VIAJE DE EINSTEIN EN BICICLETA SOBRE UN RAYO DE LUZ
Por JOSÉ ZANARDINI
josezanardini@hotmail.com
Hoy se cumplen 75 años del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, posterior en tres días al bombardeo de Hiroshima. La figura de Albert Einstein quedó asociada desde entonces a la bomba atómica, sobre todo gracias a la famosa portada del 1 de julio de 1946 de la revista Time en la cual el ilustre físico y su ecuación «E = mc2» brillaban sobre el fondo de un hongo atómico. Este artículo nos recuerda otras facetas de su vida.
El niño Albert nació en una antigua ciudad medieval de Alemania en el Estado de Baden Wurtemberg; la bella ciudad donde vivió su infancia es Ulm, sobre el río Danubio, que la separa del Estado de Baviera; desde la torre de la magnífica catedral gótica de Ulm se admira la majestuosa cadena de los Alpes.
El asombro y la curiosidad fueron las constantes de la vida de Albert desde muy pequeño. Cuando nació su hermana Marie, dos años después que él, pensando que se trataba de un nuevo juguete, preguntó: «¿Dónde están las ruedas?» Y de grande escribía: «Nunca dejamos de asistir como niños curiosos al gran misterio en el que nacimos». La familia Einstein, de religión judía, abandonó Ulm por razones económicas y se trasladó a Munich, donde Albert frecuentó una escuela católica; de niño tenía dificultad para hablar, a tal punto que la empleada de la casa le llamaba «el tonto».
Alguien formuló la hipótesis de que Albert no pensaba con palabras sino con imágenes y de que este sistema de conocimiento le permitía notables intuiciones. Desde su niñez, en la familia y en la escuela, se caracterizó por sus actitudes rebeldes hacia la autoridad, lo que le granjeó serias dificultades con los profesores. Demostró desde pequeño gran habilidad y rapidez en los cálculos matemáticos y, emulando a la madre, que era una excelente pianista, estudió violín, alcanzando un acentuado profesionalismo. Música y matemáticas fueron sus pasiones desde niño y solía repetir: «El desarrollo intelectual debería empezar en el momento del nacimiento y cesar solo con la muerte». Para él, la música era el ámbito que le permitía concentración y fecundidad creativa en los descubrimientos científicos.
Según la tradición de las familias judías, los sábados había invitados a almorzar; a casa de los Einstein solía ir un joven estudiante de nombre Max Talmud, quien, al descubrir los intereses y la curiosidad de Albert, le llevaba libros científicos que eran leídos con avidez.
El papá de Einstein le había regalado a su hijo a los cuatro años una brújula que le ayudó a abrir la mente a los campos magnéticos y gravitacionales, orientando sus observaciones hacia las fuerzas de atracción de las grandes masas estelares y planetarias; y esto lo llevaría luego a la formulación de las célebres teorías de la relatividad.
«A los 12 años me entusiasmaba comprobar que bastaba razonar para descubrir la verdad. Me convencí de que la naturaleza podía entenderse como una estructura matemática relativamente sencilla», escribió Einstein. A los 16 años se imaginó cómo sería un viaje en bicicleta sobre un rayo de luz: habría una velocidad relativa del ciclista con respecto al rayo y una velocidad absoluta del mismo con respecto a un observador externo al rayo de luz. Esta simple observación, aplicada a las elevadísimas velocidades de la luz, le permitió formular aquellas teorías sobre el espacio y el tiempo que revolucionaron los conocimientos científicos del momento y abrieron un sinfín de nuevos descubrimientos y aplicaciones tecnológicas que continúan hasta nuestros días y seguirán siendo básicas para el futuro.
Cuando en 1894 la familia Einstein por una crisis económica decidió migrar a Italia, Albert no quiso quedarse en Munich a continuar la escuela, que no le gustaba y donde su presencia no era grata a los docentes; se trasladó a Suiza y continuó la escuela en Aaran, donde los docentes tenían un pensamiento creativo y liberal. En esa ciudad se hospedó en la casa de la familia Winteler, cuya hija Marie fue la primera novia de Einstein.
Intentó luego ingresar en la renombrada Escuela Politécnica Federal de Zurich, pero no pasó el examen de ingreso; le fue bien en matemática y física, pero se aplazó en literatura y lenguas.
Ingresó al año siguiente y se graduó en 1900. La Escuela Politécnica Federal es una Universidad de altísimo nivel que en 170 años de funcionamiento formó 21 científicos que obtuvieron el premio Nobel, entre ellos el mismo Einstein. Su profesor de matemáticas le dijo alguna vez: «Eres muy inteligente, pero tienes un gran defecto, no permites que nadie te diga nada»; y el profesor de física le tildó en una oportunidad de «perro perezoso».
Por su carácter rebelde, y siendo la física teórica todavía desconocida, no lograba encontrar trabajo, y así aceptó en 1902 un puesto en las oficinas de patentes de Berna (Suiza).
Se casó en 1903 con Mileva Maric y tuvieron tres hijos; luego se divorció, y al cabo de varias aventuras amorosas se casó con Elsa Lowental en 1919.
El año 1905 fue venturoso para Einstein: publicó cuatro trabajos importantes, entre ellos la teoría cuántica para explicar el efecto fotoeléctrico y la teoría especial de la relatividad con la célebre ecuación de la conversión de masa en energía y viceversa: E=mc 2
Con estas publicaciones empieza su ascenso académico: profesor en la Universidad de Berna en 1908, luego en la Universidad de Praga, y en la Universidad de Berlín. En 1915 publica la célebre obra sobre la Teoría General de la Relatividad que le valió el Premio Nobel de física en 1921.
Adquirió fama en el ambiente científico y viajó a Estados Unidos donde fue triunfalmente recibido por las autoridades y el público. Dio muchísimas conferencias y entrevistas. En Hollywood se hizo amigo de Charlie Chaplin, con quien compartía ideas socialistas; en un momento dado, Chaplin le dijo: «A mí todos me quieren saludar porque me entienden, y a ti todos te quieren saludar porque no entienden tus teorías».
Fue un genio talentoso, perseverante y obsesivo con extraordinario poder de concentración. No le faltó tampoco ser excéntrico, arrogante, independiente y ofensivo con quien lo criticara. Sin embargo, como padre era cariñoso y amable con sus hijos.
Él escribió: «Los ideales que han iluminado mi camino y me han dado valor una y otra vez para afrontar la vida con alegría han sido la bondad, la belleza y la verdad».
El genio de Einstein, que abordó los misterios del espacio y del tiempo, prestó también una peculiar atención a la espiritualidad; de joven se dedicó al conocimiento de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento de los judíos; luego, en la escuela católica, conoció el cristianismo con el Nuevo Testamento. Pero por su espíritu autónomo, independiente y crítico no se pudo encerrar en rígidos y dogmáticos esquemas religiosos. Paul Parsons, uno de los mejores biógrafos de Einstein, escribe: «A pesar de una aversión a la estructura religiosa rígida, Einstein negó categóricamente su no creencia en Dios, encontrando una nueva fe en la belleza y en el orden de la naturaleza. De hecho, se burló públicamente del ateísmo de los demás, calificándolo como una forma de intolerancia».
Ante la idea de un Dios que mira a la humanidad para premiar a los buenos y castigar a los malos, Einstein optó por un Dios que se evidencia en los misterios del universo. Dijo: «Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía de las leyes del mundo; y no creo en un Dios que se ocupa del destino y de los actos de la humanidad». Spinoza fue un filósofo holandés del siglo XVII de gran influencia en el pensamiento occidental; investigó la distinción entre religión y razón, y es considerado un panteísta.
El biógrafo Parsons acota: «Einstein en una ocasión afirmó que cuando analizaba los méritos de una teoría científica, en ocasiones se preguntaba si Dios habría diseñado las cosas de esa manera». Y el mismo Einstein escribió: «La ciencia sin la religión está coja, y la religión sin la ciencia está ciega». El gran científico falleció en Princeton, Estados Unidos, en 1955.
El viaje de Einstein en bicicleta sobre un rayo de luz aún no ha terminado, porque él mismo logró frenar el tiempo.
Einstein y su esposa, Elsa, circa 1920. Librería del Congreso, EE. UU.
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR
Domingo, 09 de Agosto de 2020
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