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MANUEL PESOA
  ORÍGENES DEL PARTIDO LIBERAL PARAGUAYO 1870-1887 - Por MANUEL PESOA


ORÍGENES DEL PARTIDO LIBERAL PARAGUAYO 1870-1887 - Por MANUEL PESOA

ORÍGENES DEL PARTIDO LIBERAL PARAGUAYO 1870-1887

Por MANUEL PESOA

CRITERIO EDICIONES

Asunción – Paraguay

1987 (187 páginas)

 

 

 

INDICE GENERAL

 

Antecedentes históricos

Régimen de los López

La "Legión Paraguaya"

Los paraguayos y la guerra

 

CAPITULO I

La Convención Nacional Constituyente de 1870

La Constitución de 1870

Apreciaciones sobre la Constitución del 70

Los clubes electorales del 70

Presidencia de don Cirilo Antonio Rivarola

Presidencia de don Salvador Jovellanos

El Partido Nacional. Primera revolución de 1873

La segunda revolución de 1873

La revolución de 1874

 

CAPITULO II

Los empréstitos de Londres

La revolución dé Molas

Pedido de intervención brasileña

Presidencia de don Juan B. Gill

Los luctuosos sucesos de 1877

Presidencia de don Cándido Bareiro

Consideraciones sobre el período 1870-1880

 

CAPITULO III

Golpe de estado del General Caballero

Presidencia del General Bernardino Caballero

Leyes de venta de tierras públicas

Contra la corrupción administrativa

Periodistas, obreros y estudiantes

"Se dibuja la silueta de un partido de oposición"

Asunción al mando del General Escobar

Fundación de dos clubes electorales

 

CAPITULO IV

Aprestos electorales

"No queremos liberales en el Congreso"

En Villarrica no hubo comicios

Enfoques de la prensa oficialista

Acción opositora en el Congreso Nacional

Nueva fecha para la elección de Villarrica

 

CAPITULO V

Movilización popular en Villarrica

Domingo 12 de junio de 1887

Manifestaciones en Asunción

Interpelación parlamentaria sobre los sucesos de Villarrica 

Comentarios de prensa

 

CAPITULO VI

Los prolegómenos

El 2 de julio de 1887

El 10 de julio de 1887

El 24 de julio de 1887

Opinión de la prensa colorada

Defensa del Chaco

Meses finales del año 1887

Conclusiones

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

ANTECEDENTES HISTORICOS

 

         Las grandes causas se gestan en la conciencia humana y luego crean movimientos colectivos que las hacen irrumpir en la historia fecundando el paso de los siglos. Hombres intrépidos levantan la bandera de la redención social y la impulsan hasta las últimas consecuencias. Tal es el caso de la Revolución de los Comuneros del Paraguay que transcurre entre 1640 y 1735, primera enunciación popular de los principios liberales y democráticos en esta parte del hemisferio, en cuyo desarrollo alcanzaron el martirio nobles varones de esta tierra, signada por la vocación para el ejercicio de las instituciones libres.

         Tiempo después la independencia de los Estados Unidos de América y la Revolución Francesa inflamaron la imaginación de las generaciones siguientes, al alcanzar la victoria. Tales son muy a grandes rasgos, los fundamentos históricos de nuestra emancipación política en las jornadas del 14 y 15 de mayo de 1811.

         Uno de sus documentos básicos es el manifiesto del 6 de enero de 1812, que lleva la firma del Brigadier General Fulgencio Yegros, del capitán Pedro Juan Caballero y del doctor Fernando de la Mora. Su contenido trasunta el ideario nacional de los Próceres de Mayo, cuya definición doctrinaria determina con entera claridad la orientación ideológica de sus firmantes. La finalidad suprema de la sociedad según el documento, consiste

         "En mantener en equilibrio el baxel de la República, nuestra amada Patria, y asegurar los deseos que inflaman y alampan nuestro corazón por la prosperidad y mejora de todos sus establecimientos, ramos y demás objetivos relativos al gozo de los inmanentes y augustos Derechos del Hombre y tranquila posesión de los naturales títulos de la propiedad, libertad y seguridad, sobre cujas firmes columnas descansan los imperios y repúblicas de este globo".

         Estos son los grandes postulados de la época, proclamados en el Paraguay por los Próceres de Mayo, veintitrés años después de la Revolución Francesa. Sostiene luego el manifiesto que habrá de dictarse una Constitución por medio del "Congreso y Asamblea que ha de celebrarse con oportunidad, y acordaremos los reglamentos, estatutos y demás establecimientos de fondo para mantener el sistema público, a fin de que por siempre quede asegurada la independencia civil y el establecimiento de fondos para la defensa de los derechos imprescriptibles de la naturaleza. El gobierno económico es una materia que debe desmenuzarse con toda prolixidad: no os arredréis por los abusos que estén incorporados y arraigados. Recorred el vasto campo de la agricultura y del comercio, y en el río sobre el que navegan pacíficamente todas las producciones naturales, civiles y artificiales. No son estas materias algún arcano y misterio que no podamos fomentarlas sobre principios de estabilidad. Por esos canales, la industria logrará toda libertad, descargada de gravámenes onerosos; la emulación cobrará bríos; la concurrencia tendrá más actividad; los artesanos adquirirán más inteligencia y pericia; la población se aumentará, multiplicándose la suma de las comodidades, que vivifica las ocupaciones de los ciudadanos y acrecentará las esferas de la circulación; crecerá el consumo interior y exterior; el espíritu analizador e inventivo tendrá más carrera y hará prodigiosos adelantamientos en una tierra taxi dotada de cosas maravillosas y de tantas materias a que puede extenderse la previsión de un genio discursivo y emprendedor".

         Todos estos principios, criterios sociales y enunciados de buen gobierno serían recogidos después por los Convencionales Constituyentes de 1870 e implementados por los gobiernos más progresistas del país en el siglo siguiente. La parte final del Ideario de Mayo concluye así:

         "Debemos pues todos entrar en la parte de los designios y miras de la naturaleza, seguir el destino que ella nos ha inspirado contribuyendo cuanto podamos a la utilidad común y a la felizidad general de la sociedad y de todos los miembros que la componen, por un comercio recíproco de deberes y de servicios no teniendo menos actividad para dar que para recibir; empleando nuestros cuidados, nuestras industrias y nuestros bienes para estrechar más y más los vínculos que unen a todos los hombres entre sí. Este será nuestro afán y estudio; el deseo será obra nuestra, la utilidad de vosotros; alargaremos la mano a la recompensa; aliviaremos a los miserables, como ya lo hemos verificado, declarando exentos de tributos a los indios; no reinará más la opresión; las gracias y mercedes se repartirán con orden. Seríamos afortunados si pudiésemos aprovechar las nociones que puede derramar la buena intención de los principios aplicados; si la gloria sólida y verdadera se debe reputar por paga digna de satisfacer a un espíritu generoso, confesamos desde luego que somos ambiciosos y que aspiramos al renombre de verdaderos Padres de la Patria, siempre que la nuestra se honre y ennoblezca hasta las alturas de las estrellas, si cabe este encarecimiento. El fruto de nuestro mayorazgo será la reputación de habernos empleado y sacrificado por el bien y felicidad común sin consultar nuestra comodidad y provecho. El resorte secreto de que se ha valido nuestra provincia ha sido como habéis visto, el amor a la Patria, amor tan natural como el de nosotros mismos, y el de nuestros padres, que nace con nosotros por instinto, y que después confirma la razón. Así pues confiamos que al oír el eco de nuestra voz, os empeñéis a porfía a trabajar juntos en planes, proyectos y normas que sean capaces de elevar por grados la magnificencia de nuestra amada Patria a la cumbre de la prosperidad".

 

         Esta es la mejor exposición del Ideario de Mayo, que configura el proyecto de la República liberal y democrática, objetivo fundamental de los Próceres de nuestra independencia, gestores de los memorables sucesos de 1811.

         Infortunadamente el período comprendido entre 1814 y 1840 que corresponde a la Dictadura del doctor José Gaspar de Francia, encausó al país por otros derroteros y ni siquiera produjo un ordenamiento de derecho público que rigiera institucionalmente los destinos de la nación.

 



RÉGIMEN DE LOS LOPEZ

 

         Extremadamente cauteloso y paternalista, don Carlos Antonio López no quiso que prosperase la moción del capitán Juan Bautista Rivarola -uno de los contados Próceres de Mayo que logró sobrevivir a la Dictadura- que reclamó al término de la hegemonía personal del doctor Francia, que se sancionara una Constitución para el país, recogiendo el legado de la Revolución de 1811. No obstante, el Congreso General del 13 de marzo de 1844 aprobó al menos la Ley de Administración Política, que aunque estuvo lejos de ser una Constitución en el sentido jurídico del concepto, significó una embrionaria prefiguración institucional de organización del Estado, con todas las deficiencias señaladas por la crítica, por ejemplo aquella muy mentada de que no contiene ni una sola vez la palabra libertad. Dicho ordenamiento rigió durante las presidencias de don Carlos Antonio López y de su hijo y sucesor el mariscal Francisco Solano López.

         No puede pasarse por alto sin embargo, un factor de relativo equilibrio en este período paternalista, encarnado en personalidades distinguidas, presentes en el gobierno, que profesaban moderadas ideas liberales, como el comandante Mariano Roque Alonso, el doctor Juan Andrés Gelly y los ilustrados señores Benito Martínez Varela, José Berges, José Rufo Caminos, Andrés Gill, José Falcón, entre los principales.

         En el Congreso General de 1862 reunido a la muerte de don Carlos Antonio López, que eligió Presidente de la República al entonces general Francisco Solano López, un grupo de diputados cuyo portavoz fue don Cirilo Antonio Rivarola -de la estirpe del Prócer- reiteró expresamente el clamor del país de contar con una Constitución. Lo que ocurrió como resultado puede leerse en "El Liberal" de Asunción del 14 de mayo de 1921, con documentación relativamente inédita sobre el asunto.

         Poco después el país se veía envuelto en la guerra de 1864-1870, contra la Triple Alianza, respecto de la cual el ex-ministro de Relaciones Exteriores, doctor Justo Pastor Benítez, señala con extraordinaria lucidez que "fue la liquidación violenta de los pleitos del coloniaje, y una consecuencia de la incierta situación política creada en esta parte de América en el período de formación de las nacionalidades". ("La Ruta", Justo Pastor Benítez. 1938).

         Esta tesis es a mi juicio, la más objetiva que se ha expuesto sobre las causas profundas y las raíces históricas de la guerra del 70.


 

LA "LEGIÓN PARAGUAYA"

 

         A mediados del Siglo XIX se produjo en la Cuenca del Plata un acontecimiento que puede ser tomado como punto de referencia para comprender el problema de la "Legión Paraguaya", en el contexto de la guerra de la Triple Alianza.

         Una vasta coalición de argentinos, brasileños y uruguayos levantó el Ejército Libertador o Ejército Grande como indistintamente se lo llama, para batir al tirano de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas.

         Al frente de las huestes entrerrianas iba el general Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos; el general Benjamín Virasoro, nativo de Corrientes, mandaba el ejército de esta provincia, en el que sentaba plaza un importante contingente paraguayo en representación oficiosa de nuestro país; a la cabeza de las tropas del Brasil figuraba el general Luis Alves de Lima, futuro duque de Caxias; y finalmente, el general César Díaz, comandante en jefe del ejército del Uruguay, encabezaba a los orientales.

         La batalla decisiva tuvo lugar el 3 de febrero de 1852, en la que el ejército aliado, compuesto de argentinos, brasileños, uruguayos y paraguayos obtuvo la aplastante victoria de Caseros que obligó a Rosas a abdicar el mando y emigrar a Inglaterra.

         Episodios como éste eran frecuentes en las crónicas americanas de la primera mitad del Siglo XIX y calificativos tales como "leales" y "traidores" no iban más allá de la coyuntura pasional propiamente dicha, que una pronta amnistía fruto de una época generosa se encargaba de echarlos al olvido.

         Con esta predisposición sicológica vigente en todas las querellas entre americanos, los enemigos del régimen de los López, paraguayos de diversa extracción radicados en los territorios adyacentes, emigrados políticos que pasaban un amargo destierro en el Río de la Plata y estudiantes que se estaban formando en el exterior, producidas las complicaciones previas al conflicto en 1864, invocaron los precedentes anteriormente citados, en lo que desde su óptica era una cruzada libertadora.

         Que existieran paralelamente intereses siniestros en el ánimo de los gobernantes brasileños y argentinos, puestos en evidencia con la publicación del tratado secreto de la triple alianza, fue un hecho conocido con ulterioridad, cuando las acciones armadas eran ya realidades irreversibles.

         Enjuiciar y evaluar todo lo concerniente a la "Legión Paraguaya" no es tema de este trabajo. Pero en cambio se puede afirmar categóricamente que ningún paraguayo que hubiera sido miembro de la "Asociación Paraguaya" de Buenos Aires o integrante de la "Legión Paraguaya", figura entre los firmantes de las actas de fundación del Partido Liberal del 2 y 10 de julio de 1887.

         De entre los paraguayos que combatieron al mariscal López, el único de ellos que ingresó al Partido Liberal fue el general Benigno Ferreira, pero lo hizo muchos años después de 1887, razón por la que hablando en sentido estricto, no puede considerársele entre sus fundadores. Sin embargo, los importantes servicios prestados al país y al partido por el general Ferreira, han despertado en mí la decisión de escribir oportunamente su biografía.

 


LOS PARAGUAYOS Y LA GUERRA

 

         Cuando la guerra llegó a nuestras fronteras y el suelo de la patria fue invadido por los ejércitos aliados, el pueblo paraguayo empleó la totalidad de sus energías en el esfuerzo bélico, no en defensa de un modelo autoritario como era el entonces vigente, sino en salvaguarda de la heredad nacional. Nuestros antepasados no lucharon, sufrieron y murieron por un régimen político determinado. Lo hicieron en el entendimiento de que era la patria misma la que los convocaba a la resistencia, a la inmolación.

         De los paraguayos que lograron sobrevivir a la hecatombe, ancianos, ex-combatientes y niños, surgió en 1887 el Partido Liberal. De ahí que los acontecimientos que corresponden al período comprendido entre 1870 y 1887 -diecisiete años de historia política paraguaya- constituyen el contenido de este trabajo, en un intento de aproximación a la época formativa de la democracia paraguaya.

 



CAPÍTULO I

 

LA CONVENCIÓN NACIONAL CONSTITUYENTE DE 1870

 

         Entre el 1° y el 5 de enero de 1869, tras el casi total aniquilamiento del ejército paraguayo en Lomas Valentinas, las tropas de la triple alianza comenzaron a entrar en Asunción. La ciudad fue saqueada durante varios días y parcialmente incendiada. Sobre este tema publiqué una nota en el suplemento dominical del diario "HOY" del 5 de agosto de 1984, describiendo aquel vandalismo colectivo deshonroso para los ejércitos aliados que actuaron como hordas bárbaras en aquel pavoroso suceso.

         En medio del desastre, ciudadanos paraguayos animados de patriotismo (ex-prisioneros de guerra, ex-combatientes rezagados, "legionarios", y estudiantes paraguayos en el exterior) plantearon una petición a los aliados en la segunda quincena de 1869, sobre el establecimiento de un Gobierno Provisorio que asumiera la representación del país y la defensa de sus derechos.

         Como resultado de largas gestiones entre las partes, el 15 de agosto de aquel año se constituyó finalmente un Triunvirato, cuyos magistrados fueron don Cirilo Antonio Rivarola, don Carlos Loizaga y don José Díaz de Bedoya. Seis meses después, el 5 de febrero de 1870, el Gobierno Provisorio dictó una ley de derechos civiles y políticos, que anticipaba los que luego consagraría la Constitución.

         Este suceso tuvo la virtud de suscitar las expectativas de los ciudadanos. Aparecieron los primeros diarios en ejercicio de la libertad de prensa, se abrieron ilustrados debates referentes al destino del país como nación soberana, surgieron posiciones respecto del modo más indicado para defender sus derechos frente a las eventuales pretensiones aliadas y se adelantaron los principios que regularían el funcionamiento de la democracia paraguaya. Todo esto sobre el pavoroso telón de fondo del desastre producido por la guerra.

         Al convocar el Triunvirato a elecciones para Convencionales Constituyentes poco después del epílogo de Cerro Corá, se organizaron también los primeros clubes políticos de nuestra historia. Uno de ellos fue el "Gran Club del Pueblo", genéricamente denominado Partido Liberal, en base a una combinación concertada entre el Triunviro Rivarola y los señores Facundo Machaín, Benigno Ferreira, Juan José y José Segundo Decoud, Juan Silvano Godoy, Francisco Soteras, Salvador Jovellanos, José Mateo Collar, Jaime Sosa Escalada y Wenceslao Velilla entre los principales, con el color blanco como divisa partidaria. El otro fue el "Club del Pueblo", conocido también como Partido Popular o "Bareirista", connotación que no dejaba duda sobre la personalidad que ejercía mayor gravitación, don Cándido Bareiro, a quien acompañaban los señores Fernando lturburu, Cayo Miltos, Juan Bautista Gill, Rufino y Antonio Taboada, Cirilo Solalinde, Otoniel y Ángel Peña, Juan Antonio Jara, Pedro Recalde, José Toribio Iturburu, Juan León Corvalán, Fernando Iturburu (hijo) y otros más.

         Hay que anotar una observación. En el seno de ambos clubes políticos confraternizaban personalidades que durante la guerra de 1864-1870 habían militado en ambos bandos, unidos todos por el anhelo común de la reconstrucción nacional.

         Ambos también levantaron encendidos principios liberales, coincidiendo en imposibilitar el retorno a los regímenes del pasado y en la imperiosa necesidad de implantar instituciones libres en la patria. Así, las primeras elecciones populares de nuestra historia se realizaron el 3 de julio de 1870. El "Gran Club del Pueblo" conquistó 42 bancas y el "Club del Pueblo" logró 12 escaños. El 15 de agosto fueron solemnemente inauguradas las sesiones de la Convención Nacional Constituyente, bajo la presidencia de don José Segundo Decoud, correspondiendo al doctor Facundo Machaín la función de presidente de la Comisión Redactora de la Constitución.

         Hacia fines de agosto tras el alejamiento del país del Triunviro José Díaz de Bedoya y la noticia de la renuncia del Triunviro don Carlos Loizaga, el bloque mayoritario de la Convención estimó que se había creado un estado de acefalia en el Gobierno Provisorio. Y en la XIV sesión de la asamblea, invocando el hecho aludido, a moción del Convencional don Juan Silvano Godoy, ésta designó Presidente Provisorio de la República al doctor Facundo Machaín. Era el 31 de agosto de 1870.

         Esa misma noche, considerando que la adopción de la medida había sido apresurada, don Cirilo Antonio Rivarola y don Cándido Bareiro, resentido el primero con sus amigos que a su juicio le habían dado la espalda, y férreamente dispuesto el segundo a volcar aquella situación a favor de su partido, encabezaron un movimiento cívico-militar que en la madrugada del 1° de setiembre asumió el control de la Capital, con el resuelto propósito de frustrar la ascensión al mando del doctor Machaín. Por la tarde la Convención reconsideró la medida gracias a una nueva mayoría formada por "rivarolistas" y "bareiristas" y eligió Presidente Provisorio de la República a don Cirilo Antonio Rivarola, asumiendo don Cándido Bareiro la Secretaría de Estado del Interior.

         El "Gran Club del Pueblo" no solamente quedó en minoría, sino que su líder el doctor Facundo Machaín fue exonerado de su banca. El liderazgo de la conjunción de "rivarolistas" y "bareiristas" en el seno de la Constituyente, convertida en mayoría, fue ejercido por el doctor Cayo Miltos. Pero no varió la orientación liberal de la asamblea, que concluyó sus deliberaciones el 25 de noviembre de 1870.

 


LA CONSTITUCIÓN DE 1870

 

         Instituía aquella Constitución que el Paraguay era y sería siempre libre e independiente; se organizaba en República única e indivisible y adoptaba para su gobierno la democracia representativa. La soberanía residía esencialmente en la nación. Y establecía la división clásica de los poderes del Estado, Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

         Declaraba nula e inadmisible la dictadura, sujetando a los que la formulasen, consintieran o firmasen a la pena de los infames traidores a la patria. Todos los habitantes de la República gozaban de los derechos de navegar y comerciar, de trabajar y ejercer toda industria lícita, de reunirse pacíficamente, de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio paraguayo libres de pasaporte; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar, disponer de su propiedad y asociarse con fines lícitos y útiles; de profesar libremente su culto, de enseñar y aprender.

         Asimismo, el derecho a ser juzgado por jurados en las causas criminales; borraba para siempre la confiscación de bienes y la pena de muerte por causas políticas; abolía toda especie de tormentos y azotes; nadie podía ser obligado a declarar contra sí mismo, ni ser arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente, ni detenido más de 24 horas sin comunicársele su delito; consagraba el habeas corpus.

         Declaraba inviolable la defensa en juicio de las personas y de los derechos, así como el domicilio, la correspondencia epistolar y los papeles privados; inviolable también la libertad de prensa, sin que pudiera dictarse ley alguna que coartare este derecho; la inexistencia de la esclavitud; la igualdad ante la ley y ante cualquier, empleo público sin otra condición que la idoneidad; y hacía inviolable la ley electoral del ciudadano.

         Ninguno de los miembros del Congreso Nacional podía ser acusado, interrogado judicialmente, ni molestado por las opiniones o discurso que emitiera desempeñando su mandato de legislador. Las Cámaras Legislativas constituían un verdadero Poder del Estado, y no un apéndice del Ejecutivo; establecía el Juicio Político por el cual la Cámara de Diputados tenía el derecho exclusivo de acusar ante el Senado al Presidente de la República, al Vice Presidente, sus Ministros, miembros del Superior Tribunal de Justicio y generales del ejército y la armada.

         Al Senado correspondía juzgar en juicio público a los acusados por la Cámara de Diputados, pero ninguno de ellos podía ser declarado culpable sino por el voto de los dos tercios de los Senadores presentes. Figuraba también entre las atribuciones del Congreso Nacional, la declaración en estado de sitio de uno o varios puntos de la República; y la facultad de aprobar o suspender el estado de sitio declarado por el Poder Ejecutivo durante el receso parlamentario.

         En lo concerniente al Poder Ejecutivo, en ningún caso el Presidente de la República podía arrogarse atribuciones judiciales, ni revivir procesos fenecidos, ni paralizar los existentes, ni intervenir en ellos de cualquier modo, actos que llevaban consigo nulidad insanable. Tanto el Presidente como el Vice Presidente durarían en su empleo cuatro años y no podían ser reelegidos en ningún caso, sino con dos períodos de intervalo. Impidiendo así el vitaliciado, era coherente con el sistema republicano y democrático.

         El Poder Judicial tenía efectivamente garantizada su independencia; solo él podía conocer y decidir en actos de carácter contencioso, siendo exclusiva su potestad en ellos. Sus miembros podían ser personalmente acusados y eran responsables conforme a la ley de las faltas que cometieren en el ejercicio de sus funciones.

         Tal era en conjunto, la estructura de la República democrática consagrada por la Constitución Nacional de 1870.

 

APRECIACIONES SOBRE LA CONSTITUCION DEL 70

 

         El ordenamiento jurídico-institucional de la democracia liberal, instaurado por la Constitución de 1870 favoreció entre otros factores, el surgimiento de partidos políticos en nuestro país por primera vez en su historia.

         Si bien es cierto que era de corte relativamente individualista, en el sentido de asegurar el ejercicio de las libertades fundamentales del hombre y del ciudadano, y de defender la plena autonomía de la conciencia humana frente a los avances de presiones externas, como lo fueron todas las Constituciones dictadas en aquella época, no era sin embargo "leseferista" dado que determinaba con precisión los fines del Estado y la acción del gobierno, señalando los canales adecuados para el ejercicio de sus funciones, en la tarea de regir la vida social.

         En realidad, el "leseferismo" había quedado atrás en el ámbito liberal allá por el año 1850, superado con la aparición de las obras de John Stuart Mill, que influyeron decisivamente en las ideas político-sociales del siglo pasado. Tanto es así que la Ciencia Política considera que el libro de Mill sobre "La libertad" marca el intervalo entre el antiguo y el moderno Liberalismo. En dicho contexto corresponde pues situar a la Constitución paraguaya de 1870.

         En cuanto a la crítica que se le hizo mucho después, en el sentido de que no incluyeran enunciados de contenido social, vigentes en la época actual, dicha pretensión equivale a exigir a los Constituyentes del 70 que se anticiparan varias décadas a las ideas de su generación; y esa no es una forma correcta de evaluar los procesos históricos.

         Sin embargo, una lectura atenta y sin prejuicios del texto de la Constitución de 1870 pone en evidencia un hecho que debe ser destacado. No hay barrera alguna que impida su enriquecimiento con nuevos principios que el desarrollo social aconsejara introducir después en sus disposiciones, desde el momento que la propia Carta Magna establece los mecanismos de su reforma.

         Lo cierto es que la Constitución del 70 favoreció la reconstrucción nacional al término de la destructiva guerra de la triple alianza, e instauró un sistema de convivencia social que a pesar de sus momentáneos eclipses, resultó muy superior en materia de libertad y de respeto a la dignidad humana, a los regímenes que luego de su derogación tuvimos que sufrir los paraguayos. Debe ser vista por consiguiente, como el más valioso precedente institucional de nuestra democracia. Todos los gobiernos que se sucedieron en el país, como los mensajes presidenciales lo demuestran, así como los clubes electorales, revoluciones populares y partidos políticos orgánicos que actuaron hasta 1936, tuvieron como máximo objetivo el cumplimiento integral de la Constitución de 1870. Y este es un elemento de juicio definitivo que le asigna un puesto de honor en la historia del Paraguay.


 

LOS CLUBES ELECTORALES DEL 70

 

         El "Gran Club del Pueblo" y el "Club del Pueblo", fundados el 23 y el 30 de marzo de 1870 respectivamente, no se rigieron por estatutos ni reglamentos internos, sino por normas generalmente aceptadas para encauzar democráticamente sus deliberaciones. Vivieron prácticamente en estado de asamblea. No fueron partidos orgánicos sino sencillamente clubes políticos surgidos para cumplir el cometido concreto y coyuntural de prestigiar listas de candidatos a las elecciones de Convencionales Constituyentes del 3 de julio de aquel año. El hecho de que durante un cierto tiempo, los miembros electos en su representación actuasen unidos por lazos de solidaridad, no altera y más bien confirma el carácter transitorio de su naturaleza esencial.

         La ideología proclamada por el "Gran Club del Pueblo" y el "Club del Pueblo" era el Liberalismo constitucional y democrático. Si se compara las exposiciones doctrinarias de sus mentores intelectuales de mayor relieve -los doctores Facundo Machaín y Cayo Miltos- se observa una total coincidencia de fondo; la diferencia está en los matices pues Machaín se inspiraba en el Liberalismo norteamericano y Miltos se nutría en las fuentes del Liberalismo europeo. La explicación es sencilla. El doctor Machaín y los señores Benigno Ferreira, Juan José y José Segundo Decoud se formaron en instituciones educacionales de la Cuenca del Plata; en cambio el doctor Cayo Miltos y los señores Cándido Bareiro y Juan Antonio Jara estudiaron en altos centros universitarios franceses y británicos. Entiéndase que a los fines de este análisis tomo como arquetipos a las personalidades de mayor predicamento y gravitación en aquel momento.

         La distinción que algunos quieren hacer entre liberales y nacionalistas es anacrónica e insostenible. Si bien es cierto que en el "Gran Club del Pueblo" actuaban connotados enemigos del régimen de López -como los Decoud y Ferreira por ejemplo- al lado de éstos militaban también ex-combatientes del ejército paraguayo y estudiantes a quienes la guerra les sorprendió en el exterior. Y en cuanto al "Club del Pueblo", se sabe perfectamente que el núcleo de don Cándido Bareiro, mediante un acuerdo político expresamente concertado, contaba con el concurso en primera línea del coronel Fernando Iturburu, jefe militar de la "Legión Paraguaya", y los señores Otoniel y Ángel Peña, hijos de don Manuel Pedro de Peña. Esta composición humana de ambos clubes políticos refuta en términos absolutos la aludida distinción entre liberales y nacionalistas, por infundada.

         La crisis planteada en el seno del "Gran Club del Pueblo" a raíz de los sucesos del 31 de agosto y 1° de setiembre de 1870, que motivó el alejamiento de un importante sector de amigos de don Cirilo Antonio Rivarola -de indudable tradición familiar liberal- puede ser considerada como causa del temprano ocaso de esta entidad y de su ulterior resquebrajamiento. Surgieron de sus filas antes compactas, nada menos que cuatro núcleos políticos, que en lo sucesivo actuarían temporariamente juntos o separados, pero nunca más con cohesión unitaria, hecho que determinaría la intrínseca debilidad de esta corriente liberal para conquistar el poder político y conservarlo en sus manos. Dichos núcleos fueron los liberales "rivarolistas", los liberales amigos del doctor Machaín, los liberales "ferreiristas" agrupados en torno al futuro general Benigno Ferreira y un grupo contemporizador representado por don José Segundo Decoud que con el correr de los sucesos se asociaría al partido "bareirista". Esa tendencia centrífuga de los liberales del 70 podría deberse a la ausencia de una conducción única fruto del consenso y capaz de aglutinar a sus segmentos. Así fue que el 25 de noviembre de 1870, en ocasión de promulgarse la Constitución, los componentes del "Gran Club del Pueblo" lejos de buscar una fórmula de recomposición global, convinieron en cambio en darse recíprocamente "libertad de acción".

         Entre tanto, la conjunción de liberales "rivarolistas" y de convencionales del "Club del Pueblo" sirvió de base de sustentación política a la Presidencia Provisoria de don Cirilo Antonio Rivarola, que en dicho carácter ejerció el mando entre el 1° de setiembre y el 25 de noviembre de 1870.

         Una vez jurada la Constitución, planteose a la Asamblea Constituyente el problema de designar al Presidente y Vice Presidente de la República por el Primer Período Constitucional (1870-1874). Don Cirilo Antonio Rivarola y don Cándido Bareiro se sintieron legítimamente autorizados a aspirar a la primera magistratura. Al parecer, la política del Brasil influyó a favor del primero, en desmedro del segundo que tenía el respaldo de la Argentina. Lo cierto es que don Cándido Bareiro se negó a aceptar la Vice Presidencia por estimar que dicho cargo secundario no correspondía a su mayor envergadura política. Al rechazar rotundamente todo acuerdo sobre dichas bases, triunfó la fórmula compuesta por don Cirilo Antonio Rivarola y el doctor Cayo Miltos, oficialmente consagrada el 25 de noviembre de 1870. La actitud de Bareiro provocó una crisis interna en el "Club del Pueblo" pues el Vice Presidente Miltos y los flamantes Ministros don Rufino Taboada y don Juan Bautista Gill señalaron a la prensa que "sería una insensatez seguir al señor Bareiro en su separación de nuestro partido, cuando se trata de la tranquilidad de la Nación".


 

PRESIDENCIA DE DON CIRILO ANTONIO RIVAROLA

 

         El Presidente Rivarola integró su primer gabinete con las personalidades siguientes: Don Rufino Taboada, Ministro del Interior; don Miguel Palacios, Ministro de Relaciones Exteriores; don Juan B. Gill, Ministro de Hacienda; don Mateo Collar, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública; y don Salvador Jovellanos, Ministro de Guerra y Marina. Vale decir, tres liberales "rivarolistas" (Palacios, Collar y Jovellanos) y dos dirigentes del "Club del Pueblo" (Taboada y Gill), momentáneamente distanciados de Bareiro.

         A principio de enero de 1871, una asamblea designaba la nueva Comisión Directiva del "Club del Pueblo": Presidente don Miguel Haedo, Secretario don Higinio Uriarte, vocales don Juan León Corvalán, don Juan Antonio Jara, don Hermógenes Miltos (hermano del Vice Presidente de la República doctor Miltos), don José Tomás Sosa, don Antonio Taboada (hermano del Ministro del Interior don Rufino Taboada), don Emilio Gill (hermano del Ministro de Hacienda don Juan B. Gill) y don Salvador Rivarola (pariente cercano del Presidente Rivarola). Es significativa la ausencia de don Cándido Bareiro: ("El Pueblo" del 3 de enero de 1871).

         La muerte prematura del Vice Presidente doctor Miltos, el 7 de enero de 1871, a los 29 años de edad, privó al país del concurso de uno de los ciudadanos de más completa formación intelectual y política. Recibido de abogado en la Universidad de París, profesaba ideas liberales con singular lucidez y se había forjado en pocos años de actuación pública un sólido prestigio.

         Procurando ensanchar las bases de sustentación de su gobierno, el Presidente Rivarola atrajo a su círculo al grupo contemporizador de don José Segundo Decoud, a quien nombró Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, con la intención de conseguir a través de éste, el apoyo de los liberales amigos del doctor Machaín. Pero aquella jugada resultó infructuosa pues ellos prefirieron mantenerse a la expectativa.

         Intentando neutralizar al coronel Pedro Recalde, adicto a don Cándido Bareiro, el 28 de febrero de 1871 el Presidente Rivarola designó Inspector General de Armas (equivalente a lo que hoy sería el Comandante en jefe de las fuerzas armadas) al general Bernardino Caballero, correspondiéndole a este guerrero del 70 tener bajo su mando a la célebre "Legión Paraguaya", como lo prueba un artículo del diario "El Pueblo" del 22 de marzo de 1871, que pide "se disuelva la Legión Paraguaya". Poco después el general Caballero asumía el Ministerio de Guerra y Marina en el gabinete de Rivarola (11 de julio de 1871), iniciando desde entonces con su colega el señor José Segundo Decoud, una vinculación política que se iría acentuando en el porvenir, culminando en 1887 con la fundación del Partido Colorado.

         Un suceso llamado a tener profundas repercusiones políticas fue el retiro de don Rufino Taboada del Ministerio del Interior, por exigencias expresas de las fuerzas aliadas de ocupación. Su alejamiento del gobierno significó la reconciliación del sector mayoritario del "Club del Pueblo" con don Cándido Bareiro, quien por ese entonces, sin desempeñar función pública de relevancia, había comenzado a movilizar a sus partidarios en un sentido de abierta oposición a la política presidencial.

         El repentino fallecimiento de don Rufino Taboada a los 27 años de edad, ocurrido el 18 de junio de 1871, caudillo popular de reconocida agresividad y coraje, fue una resta para el "bareirismo". Evocando su intensa ejecutoria, afirmaba "El Pueblo" del 7 de octubre de 1871 que "la combatividad y valor de Rufino Taboada constituyó un factor decisivo en el encumbramiento de Cándido Bareiro". De ahí que desde su muerte cultivase asiduamente el señor Bareiro a don Antonio Taboada, hermano menor del extinto, brindándole apoyo, confianza y afecto.

         Se hacía evidente en el oficialismo, tras la desaparición del doctor Cayo Miltos y de don Rufino Taboada, la acentuada influencia de don Juan B. Gill, verdadero hombre fuerte de la situación, quien daba las pautas en todas las iniciativas del gobierno. En la época referida (1871), la gestión del señor Gill desde el Ministerio de Hacienda le había envuelto en graves complicaciones con el Congreso Nacional; además, a fuerza de audacia logró imponer su voluntad al Presidente Rivarola, ciudadano de índole ingenua y generoso hasta extremos inconvenientes, que sucumbió al influjo de su Ministro de Hacienda sin comprender que ello iba a causarle su propia ruina.

         A principios de agosto del 71, reconciliado el Señor Bareiro con los miembros del "Club del Pueblo", cuya jefatura había vuelto a ejercer, a través del Diputado Antonio Taboada inició negociaciones políticas con los liberales amigos del doctor Machaín y otros grupos del antiguo "Gran Club del Pueblo", lográndose concretar una fusión entre todos ellos. La nueva agrupación adoptó el nombre de Partido Nacional y a cuyo respecto se publicó este comentario en el diario oficialista:

         "¿Hay Partido Nacional en el Paraguay? Nosotros no lo vemos y con nosotros los que se preocupan del porvenir del país. No se puede llamar Partido Nacional a los pequeños círculos que militan en las filas de la política activa con más o menos ambición, con más o menos buena fe... Decimos que no existe el Partido Nacional, existen los elementos para formarlo"; ("El Pueblo" del 9 de agosto de 1871).

         Aquella agrupación sin embargo, promovió la acusación parlamentaria contra el Ministro de Hacienda, don Juan B. Gill, quien en juicio político substanciado a lo largo del mes de agosto en el Senado, fue hallado culpable de malversación de fondos y destituido de su puesto. No obstante, el Presidente Rivarola estaba dispuesto a sostenerlo hasta las últimas consecuencias.

         Con motivo de las elecciones municipales del 1° de octubre de 1871, mientras subía la tensión entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, don Juan B. Gill y el entonces mayor Benigno Ferreira organizaron el Partido Liberal, cuyos candidatos derrotaron a los del Partido Nacional en aquellos comicios. Sobre el punto, comentaba el órgano del oficialismo:

         "Los atrios de la Catedral y San Roque estaban ocupados por ciudadanos que ostentaban en sus cuellos un pañuelo blanco, con estas palabras PARTIDO LIBERAL; y eran los que dominaban absolutamente, y los que obtuvieron el triunfo más espléndido que se conoce en los fastos electorales pues la uniformidad hacía imposible el vencimiento":.. y recuerda a su "hábil y poderoso caudillo Juan B. Gill" ("El Pueblo" del 3 de octubre de 1871).

         Probablemente sintiéndose consolidados por esta victoria el Presidente Rivarola y el Ministro Gill, luego de una última gestión infructuosa ante el Congreso Nacional pidiendo la reconsideración de la sentencia contra éste (apelación presidencial del 13 de octubre de 1871), comenzaron a analizar la disolución de ambas Cámaras Legislativas, cuestión que provocó la renuncia de los Ministros don José Segundo Decoud y general Bernardino Caballero. Efectivamente, el 15 de octubre de 1871, invocando la supuesta usurpación de la soberanía popular y la destrucción del equilibrio de los Poderes del Estado, el gobierno decretó la disolución del Congreso Nacional.

         El Partido Nacional pasó a la acción directa. En noviembre de ese año estalló un movimiento revolucionario en Tacuaral (hoy Ypacaraí) encabezado por los militares coroneles Patricio Escobar y José del Carmen Pérez, además del capitán José María Concha, actuando como directores civiles del movimiento los señores Antonio Taboada, Juan Silvano Godoy, Juan Antonio Jara, Sinesio Urdapilleta, Genaro Pérez y José Segundo Decoud, en defensa de los fueros del disuelto Congreso Nacional, que no prosperó; al tiempo que abortaba un golpe de Estado en la capital dirigido por don Cándido Bareiro, el general Caballero y el coronel Serrano. Según Freire Esteves, las casas de familia de los ciudadanos militantes de la oposición fueron asaltadas por bandas gillistas.

         Pasada aquella efervescencia, los involucrados fueron puestos en libertad ante la convocación a elecciones para cubrir la vacancia de la Vice Presidencia de la República por muerte del doctor Cayo Miltos y de los Senadores y Diputados afectados por la disolución del Congreso Nacional.

         El Partido Liberal dirigido por el Ministro de Hacienda don Juan B. Gill y el mayor Benigno Ferreira nuevo ministro de Guerra y Marina, proclamó la candidatura de don Salvador Jovellanos para Vice Presidente de la República, además de la nómina correspondiente de parlamentarios. El partido Nacional por su lado, postuló a don Cándido Bareiro a la Vice Presidencia, considerando tal vez que el desgaste político sufrido por el Presidente Rivarola, precursor de un eclipse previsible, aconsejaba ahora rever la postura adoptada un año atrás.

         A último momento, aduciendo la existencia de irregularidades en el proceso electoral y sobre todo la injerencia del oficialismo a favor de su candidato, el señor Jovellanos, se abstuvo de participar en los comicios.

         El nuevo Congreso, integrado totalmente por ciudadanos adictos al partido en el poder, inició sus deliberaciones en reemplazo del que fuera disuelto el 15 de octubre, el día 8 de diciembre de 1871. Adoptó por unanimidad tres resoluciones llamadas a influir en forma inmediata en el curso de los sucesos. La primera consistió en aprobar las actas de elección de don Salvador Jovellanos a la Vice Presidencia de la República. La segunda, aceptar la renuncia "pro forma" presentada por el Presidente Rivarola, ausente de la capital en virtud de una presunta prescindencia en las deliberaciones del parlamento; y como corolario, resolvióse poner al señor Jovellanos, flamante Vice Presidente, en ejercicio del Poder Ejecutivo hasta el término del período constitucional en 1874. Y finalmente la tercera, de fuerte toque irónico, convalidó todo lo actuado por el ahora ex-Presidente Rivarola en su enfrentamiento con el Poder Legislativo.

         Cuando don Cirilo Antonio Rivarola tomó conocimiento de lo sucedido en su estancia de Barrero Grande refiérese que quedó terriblemente defraudado, pasando desde entonces a desarrollar una oposición frontal al nuevo régimen.

 

PRESIDENCIA DE DON SALVADOR JOVELLANOS

 

         Don   Salvador Jovellanos designó Ministro del Interior al teniente coronel Benigno Ferreira, recientemente ascendido; Ministro de Relaciones Exteriores a don José Falcón, reemplazado luego por don Gregorio Benítez; Ministro de Hacienda don Francisco Soteras; Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública don Carlos Loizaga; y Ministro interino de Guerra y Marina coronel don Pedro Recalde. Como puede apreciarse, un gabinete muy vinculado al Ministro Ferreira.

         Don Juan Bautista Gill pasó a ser presidente del Senado y de hecho aspirante a la presidencia de la República, trabándose desde ese momento una intensa rivalidad con don Benigno Ferreira por la hegemonía política del país, que dividió al Partido Liberal formado por ambos coyunturalmente para las últimas elecciones del 71.

         Los diversos publicistas que han estudiado este período sostienen que la diplomacia aliada fue un constante elemento de perturbación en el Paraguay, militarmente ocupado aún por los ejércitos de dichas potencias; y que en particular don Juan B. Gill representó en nuestro país el punto más alto de compromiso con el Brasil, mientras don Cándido Bareiro a través del doctor Gallegos concitaba la simpatía de la Argentina.

         A comienzos de 1872 fue precisamente Gill, quien desde sus elevadas funciones de presidente del Senado presionó fuertemente al Congreso Nacional para aprobar a tambor batiente el tratado de paz y límites con el Imperio (firmado en esos días por el canciller paraguayo Carlos Loizaga y el plenipotenciario brasileño Juan Mauricio Wanderley, Barón de Cotegipe), frente a la tenaz oposición de un grupo calificado de parlamentarios, encabezado por el Senador don Cirilo Solalinde. Viendo Gill en este acto de patriotismo, concomitancias políticas entre dichos legisladores y el Ministro Ferreira, impulsado por la soberbia y respaldado por el Brasil, emplazó al presidente Jovellanos a destituir al citado ministro, so pena de que en el caso de no allanarse a su exigencia iniciaría un juicio político al primer magistrado.

         Ferreira contraatacó iniciando un sumario a Gill por pretender coaccionar al Presidente de la República; compareció ante el Senado y en una operación fulminante apresó a su rival, haciéndole excluir de la Cámara Alta el 14 de abril de 1872. Animado de un profundo rencor, Gill debió emprender el camino del exilio.

         A partir de ese momento el ministro Ferreira convirtióse en árbitro de la situación; poco antes se había hecho acreedor a la gratitud nacional al rechazar en forma terminante la ocupación por fuerzas militares argentinas de la Villa Occidental (hoy Villa Hayes) en el Chaco paraguayo. El histórico manifiesto lanzado con tal motivo el 18 de febrero de 1872, con la firma de todo el gobierno, que fue de su redacción expresaba:

         "Ya no queda duda al pueblo paraguayo de las ideas de absorción, que tiene la República Argentina sobre el Paraguay, por esta razón es que el Gobierno paraguayo, cumpliendo su deber, protesta y no reconoce ni reconocerá el Chaco como territorio argentino hasta que se presenten mejores títulos de los que él posee" (Fragmento).

         La protesta tuvo enorme resonancia en el Río de la Plata y nos proporciona una idea cabal del patriotismo del ministro Ferreira. Lo grave para él era que todos sus adversarios políticos, frente a los que se hallaba prácticamente solo, comenzaban ya en ese entonces a negociar una gran convergencia cívica para alejarlo del poder.

         Consciente de la situación, don Benigno Ferreira inició en torno a su persona un reagrupamiento de ciudadanos que le sirviera como base de sustentación a sus gestiones gubernativas.

         Aquí es preciso formular un comentario aclaratorio. Hasta muy avanzado el Siglo XIX, la palabra partido en el mundo occidental tenía connotaciones muy diferentes a las que tomaría después. Los partidos eran transitorios, inorgánicos y generalmente se transformaban, se disolvían o entraban en conjunción con otros movimientos de opinión similares, una vez logrado el fin propuesto inicialmente, ganar unas elecciones o lograr cambios revolucionarios.

         Más o menos con estas características aparecieron en el Paraguay en el período comprendido entre 1869 y 1887, los primeros clubes electorales, las momentáneas convergencias entre dirigentes y dos nucleaciones que adoptaron la denominación de partidos, dentro del contexto señalado más arriba. Ellos fueron en el bienio 1872-1874, el Partido Blanco, "Aca-morotí" (como lo conocíó el pueblo) o liberal "ferreirista" y el Partido Nacional (conjunción de Gill, Bareiro, Machaín y Rivarola), frente cívico que se estructuró para combatir al anterior, protagonizando las revoluciones campales de 1873 y 1874.

         Así pues, producido el desplazamiento de Gill el 14 de abril de 1872, comprendió don Benigno Ferreira que debía constituir de inmediato una agrupación política que secundara en todos los terrenos la gestión del gobierno y su continuidad en el poder. Surgió entonces el Partido Blanco, "Acá-morotí" o liberal "ferreirista" que gobernó al país hasta el triunfo de la gran revolución del Partido Nacional, en febrero de 1874.

         En forma convencional, yo he propuesto el nombre de Partido Blanco, que en realidad no fue una denominación oficial del mismo, en el entendimiento de que ayuda a esclarecer aquella compleja situación. Ferreira hizo suya la divisa partidaria consistente en banderas, pañuelos, kepíes y otros distintivos de color blanco para diferenciar a sus huestes de las de sus adversarios. El uso del color blanco en las luchas políticas de la Cuenca del Plata era frecuente en la zona de la mesopotamia, y había hecho su entrada en el Paraguay como emblema del "Gran Club del Pueblo" en 1870.

         En forma constante, la prensa oficialista hacía alusión a dicha divisa dándole un sentido especial y un simbolismo concreto, a fin de atraer a los ciudadanos a compartir su causa:

         "Se levantó la bandera blanca, y se llamó al pueblo paraguayo a rodear esa enseña de fraternidad". ("El Pueblo" del 22-XII-71). Y "Partidarios acérrimos de la fraternidad, no nos cansaremos de alzar nuestra voz pidiendo que la bandera blanca que enarbolamos... sea el punto de unión de todos los paraguayos": (ídem, 10-II-72).

         Además, el color blanco era específicamente el distintivo de los liberales amigos de don Benigno Ferreira, no utilizado por ese entonces por los otros sectores liberales, a saber, los amigos del doctor Machaín y los liberales "rivarolistas". De igual modo, el Liberalismo era patrimonio de todos aquellos que querían llevar a la práctica el modelo socio-político instaurado por la Constitución de 1870. Lo que aconseja que no se designe con la denominación liberal, que era genérica, al segmento que específicamente acompañaba a Ferreira.

         A nivel popular, éstos recibían el apodo o sobrenombre de "Acá-morotí", por haber uniformado el Ministro Ferreira a las tropas a su mando con kepíes los oficiales y gorras los soldados, de color blanco, y también blancos sus pañuelos y tafiletes. Me parece pues razonable la denominación propuesta.

         Este partido contaba con un elenco civil calificado, compuesto por los señores Francisco Soteras, Gregorio Benítes, José Tomás Sosa, Carlos Loizaga, Eduardo Aramburu, José del Rosario Miranda y Jaime Sosa Escalada, más numerosos senadores y diputados. Y entre los militares figuraban los coroneles Francisco Lino Cabrizas, Antonio Luis González y Francisco Santos; los tenientes coroneles Silverio Céspedes, Víctor Fretes y Manuel F. Rivarola; los mayores Miguel Alfaro, Ciriaco Aponte, Juan Ascencio Roa, Desiderio Silva, Javier González, Ramón Denis, Juan Verón, Solano Irrazábal, Pedro N. Ocáriz, Adriano Morales, Andrés González, Juan J. Alvarenga y Gaspar Centurión, de notable ejecutoria en la guerra de la triple alianza.

         Con este equipo de civiles y militares, el gobierno del presidente Salvador Jovellanos con el Ministro Ferreira a la cabeza, pudo implementar importantes iniciativas en 1872 en todos los órdenes de la administración pública.

         Sin embargo, la diplomacia argentina y brasileña no iba a reparar en medios para lograr el ostracismo de Ferreira. Desde la aprobación del Tratado Loizaga-Cotegipe (9 de enero de 1871), bajo irresistible influencia y casi compulsión del entonces presidente del Senado, don Juan Bautista Gill, la diplomacia brasileña había llegado al convencimiento que este ciudadano era quien mejor representaba sus intereses en nuestro país; y no disimuló su disgusto cuando Gill fue expulsado del poder por el Ministro Ferreira (14 de abril de 1872), amenazando influir directamente en ocasionar la desgracia de este último. Los informes diplomáticos y militares de Antonio José Duarte de Araujo Gondin y de los Barones de Araguaya y de Yaguarón, coincidían plenamente en cumplir dicho objetivo.

         La diplomacia argentina por su lado, ansiosa de apoderarse de todo el Chaco hasta Bahía Negra, había hallado también en don Benigno Ferreira el obstáculo insuperable para concretar sus ambiciones territoriales. El propio general Bartolomé Mitre, en misión oficial en Asunción, escribía a su gobierno en fecha 16 de abril de 1873, que las pretensiones argentinas sólo podrían hacerse efectivas "a condición de derribar al Ministro (Benigno) Ferreira"; y poco después reiteraba:

         "El señor Ministro Ferreira, con influencia predominante en los consejos del Gobierno y con mayoría de Diputados en el Congreso, era de opinión de que el Paraguay no debía ceder una sola pulgada al norte del Bermejo". (Archivo del general Mitre. Informe del 10 de julio de 1873).

         Como puede apreciarse, los intereses de ambas potencias apuntaban en la misma dirección. De ahí el apoyo brindado a las revoluciones de 1873 y de 1874 que efectivamente lograron al final que don Benigno Ferreira se marchase al exilio.



EL PARTIDO NACIONAL. PRIMERA REVOLUCIÓN DE 1873

 

         El Partido Nacional que protagonizó las revoluciones campales de 1873 y 1874, debe ser encuadrado dentro de lo que en la jerga política se denomina "frente nacional" o coalición amplia de varios sectores diferentes, coyunturalmente unidos para crear una nueva situación.

         En conocimiento los señores Juan B. Gill y Cándido Bareiro de la consigna aliada de "derribar al Ministro Ferreira", dieron los pasos tendientes a formar una gran conjunción de personalidades y sus respectivos seguidores, que una vez concertada recibió el nombre de Partido Nacional. La concepción de fondo correspondió a don Cándido Bareiro quien propuso una alianza política entre su grupo, el antiguo "Club del Pueblo" o Partido Popular, con los líderes del también antiguo "Gran Club del Pueblo" o Partido Liberal de 1870, liderado en ese entonces (1873) por el doctor Facundo Machaín y don Cirilo Antonio Rivarola, enemistados ambos con el Ministro Ferreira y en actitud de oposición al oficialismo. Previamente, las tropas aliadas se comprometieron a permanecer neutrales ante cualquier emergencia.

         El 22 de marzo de 1873 estalló la primera revolución campal del Partido Nacional. Informado el Ministro Ferreira de lo ocurrido, movilizó la guardia nacional de infantería y caballería. Se combatió rudamente entre Pirayú y Paraguarí, donde el general Caballero fue derrotado en forma aplastante por los "Aca-morotí" mandados por Ferreira. Cayeron en poder de las fuerzas gubernistas en calidad de prisioneros el teniente coronel Juan Francisco Decoud (ex-segundo jefe de la "Legión Paraguaya"), el mayor Eduardo Vera (futuro jefe del alzamiento popular del 18 de octubre de 1891), los capitanes Alvarenga y Díaz, el señor Adolfo Decoud y unos cien soldados revolucionarios. El general Caballero, uno de los jefes militares del movimiento, marchó al sur y pasó a la provincia de Corrientes.

         Don Benigno Ferreira creyó haber concluido la tarea, pero quedaron sin embargo dos columnas revolucionarias intactas, una al mando del entonces coronel Patricio Escobar y otra encabezada por el coronel José del Carmen Pérez, desarrollándose nuevos combates en distintos puntos del país sin que se llegara a una decisión militar.

         El famoso Manifiesto de Paraguarí, lanzado por el general Bernardino Caballero, cuestionado por algunos publicistas por ciertos conceptos vertidos en el documento contra los regímenes del pasado, que a su vez Caballero desautorizó en 1906, es decir, 33 años después, decía en uno de sus párrafos:

         "Si nosotros, hijos del pueblo, que tenemos vínculos en el país, los que formamos parte del Partido Nacional... "

         Confirma que era el Partido Nacional quien asumía públicamente la responsabilidad de aquella revolución. Su texto fue redactado por don José Toribio Iturburu, aunque el general Bernardino Caballero manifestó en su carta del 14 de diciembre de 1906 que

         "yo no redacté ese documento impreso en Corrientes sin que tuviera conocimiento de sus términos, como no ignora quién pudo inspirarlo y darle forma... Las circunstancias me obligaron en aquel entonces a no hacer cuestión, porque no estaba en situación de romper con entusiastas y eficaces colaboradores, en presencia de la magnitud de mí empresa y de la absoluta falta de recursos. Tuve que hacerme el desentendido para llevar adelante mi obra, pero la verdad es que nunca jamás puse mi firma al pie de ese manifiesto... ". (Cartas del general Bernardino Caballero al señor Juan E. O'Leary, fechada en Asunción, el 14 de diciembre de 1906).

         Sin embargo, tan cuestionado manifiesto fue autentificado por don Cándido Bareiro el 22 de marzo de 1873, en nota dirigida al mariscal Barón de Yaguarón, jefe de las fuerzas militares brasileñas de ocupación en el Paraguay, en estos términos:

         "Debe Ud. convencerse, General, que nuestras banderas revolucionarias en nada vienen a atacar los derechos legítimos de la Alianza. El Manifiesto adjunto firmado por el General Bernardino Caballero se lo dirá a Ud. claramente, agregando mi más elocuente protesta que tal es la mente y la firme convicción que nos anima en esta jornada, en la que precisamos de Ud. como una ayuda eficaz para el restablecimiento del orden que ha de alterarse, más o menos, como es natural y evidente". (Fragmento de la nota elevada por don Cándido Bareiro, con su firma, el Barón de Yaguarón el 22 de marzo de 1873. Figura en los archivos del Ministerio de Guerra del Brasil, autentificada por el teniente Joaquín Antonio de Alencastro, Secretario Militar de la División Brasileña de Ocupación).

         A mi juicio, el general Caballero tuvo que haber conocido el documento en la época de su publicación y como él señala, por razones políticas debió hacerse el desentendido.

         Formaban parte del Estado Mayor del entonces teniente coronel Benigno Ferreira los Ministros José del Rosario Miranda y Francisco Soteras, de Relaciones Exteriores y Hacienda respectivamente, y los militares Francisco Lino Cabrizas, Antonio Luis González y Francisco Santos entre los principales.

         A su regreso a la capital el Ministro Ferreira pronunció un enérgico discurso en la Plaza de Armas ante una multitud de partidarios, acusando a los ejércitos aliados de anarquizar al país y exigiendo el retiro de las fuerzas de ocupación del suelo paraguayo.

 


LA SEGUNDA REVOLUCIÓN DE 1873

 

         En su retirada, las columnas revolucionarias encabezadas por los coroneles Patricio Escobar y Germán Serrano y el capitán Matías Goiburú se concentraron en Yabebyry, derrotaron a una fuerza gubernista que iba persiguiéndolas y se afianzaron en el terreno, fortificando el contorno. Con el substantivo apoyo de familias paraguayas residentes en Buenos Aires y contando con el reducto de Yabebyry como cabecera de playa para una nueva invasión del Paraguay, el Partido Nacional se aprestaba ya en abril de 1873 a levantar una segunda revolución.

         "En mayo del mismo año (1873), habiendo sido auxiliados por éstos (se refiere a los aliados) y según se dice por los señores Decoud, Egusquíza y Saguier residentes en esta capital (Buenos Aires), invadieron (los revolucionarios del Partido Nacional) de nuevo el territorio paraguayo, y como todos sabían que siendo el movimiento protegido por los brasileños, el gobierno estaba irremisiblemente perdido, la revolución tomó cuerpo rápidamente, hasta llegar a reunir cuatro mil hombres". (Jaime Sosa Escalada, "Política brasilera en el Paraguay y Río de la Plata").

         De inmediato el Ministro Ferreira marchó con el ejército gubernista a Paraguarí, estableciendo allí su cuartel general, trabándose poco después fuertes combates en los alrededores de Carapeguá, Cerro León y Pirayú. El 16 de junio de 1873, una fuerte columna revolucionaria en la que estaba toda la plana mayor civil y militar del Partido Nacional, luego de eludir a las fuerzas de Ferreira, marchó sobre la Capital que estaba prácticamente desguarnecida.

         Los revolucionarios penetraron fácilmente en Asunción, instalándose el comando insurgente en la Iglesia de San Roque (hoy Antequera y Presidente Eligio Ayala), mientras las avanzadas llegaban hasta el actual Teatro Municipal. Entablóse una lucha casa por casa. La resistencia gubernista estuvo a cargo del Ministro de Hacienda Francisco Soteras, quien pese a haber sido herido en el vientre, se sostuvo con firmeza en la Policía y en la Plaza de Armas, desalentando a los atacantes.

         El 18 de junio de 1873, luego de derrotar a una fuerza revolucionaria al mando del célebre mayor José Dolores Molas en Campo Grande, el Ministro Ferreira entraba victoriosamente en Asunción al frente de los "Aca-morotí", ante la retirada desordenada de los revolucionarios, a quienes al día siguiente persiguió de contramarcha, derrotándolos categóricamente en el arroyo Mbaey y en Naranja-jahi. Don Cándido Bareiro y el general Caballero con la plana mayor se dirigieron a Encarnación cruzando el río Paraná e internándose en la Argentina. Así terminó la segunda revolución de 1873, organizada por el Partido Nacional.

         Ferreira fue recibido triunfalmente por el pueblo y el gobierno. Una Ley del Congreso Nacional de fecha 25 de julio de 1873, dispuso su ascenso a general y el presidente Jovellanos le ratificó en su puesto de Ministro del Interior, ocupando poco después el Ministerio de Guerra y Marina. Aquel fue el momento estelar del general Ferreira en el siglo pasado.

 


LA REVOLUCIÓN DE 1874

 

         Cuando los líderes del Partido Nacional, tras los fracasos de 1873 comprendieron la magnitud de la empresa y los ingentes recursos humanos y financieros que debían obtenerse para una nueva invasión al Paraguay, en una reunión reservada celebrada en Corrientes (Argentina) resolvieron otorgar la jefatura a don Juan Bautista Gill, con plenos poderes para arbitrar los medios conducentes a lograr el triunfo.

         A dicho efecto Gill dirigió una nota confidencial al Vizconde de Río Branco, desde la ciudad de Montevideo (Uruguay), donde se había instalado momentáneamente, concebida en estos términos:

         "Residen en Corrientes, prontos a lanzarse a la patria a recuperar sus derechos conculcados, los señores Rivarola, Caballero, Serrano, Bareiro y otros, los que de acuerdo con otras personas de Asunción, me proponen dirija yo un movimiento revolucionario que debe estallar, poniéndose por completo bajo mi dirección y obligándose a seguir totalmente mis indicaciones". (Carta de don Juan B. Gill al Vizconde de Río Branco. Montevideo (Uruguay), 1° de octubre de 1873 Archivo de don Juan B. Gill, entregado por su hijo Andrés al doctor Cecilio Báez. Citada también por el doctor Gomes Freire Esteves. Fragmento).

         Para facilitar el camino, la propuesta se centraba en la eliminación del general Benigno Ferreira del gobierno, "respetando el principio de autoridad" del presidente don Salvador Jovellanos, postura en la que coincidían brasileños y argentinos. Gestiones similares cumplieron en Buenos Aires los señores Cándido Bareiro y Adolfo Saguier, además de las familias Machaín, Decoud y Egusquiza.

         Don Juan B. Gill viajó a Río de Janeiro y a su regreso al Plata a fines de 1873, recibió los créditos solicitados y obtenidos en la capital del Imperio, a través del señor Gumercindo Coll, fuerte exportador de cueros con oficina instalada en Montevideo.

         A su vez el señor Cándido Bareiro, los hermanos José Evaristo y Gregorio Machaín y las familias citadas de Buenos Aires, con el aporte pecuniario de don Cirilo Antonio Rivarola, adquirieron armas en la Argentina embarcadas en el puerto de Rosario de Santa Fe, a bordo de una flotilla de guerra expresamente comprada para invadir al Paraguay.

         El ejército revolucionario al mando del general Bernardino Caballero en su condición de jefe de mayor antigüedad, se concentró en la estancia del opulento caudillo del Partido Autonomista de Corrientes, don Juan Bautista Gallino, próxima a la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay.

         El 31 de diciembre de 1873 un grupo revolucionario de avanzada al mando del mayor José Dolores Molas y de don Antonio Taboada se presentó en Pilar y luego de una conversación con el general Ignacio A. Genes, jefe político y militar de Ñeembucú, concertaron con éste el desembarco del grueso del ejército revolucionario en la citada ciudad. Era lo que se necesitaba, una cabeza de playa para la invasión.

         Entre el 1° y el 3 de enero de 1874, la flotilla de guerra transportó a Pilar a la plana mayor civil y militar del Partido Nacional, y a las tropas expresamente organizadas en Corrientes, iniciándose así la invasión del Paraguay. Enseguida un destacamento de vanguardia al mando de los ya citados Molas y Taboada, llevando como ayudante a don Juan Silvano Godoy, embarcado en un buque revolucionario a cargo del capitán Ildefonso Benegas (el mismo que en 1904 iría a pilotear el "Sajonia"), se internaba en el río Tebicuary y desembarcaba en el Paso de Santa María (Misiones), dirigiéndose a Carapeguá donde poco después se concentraban todas las tropas revolucionarias.

         ¿Qué ocurría entre tanto en Asunción? En pleno concierto con los planes revolucionarios y con instrucciones precisa de la Corte de San Cristóbal, llegó a la capital paraguaya el nuevo enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Imperio del Brasil, Consejero Antonio José Duarte de Araujo Gondin, quien en forma inmediata hizo valer todo el peso de las fuerzas brasileñas de ocupación para lograr el alejamiento del general Benigno Ferreira del Gobierno. Y esta vez tuvo éxito en su cometido pues el presidente Jovellanos no tuvo más remedio que someterse a los designios combinados de la diplomacia y del ejército del Brasil, allanándose a acceder al retiro de Ferreira.

         Este dio plena libertad de acción a sus partidarios y se retiró a su hogar. Así triunfó.

         "...la política del Brasil que tenía empeño especial en la separación del Ministro Ferreira. Cuando una nación extranjera solicita la eliminación de un ciudadano de la dirección superior de los negocios públicos, como condición esencial para tratar el arreglo de las cuestiones internacionales, puede desde luego afirmarse que aquel contra quien se aconseja esa medida reúne condiciones de superioridad indiscutible. Solamente los hombres con los contornos del estadista, que encarnan las aspiraciones de su patria, provocan tales resistencias y son objeto de esas medidas de coerción". (Jaime Sosa Escalada, obra citada):

         Sobre este punto, vale la pena conocer lo expresado por el propio general Benigno Ferreira, en carta política dirigida al doctor Alejandro Audivert, insertada fragmentariamente en el libro del señor Sosa Escalada. Dijo el general Ferreira:

         "Pudimos sostenernos, como nos sostuvimos mientras estuve en el gobierno; pero contra mí se levantó la revolución sostenida por la influencia brasilera y argentina. Para evitar mayores complicaciones al país, me retiré del gobierno, juzgando inútil, en medio de las pasiones, hacer ninguna manifestación para justificar mis actos".

         Cuando el ejército revolucionario en pleno irrumpió en Campo Grande, el coronel Francisco Lino Cabrizas al frente de un destacamento gubernista hizo un enfrentamiento simbólico para salvar apariencias y en menos de media hora de esporádicos tiroteos el triunfo de la revolución del Partido Nacional fue un hecho consumado. Al cabo de algunas negociaciones formales suscribióse el siguiente documento:

         "MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. Bases para el arreglo de paz acordado definitivamente entre el Comité de la Revolución y el Gobierno de la República del Paraguay bajo la mediación y garantía moral de la Legación del Brasil:

         1.- Acatamiento de los altos poderes constituidos.

         2.- Olvido absoluto del pasado por ambas partes.

         3.- Organización de un ministerio de conciliación.

         4.- Desarme general de todas las fuerzas como acto primero e inmediato del nuevo Ministerio, debiendo todo el armamento ser depositado en la Capital a la orden del Gobierno.

         5.- Reconocimiento de los gastos de guerra de la Revolución. Indemnización de los perjuicios causados a consecuencia de la misma.

         Legación del Brasil en Asunción, febrero 16 de 1874.

         Bernardino Caballero - Germán Serrano - Cirilo Antonio Rivarola - Cándido Bareiro - Patricio Escobar - Ignacio A. Genes - Juan Bautista Egusquiza.

         El mediador: Antonio J. D. de Araujo Gondin.

         Conforme: Salvador Jovellanos. (República del Paraguay. Registro Oficial. 1873 - 1875. Pág. 508).

 

         Pese a la existencia de graves amenazas contra su persona, el general Benigno Ferreira permaneció en Asunción hasta el 25 de febrero de 1874, dispuesto a hacer frente a sus responsabilidades políticas y administrativas. Pasado ese tiempo y no habiéndose abierto causa alguna ante los tribunales, que impidiera su salida del país, tomó el camino del exilio. Regresaría 20 años después, en 1894, para ponerse de nuevo al servicio del país.

         El presidente don Salvador Jovellanos integró su gabinete así: Ministro del Interior, general Bernardino Caballero; Ministro de Relaciones Exteriores, don Cándido Bareiro; Ministro de Hacienda, don Juan Bautista Gill (asumió recién el 4 de marzo, traído a Asunción por un buque de guerra del Brasil); Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, don Francisco Soteras (en la cartera de Hacienda del gobierno anterior); y Ministro de Guerra y Marina, coronel Germán Serrano, después ascendido a general.

         El Partido Nacional quedó desintegrado de hecho, al no ser incluido en el nuevo gobierno ni un solo representante liberal; en particular, el golpe afectaba directa y personalmente a don Cirilo Antonio Rivarola, quien sintiéndose traicionado al no cumplirse los pactos-políticos anteriormente concertados, pasó de nuevo a la oposición. Se iniciaba así una nueva etapa en la política paraguaya.

 

 

 

CAPÍTULO VI

 

LOS PROLEGOMENOS

 

         El doctor Gomes Freire Esteves en la obra que le consagró como historiador político, caracteriza así aquel memorable año 1887, que tan singulares resonancias iba a tener en los destinos del país:

         "La hora de las grandes transformaciones psíquicas de la República había llegado y el régimen político del 74, que seguía imperando en el gobierno, se hallaba trabajado ya, como se ha visto, desde los últimos años de la presidencia de Caballero, por profundas disidencias parlamentarias y reacciones espontáneas de la juventud que aspiraba a intervenir en la vida pública por su propia virtualidad.

         Todas las circunstancias había madurado la inspiración pública para el alumbramiento de un nuevo credo en el seno de nuestra embrionaria democracia y no faltaban sino los hechos externos que tradujesen el estallido del sentimiento cívico en formas permanentes de lucha y organización; ha de marcarse así aquel año político en los anales de la historia nacional, como uno de los ciclos culminantes del desarrollo reconstructivo de la República, tanto por su conexión con el pasado, sucedido del 69 hasta él -del cual va a constituirse una línea de separación espiritual inconfundible- como con el porvenir, que irá llenando por espacio de tiempo que se prolonga hasta nuestros días, de sus repercusiones constantes. Ciertamente también las causas venían abonadas de la sangre de los caídos en las últimas tragedias. Un pasado de sangre y errores proyectaba sobre los cuarteles enseñoreados de la situación, la sombra amenazante de las sanciones tempranas de la posteridad, y no obstante el atraso de las masas, se discernían profundamente ya sobre las responsabilidades mayores de los gobiernos, a tal punto que el juicio histórico de los graves sucesos que habían producido sus hombres, estaba perfectamente formado, antes de todo pronunciamiento colectivo de la opinión.

         Añádase a ello, lo desconocido y lo inesperado de los movimientos sociales históricos: las revelaciones extraordinarias del talento, del carácter, del entusiasmo y del valor cívico, de una generación no sospechada siquiera, desde la gestación misma de la causa, que daría copiosa prueba de la preparación psicológica del país, para la vasta conmoción moral que se gestaba en sus entrañas.

         Estaban perfilados los tipos anunciadores y forjadores del credo: los hombres maduros y espectables, como el ex-convencional D. Cirilo Solalinde; el leader popular, llamado a mover las multitudes con su alma encendida y contagiosa, como D. Antonio Taboada, el caudillo de fuego, capaz de morir siempre en la prueba al frente de los suyos, como D. Esteban Gorostiaga; los parlamentaristas de vocación para los debates incisivos y la acción de las tribunas, como D. José María Fretes y D. Francisco Fernández; el periodista de sistema, perseverante y eficaz, como D. Ignacio Ibarra; los aliados natos, de todo momento, como el doctor D. Benjamín Aceval; la juventud graneada, en fin, a cuya cabeza descollaba por su civismo volcánico, su moral de revolucionario condensador de todos los ideales de su generación D. José de la Cruz Ayala, y cobraba pronto el relieve de su talento, Cecilio Báez, llamado a sostener más tarde, las cruzadas largas de los años de combate, desde la prensa, la cátedra y el parlamento, al par de Fabio Queirolo, tallado ya en su tipo consular de virtudes antiguas, que le sobreviviría en la memoria de sus compatriotas; e iniciaban sus armas, apercibidas para las arduas jornadas, Adolfo Soler, Manuel Ávila, Juan A. Aponte, Abdón Álvarez, Benegas, Pedro P. Caballero, los Caminos, Pérez, Urdapilleta, Torrents, a quien se sumarían luego otras figuras juveniles de selecta idealidad como D. Juan Bautista Machaín, destinado a perecer como bueno en aras de su primera protesta armada.

         Y detrás de todos aquellos espíritus, poseídos del sueño dorado del porvenir, un soldado ilustre por su pasado y su alma incorruptible de prócer, esperaba la hora y el puesto para abrir con su espada y con su vida, la ruta de su advenimiento: el mayor D. Eduardo Vera"

         La cita es larga pero hermosa. Ofrece una visión de conjunto de la trayectoria que iban a cumplir aquellos varones eminentes, en la cruenta empresa de forjar la democracia paraguaya, con resonancias épicas que aún cien años después, llegan hasta nuestros días, incitándonos a ser dignos de nuestros fundadores.

         Fue en aquel momento muy especial que un núcleo de ciudadanos muy vinculados a los sucesos políticos de aquel año, resolvieron dar un paso decisivo para concretar los anhelos colectivos:

         "En la ciudad de Asunción, Capital de la República del Paraguay, a los veinte y seis días del mes de junio del año mil ochocientos ochenta y siete, los que suscriben, ciudadanos paraguayos, reunidos en la casa de la calle Villa. Rica No. 50, previo cambio de ideas acuerdan:

         1.- Fundar un centro político con el objeto de propagar por todos los medios, los derechos que asisten a los hombres, de defender lo que nuestras leyes nos acuerdan y luchar en la medida de nuestras fuerzas por el triunfo de todas las justas causas del pueblo.

         2.- Celebrar una asamblea general el día dos de julio entrante e invitar a ella a determinadas personas, reservando someter a esta asamblea el nombre que deberá llevar la asociación.

         3.- Postergar para aquella misma asamblea la formación de un acta fundamental y declaratoria de las causas y fines de la asociación.

         4.- Nombrar una Comisión Provisoria compuesta por los señores Antonio Taboada, Juan Ascensio Aponte, Juan Bernardo Dávalos, Fablo Queirolo y José de la Cruz Ayala para dirigir las invitaciones acordadas y los trabajos preliminares, fijándose el local de la calle Asunción No. 1, para las deliberaciones de la indicada asamblea.

         Después de todo lo cual se dio por levantada la sesión a las cuatro horas y media de la tarde. Antonio Taboada, José de la Cruz Ayala, Rómulo Decamillí, Fabio Queirolo"

         Así pues se había dado el paso inicial y del mencionado núcleo partirían las invitaciones a las personas, cuya nómina quedó convenida por consenso en la reunión del 26 de junio. El texto de la invitación decía:

         "Varios ciudadanos reunidos el día 26 de junio, acordaron en una conferencia preliminar la fundación de un centro político. Con tal objeto se nombró una Comisión Provisoria compuesta de las personas infrascritas, quienes por resolución general, tienen el honor de invitar a Ud. a la asamblea que tendrá lugar el sábado 2 de julio, a las 7 y medía p.m. en la casa de la calle Asunción No. 1, para tratar la constitución definitiva de la asociación. Antonio Taboada, José de la Cruz Ayala, Rómulo Decamillí, Fabio Queirolo".

         Precisamente en la mañana del 26 de junio de 1887, tras arduas gestiones desplegadas por ciudadanos de la Capital, recuperaron su libertad bajo fianza los dirigentes del "Club Popular" de Villarrica, don Esteban Gorostiaga, don Marcelino Rodas, don Rómulo DecamiIli, don Bernardino Bordón, don Evaristo Fernández, don José M. Peralta, don Francisco Medina, don Antonio Fernández y don Marcelino Arias, en honor de los cuales se organizó un banquete:

         "Por nuestras anteriores noticias ya nuestros lectores sabrán que varios caballeros ofrecían un banquete en el Hotel Hispano-Americano a los que fueron traídos presos de Villa Rica a esta Capital por cuestiones electorales y que días después fueron puestos en libertad bajo fianza respectiva por el Juzgado de lo Criminal.

         La mesa anoche estaba lujosamente preparada. A las seis y media recibieron los obsequiantes a los referidos ciudadanos: don Antonio Fernández, don Rómulo Decamilli, don José M. Peralta, don Francisco Medina, don Marcelino Rodas, don Evaristo Fernández, don Bernardino Bordón y don Marcelino Arias. Don Esteban Gorostiaga no había concurrido a causa de su indigestión.

         A las siete se sentaron con los mismos a la mesa los señores: Antonio Taboada, Pedro V. Gill, José de la Cruz Ayala, Pedro P. Caballero, José María Fretes, Fabio Queirolo, Abdón Albarez, Avelino Garrete, Juan Ascencio Aponte, Octaviano Rivarola, Ildefonso Benegas, Francisco Fernández, Felipe Torrents, Martín Urdapilleta, Lino Vergara, Carlos Saguier, Genaro Pérez, Cirilo Solalinde, Adolfo Soler, Remigio Yegros, J. Cirilo Mendoza, Leonardo Arias, Pastor Idoyaga, Enrique Soler, Daniel Candia, Juan Martínez, Germán Jara, Luis Caminos y Vicente F. Espínola.

         Llegados a los postres, se iniciaron los brindis, más que brindis extensos y enérgicos discursos, entre los que descollaron los de don Pedro P. Caballero, don José de la Cruz Ayala, don José M. Frentes, don Fabio Queirolo y otros varios más.

         La reunión se disolvió a las diez, en medio de entusiastas manifestaciones a los obsequiados y a la vista de numerosas personas que habían acudido al Hotel, a objeto de presenciar las demostraciones que a éstos se les hacían" ("La Democracia" del 30 de junio de 1887).

         Se habían dado así pasos racionales y emotivos que iban aunando voluntades, orientándolas hacia finalidades certeramente elegidas en aquel momento histórico, tendientes a la constitución de un gran partido político de oposición.

 

EL 2 DE JULIO DE 1887

 

         La asamblea convocada para el sábado 2 de julio de 1887, deliberó en la casa de la calle Asunción No. 1 desde las 19.30 hs. en adelante. Aquella dirección corresponde hoy a la esquina noreste de las actuales calles Coronel Bogado y Yegros, y era la residencia de la señora Susana Florentín de Dávalos, dama del patriciado asunceno. El acta de la sesión expresaba:

         "En la ciudad de Asunción, a los dos días del mes de julio de mil ochocientos ochenta y siete, reunidos en el local de la calle Asunción No. 1, por expresa invitación de la comisión iniciadora de la formación de un centro político los señores Cirilo Solalinde, Antonio Taboada, Ildefonso Benegas, Juan Ascencio Aponte, Juan Bernardo Dávalos, José María Fretes, Emilio Saguier Cabañas, Rafael A. García, Antonio Zayas, Ignacio Ibarra, Daniel Candia, Adolfo R. Soler, Manuel Mora, Salvador Echanique, Vicente F. Espínola, J. Cirilo Mendoza, Felipe Torrents, Constantino Arrúa, Lino Vergara, Antonio Fernández, Avelino Garcete, Luis Caminos, doctor José Zacarías Caminos, Guillermo González, Genaro Pérez, José A. Alfaro, Pedro P. Caballero, Sinforiano Cano, Juan Martínez, Rómulo Decamilli, Pastor Idoyaga, José M. Ortellado, Francisco Fernández, Martín Urdapilleta, Fabio Queirolo y José de la Cruz Ayala, y con la asistencia de los señores Florencio Quintana, Manuel Ávila y Manuel Paradeda, componiendo un total de cuarenta y seis asistentes, y previas las explicaciones dadas por los miembros informantes de la comisión de iniciación de las razones y motivos que se han tenido en vista para la convocatoria, a fin de uniformar las ideas en la conformidad de la formación de una asociación que responda a las grandes necesidades sentidas para la propaganda de los principios de buen gobierno y defensa de los comunes derechos y de las leyes de la República, conformes todos los presentes sobre la bondad y justicia de las ideas en el sentido indicado, se firmó por unánime voluntad un acta provisoria declarando constituido el "CENTRO DEMOCRÁTICO". En consecuencia se formó una Comisión Directiva Provisoria, recayendo la designación en los siguientes señores.

         Presidente don Cirilo Solalinde

         Vice-Presidente don Antonio Taboada

         Secretario José de la Cruz Ayala

         Pro-Secretario don Fabio Queirolo

         Tesorero don Juan Bernardo Dávalos

         Vocales doctor José Zacarías Caminos, don Juan Ascencio Aponte, don Emilio Saguier Cabañas, don Ignacio Ibarra y don José María Fretes.

         Suplentes don Pedro P. Caballero, don Rómulo Decamilli y don Luis Caminos.

         Seguidamente la asamblea designó tres miembros para que en comisión, formulasen el Acta Fundamental definitiva de la asociación y los estatutos reglamentarios de la misma, siendo los señores doctor José Zacarías Caminos, don Pedro P. Caballero y don José de la Cruz Ayala los encargados de estos trabajos, debiendo una vez terminados, ser sometidos a la consideración de la asamblea. Después de tomadas estas resoluciones, la asamblea dio por terminadas sus deliberaciones y se levantó la sesión. (Firmado) José de la Cruz Ayala, Secretario":

         Ese mismo día, los ciudadanos asistentes aprobaron un documento y luego lo suscribieron, bajo la denominación de:

         "ACTA PRELIMINAR DEL CENTRO DEMOCRÁTICO. Nos, los abajo firmados, reunidos en la casa de la calle Asunción No. 1, el día sábado dos de julio de mil ochocientos ochenta y siete, a las siete y media de la noche, con el objeto de establecer un centro político, convencidos de la imperiosa necesidad de su existencia, procedimos a una formal declaración de que, desde la fecha, queda instalado dicho centro bajo la denominación de CENTRO DEMOCRÁTICO, con los propósitos y fines que se establecerán en el Acta Definitiva de constitución. Y para que conste, firmamos la presente acta, fecha ut supra. Antonio Taboada, Cirilo Solalinde, José de la Cruz Ayala, Fabio Queirolo, Juan Bernardo Dávalos, José Zacarías Caminos, Juan Ascencio Aponte, Emilio Saguier Cabañas, Ignacio Ibarra, José María Fretes, Pedro P. Caballero, Rómulo Decamilli, Luis Caminos, Ildefonso Benegas, Rafael A. García, Antonio Zayas, Adolfo R. Soler, Daniel Candia, Manuel Mora, Salvador Echanique, Vicente F. Espinola, J. Cirilo Mendoza, Felipe Torrents, Constantino Arrúa, Lino Vergara, Antonio Fernández, Avelino Garcete, Guillermo González, Genaro Pérez, José A. Alfaro, Sinforiano Cano, Juan Martínez, Pastor Idoyaga, José M. Ortellado, Francisco Fernández, Martín Urdapilleta, Florencio Quintana, Manuel Ávila y Manuel Paradeda".

         "La Democracia" del 4 de julio de 1887 anunció en su edición de la fecha, que se había firmado el sábado 2 el Acta Preliminar de fundación del "CENTRO DEMOCRATICO", al tiempo que daba la nómina de la Comisión Directiva provisoria; pero "El Imparcial" fue más explícito:

         "El gran Partido Liberal ha sentido al fin la necesidad de combinar sus fuerzas, de ponerse en batalla, para combatir al canceroso caballerismo. Hasta aquí no obraban sino individualmente por cada uno de sus miembros. Ahora se agruparán todos, formarán verdadero cuerpo político con cabeza que les dirija. A esto responde la constitución de un centro político que se verificó en la noche del sábado 2 del corriente. El Partido Liberal peleará en los comicios en defensa de sus derechos y hará que los funcionarios públicos cumplan con sus deberes, o lo que es lo mismo, que se mantenga incólume el imperio de la ley, hasta aquí ultrajada": ("El Imparcial" de 5 de julio de 1887).

         El 8 de julio apareció en la prensa una invitación de carácter general, para la gran asamblea del 10 de julio, concebida en estos términos:

         "Asunción, 7 de julio de 1887.

         Señor Don…….......

         Habiendo resuelto la Comisión Directiva provisoria en sesión de ayer pasar invitación a las personas que por sus sanas ideas pudieran simpatizar y adherirse al "CENTRO DEMOCRATICO"; el que suscribe cumple con el deber de comunicar a Ud. dicha resolución, para que, aceptada la idea, pueda concurrir a la asamblea general que tendrá lugar en el local de la imprenta de "La Democracia", el domingo 10 de julio a las 12 p. m. a objeto de tratarse la aprobación del acta de fundación.

         Los dos impresos adjuntos le impondrán a Ud. de los proyectos presentados a la consideración de la asamblea, respectivamente por la comisión en mayoría y minoría, encargada de la redacción de ese documento.

         Con tal motivo, saludo a Ud. (Firmado) Cirilo Solalinde, Presidente Provisorio, José de la Cruz Ayala, Secretario". ("La Democracia" del 8 de julio de 1887).

         Estaban pues dados todos los pasos previos, conducentes a la fundación del "Centro Democrático". Los diarios de esos días reflejaban las expectativas que el acontecimiento suscitaba tanto a nivel de oposición como de oficialismo. Por primera vez en nuestra historia política iba a constituirse con todas las formalidades del caso, un partido con las características permanentes propias de las instituciones de esta naturaleza.

 

EL 10 DE JULIO DE 1887

 

         El 10 de julio de 1887 se realizó efectivamente la gran asamblea fundacional del "Centro Democrático", en el solar que hoy ocupa el Banco del Brasil (Nuestra Señora de la Asunción esquina Oliva), labrándose en la ocasión el acta siguiente:

         "En Asunción, a los diez días del mes de julio de mil ochocientos ochenta y siete, reunidos en asamblea para tomar en consideración los dos proyectos de Acta Definitiva de constitución del "CENTRO DEMOCRATICO" presentados respectivamente por la comisión especial en mayoría y minoría, encargada de la redacción de aquel documento, se abrió la sesión a la una y media p.m. Se dio lectura al acta de la sesión anterior, la que no fue observada, leyéndose también el Acta Provisoria labrada en aquella misma asamblea y que declara formalmente la instalación de dicho centro, con los propósitos y fines que debía indicar el Acta Definitiva de constitución.

         Fueron leídos los dos proyectos de Acta presentados por la comisión especial en mayoría y minoría, encargada de este trabajo. Después de largas discusiones en que hicieron uso de la palabra los señores Pedro P. Caballero, José María Fretes y Cecilio Báez en apoyo y fundamento del proyecto de la mayoría, y el señor José de la Cruz Ayala en defensa del presentado por él, expresando las razones que le han obligado a no aceptar en todas sus partes el acta formulada por los señores doctor José Zacarías Caminos y Pedro P. Caballero, se aprobó este último sin modificación, por mayoría de votos de los ciudadanos de la asamblea, firmándola absolutamente todos los presentes. (Firmado) Cirilo Solalinde, Presidente Provisorio. José de la Cruz Ayala, Secretario".

         Infortunadamente, pese a la intensa búsqueda que realicé para llegar a conocer los argumentos esgrimidos por los expositores de la comisión en mayoría (don Pedro P. Caballero, don José María Fretes y el doctor Cecilio Báez) y minoría (José de la Cruz Ayala) a favor de sus proyectos respectivos, no me fue posible hallarlos en ninguna parte, salvo la referencia muy general del doctor Freire Esteves de que:

         "En la misma génesis de la agrupación, este antecedente (la disparidad de temperamentos) quedó documentado, con las discusiones promovidas acerca de los proyectos de acta de fundación. Fueron presentados dos: uno redactado por José de la Cruz Ayala y otro por José Zacarías Caminos. El primero contenía la tendencia extremista de los espíritus (el proyecto de Alón); el segundo (el proyecto de Caminos), la moderada... ": ("Historia Contemporánea de la República", Gomes Freire Esteves).

         El proyecto de acta de fundación presentado a la asamblea del 10 de julio de 1887 por José de la Cruz Ayala, decía:

         "En la ciudad de Asunción, a los 10 días del mes de julio de 1887, nos, los ciudadanos de la República del Paraguay reunidos, y de conformidad con el establecimiento de una asociación política, fundamos ésta con el nombre de "CENTRO DEMOCRATICO": Pero toda vez que una sociedad política indica la existencia de un malestar general que no pueden remediar los esfuerzos aislados y por respeto que es debido al criterio de los demás hombres, debe declararse las razones que nos unen en una comunidad de aspiraciones.

         Tenemos una de las Constituciones políticas más libres del mundo, a la cual no es dado renunciar, y que asegura los derechos del hombre y del ciudadano a los que habitan el suelo paraguayo.

         Ella establece la forma de nuestro gobierno considerándola como la más propia para la prosecución de la felicidad de todos. Ella dispone que los gobernantes sean elegidos para hacer efectivos los derechos y no su violación y ofensa.

         Pero la historia de nuestra Era Constitucional es casi la negación del sistema democrático-representativo, porque los derechos más sagrados han sido violados generalmente, ofendidos los más grandes intereses nacionales, ineficaces grandes garantías; las administraciones sin respeto a las leyes de la República, alterándose así en sus fundamentos nuestras libres instituciones.

         Y cuando un sistema se desquicia en sus fundamentos, es un derecho y es un deber de los hombres por él regidos, reclamar su respeto por el medio legítimo más eficaz y llamar al orden a los que lo desconozcan.

         Por tanto, haciendo uso de nuestros derechos, es un deber unirnos en nombre de las virtudes cívicas más elevadas para propagar los derechos que asisten a los hombres, defender lo que nuestras leyes nos acuerdan y procurar el triunfo de las causas justas del pueblo. Y en su fe, firmamos esta declaración fundamental y constitutiva del "CENTRO DEMOCRATICO". (Firmado) José de la Cruz Ayala.

         El proyecto de José de la Cruz Ayala no tuvo andamiento. En cambio el de la comisión especial en mayoría fue aprobado, "firmándolo absolutamente todos los presentes". Dice así:

         "Acta Definitiva de fundación del CENTRO DEMOCRATICO. En la ciudad de Asunción, a los diez días del mes de julio de mil ochocientos ochenta y siete, por cuanto el pueblo paraguayo en su Constitución política ha acordado a los ciudadanos, entre otros derechos como el de la libertad de la prensa y el de la palabra, el de la reunión, y declarado asimismo inviolable la ley electoral, a fin de que con estos medios que se consideran los más eficaces pueda establecerse para los actos de los gobiernos, no solamente una barrera a sus avances posibles, sino también un medio de ilustrar a los mismos en el examen y resolución de las cuestiones de su competencia que afecten los intereses de la comunidad e intervenir espontánea y libremente en la formación de los poderes del Estado que deban encargarse de los destinos de la República. Y considerando que el derecho de la reunión comprende el de la formación de asociaciones políticas para hacer más eficaz el uso de esos mismos derechos, por cuanto la unidad de acción lleva consigo mayor cooperación de inteligencias en el examen de los negocios del Estado e imprime mayor autoridad moral en el ánimo de los gobernantes, encaminándolos de este modo por el sendero que les señala la verdadera voluntad del pueblo.

         Y teniendo presente la necesidad sentida de un tiempo a esta parte de una agrupación semejante, nos, los abajo firmados nos hemos reunido espontáneamente y constituimos por resolución unánime una sociedad política que denominamos CENTRO DEMOCRATITO, para hacer uso de los derechos que nos acuerdan la Constitución Nacional y las leyes de la República en la forma que se determinará en los estatutos respectivos.

(Firman) Cirilo Solalinde, Ildefonso Benegas, José de la Cruz Ayala, Francisco Soteras, Octaviano Rivarola, Pedro José Alarcón, Florencio Quintana, Juan P. Filisbert, Pedro P. Domecq, Fidel Ramírez, Sebastián Ibarra Legal, Manuel Paradeda, Evaristo Torres, Pedro V. Gill, Eduardo Doria, Emilio Saguier Cabañas, José Franco, Cornelio Escobar, Mariano Riquelme, Simeón Irigoitia, Pedro A. López, Victoriano Palacios, José Guillermo González, Marcelino Fleitas, Rafael Antonio García, J. Cirilo Mendoza, Salvador Echanique, Adolfo R. Soler, Liborio Palacios, Gregorio Viveros, José María Fretes, Avelino Garcete, Patricio Gadea, Felipe Torrents, Manuel Ávila, Diego Téllez, Teófilo Manzano, José Santos Fernández, Francisco Bogado, Pedro P. Caballero, Daniel Candia, Cecilio Báez, Miguel G. Ortiz, Juan Bernardo Dávalos, Luis Caminos, Genaro Pérez, Pedro P. Bobadilla, Marcelino Rodas, Juan I. Bargas, Ezequiel Giménez, Singoriano Cano, José Zacarías Caminos, Fabio Queirolo, José Gaspar Gómez, Venancio León, Vicente F. Espínola, Antonio Zayas, Liberato M. Rojas, José Luis Mena, Antonio Fernández, Avelino Gaona, Antonio Taboada, Francisco Fernández, Evaristo Román, Ignacio Ibarra, José Z. Ibarrola, Víctor M. Soler, Juan Antonio Jara, Pastor Idoyaga, José Mateo Collar, José Joaquín Goiburú, Estanislao V. Núñez, Juan Martínez, Tomas Armoa, Jesús María Carrillo, Policarpo Ríos, José del Carmen Astigarraga, Hilario Gayoso, Juan Ascensio Aponte, Juan José Alvarenga, Rómulo Decamilli, Manuel I. Frutos, Silvano Castelví, Evaristo Fernández, José María Ortellado, Jaime Téllez, Fernando Franco, Juan M. Jara, Apolinarío Ortiz, José Vera, Lucas Amarilla, Onofre Romero, Elías Maldonado, José M. Delvalle, Serapio Méndez, Norberto Queirolo, Antonio Peralta, Donato Ugarte, Victoriano López, Juan Bautista Villalba, Martín Urdapilleta, Anselmo Areco, José C. Ríos, Pedro R. Ortiz, Lorenzo Palacios, Enrique Regis, Lino Bogado, Juan A. Duarte, Manuel Sosa, Ignacio Astigarraga, Francisco Sosa, José Meza, Félix Rodríguez, José Domingo Gayoso, José Valiente, Sebastián Báez, Miguel Castro, Daniel Valiente, Valentín Gómez, Lino Bargas, Manuel Vázquez, Carmelo Talavera, Constantino Arrúa, Doroteo Trujillo, José A. Alfaro, Benjamín Moliné".

         En el curso de la asamblea fundacional del 10 de julio de 1887, don Antonio Taboada hizo una exposición, cuyo texto completo tampoco me fue posible conseguir, salvo los siguientes fragmentos:

         "Sancionada y jurada la Constitución Nacional el 25 de noviembre de 1870, comenzó la penosa tarea de nuestra reconstrucción, que congregó a todos los sobrevivientes de la guerra, empeñados en levantar a la patria de la postración en que se hallaba; pero no faltaron convulsiones internas provocadas, ora por los desbordes de la autoridad, ora por el estallido de reacciones legítimas, que dejaron rastros en la realización de aquel programa de salvación colectiva.

         A pesar de todo, nunca se paralizó el funcionamiento de las instituciones y sorteando escollos que a veces parecían insalvables, el país siguió el curso de una evolución que aunque imperfecta, denotaba no obstante su voluntad de vencer las pruebas del destino. Oportunamente la historia juzgará aquel período, dará su veredicto y habrá de situar a cada uno de los protagonistas en su lugar.

         Hacia 1882, el curso de los sucesos nos impuso crecientes responsabilidades directas en la marcha general del país. Y si en algunos momentos excepcionales de este pasado inmediato, cuando dichas responsabilidades recayeron ya sobre nuestros hombros, debimos tornar decisiones impostergables, que implicaban compromisos políticos onerosos, hoy, ante la soberana majestad del pueblo, precisamos manifestar que ellas obedecieron a la necesidad de enfrentar situaciones difíciles, que no estaba en nuestras manos modificar, pero sí atenuar, para evitar mayores males a la patria, como la experiencia posterior vino a demostrarnos, alejando toda incertidumbre de nuestra conciencia.

         Me refiero concretamente a la participación de varios de nosotros en el encumbramiento a la presidencia de la República de los generales Caballero y Escobar, en circunstancias que son de pleno conocimiento de todo el pueblo.

         En el primero de los casos, la intromisión de los cuarteles en una esfera totalmente ajena a la de su competencia, fue desembozada, a instancia del propio interesado, se quebrantó así, por parte del círculo faccioso a que hago referencia, el acatamiento al poder civil, respetada tradición del antiguo partido nacional, en el que muchos de los asistentes a esta asamblea actuamos en la década anterior, por eso mismo, la concurrencia de los civiles que fuimos abiertamente a contrapesarla, tuvo como única finalidad frustrar la tiranía militar que veníamos abatirse sobre la nación; propósito logrado mediante la firmeza irreductible de los legisladores, que consecuentes con el origen popular de su mandato, convertimos en un baluarte de las libertades públicas, nuestras bancas en el Congreso Nacional.

         Y en el segundo caso, balanceando las aspiraciones personales de Escobar en asumir el mando, con las pretensiones de Caballero de perpetuarse en el poder, aun a costa de modificar la propia Constitución por un golpe de Estado, para despejarle el camino, aseguramos con una actitud similar a la anterior, oponer una valla a semejante desafuero, impidiendo que se consumara la ruptura de nuestro ordenamiento jurídico, mientras iban madurando las condiciones sociales, para dar un nuevo sesgo a la política nacional.

         El fusilamiento del pueblo guaireño, el 12 de junio último, perpetrado por la fuerza pública, en momentos en que iba a procederse a la elección de un senador y un diputado en aquel distrito, llevó la convicción a los espíritus independientes, ajenos a los manejos del oficialismo, de la patriótica necesidad de formar un centro político en la capital, para actuar como cabeza del Partido Liberal, del que forman parte todos los hombres de trabajo que anhelan el triunfo de los valores éticos sobre la corrupción, como es propio bajo el sistema republicano de gobierno.

         Así pues, de ahora en más vamos a luchar organizadamente por el cumplimiento de la Constitución y de las leyes; por la defensa de las libertades y de los derechos del pueblo; por la pureza del sufragio; por la honestidad en el manejo de los fondos públicos, por dar justicia a los oprimidos, que son víctimas de los mandones; por la preservación del patrimonio fiscal del país, dilapidado a mansalva por los detentadores del poder, por la educación popular, que es la obra de la democracia; breve resumen en el que los paraguayos vemos condensado nuestro credo liberal.

         Tales son las causas principales que nos congregan a todos los presentes en esta gran junta de ciudadanos, espontáneamente reunidos para ratificar lo resuelto en la asamblea del 2 de julio próximo pasado, y dejar constituido hoy, 10 de julio de 1887, el CENTRO DEMOCRATICO, en forma definitiva, de conformidad al acta correspondiente que vamos a suscribir.

         Bien sabemos que nos esperan en lo sucesivo, sacrificios ingentes, y que muchos podemos caer en el difícil camino que solemnemente iniciamos contra un régimen ominoso, para establecer la democracia. Pero hay una verdad que surge del fondo de nuestra historia. Cuando el pueblo paraguayo se moviliza en aras del bien nacional, no hay fuerza capaz de detenerle. Esa es la confianza que me inspira la certeza del triunfo final". (Exposición de don Antonio Taboada, efectuada en la asamblea del 10 de julio de 1887, en ocasión de quedar definitivamente fundado el CENTRO DEMOCRÁTICO. "La Democracia "del 11 de julio de 1887).

         Dos comentarios de prensa revelaban el impacto que aquel acontecimiento histórico había causado a la opinión nacional. El primero de ellos decía:

         "Siempre que se trate de servir al glorioso partido de la libertad, EL LÁTIGO figurará en la primera fila. Entendemos que servir al partido, entre otras manifestaciones, la de dar a conocer cuáles son sus soldados más meritorios. Pensando así es que damos en nuestra columna de honor el retrato de austero patriota Antonio Taboada y demás mártires de las libertades guaireñas. El pueblo juzgará. Nosotros cumplimos con nuestro deber". ("El Látigo" del 10 de julio de 1887).

         Y el segundo,

         "El CENTRO DEMOCRÁTICO se instala con hombres de buena voluntad, que no tienen ambiciones de lucro ni otras tendencias perversas; con hombres que solo exigen la buena marcha del gobierno y buscan por este medio el bien de todos y la felicidad de la patria. Es por eso que decimos que su constitución definitiva, efectuada el día de ayer, tiene marcada importancia en los fastos históricos del país". ("La Democracia" del 11 de julio de 1887).

         Con plena conciencia histórica, ambos periódicos coincidían en atribuir significación principalísima al surgimiento del "Centro Democrático", según "El Látigo" como "glorioso partido de la libertad", cuya fundación -señalaba "La Democracia"- iba a tener "marcada importancia en los fastos del país". Dos aseveraciones que el tiempo se encargaría de probar que eran correctas.

 

EL 24 DE JULIO DE 1887

 

         El paso siguiente sería dotar al "Centro Democrático" de un estatuto que reglase su funcionamiento:

         "Por acuerdo de la Comisión Directiva provisoria de este centro político, se convoca a asamblea a todos sus miembros para el domingo 24 de julio próximo a las 8 de la mañana en la casa del señor Pedro P. Caballero, inmediata a la Iglesia de San Roque. La Asamblea tiene dos objetos: Aprobar los estatutos de la asociación y nombrar su comisión directiva en efectividad". ("La Democracia", del 21 de julio de 1887).

         En efecto, en la casa de don Pedro P. Caballero tuvo lugar la tercera y última asamblea del ciclo fundacional del liberalismo, el domingo 24 de julio de 1887, a la que asistieron los firmantes de las actas del 2 y 10 de julio, a quienes se sumaron algunos ciudadanos eminentes que por causa de fuerza mayor no pudieron estar en Asunción los días anteriormente señalados:

         "ACTA DE APROBACION DE ESTATUTO DEL "CENTRO DEMOCRATICO" Y DE NOMBRAMIENTO DE SU COMISION DIRECTIVA EN EFECTIVIDAD.

         Nos, los firmantes del Acta preliminar y del Acta definitiva de fundación del CENTRO DEMOCRÁTICO, reunidos en asamblea el día domingo 24 de julio de mil ochocientos ochenta y siete, en la casa del señor Pedro P. Caballero, inmediata a la Iglesia de San Roque, resolvemos aprobar el siguiente estatuto:

         Artículo 1º.- El CENTRO DEMOCRÁTICO tiene por objeto la realización de los fines propuestos en el Acta de Fundación de fecha 10 de julio de 1887.

         Artículo 2º.- El CENTRO DEMOCRÁTICO se compone de socios de número y de socios correspondientes: los primeros tendrán su residencia en la Capital, y los segundos serán los que residan fuera de ella.

         Artículo 3º.- El CENTRO DEMOCRÁTICO será representado por una Comisión Directiva que tendrá su residencia en la Capital y será elegida anualmente por mayoría absoluta de los socios de número en Asamblea, debiendo componerse dicha Comisión de un Presidente, un Vice-Presidente, un Secretario, un Pro-Secretario, un Tesorero y quince Vocales.

         Artículo 4º.- Los socios de número contribuirán voluntariamente con una cuota de entrada y con un Peso Fuerte mensual para los gastos de sostenimiento y demás trabajos de la asociación.

         Artículo 5º.- El CENTRO DEMOCRÁTICO tendrá uno o más órganos de publicidad destinados a la mejor realización de sus trabajos y propósitos, y serán redactados y dirigidos por personas nombradas por la Comisión Directiva entre los socios de número, y cuyos redactores gozarán de una remuneración que le asigne la Comisión Directiva.

         Artículo 6º.- Los redactores y directores del órgano u órganos de publicidad de la asociación son responsables personalmente de los trabajos que se les encomendaren por la Comisión Directiva, la cual podrá removerlos si dieran a esos periódicos una dirección contraria a los propósitos de la asociación.

         Artículo 7º.- La Comisión Directiva promoverá la fundación de otros centros políticos en la campaña, bajo la dependencia del de la Capital, en los trabajos que hubiere de emprenderse.

         Artículo 8º.- Todas las veces que el pueblo sea llamado a hacer uso del sufragio, la Comisión Directiva convocará a los miembros a asamblea general para la discusión y proclamación de los candidatos por quienes deba trabajarse, siendo obligación de todos los asociados trabajar en favor de aquellos que la mayoría designare, bajo la dependencia y dirección de la Comisión.

         Artículo 9º.- Asimismo, la Comisión Directiva queda facultada para convocar al pueblo a un meeting en algún lugar público, todas las veces que hubiere de censurarse actos abusivos emanados del Poder Público.

         Artículo 10º.- Podrá igualmente proponer al Gobierno las reformas que requiere el progreso general del país y adoptar todas las medidas necesarias para la consecución de los propósitos de la asociación.

         Artículo 11º.- La Asamblea General Ordinaria de la asociación para la renovación de la Comisión Directiva, tendrá lugar en los primero días del mes de julio de cada año, debiendo la comisión cesante dar cuenta detallada en esa ocasión de los trabajos que se hayan emprendido durante el año transcurso.

         Artículo 12º.- La Comisión Directiva declarará separado del Centro a todo socio que contraríe los fines que él se propone, en acuerdo por mayoría absoluta de votos.

         Artículo 13º.- La Comisión Directiva tiene facultad para admitir o rechazar a los que fuesen propuestos para socios del Centro.

         Artículo 14º.- El CENTRO DEMOCRATICO admite en su seno a todo ciudadano paraguayo de 18 años de edad cumplidos.

         Artículo 15º.- Los fondos de la asociación serán invertidos por la Comisión Directiva según su prudente arbitrio, en los trabajos políticos que se emprendieren, y en los gastos necesarios a la conservación del Centro.

         Artículo 16º.- Los Secretarios y el Tesorero desempeñarán sus funciones de la manera que determine la misma Comisión Directiva.

         Artículo 17º.- La Asamblea General de los asociados se llevará a efecto a la primera convocatoria que se haga, sea cual fuere el número de socios que concurriere, a cuyos efectos se les citará con tres días de anticipación a lo menos.

         Articulo 18º.- La Comisión Directiva funcionará siempre que concurra la mayoría absoluta de sus miembros, y tendrá a lo menos, una sesión por semana.

         Prosiguiendo con el orden de asuntos a tratar, acto seguido por mayoría absoluta de los socios de número, aceptamos como miembros del CENTRO DEMOCRÁTICO y con categoría de fundadores, a los ciudadanos coronel don Florentín Oviedo, mayor don Eduardo Vera, donde Liberto Patricio Caballero, don Bartolomé Yegros, don Juan Machaín, don Abel Caballero y don Ramón Negrete, quienes han justificado no haber podido apersonarse en la Asamblea del 10 de julio próximo pasado, por causa de fuerza mayor.

         A continuación, también por mayoría absoluta de los socios presentes, procedimos a elegir la Comisión Directiva siguiente, de conformidad al estatuto aprobado: Presidente don Antonio Taboada, Vice-Presidente don Pedro V. Gill, Secretario don José de la Cruz Ayala, Pro-Secretario don Fabio Queirolo, Tesorero don Juan Bernardo Dávalos; y Vocales don Cirilo Solalinde, don Mateo Collar, doctor José Zacarías Caminos, don Francisco Fernández, don Felipe Torrents, don Pedro P. Caballero, don Víctor M. Soler, don Ildefonso Benegas, don Cecilio Báez; don Francisco Soteras, don Juan Ascencio Aponte, don Antonio Zayas, don Avelino Garcete, don José J. Goiburú y don Ignacio Ibarra.

         Finalmente, acordamos que la Comisión Directiva electa asuma sus funciones en este mismo acto, al frente del CENTRO DEMOCRÁTICO, cabeza del Partido Liberal, por el período 1887-1888, debiendo el Presidente y el Secretario de la misma, firmar la presente acta, que leída tras un cuarto intermedio, quedó aprobada por los presentes. ANTONIO TABOADA, JOSE DE LA CRUZ AYALA".

         Debo aclarar que las actas que trascribo en este capítulo, las copié         directamente del libro correspondiente, que hasta el año 1955 estaban en poder del doctor Carlos Carreras. Este lo recibió de don Fernando Carreras, su padre, quien era depositaria del "Libro de Actas del CENTRO DEMOCRÁTICO", cuyo destino ulterior desconozco.

         La polka "Liberal" (no confundirla con "18 de Octubre") data del año 1887; su autor era un músico llamado Miguel de los Santos (cuyo apodo era "Santos-jhú") y estaba dedicada a los caudillos populares del liberalismo, don José Santos Fernándes, don Nicolás Bargas (el famoso "Lampiño"), don Rudencindo Duarte y don Antonio Sánchez (muy conocido como "Cala í San Francisco"). Debe ser rescatada del olvido pues forma parte del folclore político paraguayo y reincorporada al repertorio musical del liberalismo histórico.

 

OPINIÓN DE LA PRENSA COLORADA

 

         Se puede hablar ya de prensa colorada pues el 25 de agosto de 1887 quedaba fundado dicho partido, "a indicación del general don Bernardino Caballero y proposición del señor don José S. Decoud", que el 11 de setiembre de ese mismo año quedaba formalmente instalado como base de sustentación del oficialismo con el nombre de Asociación Nacional Republicana. Para los periodistas colorados

         "la estadía del círculo democrático en la escena política del Paraguay durará como una bola de jabón lanzada al aire como juguete por el travieso niñito. Toda asociación política que carece de un credo capaz de convencer a todos los asociados de la bondad que encarna y no cuenta a la cabeza un hombre con suficiente prestigio moral y valor cívico a enarbolar su bandera proclamando los principios que sostiene, no puede constituir lo que se llama un partido político. Tal sucede al diminuto centro llamado democrático, compuesto de elementos heterogéneos, desbordantes de malas pasiones, eternos adulones unos, dilapidadores de profesión otros, instrumentos serviles aquellos y escritores mercenarios engordados con longanizas oficiales algunos y hasta beodos consuetudinarios que ridiculizan el mismo círculo a que corresponden, esta clase de círculo no puede seguir un ideal noble para la comunidad, así como no es posible tenga eco en el corazón de los paraguayos la propaganda maldita que hacen, desacreditando a su patria ante propios y extraños.

         Así no se hace patria, señores democráticos! ¿Es hacer patria, por ventura, promoviendo diariamente escenas escandalosas en el recinto mismo del Congreso? ¿Se hace patria cuando la prensa llamada independiente insulta soezmente a los poderes públicos, viendo un enorme escándalo en la medida gubernativa más insignificante que adopte en provecho mismo del país? ¿Se hace patria haciendo gritar a cuatro desalmados, inspirado en el más abyecto de los adulones, describiendo al país peor que la tierra de los cofres, achacando a cada uno de los hombres de alguna espectabilidad social, inventada solo por la fiebre de las pasiones, hechos que horrorizan, desde el rubro más escandaloso hasta el asesinato más horrible?

         Esto no es hacer patria, señores, eso es buscar la destrucción. Por otra parte, no podemos creer que jóvenes de alguna ilustración formen parte del novel circulillo, cuya duración, como hemos dicho, es imposible, porque descansa sobre bases insostenibles, por razón de que la mayoría de sus miembros no se afilian por convicciones verdaderas, sino no tienen dónde colocarse mejor por el momento.

         Hay otra razón poderosa, la falta de un jefe, y aun cuando se propongan elegir... ¿cuál es el hombre entre ellos que reúna las cualidades necesarias y quiera asumir la responsabilidad de los hechos de cuatro descontentos que obran exclusivamente por despecho?

         Ninguno, o si no digan los del CENTRO DEMOCRÁTICO cuál es el jefe de ellos y rectificaremos nuestra aseveración.

         Hasta la fecha no vemos en ellos más que una agrupación inútil donde impera el que grita más alto, y cada cual procura sobresalir en la manera de insultar mejor.

         La asociación referida, con fuerza tiene que fracasar en sus propósitos, y combatida por todos los hombres de sanos principios, que desean el engrandecimiento de su patria, su fin más lógico será la completa dispersión dentro de breve tiempo. Esto es verdad". ("El Paraguayo" de 8 de setiembre de 1887).

         También otro diario oficialista opinaba así sobre el recientemente fundado "Centro Democrático":

         "Sensible es que ante el movimiento social afanoso y activo que produce el progreso, que en su marcha representa el país actualmente, la mala prensa, la que no puede existir sin ofender por el insulto y la calumnia, no reflexione un momento y reconozca que el papel que desempeña es bien triste y que la sociedad sensata está fastidiada, y cansada de esa cantinela majadera e insípida que se basa en la mentira falseando los hechos.

         Esa prensa reñida con la decencia y la verdad, lanza fuera de los ámbitos de la nación las dudas y las prevenciones contra el Paraguay, en oposición a la verdad de los hechos; es hasta dónde puede llegar el despecho que producen el desengaño y las postergaciones.

         Pero... ¿de dónde han salido los flamantes liberales? ¿Cuál es su foja de servicios y las aptitudes que les distinguen? No cuentan con ningún otro servicio que la manifestación de sus ambiciones contrariadas. No tienen ninguna otra actitud que sus aspiraciones intransigentes, hidrófobas y apasionadas.

         El diario de la mañana, bilioso, solo es un pasquín de insultos que inspira a compasión o desprecio. El nuevo diario de la tarde, a pesar de sus protestas de moderación no ha podido ocultar el espíritu extraviado que lo guiaba. Pronto se dejó conocer su verdadera fisonomía y el espíritu que le anima, órgano creado para defender una pésima reclamación, tiene que presentarse tal como es, pero no comprende que el patriotismo no se le sorprende.

         Pero lo que hay de más original es el artículo de fondo del viejo diario de la tarde: "EL CENTRO DEMOCRÁTICO Y LA ASOCIACION REPUBLICANA": Ellos solos poseen todas las virtudes, pero no saben practicar ninguna. No tienen dadas más pruebas que las de sus odios y pasiones, olvidando que el pueblo conoce a todos a quien pretenden embaucar.

         Muy finchados hablan de derechos, de justicia y libertad. Que reaccionando del camino del mal en que están empantanados, puedan hacer algo hoy que sea bueno, muy posible que pueda suceder algún día, pero...

         Esos hombres son los enemigos del Partido Nacional Republicano, que los compadece en su extravío demente. La impotencia los tiene desorientados; no se fijan que en el mal camino que siguen se hunden más y más. Ofuscados y ciegos, no comprenden que su grita desautorizada hace un grande mal al país en los que aún no conocen al Paraguay en su marcha de progreso, iniciada con las más espléndidas libertades desde el gobierno del general Caballero. Pretenden vestirse del mejor ropaje moral, apropiándose de calificativos con los cuales están divorciados. No conocen la moderación ni la prudencia; entregados al vuelo de sus pasiones, no perdonan error. Esos son los flamantes liberales del CENTRO DEMOCRÁTICO en su mayor parte. Distraen las fuerzas activas del país con una oposición tan inconducente como injusta. El personalismo es su fuerte y su elemento, no pueden salir de ese círculo vicioso. Felizmente un círculo tan diminuto no tiene ni cuenta con otro prestigio ni influencia que la de ellos mismos. Tales son los flamantes liberales de la oposición. ¿Quién es su jefe? A que no lo dicen ni lo nombran": ("La Nación" del 8 de setiembre de 1887).

         Ya en la víspera de la constitución definitiva de la Asociación Nacional Republicana, la prensa oficialista editorializaba sobre "Los Dos Centros Políticos" en estos términos:

         "Llamaremos Centros Políticos a las dos agrupaciones de ciudadanos que ya existen; la una el CENTRO DEMOCRÁTICO, muy pequeño, en vía por la esperanza y la fe, de llegar a ser un partido algún día. La otra agrupación, el PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO, que existía, numeroso y decidido, que es el que inició la situación de progreso y libertad real y verdadera que hoy vive la Nación.

         Como servicios para ante la Nación, sería una burla exigirlos al CENTRO DEMOCRÁTICO, cuando no tiene antecedentes, pues solo es un niño que patalea, grita, manotea y hace bulla porque está en la edad de la inexperiencia y los caprichos infantiles, y lo que quiere es teta que mamar para callarse; agrupación política que es cierto que adquirirá experiencia cambiando de carácter y portándose con juicio.

         El PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO cuenta en su seno con hombres de prestigio con quienes hacer gobierno en cualquier tiempo; él responde a la conservación del orden y de la paz pública de la Nación. El garante la libertad hasta el abuso que de ella hacen los que a su sombra se exceden en su ejercicio. La confianza que el Paraguay inspira en el día en su crédito... ¿a quién se debe sino el PARTIDO NACIONAL?

         El nombre del general Caballero por su influencia y prestigio, merece toda estimación y respeto de los hombres honrados y de sanos sentimientos del país; y él es el jefe del partido que sirve de centro a las aspiraciones e ideas, por la incontrastable bondad de sus sentimientos.

         Un partido político requiere un jefe y el PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO lo tiene. ¿Tiene un jefe de iguales méritos el CENTRO DEMOCRÁTICO? No lo tiene, pero tendrá algún día, cuando crezca y deje de ser niña". ("La Nación" del 10 de setiembre de 1887).

         Había empezado en el Paraguay una larga lucha, que hoy tiene un siglo de existencia, entre los partidos Liberal y Nacional Republicano. El primero, como diría José de la Cruz Ayala,

         ...sin que dés

         "...sin que déspota alguno con sus amenazas atraiga sus prosélitos; sin que el oro y la venalidad sean el fundamento de su popularidad; y solo también en la creencia de que un esfuerzo aunado puede no ser inútil para remediar los vicios que acusa la historia de nuestro pasado reciente y el de todas las épocas de nuestra vida; y que ha apelado al código de las libertades del pueblo, al decálogo de la democracia, cuyos fundamentos están en la naturaleza humana, en el corazón del más humilde ciudadano: la libertad y el derecho". ("El Imparcial" del 17 de setiembre de 1887).

         Y el segundo, según el autorizado juicio de don José Segundo Decoud, fue definido y caracterizado así:

         "La obra del Partido Nacional Republicano es la radicación del orden... ("La Nación del 21 de julio de 1887). "El Partido Nacional Republicano... responde de la conservación del orden": ("La Nación" del 10 de setiembre de 1887). "Estamos aquí congregados al cabo de diez y siete años de nuestra regeneración política tan penosamente alcanzada y en la que hubo de abatirse a un despotismo terrible, para dejar asentados los fundamentos definitivos de la gran asociación política que toma a su cargo... el eficiente mantenimiento del orden y de la legalidad..." (Discurso del ciudadano José Segundo Decoud, pronunciado el 11 de setiembre de 1887, en ocasión de quedar definitivamente fundada la Asociación Nacional Republicana. "El Paraguayo del 12 de setiembre de 1887).

         Esta pugna entre la sacralización del orden, inherente a los partidos conservadores, y las ideas de libertad, propia de los partidos liberales, formó parte de la dialéctica política del siglo XIX y como puede apreciarse, se reflejó también en nuestros nacientes partidos tradicionales en 1887; mutatis mutandi, aquellas concepciones diferentes prevalecen a lo largo de cien arios y se proyectan en nuestros días en los documentos y en la propaganda de ambos partidos.

 

DEFENSA DEL CHACO

 

         Por aquellos días, la Comisión Directiva del "Centro Democrático" resolvió que la bancada liberal en la Cámara de Diputados de la Nación denunciara la penetración boliviana en el Chaco Paraguayo, haciéndose cargo el diputado don Juan Ascensio Aponte de promover el asunto en sesión del 24 de agosto de 1887. Evocando aquel suceso, dice el eminente historiador don Benjamín Velilla:

         "El heroico dominio integral del Chaco fue proclamado por los próceres del Partido Liberal, como un romántico desafío al destino, a un destino densamente sombrío, proyectado en ásperos horizontes cargados de tormenta, como fue el que se diseñaba ante la visión de los primeros liberales en aquel guarismo temporal de 1887. Recordemos pues, con alma reverente, el histórico escenario del 87, cuando se agitaba en el seno de la sociedad paraguaya el confuso embrión de nuestro partido como un impulso vital de la democracia.

         El nuevo ser político abrió sus ojos ante las más trágicas circunstancias de la República: Humeantes todavía las ruinas del hogar paterno, todavía cercano ejemplar del infortunio de Cerro Corá, con su grito angustioso. Ofrecía aquel escenario un futuro consecuente, trazando para los días por venir larga senda de miserias infinitas. Tal el severo panorama de la época.

         Pero como sí no bastara su perspectiva general, agregábase a ella el espectro de nuevas amenazas extranjeras rondando con codicia la heredad desguarnecida.

         Dos proyectos de tratados con Bolivia, la potencia amenazante, suscritos sin examen, como obligado sacrificio previsor de desmanes más crueles, corrían en el derivado fatal de sus cláusulas impías. Seguro del desarrollo de sus ventajas iníciales, el antagonista, con resuelta actitud provocadora, toma posesión efectiva de Bahía Negra, sin aguardar la perfección de sus títulos jurídicos apenas prometidos, y ya la representación oficial del Paraguay, abrumada y perpleja para apelar solo al poder cicatrizante de una resignación estoica, buscaba vanos lenitivos económicos al bochorno de las fronteras constreñidas.

         Mas de pronto, en medio de aquella aterida situación nacional, un día oyóse la voz recia de un joven Diputado que de pie sobre su banca ganada a balazos en los atrios sin cultura del noviciado electoral, lanzó su voz de fe y de protesta en memorable interpelación al Poder Ejecutivo.

         "¿Es cierto -preguntaba- que hay un compromiso paraguayo para ceder Bahía Negra? Tamaño atentado no puede consumarse en silencio y desde luego protesto contra su mismo enunciado hipotético, e invito al señor Ministro a comprometer también en este mismo acto su palabra ciudadana de que no ha de consentir en paz semejante iniquidad!"

         Este Diputado era don Juan Ascencio Aponte y aportaba al Parlamento la voz clara del flamante grupo liberal, fundado un mes atrás con la denominación de "Centro Democrático" Su entereza patriótica tuvo imitadores inmediatos en la misma Cámara de Diputados y el acento de sus reclamos bajó a la calle coreado por el verbo de don Antonio Taboada, Juan Machaín, Adolfo Soler, Amancio Quintana y otros correligionarios; cundió en la prensa vertido por la pluma de Ignacio Ibarra, José de la Cruz Ayala y Juan Manuel Sosa Escalada y resonó en luminoso alegato de derecho formulado con la prosa ya erudita de un joven estudiante, el entonces próximo doctor Cecilio Báez.

         La calma estaba rota y una nueva corriente se iniciaba en la historia de la defensa de la región Occidental. A su influjo poderoso encrespóse la opinión y al año del suceso originario de la Cámara, el conato de extranjera soberanía se barrió de Puerto Pacheco, aprovechando un incidente judicial famoso por su constante invocación".

         La defensa de la región Occidental fue una exigencia del "Centro Democrático" desde su fundación, en 1887. Históricamente iba a corresponder al Presidente doctor Eusebio Ayala hacer frente a la guerra de 1932-1935 con Bolivia y conducir a las armas nacionales a la victoria en la contienda del Chaco, cumpliendo así el mandato de los fundadores del Partido Liberal.

 

MESES FINALES DEL AÑO 1887

 

         A partir del 17 de setiembre de 1887, el diario "El Imparcial" pasó a ser órgano oficial del "Centro Democrático". Ese día, este periódico consignaba arriba, en primera plana, lo que sigue: "EL IMPARCIAL - ORGANO DEL CENTRO DEMOCRATICO - 2a. Época - Redactor y Director: JOSE AYALA". Y una nota de redacción que decía:

         "Designado por el CENTRO DEMOCRÁTICO para redactar y dirigir la publicación que hoy ve la luz pública, un temor verdadero se apodera de nuestro espíritu y hay miedo en nuestro corazón.

         ¿Cómo llenar debidamente las altas exigencias de un partido que nace con generosos anhelos y que necesita todo el mágico poder genio para que corresponda a la altura de sus principios?

         Pero yo no sé qué extraño valor de la rectitud de las intenciones y el deseo del bien, proporciona al hombre desmedida audacia para acometer empresas cuyas dificultades solo puede medirse por las angustias de cada minuto que se pasa en la tremenda lucha del periodismo"; (Fragmento. La Redacción. José de la Cruz Ayala).

         Los artículos editoriales de "El Imparcial" que a mi juicio tienen mayor significación política, son los que llevan por título "Sindicato Político", del 22 de setiembre; "Avestrucismo" del 23 de setiembre; "Errores y Verdades Históricos" del 24 de setiembre; "Corrupción de la Justicia" del 27 de setiembre; "La ciencia del gobierno" del 28 de setiembre; "Centro Democrático" del 30 de setiembre; "La libertad de la prensa" del 1° de octubre; "La Campaña" del 2 de octubre; "Feliz Jauja" del 5 de octubre; "El Imparcial" del 7 de octubre; "Criminalidad" del 8 de octubre; "Centro Democrático" del 9 de octubre; "La obra de ayer" del 12 de octubre; "12 de Octubre" del 13 de octubre; y "Los partidos políticos" del 16 de octubre. Todos ellos fueron reproducidos en el libro "Desde el infierno. José de la Cruz Ayala. ALON. Libro Paraguayo del Mes. NAPA. No. 19. Mayo de 1982", compilación documental que cedí a dicha empresa editora, y que forma parte de mi archivo sobre los orígenes históricos del Partido Liberal del Paraguay.

         Víctima de la persecución oficial, don José de la Cruz Ayala se vio obligado a dejar de ser Director de "EL IMPARCIAL", el 16 de octubre de 1887. Este diario siguió apareciendo como órgano del "Centro Democrático" bajo la responsabilidad de la Comisión Directiva de la entidad, hasta el 28 de octubre de 1887, fecha en que el oficialismo se incautó de la imprenta.

         Nada mejor para retratar aquellos meses finales de 1887, que un artículo periodístico de don Ignacio Ibarra, titulado "EL CENTRO DEMOCRATICO Y LA ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA", cuyo texto expresaba:

         "Dos agrupaciones acaban de organizarse en la capital, una de carácter popular y otra bajo los auspicios del poder público. EL CENTRO DEMOCRÁTICO representa las aspiraciones nacionales de progreso y adelanto; quiere que el imperio de la ley sea un hecho y que los poderes constituidos arreglen su conducta a ella y a la moral política; y está formado por elementos eminentemente populares.

         La ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA se organiza para sostener la tradición, lo pasado; mantener la misma situación de ayer y hacerse dueña de ella; y está constituida por lo tanto, de elementos puramente oficiales, de empleados y funcionarios de la Nación.

         El CENTRO DEMOCRÁTICO forma el partido de oposición; sus miembros son conscientes y voluntarios; y se gobierna por el pensamiento de la mayoría, eje sobre el cual gira la democracia representativa.

         La ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA tiene como cabeza un jefe, cuya voluntad es la norma de su conducta.

         El CENTRO DEMOCRATICO se alza para defender las libertades y los derechos del pueblo, contra los atentados posibles del gobierno.     La ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA se constituye para conseguir sus especiales fines por medios cualesquiera.

         El CENTRO DEMOCRATICO es como una aurora que se levanta a disputar el camino del porvenir a las tinieblas; es la protesta viviente contra la injusticia y el desorden de cosas presentes. Viene a ejercitar sus derechos para pedir a los gobernantes respeto a la ley y moralidad en el manejo de la cosa pública. En sus filas militan todos los soldados de la buena causa, todos los elementos conscientes y mejor preparados, y una gran parte del pueblo paraguayo está con él.

         Concluimos haciendo votos por la buena marcha y la felicidad del CENTRO DEMOCRATICO" ("La Democracia" del 6 de setiembre de 1887).

         Así pues, quedaron fundados en 1887 los dos partidos tradicionales de nuestro país. El Partido Liberal surgía como anticipo de mejores días para la patria. Sus fundadores serían protagonistas de magnas jornadas del civismo paraguayo ejerciendo el sufragio, practicando la abstención electoral o apelando al supremo derecho de los pueblos a alzarse en armas contra la opresión. Algunos quedarían en el camino como mártires del ideal. Otros serían testigos de su triunfo. Pero todos ellos, en confrontaciones históricamente memorables, iban a ofrendar lo mejor de sí mismos, en un esfuerzo insuperable, heroico y continuo cuyo objetivo era asegurar la vigencia de instituciones libres en nuestra patria.

         La biografía pormenorizada de cada uno de los firmantes de las actas del 2 y 10 de julio, así como la de los que se incorporaron el 24 de julio de 1887 con categoría de fundadores, será objeto de un próximo trabajo a aparecer bajo el título "FUNDADORES DEL PARTIDO LIBERAL DEL PARAGUAY" este mismo año.

 


CONCLUSIONES

 

         En lugar de ofrecer al lector mis conclusiones personales, que pueden pecar de subjetivas, sobre las grandes motivaciones históricas y sociales que influyeron en los orígenes y en la fundación del Partido Liberal paraguayo, he preferido brindar extractos de textos publicados en aquel entonces y hacer hablar a los protagonistas principales, por el indiscutible valor documental y testimonial que tienen tales definiciones en el contexto de la época que pretende evocar este trabajo.

         Sobre los PROPOSITOS DEL PARTIDO LIBERAL expresa el doctor Cecilio Báez lo siguiente:

         "EL Partido Liberal, organizado en cuerpo político, tiene por objeto realizar los grandes propósitos consignados en el Preámbulo de la Constitución Nacional. Organizar la libertad es crear instituciones a propósito, que garanticen los derechos individuales, es decir, el libre ejercicio de las facultades del hombre. Organizar la libertad es señalar lindes a la autoridad y señalar al ciudadano sus deberes y derechos, entre los cuales sirve de base a todo el sistema, el derecho del sufragio. El Partido Liberal asume la responsabilidad de establecer un sistema electoral, con arreglo a los principios más avanzados, destinados a hacer efectiva la verdad del sufragio". (Ideario-Programa de 1902, doctor Cecilio Báez).

         Sobre el método de lucha del Partido Liberal, la MOVILIZACION POPULAR, afirma don Antonio Taboada:

         "Bien sabemos que nos esperan en lo sucesivo, sacrificios ingentes; y que muchos podemos caer en el difícil camino que solemnemente iniciamos contra un régimen ominoso, para establecer la democracia. Pero hay una verdad que surge del fondo de nuestra historia: Cuando el pueblo paraguayo se moviliza en aras del bien nacional, no hay fuerza capaz de detenerle. Esa es la confianza que me inspira la certeza de nuestro triunfo"; (Exposición de don Antonio Taboada ante la asamblea popular del 10 de julio de 1887).

         Sobre la CONCURRENCIA A ELECCIONES establece el estatuto del "Centro Democrático" estas prescripciones:

         "Todas las veces que el pueblo sea llamado a hacer uso del sufragio, la Comisión Directiva convocará a los miembros a asamblea general para la discusión y proclamación de los candidatos por quienes deba trabajarse, siendo obligación de todos los asociados trabajar a favor de aquellos que la mayoría designare bajo la dependencia y dirección de la Comisión". (Artículo 8o. del estatuto del CENTRO DEMOCRATICO, aprobado en la asamblea popular del 24 de julio de 1887).

         Sobre la ABSTENCION ELECTORAL como acto de protesta contra el sistemático falseamiento del derecho al sufragio, sostuvo:

         "Esta situación de fuerza no ha de durar mucho tiempo, porque lo que crea la violencia, presto desaparece. No hay generación de tiranos, porque ellos mismos se encargan de destruirse.

         Esta abstención momentánea... no importa de ninguna manera (para el Partido Liberal) una renuncia a sus derechos, no. Pero al abstenernos todavía en el presente creemos un deber levantar en nombre de todos nuestra voz de protesta ante la Nación entera, contra la violencia ejercida por la fuerza pública y por la sangre derramada, apelando como testimonio de la sinceridad de nuestros sentimientos a la paz y al ahorro de sangre que buscamos a todo trance en homenaje a la felicidad de la Patria". (Manifiesto del Partido Liberal del 24 de diciembre de 1888, firmado por los señores Pedro V. Gill, Cirilo Solalinde, Ildefonso Benegas, Felipe Torrents, Cecilio Báez, José de la Cruz Ayala, José M. Fretes, Francisco Fernández, Antonio Zayas, José Mateo Collar, Pedro P. Caballero, Avelino Garcete e Ignacio Ibarra).

         Sobre el DERECHO DE REBELION ejercido varias veces en su historia por el Partido Liberal, se sentó esta posición el 18 de octubre de 1841:

         "La causa nuestra es justa y santa. El derecho del pueblo, como el del individuo, para repeler la fuerza con la fuerza, para hacer cesar la violencia que le oprime o salvar sus derechos pisoteados o amenazados, es incontrovertible. Las revoluciones son sagradas cuando ellas tienen por objeto restablecer el imperio del Derecho vulnerado, recobrar el Poder usurpado, reparar grandes injusticias o reivindicar la honra nacional ultrajada. La revolución que promovemos responde a estos fines. Los pueblos no deben sufrir impasibles las vejaciones que sus magistrados les inflijan, ni ningún yugo de servidumbre que les degrade y humille. Los pueblos que no saben reparar tan graves injurias, no son dignos de llamarse pueblos": (Por el Comité Revolucionario, la Junta Ejecutiva, Eduardo Vera, Antonio Taboada, Pedro P. Caballero y Juan Bautista Rivarola. Asunción, 18 de octubre de 1891).

         Sobre DEFENSA DE LA MORAL PUBLICA es importante conocer un fragmento del discurso del coronel Florentín Oviedo, al dar su adhesión al "Centro Democrático".

         "Podemos decir sin temor a ser desmentidos, que todos los que en Paraguay aparecen como incontaminados por la corrupción y los vicios que venimos combatiendo desde la terminación de la guerra, y que tampoco mancharon sus manos con la sangre de hermanos, son los que forman filas en el Partido Liberal. Ese es nuestro orgullo, y al mismo tiempo, la causa de nuestra superioridad": (Anexo al acta del 24 de julio de 1887, del CENTRO DEMOCRATICO).

         Sobre FOMENTO DE LA PRODUCCION AGROPECUARIA Y FORESTAL se destaca la ponencia de don Cirilo Solalinde, don Pedro V. Gill y don Francisco Soteras presentada a la Asamblea ordinaria del "Centro Democrático" del 14 de setiembre de 1890:

         "La acción pública del Partido Liberal en materia económica debe centrarse en una clara política de fomento a la producción agropecuaria y forestal, en el entendimiento de que una mejoría de las partes solo es posible en relación con el bienestar general": ("El Independiente" del 15 de setiembre de 1890).

         Sobre el DESARROLLO DE LA INDUSTRIA, adelantándose diez años a lo que iba a sostenerse después sobre el punto, sostenía el Partido Liberal:

         "...ayudar eficazmente a todas las industrias lícitas creadas o por crearse en el país, en tanto que no afecten los intereses del consumidor... y fomentar el espíritu de solidaridad nacional. (Ideario-Programa del Partido Liberal. Año 1902).

         Sobre la VENTA DE TIERRAS PUBLICAS José de la Cruz Ayala sostuvo lo que sigue:

         "Comienzan de nuevo las protestas contra el gobierno en la cuestión eterna de las tierras públicas. Sabidos son en gran parte los escándalos. Se dio curso a cuantas solicitudes de compra de tierras públicas se presentaron, sin consideración a otras anteriores ni a los derechos adquiridos... no tenía más espíritu que el despojo para satisfacer el entendimiento tardío de la especulación... el Ministerio del Interior era un bolsín de mala ley donde se adjudicaba la tierra al mejor postor... comienzan los pleitos inacabables y el descubrimiento de la inmoralidad, de los sucios y escandalosos procedimientos de parte del gobierno... cubrirá de vergüenza a nuestro país" ("El Imparcial" del 12 de octubre de 1887. Artículo de "ALON" titulado "La obra de ayer").

         Sobre lo que mucho años después se denominó REFORMA AGRARIA, señalaba el doctor Cecilio Báez:

         "Se compromete (el Partido Liberal) a reformar las leyes de tierras públicas, evitando la formación de latifundios o sea el acaparamiento en pocas manos de vastas extensiones de terrenos improductivos y propender a que cada habitante tenga un solar suficiente para su hogar y el desarrollo de sus actividades y que el Estado posea en todo tiempo tierras fiscales disponibles para los ciudadanos del porvenir y para la colonización". (Ideario-Programa del Partido Liberal de 1902).

         Sobre la DEFENSA DE LOS DERECHOS DEL PARAGUAY AL CHACO afirmaba uno de sus más lúcidos defensores, don Fabio Queirolo:

         "¿Cómo y de qué manera considerarían la Representación Nacional y la opinión pública del Paraguay, un pacto celebrado nuevamente por simple avenimiento transaccional, sin exhibición y estudio de los títulos invocados respectivamente por el Paraguay y Bolivia; y lo que sería menos explicable aún, que se firmara un nuevo tratado para otorgar excesivas concesiones territorial, incluyendo en ellas la cesión de los fuertes Olimpo y Bahía Negra, cuya guarnición y sostenimiento, como acto de posesión y dominio de la soberanía nacional paraguaya, desde tiempo inmemorial sobre aquellas regiones, han costado y cuestan ingentes sumas de dinero y todo género de sacrificios al Paraguay?" (Oficio del Canciller don Fabio Queirolo, del 12 de enero de 1901, al Ministro Quijarro de Bolivia. Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República del Paraguay. Año 1901).

         Sobre lo que ya en aquel entonces se llamaba JUSTICIA SOCIAL fue el doctor Cecilio Báez el primero en consignar oficialmente dicha expresión:

         "El progreso político se hace visible, además, en la organización de las clases obreras con el fin de reclamar de sus patronos una más justa remuneración del trabajo. Solo es de desear que estas manifestaciones de la vida libre se encuadren en los lindes de la justicia social, la cual ampara todos los intereses legítimos cuando las reivindicaciones se deducen de las fórmulas tutelares del Derecho" (Mensaje del Presidente de la República, doctor Cecilio Báez"; al Congreso Nacional. 1 ° de abril de 1906).

         Sobre el EJERCITO NACIONAL se pronuncia el mayor Eduardo Vera, héroe de la guerra contra la triple alianza y presidente del Partido Liberal:

         "El ejército o es nacional o no es ejército, sino simple milicia partidista para sostener un gobierno impopular". (Exposición del mayor Eduardo Vera en la Asamblea ordinaria del CENTRO DEMOCRATICO del 14 de setiembre de 1890. "El Independiente" del 15 de setiembre de 1887).

         Sobre la ACCION COMBINADA DEL ESTADO Y LOS PARTICULARES EN MATERIA DE OBRAS PUBLICAS Y EDUCACION, consigna un documento liberal:

         "...promover la acción combinada del Estado y de los particulares para la realización de obras públicas que requiera el desarrollo progresivo del país; ... tender a que la educación común consista en la enseñanza de la moral y en la elevación de los sentimientos, encaminándolos a despertar en el ciudadano hábitos de trabajos, de orden y de economía; a metodizar y morigerar sus costumbres, fortificar su carácter, estimular su amor a la patria y a sus instituciones, así como fomentar el espíritu de solidaridad nacional": (Ideario-Programa del Partido Liberal. Año 1902).

         Una caracterización de aquel régimen, formulada con pasión patriótica exaltada, por alguien que tenía títulos para enjuiciara sus contemporáneos, corresponde al mayor Eduardo Vera, una de las glorias más puras de la guerra contra la triple alianza:

         "No hay que creer nunca a los que blasonan mucho de patriotismo, porque los que más gritan y más pronuncian las palabras patria y patriotismo, no son los mejores ciudadanos. Allí han estado mintiendo patriotismo, escarneciendo el nombre sagrado de la patria, los que momento por momento, están saqueando su tesoro, desbaratando sus bienes, pisoteando la Constitución y preparando en fin, a la República días aciagos imposibles de prever. Habrase oído a uno recordar sus luchas por la integridad de la patria, los combates a que asistió y los sufrimientos que padeció por la nacionalidad y su bandera. Pues ese mismo ha arreglado más tarde con su influencia la cuestión de límites con los países vecinos, de la antigua Alianza, a gusto y paladar de éstos, a precio del poder que han colocado en manos de su partido, de ese mismo partido que ha vendido todas las tierras del Estado, sus edificios fiscales, su único ferrocarril y desvalijado el Tesoro del importe de todos esos bienes": ("El Cívico" del 12 de setiembre de 1901. Artículo titulado "PATRIA Y PATRIOTISMO. UN RECUERDO HISTORICO. MEMORABLES PALABRAS DE UN HÉROE").

         Así pensaban y se expresaban los fundadores del Partido Liberal. Y la misma pasión que ponían en sus expresiones guiaba sus pasos en la acción política. En este terreno, don Antonio Taboada actuó como un gran coordinador. Convocó a los ciudadanos maduros que habían actuado en los distintos clubes políticos y partidos que surgieron y desaparecieron en la década comprendida entre 1870 y 1880, y que salieron incólumes en su prestigio moral y político en dicho período. Sumó el concurso de intelectuales, periodistas, obreros y estudiantes de la generación de posguerra. Forjó así una gran conjunción opositora, en la que se hallaban representadas todas las expresiones políticas de la época bajo el común denominador del liberalismo y así nació el "Centro Democrático", cabeza del Partido Liberal, "para defender todas las causas justas del pueblo". Ese fue el gran mérito de don Antonio Taboada, uno de sus fundadores principales y posteriormente jefe histórico del Partido Liberal paraguayo.

         Con las ideas enunciadas, aquellos ciudadanos movilizaron al país entero, dando el ejemplo en el sacrifico e inclusive en el martirio. Participaron en memorables comicios, exigiendo la pureza del sufragio y denunciando el fraude. Triunfaron en las urnas, pero en ocasiones sucesivas el Congreso Nacional controlado por el oficialismo, anuló las actas electorales que otorgaban la victoria a los candidatos liberales en casi todos los distritos, concediendo arbitrariamente las bancas en disputa a los que fueron derrotados.

         Los fundadores del Partido Liberal protagonizaron entonces la protesta armada del 18 de octubre de 1891, exigiendo el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas, apelación suprema al derecho de rebelión sustentado por el liberalismo en todos los tiempos.

         Las condiciones políticas y sociales emergentes de la lucha sostenida en aquellos años heroicos dieron sus frutos. Los fundadores del Partido Liberal, conscientes de que el gobierno se apartaba de las prescripciones constitucionales, aceleraron los trabajos revolucionarios para restablecer su imperio. Desde luego, el artículo 30° de la carta magna facultaba a los ciudadanos a armarse en defensa de la Constitución.

         Se gestó así la gran cruzada nacional de 1904, que diecisiete años después de la fundación del "Centro Democrático" llevó al liberalismo al gobierno de la República. Los fundadores del Partido Liberal cumplieron cabalmente así la misión histórica que asumieron en 1887. El triunfo de la revolución de 1904 significó un decidido impulso a favor de la libertad y de la democracia en el Paraguay.






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