WILSON BUENO Y EL «MAL PARAGUAYO»
Por CRISTINO BOGADO
kurubeta@gmail.com
Hace 30 años, el escritor paranaense Wilson Bueno le dio un mar al Paraguay con el paradójico título de su opera magna. Celebramos el trigésimo aniversario de la aparición de Mar Paraguayo (1992-2022) cerrando el 2022 con este artículo en el cual el poeta Cristino Bogado traza el mapa que conduce a la edición conmemorativa que acaba de publicar Iluminuras por las tres décadas de uno de los libros que marcaron la literatura actual.
En el año 1993 formé parte de una cierta bohemia asuncena que implicaba a dos brasileños y un ñembyense. Uno de los rapaiz (llamémosle AM, a quien dediqué luego mi texto primigenio de ese año, Punk desperezamiento) estudiaba letras en la UNA de Itá Pytã Punta. El otro (MM), estudiaba filosofía en la misma UNA citada ut supra. El enlace entre los dos era el hoy poeta EP (entonces todavía conocido como EC), en ese momento estudiante de letras y compañero del primero. Yo conocía ya a EP por haber sido inquilino de la casa de un hermano mío en los 80. Pero mi reencuentro, creo recordar vagamente, vino a través de AM, pues también era estudiante de arte de la Escolinha dirigida aún por el gran Livio Abramo, junto a una amiga lambareña, DM, hoy establecida en el Viejo Mundo. Una tarde, escuchando Kraftwerk en la casa señorial de MM, este me lanzó de sopetón todo el inmenso Mar paraguayo (esa edición del 92, de formato más alto que ancho, casi como una plaquette). Me contó que se lo había prestado su jefe, el poeta, traductor y lacaniano Luis León Bareiro. Éste había requerido sus servicios para conducir su silla de ruedas, en la que solía movilizarse habitualmente, y sortear los cráteres de los asfaltos y zigzaguear las archi-accidentadas aceras de la city capital del Paraguay. ¿Cómo había cruzado las fronteras paraguayo-brasileras ese libro singular? El círculo se cierra de forma perfecta: el ahora organizador y también autor de la portada, el poeta Douglas Diegues, se lo había regalado a Bareiro.
Jorge Kanese le inventó (fuera para impresionar al editor de la revista Nicolau, fuera por el hábito de mitificar la realidad) a Wilson Bueno en la segunda década de los 80, durante una visita que realizó a Curitiba para dar charlas y presentar sus libros de poemas, que, de São Paulo para abajo, toda la zona sur de Brasil (es decir, los estados de Paraná, Santa Catarina, Río Grande do Sul y Mato Grosso do Sul) en el pasado prehistórico fue parte de (estuvo hundida bajo) lo que se conoce como Mar Paraguayo.
El Mal Paraguayo es la moraleja inconsciente de esta novelita salpicada de guaraníes en medio de un tapiz que enhebra español con portugués. El mal paraguayo es que la literatura paraguaya del establishment (Roa Bastos, Bareiro Saguier, Villagra Marsal: la literatura de los dobles apellidos) haya omitido esa vía abierta a nivel internacional por el escritor paranaense nacido en el pueblo de Jaguapitã, Wilson Bueno. El mal paraguayo es la traición cínica o pasiva del guaraní por parte de nuestras más preclaras figuras literarias. La mutilación del guaraní tout court. El desplante al jopara. La opción por el español internacional, lingua franca comercial que tiene la hegemonía editorial desde Losada hasta hoy (Alfaguara-Planeta-Seix Barral-Anagrama).
La fuente literaria de este tapiz plurilingüístico es Joyce (y no Roa Bastos. Y quiero extenderme acá sobre el sentido en el que hablo de lo joyciano en Bueno. No el Joyce hiperintectualizado y herméticamente oscuro. Me refiero al Joyce que crea objetos multilingüísticos intraducibles. Para traducir hace falta una lengua de inicio y otra de llegada. Pero Finnegan’s Wake (y Larva, y Folisofía, y La naranja mecánica) y Mar paraguayo son artefactos multilingüísticos que no se prestan, por su propia esencia, a ser traducidos. Incluso Agamben da un ejemplo remoto: las Cartas a los romanos de San Pablo, que mixtura griego con hebreo). De hecho, en diciembre de 1987, cuando republica el primer fragmento en Nicolau n° 6, Bueno habla de Mar paraguayo como novela em progresso, expresión que alude obviamente al famoso Work in Progress joyciano, o sea, el primer título provisorio de su última obra, Finnegan’s Wake. El monólogo interior (el flujo de conciencia) y la incorporación de otros idiomas para roer y hacer errar el discurso principal, son dos aportes del irlandés. En Bueno, se trata del jopara del jopara, el pliegue del pliegue, el oguerojera del oguerojera, pues ya al primer jehe’a del español con el portugués le sobreimprime el jopara del guarani a ese portuñol básico. Brasil ya había dado pruebas de tener buenos lectores del Joyce multilingual: Leminski (Catatau, novela de 1975, y Mitamoroti, «monólogo no» cuyo título es el apodo del Mariscal López, poema inédito hasta hoy en libro, en el que el autor anuncia –en carta de 1978 al poeta Régis Bonvicino– que usará «las 3 lenguas de los pueblos envueltos en la guerra: español de Argentina y Uruguay, portugués y guaraní. El guaraní comienza a ser engullido por los vencedores y el texto termina en portugués y español, guerra en el lenguaje»), Guimarães Rosa, Glauber Rocha (Riverão Sussuarana –Editora Record, 1978–, una desmitificación suculenta de Guima)…
Yo mismo, en ese año vertiginoso de 1993 en que me topeté con la primera edición de Mar paraguayo (Iluminuras/ Secretaria de Estado da Cultura do Paraná, 25 de noviembre de 1992), quedé en offside. Lo hojeé, le di vueltas, lo sacudí, lo zarandeé, pero hoy no recuerdo realmente qué impactó causó en mí, más allá de su chocante y teratológica fisonomía. Aún era anti-jopara. Aún leía autores de la French Theory. Aún no había abrazado la gran tradición popular del guaraní.
Douglas Diegues (uno de los organizadores, junto a Adalberto Müller, de esta edición crítica y conmemorativa por los 30 años de Mar paraguayo) transcribe lo que cuenta el editor Samuel León sobre el poeta argentino Nestor Perlongher, autor del célebre prefacio titulado «Sopa paraguaya», quien vio el flamante libro en sus manos en medio del delirium supremo en el Hospital Oswaldo Cruz… Sopa monstruosa ese caldo sólido. Se dice que el cometido de Joyce al contaminar el inglés referencial con otras lenguas era destructivo, anticolonial, etc. En el caso de Bueno, a la primera simbiosis entre el español y el portugués (traviesa, dada a infinitos y fructíferos malentendidos literarios, al error expresivo, al lapsus creativo) addenda un parchado con el guaraní de Jover Peralta y el mbya leído en Clastres.
El resultado de esa operación frankensteiniana es un ñandutí colorido, op, solar, resplandeciente, alucinatorio como esos ñandutís de Laura Márquez. Ñandutí por su entramado frágil, sensitivo, siempre a punto de romperse nuevamente, aún no reglado por ninguna ortodoxia canónica. Tanto es así que el propio autor nunca volvió a incidir en tal escritura joparaizada (salvo en el libro póstumo Novêlas Marafas, del 2018, donde aún aparece el cruzamiento del español, portugués y guaraní, y en Meu tio Roseno, a cavalo, del 2000, dedicado a «Douglas Diegues, meu compadre brasiguayo, donde Rosendo habla portuñol unas veces y otras en jopara»).
En un artículo viejo, publicado en un blog hoy hackeado absurdamente –«El uso del guaraní en Mar paraguayo, de W. Bueno», Kurupí (Paraguay-Rembó) (1)–, he estudiado el guaraní de Bueno. Muchas de esas dudas están corregidas por el propio Bueno en la edición mexicana de Mar paraguayo del año 2006. Otras (he detectado dos reparos: tini –como duro y «ruido de agua hirviendo», olvidando el uso, más frecuente, de calor intenso, blanquecino, calcinante; por ejemplo, en haku tini– y fornicar –apenas como poreno y mongueta, olvidando el uso, más elemental, de poro’u, coger-comer) aún siguen impertérritas en esta edición crítica.
La portada trae un maravilloso grabado de Douglas Diegues, una suerte de paisaje kaiowa-zen hecho con materiales inusitados y tinta pva.
Wilson Bueno nació el 13 de marzo de 1949 en Jaguapitã (Paraná), pero fue criado en Curitiba. Poeta, escritor, cronista, periodista, publicó más de 16 libros en 40 años de carrera literaria. A los 16 años fue contratado por el diario Gazeta do Povo, de la capital paranaense. A los 18, se mudó a Río de Janeiro. A los 23, comenzó a trabajar en la Radio Globo, donde fue jefe de redacción; después pasó a trabajar en O Globo, y aún encontró tiempo para fundar un suplemento en la Tribuna da Imprensa. Volviendo a Curitiba, monta con el poeta Reynaldo Jardim el diario Curitiba Shopping, que edita del 3° al 79° número. Fue asesor de prensa del Teatro Guaira. Trabajó en la SBT, y se mudó nuevamente a Río. Trabajó en el Jornal do Brasil, en la revista Idéias, firmó crónicas dominicales en el diario O Estado de São Paulo y colaboró con regularidad en el cuaderno cultural del mismo diario. Fue editor de la gloriosa revista cultural Nicolau, publicada por la Imprenta Oficial del Estado de Paraná. Su primer libro, Bolero’s Bar (1986), una recopilación de cuentos, fue presentado por el poeta Paulo Leminski. En 1991, publicó Manual de zoofilia. En 1992, Mar paraguayo, al cuidado de Samuel León. En 2007, A Copista de Kafka, y en 2011, Mano, a Noite Está Velha. El día 31 de mayo de 2010 acontece la trágica muerte de Wilson Bueno: crimen de latrocinio (asesinato seguido de robo) cometido por un garoto de programa (prostituto). El Tribunal del Jurado reconoció la culpa imputada al reo confeso en cuanto al homicidio; sin embargo, el mismo fue absuelto, lo que generó indignación entre familiares y amigos, además de sospecha de homofobia en el juicio.
Notas
(1) KuruPicho, «El uso del guaraní en Mar paraguayo, de W. Bueno», en Kurupí (Paraguay-Rembó), 4 de marzo del 2006. Disponible en: https://web.archive.org/web/20080129104713/http:/kurupi.blogspot.com/2006/03/el-uso-delguaran-en-mar-paraguayo-de.html
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR
Edición Impresa del Domingo, 25 de Diciembre de 2022
Páginas 2 y 3
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