Muchos, sin haber nacido aquí, han amado profunda y entrañablemente al Paraguay. Algunos porque lo han sentido como suyo, insertados en sus esperanzas y tragedias. Aquí, como paradigma, habría que incluir al español Rafael Barrea. Vivió poco en estas latitudes, pero con una intensidad tal que le permitió sintetizar en unos cuantos años fragorosos la razón de ser de su vida.
Otros se han vuelto incondicionales porque conocieron a sus hijos, se hicieron hermanos y unieron sus lazos de amistad como si estuviesen uncidos por el vínculo indeleble de la sangre. Este es el caso del abogado argentino Heriberto José Altinier. Vivió tan cerca de los músicos que anclaron en Buenos Aires que se hizo uno de ellos como José Bragato, Osvaldo Sosa Cordero, Eduardo Rayo, Horacio Guarany y tantos otros.
Las fechas capitales de su biografía se pierden en el tiempo. Los escasos registros escritos de la música paraguaya apenas lo anotan como coautor de paraguayos. La mayoría de las veces lo mencionan con el apellido de Altinier, como también está registrado en el padrón de la Asociación de Abogados de Buenos Aires. A veces, en las carátulas de discos y publicaciones, lo varían: Altinier. La falta de información va, por momentos, con mayor rapidez que el mero cambio de una consonante: un cuadernillo de canciones con indicaciones de notas para guitarra editado en nuestro país lo llama Heriberto Altinier Cardozo. Esto tiene su explicación, como se verá.
El que nos permite ubicarlo en el tiempo y en el espacio al poeta también autor de la letra de Sirena del Paraná con música de Porfirio Báez y Norberto Folino, argentino- es el periodista compatriota que vive en Buenos Aires, César Orué Paredes. Él lo entrevistó para el dominical del desaparecido diario HOY el 9 de octubre de 1988. Como señas de identidad, señalaba que "es abogado penalista argentino" y que "fue catedrático de la Universidad de La Plata, profesor de la Escuela Superior de Policía de La Plata en el área de procedimientos penales de la misma institución". En el Paraguay se oye su nombre por ser el autor de la letra de Canto al Paraguay. Sus coautores ahí son el músico, cantante y compositor APARICIO DE LOS RÍOS -nacido en el barrio Loma Clavel de Asunción y fallecido en un accidente de tránsito en Buenos Aires el 12 de octubre de 1975, y Eulogio Cardozo, contrabajista y compositor. El apellido de éste es el que se le agrega a Altinier, desapareciendo completamente Eulogio Cardozo de quien -dicho sea de paso- tampoco se encuentran muchos rastros en los escasos apuntes sobre música paraguaya.
Pero retornemos a la entrevista de Orué Paredes reproducida por la página www.músicaparaguaya.org.py, de Bernardo Garcete Saldívar.
Altinier conoció al Paraguay a través de sus amigos: José Asunción Flores, Félix Pérez Cardozo, el dúo Riveros-Echagüe, Samuel Aguayo, Eladio Martínez, Jacinto Herrera, los hermanos Larramendia, Raúl Alonso, Manuel González Godoy y, obviamente Aparicio de los Ríos y Eulogio Cardozo.
Los versos de Canto al Paraguay nacieron de la admiración que sentía por el Paraguay. "Me sentía motivado porque vivía con excelentes músicos con quienes compartíamos el techo y hasta la cama. Y esa comunión constante con hombres y música me inspiró esa melodía", le dijo a su entrevistador el profesional de las leyes que había venido al mundo en Gualeguay, poblado de la Provincia de Entre Ríos, Argentina.
Altinier estuvo en Asunción-"Tuve la oportunidad de visitar y vivir ahí con Ángel Berni, una gloria del fútbol paraguayo"-y llevó recuerdos que le sirvieron para agregar a lo que ya sabía y crear, a comienzos de la década de 1950, en Buenos Aires, la letra dedicada a la capital paraguaya aunque su título sea más genérico. Precisa que la canción fue estrenada por los hermanos Larramendia -Agustín (Rubito), Generoso (Chirole) y Luciano (Chulo) en el funeral civil dedicado a Félix Pérez Cardozo-. Esto, según Agustín Barboza (1) fue el 15 de junio de 1952. El arpista falleció el 9 de ese mes.
En cuanto a la identidad de Canto al Paraguay que no encuadra con la destinataria de la poesía, puede explicarse porque ya existía Asunción, de Federico Riera.