opiniones son aquellas que van impregnadas de subjetividad, la subjetividad del entusiasmo que surge del contacto con una obra lograda, el entusiasmo por haber compartido con unos seres imaginarios la aventura humana en toda su profundidad, con sus miserias y sus riquezas. Sólo los que lograron trepar con Romeo al balcón de Julieta; los que pudieron llorar con Pleberio la muerte de Melibea, y quienes jugaron al croquet en el jardín de la Reina de Corazones, pueden entender de qué se trata ese momento mágico en que nos olvidamos que somos lectores para convertirnos en cada uno de esos personajes que recorren tantas páginas que han llenado de felicidad nuestra vida. He aquí una oportunidad más que no debe ser desperdiciada.

 JESÚS RUIZ NESTOSA.

Asunción, mayo 2004


 


PRELUDIO
 

Creemos que por alguna gracia inmerecida hemos estado accediendo al Planeta de la Invención. De él, nos ha cautivado la inexistencia de la lógica rígida e inexorable del mundo que cotidianamente habitamos.
De aquellas exploraciones, regresamos con el convencimiento de que, como la geografía del País del Amor, no es posible darlo a conocer por referencias; pero se puede hacer como el Viajero del Tiempo: traer la flor que prueba que estuviste allí.

El testimonio de nuestras incursiones en aquel territorio está ahora en tus manos; son los relatos de las páginas que siguen. No hay nadie más que pueda sentenciar con mayor precisión si el lugar visitado es el verdadero, o si los gigantes encantados -los mismos que perseguían a Don Quijote- nos han engañado.
Aun cuando el resultado fuera adverso, nos quedaría el privilegio de que antes del veredicto te hayas acercado a estos textos. Así, de todas maneras, se habrá completado el circuito de la comunicación; y si durante el proceso se te olvida el entorno inmediato, habremos sido agentes de la Imaginación, ese otro don exclusivo de la Humanidad que ojalá no decline.


 


ÍNDICE


· EL PLAN EXITOSO - EMILIA PIRIS GALEANO

· DESTINO GRIEGO - MARISOL PALACIOS

· 343 - EMILIA PIRIS GALEANO

· UN CASO INTERESANTE - MARISOL PALACIOS

· CUENTO CONJETURAL - EMILIA PIRIS GALEANO

· LA ALFOMBRA - EMILIA PIRIS GALEANO

· RONDA MORTAL - MARISOL PALACIOS

· VILLA GALLO - EMILIA PIRIS GALEANO

· LLUVIA DE ESPERANZA - MARISOL PALACIOS

· DOBLE MILAGRO - EMILIA PIRIS GALEANO

· LA AMENAZA - EMILIA PIRIS GALEANO

· EL VESTIDO DE QUINCE - MARISOL PALACIOS

· EL PACTO - MARISOL PALACIOS

· LA VIUDA MÚLTIPLE - EMILIA PIRIS GALEANO

· LA CARTA DECISIVA - MARISOL PALACIOS y EMILIA PIRIS GALEANO.

 

 

 

DESTINO GRIEGO

 

Juliana y yo fuimos vecinas y compinches desde niñas. Íbamos a la misma escuela y como éramos compañeras de grado, siempre estábamos jugando o estudiando juntas. Cuando teníamos aproximadamente nueve años, un día, en que estábamos haciendo la tarea en su casa, Eloísa, su hermana mayor, trajo una especie de juego. Intentó denodadamente ocultarlo, pero como no paramos de acecharla el día entero, en un pequeño descuido, descubrimos, más bien oímos, de qué se trataba: una tabla ouija. ¿Pero qué demonios era una tabla ouija? Tuvimos la certeza de que se trataba de algo importante cuando se encerraron con su amiga Gloria en el cuarto. Felizmente pudimos espiarlas por ventana, por lo que supimos que servía para realizar preguntas, o algo así.

Fue un viernes a la noche, lo recuerdo como si fuera ayer, aunque hayan transcurrido cuarenta años. Ni bien vimos lo que hacían, en un rápido intercambio de miradas, y en un acuerdo tácito, fuimos grabando detalle a detalle en nuestras mentes. Tan ansiosas estábamos por investigar lo que allí sucedía, que en varias ocasiones estuvimos a punto de ser descubiertas.

Las dos jóvenes iniciaron la "sesión" realizando preguntas a los que, según pudimos entrever, se trataban de espíritus del más allá, lo cual en un principio nos infundió bastante temor. Con todo, seguimos atentamente cada paso que consistía en realizar una serie de preguntas: si había algún espíritu allí, su nombre, etc. Pero, lo que especialmente captó nuestra atención fue la consulta que a ambas amigas también parecía interesar más: el nombre de sus futuros maridos. Seguimos con las mismas expectativas que ellas el lento movimiento del péndulo que señalaba las letras, que para todas duró una eternidad y al fin las palabras se formaron: "Joaquín" para Eloísa, y después "Roque" para Gloria. Luego de conocer los nombres de sus respectivos cónyuges, nada interesó ya a las amigas, que se abrazaban y gritaban de alegría dejando la tabla olvidada sobre la mesa. Tomaron el teléfono y llamaron a otras amigas para contar la nueva. Nosotras, contagiadas de tanto júbilo y con la curiosidad de nuestra joven edad, ya estábamos planeando cuando podríamos hacer también nuestra consulta. El día siguiente, sábado, parecía ser el ideal, porque Eloísa tendría deportes en el colegio. No podíamos perder el tiempo, pues si no llevaba consigo la tabla, seguramente en cualquier momento lo haría.

Afortunadamente, todo ocurrió como lo esperábamos y aunque Eloísa había cerrado con llave su habitación, pudimos ingresar por la ventana. Una vez allí, temerosas, no podíamos decidir cuál de las dos haría las consultas. Tras un rápido debate, acordamos que lo haríamos por turno... Pero también había que decidir quién iniciaría la sesión. Amedrenta-ron, le cedí el privilegio a mi amiga, que lo aceptó no muy convencida. Y así, a pesar de todas estas dudas comenzamos la "sesión". No puedo dejar de sonreír cada vez que recuerdo, lo que para mí hoy, no fue más que una travesura de chiquillas. Aún me parece ver la frente rociada de sudor de Juliana y a mí, frotándome las manos una y otra vez para calentarlas de un inexistente frío. Repetimos los pasos exactamente como lo habíamos visto hacer la noche anterior. Cuando llegó el turno de preguntar el nombre del futuro consorte de Juliana, los segundos nos parecieron siglos. Finalmente, apareció el tan anhelado nombre: "Pablo". Demás está decir que la espera por saber el nombre del mío se me hizo eterna, hasta que apareció: Omero. Así, sin hache. Juliana pensó que tal vez me había equivocado, entonces preguntó de nuevo ella. Sin embargo, resultó la misma respuesta. Pero, ¿qué clase de nombre era Omero? ¿Era ése un nombre de persona? En esa época todavía no habíamos oído hablar del autor de la Ilíada y la Odisea, y hace demasiado tiempo como para que existiera Homero Simpson.

Terminada la consulta, abandonamos la tabla. Juliana dichosa de haber obtenido el nombre de su futuro marido no dejaba de repetir: Pablo, Pablo. Por el contrario, yo regresé a mi casa desanimada, y resuelta a tomar el hecho solamente como un incidente sin importancia y nada más. Y así hubiera sucedido, de no haber sido porque el lunes en el colegio, los compañeros me saludaron, algunos con risas solapadas; otros, en cambio, no cesaban de corear: Homero, Homero, Homero. Hasta el final de la secundaria me persiguió el mote de Homero. A pesar de ese hecho terminé desechando ese recuerdo de mi memoria.

Con el tiempo, cada una de las cuatro amigas siguió su camino. Primero, Gloria, que antes de recibirse de enfermera ya se había casado con Juan. Luego, Eloísa, que tras finalizar sus estudios de contabilidad se había casado con Luis. Más  adelante, le tocó el turno, sí a Juliana, quien en los últimos meses de la secundaria ya estaba casada con Gerardo. Su primera hija, jazmín, es mi ahijada y tiene dos hijos más.

En cuanto a mí, no me he casado y por circunstancias que nada tuvieron que ver con aquel juego de niños. Del mismo, no me hubiera acordado ni como anécdota, de no ser por que la rescataron del olvido, entre bromas y risas, en la fiesta de mi cumpleaños número cincuenta, en casa de jazmín. Esa noche, yo estaba un poco melancólica. No obstante, se esforzaron porque me sintiera bien. Habían invitado a todos nuestros amigos, inclusive a aquellos a los que hacía mucho tiempo no veía. Marcelo, el esposo de Jazmín, había invitado a su padre que enviudó dos años atrás, y al que yo no había visto desde el fallecimiento de su esposa. Lo encontré sentado solo en el jardín, observando una fuente de agua con peces de colores. Él también parecía un tanto incómodo y estaba tan taciturno como yo. No sé por qué razón, simplemente, me senté a su lado sin emitir palabra alguna. Así estuvimos como diez minutos escuchando el agradable sonido del agua que caía en cascada, hasta que no recuerdo quién de los dos inició la conversación que obviamente nos conduciría de los tópicos más comunes a aquellos cada vez más personales. Me contó que era profesor de literatura y que amaba especial- mente la literatura clásica. Esta afición la había heredado de su padre, también docente de esta materia. Estábamos en estos y otros temas cuando apareció Marcelo, su hijo, que no podía disimular la alegría de encontrarnos juntos. Una chispa de picardía iluminaba el juego de miradas que se lanzaban con su esposa, que tampoco podía contener la risa. Un tanto molestos, les preguntamos cuál era el motivo de la hilaridad. Entonces contestaron a dúo: Tía, el segundo nombre de papá es Homero.

Marisol Palacios

 

 

LLUVIA DE ESPERANZA

 

- Mirala, está a punto de parir.

- Sí, las dos.

Ramón, mi marido, hizo la primera observación al mismo tiempo que luchaba con la tranca del portón de nuestra casa. Interrogante, dirigió la mirada tanto a la perrita preñada que movía ansiosamente la cola y nos miraba con los ojos hambrientos, como a nuestra vecina Mabel que con dificultad caminaba delante de nosotros debido a su enorme vientre que evidenciaba sus últimos días de embarazo.

- ¡Ah! Lo decís por ella también.

Nosotros no tenemos hijos. Aunque lo habíamos intentado por largo tiempo no habíamos tenido éxito. Quizá por esa carencia, habíamos volcado todo nuestro afecto en los animales Por esa razón, no nos extrañaba encontrar casi todos los días algún cachorrito, que algún vecino "misericordioso", abandonaba en la vereda de nuestra casa, seguros de que si no lo acogíamos nosotros, le encontraríamos un lugar entre nuestros amigos.

- Pobre. ¿Tendrá dueño?

- No lo creo, por su aspecto. No, no me mirés así Ramón. Sabés que ya no podemos aceptar más animales en casa. Tina y Lucrecia también están por tener cachorros.

Presurosos nos dirigimos hacia la parada de ómnibus.

-Va a llover.

-¿Verdad?

El cielo, se iba cubriendo de nubes y ya se iluminaba con los primeros relámpagos.

-¿Trajiste el paraguas?

-Siempre tengo uno en la cartera.

- Hoy no vengo a almorzar.

-Yo tampoco.

Ramón, que bajaba primero, se despidió con un beso. Las primeras gotas comenzaban a caer y cuando llegué a la entrada del edificio donde trabajo, las que inicialmente fue ron gotas, se habían convertido en una terrible tormenta, que por suerte no fue muy prolongada. Sin embargo, la lluvia no amainó en todo el día.

Ramón trabajaba cerca de mi oficina y acostumbraba pasar por mí para hacer el viaje de regreso juntos. El raudal que se formaba en la esquina de nuestra casa cada vez que llovía, todavía estaba alto.

Nos quedamos a observar cómo el agua arrastraba la basura que la gente la gente inconsciente arroja en cada temporal. De repente vimos a un perro que aparentemente estaba siendo llevado por el agua.

-¿No es esa la perra que te mostré esta mañana?

-¿Será? ¿Cómo habrá ido a parar al raudal?

-¿La habrá tirado alguien?

Miles de preguntas se nos cruzaron en la mente en pocos segundos.

- Tengo que sacarla.

Resueltamente, Ramón se metió al agua. Por suerte, pronto estuvo cerca del animal que, por el contrario, intentaba alejarse de él.

Entonces me percaté de que iba tras algo, un bulto negro.

- ¡Ramón! ¿Serán sus cachorros?

Él entonces trató de alcanzar aquello que era perseguido por la perra, hasta que lo logró. Afortunadamente, algunos vecinos ya se habían aproximado y lo ayudaron a salir del agua. El animal que lo había seguido esta vez, también fue sacado del raudal.

Nos acercamos a la luz para registrar lo que resultó ser una bolsa de hule. Al abrirla descubrimos; primero con espanto, y luego con alegría, al escuchar el llanto de vida, que se trataba de un recién nacido. Rápidamente, entre todos, lo llevamos a nuestra casa. Allí lo revisamos minuciosamente y, mientras Ramón llamaba a la policía, con la vecina descubrimos que se trataba de una niña. La llamamos Esperanza, porque para mí ese fue el significado de su hallazgo.

Minutos después, llegaron los policías para los trámites de rigor. Cuando se disponían a marcharse con la niña, Ramón y yo, espontáneamente, les preguntamos si podíamos quedarnos con ella. Uno de los agentes, el que parecía de mayor jerarquía, nos dijo que debían llevársela al hospital para verificar su estado de salud. No obstante, sugirió que solicitáramos al juzgado su tenencia. Nuestras ilusiones renacieron, y decidimos luchar por ella, pues aquí estaba nuestra Esperanza.

Con el ajetreo del hallazgo, nos habíamos olvidado de la perra, que desapareció. Ramón comenzó a buscarla para darle algo de comer, con muy poca fortuna.

Como no hubo noticias de la madre de la niña rescatada, el juez nos permitió solicitarla en adopción y tenerla en guarda hasta que esta se hiciera efectiva. El día que regresamos con ella del hospital, en el portón de nuestra casa, encontramos a la perra que con saltos y ladridos nos mostraba orgullosa sus cinco cachorritos.

- ¡Mírala, ya parió!

Ramón, de nuevo, dirige la mirada tanto a la perrita que movía ansiosamente la cola como a nuestra vecina Mabel, que pasaba delante de nosotros con un ajustado pantalón vaquero y una miniblusa, que resaltaban su estrecha cintura.

 

 

 

 

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