SOBREVIVIENDO CON LA INSEGURIDAD

Desde El Ybytyruzú

Por CAIO SCAVONE

caio.scavone@abc.com.py

Si hay algo que todos los gobiernos que pasan por el Paraguay siempre dejan en estado puro durante los 5 años de inquilinato es la inseguridad que nos tiene en una circunstancia que ya parece insalvable.

Entregar seguridad forma ya parte de todos los aspirantes que pugnan cada lustro con la intención de darle lustre al gobierno y mandato que aspira. Equivale hoy a una propaganda infaltable de todos los candidatos que sueñan con ganar cualquier elección y durante las justas presidenciales algunos hasta priorizan la batalla campal y encarnizada que entregarán en pos de conseguir lo máxima seguridad para los criollos y extranjeros que pisan y respiran en el Paraguay. 

Por suerte, la tranquilidad parece ser una situación de ánimo que adorna el espíritu de todos los paraguayos. El “tranquilo pa” –junto al mba’eve-silencio”– debe ser el reflejo de la conducta pasiva que exterioriza el criollo aunque el mundo se le esté viniendo encima. El vivir en la inseguridad total parece no obligarle a ninguna lucha y el hecho suena a no preocuparse y a seguir viviendo con la inseguridad a cuesta y muy acostumbrado a llevarlo de la manito. Y con la sumisión que le adorna al paraguayo, nada pelea y se convierte en un mentiroso cuando te dice: y aquí estamos, en la lucha. 

La incertidumbre no es un patrimonio exclusivamente criollo; está instalada en muchas partes, pero existen pertenencias de las que el Paraguay se adueñó desde hace un montón de años. Pisar una escuela o asistir a alguna institución escolar conlleva ir con la mochila cargada de alguna latente posibilidad de sentirle al techo no solo sobre la cabeza, sino de atajarlo con la cabeza. Arborizar las escuelas debe ser prioridad para los gobiernos que tomen la posta en el sector educativo. Pinta que la complaciente plata del Fonacide seguirá dándole la patada a la pobreza a muchos intendentes municipales y que el educando continuará usufructuando la seguridad de una frondosa planta de mango. 

La seguridad alimentaria también sigue en lista de espera y la falta de capacitación se refleja en el campesino que no sabe de un zapallito de tronco, una calabaza, desconoce los valores nutricionales de las frutas que cuelgan en sus chacras, sobrevive lejos de la producción hortícola y una berenjena le suena más a una bomba del EPP. El abandono que tiene el campo y la agricultura familiar paraguaya ya es demasiado familiar en el Paraguay. 

La inseguridad también se encuentra en las rutas mal construidas, mixturada con la manera tan fácil de conseguir licencias de conducir, los animales caminando sobre la calzada y animales prendidos al volante y, como si fuera poco, se enriquece la situación con una coimera Patrulla Caminera. 

Muchos efectivos de la Policía Nacional se encargan de entregar la reluciente inseguridad a la población paraguaya. No solamente le pudre a la Policía, sino nos tienen podridos por el involucramiento que tienen con la mafia, el contrabando, los asaltos, el robo y el narcotráfico, entre otras lindezas. El mismo comentario sirve para los aduaneros: la seguridad de la producción agrícola nacional se encuentra depositada en la ratera y corrupta administración que tiene la Aduana paraguaya. 

El ir a un estadio deportivo y salir con vida representa tener un santo aparte. La seguridad de ganar una elección en la Gobernación del Guairá te puede salir todo al revés y cualquier ajura galleta puede aposentarse hoy en esa institución para mandar al tacho la tan calificada y otrora cultura guaireña. 

El agua y la electricidad tienen hoy la seguridad en un pozo artesiano y en unas cuantas velas. Hace poco, el Presidente inauguraba, a metros de Itaipú, una planta de artefactos lumínicos en medio de la oscuridad total...

Fuente: ABC Color - Edición Impresa

Sección OPINIÓN

Martes, 16 de Mayo de 2017

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