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JORGE RUBIANI
  1811 - HISTORIETA - Guión: ROBIN WOOD - Dibujo: ROBERTO GOIRIZ - Asesor histórico: JORGE RUBIANI - Diciembre 2009


1811 - HISTORIETA - Guión: ROBIN WOOD - Dibujo: ROBERTO GOIRIZ - Asesor histórico: JORGE RUBIANI - Diciembre 2009

 1811

HISTORIETA REALIZADA BAJO EL PATROCINIO DE LA

COMISIÓN NACIONAL BICENTENARIO

En el marco del programa

BICENTENARIO ITAIPÚ-CABILDO

Ficha Técnica:

Guión: ROBIN WOOD

Dibujo: ROBERTO GOIRIZ

Colores: EDGAR ARCE

Asesor histórico: JORGE RUBIANI

Diseño: DANIEL MILESSI
 
Producción General: TINTA PARAGUAYA
 
 
Entregados con la edición de ABC COLOR
 
Nº 1 - Martes, 15 de diciembre de 2009;
 
Nº 2 - Martes, 22 de diciembre de 2009;
 
Nº 3 - Martes, 29 de diciembre de 2009 y
 
Nº 4 - Martes, 5 de enero de 2010.
 

El Bicentenario de la Independencia Nacional nos convoca a recordar la gesta del 14 y 15 de mayo de 1811, junto a otros acontecimientos que sucesivamente concretaron al Paraguay como República Independiente. Ellos merecen desde luego la máxima atención y difusión, pues es esencial para un pueblo el reconocimiento de su pasado. Porque en torno al mismo y como resultado de elevarnos permanentemente hasta las alturas de sus grandes logros, o aun buceando en las profundidades de sus detalles más escabrosos, es como llegamos a construir la Memoria Colectiva. Esa extraña mezcla de mística y ciencia, valores y sentimientos, costumbres y tradiciones que nos inducen a relacionarnos, a pensar, actuar u observar el mundo de una determinada y peculiar manera. Y que por lo mismo, nos otorga una personalidad social y nacional. Los pueblos realimentan regularmente dicha Memoria gracias a la labor de historiadores y cronistas, los que haciendo uso de distintos medios y propuestas, hacen que la gente elabore sus mitos o deshaga los que existen al mismo tiempo de manifestar sus afectos o desafectos en torno a los protagonistas de los acontecimientos más trascendentales de la patria.
 
Este trabajo es uno de esos aportes. En un formato poco frecuente en nuestro país para la difusión de contenidos académicos, pero de gran utilidad, popularidad y eficacia en otros; especialmente de Europa y Estados Unidos de América. Es la historieta que, gracias a dos excelentes cultores del género, los artistas compatriotas Robin Wood y Roberto Goiriz, nos acerca a los hechos resaltantes de la Independencia Nacional y sus protagonistas, siendo deseable que a partir de esta obra y en las vísperas de los actos conmemorativos por el Bicentenario, se nos permita conocer otros detalles de la rica historia del Paraguay con obras de similares características. La historieta -debe afirmarse- es un vehículo accesible, veraz y ameno para la aproximación de la gente al impostergable y necesario contacto con el pasado. Y porque propenderá -sin dudas- a la formación de una nueva dotación de lectores e interesados en el tema. Debe reconocerse -de hecho- que gente de todo el mundo sólo sabe de la historia universal o de sus propios países, porque tuvo acceso a filmes, series de TV o historietas y que éstas, especialmente, se han constituido en una herramienta de expresión creativa de gran familiaridad en la comunicación de niños y jóvenes.
 
Y aún si se retaceara el valor de este género como expresión de conocimiento, debe decirse que su aporte no ha caído nunca en los vicios de cierta "ciencia histórica" que no siempre ha abrevado en "la verdad y nada más que la verdad". Pues ha sucedido en tiempos pasados (afortunadamente pasados, aunque la tendencia tiende a manifestarse de cuando en cuando) que la "historia se ha acomodado" y puesta "del lado" de los que la maquillaron, manipularon o distorsionaron, colocándose sus mentores como genuinos "herederos" o "intérpretes" de los paradigmas nacionales y de la historia misma. Pero si la ciencia histórica se obliga a la apelación de las fuentes más genuinas disponibles, la historieta se plantea -es cierto- mayores libertades, aunque dentro del mismo apego a los documentos originales y la bibliografía existentes. Que ni esas libertades son para faltar a la verdad o falsear los hechos, sino para otorgarles detalles que no habrán estado ausentes en las gestas históricas:
¿Cómo habrían estado vestidos los patriotas que salieron en la noche del 14 de Mayo? ¿Qué gesto el de Velasco en cuanto le fue intimada la rendición? Y.. ¿Cuál la expresión de los soldados frente al enemigo? ... o ¿Cómo se producía un ataque de caballería?
 
Además de muchas otras interrogantes a las que la historieta ofrece al menos un canal de posibilidades para su dilucidación, imaginando al mismo tiempo los colores, los espacios, proponiendo posiciones y posturas de los hombres, recreando expresiones de antagonismo, bronca, alegría, pesar, dolor; en un proceso creativo que requiere de estudios, de muchas lecturas -no exclusivamente históricas- para que finalmente la reflexión, el talento y la capacidad expresiva de sus autores concreten la labor.

Finalmente y propuestos a incidir en la Memoria Colectiva, podemos apreciar en nuestro país -como en otras latitudes del mundo- fenómenos estadísticos que alteran profundamente las relaciones humanas de nuestros pueblos y sociedades. Por ejemplo: que la velocidad con que circula la información o para ser más precisos: el acelerado proceso de tecnologización de la comunicación-vuelve obsoletos los planes educativos más ambiciosos; que la concentración de la población urbana supera a la población rural y que concreta ghetos que se "auto-administran" para bien o para mal, y se sustraen de los planes gubernamentales; que en un alto porcentaje, las familias se han convertido en hogares con un sólo adulto y niños menores; que si estos hogares aun respondieran a los esterotipos tradicionales, los chicos y jóvenes pasan más tiempo en el colegio o fuera de la casa, que con sus propios padres. Y que sus pautas de diversión, hábitos sociales, valores, ya no responden a los que fueron diseñados para regir la vida de sus padres, de sus maestros y hasta autoridades. Que es altísimo el número de jóvenes migrantes: de aquellos que salen simplemente de sus casas hacia cualquier parte. O que van a los grandes centros poblados del país, o del exterior: Hacia la Argentina, España o Estados Unidos de América, con la inevitable excusa: trabajo, mejores expectativas de vida, concreción de sueños. O en el peor de los casos, con la pretensión de evadirse de la frustración y de la miseria.

Frente a este panorama agravado por la violencia, la falta de oportunidades y disolución social, la conmemoración del Bicentenario es una oportunidad para exigir de todos una actitud de responsabilidad y compromiso, además de propuestas: políticas, económicas, sociales, culturales, legales. Pero al tiempo de proveer soluciones a los problemas de nuestros conciudadanos o atenuar sus consecuencias más nefastas, también es necesario dotarles de sensibilidad, proveerles de conocimientos, valores, de sentido de pertenencia, junto al intransferible e imprescindible "orgullo de ser", como nos recordaba Manuel Domínguez. Porque sólo la conciencia de lo que somos nos dará motivos para integrarnos, respetarnos además de dotarnos del sentido de responsabilidad social y colectiva que nos acredite miembros de una sociedad solidaria y tolerante. Que devolverá a nuestros "habitantes" y "co-ocupantes" del suelo patrio, su condición de "ciudadanos" o "compatriotas". Que devolverá "colectividad" la condición de miembros de "una comunidad" de la que no hubiera salido jamás. Una sociedad -en fin- con un claro sentido para la convivencia, con valores, esperanzas y códigos respetados por todos.

Como un pequeño componente (aunque más no fuera) de esta misión inmensa e impostergable, tenemos también la obligación de crear mecanismos diferenciados y alternativos para la difusión del conocimiento. Misión en la que nos permitimos insertar este trabajo de Wood y Goiriz, el que junto a otros de otros escritores y operadores culturales, nos ayudarán a "saber para comprender" y “comprendiendo sentirnos responsables". Esperamos que todas estas propuestas y ésta en especial, nos ayuden a acceder de una manera fácil, amena y precisa a los fastos de nuestra Historia. Al mismo tiempo que redunden hacia un mayor interés para abarcar otras lecturas y albergar inquietudes de progreso. El del hábito de la lectura -por ejemplo- y el de la correspondiente profundización del saber. Tanto como para aquilatar el mismo sentido del honor y el compromiso que guiaron a algunos paradigmas a concretar este Paraguay cuyo destino merece nuestros mejores y continuados esfuerzos.
 
Tuve el honor de acompañar este Proyecto en una pequeña medida. Mi aporte se centró en la provisión de información, bibliografía y documentos para que los autores agregaran a sus muchos conocimientos, las versiones de mayor crédito posibles de otras fuentes. Y que el cotejo de esta selección evitara -también en lo posible- la difusión de errores. Desarrollé la tarea con la convicción que mantengo de ver el género de la historieta, desde hace ya tiempo, como un mecanismo expresivo y de comunicación de primer orden, eficaz, directo y absolutamente válido para la enseñanza o la difusión de nuestra historia.
Creo que el resultado logrado por Wood y Goiriz es, a todas luces, plausible. Pero si aun hubiera cosas que mejorar, se los irá logrando, de seguro, con el correr de nuevas ediciones, mediante otras propuestas de estos mismos autores o de otros.
 
Debe tenerse en cuenta que la persistencia y la tenacidad no sólo hicieron posible la emergencia del Paraguay como Estado independiente. Todavía hay atavismos y tabúes de los que los paraguayos tenemos que independizarnos.
 
Octubre, 2009
 
 
 
 
 
 
CUANDO LA HISTORIETA LLEGA
 
MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA
 
 
 
 
Espadas en alto, uniformes deslumbrantes, Fulgencio Yegros y Manuel Cavañas cargan al galope contra el ejército del comandante porteño Manuel Belgrano, quien ha invadido el Paraguay para ayudarlo a liberarse de la corona española, a cambio de convertirlo en provincia de Buenos Aires.
 
El gobernador Velasco y sus oficiales se han batido cobardemente en retirada. "¡Esta ya es nuestra batalla y no la de los españoles!", grita Yegros, en el clímax del ataque final, a orillas del río Tacuary. Un niño-soldado Al otro lado de este luminoso y épico escenario, un hombre adusto y sombrío escribe a la luz de las velas, entre estantes desbordados de libros y un telescopio que apunta a las estrellas. "La historia nos enseña que cuando hay muchos héroes, el caos y las guerras internas se suceden", reflexiona José Gaspar Rodríguez de Francia. Y su sentencia final resuena dura, irónica, premonitoria: "Por eso es mejor evitar el exceso de héroes...".
 
En este subyugante y contradictorio clima de luces y sombras, de heroísmo y traición, de patriotismo exacerbado y conjuras políticas, se proyecta 1811, la gran novela gráfica con que el escritor Robin Wood -el más grande autor del noveno arte que ha dado el Paraguay- y el ilustrador Roberto Goiriz -incansable creador y principal productor de la narrativa dibujada en nuestro país- han decidido homenajear a la celebración del Bicentenario de la Independencia.
 
La deuda que hasta ahora ni la literatura, ni el cine, ni el teatro, han podido cumplir, la asume el injustamente subvalorado género del cómic: contar la saga de aquellos hombres furtivos, que en la madrugada de 1811 emergieron desde un oscuro callejón, para jugarse la vida por dar nacimiento a una nueva patria en el corazón de la América del Sur.
 
 
LA OTRA HISTORIA, NUESTRA HISTORIA
 
Una silla caída en el suelo y varios hombres vestidos con trajes de época, que permanecen parados alrededor de una mesa.
 
La imagen de la Revolución de Mayo que los paraguayos tenemos grabada en el inconsciente es la misma que está dibujada en los billetes de diez mil guaraníes: héroes de bronce, próceres acartonados y solemnes, fríos y distantes come estatuas de museos.
 
Este 1811 va por otro camino Con la demostrada habilidad de recrear hechos históricos en tono de aventura y acción dramática pero con una rigurosa fidelidad investigativa, que recurre tanto a los archivos y documentos de época como a los testimonios y anécdota: de la memoria colectiva guardada en poemas y relatos, en canciones y leyendas populares, los guiones de Robin Wood desbordan con osadía los estereotipados límites de la historia oficial, para ofrecer un fresco vital del Paraguay de hace 200 años.
 
Un Paraguay que por momentos parece tan de ahora, como si nada hubiese cambiado, por más que hayan pasado dos siglos.
 
En el proceso de co-creación fecunda, de la armónica integración de talentos que permite la historieta, los dúctiles trazos de Roberto Goiriz dibujan rostros que son básicamente parecidos a los que nos aprendimos de memoria en los manuales escolares, pero son también los mismos rostros con quienes nos cruzamos a diario en cualquier calle de cualquier ciudad, en cualquier polvoriento rincón de nuestra desgarrada geografía.
 
Francia, Caballero, Yegros, Iturbe, Peña, Molas... se parecen a sí mismos. Es decir, a la imagen que de ellos nos hemos construido. Pero más se parecen al vecino de enfrente, al chofer del micro, al vendedor de diarios o al despensero de la esquina.
 
El paisaje que dibuja Goiriz es reconocible al primer vistazo, y hasta ese imponente cerro que corona como fondo la batalla de Paraguarí es el mismo cerro que hemos visto desde la ventanilla del auto a nuestro paso por la ruta uno. Será por eso que cada página y cada viñeta de 1811 respiran con tanta fuerza, con tanto realismo, como si estuvieran vivas.
 

HOMENAJE
 
Nacido en la verde soledad de Colonia Cosme, en el seno de una comunidad de migrantes irlandeses y escoceses, en su amada Caazapá, Robin Wood supo compensar una precaria escolaridad con su asombrosa voracidad por la lectura, que lo motivó a convertirse en uno de los mejores escritores de historietas del mundo, creador de casi una centena de personajes, ya inscriptos en la antología universal del cómic.
 
Desde aquella primera "HISTORIA PARA LAGASH", publicada en 1967 en la revista D'artagnan de Buenos Aires, Wood se convirtió en el mejor maestro de historia para varias generaciones de apasionados lectores.
 
¿Quién no se asomó a la epopeya de la civilización sumeria, calzándose las sandalias del errante NIPPUR DE LAGASH? ¿Quién no llegó hasta lo más profundo de la conquista de América, siguiendo los pasos de IBÁÑEZ, EL ANGEL o el ex esclavo DAGO? ¿Quién no conoció las glorias y miserias de la gran Revolución de Octubre, que acabó con la Rusia de los Zares, siguiendo las andanzas de KOZACOVITCH y CONNORS?
 
Entre los más de 5.000 guiones que se estima ha publicado en cuatro décadas, se han filtrado muchas referencias sobre el Paraguay en la obra de Wood. Desde el romántico espía inglés DENNIS MARTIN persiguiendo a un peligroso asesino en las aguas del lago Ypacaraí, hasta la conmovedora saga del veneciano DAGO luchando junto a la india ANAHÍ en las selvas del Yguazú, ha vuelto una y otra vez a las claves históricas y culturales de su país natal, del cual tuvo que emigrar siendo aún adolescente, para forjar en el exterior su exitosa carrera de escritor.
 
Esta es la primera vez, sin embargo, que el caazapeño errante aborda un tema tan crucial, tan desafiante, tan nuestro, tan enteramente paraguayo, para ayudarnos a entender las claves que dieron origen a nuestra identidad como Nación.
 
Y no es gratuito que Wood lo haga junto a Roberto Goiriz, el primer dibujante compatriota con quien mantiene una fructífera y exitosa colaboración profesional, nacida hace algunos años con la creación de "ISABELLA", una serie de historietas educativas para la organización Transparencia Internacional, y fortalecida luego en la producción de "WARRIOR M, EL ÚLTIMO GUERRERO DE LA HUMANIDAD" e "HIRAS, HIJO DE NIPPUR", que ambos están produciendo con mucho suceso para mercado europeo.
 
Nacido en Asunción, en 1961, Goiriz se ha convertido en el más entusiasta propulsor del humor gráfico y el cómic paraguayos, desde que en 1979, junto a JUAN MORENO y CARLOS ARGÜELLO, editaran "QUIMERA", la primera revista local enteramente dedicada al género. Pero ya antes, desde los 16 años, había colaborado con los diarios ABC Color, La Tribuna y Ultima Hora, realizando ilustraciones y humor gráfico.
 
En 1984, con JUAN MORENO y NICO ESPINOSA, GOIRIZ crea la legendaria revista "EL RAUDAL", que durante más de dos décadas aparece en diversos formatos, reuniendo lo mejor del noveno arte en el país. Luego viaja a Brasil, en 1986, para colaborar con las editoriales Abril y Press, de São Paulo. En 1989 regresa al país y a sus actividades artísticas, editando, en colaboración con la editorial El Lector, diferentes álbumes temáticos de cómics.
 
Desde el año 2000, es el principal propulsor de Cháke!, la muestra casi anual del humor y la historieta, que incluye como invitados especiales a creadores de los demás países del Mercosur.
 
En 2002 funda TINTA PARAGUAYA, como una división de su agencia Goiriz Imagen & Cía, dedicada a promocionar la producción local de dibujantes paraguayos para el mercado internacional de cómics, especialmente editoriales independientes de Estados Unidos.
Creador de peculiares personajes de historietas como JOPO, quizá su obra más popular en Paraguay, EYULUNEX y NIKOLAS KLON, y de numerosas narraciones unitarias, Roberto Goiriz ha publicado además una novela, "EL NEGADOR"; un libro de cuentos, "ALREDEDOR DE 40", y el libro "HISTORIA DEL HUMOR GRÁFICO EN EL PARAGUAY", editado en España por la Editorial Milenio, alternando todas estas actividades con su extensa y premiada producción en el ámbito de la publicidad y el diseño.
 
Junto a estos dos grandes creadores, se destaca el talento de EDGAR ARCE, joven ilustrador y diseñador, cuyos pinceles digitales le agregan el color exacto, vivaz y preciso a las páginas de 1811.
 
Nacido en Asunción, en 1983, egresado de la Escuela de Bellas Artes, con una corta pero fecunda carrera profesional en medios locales como los diarios ABC Color y La Nación, la agencia Mass Publicidad y otras empresas. Actualmente trabaja como diseñador e integra el grupo de creadores que desde Tinta Paraguaya realizan colaboraciones para el mercado editorial.
 

EL DEBATE DEL BICENTENARIO
 
La historia que se forjó entre las proclamas de Caballero y las conjuras de Francia no fue la revolución de museo que pregonan los escribas de palacio, ni la pueblada guerrera con que sueñan los guerrilleros de café.
 
Fue acaso mucho más: la contradictoria cotidianidad de hombres y mujeres atrapados en la encrucijada de un tiempo y una geografía concreta, con sus corajes y sus miedos, sus amores y sus odios, sus grandezas y miserias. Hombres y mujeres que heredaron -sin quizá proponérselo- la oportunidad histórica de parir a un sueño colectivo llamado Paraguay.
 
1811 es acaso el legado artístico más grande que Robin Wood y Roberto Goiriz entregan a la nueva generación de paraguayos del Siglo Veintiuno, para ayudarnos a descubrir tras los discursos pomposos de Bicentenario las claves vitales de lo que puede significar esta fecha: la posibilidad de reflexionar acerca de quiénes somos, de dónde venimos, adónde queremos ir, cuál es nuestro proyecto de país.
 
1811 nos puede ayudar a entender con qué ladrillos se hizo esta endeble pero entrañable Nación, y qué tenemos que hacer para limpiar, ordenar y enderezar nuestra casa.
 
 
RESUMEN DEL CAPÍTULO ANTERIOR
 
Los paraguayos están furiosos tras vencer a las tropas porteñas en Piribebuy y Tacuarí mientras los españoles se daban a la fuga... y ahora sus mismas autoridades hostilizan a los paraguayos, encarcelando a muchos, alejando de Asunción a otros, negándose a pagar los sueldos a los soldados, destituyendo a sus oficiales y haciendo pactos secretos con Portugal para que invada el Paraguay... el sombrío doctor Francia teje una telaraña en la que espera que caigan los españoles...
 
 
 
 
 
 
LA ASUNCIÓN DE 1811
 
 
 
¿Cómo era la Asunción que recogió las ansias libertadoras del Paraguay en aquel Mayo de 1811 ? ¿La que vio transitar a los revolucionarios de la conspiración a los cuarteles? ¿de estos a la casa de Gobierno? ¿Y de aquí a la libertad? Para comenzar, la del 14 de Mayo fue noche cerrada y fría. Las calles de tierra estarían a oscuras y en silencio. Sólo algunas pocas esquinas se hacían ver en el débil círculo de luz que una lámpara de aceite proyectaba sobre la tierra mojada. A esa hora la garúa era persistente y la gente dormía o se hallaba recluida en sus aposentos. El silencio y la naturaleza todavía predominante entre las casas, en " ... aquel poético baluarte de árboles frutales", amplificaban los sonidos y haría que los mismos, por pequeños que fueran, resonasen hasta los límites de la ciudad. Estos se detenían por entonces en la línea marcada por el
 
Cuartel del Hospital (hoy Hospital Militar) hacia el Oeste; en los Conventos de San Francisco y de La Merced (bordes de la actual Plaza Uruguaya y el Hotel Guaraní), hacia el Este y Sur, respectivamente. Y en la ribera bañada por el río hacia el Norte. La bahía como la conocemos no existía todavía y recién concretaría sus formas, mucho más tarde. Si la extensión fuera medida en cuadras, Asunción contaba con 13 en el sentido Este/Oeste, y no más de seis, desde la cresta de la loma (actual calle Gral. Díaz) hasta la ribera.
 
 
LO PRIVADO

Pero aquel conglomerado de casas apiñadas "como en un anfiteatro", deslizándose hacia el río, se escurría también hacia los arrabales y caminos reales. Sitios en los que residía alguna población con tambos, corrales y terrenos de cultivo, entre otras instalaciones diversas. Y, desde luego, casas. Pero en el interior de la ciudad, la amplitud de aquellos bordes desaparecía dando lugar a una trama que se intrincaba con una red de calles, callejones, puentes y pasadizos, bordeando arroyos y las estelas de los raudales. Los que con cada lluvia habían hecho estragos de construcciones, patios, huertas y jardines, ni bien terminado el reparto de solares, hacía casi 300 años. En tal largo tiempo de calamidades, aquellas propuestas de la naturaleza obligaron a delinear senderos y casas lejos de la peligrosa proximidad de estos cauces.
 
Aun así, las calles "largueras", como las llamaría Carlos Antonio López en 1849, eran las más espaciosas. De estas y de otras quedó alguna noticia de su nomenclatura: de La Merced, Encarnación, Concepción, de Santo Domingo, Espinosa (que correspondería al trazado de la calle Pdte. Franco), Pombal (a la de Palma), Comercio, siguiendo esta la línea de la actual El Paraguayo Independiente. Alrededor de ellas y entre las casas más importantes se encontraban los de las familias Velarde, Mayorga, Estigarribia, la de Bargas y su "Tienda de Vinos", la de Recalde, Casal; además del Café de Perina, donde se jugaba a las cartas y a los dados y en la que más de un encumbrado cliente dejó sus atuendos sobre la mesa, cuando ya había perdido en las apuestas todo lo que tuviera en los bolsillos.
 

LO PÚBLICO Y LO RELIGIOSO

De acuerdo al mapa elaborado por Ramón de César y Félix de Azara, ya próximos al siglo XIX, algunos de los edificios más importantes de Asunción se hallaban alrededor de la Gran Plaza, frente al Cabildo y entre la calle Comercio y la ribera. Entre ellos, el antiguo Colegio de Jesuitas Exilados, que más tarde sería sede del Real Seminario de San Carlos. Atrás y con sus muelles ubicados sobre la laguna de los Patos, se encontraba la Real Factoría de Tabacos. En un costado de la plaza, la Casa de los Gobernadores, también herencia jesuítica. Y cerrando el espacio en su extremo Este, la Catedral con sus dependencias.
 
Más allá de la laguna mencionada, se localizaban el Convento de Santo Domingo y su ranchería. Esta incluía el Matadero y la Carnicería, la Olería y la toldería Payaguá, un remanente de la gran nación de indígenas chaqueños afincados en la vera del río, aunque sus miembros se mudaran de costa a costa, permanentemente.
 
Ya fuera de la plaza y subiendo la cuesta hacia el Sur, se encontraban la Iglesia de la Encarnación, "parroquia de españoles", sobre la acera norte de la actual calle Palma entre O'Leary y 15 de Agosto; el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes y su correspondiente ranchería, asentada en la actual Plaza de la Democracia y partes del Hotel Guaraní y la sede del Banco Nacional de Fomento; hacia el Este, la Iglesia de San Blas, "parroquia de naturales, pardos y negros"; el Convento de San Francisco y su ranchería, ocupando cuatro manzanas, entre las calles Iturbe, 25 de Mayo, México y Eligio Ayala.
 
Por la época existía también una Casa de la Pólvora en un sitio próximo a las actuales avenidas Colón y el Paraguayo independiente; y hasta un Observatorio, en el predio que ocupa hoy el Ministerio de Hacienda, frente al Teatro Municipal.
 

ARROYOS Y BARRIOS
 
Los más importantes, que atravesaban el casco céntrico, sirviendo al mismo tiempo de desagüe de desperdicios, balneario, lavandería y espacio de retozo de los cerdos, eran los arroyos del Ykua Sati, corriente desaparecida pero que "renacía" de tanto en tanto, en los temibles raudales de la calle Antequera; el del Pozo Colorado, como el anterior, cobraba vida en los raudales de la calle Nuestra Señora de la Asunción; el de los Patos, que se juntaba con el mencionado precedentemente ya próximo a la "gran plaza", para formar la laguna-embarcadero frente a la Real Factoría de Tabacos; el Jaén, sobreviviente como el riacho Verde -hoy llamado "Jardín"- cerca de la actual calle Hernandarias.
 
En cuanto a los barrios, y más que barrios propiamente dichos, Asunción conoció de sitios especiales que heredaron sus nombres del largo tiempo colonial. Por ejemplo: "La lucha" en los bajos de la Chacarita, contando en sus alrededores con la laguna del mismo nombre; "Campanero", en los bajos de la Catedral; "Las Barcas", circundando la laguna de los Patos y "Sanguinas cue", por la misma zona. Además de los que coincidían con los distritos de La Encarnación, Catedral, San Roque. Desafortunadamente, desaparecieron algunas prominencias del paisaje, como las Piedras de Santa Catalina, un conjunto de enormes rocas que se localizarían entre las calles Independencia Nacional, Haedo, Nuestra Señora de la Asunción y Humaitá. Sobreviven mimetizados con asentamientos y construcciones, Punta Carapá, Loma Cabará, San Gerónimo y Loma Clavel.
 

LOS CUARTELES
 
La mayoría se encontraba en el interior o en los bordes de la plaza. Además del Cabildo, entre cuyas dependencias se contaban también la cárcel y su guardia correspondiente.
 
Algunos dicen que en la noche del 14 de Mayo, el de Artillería se hallaba bajo la custodia del capitán Vicente Ignacio Iturbe. Puede deducirse entonces que el mismo no estaba con Pedro Juan Caballero cuando este marchó del "callejón histórico" hacia la plaza. Es probable que estuviera Juan Bautista Rivarola, pues su cuñado Juan Bautista Acosta se encontraba como jefe de Guardia en el Cuartel de la Ribera. De manera que Caballero y quien -o quienes- le acompañaran aseguraron la adhesión de los artilleros y, especialmente, los cañones, antes de dirigirse al otro Cuartel para iniciar los cabildeos de presión para el gobernador Velasco.
 
Debe recordarse también que los guardias eran cambiados en cuatro turnos en los que se dividía la noche en los cuarteles, tras el toque de silencio. Este se producía después de la retreta, para que la tropa se recogiera a dormir. El primer turno de guardia era conocido con el nombre de cuarto de prima; el segundo, el cuarto de modorra; el tercero, modorrilla, y el último, el cuarto del alba.
 
Es probable que Caballero y sus hombres tomaran los cuarteles en el segundo cuarto de modorra, aproximadamente coincidente con el repique de las completas de la Catedral.
 

INDÍGENAS Y NEGROS

La "idealización" de los fastos de la patria suele enfatizar valores simbólicos que no se produjeron u omitir el protagonismo de gente no "suficientemente prestigiada" en el padrón social de nuestro país. Por ejemplo, en su libro "Precursores y actores de la Independencia del Paraguay", Carlos R. Centurión, menciona la participación del aborigen Manuel Cuma, oriundo de Itá, entre los completados. Así como entre las fuerzas de Caballero, se encontraban nombres como los de Juan Leandro Cuayari, Andrés Cacha, Nazario Payarí, aborígenes o de ascendencia indígena guaraní.
 
Sin olvidar que en aquella noche, 58 pardos se hallaban "acuartelados" bajo las órdenes del capitán Pedro Alcántara Estigarribia, para lo "que hubiere lugar".
 

AL FIN LIBRES

Finalmente concluimos que, como puede verse, no todo está en los libros. O tal vez sería mejor dicho: no todo lo que está en los libros se lee... o se sabe. Con esta tercera entrega de 1811, de Wood/Goiriz, pretendemos saber algo más de lo no leído con relación a los fastos de la Independencia del Paraguay. Recordemos sobre todo que fue en Mayo, en 1811, hacía frío y desde entonces el Paraguay es libre de toda injerencia extranjera. Si eso creímos durante mucho tiempo... ¿por qué no creer en lo que nos cuenta la historieta?
 

RESUMEN DEL CAPÍTULO ANTERIOR

Hay un compás de espera en Asunción tras las victorias de Paraguarí y Tacuarí. Los criollos han atrapado una carta de Portugal aceptando invadir al Paraguay y ocuparlo papa preservar de alguna manera su trono para el rey de España. Hay más aprestos de criollos y los prisioneros porteños han sido enviados en miserables condiciones y encadenados contra las promesas de los oficiales paraguayos... Uno de esos prisioneros consigue liberarse de sus cadenas, saltar del barco, llegar a la orilla y en una epopeya increíble regresar hasta su provincia. Es Estanislao López, futuro gran caudillo de todo el noroeste argentino y vencedor del poder porteño. Y en Asunción llega la hopa de los cañones...
 
 

 
 
EL ACONTECIMIENTO
 
Siempre se consideró que el repique de las campanas de la Catedral en la noche del 14 de Mayo de 1811 fue el momento que marcó la salida de los patriotas hacia los "cuarteles de la plaza", para iniciar la gesta libertadora del Paraguay. Pero... ¿a qué hora exactamente sucedió tal redoble? Julio C. Chávez dice que Caballero "y sus compañeros" rompieron la marcha a las ocho de la noche. No menciona cuántos hombres ni quiénes integraban el grupo ni hace alusión a la casa de la que salieron. En otro escrito, el mismo autor afirma que fue "cerca de las 10 de la noche", y que los citados abandonaron la residencia de los Martínez Sáenz (hoy "Casa de la Independencia") donde habían estado reunidos para después dirigirse a los cuarteles. No refiere sin embargo ningún toque de campanas. Mientras que con relación al mismo acontecimiento, el Dr. Jerónimo Irala Burgos asegura que el presbítero Vicente Morales, cura de la Catedral, "hizo sonar las campanas de dicha iglesia (...) para congregar a los conjurados".
 
Dada las discrepancias y siendo poco probable que una misión tan peligrosa fuera preanunciada con el vuelo de las campanas y que un espacio tan reducido como el del casco urbano de la Asunción de entonces, se requiriera semejante mecanismo de convocatoria, las cosas sucederían tal vez de otra forma. Cerca de las nueve de la noche, los conjurados reunidos en la casa de la familia Martínez Sáenz se habrían puesto de pie debido a que en unos minutos más, sonarían los repiques de las Completas que, como otros repiques, se repetían cada tres horas durante todo el día para recordar a los fieles las horas de oración. Plegarias que se realizaban especialmente en los conventos, seminarios o casas religiosas y eran conocidas con los siguientes nombres: maitines o vigilia, a las tres de la mañana; laúdes, a las seis; tercia, a las nueve; sexta, a las 12 del mediodía. La nona sonaba a las tres de la tarde; la de vísperas, a las seis de la tarde, y las ya citadas completas, a las nueve de la noche.
 
Es probable entonces que, aprovechando este inevitable como previsto repique, los conjurados saldrían para marchar hacia adonde los demás los estarían esperando. Es decir, hacia los cuarteles de la plaza. En conocimiento ya del correspondiente "santo y seña". JORGE RUBIANI
 
 
 
 
 
 
 
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