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LEÓN CADOGAN (+)
  MIL APELLIDOS GUARANÍES - APORTE PARA EL ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA PARAGUAYA - LEÓN CADOGAN


MIL APELLIDOS GUARANÍES - APORTE PARA EL ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA PARAGUAYA - LEÓN CADOGAN

MIL APELLIDOS GUARANÍES

APORTE PARA EL ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA PARAGUAYA

LEÓN CADOGAN

Nueva edición con ortografía guaraní actualizada

Prólogo por BARTOMEU MELIÀ S.J.

Editorial Tiempo de Historia

Fundación “León Cadogan”

Centro de Estudios Paraguayos “Antonio Guasch”

Asunción-Paraguay, 2007

Imagen de tapa: JUAN BRITOS, Asunción 2005,

Fotografía parte del proyecto: ORIENTE/OCCIDENTE.

Comunidades indígenas del Paraguay.

 

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¿Qué hay en un nombre? Para los Guaraníes, en él radica la esencia de una persona; su alma, su historia y su destino. MIL APELLIDOS GUARANÍES, obra clave de León Cadogan, es entonces mucho más que una recopilación onomástica. También es el reflejo de una cultura y una forma de ver el mundo.

Esta nueva edición, preparada y prologada por Bartomeu Melià S.J., enriquece con importantes aportes la original de 1960. A los nombres tal como fueron registrados por el autor se adjunta una nueva versión según las normas ortográficas actualizadas del guaraní. También han sido ampliadas y explicitadas las referencias originales del texto, y se incluye un Apéndice con nombres guaraníes registrados por la investigadora francesa Capucine Boidin en su tesis de doctorado.

“Estos Mil apellidos guaraníes de León Cadogan, que alguien podría considerar, trivial y livianamente, como vana curiosidad de investigador ocioso, son la prueba documental y exacta de la dimensión del desastre colonial, que cambiando los nombres de personas, desalmaba al Guaraní y le trocaba la cultura, esa cultura de la palabra inspirada”, afirma Melià en su prólogo.

Al rescatar del olvido unos nombres que tras ser manipulados y desnaturalizados durante siglos fueron prácticamente suprimidos por decreto, la obra de Cadogan constituye un aporte fundamental para el estudia de los orígenes y transformaciones de la sociedad paraguaya.


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PREFACIO

Cuando en investigaciones genealógicas llegamos a una quinta bisabuela indígena -oriunda de los pueblos de las Misiones-, el deseo de ir más allá nos llevó a interesarnos en la genealogía guaraní, en la forma de darse sus nombres y transmitirlos y en cómo quedaron asentados éstos en los padrones coloniales.

No éramos conscientes -al principio- de la complejidad del mundo en que ingresábamos.

Dimos finalmente, por recomendación de la historiadora Milda Rivarola, con un pequeño libro agotado hacía años, titulado MIL APELLIDOS GUARANÍES, de LEÓN CADOGAN.

Al leerlo, nos dimos cuenta de que en un entorno científico y social diferente al de su primera publicación, hace casi 50 años, su breve pero agudo texto, así como su riquísimo listado de nombres y significados, era un material que clamaba por su reedición, para beneficio de los investigadores de diversas disciplinas, como antropólogos, etnólogos y genealogistas.

Así, pedimos consejo para ello a BARTOMEU MELIÁ S.J., referente y consejero en todo lo que sea cultura guaraní.

Mediando su habitual generosidad, se fraguó de inmediato este emprendimiento conjunto, que se vio enriquecido por tres enormes contribuciones suyas:

·         La actualización de la ortografía guaraní -tarea que hubiera estado fuera de nuestro alcance-;

·         La aclaración de referencias originales de Cadogan que eran un tanto incompletas o imprecisas en la edición original, y

·         una introducción a esta reedición.

Aportes estos que hacen posible un verdadero renacimiento y una renovación que la obra bien merece.

Se adjunta también un Apéndice de nombres guaraníes extraidos de la tesis de la Dra. CAPUCINE BOIDIN, GUERRE ET MÉTISSAGE AU PARAGUAY: DEUX COMPAGNIES RURALES DE SAN IGNACIO GUASÚ (Misiones 2001-1767) que se consideró apropiado incluir, con permiso de la autora, como complemento de gran interés y utilidad.

Con BARTOMEU MELIÁ S.J, coautor y coeditor de esta edición 2007, agradecemos a todas las personas a quienes recurrimos y que aportaron su consejo o su trabajo desinteresado al proyecto.

MARTÍN ROMANO GARCÍA

Asunción, mayo de 2007

 

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PRÓLOGO A LA EDICIÓN DE 2007 - SON SU NOMBRE.

Breve y certero es el aforismo que aplica Curt Unkel Nimuendajú a los Guaraníes, cuando trata de su alma y nombre. Después de describir con detalle el ritual de nominación de una criatura guaraní, los cantos del pa'i o chamán durante horas, los gestos con que parece que atrapa en el aire esas fuerzas sobrenaturales, como si fueran algo sustantivo y tangible, y las transmite al niño, dejándolo con ellas recubierto y vestido, concluye que el “el nombre es, en cierto modo, a sus ojos, un pedazo del alma de su portador o casi idéntico con él, inseparable de la persona. El Guaraní no “SE LLAMA” así o asá, sino que él “ES” tal o cual” (CURT UNKEL NIMUENDAJÚ, [1914] LOS MITOS DE CREACIÓN Y DE DESTRUCCIÓN DEL MUNDO COMO FUNDAMENTOS DE LA RELIGIÓN DE LOS APAPOKUVA-GUARANÍ, Lima, 1987:31-32).

LEÓN CADOGAN, que no desconocía el texto de Nimuendajú, lo desarrolló y lo enriqueció con sus propios hallazgos etnográficos y reflexiones, sobre todo a partir de su conocimiento de los Mbyá. Cadogan se percató también de la importancia central del nombre entre los Guaraníes. De ello trata precisamente el capítulo IV de AYVU RAPYTA: "Se está por dar asiento a un ser para alegría de los bien amados" (León Cadogan (1959), AYVU RAPYTA..., Asunción, 1992:67), en el que se registran las instrucciones impartidas por Ñamandu Ru Ete, notables por su belleza poética y profundidad filosófica, como nota el mismo autor.

"'Cuando está por tornar asiento un ser que alegrará

a los que llevan la insignia de la masculinidad,

el emblema de feminidad,

envía a la tierra una palabra-alma buena para que se encarne”,

dijo Nuestro Primer Padre

a los verdaderos Padres de las palabras-almas de los hijos”.

El ser de cada uno de los Guaraníes, su historia y su destino, son dichos en su nombre. ¡Ay del niño a quien se le da un nombre equivocado! "Es obvio decir que incumbe al médico-hechicero realizar todos los esfuerzos posibles para obtener que el dios tutelar del niño revele su nombre verdadero" (Ibid.:78). Especialmente difícil será averiguar el nombre de un niño fruto de adulterio, ya que el MBA'E POCHY, el Ser Maligno, se interpone para que el dios tutelar de esa criatura revele su nombre verdadero. El niño no aprueba su nombre falso y muere.

Gran novedad es la recopilación de algunos de los nombres sagrados de los Mbyá, que figuran en esas páginas de Cadogan, por la misma dificultad de conocerlos, "porque ningún indio puede divulgar el propio". Es cierto que algunos nombres son considerados comunes, que Cadogan ha oído personalmente y otros que constan en la documentación histórica, entre los cuales se incluyen los dos famosos caciques GUAIRÁ y PARAGUÁ, personajes de la mitología histórica.

La cuestión de los nombres guaraníes aparece una y otra vez en los trabajos de Cadogan, ya desde 1950, en "La encarnación y la concepción, la muerte y la resurrección en la poesía sagrada “esotérica” de los Jeguaká Tenondé Porãgue-í (Mbyá-guaraní del Guairá, Paraguay" (Revista do Museu Paulista, Nova Série, IV:2233-246). Vuelve al tema con "El concepto guaraní de alma, su interpretación semántica" (Folia Lingüística Americana, I,1, Buenos Aires), de 1952; en “Aporte para la interpretación de un apellido guaraní" (Revista de Antropología, V, 2:189-192), de 1957, y sobre todo en estos MIL APELLIDOS GUARANÍES, publicados por primera vez en 1960. Después vendría todavía, en 1965, el importante "En torno al Bai-eté-ri-vá y al concepto guaraní del nombre" (Suplemento Antropológico del Ateneo Paraguayo, 1,13-13). En él dice: "Podemos resumir nuestras observaciones como sigue: En las hablas guaraníes desarrolladas, existe estrecha relación entre los conceptos de expresar ideas: alma: nombre: salud. El asignar equivocadamente a una persona un nombre que no le corresponde es causa de graves trastornos físicos y nerviosos. Como último recurso para salvarle la vida a una persona desahuciada, se procede a cambiarle el nombre" (Ibid.:11) Esa etnografía pone de manifiesto que "el nombre encontrado tiene para el Guaraní un significado muy superior al que puede tener una simple combinación de sonidos y que sirve para llamar a su poseedor", como ya había hecho notar Nimuendajú (1978:53). El Guaraní es su nombre.

Ahora bien, con la entrada del mundo colonial, la nominación de los Guaraníes sufre un cambio radical y profundo; la imposición del nombre viene ahora del exterior, cuando el bautismo cristiano nada más era a veces que cambiarles el nombre a los indios. Con trocados nombres cristianos aparecen las esposas de Domingo Martínez de Irala: María, Juana, Águeda, Leonor, Escolástica... (B. Potthast-Jutkeit, ¿Paraíso de Mahoma o País de las mujeres? Asunción, 1996:41). En los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca tiene especial relevancia el indio Francisco, "criado de Gonzalo de Acosta.. y criado entre cristianos" y se da cuenta de unos indios principales "cristianos y vasallos de Su Majestad... los nombres de los cuales son: Pedro de Mendoza, y Juan de Salazar Cupirati, y Francisco Ruiz Mayrarú, y Lorenzo Moquirací, y Gonzalo Mayrarú, y otros cristianos nuevamente convertidos" (Cabeza de Vaca, 1555, cap. XX).

La voluntad colonial era que con el bautismo los Guaraníes adoptasen, juntándolo al propio, un nombre castellano, probablemente el del padrino o patrono, como lo muestran los nombres conocidos de esos primeros indios cristianos, instaurándose de paso, a través del mismo bautismo, aquella institución socio-religiosa del compadrazgo que le adquiría al patrono aliados y servidores. No faltarán casos en que los indios piensen que la imposición de nombre castellano es lo esencial del bautismo, aun sin el sacramento. "Por la comunicación que han tenido con los españoles, algunos de ellos tienen el nombre de cristianos, sin saberse si fueron alguna vez bautizados" (Pedro Lozano, Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, Madrid, 1754:72).

Había por los años 1567, un sacerdote, dirá Lozano (1754:51), "tan poco celoso, o por ignorancia o por malicia, que para administrar el bautismo a algún gentil, sólo se informaba si se quería llamar Pedro o Juan".

"Muchos por sólo haberse puesto el nombre de algún español, o haber besado la mano a algún sacerdote, o tocado el agua bendita en el templo, quedaban persuadidos eran ya cristianos, sin cuidar jamás de recibir el bautismo" (Lozano 1754:57).

En las Misiones franciscanas y jesuíticas, como en los demás pueblos de indios administrados por curas de clero secular, cuando el bautismo era ya administrado con mayor preparación y de acuerdo con criterios más religiosos, el sistema de nominación sufriría todavía modificaciones más profundas. Con la sustitución del nombre una religión y una filosofía de la palabra es también substituida por otra. Aun en lengua guaraní, el nombre ya no es guaraní.

Volvamos a Nimuendajú: "Al nombre cristiano no le conceden ninguna importancia y cambian con frecuencia aun el recibido en el bautismo católico. Ellos encuentran extraordinariamente ridículo que el sacerdote, que siempre se considera superior al chamán pagano, en el acto del bautismo pregunte a los progenitores cómo ha de llamarse el hijo: ¡se presentan como “padres” y ni siquiera están en condiciones de conocer el nombre correcto del niño! De ahí proviene el menosprecio del Guaraní por el bautismo cristiano y los nombres poilugueses [o españoles]" (Nimuendajú [191411976:53).

Estos MIL APELLIDOS GUARANÍES, de LEÓN CADOGAN, que alguien podría considerar, trivial y livianamente, como vana curiosidad de investigador ocioso, son la prueba documental y exacta de la dimensión del desastre colonial, que cambiando los nombres de personas, desalmaba al Guaraní y le trocaba la cultura, esa cultura de la palabra inspirada.

Esa transformación onomástica llevada a escala masiva -y de la cual sólo se librarían los pueblos guaraníes libres de la selva que han persistido hasta hoy- es el indicador más cierto y seguro de la barbarie colonial. Hubo la practica colonial mitigada de las Misiones, en las cuales los nombres guaraníes son mantenidos,  pero la denominación guaraní sufre un rotundo proceso de extrañamiento, ya que el nombre personal pasa a ser apellido de linaje patrilinear.

Más perversa es la política que se da a partir del decreto de Carlos Antonio Lopez, de 1848, cuando, al promover la substitución de los apellidos guaraníes por los españoles, desbarata irreversiblemente los orígenes del Paraguay, borra las huellas del mestizaje y sumerge la historia en un magma indefinido y caótico del que ya no saldrá. Nunca antes se ha había dado un acto tan colonial como este del tiempo de la Independencia.

Después de la guerra del 70, cuando buena parte de los libros de bautismo y archivos parroquiales quedaron malogrados, se hizo todavía más difícil el rastreo de las transformaciones sociales del pueblo paraguayo, cuyos nombres auténticos habían ya desaparecido.

Por esto la investigación de don León Cadogan, al recuperar los apellidos guaraníes de fines de la era colonial, nos conduce a un conocimiento privilegiado de historia y sociedad, que otros datos de la misma época difícilmente ofrecen.

León Cadogan, en las iniciales "BREVES ANOTACIONES SOBRE ONOMÁSTICA GUARANÍ", explica suficientemente la metodología y pasos seguidos. Son páginas llenas de enjundia, en las que se establecen extraordinarias relaciones entre los varios aspectos de esa ciencia, que rebasa lo que se suele entender por genealogía. Sólo quien dominaba, como ningún otro, la materia desde las disciplinas de la antropología, la lingüística y aun la historia podía llegar a esos resultados.

Esta edición presenta algunas novedades. A la ortografía primera usada por el autor, que reproduce en gran parte la de los documentos originales, se le ha adjuntado otra ortografía que sigue normas más actualizadas.

En segundo lugar, las referencias, apenas indicadas genéricamente por Cadogan, han sido explicitadas con precisión. La mayoría de ellas se encuentran en el TESORO DE LA LENGUA GUARANÍ, de ANTONIO RUIZ DE MONTOYA, y remitimos a la edición facsimilar de esta obra, publicada por JULIUS PLATZMANN, en Leipzig, 1768, de la que se servía el mismo Cadogan.

Hemos adjuntado un apéndice de nombres guaraníes, que la Dra. Capucine Boidin presenta en su tesis de 2004; es un complemento muy pertinente, siganificativo y útil. Agradecemos su generosidad por permitir su reproducción.

BARTOMEU MELIÁ, S.J.

Asunción, mayo de 2007

 

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INDICE

Prefacio// Prólogo a la edición de 2007// Prólogo a la edición de 1960

I.                    Breves anotaciones sobre onomástica guaraní

II.                  Los nombres personales sagrados Apapokuva (según Nimuendajú)

III.               Los nombres personales sagrados Mbyá

IV.                Los nombres personales sagrados Chiripá

V.                  Los nombres personales sagrados Pãí o Tavyterã

VI.                Nombres de dioses y figuras prominentes de la mitología Guaraní

VII.             Los nombres y apellidos españoles guaranizados

VIII.           Los apellidos guaraníes de las misiones de Tarumá y otras reducciones

IX.                Apellidos por orden alfabético

X.                  Los nombres personales Guayakíes

Bibliografía

·         Anexo I: Padrón de San Ignacio Guasú en 1794

·         Anexo II: Lista de Arrendatarios Oriundos de San Ignacio en 1862

 

 

 

MIL APELLIDOS GUARANÍES

APORTE PARA EL ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA PARAGUAYA

LEÓN CADOGAN

 

         1. BREVES ANOTACIONES SOBRE ONOMÁSTICA GUARANÍ1

 

         Después de escrito "Las Reducciones del Tarumá y la destrucción de la organización social de los Mbyá-guaraní del Guairá" para Estudios Antropológicos publicados en honor del Dr. Manuel Gamio (Méjico, 1956) pude, gracias a la gentileza del conocido guaraniólogo padre Antonio Guasch, consultar la Vida y obra de seis humanistas (1791; versión en castellano: 1946), de Manuel J. Peramás, S.J. y otras obras de los cronistas de la Compañía que contienen referencias acerca de los Ka'yguã o Monteses (Mbyá-guaraní), lo cual me impulsó a estudiar con mayor detenimiento la historia del grupo. Presenté el resultado de mis investigaciones, titulado "Los Mbyá-guaraní del Guairá-bosquejo histórico" al II Congreso de la lengua tupí-guaraní, realizado en Asunción a mediados de 1956, pero el trabajo permanece inédito, a excepción de algunos ejemplares mimeografiados, mal impresos, en los que se publicó simultáneamente un importante poema épico religioso guaraní recopilado por el General Marcial Samaniego entre los Tavyterã (guaraníes) del Alto Ypané.

         Entre las tareas que me impuse en busca de datos, fue revisar unos 1.200 apellidos guaraníes conservados en los registros parroquiales de los pueblos situados dentro del hábitat de los Monteses rebeldes y de sus descendientes los Mbyá-guaraní, y los de Santa María de Fe (Misiones) y otros pueblos circunvecinos, adonde fueron llevados los Monteses y de donde, como es sabido, se fugaron para volver al Tarumá. Utilicé los datos que logré reunir acerca de uno de estos apellidos, Yasuka [Jasuka], para una comunicación titulada "Aporte para la interpretación de un apellido guaraní", publicada en la Revista de Antropología (São Paulo, dic. 1957), transcripta, en parte, más adelante, siendo los conceptos que mereció este trabajo a un amigo especialista en ciencias onomásticas, los que me impulsan a presentar la presente recopilación.

         Los registros de San Joaquín que revisé son fragmentarios; los de Nuestra Señora del Rosario de los Ajos (hoy Coronel Oviedo), son: los Libros de Bautismo, de Confirmaciones y de Defunciones, correspondientes al período 1806-1850; los de Villarrica: el Libro de Defunciones y el de Bautismos correspondientes al período 1807-1848; los registros de Caazapá y Yuty contienen asientos fechados desde 1793 hasta comienzos del presente siglo; los apellidos correspondientes a Misiones fueron obtenidos en una "Lista de los Naturales de Santa María de Fe, de San Ignacio, de Santa Rosa y de Santiago en 1812", conservada en el vol. 406, del Archivo General de la Nación, con datos suplementarios obtenidos en el mismo archivo en un documento titulado "Lista de los Naturales del Pueblo de Santiago", hecha en 1842 y 1843, y otros datos obtenidos en los registros de Santa Rosa, gentilmente puestos a mi disposición por el hoy finado Padre Vericat. En cuanto a los apellidos utilizados en San Estanislao (Santaní), pueblo que, con San Joaquín, constituía las "Misiones del Tarumá", obtuve una lista en el vol. 374 del Archivo General y otra en los Libros del Registro Civil de aquel pueblo correspondiente a los primeros años de este siglo.

         Entre otras personas, han colaborado desinteresadamente en la obtención de los datos contenidos en esta recopilación, don Hipólito Vera y el R. P. Wilfrido Rivas (Caazapá), don Dionisio Cadogan (Yuty), el R. P. Juan Carlos Prieto (Villarrica) y el R. P. Petronio Florentín (Coronel Oviedo); y aprovecho esta ocasión para expresarles mis sinceros agradecimientos.

         Nadie que haya tratado con indios guaraníes admitirá que apellidos como Abaquia (Hombre-sucio): Cheau (Soy-ruin, de mal agüero); Dépa (¿Eres-tú?); Dachéi (No-soy-yo); Cuñamingu (Mujer-floja), y otros por el estilo, que figuran en esta recopilación, sean de origen autóctono, o sea, patronímicos empleados por los indios libres. Porque para el Guaraní prehispánico el nombre era y sigue siendo -para los restos Mbyá, Chiripá y Pãi o Tavyterã, que aún sobreviven en la Región Oriental y hablan dialectos puros, conservando también sus creencias religiosas- una parte integrante del ser humano; o como lo expresara Nimuendajú, escribiendo en 1914:

         "el nombre es un pedazo del alma de su poseedor; mejor, se identifican, formando un todo inseparable... Cuando se han agotado todos los recursos para   salvar la vida de un enfermo, se apela al último de cambiarle el nombre... El enfermo dotado de un nuevo nombre, hasta cierto punto se vuelve una persona diferente".

 

         Cuarenta años después, Emilio Carrillo, dirigente de un pequeño grupo chiripá (guaraní), radicado en Marcelina (Itakyry), me informó que, cuando lo bautizaron por primera vez, le aplicaron el nombre de Tupã Yvyra (Árbol de Tupã, dios de la lluvia y del trueno). A raíz de una enfermedad grave, tuvo que cambiar de nombre, dándole el oporaiva (cantor, dirigente espiritual de la tribu) el de Tupã Yvy Ju (Tierra Sagrada de Tupã). Nuevamente enfermó, y para salvarle la vida, le aplicaron el nombre de Kunumi Surei Mirî (Mozo -Surei (un ave) - Pequeño) y este nombre lo entonaría en la tierra hasta el fin de sus días: añengarai varãma ko yvyre (destinado a entonarlo yo en esta tierra). En la misma creencia de que el nombre es parte integrante del ser se basa la costumbre -citada por Montoya y subsistente hasta hoy entre los Mbyá- de cambiar el Guaraní de nombre cuando cometía un homicidio: "Poroyeerog [porojeereo], mudanza común de nombre cuando matan a alguno"; y en cuya costumbre hay que buscar el origen del empleo, en guaraní paraguayo, de la palabra jero (jeerog, jehero: cambiar de nombre) con el significado de temible, terrible: es jero (terrible) porque cambió de nombre (ojehero) por ¡haber matado a un semejante! Se deduce, por consiguiente, que apellidos como Abaquia [Ava Ky'a] (Hombre Sucio) y otros por el estilo -relativamente poco numerosos- hayan sido aplicados a los neófitos en son de burla al dotárseles de un nombre de pila español y un apellido guaraní -en algunos contadísimos casos, como el de Asamé, de apellidos españoles guaranizados-. Y estudiados el total de apellidos recopilados a la luz de lo que sabemos acerca de patronimia y mitología guaraníes, se deduce que por regla general era al mismo neófito, o quizás al dirigente del grupo al que pertenecía, a quien correspondía la elección de nombre, o mejor dicho, de apellido. A fin de que el lector pueda formarse juicio propio al respecto, transcribo más adelante una lista de los nombres personales "sagrados" de varios subgrupos guaraníes y los nombres de sus dioses principales.

         Entre los patronímicos que encierran reminiscencias de religión y mitología guaraníes que fueron adoptados como apellidos de indios cristianizados en las Misiones y Reducciones, se destaca un número considerable que llevan el sufijo yu (dju)[ju]. Acerca de este sufijo, que al célebre Nimuendajú le tuvo algo perplejo, dice su traductor Juan Francisco Recalde, en 1944:

         "La voz ju pertenece a la mitología y ha desaparecido de la mitología vulgar. Es posible que ni los mismos payé (hechiceros) sepan ya lo que esa palabra significa, y que aparece reatando un nombre personal... Tenemos la coincidencia  de que ju significa también amarillo, pero ese color no tiene valor mitológico".

         Entre los Mbyá, no solamente los dirigentes, sino cualquier indio medianamente versado en las tradiciones religiosas guaraníes, sabe perfectamente bien lo que significa ju; y en "Tradiciones religiosas de los Yeguakáva Tenondé o Mbyá", publicado en 1946, dije que "la definición que de esta voz ju dan nuestros mburuvicha (dirigentes) es: marã'eỹerã ohupitýma va'e (el que ya no puede sufrir daño, el que ya ha alcanzado el estado de indestructibilidad, o sea: es indestructible, eterno). Y las mismas creencias religiosas de estos indios nos brindan, creo, una explicación bastante lógica del porqué del empleo de esta voz con la acepción indicada: en el hecho de considerar ellos como sagrados, divinos, los colores amarillo: ju, y azul: ovy".

         Egon Schaden llegó a la misma conclusión, realizando trabajos de campo entre restos guaraníes del Brasil, como lo dice en sus notas a los "Apontamentos sobre os Guaraní, Por Curt Nimuendajú", Revista do Museu Paulista, Vol. VIII, Nova Série, 1954:

         "Na opinião de Recalde, cor amarela, que em guaraní se diz ju o dju (yu), não tem ‘valor mitológico’, em que se possa fundar outra interpretação. Mas na realidade é esse o sentido que a majoría dos Guaraní da ao final ju (yu), não na traducão vulgar de amarelo, mas como termo religioso em que o amarelo equivale a ‘aureo’, como a luz do sol e, de modo especial, ao celeste, sublime ou sagrado".

 

         Sintetizando, puede afirmarse que los apellidos o nombres con el sufijo ju, denotan que en las personas que los llevan se consideraba que había reencarnado el alma "eterna, milagrosa" de otra ya desaparecida, dogma de la religión guaraní tratado minuciosamente por Nimuendajú; y en ciertos casos, como el de Guayraju (Pájaro Eterno), que en la persona que lo llevaba ha encarnado la palabra -palabra y alma de origen divino son sinónimos en guaraní castizo- enviada a la tierra por el dios o figura mitológica que lleva dicho nombre.

         La elevada proporción de apellidos consistentes en nombres de animales, aves, reptiles e insectos -casi la cuarta parte del total recopilado- trae a la memoria el hecho de que los Guayakí, el grupo más primitivo del tronco lingüístico tupí-guaraní, utilizan exclusivamente nombres de esta naturaleza. Además, los trabajos de campo practicados hasta ahora entre este grupo huidizo, demuestran que "nombre" y "cuerpo" provienen del mismo radical: "The root of the words for name and for body are the same"2. También creen que el cuerpo del feto por nacer está formado de la carne de un animal consumida por la futura madre, hallándose embarazada, animal -ave, reptil o insecto- cuyo nombre llevará también el niño cuando nazca. Los Chiripá contemporáneos utilizan todavía algunos de estos "nombres animales" como patronímicos sagrados. Y aunque entre los nombres "sagrados" mbyá y pãi que he logrado recoger, no figuran nombres de esta naturaleza, aquellos conservan en sus tradiciones memoria de dos caciques llamados Mberu Ava (Hombre Mosca) y Ñanduchi Ju (Libélula Eterna). Un número considerable de los apellidos recopilados son nombres de animales que ocupan lugar destacado en los textos míticos guaraníes: Aguara, Araku, Káva, etc., - y dedicaremos unas observaciones a cada uno de ellos en el lugar correspondiente-.

         Los apellidos Araca, Araraca, Ararayu, Caninde, Guacani, Guyraro, Guyrayu y Paracáu constituyen prueba de la importancia que tienen las aves de esta familia -los loros- en la mitología nativa. En el mito mbyá, fue un loro de los llamados parakáu, el que reveló a Sol y Luna que su madre había sido devorada por la anciana a quienes ellos llamaban abuela, permitiendo a los Gemelos vengarse de ella y de sus hijos. Por temor a que Parakáu revelase los secretos del destino a los hombres: omboarakuaa (impartir conocimientos del universo), Sol desterró a Parakáu, pero confiándole la custodia de la maroma que conduce a Yvy Marã'eỹ, el paraíso guaraní, siendo su obligación enseñar esta maroma a aquellas almas que merecen ingresar en la Tierra Sin Mal, a fin de que puedan cruzar el mar que separa la tierra del paraíso. En los textos de los Tavyterã o Pãi, las aves que enseñan el camino al paraíso a las almas se designan con el nombre de Guyraju (Pájaro Eterno), nombre que figura en nuestra recopilación, y estos Guyraju son los loros: Parakáu y Kaninde (papagayos), figurando ambos como apellidos. En el Ñengarete o poema épico religioso de esta parcialidad al que ya se ha hecho referencia, se cita a Guyraju o pájaro eterno. Oñendu katúrima, Guyraju akaturã ñemboayvu ñandévy (ya se escucha nítidamente que el Pájaro Eterno nos dirige la palabra). Los Chiripá conservan una versión del mito similar al de los Mbyá, sus vecinos.

         Los datos de que disponemos acerca de uno de los apellidos utilizados en las Misiones demuestran que también algunos de los dioses principales del panteón guaraní provienen de nombres de animales; en otras palabras, encierran reminiscencias de un pretérito totemismo. Se trata de Jasuka (Jasukari), apellido conservado en los registros parroquiales de Nuestra Señora del Rosario de los Ajos y también en los pueblos de Misiones. En mbyá, jachuka - la s no se utiliza en este dialecto- pertenece al vocabulario religioso, siendo el nombre de un adorno ritual de la mujer, y el significado que encierra para el Mbyá es el de "emblema de la feminidad". Jachuka Chy Ete (la Verdadera Madre Jachuka, o de las Jachuka) es la esposa del dios del Sol, figura central de su teogonía. Jachuka Vyapu (Tronar de Jachuka) es el nombre religioso del himno o canto ritual de la mujer; y Jachuka, seguido de un calificativo, es el nombre de aquellas personas cuyas palabras o almas (ñe'eng) fueron enviadas por esta diosa a la tierra para que se encarnaran.

         Entre los Apapokuva, según Nimuendajú, jachuka es una vara adornada utilizada por la mujer al repartir la chicha en la danza ritual; y entre los Chiripá he oído citar una hierba medicinal utilizada en enfermedades de la mujer, llamada kapi'i asuka. En la mitología de otro subgrupo guaraní, los Pãi o Tavyterã del Ypané, jasuka es el elemento primigenio, el origen de todo, aun de los mismos dioses. Esta definición, de Marcial Samaniego, de la que dije que era "difícil de aceptar sin investigaciones más prolijas", ha sido plenamente corroborada por Egon Schaden, mediante investigaciones practicadas entre un grupo de la misma parcialidad que había migrado al Brasil.

         El nombre Djasuca-rayví [Jasuka - rayvi] fue hallado también por el R. P. Franz Müller, quien lo cita en su conocido Beiträge... y se pregunta si no proviene del nombre guayakí de una especie de cerdo montés: djasucadju = "Rotkopfschwein". Los elementos de juicio que he reunido prestan visos de probabilidad a esta hipótesis.

         Tajasu, palabra cuya afinidad lingüística con jasuka es evidente para quien conozca el guaraní, significa puerco montés, según Montoya, y bacoro en el Vocabulário na língua brasílica. Tajasu ete, según Montoya, es el nombre del jabalí o cerdo montés grande. El nombre genérico de este cerdo montés grande, en varios dialectos, es cochí; (en "guaraní-paraguayo" se llama tañykatï; nombre que va siendo sustituido por jabalín, del español jabalí); y últimamente llegué a saber que el nombre guayakí es chachu. En la mitología guaraní ocupa un lugar destacado. En Yvy Pytã, el dirigente Eligio Vargas me recitó unos versos de un canto ritual que tiene por tema este kochi o tajasu; y posteriormente el cantor chiripá Faustino Barrios, deplorando la falta de religiosidad de la actual generación, dijo que "en vez de cantar nosotros los dirigentes, debemos trabajar para comprar carne, porque Tajasu Jári (el dueño de los cerdos), hace que los tajasu y otros animales no se acerquen a nuestras trampas, por más que dance y cante yo al saber que un paisano las ha armado". Chiripá y Pãi conservan el mito de "Nuestro paisano que se prendó (ojepota) de la cerda (tajasu)", que tiene por tema la odisea de un indio que, juntándose con una marrana, se traslada al "País del dueño de los cerdos", una isla en medio del mar, para morir en forma trágica al abandonarla y volver a la tierra. Para los Mbyá, como lo da a entender el mito, este cerdo es mymba porã (animal privilegiado), pertenece al dios Karai Ru Ete (Verdadero Padre Caraí, o de los Caraí),          y las piaras hasta se trasladan a su paraíso, una isla situada en medio del mar, según algunos dirigentes; según otros, Para Guachu rovái: allende el Gran Mar. También es mymba porã para los Chiripá, como lo demuestra el canto ritual de Eligio Vargas al que he hecho referencia, mientras para el Tavyterã, es mymba vete (animal verdadero, genuino) y so'o reko katu, nombre que podría traducirse por animal comestible de vida privilegiada.

         Admitiendo la hipótesis del P. Müller acerca de la etimología del patronímico Jasuka -reforzada por el nombre Chachu que he hallado posteriormente entre los Guayakí- y, lo que es igualmente razonable, el nexo entre Jasuka y Tajasu, es tarea fácil explicar por qué en el vocabulario religioso de los Mbyá, Jachuka sea un nombre religioso femenino, en apapokuva, un adorno ritual de la mujer, y en chiripá, con una modificación muy característica del guaraní, una hierba empleada para curar enfermedades de la mujer. Es cierto que Montoya da la traducción tayasu [tajasu]: puerco, tayasu etc: jabalí, etc., pero en mbyá, una de las ramas puras de la lengua que menos modificaciones ha sufrido por contactos con paraguayos, tajachu es el nombre que se aplica a la hembra del kochi, nombre genérico, éste, de estos animales. El macho de la misma especie se llama karaveré, nombre empleado también por los Chiripá para designar el jabalí grande que dirige la manada. En el guaraní de los Tavyterã, la hembra de la especie también se llama tajasu, y el macho guaraku. Llama la atención el que karavere y guaraku no figuren ni en el Tesoro de la lengua guaraní (1639), de Montoya, ni en el Vocabulário na lingua brasílica, pero Guaracu es apellido guaraní y ha sido incluido en esta recopilación por figurar en los documentos examinados.

         En cuanto a la etimología de Karai Ru Ete (Verdadero Padre Caraí, o padre de los Caraí), una de las figuras máximas del olimpo mbyá-guaraní, "dueño del ruido de crepitar de llamas" (tataendy ryapu ja), y "dueño de los cerdos monteses grandes" (kochi ja), podemos atenernos a lo que nos dice al respecto el insigne Montoya:

         "Caraí, compuesto de cará, destreza, astucia, maña; e i, de perseverancia: astuto, mañoso. Vocablo con que honraron a sus hechiceros universalmente, y así lo aplicaron a los Españoles, y muy impropiamente al nombre Christiano y a cosas benditas, y así no usamos de él en este sentido".

 

         A pesar de los esfuerzos del gran guaraniólogo, la palabra se generalizó con el nombre de "bendito", "sagrado", empleándose con este significado tanto en Brasil como en el Paraguay y Corrientes.

         Salta a la vista la similitud entre Karai y Karavere, siendo el significado de esta última palabra, "el superlativamente diestro, astuto o mañoso". A mi parecer, no admite de otra traducción; lingüísticamente, por lo tanto, existe estrecha relación entre Karai Ru Ete, uno de los cuatro grandes dioses de la mitología mbyá-guaraní, considerado como dueño de los jabalíes, y Karavere, el macho o marrano de la misma especie. También me parece evidente el nexo entre Karavie Guasu, uno de los dioses del panteón tavyterã o pãi, y Karai, Karavere siendo una de las tareas de este dios, según varios informantes de esta parcialidad con quienes he hablado; vigilar el lugar de Jasuka: oñangareko Jasuka vendáre. Es cierto que Karai, como Jasuka (Jachuka), es nombre personal sagrado, y que mientras Jasuka es un apellido guaraní relativamente común en los documentos que han servido de base para esta recopilación, en los mismos prácticamente no aparecen apellidos derivados de Carai [Karai]: en ellos he hallado un solo asiento con el apellido Caraibache [Karai-vache] (Llegada del Señor). Este hecho, sin embargo, puede explicarse fácilmente. Como lo dice Montoya y lo repite el Vocabulário na língua brasílica, la palabra se utilizaba primeramente para designar a los europeos (¡una raza superior!) y después, las cosas sagradas; no se vería por consiguiente con agrado que un indio lo llevara como apellido, por más "cristiano" que fuese. En guaraní paraguayo, llamar "Karai" o señor a un indio equivale a blasfemar.

         Tan sugestivas como los nexos lingüísticos entre Jasuka y tajasu; Karai, Karavere y Karavie Guasu, son ciertas prácticas relacionadas con este animal. En Paso Yovái he visto clavada a la puerta de una choza indígena la glándula odorífera del animal, o parte de ella, con los pelos adheridos, explicándome el indio Alberto Medina que es costumbre adornar así las puertas cada vez que se caza un Chochi. Otro informante merecedor de confianza, Paulino Castelli, Mbyá oriundo de Puerto Bertoni, me describió una fiesta a la que asistió en Coronita, población indígena situada entre Presidente Franco (Alto Paraná) y Pa'ijhá o ex-Misión del Verbo Divino, con motivo de haberse cazado dos de estos animales. Las mujeres con sus takuapu (varas de bambú), y los hombres con sus mbaraka (sonajeras) celebraron una corta danza ritual; se convocó a los de la población con angu'apu (tambor); fueron preparados panes de maíz para cada uno de los concurrentes; pronunció una arenga el dirigente diciendo que el cerdo montés grande es mymba porã (animal privilegiado) perteneciente al dios Karai Ru Ete e instando a todos a vivir en paz a fin de que el Dueño de los Cerdos les permitiera vivir muchos años y participar de muchas fiestas como la que celebraban; luego se repartió la carne equitativamente entre los concurrentes juntamente con los panes. Con el mechón de pelos de la glándula odorífera se adornó la casa del dirigente, y minúsculas porciones de la glándula misma fueron repartidos a los niños para ser utilizados como amuletos. Me aseguró también Paulino que no se utilizó sal para condimentar la carne, hecho que refuerza el carácter ritual de la fiesta que en cierto modo rememora una "comida totémica" reconstruida por Freud.

         No conozco muy a fondo la lengua y mitología de los Pãí o Tavyterã, pero a lo anotado debo agregar que me pareció muy sugestivo, y relacionado con el tema de un posible totemismo prehistórico, el que varios indígenas de esta parcialidad me aseguraran, de motu propio, que al surgir Ñane Ramói Jusu Papa (Nuestro Abuelo Grande Primigenio, figura central de su teogonía), mamó o chupó la leche de las flores de Jasuka (el origen de todo, de donde él mismo surgía): okambu Jasuka poty rehe (chupó las flores de Yasuká). A Karavie Guasu y la evidente relación entre estos dioses tavyterá y Karai (señor) y Karavere (jabalí), ya he hecho referencia.

         Acerca de otro nombre de dios guaraní empleado como apellido por los indios de las Misiones y Reducciones: Ñamandú, uno de los contadísimos apellidos guaraníes utilizados en nuestros días, me limitaré a transcribir lo que al respecto dije en una carta dirigida al Prof. Dr. Herbert Baldus, organizador del XXXI Congreso de Americanistas a reunirse en São Paulo en 1954, carta que motivó la Moción VI de dicho Congreso referente "a la urgente necesidad de que se recopilaran metódicamente los textos míticos guaraníes en los distintos dialectos puros en que aún son conservados, e instando a las universidades de los países interesados a emprender inmediatamente esta tarea" (huelga decir que nosotros, que debemos nuestra existencia como nación a la raza guaraní, prestamos oídos de mercader a esta invitación). Entre otras cosas, dije a Baldus:

         "Ya en ‘Mitología en la zona guaraní’ (América Indígena, México, 1951), signifiqué que los conocimientos que poseíamos acerca de la religión y mitología de las distintas parcialidades tupí-guaraníes eran en extremo superficiales. Lo poco que he leído, y algo que he aprendido de los Indios en el lapso transcurrido desde aquel entonces, refuerzan esta opinión; hasta puede afirmarse que los vocabularios religiosos de los grupos guaraníes, quizás la parte más rica e interesante de los dialectos vivos y desaparecidos, son prácticamente desconocidos. Y pretender obtener del Indio una definición medianamente exacta de sus conceptos de la divinidad, etc., en la língua franca guaraní contemporánea - burda caricatura occidentalizada del guaraní primitivo- sería pecar de ingenuo... El significado que atribuimos a los nombres de los dioses guaraníes demuestra en igual o quizás mayor grado nuestra ignorancia. De Ñamandu, por ejemplo, he dicho (en "Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá", Revista de Antropología, São Paulo, dic. 1953), que probablemente signifique el verdadero padre de los dioses. Un Chiripá, sin embargo, Eligio Vargas, de Yvy Pytã, me dijo que "los Mbyá invocan también a Ñaguandu". Como ñaguã es sinónimo de yagua [jagua]: tigre, según Montoya, salta a la vista que puedo haber errado crasamente en mis deducciones. Y el P. Franz Müller opina (Anthropos, vol XXX, 1935) que la palabra proviene o de araña o de avestruz: ñandu. Mediante informes que me facilitaron el General Marcial Samaniego y el Prof. Dr. Egon Schaden, de la Universidad de São Paulo, puedo decir que Ñandua es uno de los dioses principales de los Pãi o Tavyterã... En vista de la similitud entre ambos nombres y el rol que desempeñan tanto Ñamandu como Ñandua en los textos místicos guaraníes, no necesito subrayar la importancia que tendría el poder descifrar su etimología".

 

         Del número relativamente escaso de nombres de plantas utilizados como apellidos en las Misiones, dos: Takua (guadua, bambú) y Jeju (una palma), figuran entre los nombres personales sagrados que he logrado reunir entre Mbyá, Chiripá y Pãi. El nombre Takua Rendy Ju Guasu (Bambú Llameante Eterno Grande) aplicado por los Tavyterã a la consorte de Ñane Ramói Jusu Papa, figura central de su teogonía, demuestra la importancia que atribuye el Guaraní a esta planta, utilizada, como se sabe por la mujer en la danza ritual para marcar el compás. En los textos míticos mbyá, a la mujer se le designa con el nombre de takua-ryẽvá'i-kãga, nombre que podría traducirse por "huesos de la que dirige la danza con el bambú". En los textos tavyterã, el bambú es designado con un nombre secreto o religioso: kamañytĩ, que figura en el poema épico religioso recopilado por Samaniego y al que ya se ha hecho referencia:

         "Ko Jasukáva rerokamañytĩ ny ma: a Jasuká (va) se le ha provisto (adornado con) de ‘kamañy’ blanco", y sigue enumerando a los dioses del Olimpo  tavyterã, a cada uno de los cuales se le provee de kamañytĩ o bambú. El canto termina con las palabras: "Ñe'ẽ rerokamañytĩ ndete ny ma: a la palabra (alma) se le ha provisto ya de ‘kamañi’ blanco (bambú), verdadero y genuino. Esta palabra camañy figura en el Vocabulário na língua brasílica: cambajy, cambajigba: "cana que tem nós". No figura en el Tesoro de Montoya ni la he oído emplear en otros dialectos; tampoco en el guaraní de los Tavyterã se emplea en el lenguaje común o cotidiano, limitándose su empleo a los textos míticos, y no son todos los Tavyterã que conocen su significado. Uno de ellos me habló de un bambú legendario: kambaji, vigilado por un dragón, Teju jagua, utilizado exclusivamente por los Tupã (habitantes del paraíso). En los textos chiripá, fue Tajasu, el cerdo montés grande (mejor dicho, la hembra de la especie) que trajo el takua (bambú) de Oriente para uso de la humanidad: Tajasu ogueru takua ñande rováigui: Tayasú trajo el bambú de Oriente; y cuando Ñande Ru Vusu, el Creador, necesitó de semilla para sembrar su rozado, le bastó con rajar una tacuara, a la que halló llena de maíz desgranado.

         La importancia de la palma pindó (Arecastrum Romanzoffianum) en la economía tupí-guaraní, explica el lugar destacado que ocupa en la mitología de la raza, como también el empleo del nombre como apellido; también se explica el empleo de nombres como Arary, Arasary, Caayu [Ka'aju], Congoi, Cumbay, Curuguao, Curupay, Chapyi, Manduyu, Ybabiyu, Ybandi, Tayaova, Yara, Ybyrayu. Explicar el empleo como apellidos de nombres de otras plantas ya es tarea difícil, pudiendo citarse entre éstos: Ambay, Piri, Tari, Taruma, Yvaroguy. Con respecto al apellido Yeyu [Jeju], nombre según Montoya de un "árbol fuerte", varios Mbyá me aseguraron que los Guayakí utilizan su madera para fabricar sus arcos, y que a menudo crece, adherida a su tronco, una orquídea llamada mbaraka moã (remedio de la sonajera), utilizada para fabricar cola con la que se asegura el asa de este instrumento ritual. Es probablemente debido a este hecho, que se utilice Jeju como patronímico sagrado mbyá, que figure como apellido guaraní en los registros de las Misiones, y lo incluyan los indígenas entre las plantas privilegiadas que crecen en Yvy Marã'eĩ, los Campos Elíseos guaraníes.

         Una veintena de los apellidos consistentes en nombres de animales y plantas que no han podido ser descifrados con ayuda del clásico Tesoro de Montoya, figuran en el Vocabulario na lingua brasilica. Pero los siguientes no figuran en ninguna de estas dos obras: Arapí, Cayá, Chiripí, Chapÿi, Guaracú, Guairá, Guarí, Guayá, Guirí, Guyraró, Guyrayú, Ñumbairé, Pachi, Sariguai (ortografía tradicional). He podido descifrar su significado gracias a informes suministrados por el General Marcial Samaniego, ampliados y corroborados por indios Tavyterã.

         Es de esperar que los vocabularios de otros subgrupos guaraníes recopilados en forma metódica, permitirían descifrar el significado de aquellos apellidos contenidos en esta recopilación acerca de cuya etimología no me siento autorizado a emitir una opinión. Quizás el principal -o único- mérito de este trabajo sea el de demostrar la necesidad que existe de un diccionario de la lengua en el que se agregue al clásico Tesoro de Montoya las voces empleadas por Mbyá, Chiripá y Tavyterã (y otras parcialidades) no incluidas en él. Sería el mejor homenaje que los países de habla guaraní pudieran rendir al celebérrimo guaraniologo, y una obra de incalculable valor para el estudioso.

         Ya a comienzos de siglo era escaso el número de apellidos guaraníes empleados en el Paraguay porque, al concedérseles a los habitantes de los pueblos de indios y ex Misiones Jesuíticas a mediados del siglo pasado los mismos derechos de que gozaban los demás naturales de la república, se les permitió cambiar de apellido. Fue una medida indispensable, porque al Indio Guaraní, a pesar de los ditirambos de nuestros intelectuales, en el Paraguay se le considera como un animal, como lo dice Bertoni en su Civilización Guaraní y lógicamente, al ser emancipados los indios de las Reducciones por don Carlos Antonio, optaron éstos por cambiar sus apellidos guaraníes por apellidos españoles. El Registro Civil de las Personas, implantado en 1899, demuestra gráficamente lo ocurrido con los apellidos autóctonos en aquellos pueblos que habían sido Reducciones o Pueblos de Indios o Misiones. En Yuty, cuya población era predominantemente indígena, según consta en los Registros Parroquiales antiguos, de 77 asientos anotados en el Libro de Nacimientos N° 1 del Registro Civil, correspondiente al período 1899-1900, hay inscriptos solamente cuatro apellidos guaraníes: Mbayraru (¿Mbayrayu?), Guarikuyu (repetido), y Ndure, siendo éste indudablemente, una versión guaranizada de Duré. En Caazapá, otro pueblo de Indios, durante el mismo lapso fueron inscriptos 211 nacimientos, figurando un solo asiento de apellido guaraní: Tamay. En San Joaquín, durante el período de 1899-1900, se registraron 80 nacimientos, de los cuales seis son de personas que llevan apellidos guaraníes: Curetú, Aberayú, Yandúa, Cuarepi y Cuarepy, Yazucá. En Itapé, de 124 asientos, hay tres apellidos guaraníes: Cuyé, Arandí y Guaracai. En el Registro de Nacimientos de Santaní (San Estanislao), Libro N° 1, figuran los siguientes apellidos guaraníes: Aramí, Araguyé, Cuyurí, Guirahá, Guaicá, Ñamandú (repetido) y Piripó. Los apellidos guaraníes que se utilizan hoy son rarísimos: he hallado Cuyarí y Guaracái en Caaguazú, y Ñamandú en San José de los Arroyos, y por referencias sé que se utilizan Lambaré y algunos pocos más.

         Advertencia: Se ha respetado, en general, la grafía empleada en las fuentes. En otros casos, utilizamos la i como en español; ï sonido nasal; î sonido gutural (agua, en guaraní); ÿ sonido guturo-nasal (ausencia, en guaraní).

 

 

NOTAS

 

1. Las palabras en guaraní son en su gran mayoría oxítonas, es decir, acentuadas en su última sílaba. Así, no marcamos su acento gráfico, que sí aparece en las palabras llanas o esdrújulas. Yasuka (Jasuka) se pronunciará Yasuká, Jasuká; pero Jári, será llana.

2. "La raíz de las palabras para nombre y para cuerpo es la misma".

 

 

II. LOS NOMBRES PERSONALES SAGRADOS APAPOKUVA

(SEGÚN NIMUENDAJÚ)

 

Masculinos:

Avá Poty (Ava Poty): Hombre Reco (podría también ser: Flor de Hombre).

Poy Ju: Collar divino.

Femeninos:

Ñapyká (Ñapyka): kuña apyka: Asiento de Mujer, encarnación de mujer.

Takuá: (Takua): Bambú, guadua.

Takuá Yvá: (Takua Yva): Bambú del Paraíso.

 

 

III. LOS NOMBRES PERSONALES SAGRADOS MBYÁ

 

Masculinos:

Atachï: Humo (tatachï, tatatï).

Karaí Rataá: (Karai Rataa): Que posee Fuego de Karaí.

Verá (Vera): Relámpago (relucir).

Femeninos:

Ara’í (Ara’i): Espacio; Día; Firmamento (la ‘i denota continuidad).

Ara Jera: Firmamento, etc., Que surge, brota, se abre.

 

 

IV. LOS NOMBRES PERSONALES SAGRADOS CHIRIPÁ

 

(Los nombres femeninos van seguidos de una F)

Avá Mainó: Hombre Colibrí

Kuña Ryapú: Mujer (del) Trueno. F

Ñe’ë Poñy: Palabra Que se arrastra.

Okë Poty: Flor de la puerta.

Verá Yvoty: Flor de Relámpago.

 

V. LOS NOMBRES PERSONALES SAGRADOS PÃI O TAVYTERÃ

 

Apyká Rendy: Llamas de la Encarnación.

Avá Poty: Hombre recio. (Podría también traducirse por: Hombre florido).

Avá Rová Ju: Hombre de cara divina.

Kuäi Avü: Hermanito de cabellos negros.

Kuäi Verá Ju: Hermanito brillante reencarnado o divino.

 

 

VI. NOMBRES DE DIOSES Y FIGURAS PROMINENTES DE LA MITOLOGÍA GUARANÍ

 

         Algunos nombres de dioses y figuras prominentes de la mitología guaraní empleados como apellidos en los Registros de la Misiones y Reducciones:

         Aracú, Chapá, Chapÿi, Chavaré, Chicú, Chiripí, Guyrayú.

         Las notas respectivas siguen a los nombres. Ver también las Notas Preliminares.

 

 

VII. NOMBRES Y APELLIDOS ESPAÑOLES GUARANIZADOS

 

         Nombres y apellidos españoles guaranizados que aparecen en los Registros y otros documentos consultados:

         Asame

         Caro (Caró)

         Chicú

         Chimei

         Gonza

         Güei

 

 

VIII. APELLIDOS GUARANÍES DE LAS MISIONES DE TARUMÁ Y OTRAS REDUCCIONES

 

Ababe, Avave (avave): Nadie.

Abapará (Ava Para): Hombre Moteado.

Abayeré (ava Jere): Hombre Tornadizo.

Abayîba, Abayîva (Ava Jyva): Brazo de hombre.

Aberá (Avera): Cabellos relucientes.

 

IX. APELLIDOS POR ORDEN ALFABÉTICO

 

Aberanda (Averanda): El de Cabellera reluciente.

Abi (Avi): Pelusa; de pelos cortos.

Aca (Akã): Cabeza (akã); pendencia (aka) [Montoya, Tesoro:12]

Amba’y: Árbol del hogar, de la morada; posiblemente deba su nombre al hecho de abundar en los espacios que se desbrozan alrededor de las viviendas.

Cunumí (Kunumi): Muchacho, mozalbete.

Guera: Resplandor, relámpago: vera.

Iru (Irü): Compañero.

Mbore: Tapir.

Ñacunda: Especie de pez, en mbyá. Ñakunday: agua de los Ñacundá, un afluente del Paraná.

Poyu (Po Ju): Mano amarilla.

Sïmi: Barreta o madre (sy) chica.

Vaira: Probablemente Guairá.

 

 

X. LOS NOMBRES PERSONALES GUAYAKÍES

 

         Después de escrito este trabajo -publicado en parte con el título de "Mil apellidos guaraníes de las Misiones y Reducciones del Paraguay", en el Boletín de Filología (tomo X, N° 61-62-63, Montevideo 1963/64, pp. 7-28)- apareció en Ava'í, Departamento del Guairá, un grupo de indios guayakíes, hecho del que se ocuparon la prensa nacional y extranjera. Volvieron al monte antes de poderse realizar un proyectado estudio de su cultura, tarea en la que participarían varios especialistas, pero pude obtener algunos datos interesantes acerca de algunos aspectos de su cultura espiritual y material, entre otros, informes que complementan lo que ya se sabía acerca de la manera en que se les dota de nombres. (Ver "The Guayaki', por Alfred Métraux y Herbert Baldus, publicación N° 143 de la Smithsonian Institution, año 1947, trabajo en que se pasa revista a toda la bibliografía existente acerca de este grupo étnico). Son estos datos los que, por su relación con el tema de la onomástica guaraní, deseo agregar a estos apuntes, pues sabido es que los Guayakí constituyen el grupo más primitivo del tronco lingüístico tupí-guaraní, y los datos que logré recopilar entre ellos me permiten anticipar también que varios elementos fundamentales de la mitología, religión y culto de los Guaraníes se hallan también en sus textos.

         En lo que a nombres propios se refiere, dicen Métraux y Baldus: "Al niño se le aplica el nombre de cualquier animal utilizado como alimento, no solamente los de vertebrados, sino también de larvas de avispas, abejas y escarabajos, a excepción de aquellos cuyo consumo le es vedado a la mujer, como por ejemplo, el pato. La madre escoge el nombre de un animal cuya carne ha comido en los últimos días del embarazo... ".

         Entre los Guayakí por mí estudiados, el acto de impartir al niño, aún sin nacer, la naturaleza -y nombre- de un animal se designa con el vocablo by-kwá, y se realiza asando y comiendo la futura madre, ya en estado avanzado de preñez, carne de dicho animal. El animal al que el Guayakí debe su nombre es su jyrangá, pudiendo decirse que el significado que encierra la palabra es: "lo que (le) sostiene erguido" (jy: su asta, mástil; rä: para; nga: el que ejecuta la acción). Refiriéndoseme la historia de un famoso dirigente indígena llamado Terygi, nombre también de un carnívoro acuático grande llamado jaguarü (yaguarü) en guaraní clásico, y "lobo marín" en la vernácula, me contó Kandégi (Cerdo Montés Chico):

 

         Terygi pe jyvá pió jyrangá

         Jyrangá chu'u ro pwí modó yy-pé

         Jyrangá chu'u ro Terygi gaiparã manó.

 

         A Terygi le arrancó un trozo del brazo su jyrangá.

         A su jyrangá, por haberle mordido, lo soltó y arrojó al agua.

         Por haberle mordido su jyrangá, Terygi enflaqueció y murió.

 

         Puede decirse que jyrangá es el nombre genérico del animal-nombre de un Guayakí, pero al referirse un Guayakí a su propio animal, dice también chó-gi o cho-ngi, palabra que podría traducirse por "el yo", "mi yo". Un Guayakí puede tener más de un animal-nombres en cuyo caso se habla de by-kwá tara (by-kwá: muchos), diciéndose también by-kwá miro (by-kwá mezclado, o con compañero). Transcribo lo que al respecto me dictó el mismo Kandégi:

 

         Cho al buruá pe ro vechy chapynógi, duvéro kandé kãi 'uú,

         duvéro kyrajá kãiu 'uú, gópero cho-ngi Chapynógi, chó-ngi

         Kandégi, chó-ngi Kyrajagí.

 

         Estando mi madre embarazada asó un syrycó (chiricote), también cerdo asado en parrilla comió, también karajá asado comió, por consiguiente mi yo es Syrycó, mi yo es Cerdo Chico, mi yo es Karajá (mono aullador).

         Agregó Kandégi: "ya antes de llevar yo el adorno labial (betá, tembetá), había yo cazado a mi yo el cerdo chico, a mi yo el mono aullador también he flechado". Lo anotado demuestra la identidad existente entre el Guayakí y su animal-nombre, y que esta identidad es absoluta lo confirma el nombre aplicado a la anciana que asiste a la mujer en el parto, vaí-chy. Vai es animal comestible, chy, madre; y una ceremonia que se ejecutó con motivo de haberse cazado un tapir -breví-, confirma plenamente esta identidad entre la selvícola y el animal cuyo nombre lleva:

 

         Chyvaeté breví tõ mbirí, purá chengá vwã: "Cho jyra'y baipú krapï má".

 

         El anciano estrujó la cabeza del tapir, la cogió para endechar: "A mi hijo le destripó el tigre";

 

explicándoseme que a un hijo de Kyrypyrági llamado Breví Purangí (Tapir Nonato) "le royó los huesos un jaguar"; que al cazar el tapir en un pozo, Kyrypyrági separó la cabeza del animal, ejecutó una especie de danza sencilla al compás de la endecha transcripta:

         "Desgarrado por el tigre fue Breví Purangí, el hijo de Kyrypyrági; a Purangí le devoró el tigre, le royó los huesos. Al ver a su hijo, Kyrypyrági le asió la cabeza y lloró grandemente: jyra'y mái, purá chengá machú".

         En lo fundamental, esta creencia guayakí concuerda con lo que el gran Nimuendajú descubrió entre los Apapokuva, el grupo guaraní cuya cultura estudió a fondo: en el capítulo "Alma y Nombre" de su clásica obra, dice que el ser humano en que ha encarnado el alma de un animal no es simplemente comparable con tal animal, ¡es, por su naturaleza, tal animal en forma humana!

         En el resumen de la bibliografía sobre cultura guayakí a la que he hecho referencia, se cita el pato como un animal cuya carne le es vedado comer a la mujer, no pudiéndose por lo consiguiente llamarse Pato (Chimbégi) ningún Guayakí perteneciente al grupo o los grupos estudiados por los investigadores cuyos trabajos sirvieron como base para la monografía citada. Entre los textos que me dictaron mis informantes, sin embargo, hay uno que dice:

         "Al hijo de Chimbégi (Pato), a Machijági, le mordió una jarará (víbora muy venenosa). La jarará le mordió debido a pajé (hechicería), por eso Terygi flechó a Tatúgi (Armadillo); Tatúgi corrió volando, entonces Terygi lo mató a flechazos".

         Este incidente demuestra que el pato no es tabú para las mujeres del grupo que me sirvieron de informantes, en cambio, otros animales lo son, como consta en mi recopilación de tabúes:

 

         Kujá buruá tavwá 'uviã, meby rá rurú já.

 

         La mujer embarazada no come acutí: su hijo nacería hinchado.

 

         También me llamó la atención el no haber hallado ninguna "encarnación" de animal tan abundante y preferido como lo es la paca (Coleogenys paca, L.,), llamado akutipáy en guaraní paraguayo y byvã en guayakí, entre los nombres que logré recopilar, informándoseme que "Terygi habló de (un) Byvángi extraño (perteneciente a otro grupo); nosotros no tenemos by-kwá de byvã; del by-kwá de los extraños habló el anciano". ¿Será que los cuatro distintos subgrupos en que los Guayakí están actualmente divididos consideran como vedados o "tabú" para la mujer a distintos animales? Únicamente una recopilación metódica de los nombres personales empleados por los cuatro "clanes" permitiría dilucidar este problema.

         Los Guayakí con quienes estuve en contacto no solamente llevan nombres de animales sino también, y a menudo, nombres que rememoran alguna característica de los animales que consideran como sus jyrangá. El jyrangá de Kyrypyrági (Trasero Peludo) por ejemplo, es un pájaro llamado kyratyty que, según mis informantes, posee esta característica; Papĩgi (corto, petiso), es "encarnación" de un armadillo, etc. Otro detalle interesante relacionado con el problema que me comunicaron espontáneamente mis informantes es que, además de tener como jyrangá a un animal, puede también el Guayakí recibir by-kwá de un árbol frutal u otro vegetal comestible, como la kará-tĩ (Dioscorea, llamada krachi-iá por ellos), citándoseme entre otros casos, el siguiente:

         "Primeramente, Urúgi (Odontophorus c. capueira) asó kybwé-iá (frutas de Chrysophyllum lucumifolium) para by-kwá de Kyjapégui, estando ella embarazada. Mañana (el día siguiente) Terygi fue a cazar por el agua, golpeó y mató un japégi (yacaré) para su by-kwá. Al nacer el hijo se le aplicó el nombre de Kyjapégi (el Yacaré), y cuentan de él que "Jacwachúgi (su esposa) asó frutas de aguaí y las dio a su esposo, Kyjapégi; se las dio diciéndole: Toma tu jyrangá, toma frutas de aguaí, cómelas porque te las he asado".

         Citaron mis informantes los siguientes casos de jyrangá doble, pero todos llamados por su nombre animal:

Kyjapégi (Yacaré) jyrangá mirõ (compañero de su nombre es) kybwé-iá (Aguaí).

Kychangí (Liebre) jyrangá mirõ krachi-iá (Dioscorea sp.)

Paivági (Carpincho) jyrangá mirõ kyché-iá (Jacaratia dodecaphylla).

Dokógi (Garza) jyrangá mirõ pypo-iá (Eugenia sp.)

 

         Los nombres enumerados a continuación son los que citaron mis informantes en los textos y relatos que me dictaron:

 

Airági: El Hurón.

Baipú Eté Pirangí, El rojo que ronca fuertemente (Tigre).

Betá Kytangí: Petiso (que lleva) adorno labial (Armadillo).

Bigwági: Ave somorgujadora (mbiguá).

Birikúgi: Buitre.

Bujági: Rata.

Butá-wachúgi: Bigotes Grandes (mono aullador).

Japégi, Kyjapégi: Yacaré.

Onégi: Carne Hedionda (tapir).

Pikygi: Pececillo.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

AYROSA, Plínio y C. Drumond: Vocabulário na língua brasílica, Universidade de São Paulo. São Paulo, 1938; nueva edición por Carlos Drumond, 2 vols. São Paulo, 1952-1953.

CADOGAN, León: "Aporte al estudio de la onomástica guaraní. Los apellidos de las Misiones y Reducciones del Paraguay", Boletín de Filología, VIII, n° 56-57-58, Montevideo 1959, pp. 33-58.

-: Ayvu Rapyta; Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá, Universidade de São Paulo, 1959.

-: Cómo interpretan los Chiripá (Ava Guaraní) la danza ritual, São Paulo, 1959.

-: "Mil apellidos guaraníes de las Misiones y Reducciones del Paraguay", Boletín de Filología, X, n° 61-62-63, Montevideo 1963-64, pp. 7-28.

MONTOYA, Antonio Ruiz de, S. J.: Tesoro del la lengua guaraní, Madrid, 1639; ed. J. Platzmann, Leipzig, 1876.

SAMANIEGO, Marcial: Ñane Ramoi Jusu Papa Ñengarete (mimeografiado), Asunción, 1956 (poema épico-religioso de los Tavyterä del Ypané).

SCHADEN, Egon: Aspectos fundamentais da cultura guarani, Universidade de São Paulo, 1954.

         Se han utilizado, además, datos lingüísticos recogidos por el General Samaniego, Egon Schaden y por el que suscribe, aún inéditos.

 

Abreviaturas:

Montoya, Tesoro = Montoya, Antonio Ruiz de, S.J: Tesoro de la lengua guaraní, Madrid, 1639; ed. facsímil J. Platzmann, Leipzig, 1876.

Vocabulário = Vocabulário na língua brasílica. 2º edição revista e confrontada com o Ms. Fg., 3144 da Biblioteca Nacional de Lisboa por Carlos Drumond. 2 vols. São Paulo, 1952-1953.

 




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