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PEDRO D. RUSO SKURICH (+)

  BIOGRAFÍA MONSEÑOR ANÍBAL MARICEVICH FLEITAS, 1999 - Por PEDRO D. RUSO S.


BIOGRAFÍA MONSEÑOR ANÍBAL MARICEVICH FLEITAS, 1999 - Por PEDRO D. RUSO S.

MONSEÑOR ANÍBAL MARICEVICH FLEITAS

SEGUNDO OBISPO DE CONCEPCIÓN

(Biografía, Acción Pastoral, Anecdotario, Testimonios)

Por PEDRO D. RUSO S.

© Pedro D. Ruso S.

Edición al cuidado del P. Carlos Heyn

Concepción-Paraguay 1999

 



 

PRESENTACIÓN

 

Considero que el honor que me depara el apreciado amigo Dr. Pedro Ruso -paradigma de quienes enaltecen con su dedicación, constancia y generosa dación total a la cultura concepcionera y paraguaya -con esta Presentación del libro, excelentemente documentado, sobre MONSEÑOR ANÍBAL MARICEVICH FLEITAS, es para mí, al mismo tiempo, un deber de gratitud.

Ya el autor tuvo el mérito singular de otra obra sobre el primer Obispo de Concepción y Chaco, MonseñorEmilio Sosa Gaona, "fruto -decía yo en elprólogo— de un meritorio, cariñoso y largo esfuerzo personal, documentado y gráfico, sobre la personalidad y actuación del mismo".

Ahora hace vivo otro esfuerzo suyo -incluso más prolongado- sobre la vida y benemerencias del segundo Obispo de Concepción, ejemplo también éste de Pastor solícito y eximio ciudadano.

Es deber,digo, de gratitud ya que Monseñor, en noviembre de 1968, me había, junto con otros tres salesianos concepcioneros, consagrado sacerdote en su flamante catedral. Veinticinco años después -en pleno ardor de los ataques indignantes del seccionalero Ramón Aquino-, celebramos juntos lasbodas de plata de dicha ordenación con el mismo obispo, en la misma catedral, junto al mismo altar...

Se conjuga, pues, entre ambos amigos -el autor y el presentador-, y con los queridos parientes de MonseñorMaricevich, una interacción, movida antes que nada por un férvido aprecio hacia este dignísimo Obispo. Por eso puedo afirmar también que este segundo libro del Dr. Petarí “fue pacientemente redactado con la memoria del afecto y con el pulso de un corazón agradecido”

El contenido de la presente obra es abundante, densamente rico y casi exclusivamente documental, en sus doce partes que totalizan 72 capítulos. Entre aquellas se destacan los Reportajes, que personalmente respondió Monseñor, a insistentes periodistas en distintas épocas y acontecimientos. Constituyen unas auténticas "Memorias" de su paso por la vida, cuatro años antes de morir... Se detallan también su llegada a Concepción, el patético "caso Jejuí", en 1975; los entretelones de la visita del Papa, en 1988; una conocida infamia pública contra su persona; susbenemerencias y su despedida de Concepción. Simpático y curioso el "Anecdotario" , que nos relata, en intimidad de recuerdos de "cuate", el autor. Y, de un valor que consideramos extraordinario, los ocho capítulos Testimoniales, sustanciosamente elaborados por numerosas personalidades, que más de cerca conocieron "los rasgos notables de la vida, de la acción pastoral y de la ininterrumpida lucha humano-cristiana" en las distintas regiones -principalmente en sus Diócesis de Concepción-del afamado Monseñor...

En fin, todo el libro es un conjunto de testimonios sobre la clara-aunque a veces por algunos discutida- personalidad valiente del segundo Obispo titular de la indoblegable ciudad de Concepción. Y sobre su importantísima actuación pastoral, en aquellos trascendentales años para la difícil historia de la Iglesia y el Estado. Y alcanza a la parte mayoritaria -tenaz e injustamente postergada- del sufrido Pueblo Paraguayo, como lo son el Campesinado y las clases marginadas de todo el Norte, que abarca, dentro de la diócesis de Maricevich los departamentos de Concepción, San Pedro y Amambay. Transcendencia que englobó no sólo al cuerpo colegiado de la Conferencia Episcopal Paraguaya, que siempre apoyó al valiente Pastor norteño, sino llegó a conmocionar a la augusta persona del actual -e igualmente batallador-Sumo Pontífice, Juan Pablo II, en su inolvidable e histórica primera visita al Paraguay, en mayo de 1988, impedido injustamente de pisar el heroico y noble suelo concepcionero...

En las interesantes páginas que siguen, el lector podrá apreciar suficientemente quién fue, qué méritos desarrolló y qué representó la decidida actuación de Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas, en la línea de la Promoción humana y de la Evangelización, en sus treinta y nueve años de Obispo, para la Sociedad y para la Iglesia de nuestro tiempo. Unánimemente se lo ha proclamado "Padre y defensor de los pobres", especialmente del campesinado y de los grupos y personas marginales...

Rubrico mi contento ante esta importante publicación con los más cálidos plácemes al autor. Y auguro un saludable provecho espiritual, a través de su lectura, a los militantes y feligreses católicos, así como a los creyentes de las distintas iglesias y, en general, a los ciudadanos de buena voluntad que buscan -¡y luchan!, como Monseñor- por un Paraguay más humano, más justo y más cristiano.

Por P. Carlos Heyn Schupp, SDB

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Fue dura la tarea de entresacar los capítulos y artículos de las diecisiete carpetas dejadas por Mons. AníbalMaricevich Fleitas, las que me fueran confiadas por familiares para el difícil emprendimiento de escribir un libro. Las acepté con responsabilidad, en atención precisamente a esa confianza y porque no podía rehuir, de ninguna manera, la amistad sincera y fraterna que supo Monseñor brindar a todos los amigos, especialmente a mí y a mi familia, a quien hemos rodeado durante treinta años.

Para toda esa maravillosa familia de los Maricevich, están dichas aquí las gracias por el insigne honor que me dispensa; y para qué agregar más, si ellos saben que todas las mejores expresiones brotan de lo más íntimo de mi corazón.

Lo más difícil para mí fue el pretender hacer conocer todas sus Cartas Pastorales y sus magníficas Homilías, pues, a no dudar, podrían haberlo hecho, pero sería necesario escribir otro libro. En consecuencia, ese capítulo lo dejo al más sano criterio de algún escritor, docto en la materia, que con erudición lo pueda desarrollar objetivamente.

Hojeando y leyendo someramente todos esos documentos, me parece haber sido iluminado al final por mi conciencia: encontré la solución salvadora de esta deficiencia, comenzando con su biografía y luego transcribiendo notas sobre innúmeros reportajes a que fue sometido en vida. He notado los grandes valores de sus pensamientos, tan lúcidos y de tanta coherencia, que hasta la Santa Sede las grandes reuniones del Episcopado Latinoamericano, como Puebla, Medellíny Santo Domingo, las han tomado como directrices de la nueva Iglesia Postconciliar. Completo con anécdotas, discursos, poesías, actitudes jocosas, elogiosas y hasta cáusticas, tendientes al sensato objetivo de hacer amena la lectura. Es en la última parte donde incluyo numerosas y valiosas apreciaciones sobre la personalidad de Monseñor Maricevich, a cargo de amigos y colaboradores suyos. Aquí quiero destacar un hecho singular, relativo a lo que acabo de expresar con respecto a sus Cartas Pastorales: se refiere al hecho de que pude contactar con el Reverendo Padre Leocadio Rodríguez, ex colaborador de Monseñor, gran maestro de juventudes, que ya se había destacado anteriormente, durante muchos años en Bolivia, manejando brillantemente a ese precioso estamento de la vida que es la juventud, de donde surge la luz de los aconteceres de la historia de la humanidad. Fue él quien me facilitó un documento de su autoría, que va en dicha parte final con el título de "Los Ejes Doctrinales de su Acción Pastoral", que sintetiza maravillosamente los centenares de documentos pastorales que dejó Monseñor.

Es de destacar el que, con el libro que lancé a poco más de un año, titulado "MONSEÑOR EMILIO SOSA GAONA, PRIMER OBISPO DE CONCEPCIÓN Y CHACO", pude apreciar mejor ahora,comparando con éste "MONSEÑOR ANÍBAL MARICEVICH, SEGUNDO OBISPO DE CONCEPCIÓN", las diferencias entre las dos épocas en que vivieron ambos Obispos. A doce días de posesionarse de su Diócesis, Monseñor Sosa se encuentra con el inicio de la Guerra del Chaco, tan inútil y devastadora, desencadenada por designios bastardos de grandes empresas multinacionales, pero que felizmente concluyó, aunque a costa de 60.000 seres humanos perdidos, con la victoria y afianzamiento de nuestro legítimo derecho territorial. Luego de cuatro años de aparente paz, soportó la inevitable incidencia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y dos años después de concluir esta hecatombe, se completa con la malhadada contienda civil del 47, que ocasionara igualmente funestos desplomes en la estructura de nuestra sociedad.

Estos acontecimientos desviaron objetivos nobles, con hermosos proyectos, pero que, sin embargo, en parte se han concretado, algunos muy importantes como la construcción del Seminario Menor, la creación de la primera Escuela Parroquial del país, el Colegio Secundario Diocesano y la Filial de la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", entre otros. El clima que nuestrasociedad y la Nación vivían era más sano y humano y su labor apostólica y evangelizadora fue uno de los puntos fuertes y exitosos de su treintenario episcopado.

En tanto que a Monseñor Maricevich le tocó sobrellevar con estoicismo la otra cara de la moneda: la del insano e inhumano mundo del autoritarismo cínico y salvaje, que conllevó las secuelas de un enfrentamiento, nada ideológico, sino más bien fanatizado por la mente obtusa de la Dictadura, originando un clima que hasta hoy no podemos superar del todo: el de la venganza, la corrupción, el prebendarismo, el latrocinio, el contrabando, la impunidad, el planillerismo, el rédito politiquero llamado "zoqueterismo" y muchas depravaciones más, que han llevado a la pérdida de la dignidad y la moral a miles de oportunistas, acicateados por los zopencos mandones de turno, sirviendo así a los malsanos designios de los que se amparaban en el absurdo slogan de que todo esto era el "precio de la paz que vive la República". El elevado concepto del humanismo y la fraternidad pregonadas por Cristo, lo llevaba bien plantado en su corazón nuestro Obispo, Monseñor AníbalMaricevich, y no dio descanso en sus cincuenta años de sacerdocio (treinta de obispo en ese lapso de tiempo), a su lucha sin tregua contra todas las iniquidades. Todo ello, al final, con justicia, lo ubicó en el pedestal de los "defensores de los derechos humanos", "de los pobres", "de los perseguidos", "de los campesinos, obreros y agricultores explotados". Este es el resumen de lo que ustedes, amables lectores, encontrarán en el relato de la turbulenta vida de un mártir, como lo fue Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas.

Por otra parte, es dable comprender que en este libro encontrarán escenas o declaraciones y participación de algunos personajes que actuaron, tal vez de mala fe. Pero considero justo dar a conocer la verdad, pese a quien pese y aunque esté revestida de la crudeza que esa verdad impone. Habrá personas o familiares que se disgusten y dilapiden enérgicos improperios contra el autor del libro, pues en ese caso, yo les digo: ¡Paciencia! Y si estoy equivocado, sé que Dios me lo perdonará y no titubearé en retractarme si necesario fuere. Pero si todo es verdad y nada más que la verdad, espero que los que se ofendan sepan perdonarme.

Todo lo escrito acá, en su mayor parte, ha salido de la boca o de la pluma deMonseñor Maricevich. Las anécdotas y acotaciones son de mi responsabilidad y las colaboraciones del capítulo final son responsabilidad de los autores. También hay relatos y hechos de los mismos protagonistas, algunos ya desaparecidos y otros vivos aún, que pueden dar sus testimonios. Aquí no hay maledicentes intenciones; sólo se pretende hacer recapacitar a los que tuvieron actuación protagónica, con razón o sin ella, consciente o inconscientemente, impulsados o no por el imperio de la necesidad o ambición de una supervivencia quizá indigna, impuesta por la obsecuencia de los mandones de turno. En estos casos, qué más bello que un examen de conciencia y la honorable reivindicación del arrepentimiento.

Al final, es ese carácter fuerte, enérgico, imperturbable y coherente de nuestro Obispo lo que hizo posible que se impusiera en forma valiente a todos los desmanes a que fue sometido nuestro pueblo.

Muchas gracias. 

Pedro D. Ruso Skurich


 

 

 

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