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Roberto Goiriz

  ANTOLOGÍA DEL TEATRO CLÁSICO - Por JORGE AIGUADÉ - Tapa: ROBERTO GOIRIZ


ANTOLOGÍA DEL TEATRO CLÁSICO - Por JORGE AIGUADÉ - Tapa: ROBERTO GOIRIZ

ANTOLOGÍA DEL TEATRO CLÁSICO PARAGUAYO

Por JORGE AIGUADÉ

Editorial El Lector,

Tapa: ROBERTO GOIRIZ

Asunción-Paraguay 1997. 353 pp.


"ANTOLOGÍA BÁSICA DEL TEATRO PARAGUAYO"

Si nuestro teatro se origina en la época colonial y se consolida en tiempos de Carlos Antonio López, la dramaturgia paraguaya arranca recién en el segundo decenio, de este siglo. A pesar de su corta vida tiene ya una identidad y una trayectoria propias.

Esta antología se define como "básica" porque no pretende constituirse en una antología en el más ortodoxo sentido de la palabra, sino reunir y poner al alcance del lector algunos textos claves que sirven de jalones para construir un panorama de la historia del teatro en español en nuestro país. Textos que, por otro lado, en su mayoría ya son difíciles de encontrar o no están en circulación.

Seleccionados por el crítico y director teatral Jorge Aiguadé, esta Antología básica del teatro paraguayo reúne dos piezas de la primera generación propiamente dicha de dramaturgos nacionales, SORPRENDIDOS Y DESCONOCIDOS de Luis Ruffinelli e INTRUSO de Arturo Alsina. A ellas sigue una pieza escrita en español del mayor dramaturgo de nuestra historia teatral, Julio Correa, TORIBIO. Queriendo dar la importancia que se merece al teatro más reciente, se incluye tres obras de la dramaturgia de los años 50 y 60: HILARIO EN BUENOS AIRES, de Néstor Romero Valdovinos, EL FIN DE CHIPÍ GONZÁLEZ, de José María Rivarola Matto y LA NOTICIA, de Mario Halley Mora.


ESTA EDICIÓN

 

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Reproducimos en esta Antología básica del teatro paraguayo las siguientes ediciones de las obras que presentamos:

· LUIS RUFFINELLI: SORPRENDIDOS Y DESCONOCIDOS, Asunción, Imprenta Ariel, 1924.

· ARTURO ALSINA: INTRUSO,en ALSINA, Arturo, Obra teatral, Asunción, Editorial Manuel Ortíz Guerrero, 1990, pp. 209 a 276.

· JULIO CORREA: TORIBIO, original dactilografiado del autor que consta en el archivo de Autores Paraguayos Asociados (APA).

· NÉSTOR ROMERO VALDOVINOS: HILARIO EN BUENOS AIRES, original dactilografiado del autor, proporcionado por la viuda, doña Maruja de Romero Valdovinos.

· JOSÉ MARÍA RIVAROLA MATTO: EL FIN DE CHIPÍ GONZÁLEZ, Asunción, Ediciones Diálogo, 1965.

· MARIO HALLEY MORA: LA NOTICIA, en Teatro paraguayo de Mario Halley Mora, Volumen Dos: El último caudillo, Testigo Falso y La Noticia, Asunción, El País, 1971, pp. 119 a 175.


AGRADECIMIENTOS

Han prestado una inestimable colaboración para la elaboración de este libro la señora Mirta Rivarola, quien facilitó la consulta en el archivo del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos; el arquitecto Carlos Colombino y el señor Salvador Valenzuela, del Centro Cultural de la Ciudad, Manzana de la Rivera. Agradezco vivamente el apoyo y la colaboración de Víctor Bogado, Rudi Torga, la licenciada Margarita Kallsen, las señoras Ana María Imizcoz, Maruja viuda de Romero Valdovinos y Esperanza Alsina de Portaluppi, el doctor José María Rivarola Matto, mi padre Samuel Aguadé, y a mi asistente Marlene Aponte. JORGE AIGUADÉ - Asunción, febrero de 1998.


PRESENTACIÓN

Si la palabra "básica" forma parte del título de esta obra, es porque ella no pretende constituirse en una antología en el más completo sentido de la palabra, sino en reunir y poner al alcance del lector algunos textos claves que sirvieron de jalones a la historia del teatro en español en nuestro país, que en su mayoría ya son difíciles de encontrar o ya no están en circulación. Nos circunscribimos al teatro en español por considerar que el mismo en guaraní es todo un universo que requiere una atención especial. Una antología del teatro en guaraní en el Paraguay está siendo preparada para esta editorial por Rudi Torga.

Hemos seleccionado dos piezas de la primera generación de dramaturgos del teatro paraguayo, Sorprendidos y desconocidos de Luis Ruffinelli e Intruso de Arturo Alsina. A ellas sigue una pieza escrita en español del mayor dramaturgo de nuestra historia teatral, Julio Correa, Toribio. Queriendo dar la importancia que se merece al teatro más reciente, incluimos tres obras de la dramaturgia de los años 50 y 60: Hilario en Buenos Aires, de Néstor Romero Valdovinos, El fin de Chipí González de José María Rivarola Matto y La Noticia de Mario Halley Mora.

Como este tomo forma parte de una enciclopedia, dichas obras vienen precedidas de una introducción que busca proporcionar al lector una visión panorámica del desarrollo del teatro en nuestro país, para ubicar con exactitud cada una de las obras que se ofrecen en ese contexto. (JA)

 

PANORAMA DEL TEATRO PARAGUAYO

UN TEATRO DE LARGA DATA, UNA DRAMATURGIA JOVEN

 

La historia de la dramaturgia paraguaya es muy breve: se remonta al segundo decenio de este siglo. Pero las raíces de nuestro teatro son muy largas: vienen de los mismos primeros años de la colonia.

Puede decirse que el teatro desembarcó con el pie derecho en la recién fundada Asunción, y llegó, vivaz y polémico, disfrazado de auto sacramental, pero con espíritu de farsa política virulenta. En la fiesta de Corpus de 1544, el capellán Juan Gabriel Lezcano ofreció después del oficio una violenta sátira contra el depuesto gobernador Cabeza de Vaca (1).

Así, expresando la problemática local, nació la dramaturgia en estas tierras. A la pieza de Lezcano siguieron en años siguientes otras farsas, de carácter profano. Pero de ellas no quedan otros rastros que la crónica, de manera que no pueden entroncar con la dramaturgia actual.

 

EL TEATRO COLONIAL

Durante la colonia, fuera del ámbito jesuítico, las manifestaciones teatrales fueron escasas y pobres. Las profanas consistían principalmente en las "rúas", desfiles más o menos alegóricos de personajes disfrazados que pueden haber sido el origen de nuestros "cambara'anga"-, actos alegóricos, pantomimas, declamaciones y hasta diálogos dramáticos que se ofrecían en algunas circunstancias especiales, como cambio de gobernadores, visita de virreyes o personajes ilustres. Los cambios de monarca, por ejemplo, eran celebrados con procesiones de los retratos de los nuevos reyes.

Por otro lado, en los colegios el teatro formaba parte de la instrucción moral y religiosa de los niños y adolescentes, en forma de piezas didácticas escritas por lo general por los religiosos que eran sus maestros, piezas que desde luego no fueron conservadas.

Sólo a fines del siglo XVIII, con la mejora de la situación económica, el menor aislamiento y el surgimiento de toda una élite intelectual formada en la Ilustración -que será la que nos dará la independencia política en 1811- comienzan a tener importancia las manifestaciones teatrales en Asunción, y elencos de jóvenes locales, en los que actúan hasta señoritas de la buena sociedad (lo cual es una muestra de los aires de liberación que soplaban por esas fechas) representan obras de peso como LA VIDA ES SUEÑO de Calderón de la Barca o TANCREDO de Voltaire en algunas celebraciones especiales (2). Pero todo este florecimiento no llegó a dar frutos en lo que a dramaturgia se refiere, y por otro lado la dictadura de Francia se encargó de liquidarlo después de la Independencia.


EL TEATRO EN LAS MISIONES

Utilizando la pantomima y el canto, los jesuitas llevaron a la danza ceremonial indígena originaria a cumplir dentro de las Reducciones primero una función "ofrenda" y más tarde de adoctrinamiento e inculturación. Con la inclusión posterior del diálogo, los jesuitas, en un inteligente proceso que parece repetir el del nacimiento de este arte en Grecia, desembocan en la representación teatral, ya totalmente inserta en el ámbito religioso cristiano.

El teatro misionero se dividía en dos categorías: el ofrecido en fechas religiosas solemnes (Semana Santa, Corpus, Navidad), como parte de las ceremonias, y el representado en circunstancias especiales, como la visita de superiores, cambios de monarca, virrey o autoridades eclesiásticas. En el primer caso, se trataba preferentemente de danzas alegóricas, procesiones y autos sacramentales. En el segundo caso, se daba cabida a las formas profanas: comedias, entremeses y óperas (3). Este teatro, al principio humilde, llegó a adquirir gran fastuosidad y magnificencia en las puestas, con rico y variado vestuario, gran cantidad de participantes y enorme despliegue escenográfico. Los intérpretes eran, en todos los casos, indígenas.

"Hay explícito testimonio de que gran parte del teatro religioso reduccional era en guaraní. De escribirlo se encargaban los Padres, duchos muchos de ellos en este idioma. También escribían los Padres las obrillas profanas. Se sabe sin embargo de algún caso en que los autores fueron los propios indios (4). Las óperas, sin embargo, eran siempre en castellano.

Las piezas originales, se perdieron, quizá definitivamente, después de la expulsión de los jesuitas. Sin embargo, el bagaje teatral supervivió a la expulsión y los datos indican que, hasta un siglo después de su salida, los indios seguían, una y otra vez, montando los viejos textos en guaraní. Tal vez este haya sido el modo en que llegó hasta nosotros el único testimonio que parece haber quedado de aquellos tiempos: un texto oral, recogido de un campesino paraguayo a principios de este siglo, por el doctor Manuel Gondra, que fue publicado, según Josefina Plá, en revista Estudios de Buenos Aires en el número 312, de junio-agosto de 1937 (5).

Las ceremonias populares que hasta hoy la gente realiza en festividades especiales, como la Semana Santa, cargadas de elementos teatrales y de gran fuerza dramática, pueden ser supervivencias de aquellas ceremonias enseñadas por los jesuitas -y los frailes franciscanos fuera de las Misiones- a los indios.



DON CARLOS CREA EL TEATRO NACIONAL


Después del largo paréntesis de la dictadura del doctor Francia, le cupo a don Carlos Antonio López, como en tantos otros órdenes de la vida de nuestro país, sentar las bases para el teatro paraguayo propiamente dicho.

Carlos Antonio López tenía una amplia visión de los elementos que formaban parte de la vida de una nación y entendía que el progreso debía darse en todos los sectores al mismo tiempo. Por eso siempre tuvo muy en cuenta el desarrollo de las artes y la cultura, y se preocupó personalmente en impulsarlo. Y dentro de la cultura, tuvo muy en claro el papel del teatro como formador de la conciencia nacional, de la opinión pública y de la cultura ciudadana.

Para ocuparse de la creación y el desarrollo de un teatro nacional, López contrató en Europa a un profesor, dramaturgo y director teatral español, Ildefonso Antonio Bermejo, quien llegó al país en marzo de 1855 y se tomó tan al pie de la letra el encargo, que no sólo formó el primer elenco teatral nacional, sino diseñó y construyó (haciendo él mismo de albañil incluso) el edificio del Teatro Nacional, en la parte de atrás de lo que hoy es el Teatro Municipal, enseñó actuación, ensayó y montó obras, planificó las primeras temporadas, tradujo algunas piezas del francés y del inglés, realizó decorados y hasta asumió funciones de utilero.

La primera presentación de la Compañía Nacional se realizó el 4 de noviembre de 1855, ante don Carlos, su esposa e hijos y la plana mayor del gobierno. Entre las obras seleccionadas para la inauguración figuraban MUÉRETE Y VERÁS de Bretón de los Herreros, y otras piezas breves arregladas por Bermejo (6). El repertorio de esa compañía provenía del teatro neoclásico español e incluía dramas, comedias y hasta zarzuelas y operetas.

Durante el gobierno de don Carlos se desarrolló así una intensa actividad teatral, en un primer momento a cargo de la Compañía Nacional (a la que parece haberse sumado poco después un elenco aficionado creado por Madame Lynch y que funcionaba en su casa), y en años posteriores -ya disuelto el elenco oficial local, no sabemos por qué- a cargo de compañías extranjeras, principalmente españolas, contratadas en Buenos Aires por el gobierno por intermedio de Bermejo.

Es una de estas compañías españolas la que presenta, en setiembre de 1858, una pieza de Bermejo titulada UNA LLAVE Y UN SOMBRERO, ya escrita y estrenada en Europa, y en enero de 1859, la pieza más antigua que se haya escrito o refundido en nuestro país que se conserve: UN PARAGUAYO LEAL, la primera también en que aparece la idea de personajes y acciones desarrolladas en el Paraguay.

Josefina Plá considera que la obra "abre las puertas del teatro nacional” (7), lo cual es una exageración, porque en realidad UN PARAGUAYO LEAL ya había sido escrita y estrenada en Europa con el título de EL PODER DE UN FALSO AMIGO, y Bermejo la adaptó a las corridas, poniendo nombres paraguayos a los personajes y los lugares y colocando bocadillos y chistes en guaraní, que algunos atribuyen a Natalicio Talavera (8). Fuera de esto, nada, ni la historia, ni las relaciones sociales, ni el carácter, ni el lenguaje de los personajes, tenía que ver con el país. De todos modos esta obra, editada muchos años después, en 1898, en ocasión de una de sus reposiciones, por la Imprenta Kraus, es el testimonio dramatúrgico más antiguo que poseemos en nuestro país.


EL TEATRO Y LA GUERRA

Hasta el inicio de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el teatro siguió viviendo en nuestro país gracias a las visitas de compañías extranjeras, ponderantemente españolas, que venían del Río de la Plata a ofrecer largas temporadas, bajo el frecuente auspicio económico del gobierno, que otorgaba franquicias o se hacía cargo de los pasajes.

Ese año de 1865 estaba de visita la compañía Pelayo-Azcona, a la que el inicio de las hostilidades dejó sin trabajo, y sus miembros debieron hacer de todo (modistas, peluqueros, maestros y profesores, hasta algunos de ellos abrieron una escuela primaria) para ganarse el pan. Sus elementos, reagrupados con actores paraguayos, estrenaron las dos únicas piezas que vieron la luz durante la contienda, las primeras obras realmente escritas en nuestro país, las verdaderas "puertas de la dramaturgia paraguaya": LA DIVERTIDA HISTORIA DE LA TRIPLE ALIANZA, escrita por el americano residente en el país Comelio Porter Bliss, estrenada el 16 de octubre de 1866, y LA CONFERENCIA DE DON PEDRO II, del boliviano también residente doctor Tristán Roca, estrenada el 24 de mayo de 1867.

Como sus nombres lo indican, eran obras de exaltación patriótica y de sátira al enemigo. Dadas las circunstancias, es lógico suponer el compromiso propagandístico a favor de la causa paraguaya. Lastimosamente, no quedan rastros de ninguna de estas obras (9).


LA POSTGUERRA Y LA RECONSTRUCCIÓN

El fin de la guerra trajo de nuevo, poco a poco, el resurgir de la actividad teatral, a medida que nuestro país levantaba la cabeza, económicamente hablando, después del gran desastre. De nuevo aparecerán las compañías extranjeras trayendo su repertorio de teatro español romántico, post-romántico, costumbrista y naturalista, sus zarzuelas, operetas y óperas, a la que se sumaba algo del repertorio europeo contemporáneo (las óperas, naturalmente, eran preponderantemente italianas) e incluso algo de Shakespeare y Moliére. Pero ahora la actividad teatral pasa enteramente a manos privadas, empresarios que contratan teatros y traen a las compañías. El gusto del público desciende a medida que los empresarios comienzan a aplicar criterios comerciales en la contratación de espectáculos.

En 1886 un ex actor catalán convertido en empresario (quizás el más brillante y digno de nuestra historia), Baudilio Alió, consigue la concesión del viejo Teatro Nacional para ampliarlo y convertirlo en lo que es hoy el Municipal. La obra llega a su fin y se inaugura el 21 de julio de 188910.

"Además del Teatro Nacional, otro escenario existía en Asunción en el último cuarto del siglo XIX. Era el Teatro Olimpo, cuyo local se hallaba en la calle Palma entre Convención y Ayolas. Fue inaugurado en el mes de febrero de 1887. Poseía un amplio escenario teatral y era, al mismo tiempo, un salón de bailes públicos". También en esa época funcionaba la sala de teatro del empresario italiano Antonio Andreuzzi, en Cancha Sociedad, un lugar de recreo con jardines, hotel e hipódromo, iluminado con luz eléctrica, en el lugar donde funcionan actualmente el Hotel del Paraguay y la Biblioteca Nacional (12).

A lo largo de los años que van desde 1870 a 1900, la crónica periodística registra una reducida lista de títulos de piezas teatrales escritas y estrenadas en nuestro país en su mayor parte por extranjeros residentes, con la excepción de LOS POLVOS DEL CHIRRIMBINBIN, del paraguayo Angel D. Peña -que es la primera obra escrita por un paraguayo de que se tenga noticia- estrenada en 1882. Pero de toda esta producción no queda ningún rastro.


LOS PRIMEROS 15 AÑOS DEL SIGLO XX

A partir de 1900 el teatro empieza a crecer como preocupación de la intelectualidad y de los artistas en el Paraguay, adquiriendo un peso del que carecía en el siglo anterior. Tiene un valor simbólico el que el propio Ignacio A. Pane, entonces con 21 años, haya inaugurado el siglo escribiendo una pequeña obrita, DIÁLOGO ENTRE MADRE E HIJA, presentada en 1901 en un acto de un colegio de niñas. Más adelante, en 1906, encontraremos otro nombre ilustre haciendo sus primeros pasos en las tablas, Alejandro Guanes, quien participó y ganó el primer concurso teatral de nuestra historia, con una pequeña obra cómica algo zafada, en verso, en un acto, titulada LA CÁMARA OSCURA, cuyo texto no llegó hasta nosotros. En tono más serio y de mayores pretensiones, Pane vuelve a escribir diálogos teatrales, y los publica bajo el título DIÁLOGO DE LOS MUERTOS en 1909 en el diario El Nacional.

A todo lo largo de estos 15 años, la producción dramatúrgica duplica la de los 30 anteriores (13), y algunos títulos sobreviven hasta hoy, como el ya mencionado de Pane o FLOR DEL VALLE, comedia de Rafael Rodríguez Rojas publicada en El Liberal en 1915.

De manera que no es de extrañar que al llegar este año, la plana mayor de la generación modernista nucleada en Crónica, participe en el segundo concurso teatral de nuestra historia, que no llegó a concretarse por intrigas del entorno, pero que era mucho más importante que el anterio (14). Leopoldo Centurión, quien ya había estrenado un drama en un acto (INTRUSO, 1915), Guillermo Molinas Rolón y Roque Capece Faraone participan en dicho concurso junto con representantes de otras generaciones o de otros grupos intelectuales: Alejandro Guanes (en colaboración con Leopoldo Centurión), Leopoldo Ramos Giménez, Santiago Prats.


EL SURGIMIENTO DEL TEATRO PARAGUAYO

Sin explicar muy bien el por qué, Carlos R. Centurión afirma que el año 1915 "señala verdaderamente la iniciación de la literatura teatral paraguaya contemporánea". Josefina Plá, más prudente, afirma que dicho año "marca un punto alto en la conciencia conjunta de la necesidad de un teatro nacional".

De todos modos, parece indudable que esa fecha opera como una especie de divisoria de aguas en la historia del teatro nacional: lo anterior eran ejercicios desconexos, lo de ahora tiene una continuidad y va constituyendo un cuerpo, y aunque no sean todavía obras definitivas ni mucho menos maduras, se habla de "los cimientos de un teatro nacional". Por lo demás, es sólo a partir de esta época que se conservan la mayoría de los textos.

Para hacer un resumen de la intensa floración de esos años, valgámonos de la enumeración de Centurión: “Rafael Rodríguez Rojas ese año publicó en EL LIBERAL de Asunción su comedia titulada FLOR DEL VALLE y J. Demetrio Morínigo, valido de la Compañía Meca, el 14 de mayo estrenó su drama MARTIRIOS DE UNA MADRE O VENGANZA DEL CORONEL. Dos años después la Compañía Chico de la Peña puso en escena EL INTRUSO, comedia en un acto de Leopoldo Centurión. Más tarde ese mismo autor presentó al público asunceno EL HURACÁN, drama, y EL FINAL DE UN CUENTO y LA CENA DE LOS ROMÁNTICOS, comedias. Siguieron a Centurión otros autores noveles. Eusebio A. Lugo llevó a las tablas LA CHALA, drama; CAMINO DE LA FUENTE, comedia; LA EPOPEYA DEL MARISCAL, drama (...)” (17).

Otros dramaturgos surgidos en la época son Pedro Juan Caballero (EL PASADO, EL IMÁN, EL VENCIDO y EL CÍNICO, comedias y LOS BUITRES, drama, piezas todas perdidas); José María de Nestosa (OVER-ALL ASUNCENO, piquete y SE RIFA UN MARIDO, pieza cómica); Leopoldo Ramos Giménez, cultor del teatro social en la línea anarquista de Rafael Barret (LA INQUISICIÓN DEL ORO y LA HERENCIA, dramas); Francisco Martín Barrios (LA CHISPA ROBADA y MARISCAL LÓPEZ, dramas); Manuel Ortiz Guerrero (EIRETÉ, EL CRIMEN DE TINTALILA y LA CONQUISTA, obras de teatro poético) (18).

Pero, ¿cómo era esta dramaturgia? Por supuesto que polimorfa, recibiendo las más variadas influencias. El drama romántico, el realismo y el costumbrismo español, el teatro social argentino, el modernismo literario y el "art-nouveau" decadentista, y en menor medida el teatro de Ibsen, marcan sus pautas. Una de las vertientes de la recién nacida dramaturgia nacional parece ser el teatro costumbrista, pero no es la favorita: deberá llegar Correa, 20 años después, para recuperarlo en otro nivel de mayor densidad. El teatro histórico también se manifestó, pero tampoco fue preferencia.

La vertiente favorita parece ser el melodrama que fluctúa entre el romanticismo y el costumbrismo. La crítica social o moral y la sátira de costumbres tuvieron su lugar. Las obras eran representadas por los elencos extranjeros que visitaban nuestro país, lo cual determinaba su lenguaje: los personajes paraguayos en la mayoría de los casos se expresaban como españoles o rioplatenses.

(1) PLÁ, Josefina, Cuatro siglos de teatro en el Paraguay, Tomo I. Asunción, Universidad Católica, 1990, p. 15.

(2) Ibid, p. 19

(3) Ibid, p. 23

(4) Ibid, ibidem.

(5) PLÁ, Josefina, "La literatura paraguaya en una situación de bilingüismo", en Estudios paraguayos, Vol. 2, n° 2, Asunción, 1974, p. 6, nota al pie de la página. Sin embargo, nadie hasta ahora ha podido recuperar este texto, que yo sepa.

(6) PLÁ, Josefina, Cuatro siglos de teatro en el Paraguay, Tomo I, op. cit., p. 46.

(7) Ibid, p. 57.

(8) Ibid, p. 58.

(9) Ibid, pp. 69 a 86.

(10) PLÁ, Josefina, Cuatro siglos del teatro en el Paraguay, Tomo II. Asunción, Universidad Católica, 1991, p. 70.

(11) CENTURIÓN, Carlos R., Historia de la cultura paraguaya, Tomo I. Asunción, Patronato de Leprosos del Paraguay, 1961, p. 394.

(12) Ibid, p. 395.

(13) Ver PLÁ, Josefina, Cuatro siglos de teatro en el Paraguay, Tomo III. Asunción, Universidad Católica, 1994, pp. 85-86.

(14) " Ver una vez más PLÁ, sup. cit. pp. 37-42 y 87-88.

(15) CENTURIÓN, Carlos R., Historia de la cultura paraguaya, Tomo II, op. cit., p. 140.

(16) PLÁ, Josefina, Cuatro siglos de teatro en el Paraguay, Tomo III, op. cit.,p.43

(17) CENTURIÓN, Carlos R., op. cit., p. 140.

(18) Ibid, pp. 140-141.

 

 

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