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  AVES EN LA MITOLOGÍA GUARANÍ - Obras de TOMÁS MICÓ - Tapa: ANY UGHELLI


AVES EN LA MITOLOGÍA GUARANÍ  - Obras de TOMÁS MICÓ - Tapa: ANY UGHELLI

AVES EN LA MITOLOGÍA GUARANÍ

Obras de 

TOMÁS L. MICÓ

Instituto Paraguayo de Ciencia del Hombre y

Editorial Servilibro.

Diseño de tapa:

ANY UGHELLI

Asunción-Paraguay

2001 – 50 páginas

 

Material dedicado a los estudiantes del octavo y noveno grados de las escuelas del Paraguay, según el programa vigente del Ministerio de Educación y Cultura, en el área de Ciencias Sociales, donde el conocimiento de las realidades de nuestros antepasados, asistidos por una gran intuición e inventiva, que en los primeros frutos del pensamiento creativo, nos han dado interesantes figuras que, enumerados entre los siete monstruos, ya conocidos en cursos anteriores, han permitido llegar a otros aspectos de la mitología de nuestros antepasados, en cuyo cauce hemos podido acceder a impactantes, humanas y ejemplares, versiones de la fabulación ancestral guaraní, con aproximación fraterna a la versión tupí, de cantarina resonancia.

Con el concurso de nuestras entusiastaseditoras, queremos llegar el año próximo (2002) a una colección ilustrativa de bocetos literarios referentes a nuestros primitivos padres, buenos pensadores, por cuanto tenemos logrado y evidenciado en este trabajo, que se reduce a la cantidad exacta de lecciones que se pueden desarrollar en el año lectivo, sin lesionar otros aspectos del programa vigente.

Esta labor fue llevada a cabo y feliz culminación, en homenaje, en primer lugar, a los profesores de Literatura aborigen - ab-origini - de nuestra nación mediterránea, palpitante corazón de la América subtropical, llamada Paraguay, y a los cuatro países lindantes que hilvanan y enhebran palabras guaraníes en sus imágenes, pensamientos y escritos fraternales, en la cohesión significante de sus tetrafronteras vivas.

 

**/**

 

PRESENTACIÓN

La mitología guaraní es de bella sincronía poética, amenizada con destellos de insinuante realidad, a tal punto que, a partir de un hecho real, se convierte en figura potencial de concursantes fábulas en el vasto campo de las arenas literarias del nuevo mundo, donde no todo se ha descubierto aún, razón que contribuye a hurgar en las profundidades del decir popular y de la idiosincrasia tan notablemente nuestra y superviviente, a pesar de los siglos transcurridos en la línea paralela al correr de la vida real.

Aquel lejano y oscuro mundo de nuestros primeros habitantes, se va tornando claro y comprensible al escalonarse los siglos sobre la gramilla esmeralda y fresca de las ligeras experiencias hacia un mundo cada vez más nuevo, con reflejos de la aparición del hombre y de la vida en nuestro continente desconocido, que, al hacerse el sol sobre él, se le ha dado nombre y registro como América, cuya denominación anterior nos hubiera gustado conocer. Estos insertos temas que se columpian en estas páginas de juventud, harán la acrobacia de un mundo que, asido al interés de amenizar la vida y las realizaciones, dan, cual ingredientes de una masa nueva, el sabor y la existencia de unas concepciones hilvanadas al compás de los sueños de la antigua tierra sin mal que se niega a integrarse a los males del siglo, con sus costosas costumbres de inventos tangibles y modernos, no siempre capaces de darnos amenidad ni atrevimiento de encausar nuevos rumbos en la senda del peregrinar que es la vida a la par del convivir civilizador que es la familia y la comunidad.

El mundo del misterio de tiempos y lugares se hace fácil sobre marcados sucesos de antiquísima data, quizá, anteriores a toda cultura, como la época anterior al fuego, llamada Era Paleolítica, donde recordamos a Kabur Primigenio, héroe cultural guaraní; sobreviniendo después la aparición del fuego, que dicen decires, haberlo traído Tumé a quien le vale aquello de inteligente, tanto que en los engramas guaraní figura oficialmente como Tumé arandú. Pues bien, partiendo de esa data precalendaria lejana y aún oscura, venimos a agregar algunos elementos literables de personajes de acción y verba -hechos y palabras- que desde la anécdota pasan a la protohistoria de nuestros andamios y cronologías al sólo efecto de superponer los sucesos en un breve y constructivo escenario donde puedan desfilar todos ellos, mostrando sus peculiaridades en un estilo de ser y de vivir que, alejado de toda barbarie, como corresponde a monstruos, estos seres -no diría habitantes, sino más bien ambulantes de una proximidad geológica a la tierra- en eso que llamamos aire, bajo la tenue capa de la atmósfera, donde cada uno tenga el leve oxígeno necesario para llegar a ser un convivencial vecino de nuestro mundo de las estadísticas y de las confrontaciones, no siempre edificantes y provechosas.

Podemos ver en esta reseña, como si fuéramos logrando en excavaciones de capas subsolares evidencias, rastros, restos arqueológicos de una presencia más que interesante, que da color y propiedades a cada estrato y escama de la tierra, de donde extraemos y aún entresacamos muestras de aquellas primitivas modelaciones casuísticas del mínimo necesario pensamiento para el desarrollo de la vida tribal. No todo, ni es bastante, reunir, escuchar, extraer y recopilar, sino también seleccionar los puntos de vista y versiones más probables que, con licencia del lector, diríamos edificantes o viables, como el tránsito lento y pesado de la oscuridad de los tiempos a la era de las cavernas y de la aparición del fuego, que fue también la aparición de la luz, que por ser de marcada importancia en investigación, tanto real como mitológica, nos podrá deparar momentos de angustia al no saber, no poder ubicar quien tuvo la idea, halló la fórmula de producir la primera chispa que dio origen a tan importante uso en las antiguas comunidades.

Este largo catálogo de preguntas que la ciencia trata de responder con afán pedagógico definitivo, entretanto sea sombra y angustia de saber, lo toma la mitología que en alto grado es intuición para consolar el cromañonense, que, en nuestro caso concreto, viene a ser el homo paranaense, apareciendo con su primer manojo de posibles respuestas útiles. Esta es, claro, la función fundamental de la mitología, que está más allá, en el verdadero decir del complejo plus ultra de palabras que separa con vallas de cristal campos de folklore -que es nuevo- y mitología que es amalgama de primigenios y primordiales del ser y del saber ante cada una de las escasas necesidades apremiantes de la vida del pitecantropus de nuestra tierra que -según creo- debió llamarse pire-cantropus, por lo de piré vaí.... Esa angustia de saber cómo se logró descubrir el fuego, para la ciencia, es una tarea que escapa aún a la eficiencia del Carbono 14, y para el mitoligüístico saber es fácil hallar respuesta clara en el fonema ta-tá, que significa golpe de piedra, choque, chispa de pedernal; por donde ta-tá es hoy indiscutiblemente fuego, la versión oficial y desde luego, auténtica del arandú nacional en pleno siglo veintiuno.

Visto cuán importante y apasionante es la mitología, nos proponemos en homenaje a nuestros jóvenes estudiantes y vigentes contemporáneos aranducentes tratar en nuevos ensayos monográficos, porque la mitología guaraní tiene rica veta y exquisito campo de elucubración, traer a la vista nuevos temas a considerar en la edificante y noble arquitectura de una mitología ñandeva, capaz de dar satisfacción a todo interrogante y proponer un futuro más esquemático y sinóptico de la mitología sílvida, superior o alada, donde ya aves se convierten en hombres y estos en estrellas en la aproximación guaraní-tupí ñeengatuva de una ciencia a compendiar con apuntes numerales de substancial contenido y ultrasónico significado, puesto que de los fonemas compuestos pasamos a las palabras y ellas mediante a las imágenes o ideas.

Nos falta agregar a estos ya logrados varios tomos y considerandos, y a la cosmogonía guaraní, una serie de aportaciones que no deben demorarse para clausurar el saber participativo con la más reciente aparición de la mitología verdaderamente fabularia, como va siendo la política, que en cuanto a litis, es pleitograma y en cuanto a lío, es de la edad de piedra sin variantes por razones de clima o de espacio.

Allí donde haya un par de oídos que satisfacer, habrá una temática de peso específico que desarrollar en la extracción constante de un antiquísimo decir vernáculo de las cosas bien cantadas para bien del saber escuchar y del saber cotejar de toda la animación vital de la ultralontana sapiencia autóctona que compartimos y ayudamos a promover.

Vengan pues tiempos y hombres nuevos y haya espacio donde conversar en verso, tanto como en prosa, libre de toda aridez y vulgaridad.

 

 

 

ÍNDICE - PRESENTACIÓN

PALOMA

BENDITO SEA

KAVURE'Í

FUE UN LORO

MBOI TUÍ

HORNERO

MARTIN PESCADOR

LOROS SEMBRADORES

TUCÁN

PITOGUÉ

LECHUZA

PÁJARO CAMPANA

KOROCHIRÉ

YACY YATERÉ

TAGUATÓ

ÑANDÚ

PATO

AVES SOBRE UNA CASA

BIBLIOGRAFÍA

 

 

PITOGUÉ

 

Pitogué, o benteveo, es ave mensajera, aunque un poco tímida, que no da un mensaje completo, pues deja mucho que develar. Es insinuante, más bien, hay que adivinarlo; y aún se queda uno con tremendas dudas...

Cuando se oye derramar estas sílabas en la arboleda vecina, todo el mundo femenino se pone a cavilar, preguntándose: ¿para quién es el mensaje?. Y un poco de duda entra por el oído a la cabeza saturada de suspicacia de quien ha visto mucho y se desinfla en suspiros impotentes, concluyendo sus cavilaciones con toda simpleza: ¿Yo seré el abuelo?! ¿Quién va a ser madre?...

Ese es el mensaje soterrado que trae Pitogué especialmente en inoportunas horas de la siesta, soltando tan estremecedoras sílabas que aumentan el latir del corazón y trae con certeza el aumento de la población, y las viejas del barrio, aquellas del antiguo club de madres, dialogan:

- ¿Escuchaste ese pajarito hoy?...

- ¿anduvo otra vez por acá, picó?...

- ¡sí!, anduvo y largo rato estuvo gritando en esa rama

- ¿y hacia dónde miraba?

- ¡no séee!, yo estaba lavando ropa como todas las siestas

- ¿entonces no viste hacia qué lado miraba?

- ¡y no, comadre!...

- mañana, si vuelve otra vez, fijáte un poco, ¿ayépa?

- iclaaaaroooooo!, así sabemos por dónde va a venir la novedad, ¿no cierto?

- ¡eso es; así dicen de estas cosas, ¿verdaaaa?

- y se dice que anuncia con toda certeza, dando cada susto!...

- ¡sí¡¡¡¡, y se comenta que detrás de esta ave, viene la cigüeña!

- ¡eso dicen!, y vamos a estar atentas para saber donde es la cosa!

- ¡bueno, si llegás a saber algo, me avisás, ¿noooo!

- ¡listoitema comadre!, vamos a saber mañana que pasa por estos lados.

Y así, entre dudas y recelos, se va tejiendo la novedad en todo el vecindario mientras algunas madres pierden el sueño suspirando, no sea que le toque ser abuela de pronto... ¡y ella sin saber nada!.

En fin, son los misterios del mundo de las aves, por estos lares.

 

LECHUZA   

 

Ningún ave tan silenciosa y solemne como la lechuza. Es la meditación provista de alas, la valoración del silencio para lograr el reposo total por el equilibrio físico. La lechuza es comedida, ceremoniosa, hasta un poco elegante, cuidadosa de sus modales, basculándose en una visible rama, ve pasar el mundo y las cosas. Cubierta del cuello a los pies con una sedosa y singular tenida de fiesta, como una matrona, concurre a observar y juzgar de la bondad del festival de la vida.

Es un ave que ejerce una función de supervisión con dignidad y quietud tal que algunos la hacen imagen de la justicia. Inteligente y por tanto prudente, como se puede observar, guarda todas las normas de etiqueta, como las pautas sociales; no habla mucho, se mueve poco; no bebe, no canta, no baila, no interrumpe a nadie; es decir: vive y deja vivir. Lo más que hace es soltar un conocido y rítmico, pero no musical: Pororópopó...! con lo cual la identifican, y al final de una reunión, sin protocolo, se va a un bosque cercano sin despedirse de nadie y en otra rama suelta un chillido: ¡Psssst!, como imponiendo leve silencio; dejando en ese marco un interrogante: ¿volverá?...

¿Qué hace en la tierra -nos preguntamos- un ave de tan notable imagen?. ¿Será este su destino o misión específica?, ¿cuál es su papel?. No estamos muy lejos de la verdad literaria que es habla, fablá y fábula, al suponer - aunque el pueblo lo afirma- que no es un ave de la tierra, por su cultivada tranquilidad, su escasa estimación del espacio arbóreo que hace suyo y desde el cual casi nunca dice nada, salvo el raro ¡Pssssst!, con lo cual todo termina en torno. Despreocupada de las cosas de la tierra. Por eso, algunas tribus proponen tratarse de un ave que ha hecho la migración de lejanos cielos del vastísimo cosmos, donde todo es silenciosa quietud; es decir, como paz interior y paz en derredor.

Por eso la llaman ave divina. Visita la tierra con la misión de anotar en su memoria, de esta romería humana, los nombres de cuantos han merecido acercarse al primer padre, Tamandú, a ajustar cuentas finales. En valles y campiñas, es conocida como lechuza, o búho; pero en esta función observadora adquiere el nombre de Urukure'a, siendo la lechuza de origen divino, la que dialoga con el autor de las almas. Pero suspendemos aquí para no entrar por esta misma puerta en la vasta cosmogonía guaraní. Volviendo a tierra, campesinos la llaman "cheropopó"; los maká, "colopopó",

 

PAJARO CAMPANA

 

El mundo creado por nuestro primer Padre, ñanderu teeté Marangatú, en bella síntesis Tupá, después del diluvio comienza a reorganizarse. A cada ave o animal le corresponde una actividad específica como labor propia en el afán de animar la tierra, las aguas y el aire. Ninguno de los llamados a la vida permanece ocioso en "la tierra sin mal" y de esa tarea proviene su nombre, pagando así el precio de su existencia en medio de la vastedad de espacio que Tupá le reserva.

En ese largo momento reinicial, esta ave aún no tiene nombre, se halla en espera del instante propicio en la suave penumbra de las cosas aún indefinidas. Tal el estado previo a la plenitud de ser, del llamado a ser algo, aún las aves; y ésta no había logrado concitar aún la atención de Tupá. Sin nombre, sin voz ni sonido propio, no tenía aún oficio asignado. Se encontraba en el sector de las aves mudas: ñee ngú, tímida y olvidada.

Pero una tarde, el ave suspende su vuelo y se posa en alta rama para oír mejor un ruido nuevo, no escuchado antes. Atenta, observa producirse junto a un grupo de hombres portadores de raros instrumentos: picos, martillos, barretas con que hieren la roca como queriendo arrancarle algo; a cada golpe la roca suelta chispas y un sonido impactante: ¡Tin!, ¡ton!,- ¡tin!, ¡ton!, ¡tin!, ¡ton!, ¡tan!, ¡tan!, ¡tan!, ¡tantantantan!...

El ave toma interés. Si logra transmitir esta novedad a Tumé y éste mediando, a Tupá, le recordará que había un ave que no tenía voz, quizás le diera nombre y sonido. Vuela al encuentro de Tumé y repite lo escuchado; revoloteando en torno, señala el rumbo de donde provenía este sonido de campaña; Tumé lo sigue, descubriendo hombres que rompen la piedra a golpes, sacan chispas y recogen algunos trozos. Inmediatamente, comprende el sabio Tumé: ¡Son buscadores de oro y piedras preciosas!... Levanta su voz y dice al ave: ¡Hoy tendrás nombre y sonido!, haz hecho un gran descubrimiento y dado el aviso a tiempo. En adelante, serás conocido y famoso!...

Desde entonces, se escucha en las selvas rocosas cercanas al Trópico de Capricornio, en la proyección de las venas de agua del Río Paraguay, Paraná e Yguazú; incluso Paranaíba, Paranapané y Uruguay, el repiqueteo de una campana que invita a buscar estas riquezas de la tierra. Unos lo llaman Guira Pong, otros Pásaro Ferreiro, Guirá tupín; pero sobresale en la nación guaraní con música y todo, el nombre de Pájaro Campana, imitando el golpe de martillo en el pedernal.

 

KOROCHIRÉ

 

Korochiré es avecilla dotada de grácil figura y de fácil y generosa musicalidad. El ave se dejó ver al comenzar a recuperarse esta planicie del gran suceso que fue el diluvio. Superado ese trance, la gran familia guaraní comenzó a descender de los firmes y oportunos refugios constituidos por altos pindós y fuertes cocoteros a los que habían trepado a tiempo, aconsejados por el sabio Tumé. Los lugareños habían vuelto a poner los pies sobre el suelo regado por aquel extraordinario meteoro venido del cielo que cooperó en volver más fértil la tierra cultivable del área guaranítica que con pequeñas variantes del idioma, ocupaba medio continente atravesado por caudalosos y cristalinos ríos.

Era necesario dar vida al terruño y animar a la gente a ocuparse de la siembra y las cosechas de frutos, granos y raíces para la normal alimentación del extendido pueblo aborigen que bordeaba hasta el Caribe, toda la región del mar donde se habían sumergido los antepasados atlantes. El sabio consejero Tumé, mediador ante Tupá Marangatú, había logrado despertar la atención del Hacedor, que -amigo del trabajo- favorecía el resurgimiento de las áreas tropicales que comprendían el entorno de vida, donde la población se multiplicaba y la subsistencia demandaba mayor aprovisionamiento manducable de peces, animales, plantas y chozas nuevas también. El trabajo animoso y sabiamente dirigido adelantaba positivamente.

Viendo Tupá que en medio de tanto ajetreo sembrando y cosechando, las madres sonreían viendo crecer a sus niños y a tanta gente trabajando, decidió premiarlos con algo que hiciera más llevaderas sus tareas: de los aires arrancó brisas que refrescaban las tardes, las plantas dieron flores y frutos y de los árboles surgió un ave que soltaba encantadores trinos, alegrando las jornadas de las primeras cosechas, multiplicándolas. Los guaraní aprendieron a imitarlos silbando y tarareando, dando al ave el simpático nombre de korochiré. Desde entonces, en todos los pueblos, senderos y sembrados de la extensión guaranzante, se escucha el bello regalo de sus dulces trinos y las gentes suspirando claman por su cotidiana repetición, como lo proclama el documentado folklore, como un premio al trabajo: ¡Ojalá korochiré recite en mi jardín!.

 

YACY YATERÉ

 

Yacy Yateré es ave trascendente. No se lo puede incluir tan sólo entre las aves de hábitat regional, dado que su nombre, por si mismo, es relevante: Yacy yateré. Conjugadas estas palabras en el guaraní de conexo mitológico y científico, hallamos que indica ser nada menos que trozo desprendido de la luna. ¿Acaso un meteorito alado?. ¿El primer cosmonauta?, ¿un viajero del espacio?. Así se introduce en la cosmogonía guaraní, donde todo adquiere ese fantástico hablar, múltiplos ultraponderables. Su insólita nombradía y origen demandará secuencias seculares de tiempo y análisis programáticos dignos de emprender; siendo necesario todo apoyo de la ciencia, protociencia, cosmofábula y lingüística extratemporal.

Tal mítico personaje poniendo sus pies en tierra se torna duende travieso de atrayente belleza, portando bastón de oro resplandeciente; con su mirada atrae e hipnotiza a los niños, llevándolos a pasear por bosques y senderos y termina extraviándolos sin poder estos regresar al lado de sus familiares; por este popular motivo todas las madres con el afán de dormir la siesta con alguna tranquilidad, recomiendan a sus niños varones no salir al patio a jugar, siendo ésta la frase tan usada: ¡Chake Yacy-yateré!.. quedando quietecitos y silenciosos junto al rancho campesino, sin atreverse a mucho porque saben que ese pajarito que silba su nombre detrás de mangos y bananos es el rubiecito que lleva niños a la luna.

Ante tan inexplicable posibilidad, muchos niños y niñas prefieren jugar con sus viejas figuritas y sus gastadas muñecas de cabellos de oro. Este hermoso niño -se dice- llama a las criaturas con el dedo índice untando de miel, a la que el mismo es muy afecto; al probar la dorada golosina, sus convidados no pueden resistir la tentación de seguirlo. Cuando las madres salen presurosas a buscar a sus hijos y el niño dorado que los conduce advierte que está a punto de ser descubierto, se transforma en ave y parte volando mientras suelta las electrizantes sílabas de su mágico nombre, aterrando a toda la campiña: ¡Yacy yateré!... y lo va repitiendo lenta y cuidadosamente. Otra versión acerca del ave indica que regresa sobre sus pasos, borrando sus huellas con la cola, por eso desgastada. Ave de múltiples recursos, regresa a medianoche a intentar, silbando, llevar doncellas. Basta pronunciar las sílabas Yacy-yateré, para que aves, hombres y animales enmudezcan de pavor. Y hay mil versiones de esta laya.

 

TAGUATÓ

 

Taguató es, en la mitología guaraní, el ave que salva a otra especia de ser aniquilada en la tierra. Su origen se anuda en el Taguá, siendo muy numeroso en épocas pasadas en el Chaco Boreal, pero como tenía muchas cosas en su contra, como su exquisita carne, su piel de dura pelambre muy buscada para hamacas, cinturones, correas, bártulos de colgar cosas domésticas, a causa de la caza desmedida, de la destrucción de su marco ecológico, sumándole que las pezuñas disecadas se venden como amuletos, o llaveros, hacen imposible su mantenimiento en esa región oriental del país.

Estas causas hicieron que ya Kilikiná, un héroe semejante al sabio Tumé, les hiciera saber que se acercaba el tiempo de su acelerado exterminio y comenzaran a pedir al dios tribal y existencial de animales y plantas, en la planicie chaqueña, que los convirtiera en otro animal capaz de ser preservado de persecuciones exterminantes. Kilikiná, mediador a su vez, hizo saber a Tupá de esta necesidad urgente de migración a otras zonas o regiones. Entrambos, reconocidos guaiká de todos los seres vivientes, se pusieron a buscar ese lugar tan anhelado, hallando que tan sólo en las alturas podrían estar a salvo y como en su condición de animal de pezuñas, no podían habitar en el cercano cielo de las blancas nubes, lograron que los aires serenos del oeste del Río Paraguay, los vaya recibiendo a medida que vayan desapareciendo los depredadores en esa región, también poblada por buitres y carroñeras, además de las escoptas de los terrestres, siempre ávidos de piel y carne...

Y fue ante esa necesidad de supervivencia, que esa larga y aún lenta petición a espíritus superiores, buscadores de un equilibrio de vida, vayan logrando espacio para una ave nueva junto a las nubes, aunque sólo sea por algunas horas diurnas en que volarían y a la noche regresarían a dormir en alguna rama en la agotada vegetación del Chaco. De este acuciante modo, los perseguidos Taguá del Chaco dejaron de ver ensartados sus colmillos en collares de trofeos, para convertirse en un ave nueva que en todo momento se salva revoloteando majestuosamente en las alturas, registrado con nuevo y enérgico nombre admirado de: Taguató.

 

ÑANDÚ

 

En la segunda computación de los tiempos memorables, todos los animales volvieron a la vida con una reanimación encargada por Tupá a los servidores, siendo el primero de ellos Tumé, que tomó asistentes porque la tarea era mucha y muy variada. Así cupo a Avaré tomar cada una de las aves y lanzarlas a volar, haciéndose de un espacio en el aire. Pronto, Avaré se dio cuenta de que ese encargo de repoblación de la tierra era complicadísimo en cada uno de los niveles y aptitudes de los volátiles y se ocupó de inmediato de las canoras, que debían volar y cantar, variadísimas en cada especie, lanzando al aire a las más pequeñas, que, al ser soltadas de manos, partían emitiendo gorjeos, trinos y murmurios con que alegraban ese primer instante de tomar posesión del espacio azul los volátiles.

Unas aves volaban, otras nadaban, otras buscaban en el pasto inmediato sustento, otras se dirigían a las flores captándoles el néctar y ágiles palominos cazaban insectos en pleno vuelo. Había mucha labor que desempeñar, máxime que tan antiguamente, el tiempo no estaba medido por relojes.

Las horas eran largas y los días interminables y la tarea infinita. Uno de los asistentes estaba encargado de contar las aves, para saber cuántas eran, pero contándose con dedos de pies y manos y luego codos y rodillas; eso se volvió una tremenda confusión, no se pudo saber cuántas habían retornado al aire en un cercano límite entre tierra y nubes. No faltaron pájaros caprichosos que, en vez de tomar vuelo, regresaban a las lagunas y ríos a darse un chapuzón y aún otras se divertían zambullendo, o nadando bajo las aguas, con la desesperación de Avaré, que era el responsable de todas. Regresaba Tumé de su tarea de control y viendo un ave acostada, que parecía dormida, y preguntó a Avaré:

- ¿Qué le pasa a ésta?, ¿está cansada de volar?

- No, responde Avaré, aún no ha volado...

- ¿Qué estuvo haciendo en la tierra?

- Primero, se ocupó en sacar toda clase de lombrices del suelo; luego, pegando sus oídos a la tierra, se puso a escuchar, así que le pusimos por nombre Ñandú, la que escucha y calla y no vuela.

- Déjala por aquí, dijo Tumé, puede ocuparse de correr por los campos. No volará pero servirá para vigilar el suelo y prevenir tormentas del poniente.

 

PATO

 

¿Cómo habrá llegado el degustador de barro que llamamos pato, o en guaraní ypé, viviente achatado en el agua, o pegado a ella, que podemos encontrar en toda laguna cercana a las viviendas campesinas?. Parece un ave despreocupada de todo cuanto la rodea, activando en lo suyo, las más de las veces con el pico en el agua y barro buscando el yantar de lombrices y pececillos cuasi minúsculos que gustan deglutir; pero es evidente que es un ave que sabe sobrellevar toda interrupción de su silencio digestivo con ánimo y presencia senecta.

¿Cuándo empezó a hablar el pato?, éste y todas las variedades que integran la población hidropalmípeda, de poco andar en tierra, pues ha sido enviado para nadar con alguna gracia en las lagunas calmas de esta, otrora llamada, "tierra sin mal".

Parecía animal volátil apegado a tierra y flotante en el agua, pero se ha podido ver cómo nos lo señala Ypecuava, duende de las aguas dulces, que esta ave doméstica, de tanto observar al hombre y sus contertulios de pesca, que es prudente y silente, pero, que en casos que invitan a la risa, sabe huir riendo del peligro de la indiscreción; donde escuchar y callar es la primera norma de longa vida.

Pues según el curioso primo de los duendes Toryyá refiere, la anécdota alada se produjo así como oyó decir a Ypecuava:

Estaban dos isleños al borde de una laguna arbolada y uno de ellos refiere al otro, que pescaba tranquilamente en semipermanente paz:

- Estoy procurando un lugar más tranquilo para pensar en las cosas que voy a necesitar para el próximo año...

- ¿Cuáles son esas cosas que vas a necesitar? Si se puede saber

- ¡Pues no sé todavía... estoy pensando nomás!

- ¡Pero si no tenés a la vista esas necesidades, no son de apuro. ¿Así que necesitas y no sabés qué cosas?, ¿cómo es eso?.

- Es que no puedo pensar tranquilo porque no tengo tiempo...

Y al oír esta barbaridad, visto que nunca hacía nada, el pato salió volando de la laguna riéndose estrepitosamente del mentiroso, exclamando incontenible la versión sonora de su burla: ¡Cuá-cuá-cuá!, y continuó volando pesadamente hasta una lagunita donde no hubiere otro mentiroso diciendo que no tiene tiempo, si nunca hace nada.

 

AVES SOBRE UNA CASA

 

La presencia de aves sobre una casa es buena señal, según el folklore actual, que es la más reciente capa costumbrista; la tradición misma, que se ocupa de versiones asentadas, consolidadas, traídas; de allí el nombre de tradición, desde antiguo, tiene en el caso de las aves su más rancio y crecido arraigo. Una casita en medio de la campiña agreste y tranquila, con árboles frondosos, bellas flores en el jardín, fragantes frutos, ágiles y animosas avecillas de variada especie revoloteando sobre vivienda, plantas y cultivos acreditan la condición de casa de bienestar. Y cuando sobre su techo se ven sobrevolar aves que hacen oír su canto, trinos y arrullos, se agrega a estas afirmaciones populares, que se trata de un hogar lleno de felicidad.

Arboles, flores, niños, aves en motivada reunión, hacen un verdadero panorama de dicha completa. Esto es lo que el campesino paraguayo entiende y acepta como bienestar; intuye y ve con claridad en un medio en que se notan las cuatro pautas de la paz y el progreso interior. Y cuando a ese permanente espectáculo se agrega la danzarina y fugaz visita de una mariposa azul, se introduce a las habitaciones en medio de manifestaciones de alegría, el comentario general de que pronto se recibirán buenas noticias en el seno familiar; celebradas canciones lo acreditan así. Vaya como ejemplo la página "Panambí hovy".

Si el cuadro se completa con la vivaz visita del colibrí, llamado picaflor, la gente se santigua diciendo: "¡Bendito sea Dios!". Todo cuanto vuela y se mueve con gracejo en el espacio inmediato a una casita de campaña, es bien recibido y celebrado, lo cual hoy es evidente amor a la armonía de la naturaleza. Se comprende entonces cuan importantes y amados son estos simpatiquísimos volátiles; así pueden ser aves mayores, menores, las avecillas, o mínimas como las mariposas. Todas embellecen el paisaje doméstico y dan abrillantada imagen de la feliz campiña paraguaya que anhelamos.

Este vivir armónico y feliz en la preservación de los valores más puros que dan animación y colorido a la vida, es lo que actualmente llamamos ecología, el natural equilibrio de los elementos adecuados a la existencia misma del ser humano y de la tierra.

 

BIBLIOGRAFÍA

- León Cadogan: Aves y almas guayakí-guaraní

   "".- Anthropos, Internacional Reviev, Vol. 50; 1955.

- Tomás Ozuna: Notas guaraníticas. Asunción, 1923

- Federico Mayntzusen: Krei-coom, Conceptos; Capitán Meza, 1947.

- Fundación Moisés Bertoni, Publicaciones y fotografías.

- P. Sánchez Labrador: Peces y aves del Paraguay, Fabril Ed. L.B.A.

- Eloi Fariña Núñez: Motivaciones, monografía. Buenos Aires.

- Rudi Torga: Entrevistas personales.

- Mauricio Cardozo Ocampo: Memorias y entrevistas personales.

- Félix de Azara: Apuntamientos sobre aves, etc. Imprenta Nacional de Asunción.

- Centro de datos para la conservación. Min. Agric. San Lorenzo.

-Andrés Oscar Contreras: Guirá campana, Asoc. Hombres y naturaleza y Amigos de Doñaña (España). Edit. Pilar, Paraguay.

- Museo Mitológico de Capiatá. Km. 19, Capiatá, Paraguay.

- Museo de Itaipú: Colección documental. Ciudad del Este.

- Museo de Yacyretá, zona del Paraná, Ayolas.

- Biblioteca de la Universidad Católica, Asunción.

- Biblioteca Municipal. Asunción.

- Encuentros con la naturaleza, Parque Municipal de Quiteria, Encarnación, Paraguay.

 

 

 

 

 

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