UNA CRÍTICA QUE NO PROFUNDIZA LOS ASPECTOS MÁS IMPORTANTES
Por CARLOS PÉREZ CÁCERES
caperca258@gmail.com
Una visión dialéctica permite asumir la permanencia de errores pasados en la actualidad para no repetirlos, expresa el investigador Carlos Pérez Cáceres en este artículo que busca generar condiciones para un debate más constructivo sobre la historia política de Paraguay.
En dos oportunidades, Cristino Bogado se refirió a mi obra más reciente, titulada Años de luchas y resistencias. 1940/1954. La primera vez con un pseudónimo y en un espacio digital y, más recientemente, en el Suplemento Cultural de ABC Color, más específicamente el pasado domingo 24 de abril de este año.
En ambas ocasiones tuve la duda de si era importante responder. En la primera ocasión, me pareció que lo correcto era no darle importancia a su posición, ya que no se centraba en lo esencial del libro y porque me pareció muy poco serio el tratamiento de su crítica. Pero en esta segunda entrega, que es simplemente un alargue de su primera crítica, y sobre todo por la opinión de algunos amigos, resolví responder, pero tratando de generar condiciones para un debate más constructivo sobre ese período de nuestra historia política.
Y justamente quiero empezar por exponer cómo entiendo el marco en que debe desenvolverse un crítico. Creo que el crítico debe fijar su atención en lo que propone el autor de un libro. Observar, analizar y verificar aspectos de la obra. Por ejemplo, el contenido que se plantea, la forma y las conclusiones a las que se llega. La idea nuestra fue aportar nuevos enfoques, nuevos protagonistas y nuevas fuentes bibliográficas.
Creemos que ese período no fue muy estudiado, ni por la historiografía tradicional o liberal y tampoco por la llamada «academia» y, menos aún, por la izquierda. Entonces, con esta certeza, hicimos el esfuerzo de conocer qué planteaban las organizaciones de trabajadores, la izquierda febrerista y los comunistas, así como los estudiantes e intelectuales, con el objetivo de mostrar que la izquierda llegó a tener una gran influencia en el sector de los trabajadores, la cultura y los estudiantes, hasta 1947, con la finalización de la guerra civil.
Bogado no dice nada sobre este punto. No profundiza y señala aspectos que contradigan al objetivo del libro. Un crítico, y más si se va a referir a un período histórico político, debe tener la suficiente capacidad para referirse, para analizarlo y para cuestionarlo. Debe conocer de lo que escribe o por lo menos buscar asesoramiento para escribir con mayor coherencia.
Sin embargo, a veces ocurre que alguien tiene suficientes informaciones, datos y elementos sobre ese período, pero tiene la ausencia de un criterio metodológico sobre cómo debe entenderse la historia. Muchos solamente consideran que la historia es un simple hecho, desconectado de otros que estuvieron antes y sin ninguna significación para el futuro. Y esta es una característica en la gran mayoría de los estudiosos de los procesos históricos. Consideran que la historia, la sociología, la antropología y demás ciencias sociales son disciplinas sin ninguna influencia con la política, con el proceso social que vive un país. Asumen a las mismas como que cuanto más alejadas se encuentren de la política, mucho mejor para la ciencia.
Por el contrario, nosotros consideramos que la historia es un proceso en el que lo social, lo político, lo económico y lo cultural cumplen papeles importantes y que siempre están conectados y definiendo una coyuntura dada. Por momentos es el elemento político el que sobresale; en otros, es el económico o el cultural. A ese proceso hay que verlo de manera dialéctica para poder entender las tendencias, las irregularidades y los ritmos del mismo.
Entonces, nos parece que Bogado se queda con la mirada idealista de la historia y toma posiciones como las que se pudieron dar durante la Guerra del Chaco o en otros momentos, para fijar –como si fuera permanente– una determinada posición. Nosotros creemos que no es así. ¿O es que acaso Bogado también pondrá «peros» al papel que cumplen, significativamente, «los aparatos ideológicos del Estado»?
Creo que muchos aspectos, como el anticomunismo, represiones, miedo, incapacidad de la izquierda por llevar sus proyectos al plano social, son más que obvios. Tanto en el período previo de Morínigo, en la década del 40, y posteriormente a la toma de Stroessner, una principal característica de estos procesos fueron las persecuciones, las muertes, los desaparecidos, los exilios, los confinamientos y tantas otras barbaridades cometidas por aquellos regímenes. Y creo que todos entienden que aquellas realidades no eran simplemente un juego de los «buenos contra los malos», ni de «rebeldes contra pasivos». Estas acciones representaban intereses contrapuestos.
Además de producir graves inconvenientes en el seno familiar de los afectados, significó una casi imposibilidad de estructurar fuerzas, pensamientos y propuestas desde los sectores progresistas y de izquierda.
Justamente, cuando analizamos el período de la Primavera Democrática, hacemos énfasis en que las organizaciones de izquierda ingresaron a dicho proceso –a pesar de ser fundamentales en el logro de la misma– con muchas desventajas, y una de ellas era toda la carga anticomunista que se desarrolló en el país desde tiempos pasados.
Como un segundo paso del papel del crítico, es que debe señalar lo que piensa y lo que le haya producido una determinada obra. Con las más amplias libertades, debe cuestionar, señalar los errores, indicar los aspectos erróneos y enfatizar, en caso de tener elementos, cuáles podrían ser los objetivos de la presentación de determinado libro. Aquí me parece que es donde el crítico puede ir mucho más allá que el mismo autor del libro en cuestión. Pero debe hacerlo sobre la base del contenido del libro, no de pensamientos abstractos que no se encuentran en la obra o de pensamientos trasnochados que solo existen en la mente del crítico.
Este método permitirá a cualquier lector poder definir mejor para tener un balance más objetivo y razonable. Además, creo que la obra tiene bastantes espacios cubiertos en criticar a la izquierda, a las direcciones de los trabajadores y del movimiento estudiantil. No es que el libro se queda en mostrar el ritmo que adquirió durante esa década de los años 40.
Sin embargo, es poco lo que señala Bogado como cuestionamiento o como aporte en su crítica. No creo que al lector y al interesado de la historia política le resulte interesante saber si soy hijo de Humberto Pérez Cáceres o si tengo una tendencia «comunista». Hago de paso la aclaración, que esa influencia de marcar el binomio comunista o anticomunista, se hace presente justamente con su comentario. Aun hoy, y con personas que dicen ser «rebeldes», volvemos a la imagen del comunismo y del anticomunismo, como un eje explicativo de ciertas necesidades que se debía implementar y así, en el fondo, coincidimos con muchos regímenes que tanto mal hicieron a la sociedad.
Uno puede considerarse de izquierda, porque existen otras opciones, además del Partido Comunista, y uno puede considerarse marxista, sin tener pertenencia a ninguna organización de izquierda.
Y en relación a la imagen que presenta sobre que recuerdo mucho lo que Humberto Pérez Cáceres me contaba y que esa sería mi principal fuente bibliográfica, creo que Bogado no se fijó en las muchas fuentes que se citan y que se utilizaron para construir este análisis. Muchas de ellas, provenientes del Archivo del Terror, otras casi desconocidas y las otras de estudiosos como Alfredo Seiferheld, Roberto Céspedes, Carlos Pastore, Alberto Barrett, Marcial Riquelme, Marcos Zeida, Celso Ávalos Ocampos, Javier Mendiguren, Saturnino Ferreira Pérez, Augusto Ocampos Caballero, Francisco Gaona, Santiago Cosp, Eduardo Bogado, Óscar Creydt, Mauricio Schvartzman, Jorge Coronel y otros más. Estas fuentes en cuanto al desarrollo del proceso político nacional. Hay otras fuentes que le dan fuerza y sentido al método utilizado para armar el libro.
Uno de los elementos también que se quiere aportar con este libro es que ese proceso político tiene una mirada crítica sobre el accionar de las organizaciones de izquierda y del movimiento obrero. No queremos que se entienda que por ser luchadores «clandestinos» se encuentran librados de sus errores, posiciones equivocadas y actitudes sectarias. Se quiere, justamente, presentar una visión dialéctica, para asumir la permanencia de aquellos errores en la actualidad y la necesidad de implementar la mejor militancia posible, para no volver a repetir los mismos errores, como ser el sectarismo, el fanatismo, la poca importancia a la toma de conciencia y, principalmente, el más estrecho relacionamiento entre lo político y lo social.
Abierto a cualquier tipo de debate, me despido expresando que debemos salir del bolso de aquella historiografía que, con toda la carga militarista y autoritaria, no nos permite una mirada que vaya mucho más allá del simple maniqueísmo.
Nota
El artículo al cual responden estas líneas es «Años de proscripción», del escritor Cristino Bogado, publicado en el Suplemento Cultural de ABC Color, 24/04/2022. Disponible en la edición impresa de la fecha señalada, y en el enlace: https://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/cultural/2022/04/24/anos-de-proscripcion/
AÑOS DE LUCHAS Y RESISTENCIAS 1940-1954.
TOMO 1
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