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JUAN EDUARDO DE URRAZA

  DIÁLOGO CON EL AUTOR - Cuento de JUAN DE URRAZA


DIÁLOGO CON EL AUTOR - Cuento de JUAN DE URRAZA

DIÁLOGO CON EL AUTOR

Cuento de JUAN DE URRAZA


(Mención de Honor en el premio 'Dr. Jorge Ritter

- XI Edición', año 2008)


Alicia recorrió los universos alternativos por bastante tiempo, inicialmente con mucho ahínco y energía, luego con más cautela y tranquilidad. Notó que visitar todo el infinito de posibilidades tomaría también tiempo infinito, y ella lo poseía, mientras continuara siendo la guardiana, la hacedora. Por lo tanto, poco a poco empezó a recorrer menos, pero observando más detenidamente los detalles de cada lugar único y mágico, y atesorando los recuerdos y las vivencias en su mente, para recrearlas posteriormente, y más aún, compararlas con cada nuevo universo visitado, de forma a descubrir anomalías menos  evidentes pero más peligrosas que las que hasta ese momento había estado corrigiendo.

Y, dentro de esa vida eterna, sin tiempo ni lugar, o más bien, de todos los tiempos y  lugares, en algún momento se hizo la pregunta a la cual toda entidad inteligente se  enfrenta: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién es mi creador? ¿Soy parte de una  trama aún mayor a mi propia vida o simplemente soy una entidad libre que crea su propia historia al vivirla?

Esas preguntas parecían un tanto ridículas por momentos, puesto que ella era la hacedora de vidas, la correctora de entuertos, la vigía de todos los universos y de todos los tiempos. En fin, ella era, en gran medida, Dios, desde que la responsabilidad le fuera ofrecida por la anterior guardiana bastante tiempo atrás, perdiendo de ese modo su humanidad. Y en su entendimiento no cabía que pudiera existir alguien a su vez superior a ella, puesto que no tendría ninguna actividad que desarrollar, más que, tal vez, controlarla... Salvo que... ¿Salvo que ella fuera la creación de una pequeña mente de algún universo? Que alguien la hubiera creado y dado ese significado a su vida... Pero no tendría sentido que alguien inferior lo hiciera, aunque realmente también le parecía imposible que existiera un ser superior que la creara y le cediera todo su trabajo... ¿Puede acaso un Dios ser creado por otro Dios, o por el contrario, por los hombres, seres inferiores a él mismo?

Esa pregunta la perturbaba... Y puesto que no sabía cómo localizar a un ser superior a ella, más allá de todos sus universos y sus tiempos, decidió emprender la búsqueda de un ser inferior, preso dentro de sus universos y tiempos, un ser que tal vez la hubiera creado en una emanación de pensamiento. El problema era que probablemente nunca lo encontraría, escondido en algún pequeño mundo de un universo escondido, en un tiempo particular sumamente efímero para la eternidad. Pero ello no significaría que no existiera... Eso sí, si lo llegaba a encontrar, por lo menos todas sus dudas acabarían de una vez. O eso creyó.

La verdad es que Alicia continuó su vida repleta de responsabilidades, vigilando universos, y así trascurrió mucho tiempo, con estas preguntas ya olvidadas, hasta que un día, en un mundo cualquiera visitado al azar, encontró la primera pista de la existencia de su demiurgo. En una librería, en un libro que llevaba su nombre en la portada, una narración breve relataba detalladamente su encuentro con la reina de los universos, con el guardián que le cedió su lugar, convirtiéndola en diosa de la totalidad. Aparentemente el libro contenía más narraciones acerca de ella misma y de su experiencia como tejedora de vidas y de tiempos... Pero Alicia no se atrevió a leer más.

¿Ella era entonces la mera creación de una mente simple, o alguien con un instinto único percibía su vida de alguna manera y sencillamente la retrataba en el papel? ¡Qué pregunta! ¡Qué nexo invisible unía a un simple escritor con la diosa de los universos, o más bien, con un simple personaje de su invención!

Desesperada, cotejó fechas, recorrió registros, y fue buscando anclas que unieran tiempos y lugares hasta retroceder a una ubicación espacio-temporal donde dicho escritor vivió.

Se presentó frente a él repentinamente, en su despacho, envuelta en una nube negra,  que se deshizo en pocos segundos, dejándola flotando en todo su esplendor, vestida muy sensualmente, tal cual había aprendido de la previa guardiana. Presentarse físicamente en un mundo cualquiera requería un gran esfuerzo para la mujer, y consumía sus energías hasta el extremo del dolor, pero, en dichas circunstancias, bien valía la pena hacerlo...

El escritor, al verla, no se inmutó, ni se sorprendió. Simplemente la observó satisfecho, con una delgada sonrisa que ocultaba un cierto pesar.

- He escrito mucho sobre ti. - le dijo, observándola - He escrito sobre este encuentro...

Primero escribí que aparecías mientras relataba esta historia, pero eso no tenía sentido,

porque la narración quedaría incompleta al aparecer tú... ¿Cómo seguir escribiendo lo que sucedería contigo ya frente a mí, cómo finalizar el relato mientras hablábamos? Así que finalmente decidí escribir en tiempo futuro sobre lo que sería nuestro encuentro en un lugar y tiempo sin determinar, pero que llegaría inexorablemente por estar ya escrito, y cuyo desenlace también ya existiría.

- ¿Y cuál es ese final? - preguntó ella - Yo no lo conozco, yo no conozco nada sobre ti, mi creador, pero tú sí conoces todo sobre mí. Yo puedo ver todos los lugares, todos los tiempos, pero no puedo verme a mí dentro de ellos, porque ya no les pertenezco... Por lo tanto mi propia vida para mí es un misterio, el único enigma que no puedo descifrar...

¡Pero tú sí sabes cómo acabará mi historia! ¡Tú sí sabes cuál es mi destino!

- Yo sé tanto de ti como tú misma, o tal vez menos. - le respondió el escritor - Yo no sé si te he creado, o si tú has sido mi musa... ¡Soy un simple hombre al fin y al cabo! De tu pasado sé apenas lo que escribí, unas pocas líneas de un libro... Sobre tu vida sé lo que creí imaginar, hasta soñar, real y maravilloso. Y sobre tu final no tengo idea, te dejé libre al terminar la obra... No te di destino nite encerré en circunstancias inescapables... El final es completamente abierto.

- ¿Y cómo termina el relato de éste encuentro? ¿Cómo termina el libro? - Inquirió ella, descendiendo hasta el suelo y caminando hacia él. Se acercó un poco más hasta sentarse sobre el escritorio, preocupada, pero siempre manteniendo un aire de falsa superioridad.

- El fin del relato es el fin del libro, puesto que es el último. Tú simplemente te vas, y continúas con tu vida. Y yo desaparezco de la escena. Es más, en la narración ni siquiera me describía a mí mismo, ni mi apariencia... Sólo mencionaba en algún lugar que era buenmozo. - el escritor sonrió, como bromeando consigo mismo - Sé que podría haber puesto en el papel muchas más palabras de las que están allí, para que nuestra conversación fuera más enriquecedora y este momento más valioso, pero eso sólo reduciría la magia de la narración y nos ataría más aún al destino inexorable. Luego de este encuentro, nunca nos volveremos a ver. Por lo menos no he escrito nada acerca de que hubiera un reencuentro. Es más, hace muchos años que ya no escribo acerca de ti. Y no recuerdo la conversación que tuvimos. Pero si me das unos minutos, puedo buscar el libro en mi biblioteca...

- ¡No! - exclamó Alicia - Déjame creer que tenemos la libertad de decir lo que deseemos, y que no estamos forzados a seguir un guión preestablecido...

- ¡Ay princesa! - dijo el hombre - A mí me gustaría respetar el guión, puesto que en él se narraba posteriormente cómo hacíamos el amor sobre este mismo escritorio. La diosa y el hombre, la creación con su creador... Sería un instante místico que nadie, nunca, en todos los universos que conoces, ha tenido. Porque tienes un único creador, y soy yo. O por lo menos soy el único que ha oído los ecos del leve murmullo de tu existencia, atrapado y confinado en tu trono esférico sin lugar ni tiempo.

- ¡Estás loco! - le reclamó ella - ¡Jamás me acostaría con un humano! ¡Ya no necesito hacerlo! ¡Y mucho menos si el simple acto de negarte mi cuerpo puede servir para

demostrar que no has escrito sobre mi destino, y que realmente no eres mi creador!

- Entonces, hagamos una prueba, para saber realmente si soy o no tu creador... – la interrumpió el escritor - ¿Qué recuerdas de tu niñez? Eres de Inglaterra, caíste en el agujero del conejo, o en otros portales similares como ser espejos, pórticos, escaleras... Y crees recordar lo que otro escritor escribió sobre otra Alicia, la del país de las maravillas, y piensas que eres ella, pero no lo eres. Sólo eres similar. Yo te bauticé como Alicia en honor a aquel famoso personaje, puesto que también has recorrido mundos alternativos a través de los portales que los unen, pero los recuerdos de la otra Alicia, que crees tuyos, en realidad no te pertenecen. Podrías haberte llamado Diana, Venus, o de cualquier otra forma... Eso sí, tú eres mucho más valiosa que ella, porque yo te he dotado de más poder, y te admiro, y me admiro por haberte creado.

- Es cierto, recuerdo muy poco de mi niñez, ¡Pero eso no significa que no la haya vivido!

¡Es más, puedo ir ahora a verme a mí misma en el pasado en mi mundo, y recordar todo, porque lo he vivido! ¡Tú no puedes escribir sobre cada respiración que doy, sobre cada mundo que he recorrido, puesto que te tomaría incontables vidas, salvo que tú mismo seas un dios!

- Hay corrientes filosóficas que dicen que todos somos dioses en potencia... Aunque yo no creo serlo. - respondió calmadamente el hombre - Ciertamente no he escrito sobre cada paso que has dado. Sólo sobre los que me parecieron interesantes relatar, o los que pude crear con mi disminuido intelecto. Y no he llenado los espacios vacíos de tu vida con mi pensamiento. No sé si esos espacios están realmente vacíos y no lo notas, o si los has vivido realmente sin que yo los pensara o describiera. No puedo decirlo.

Ella se quedó muda. Luego lloró, desconsoladamente. Recordaba poco de su vida pasada, tal vez porque realmente era un simple personaje fruto de la mente de un hombre, o porque el shock del momento paralizaba el accionar de sus neuronas y sus recuerdos. El hombre la confortó, la abrazó, sintió su piel y sucumbió al deseo de poseer a su propia creación, tal cual estaba escrito. Ella se lo permitió, recostándose sobre el escritorio y trayéndolo hacia sí; también lo deseaba, también deseaba ser poseída por su creador, o, si no era su creador, por lo menos por el único ser en el universo que la conocía y comprendía...

En la madrugada, ella despertó aún aferrada al hombre, en un sofá, completamente desnuda. Con lágrimas en los ojos lo besó en la frente y se levantó. “Nunca volveré” le susurró al oído. Y se desvaneció silenciosamente, sin el espectáculo de humo y luces con el cual había llegado.

Él abrió los ojos, también mojados.

- No he dormido hoy, mi princesa... Yo sé que no te volveré a ver, y por lo tanto quise disfrutar de cada respiración, de cada suspiro tuyo, de tu piel sobre mi piel. Y mientras tanto pensé miles de historias donde eras la protagonista, para prolongar tu existencia y tu vida posteriormente a este encuentro. Tal vez sigas viviendo más allá de lo que mi mente ha creado, o tal vez te hundas en el vacío de la inexistencia, pero no puedo saberlo, sólo escribo historias, normalmente inconclusas, o con finales abiertos. Y es cierto que en el final del libro escribí que no nos veríamos nunca más, pero también escribí que mi semilla se iría contigo y ese fragmento de mi ser nacería de tu vientre siendo tan mágico como tú, convirtiéndose en tu compañero de viajes, porque dejarte sola por toda la eternidad era un destino demasiado cruel para ti, mi más hermosa y prodigiosa creación...

 

Jeu Azarru (20/07/2007)

Fuente en Internet: www.jeuazarru.com






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