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R. ANTONIO RAMOS (+)
  LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL, 1976 - Por R. ANTONIO RAMOS


LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL, 1976 - Por R. ANTONIO RAMOS

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL.

Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)



DATOS DEL AUTOR Y SU OBRA

ANTONIO RAMOS se dedicó a la historia y, con especialidad, a la del Paraguay durante el período de la dictadura de José Gaspar de Francia y a las relaciones diplomáticas con el Brasil.


Comenzó a escribir en El Liberal y El Diario. En 1934, publicó en las columnas de este último “El Dr. Francia, el Chaco Paraguayo y Bolivia”; “La Tierra de los Mbayáes estuvo siempre bajo la dependencia del Paraguay”; El Fuerte de Borbón, hoy Olimpo, fue fundado, poseído y defendido por el Paraguay”. En 1935, en El Liberal, publicó “La Muerte del Dictador Francia”, y otra vez en El Diario, en 1936, “Francia y Artigas”; “El Segundo Consulado y Artigas” y “El Congreso de 1823”. En la revista Pareceres vio la luz pública “El Dr. Francia y las relaciones comerciales con la Gran Bretaña”, en 1936.


El valor de estos trabajos se halla en el acopio de documentos, editos e inéditos, que el autor pudo hallar en el Archivo Nacional de la Asunción, del cual fue director, más aún, en la selección acertada de los sucesos historiados y en la interpretación racional y humana de los hombres y de los acontecimientos. Ha publicado, además, “Correa Da Cámara en Asunción”, editado en Buenos Aires, en opúsculo, en 1942.


R. Antonio Ramos es oriundo de San Juan Bautista de las Misiones. Nació en el año 1907. Cursó estudios en el Colegio Nacional y en la Facultad de Derecho de la Asunción, en la que obtuvo diploma de doctor. Se dedicó también a la cátedra y al periodismo. Fue profesor de historia y geografía y director de La Democracia, en 1937. Desempeñó, asimismo, la secretaría de la delegación del Paraguay a la Conferencia de Paz del Chaco y la subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores. A los trabajos antes citados deben ser agregados los aparecidos en la Revista de Historia de Buenos Aires, entre los que se cuenta “Un Canciller del Imperio pide la libertad de Bonpland” y “Juan Andrés Gelly”, conferencia leída en 1944 en el salón de actos públicos del Archivo Nacional. Fue, además, colaborador del Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de Buenos Aires.

R. Antonio Ramos fue académico de número del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas y del Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay, miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la Argentina y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.


Su libro, La política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura de Francia, editado en Buenos Aires, en 1944, constituye el análisis de un aspecto todavía no bien conocido en la historia de nuestro país, desde el punto de vista de sus relaciones con otras naciones hermanas.


Sobre el libro que nos ocupa: “La Independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil”, editado en 1976, escribió José Antonio Soares de Souza, miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño: “A cincuenta años de historia de nuestro continente dedicó el Dr. R. Antonio Ramos este libro, fruto de mucho estudio y bien orientada investigación. Es copiosa y auténtica la documentación que cita y transcribe con propiedad y corrección.

La historia que nos ofrece, por tanto, es digna de ser leída y meditada. Es minuciosa, sin duda, pues se basa en un sinnúmero de documentos de la época y en bastante bibliografía, pero, por eso mismo, reveladora. La presencia de nuestro pasado, en aquello que aún es vivo, aclaró con objetiva certeza, y consiguió su intento, dándonos, en cuadros sucesivos, la historia de la independencia del Paraguay y de su reconocimiento, señalando con justicia el papel del Imperio en esta última fase”.



LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL


PRÓLOGO POR JOSÉ ANTONIO SOARES DE SOUZA

PRIMERA PARTE – LA POLÍTICA DE PORTUGAL Y LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

CAPITULO I – LA CORTE DE LISBOA EN AMÉRICA

CAPITULO II – EL PARAGUAY Y EL AUXILIO PORTUGUÉS

CAPITULO III – LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA


SEGUNDA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y BUENOS AIRES

CAPITULO IV – CONGRESO DE 1811

CAPITULO V – TRATADO CON BUENOS AIRES

CAPITULO VI – CONTROVERSIA CON LA CAPITAL DEL PLATA

CAPITULO VII – CONGRESO DE 1813


TERCERA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y ROSAS

CAPITULO VIII – CONGRESO DE 1842

CAPITULO IX – COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

CAPITULO X – LAS RAZONES SECRETÍSIMAS

CAPITULO XI – PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ


CUARTA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL BRASIL

CAPITULO XII – MISIÓN PIMENTA BUENO

CAPITULO XIII – EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA

CAPITULO XIV – LA PROTESTA DE ROSAS

CAPITULO XV – LA POLÉMICA

CAPITULO XVI – EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE


QUINTA PARTE – GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

CAPITULO XVII – LA CIRCULAR DEL 24 DE NOVIEMBRE

EN EUROPA

CAPITULO XVIII – MISIÓN DEL VIZCONDE DE ABRANTES

CAPITULO XIX – RECONOCIMIENTO DE PORTUGAL Y AUSTRIA

CAPITULO XX – REPRESENTACIONES EN INGLATERRA Y FRANCIA

CAPITULO XXI – REPRESENTACIONES EN ESPAÑA Y CIUDADES HANSEÁTICAS

CAPITULO XXII – RECONOCIMIENTO DE LOS PAÍSES BAJOS Y REPRESENTACIONES EN BÉLGICA Y OTROS ESTADOS

EN AMÉRICA

CAPITULO XXIII – RECONOCIMIENTO DE BOLIVIA Y CHILE

CAPITULO XXIV – RECONOCIMIENTO DEL URUGUAY

CAPITULO XXV – RECONOCIMIENTO DE VENEZUELA Y COLOMBIA

CAPITULO XXVI – REPRESENTACIONES EN PERÚ Y ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


SEXTA PARTE – EL OCASO DE ROSAS

CAPITULO XXVII – ALIANZA CON EL BRASIL

CAPITULO XXVIII – CAPITULACIÓN DE ORIBE

CAPITULO XXIX – EL PARAGUAY Y EL TRATADO DEL 29 DE MAYO

CAPITULO XXX – TRATADO DEL 21 DE NOVIEMBRE

CAPITULO XXXI – RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

CAPITULO XXXII – RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR INGLATERRA, FRANCIA, CERDEÑA, LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.



PRÓLOGO


Hace casi veinte años que conozco al Dr. R. Antonio Ramos. Fue nuestro amigo común Walter Alexander de Azevedo, quien me presentó en enero de 1946. Desde entonces he seguido de cerca los trabajos del ilustre historiador y, a veces, investigábamos juntos en el Archivo Histórico de ltamarati y en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. Gran parte del material utilizado en este libro él lo obtuvo, con un trabajo meticuloso y paciente, al cual yo asistí sin interrupción no sólo por meses sino por años.


El estudio en común durante todo ese tiempo, de determinados temas y épocas de nuestra historia, me dio la oportunidad de conocerle no sólo como historiador, erudito y equilibrado, sino también como incansable e inteligente investigador. Era natural así que además de mi admiración le consagrase particular estima, considerándolo uno de los buenos amigos y compañero de trabajo. A esos lazos de una ya vieja amistad y no a méritos, que no tengo, debo, ciertamente, el honroso encargo de escribir el prefacio de La Independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil.


El Dr. Ramos no necesitaba, sin embargo, de introducciones y prefacios escritos por mí para sus libros, pues es autor sobradamente conocido, tanto en el Paraguay y Brasil como en otros países de América. Su primer libro: LA POLÍTICA DEL BRASIL EN EL PARAGUAY, publicado en Buenos Aires por la Editorial Ayacucho, en 1944, lo consagró definitivamente como historiador y tuvo, aquí en el Brasil, merecida repercusión. El 9 de enero de 1958 el Dr. Ramos fue electo Miembro Correspondiente del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.

Varios trabajos publicó el Dr. Ramos e innúmeras las conferencias que pronunció. Mencionarlos uno a uno sería alargar el prefacio, eludiendo lo principal que es la presentación de este libro, obra importantísima, por ser la primera reconstrucción histórica de la independencia de la República del Paraguay, en la que se incluye el reconocimiento de esa independencia, como parte principal de ese proceso.

Una vez declarada la independencia del Paraguay, su consolidación fue obra exclusiva del Dr. Francia. La política de aislamiento que adoptó, no tuvo, otro objetivo que liberar a la provincia no sólo de la tutela de España, incapaz entonces de reconquistarla, sino también de Buenos Aires, en su tentativa de atraer hacia sí, como centro que fue del antiguo virreinato, a las provincias que se separaban. Justamente las dos primeras partes de este libro se refieren a la liberación del Paraguay, con las victorias de Paraguarí y Tacuarí, a la destitución del gobernador Velasco y, finalmente, al Congreso general del 17 de junio de 1811, que resolvió crear una junta Gubernativa y declarar que la provincia del Paraguay se gobernaría por sí misma, independiente de Buenos Aires. Desde entonces el Paraguay siguió la inspiración o la dirección segura del Dr. Francia, en el sentido de hacer efectiva la independencia de la provincia.

La independencia y su consolidación fueron dos etapas relativamente fáciles en relación a la última, o sea, al reconocimiento de la independencia. Se ha visto que el Dr. Ramos les dedicó solamente dos partes de las seis en que dividió su libro. Las otras cuatro partes se refieren al reconocimiento y a la ayuda importante del Imperio del Brasil en esta última fase.

Mientras vivió el Dr. Francia nadie dudó de la independencia del Paraguay, al menos oficialmente. El Imperio la reconoció indirectamente con la misión de Correa da Cámara, y, directamente, en la nota del marqués, entonces vizconde, de Inhambupe, del 17 de marzo de 1826, dirigida al ministro paraguayo Benítez. Todos respetaban al Supremo, inclusive el general Rosas, gobernador de Buenos Aires, quien, dos años después de la muerte del Dr. Francia, hizo insertar en su Gazeta Mercantil, del 7 de marzo de 1842, el artículo que decía: «Durante las dos épocas de la administración de Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes jamás se ha escrito en esta Provincia contra el Paraguay, ni contra el Dictador Dr. D. José Gaspar de Francia, ni contra su política».

Ahora bien, toda la política del Dr. Francia estaba dirigida en el sentido de fortalecer la independencia conquistada en 1811. Si el ilustre Restaurador, que no era otro sino el propio general Rosas, nada escribió contra la política del Dr. Francia, sería de presumir que estuviese de acuerdo con la independencia del Paraguay y su consolidación, objetivos principales, sino únicos, de la política del Dictador.

Tal no ocurrió, sin embargo. El silencio de Rosas no significaba asentimiento, pero sí desaprobación. Tanto era así que, mucho antes de la muerte del Dr. Francia y de haberse publicado el artículo citado en la Gazeta Mercantil, él afirmaba en carta a Estanislao López, fechada el 21 de julio de 1836: «La Provincia del Paraguay, aunque está de hecho separada de nosotros por la influencia y caprichos de Francia, pertenece de derecho a la Confederación de la República, y nosotros debemos por nuestra parte en cuanto podamos conducirnos con ella bajo de este concepto para que jamás se nos pueda disputar el derecho con argumentos tomados de nuestros propios y libres procedimientos». (Correspondencia entre Rosas, Quiroga ry López, p. 373, Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1958).

Rosas era coherente con sus puntos de vista. Muerto el Dr. Francia, tanto el Brasil como Inglaterra intentaron abrir comunicaciones con el Paraguay por los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay. Rosas no lo consintió. No permitió al Brasil por tratarse de la navegación de ríos interiores, privativa de la Confederación. Reservadamente se agregó que la negativa se justificaba, además, porque se refería a un pedido para el viaje de diplomáticos acreditados en el Paraguay, considerado como provincia por la Confederación y, por lo tanto, parte integrante del territorio argentino. Los fundamentos de la negativa para el ministro inglés Mandeville habrían sido, más o menos, los mismos. El comerciante inglés Hugues para ir a Asunción, en 1841, por los ríos Paraná y Paraguay, tuvo que viajar en barco argentino, con bandera argentina. Y Gordon, de la Legación de Gran Bretaña en Río de Janeiro, al año siguiente, cruzó el Uruguay y el territorio correntino, protegido por el general Rivera, para llegar a Itapúa y de ahí a Asunción.

Por la manera que llegaron los dos ingleses al Paraguay, los Cónsules desconfiaron de las intenciones de Rosas. Formularon entonces varias preguntas, a las cuales los ingleses respondieron con franqueza. De esas respuestas concluyeron los Cónsules que la independencia de la República, si bien consolidada en el interior, era, en el exterior impugnada por el gobernador de Buenos Aires.

Convocóse un nuevo Congreso que se reunió en noviembre de 1842, en la ciudad de Asunción. Ese Congreso además de ratificar la independencia autorizó a los Cónsules que la ratificación llevada a cabo se comunicase a los gobiernos vecinos, especialmente al de la Confederación Argentina.

A ese Congreso siguió la misión a Buenos Aires de Andrés Gill con el objeto de entregar al general Rosas una nota de los Cónsules, en la que solicitaban el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina. Rosas se negó a atender la representación paraguaya por considerar a la República una provincia argentina.

El Supremo Gobierno no se conformó con la negativa rosista. Al año siguiente envió otra misión con la jefatura de Manuel Peña. En esta misión figuraba como adicto Francisco Solano López, hijo mayor del Cónsul Carlos Antonio López. Rosas persistió en su punto de vista de considerar al Paraguay una provincia y, como tal, incapaz de gobernarse por sí misma.

La misión de Andrés Gill además del objeto principal tenía otro, el de hacer llegar a las manos del gobierno brasileño una nota dando cuenta de las resoluciones del Congreso, reunido en Asunción en noviembre de 1842, y solicitando el reconocimiento de la República. Esta nota no fue entregada al ministro brasileño en Buenos Aires, Duarte da Ponte Ribeiro, sino al ministro argentino D. Felipe Arana, que la remitió al general D. Tomás Guido, representante de Rosas en Río de Janeiro, quien, a su vez, la entregó al ministro de Negocios Extranjeros, Honorio Hermeto Carneiro Leão.

La respuesta del Brasil no fue inmediata. Sólo en octubre de 1843, durante el ministerio de Paulino José Soares de Souza, se resolvió la ida de José Antonio Pimenta Bueno al Paraguay, en el carácter de encargado de negocios, dándosele como misión principal el reconocimiento de la independencia de la República.

En setiembre de 1844, Pimenta Bueno cumplía sus instrucciones, reconociendo aquella independencia. Este acto vino a agravar aún más las relaciones del Brasil con Rosas. Además de las quejas nacidas del no reconocimiento del bloqueo de Montevideo por el ministro Sinimbu, el general Guido agregó ahora la del reconocimiento de la independencia del Paraguay. Al año siguiente, el ministro brasileño Antonio Paulino Limpo de Abreu al contra protestar contra la protesta argentina por el reconocimiento de la independencia paraguaya, esclarecía los motivos que llevaron al Imperio a tal decisión. Entre estos motivos, figuraba como primordial, el derecho que asistía al Paraguay a una independencia no cuestionada por más de 30 años! Fue nuevamente Limpo de Abreu, quien, en noviembre de 1845, ordenó a las legaciones brasileñas en Europa y América para que procurasen sondar las posibilidades del reconocimiento de la independencia del Paraguay de parte de los gobiernos ante los cuales estaban acreditados.

Hasta 1850 la inseguridad persistió en las cuestiones del Río de la Plata. Montevideo continuaba asediada por los ejércitos argentinos, bajo el comando del general Oribe. En el Paraguay el presidente López vacilaba, sin saber qué rumbo seguir, pues la política brasileña, si bien clara y firme en cuanto a la independencia de las Repúblicas del Uruguay y Paraguay, era indecisa cuando se trataba de afrontar a Rosas.

Mas, en 1850, el ministro Paulino José Soares de Souza, que volvió al ministerio en 1849, decidió que el Imperio saliese de la posición en que se había colocado ante la política agresiva del general Rosas. En setiembre de 1850 rompió con el general Guido, representante de la Confederación. Por intermedio del encargado de negocios en Asunción, Pedro de Alcántara Bellegarde consiguió firmar un tratado con la República del Paraguay.

Son expresivas dos cartas del presidente López al ministro Paulino, escritas antes de concluido el tratado. La del 6 de setiembre de 1850, decía:

«Primero que todo, agradezco a V.E. la amistosa expresión de sus sentimientos, y simpatía por la causa de mi Patria, y por las consideraciones con que me honra en su estimable de 22 de julio pp.

«V.E. en conformidad á la política de sus antecesores, reconoce la comunión de intereses, y la conveniencia de ligar los destinos del Brasil, y del Paraguay; pero Dios no permite que los Gobiernos del Imperio, y de la República arriben del actual equívoco de una amistad sin garantía, ni vínculo.

«La tranquilidad que hasta hoy ha disfrutado mi Patria, se ve amenazada de una próxima tormenta que le tiene armada el intratable enemigo de la nacionalidad paraguaya.

«En esta lucha, el Paraguay se encuentra solo; y tiene que ser fuerte en la Capital, y en sus vastas fronteras: no cuenta sino con sus propios medios, y esos pueden ser apurados por el perpetuo bloqueo de los puertos de la República: pero está resuelta á sepultarse en sus ruinas, primero, que doblar una rodilla al feroz salteador que quiere sojuzgarla. Cualesquiera que sean las interioridades de esta crisis, podrán aleccionar a los que presentemente no dan mucha importancia á la fuerza de las cosas. V.E. sabe que el momento perdido en política, ya no vuelve.

«Felizmente para el Brasil se halla V. E. al frente de los Negocios extranjeros, ahora que ha tenido lugar el desenlace de la que se llamaba cuestión del Plata, y lo tendrán las diferencias del Gabinete brasilero, con el Gobierno argentino».

La llamada cuestión del Plata no tuvo, entonces, su desenlace, ni el gabinete brasileño consiguió entenderse con el gobierno argentino.

En noviembre, anteviviendo ya la efectividad de la alianza con el Imperio, volvía López a escribir, el día 19:

«Me ha sido grandemente satisfactoria la apreciada de V.E. de 11 de Octubre pp., y en su mérito quedo dispuesto á tratar con el Illmo. Sor. Encargado de Negocios de S. M. el Emperador del Brasil, concurriendo cuanto pudiere para facilitar, y apresurar nuestras comunicaciones.

«V. E. me ha presentado el farol que necesitaba para conocer mi horizonte, y me ha despejado el camino, que no dejaba de presentarme dificultades mas ó menos serias. Cuento en que V.E. no extrañará esta franqueza.

«Soy grato á V.E. por sus importantes providencias, y explicaciones satisfactorias sobre el incidente desagradable ocurrido en el contestado territorio fluvial, volviendo las cosas al estado anterior, hasta un arreglo amigable de límites.

«Todavía no me ha enviado el Señor Bellegarde la correspondencia impresa con que me ha favorecido el bueno, y fino afecto de V.E., y dándome desde luego por entregado de ella, le doy expresivas gracias por este importante obsequio, y por las interesantes noticias que se ha servido comunicarme.

“La amistad, y la correspondencia de V.E. son para mí prendas de inmenso valor: quiera pues V.E. continuar favoreciéndome con sus comunicaciones, la vez que le permitan sus grandes atenciones, con la franqueza y lisura que interesa la libertad de una correspondencia amistosa”

El tratado firmado en Asunción el 25 de diciembre de 1850, entre el Brasil y el Paraguay, facilitó el entendimiento, que se verificó a partir de marzo de 1851, entre el Imperio y el general- Urquiza.
De ahí en adelante la llamada cuestión del Plata tuvo un rápido desarrollo. En octubre de 1851, Montevideo se liberó de los ejércitos de Rosas. Y en febrero de 1852 caía el poderío del general Rosas ante los ejércitos liados, en Monte Caseros. Separado el dictador porteño del escenario político del Río de la Plata fue fácil obtener el reconocimiento de la independencia del Paraguay de parte de aquellas naciones que, en consideración a Rosas, no lo habían hecho hasta entonces.

A esos cincuenta años de historia de nuestro continente dedicó el Dr. R. Antonio Ramos este libro, fruto de mucho estudio y bien orientada investigación. Es copiosa y auténtica la documentación que cita y transcribe con propiedad y corrección.

La historia que nos ofrece, por tanto, es digna de ser leída y meditada. Es minuciosa, sin duda, pues se basa en un sin número de documentos de la época y en bastante bibliografía, pero, por eso mismo, reveladora. La presencia de nuestro pasado, en aquello que aún es vivo, aclaró con objetiva certeza, y consiguió su intento, dándonos, en cuadros sucesivos, la historia de la independencia del Paraguay y de su reconocimiento, señalando con justicia el papel del Imperio en esta última fase.

Niterói, 5 de diciembre de 1965.

JOSÉ ANTONIO SOARES DE SOUZA

del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.



CAPITULO XXXI

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA


Desaparecido Rosas del escenario político, el general Urquiza fue designado director provisorio de la Confederación Argentina. Le tocaba en adelante completar su obra. A la gloria del soldado agregaría la gloria del estadista. Y comenzó su fecunda labor como hombre de gobierno, representada en el orden interno por la constitución de 1853 y en el externo por el restablecimiento de la amistad con los Estados vecinos.

Después de Caseros preocupó a la Corte de San Cristóbal las relaciones del Paraguay con la Confederación. En la cuestión de límites el Imperio tenía interés que las Misiones entre el Paraná y el Uruguay no pasasen a poder de la Argentina. El director provisorio en un principio se mostró poco favorable a la república. «La diplomacia brasileña consideraba inminente la lucha entre Urquiza y el Paraguay, y no quería que ese hecho tomase de sorpresa al Imperio para que éste sacase de los acontecimientos el mejor partido posible. Carneiro Leão escribía desde Montevideo a López, informándole del espíritu hostil de Urquiza hacia su gobierno y le recomendaba adoptar las medidas convenientes. – En el mes de abril, el Paraguay fue formalmente advertido de un proyecto de Urquiza contra la independencia del Paraguay. «Existian serios recelos de invasión». En el mes de mayo se recibieron nuevas noticias sobre una «invasión relámpago». (1)

Las informaciones acerca de la política inamistosa del vencedor de Caseros se sucedían. Don Carlos llegó a la conclusión que esa política era la misma de Rosas y que era de «esperar cualquier día la negociación pacífica para incorporar la República a la Confederación, y para recobrar los territorios de Pedro González. Chaco paraguayo, Misiones, las islas de Atajo y Apipé, que el Gobierno argentino dice que son suyos». El presidente López resolvió entonces conferir plenos poderes a Manuel Moreira de Castro, cónsul de la república en Río de Janeiro, para ajustar y concluir un tratado de alianza y limites entre el Paraguay y el Imperio. (2)

Pero la hostilidad de Urquiza no pasó de las noticias y prevenciones. A ella sucedió la misión Derqui, que vino a cambiar el panorama político entre los dos países y el Brasil.

Los tratados de 1851 contemplaban especialmente la situación del Paraguay y el Uruguay como Estados independientes, condición indispensable para asegurar la paz tanto tiempo perturbada. No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta los imperativos de la justicia y de la historia.

El general Urquiza al firmar los acuerdos aludidos estaba bien compenetrado de la posición de la Argentina respecto de los países limítrofes, y fiel a la palabra empeñada se decidió a satisfacer al Paraguay. «La libre navegación de los ríos, la policía de frontera, las exigencias probables de las potencias extranjeras, las posibles complicaciones interiores, exigían – escribe Cárcano – la pronta iniciación de las relaciones con el gobierno de Asunción, para asegurar la cordialidad y su confianza, después de la continua amenaza que había sufrido durante la dictadura». (3)

Para desempeñar la importante comisión fue designado el Dr. Santiago Derqui, con el carácter de encargado de negocios, por decreto del 24 de abril de 1852, firmado por el general Urquiza y refrendado por su ministro Vicente Fidel López. Posteriormente nombróse a Manuel Cabral secretario de la legación. (4)

La misión estaba destinada a alcanzar completo éxito. Así era de esperar dadas las cualidades del eminente comisionado, cuya larga y destacada actuación debía culminar con la presidencia de la Confederación Argentina. Derqui, «apasionado y combativo, perseverante y enérgico, decidido y generoso, cuando le movía una ambición; escéptico y frío, indiferente y abandonado, contradictorio e intermitente, cuando se aflojaban sus resortes interiores y la decepción le dominaba», unía a su simpatía y atractivos personales, a su «espíritu sagaz y penetrante», un amplio conocimiento de las modalidades y aspiraciones del pueblo paraguayo y su gobierno. En 1845 había estado en Asunción, enviado por el general Paz, para negociar un pacto de alianza contra Rosas. Entonces conoció y trató personalmente al presidente López. El ambiente en que debía actuar el comisionado era, además, favorable al desempeño de sus actividades, pues la independencia constituía la aspiración suprema del Paraguay. (5)

El Paraguayo Independiente informó: «Tenemos la satisfacción de anunciar a nuestros conciudadanos que el Exmo. Gobierno Encargado de las Relaciones Esteriores de la Confederación ha nombrado al Dr. D. Santiago Derqui Encargado de Negocios en misión especial cerca de nuestro Gobierno. – Esta demostración amistosa del Gobierno Argentino nos inspira la confianza de poder arribar a un arreglo satisfactorio de las cuestiones pendientes entre ambos Países». (6)

El lenguaje del valiente periódico había cambiado. Los recelos contra Urquiza y los hombres de Corrientes desaparecieron. Una época de confianza reemplazó al periodo de incertidumbres y zozobras de los tiempos sombríos de la tiranía de Rosas.

Antes de su partida Derqui recibió las instrucciones correspondientes, redactadas por Vicente Fidel López, ministro de relaciones exteriores de la Confederación Argentina. El encargado de negocios debía expresar que el «gobierno encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, ha querido en el despacho de esta Legación dar a todas las naciones un nuevo testimonio del espíritu de paz que lo anima de parte de todas ellas, lo mismo que de su deseo de establecer relaciones de amistad y comercio con los Estados». (7)

El general Urquiza deseaba sinceramente la paz y la armonía con todos los pueblos, muy singularmente con aquellos de un mismo origen, y, además, «borrar de algún modo los antiguos enconos y animosidades que con el dictador Rosas sistemáticamente los dividía». (8)

El Paraguay no ofrecía mayores dificultades para alcanzar este noble anhelo. El único obstáculo era la cuestión relacionada con la independencia, origen de los «enconos y animosidades» a que se refería el vencedor de Caseros. Por eso, Derqui debía manifestar también al presidente López que estaba «autorizado por el Exmo. señor encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos, brigadier don Justo José de Urquiza, para reconocer la independencia del Paraguay, como un hecho consumado que cuenta con su adhesión personal y con la de los gobernadores provinciales de la Confederación». El reconocimiento debía someterse a la consideración del futuro congreso, como un hecho al cual «se adhieren los gobiernos provinciales, que han dado al brigadier don Justo José de Urquiza el encargo de representarlos, y que por lo tanto, este magistrado toma sobre si la responsabilidad de instruir oportunamente de todo al mencionado Congreso, sosteniendo las ventajas, la importancia y necesidad de ratificar definitivamente este acto». (9)

El encargado de negocios podía hacer uso pleno de esta autorización desde el momento que el Paraguay se mostrase dispuesto a conceder la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, a otorgar libertad de tránsito y de comercio y a conceder a los ciudadanos argentinos los mismos derechos que a los nativos. Para estrechar aún más las relaciones y fortalecer los vínculos de fraternidad entre los dos países, «en razón de la comunidad de origen, razas e intereses», el encargado de negocios debía facilitar los medios para que la juventud paraguaya pudiera educarse en las provincias argentinas, viajar por su territorio y dedicarse al comercio. Con igual propósito debía ofrecer, guardando la circunspección y destreza convenientes, «los buenos oficios del gobierno argentino para dotar a la República del Paraguay del personal necesario para sus establecimientos públicos, en cuya oferta procurará que no se conozca el deseo de hacerlo» de parte de la Confederación «sino la plena adhesión de complementar el deseo que de ello pueda tener el gobierno paraguayo. El mismo encargo desempañará en cuanto a ofrecer máquinas apropiadas para la explotación de los frutos y demás relativo a estos ramos». (10)

Estas instrucciones, «propias de un estadista, al decir de Cárcano, pretendían consolidar en el Paraguay la influencia y amistad de la Confederación en la forma más alta, más civilizada y duradera». (11) Por otro lado, concordaban con las aspiraciones del pueblo paraguayo.

Si para el Paraguay el reconocimiento de su independencia era fundamental, también lo era la navegación de los ríos, como la del Paraná, tantas veces impedida por Rosas, con grave perjuicio de su progreso y bienestar. La libertad de navegación constituía y constituye la base de la independencia nacional, indispensable, a su vez, para alcanzar y conservar la política. El «río libre» tenía y tiene una relación directa con la existencia misma del Paraguay. Solamente con la comunicación abierta para el mundo y libre de trabas y amenazas podría y puede el Paraguay aprovechar sus energías, explotar sus riquezas, desarrollar su comercio y mantener su dignidad en el con cierto de las naciones. (12)

Pero, además de las instrucciones escritas, que podríamos llamar ostensivas, Derqui había recibido otro cometido, de importancia en las relaciones políticas de los dos países, y que no constaba en los documentos que se le habían entregado. A este respecto Cárcano afirma que «encima de los propósitos diversos, pero con la misma orientación, hallábase como causa general y dominante de la misión, la necesidad de contar con la alianza del Paraguay en las complicaciones externas e internas que pudieran conmover a la Confederación. Sobre esta cuestión de incertidumbre política, aunque no se determinara particularmente en las instrucciones escritas, debiera ejercitarse con mayor empeño el tacto y sagacidad del eminente negociador». (13)

No escapaba al general Urquiza la influencia que podría tener el Paraguay en el juego de los acontecimientos del Río de la Plata; el apoyo de este país seria decisivo para la solución de cualesquiera de las cuestiones, internas y externas, que interesaban a la Confederación. El Imperio del Brasil también lo había comprendido así, y buscó siempre la alianza del Paraguay para asegurar el desarrollo de su política en el Río de la Plata, desde la misión Correa da Camara, en 1825, hasta la de Alcántara Bellegarde, que culminó con el tratado del 25 de diciembre de 1850. No obstante haber cambiado la situación del Río de la Plata con la caída de Rosas, el Brasil no dejó de considerar la importancia política del Paraguay en esta zona de América. (14)

Vicente Fidel López entregó a Derqui la nota participando al «Ministro de Relaciones Esteriores del Gobierno del Paraguay», que el general Urquiza había designado al aludido Derqui como Encargado de Negocios en misión especial cerca del mismo gobierno, probando así «que desea sinceramente la paz y buena armonía con todos los pueblos, y muy singularmente con aquellos que reconocen un mismo origen común; y para borrar de algún modo los antiguos enconos y animosidades con que el Dictador Rosas los dividía. El Encargado de las Relaciones Esteriores – agregaba el canciller argentino – abriga la confianza de que, en atención a las recomendables calidades que distinguen al Sor. Derqui, y el deseo que anima a S.E. de restablecer amistosas relaciones con el Paraguay, el Sor. Derqui será admitido en el carácter con que lo ha investido, dándole entera fe, y crédito acuanto dijere en nombre del Encargado de las Relaciones Esteriores de la República, sobre la misión especial de que va encargado, y muy particularmente cuando asegure a V.E. los benévolos, y fraternales sentimientos de la Confederación Argentina hacia el Gobierno y Pueblo Paraguayo». (15)

El 9 de junio López escribió a Moreira de Castro, comunicándole que la misión argentina pronto llegará a Asunción, que sólo demoraba en Corrientes esperando su contestación. «La carta del Sr. Derqui – agregaba el presidente – es muy satisfactoria, pero existe en mi poder una clave de esa mision especial publicada en el Reservado N. 18 de «los debates», fecha 26 de Abril. Se me dice en carta de Buenos Ayres que el general Urquiza está por el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, «siempre que su Gobierno no se ocupe de un pedazo de terreno...». Han de ser muchos pedazos, á saber, los señalados en el artículo 2º de apuntamientos reservados, que fueron adjuntos a las instrucciones dadas á V.S. – Rosas decía que el Paraguay no es ribereño, porque el Paraná pertenece de costa a costa a la Confederacion, y toda la derecha del Paraguay. Si hoy pues se pretende que yo reconozca semejante derecho a la Confederación en buena paz, y a buen pago del reconocimiento de la Independencia del Paraguay, se puede asegurar que este país no ha mejorado en el cambio del Gobierno Argentino. – El General Urquiza ha dicho al Sr. Senador Carneiro Leão, que iba a reconocer en su nombre como Encargado de Relaciones Esteriores de la Confederacion, la Independencia del Paraguay, y que prometía hacer todos los esfuerzos para que sea reconocida por el Congreso; pero no le habló de la referida condicion exorbitante. – Vamos pues a ver la negociacion que trae la mision especial. Yo abundaré de atenciones, y en lo que toca a deferencia, hasta adonde puede ser, sin perjuicio de la dignidad, y seguridad del pais, en inteligencia de que la República p.ª guardar su Independencia Nacional, debe mantener la dominacion de sus puertas y llaves. Todo lo que no sea consultar la seguridad esterior, y la prosperidad interior, no puede entrar en capitulacion con el interes del reconocimiento de la Independencia. Toda negociacion que quiera acabar por meter al enemigo en casa, no puede estar en consonancia con los principios de una paz duradera». (16)

El presidente López mantenía aún sus recelos contra Urquiza. En el fondo temía que éste tuviese las mismas intenciones que Rosas. No obstante, estaba resuelto a prestar a Derqui las atenciones y deferencias compatibles con la dignidad de la república, porque la misión argentina se dirigía a reconocer la independencia del Paraguay. Pero estas atenciones en beneficio del ansiado reconocimiento no debían impedir la dominación de las «puertas y llaves» del país. Sin embargo, una de esas puertas fue cedida a la Confederación como resultado de las negociaciones con el comisionado argentino.

Derqui llegó a Asunción el 20 de junio de 1852. (17) En todo el trayecto del viaje recibió «obsequiosas demostraciones» de cordialidad y simpatía. (18) El pueblo paraguayo no ocultó sus sentimientos y su alegría ante este mensajero que venía a dar satisfacción a uno de sus anhelos más caros. Las mismas y afectuosas demostraciones había brindado también al representante del Imperio del Brasil, José Antonio Pimenta Bueno, cuando en 1844 había llegado hasta Asunción con idénticos propósitos. El 23 fue recibido por López y reconocido ese mismo día en su carácter de encargado de negocios de la Confederación Argentina con el «goce de las prerrogativas, fueros, y esenciones que por el derecho público le corresponden». (19)

Las negociaciones se entablaron si ninguna dilación. «Tan luego como abrí mis conferencias con S.E. el Sor. Presidente del Paraguay, – informaba Derqui a su gobierno – encontré en él las más amistosas ideas, y la más perfecta disposición en establecer una navegación perfectamente libre del río Paraguay y sus afluentes para pabellón Argentino y espediciones mercantiles, despachadas de otros puertos de la Confederación en los mismos términos contenidos en mis instrucciones; y conviniendo, además, en adoptar medidas eficaces para facilitar la navegación de los ríos Bermejo y Pilcomayo hasta proporcionar el más facil contacto con la frontera de Bolivia». El gobierno conviene en reconocer a la Argentina el territorio de Misiones. Sobre estas bases se está preparando un tratado. El 17 de julio se procederá al reconocimiento de la independencia del Paraguay. (20)

En Río de Janeiro continuaba preocupando las relaciones del Paraguay con la Confederación Argentina. El 17 de julio Paulino escribió al presidente López en respuesta de las cartas de éste del 27 de febrero y 20 de mayo. Pensaba contestarle por intermedio de Felipe José Pereira Leal, a quien el Emperador había designado encargado de negocios en Asunción, para reemplazar a Bellegarde, Pereira Leal demoró su partida en espera del Dr. Luis José de la Peña, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Confederación. Paulino contaba recibir de este comisionado «algunas explicaciones sobre la política del general Urquiza relativamente al Paraguay que orientasen mejor al Gobierno Imperial». El Dr. de la Peña fue llamado a Buenos Aires y, por lo tanto, retardará su viaje. Bellegarde insiste por regresar a la corte, pero «no conviene que deje de haber un representante del Gobierno Imperial ante V.E., – agregaba Paulino – porque de lo contrario podría hacer presumir que existe un enfriamiento en las relaciones de los dos países». Por eso Pereira Leal recibió orden de seguir cuanto antes a su destino. Estimó mucho la misión de Moreira de Castro. Era la ocasión de ajustar nuevas estipulaciones, «porque el Tratado del 25 de Diciembre de 1850 hecho para otras circunstancias, se torna defectuoso e ineficaz para las presentes». También apreció la designación de Benigno como secretario. En breve comenzarán las negociaciones y don Carlos será instruido de todo no sólo por Moreira Castro sino particular y amistosamente por Paulino. (21)

«Como V.E. verá – prosiguió el canciller brasileño – de los extractos inclusos de una comunicación del Consejero Carneiro Leão datada el 3 de mayo próximo pasado y del Protocolo del Tratado del 15 de dicho mes, el general Urquiza había resuelto mandar al Paraguay un Encargado de Negocios. No sé que proposición hará al respecto de la cuestión de territorio, o de cualquier otro asunto. Lo que pido encarecidamente a V.E. es que no rompa con él, que gane tiempo y me comunique lo que ocurra, porque el Gobierno Imperial como mediador podrá llevar los negocios a una solución más conveniente a V.E. y también al Brasil, visto que nuestros intereses son muy idénticos». (22)

Paulino buscaba precautelar al Paraguay de las pretensiones de Urquiza. Al dar este paso no sólo defendía los intereses de la república sino también los del Imperio, ya que ellos eran similares y paralelos.

La comunicación de Carneiro Leão decía que el general Urquiza acababa de nombrar a Derqui como encargado de negocios de la Confederación Argentina en el Paraguay. En la conversación que mantuvo con el director provisorio éste le aseguró «que dicho Encargado de Negocios llevaba poderes para reconocer en su nombre la Independencia del Paraguay» y que él «empeñaría su influencia ante al Congreso a reunirse en favor del mismo reconocimiento. Me dijo – agregó el diplomático imperial – que su deliberación era aconsejada por la justicia, pues que siempre entendió que la independencia de ese País era un hecho de hace mucho tiempo y me dijo más, que en esa cuestión el Sr. Limpo de Abreu, cuando Ministro de Extranjeros, había derrotado completamente al general Guido. – Pocas horas antes de mi partida de Montevideo, Peña me había dado la misma idea respecto de aquella misión, lo que no dejó de sorprenderme por cuanto había sospechado que los grandes propósitos de que habla la carta de... (sic) eran la unión del Paraguay a la Confederación por medio de la conquista... – Felizmente las seguridades que acaba de darme el general Urquiza y toda su conversación desvanecieron tales sospechas, y quedo entendiendo que los tales proyectos son la organización de la Confederación Argentina, la conquista de los Indios salvajes del Sur, que ultimamente han infestado y robado la campaña de Buenos Aires, y tal vez otras medidas interiores». (23)

El protocolo firmado el 15 de mayo de 1852 por los representantes del Brasil, del Uruguay y de la Confederación Argentina, establecía respecto del Paraguay: «El Plenipotenciario Oriental pidió, y así se convino, que se declarase en este protocolo que entre los artículos del Tratado de Alianza, que él propuso al Plenipotenciario Brasileño, en otras conferencias, que fuesen reconsiderados para ser modificados o suprimidos, estaba el articulo en que la República Oriental se obliga a defender la independencia del Paraguay, pero que no insistía en la supresión, por haberse declarado por el plenipotenciario Argentino que su Gobierno nombró un Encargado de Negocios para esa República, y que ese acto público ya era un reconocimiento indirecto; y que ademas el Plenipotenciario Argentino tenía motivos para creer que el dicho Encargado de Negocios sería autorizado para reconocer esa independencia. El Plenipotenciario Brasilero dijo que a más de esos motivos que el Plenipotenciario Oriental alega haber tenido para desistir de su pretensión, había que considerar, primero – que el Estado Oriental había reconocido la independencia de esa República, y segundo – que la estipulación relativa a la defensa de la independencia del Paraguay era recíproca, pues que el Paraguay, por un Tratado hecho con el Imperio estaba también obligado a defender la independencia de este Estado». (24)

Paulino remitió también copia de estos documentos a Pereira Leal. Ante la posibilidad de que la misión Derqui plantease la cuestión territorial, como condición para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, recomendó al agente imperial en Asunción, que insistiese con el presidente López para que no rompa con Urquiza, que no rechace in limine sus proposiciones y que antes recurra a la mediación del Brasil, «porque tenemos interés – agregó – en que el territorio contestado pertenezca al Paraguay para asegurar nuestra comunicación por tierra con esa República». (25)

El interés del Imperio era explicable. El territorio contestado a que se refería Paulino comprendía las Misiones entre los ríos Paraná y Uruguay. Por esa zona se hacia la comunicación del Paraguay con el Brasil. Gracias a ese territorio, ocupado por el Paraguay, la república pudo salvarse de un aislamiento absoluto, y el Imperio mantener un contacto permanente con la república, no obstante la clausura de los ríos por los pueblos del sur. La Corte de San Cristóbal quería prever los obstáculos que podrían presentarse nuevamente en las comunicaciones fluviales, como durante el régimen de Rosas. Y un medio era que el territorio contestado quedase perteneciendo al Paraguay. El Dr. Francia también así lo comprendió.

«Conviene que el Presidente – proseguía Paulino – esté persuadido de que Urquiza nutre vistas ambiciosas y hostiles contra el Paraguay, que no puede realizar ahora por los embarazos en que se ve. – Que cumple aprovechar el tiempo para hacerlo reconocer formalmente la independencia del Paraguay o practicar actos que importen ese reconocimiento; que para eso el Brasil puede ayudar mucho al Paraguay. Que, por lo tanto, es necesario que éste no precipite los negocios, que evite romper, que se entienda con nosotros, por cuanto Urquiza deseará tener pretextos para aplazar y ganar tiempo, respondiéndonos que había dado los primeros pasos, que había cedido en su amor propio, pero que siendo repelido no quiere dar más paso alguno. Estas cuestiones no son de amor propio y de pasión, deben ser consideradas y decididas con una razón muy fría». (26)

Estas instrucciones coincidían con las manifestaciones hechas por Paulino a Don Carlos en la misma fecha. Sin perjuicio de los recelos que buscaba despertar nuevamente en el espíritu del presidente, el canciller imperial deseaba evitar una tirantez entre López y Urquiza ante la posibilidad de un rompimiento quería que el Paraguay se entendiese con el Brasil. Esta recomendación, si bien interesada, daría mayor fuerza y autoridad a la república en sus discusiones con la Confederación como para dar una solución satisfactoria a las cuestiones planteadas.

El presidente López no sólo recibió cordialmente a Derqui sino que también se apresuró a expresar su benevolencia a Urquiza. Decía al director provisorio: la misión especial me ha «proporcionado la grata ocasión de manifestar a V.E. la simpatía que siempre tuve por la causa que ha triunfado del poder ominoso que tiranizaba a las dos Repúblicas del Plata. – Los brillantes sucesos de Octubre y Febrero, último, han demostrado a las intervenciones armadas del viejo mundo que esa gloria estaba reservada a la mano diestra y firme de un general argentino. – Grato a V.E. y penetrado de los justos sentimientos que le animan en favor de ese y este país, he prestado toda consideración a las calidades con que V.E. ha determinado reconocer la nacionalidad paraguaya». – Se ha acordado la celebración de un tratado de navegación y limites y quedó fijado el 17 del mes «para solemnizar el reconocimiento de la República por la Confederación Argentina... V.E. ha dado al Paraguay un día de gloria, y la feliz actitud de cultivar su industria, y comercio, libre de embarazos esteriores. La República acreditará su gratitud a V.E. con una política sincera, leal y amistosa». (27)

Con esta comunicación desaparecieron completamente los recelos contra Urquiza. A éstos sucedieron la confianza en el vencedor de Caseros y los sentimientos de justicia a la gloria que culminó en esa jornada de redención. A la política del director provisorio respondía la «sincera, leal y amistosa» del presidente. El pasado ya no contaba y sí el presente promisorio y fraternal.

Como se había fijado para el 17 de julio el acto de reconocimiento de la independencia, una resolución del gobierno dejó sin efecto «la aspiración patriótica: ¡Independencia o Muerte!» usada en los documentos oficiales. Ese día los ciudadanos lucirán los colores nacionales con la leyenda: ¡Viva la República del Paraguay! (28)

Desde Río de Janeiro, Moreira de Castro escribió a López: «Las informaciones que V.E. tuvo de las intenciones del general Urquiza concuerdan en todo con las que aquí teníamos y con todos los actos de ese General, hasta que se manifestó en Buenos Aires y en algunas provincias del interior una fuerte oposición a su Gobierno. Hasta esa época quería colocar al Brasil en serios embarazos (dificultando la solución de las cuestiones con el Gobierno Oriental) y pretendía, por lo menos, eternizar la cuestión de la Independencia del Paraguay, si es que no la quería atacar. Tornándose por tanto difícil su posición en Buenos Aires cambió de rumbo... la actual política de Urquiza es sólo hija de las circunstancias y no se puede contar con su continuación, siendo necesario por el contrario estar siempre sobre aviso. – Hoy sobre todo conviene estar prevenido. Nadie sabe lo que dará la misión anglofrancesa. Es probable que Urquiza procure sacar partido de ella. – En presencia de acontecimientos tan graves, la prudencia parece aconsejar la mayor vigilancia y previsión. V.E. en su sabiduría les prestará la atención que merecen. – El Señor Paulino, – agregaba el agente del gobierno paraguayo – con quien conversé sobre este asunto, es de opinión que no conviene repelir de frente las propuestas que hicieron, ya sea los unos o los otros, al menos que envuelvan desde luego un desaire para el país. Planteadas las cuestiones puede mediar el Brasil con sus buenos oficios y llevarlas a buen fin. Es la opinión del Sr. Paulino y el procedimiento que siguió con la misión mixta. Me parece un deber comunicar a V.E. lo que en conclusión saqué de aquella conversación». (29)

La información de Moreiza de Castro venía a confirmar las noticias sobre la conducta hostil de Urquiza con relación al Paraguay, que cambió de orientación por la fuerte oposición al gobierno del director provisorio no sólo de Buenos Aires sino también de otras provincias del interior. También confirmaba lo que el mismo Paulino había manifestado a López y a Bellegarde acerca de la necesidad de que el presidente no rechace in limine las proposiciones de Urquiza y de que la mediación del Brasil podria dar una solución satisfactoria a las cuestiones planteadas. Pero la comunicación era tardía. López y Derqui ya habían concertado la celebración de un acuerdo y fijado el día para el reconocimiento de la independencia.

El 15 de julio, Benito Varela firmó con el comisionado argentino un tratado de navegación, comercio, amistad y límites. Por el convenio se establecía la libertad de navegación de los Ríos Paraguay y Paraná, se concedían recíprocos derechos a los ciudadanos de los dos países, se daban facilidades para el comercio y se fijaban los limites entre ambos Estados. A este respecto, el Río Paraná separaba el Paraguay de la Confederación (art. 1º), quedando, en consecuencia, el territorio de las Misiones comprendido entre el aludido Río Paraná y el Uruguay en poder de la Argentina. Como condición especial se estipuló la «comunicación franca» entre Encarnación y San Borja para los correos paraguayos y brasileños (art. 3º). (30)

Según Chaves esta disposición se debió a las observaciones contenidas en el memorándum presentado por Bellegarde al Presidente López. El agente brasileño expresaba que «para que la independencia del Paraguay sea real, efectiva y permanente» debe estar en condiciones de mantener estrechas relaciones con el Brasil y la Argentina «y hacer pesar la balanza contra aquel de los vecinos que manifieste o muestre pretensiones ambiciosas. En este estado la primera necesidad es la franca comunicación con el Imperio y la Confederación para tornar posible y eficaz una alianza que se le antoje favorable para el mantenimiento de la independencia nacional». Es conocido el propósito de absorción del Paraguay de parte de la Confederación, «idea que difícilmente se desarraigará del pensamiento de los políticos argentinos».

Rosas no era sino la expresión de esta «opinión popular, compartida por algunos de los espíritus más elevados y dados a las combinaciones teóricas». Bellegarde buscaba la inclusión de disposiciones que salvaran las comunicaciones con el Brasil e insistió en el punto de vista que venía sosteniendo la Corte de San Cristóbal «que la posición política del exterior de la República del Paraguay es la de mantener el equilibrio entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina». (31)

La cesión de las Misiones no fue un acuerdo favorable a la república. El Presidente López no midió las consecuencias políticas y económicas que acarrearía al Paraguay, como país mediterráneo, la pérdida de una de sus dos únicas salidas hacia el mar. El Dr. Francia tuvo a este respecto una visión más clara, defendió de las ambiciones argentinas esa zona del territorio nacional y así aseguró las comunicaciones con el Brasil y el comercio por Itapúa. (32)

«Tamaño renunciamiento» significaba un precio muy subido para un acuerdo amigable con la Argentina, si bien ese acuerdo era recomendable para el Paraguay. (33) Dominado por la euforia de la presencia de Derqui y de las perspectivas de un tratado de buena vecindad con la Confederación Argentina, el Presidente López olvidó lo que había declarado a Moreira de Castro en su carta del 9 de junio antes aludida de que la república para «guardar su Independencia Nacional debe mantener la dominación de sus puertas y llaves. Todo lo que no sea consultar la seguridad esterior, y la prosperidad interior, no puede entrar en capitulación con el interés de la Independencia». Pero por el interés del reconocimiento de esa independencia se capituló, cediendo una de las «puertas» del país sin tener en cuenta la «seguridad esterior».

Además de las disposiciones sobre límites, comercio y navegación, el artículo 14º del tratado disponía: «En razón de la hermandad que establecen entre ambas Repúblicas la comunidad de origen, intereses, y situación respectiva, los Ciudadanos Paraguayos que su Gobierno quiera destinar a cultivar sus talentos en los establecimientos de facultades y estudios mayores que sostuviese el Gobierno General de la Confederación Argentina serán considerados a la par de los Ciudadanos argentinos».

El espíritu de este artículo tenía un sentido de generosa fraternidad, que bien podría servir de ejemplo en esta época en que tanto se pregona la solidaridad, la cooperación, la buena vecindad y el apoyo a los pueblos menos desarrollados.

Dos días después, el 17 de julio de 1852, Derqui, en virtud de sus instrucciones y de los plenos poderes que le había conferido el general Justo José de Urquiza, y en representación de la Confederación Argentina reconoció solemnemente «la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay como un hecho consumado competentemente comunicado al Gobierno Argentino... Declaro – agregaba el comisionado especial – en nombre y por orden del Exmo. Sr. Director que si bien este reconocimiento ha de ser llevado al conocimiento del próximo congreso general de la Confederación Argentina, será en el concepto de un hecho practicado con la adhesión de los Gobiernos Provinciales que lo encargaron de representar a la Nación; tomando sobre sí el Magistrado Supremo la responsabilidad de instruir de todo ello al mencionado congreso general sosteniendo su justicia, ventajas e importancia; declaro por tanto que la República del Paraguay está en el derecho de ejercer todas las grandes prerrogativas que son inherentes a su Independencia y Soberanía Nacional». (34)

El mismo día, el «feliz acontecimiento» se publicó por bando y se imprimieron quinientos ejemplares del mismo para distribuirlo en toda la república. (35)

Este acontecimiento de transcendental importancia en la historia política del Paraguay venía a poner término a un pasado colmado de recelos y a reparar una injusticia. El Paraguay desde entonces pudo seguir la ruta de su destino, recibir en su seno todas las corrientes de progreso y civilización y abrir sus puertas al comercio del mundo. La nación lo recibió con patriótico entusiasmo y un sentimiento de gratitud vibró en los corazones paraguayos hacia el glorioso soldado entrerriano, que con el brillo de su espada y la visión de los verdaderos estadistas, dio consistencia y realidad a la libertad de los pueblos.

La ceremonia se realizó en el salón de recepciones del segundo piso del nuevo palacio de gobierno. Al terminar el acto, un buque argentino, surto en la bahía, saludó a la bandera paraguaya con una salva de 21 tiros de cañón, que fue contestada por la batería de tierra y por la sumaca de guerra, Independencia del Paraguay. Simultáneamente, las campanas de todas las iglesias fueron echadas a vuelo. Asunción vibraba como impulsada por una brisa de fiesta, y al celebrar alborozada «este suceso de grata memoria» rendía también homenaje a la Confederación Argentina y a su esclarecido presidente. (36)

Los festejos duraron desde el 17 al 19 de julio con un entusiasmo que no decayó en ningún instante. En la plaza 14 de mayo y en otros edificios principales flameó el pabellón argentino junto al paraguayo, y en el frontispicio del palacio del congreso fue colocado en el centro de un lucido conjunto de doce banderas, correspondientes a otras tantas naciones que habían reconocido la independencia del Paraguay. (37)

En la catedral, el obispo diocesano ofició una solemne misa y tedéum, el día 17, con asistencia del Presidente López y su familia, el Dr. Derqui y su secretario, ministros, altos funcionarios y lo más granado de la sociedad asuncena. La oración estuvo a cargo del provisor y vicario general, quien con elocuencia destacó la transcendencia del reconocimiento, elevo sus votos al Altísimo por la conservación de la paz y la amistad felizmente restablecidas entre la Confederación Argentina y el Paraguay, y recomendó a la gratitud nacional los sentimientos cordiales y pacíficos del general Urquiza con respecto al Paraguay, exaltando la gloria de sus armas, libertadoras de las repúblicas del Río de la Plata. (38)

Durante las tres noches hubo iluminación general, con profusión de juegos artificiales. En las del 18 y 19 se llevaron a cabo lucidos bailes en el salón de sesiones del palacio del congreso, suntuosamente adornado para el efecto. La última noche la fiesta se prolongó hasta la siete de la mañana del día siguiente. También las baterías de la plaza y las de los buques argentino y paraguayo dispararon tres salvas cada hora durante las dos noches. consecutivas, sin contar la salva de ordenanza a la salida del presidente y su comitiva del palacio de gobierno y a su regreso. (39)

El Paraguayo Independientecomentó: «Los obsequios y las diversiones han sido cumplidos, y en todas partes ha reinado un orden admirable, que nos complacemos en publicar como relevante prueba de moral y de civilización del pueblo paraguayo». (40)

El 22 de julio Varela comunicó a Vicente Fidel López la celebración del tratado de amistad, comercio, navegación y límites, y el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El tratado quedó ratificado por el presidente de la república, el 19 del mismo mes. «Este feliz acontecimiento – agregaba el ministro paraguayo muestra a la faz del mundo ilustrado los sentimientos de justicia que han determinado al Gobierno Argentino por el reconocimiento de la República del Paraguay; y que impulsado de principios grandemente filantrópicos, ha promovido las relaciones amigables y mercantiles entre dos Naciones llamadas por la naturaleza, por comunidad de origen y de intereses recíprocos a un mutuo engrandecimiento. La República del Paraguay, al presentir este importante suceso, lo ha acogido con noble entusiasmo, y el Ministro que suscribe ha recibido orden de su Gobierno para recomendar a V.E. que, al elevar dichos actos ante el Exmo. Sor. Director, se sirva asegurar a S.E. que la República cumplirá fielmente sus compromisos, confiada en igual desempeño por parte de la Confederación». (41)

Cuatro días después, en notas separadas, Derqui, por su parte, comunicó igualmente a su gobierno, la celebración del tratado y el reconocimiento formal de la independencia del Paraguay. (42)

También López se dirigió al general Urquiza el 28 de julio. Decía el presidente: «Como anuncié a V.E. en mi anterior del 12 del corriente tuvo lugar el 17 el acto solemne del reconocimiento de la República del Paraguay por la Confederación Argentina: este importante acto fue celebrado con entusiasmo en esta ciudad, y en toda la campaña. – Tengo el placer de felicitar a V.E. y en su ilustre persona a la Confederación Argentina, por el fausto suceso del restablecimiento de las buenas relaciones de dos Repúblicas hermanas, llamadas por la naturaleza y por la comunidad de origen a cultivar su mutuo engrandecimiento». El tratado fue firmado el 15 y ratificado por el gobierno paraguayo el 19. (43)

«Me tomo la libertad de recomendar – terminaba expresando Don Carlos – muy especialmente a la consideración de V.E., la conducta amistosa, las maneras agradables, el patriotismo y el noble desempeño del Sr. Encargado de Negocios de la Confederación Argentina, Dr. D. Santiago Derqui; mediante esta acertada elección de V.E. se han llenado felizmente los objetos de su importante misión cerca de este Gobierno». (44)

El lenguaje procaz contra Urquiza había desaparecido. Ahora los sentimientos de López eran cordiales hacia la «ilustre persona» del vencedor de Caseros. El pasado ingrato pasó al olvido y sólo se celebraba el «fausto suceso del restablecimiento de las buenas relaciones de dos Repúblicas hermanas». La fraternidad sucedió a la hostilidad de tantos años, que el Paraguay recibió con «entusiasmo», tanto en la capital como en todo el interior.

La prensa argentina, por su parte, dedicó al reconocimiento de la independencia del Paraguay elocuentes artículos. El Progreso de Buenos Aires le atribuyó el más alto valor, tanto para las repúblicas del Río de la Plata como «para el mantenimiento de las amigables relaciones con el Imperio del Brasil y demás Estados vecinos» y el desarrollo del comercio y la navegación de los Ríos Paraguay y Paraná. (45)

«Establecidas así las relaciones de amistad, comercio y navegación con la República del Paraguay, – proseguía el diario porteño – se abre un canal inagotable a los progresos del comercio y la industria de ambos estados: su magnitud sólo puede calcularse por la importancia de las producciones materiales de aquella República, y por la belleza de nuestros puertos y mercados, donde ellas deben venir a aumentar les importantes transacciones que dan vida a los pueblos y aseguran su prosperidad. – Estos canales famosos, que conducen hasta la Asunción del Paraguay, a Cuyabá y Matogroso: esas costas vírgenes y embellecidas por la naturaleza con una prodigiosa fertilidad; ricas de producciones naturales inagotables, veránse muy pronto convertirse en líneas continuadas de pueblos y sociedades que sólo florecen a la sombra de la paz y de la libertad... La regeneración de un pueblo rico y poderoso como el Paraguay, que entra a figurar en el catálogo de las naciones libres de la tierra, es un acontecimiento, que no puede dejar de producir las más sinceras simpatías, y la aprobación de todos los pueblos que aman la Independencia y la libertad. – S.E. el Director Provisorio ha realizado en pocos meses, hechos tan famosos en su línea, como sus empresas militares; ha resuelto, con admirable tiro, uno de los problemas que más podían complicar la situación, y envolver a los pueblos de la Confederación en complicaciones difíciles y peligrosas... En poco más de un año, el General Urquiza ha restituido la Independencia y libertad a la República Oriental; la libertad, con sus derechos a la República Argentina, su patria. Y hecho aparecer en el rango de las naciones de la tierra a una nueva República en su alta representación de Independencia y soberanía. – Esa es la única política que armoniza con la civilización de los pueblos modernos. La única que puede reparar nuestras pasadas desgracias y conducirnos al término de la prosperidad y engrandecimiento que reposan en la paz, en la libertad y en las leyes. – Esa gloria estaba reservada al General Urquiza. Fáltale llegar a la organización de la República, que promueve y busca tan decididamente. El la conseguirá porque sus esfuerzos y sus miras sobre ese grande acontecimiento, reciben hoy el poderoso apoyo de los pueblos argentinos y la cooperación leal de sus compatriotas. – No acabaremos este artículo sin tributar un profundo homenaje de aprecio al Exmo. Sr. Presidente del Paraguay, Don Carlos Antonio López, que tan bien ha justificado el alto concepto que el Sr. General Urquiza tenía formado de su persona. El ha bien comprendido la política generosa del ilustre General y ha llenado por su parte con patriotismo y talento los deberes del jefe del estado que se levanta en el Continente Americano como una nueva estrella que viene a iluminar su horizonte». (46)

La apreciación de  El Progreso era justa; su visión de lo porvenir, acertada; sus promisorias predicciones se cumplieron. El homenaje rendido al presidente López constituía un reconocimiento de las altas cualidades del mandatario paraguayo, quien en el acto del reconocimiento de la independencia de la república compartió con Urquiza la gloria de ese acontecimiento memorable.

Los resultados de la misión Derqui causaron preocupación en el Brasil. Paulino escribió a Pereira Leal, quien se encontraba todavía en Montevideo: «El reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina, el arreglo de límites que le acompañó y de cuya letra no tengo aún perfecto conocimiento, exigen modificaciones importantes en el plan y la marcha hasta ahora seguida al respecto del Paraguay. Por cuanto con aquel reconocimiento y el desistimiento que hizo el Presidente López de sus pretensiones a la margen izquierda del Paraná desaparece, al menos por algún tiempo, el recelo que tenía el Gobierno Imperial de complicaciones que le pudiesen venir de tales cuestiones». (47) En confidencial del 20 de agosto, el mismo Paulino decía a Bellegarde: «El arreglo hecho entre el Presidente López y Derqui, desistiendo aquél tan de prisa de todas sus tenaces pretensiones al terreno contestado, pretensión en la que tanto procuró comprometernos, vino a producir un cambio considerable en nuestra política con el Paraguay, la cual, por ahora debe ser de expectativa». (48)

Al gobierno del Imperio preocupó la cesión de las Misiones de la izquierda del Paraná, dado su interés porque ese territorio quedase en posesión del Paraguay. El acuerdo del 15 de julio si bien le evitaba posibles complicaciones le presentaba la perspectiva de que la influencia de la Confederación Argentina pudiese crecer en perjuicio de los intereses del Brasil, rompiendo el tantas veces mentado principio del equilibrio. La renuncia por parte del Paraguay del territorio contestado llamó la atención de la Corte de San Cristóbal y decidió observar la marcha de los acontecimientos para trazar nuevos rumbos a su política en la república.

Urquiza contestó el 20 de agosto la comunicación del 28 de julio del Presidente López. El gobierno argentino encontró el tratado «tan justo y conveniente a los intereses recíprocos de ambas Repúblicas» por eso se ha apresurado también a ratificarlo. «Inútil considero enumerar – agregaba el director provisorio – las inmensas ventajas que ambos países reportan de ese tratado. Llamados por la naturaleza, y por un cumulo de circunstancias a llenar un destino importantísimo entre las Repúblicas Americanas, es preciso propender a la unión natural que debe existir entre ellas, a lo que tiende indudablemente el tratado celebrado». La recomendación especial a favor de Derqui era merecida. Su conducta aprobó el gobierno argentino y aplaudió el «éxito feliz» que fundadamente se esperaba de las «distinguidas luces y patriotismo» del comisionado. Las felicitaciones amistosas las aceptó «con la más viva complacencia» y por su parte felicitaba también al presidente y a la república «pues es bien plausible el ver ligadas con vínculos de amistad a dos Repúblicas tan poderosas y de tan ilustres antecedentes». (49)

En la misma fecha Luis José de la Peña, ministro de relaciones exteriores de la Confederación Argentina, contestando la comunicación de Varela del 22 de julio, decía: «El reconocimiento de la Independencia de la República del Paraguay, es un hecho de tanta trascendencia, que ocupará un lugar distinguido en la historia contemporánea de estas Repúblicas. Era exigido por la naturaleza misma de las circunstancias, y el Gobierno Argentino, al sancionarle, no ha hecho sino reconocer un hecho consumado. – El tratado pues, que reglamenta los derechos de ambas Repúblicas es de la mayor importancia considerado bajo todos aspectos. Fortifica los lazos que ligan a ambos Gobiernos, y esto da ventajas inmensas a los intereses mercantiles e industriales que son la base de la felicidad futura de estos países. – Ese paso dado por el Gobierno Argentino tiene simpatías en toda la Confederación pues no ven en el reconocimiento de la Independencia del Paraguay sino la sanción de un hecho consumado». (50)

El Presidente López comunicó a Paulino, el 30 de agosto, que la misión argentina había reconocido la independencia del Paraguay y que se había firmado entre la república y la Confederación un tratado de navegación y límites. El 28 de julio le fueron remitidos los textos de ambos actos. Con motivo de estos sucesos el Paraguay revocó los poderes conferidos a Moreira de Castro para celebrar con el Brasil un tratado de alianza, quedando subsistente la autorización para negociar un arreglo de límites en el norte.

«La política de reserva, – terminó manifestando Don Carlos – y el poco interés que se ha llevado en nuestra correspondencia, me han privado de conocer hasta que punto pudiera contar con el Gobierno Imperial el de la República, en el terreno de sus dificultades esteriores. En tal posición menos agradable de nuestras relaciones, he aprovechado la primera oportunidad de arreglar, y han sido felizmente arregladas todas las cuestiones de la República con la Confederación». (51)

La carta de López era una consecuencia de las negociaciones con Derqui. El presidente se sentía como reconfortado con los arreglos «de todas las cuestiones con la Confederación» y aprovechó está ocasión para exteriorizar sus dudas acerca de la «política de reserva» del Imperio. Don Carlos no olvidaba su no participación en el ajuste de los tratados del 29 de mayo y 21 de noviembre. Sus palabras encerraban en el fondo una queja contra el gobierno brasileño.

El general Urquiza, «deseando manifestar de un modo solemne» su simpatía hacia el gobierno del Paraguay, designó enviado especial a su hijo, el sargento mayor José de Urquiza, para que expresase dichos sentimientos al Presidente López. Al publicar la noticia El Paraguayo Independiente felicitó a los compatriotas por la importancia de este acontecimiento que venia a estrechar y a afirmar las relaciones de amistad, comercio y navegación de la república con la Confederación. (52)

El 17 de setiembre, a bordo del buque de la armada argentina, Correo, llegó a Asunción el nuevo comisionado. «El vapor hizo el saludo de ordenanza a nuestra bandera nacional, a eso de las diez de la mañana, y fue contestado por la plaza del 14 de mayo: al ponerse el Sol a la seña de bajar las banderas, repitió el vapor igual saludo, y le correspondió la goleta de guerra República del Paraguay». (53)

Ese mismo día, el enviado especial fue recibido por Don Carlos, a quien el mayor Urquiza entregó una «carta autógrafa» de su ilustre padre, expresándole al mismo tiempo los cordiales y amistosos sentimientos del general Urquiza por el bienestar y la prosperidad del Paraguay y su gobierno. En su honor se preparó un baile en la propia casa del Presidente de la República. (54)

Nuevamente el nombre del vencedor de Caseros vibró en las calles de Asunción, entre vítores y aplausos, y el mayor Urquiza recibía, a su vez, las más finas atenciones del pueblo paraguayo.

El reconocimiento efectuado por Derqui el 17 de julio de 1852 era, como se ha dicho, de transcendental importancia para el Paraguay. Desde entonces pudo dedicarse a fomentar su progreso y su cultura, en la seguridad de que no sería perturbada su paz interna y externa; desde entonces pudo estrechar sus relaciones con el mundo, cultivar amistad no sólo con los Estados vecinos sino también con las demás naciones americanas y europeas; desde entonces pudo romper lo que injustamente Cárcano llamó su «aislamiento barbaro»; por sus «ríos como mares» bajaron sus buques para surcar las aguas lejanas, sus ricos productos a los mercados del viejo continente, y en sus puertos recibía también manufacturas en barcos de todas las banderas. Desde ese 17 de julio se inició una nueva etapa en las vinculaciones del Paraguay y la Argentina. (55)

Como consecuencia del reconocimiento no sólo se suprimió el epígrafe, Independencia o Muerte, usado en los documentos oficiales sino que  El Paraguayo Independiente, dejó de aparecer por haber terminado su misión con el triunfo de su prédica de siete años. (56)

De Montevideo, Pereira Leal pasó a Asunción donde se hizo cargo de la legación brasileña en reemplazo de Bellegarde. Paulino le transmitió nuevas instrucciones, dejando sin efecto las del 5 de julio. Las circunstancias habían cambiado. «Conviniendo que nuestra política en el Paraguay – escribía el canciller imperial – sea, por ahora, meramente de espectativa, V.M., adoptando una posición de observación para informarme, evitará todas las ocasiones de emitir opiniones que puedan comprometer, recurriendo a generalidades, como son: las pruebas de interés que Su Majestad siempre ha dado por la independencia y bienestar del Paraguay, en tiempos en que esa independencia era amenazada por el gobernador de Buenos Aires; los deseos que el mismo Augusto Señor tiene de consolidarlos y de afirmar las buenas relaciones entre los dos Países etc.... Diga al Presidente López que el Gobierno Imperial mucho estimó el arreglo que él hizo con Derqui porque de ese arreglo resultó el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina y nos libró de compromisos y embarazos que podrían sobrevenirnos por causa de esa misma independencia y de la cuestión del terreno contestado, cuestión en la cual nos envolveríamos solamente por causa de él, López, y de la cual estamos libres». (57)

Paulino destacó que cabía señalar: «1º Que el Presidente López nunca quiso acceder a la alianza contra Rosas por miedo de ligarse a Urquiza y darle fuerza. 2º Que siempre manifestó contra él una desconfianza llevada al exceso, sin atender a las dificultades en que el mismo Urquiza iba a verse. 3º Que siempre hizo del terreno contestado entre el Paraná y el Uruguay una cuestión principal, mostrándose muy resuelto a no ceder por ningún motivo y procurando interesarnos en ella. 4º Que para asegurarse contra Urquiza encargó a Manuel Moreira de Castro, el 20 de mayo próximo pasado, dándole plenísimos poderes, para hacer con el Gobierno Imperial un tratado de alianza y límites. 5º Que después en el mes de julio siguiente cedió todo a Derqui. Que basta hoy no nos ha dado explicación alguna de ese su proceder». (58)

Pereira Leal no debía hacer ninguna recriminación sobre estos puntos; debía usar buenas palabras, no comprometerse, observar, captar y comunicar todo. (59)

«El Sr. Bellegarde – prosiguió el ministro brasileño – en virtud de las instrucciones que tenía, debía favorecer al Presidente López en la cuestión del territorio contestado e inducirlo a recurrir a la mediación de Su Majestad el Emperador en el caso de que el Paraguay y la Confederación Argentina no pudieran avenirse. Es evidente que procediendo así debía evitar comprometernos con la Confederación Argentina y que al conocer que el Presidente López estaba decidido a ceder dicho territorio, debía separarse de la cuestión y aparentar indiferencia. Infelizmente no procedió así y los dos extractos inclusos de los cartas de... (sic) (a las cuales V.M. no aludirá en ningún caso, conservándolas en la mayor reserva para no comprometer a quien me las confió) muestran la intriga, que en daño nuestro, dio lugar aquel procedimiento. ¿Será verdad lo que ahí se dice de López o será eso una intriga argentina para hacernos desconfiar y separarnos del mismo López? Conviene mucho saberlo. Vea si lo descubre y para eso puede decir a López que de Buenos Aires se escribió en ese sentido, sin que de ninguna manera de a entender por quien. Agregue que piensa que el Gobierno Imperial no creyó, pero que son intrigas que siempre dejan alguna impresión. Habiendo la Confederación Argentina o Urquiza reconocido la independencia del Paraguay, concediéndole la navegación del Paraná, y estando resuelto la cuestión del territorio contestado, López se halla más desinteresado de nosotros y sin recelos... » (60)

Con esta comunicación Paulino confirmó la resolución del Brasil de apoyar al Paraguay en la cuestión de las Misiones a la izquierda del Paraná. Pero Bellegarde no cumplió debidamente sus instrucciones sobre el particular, lo que dio lugar, según el canciller imperial, a la intriga en perjuicio del Imperio. También es de observar la preocupación del ilustre estadista por la influencia que la Confederación pudiera ejercer sobre la república, influencia que acaso podría poner obstáculos a la política de aproximación que desde los tiempos del Dr. Francia venía desenvolviendo el Brasil en el Paraguay. De ahí su interés de desvanecer la «intriga argentina», sin perjuicio de hacer sentir que las intrigas dejan siempre algún saldo negativo. Pero debía evitarse que López se separase del Imperio.

Las dos cartas a que se refirió el ministro de negocios extranjeros eran una comunicación de Derqui y otra del Dr. de la Peña, ambas de interés por tratar de pormenores relativos a las negociaciones últimas entre el Paraguay y la Argentina.

Derqui informó: «Lo que ha presentado embarazo en el curso de la negociación es un trabajo formal del Brasil para que el Paraguay conservase el territorio de Misiones que ocupa en la costa del Paraná. Desde mi llegada sospeché la existencia de este trabajo por la avidez con que el Ministro Brasilero quizo saber si había exigencias por mi parte, a este respecto, ya indagándolo de mi por conductos indirectos, ya del Presidente directamente: mui luego tuve evidencia de él, y me contraje a inutilizarlo. En los primeros días de las conferencias el Presidente contestó al ministro brasilero que nada había convenido respecto de las Misiones; pero hacen cuatro días que el mismo Presidente le declaró que entregaba las Misiones a la Confederación, a lo que dicho ministro contestó que el Gobierno Imperial tendría que tratar sobre ello, y el Presidente repuso que se entendería con la Confederación cuyo dominio sobre aquel territorio acababa de reconocer. Ayer el Encargado de Negocios del Brasil en una conversación particular se puso a sostenerme que correspondía al Paraguay el territorio de Misiones cuyas aguas afluían al Paraná por la posesión tradicional y actual: yo corté la disputa diciéndole que si tal derecho existiese, era el Paraguay la única Potencia que tendrá el de reclamarlo. Esta maniobra del Brasil me colocaba en un lance decisivo y solemne en que debía obtener pacíficamente para la Confederación el valioso territorio de Misiones, o dar lugar a una emergencia del Gabinete Brasilero que podía traer al Argentino una ulterioridad difícil y embarazosa. La negociación llegó a un punto en que para lograr plenamente lo primero y burlar lo segundo, no tenía otro obstáculo que el de la neutralización de ese pedazo de terreno; y creo que habría sido la mayor torpeza dejar de arribar a esos dos resultados tan importantes por no neutralizar un pedazo de bañado en la costa del desierto». (61)

El comisionado especial argentino confirmó también las pretensiones del Brasil acerca del «valioso territorio de Misiones». De su comunicación se ve claramente que Bellegarde no cumplió con exactitud sus instrucciones al insistir tanto ante López y Derqui, una vez que se informó de la resolución del presidente de ceder aquel territorio. De ajustarse a las recomendaciones de Paulino no se hubiera expuesto a las contestaciones que recibió, las cuales no favorecen a su habilidad de negociador.

Por su parte el ministro de la Peña escribió: «No quiero dejar de prevenirle que si son exactos los informes que tenía desde el mes de marzo, y que parece ver confirmados en la conducta del Presidente del Paraguay, no tiene éste la perfecta e intima confianza que sería de suponer con el Brasil, o con sus Ajentes públicos. La misión del Dor. Derqui, cuyos resultados ve U. ahora, fue promovida por el mismo Presidente del Paraguay, que estaba o disgustado o receloso del Brasil, y sólo se había arrojado en sus brazos por la tenacidad de Rosas. – El hecho es que apenas se ha presentado el Agente Argentino se ha obtenido mas que lo que se esperaba. No creo que la franqueza y lealtad del Sor. Paulino tenga la menor parte en esa política; y nosotros que estamos tan interesados en que la alianza americana triunfe de todos los obstáculos, preciso es que nos empeñemos en que no se le opongan por nuestra parte absolutamente ninguno». (62)

Algún fondo de verdad tenía la «intriga argentina». El Presidente López se consideró postergado en la negociación y firma de los acuerdos de Montevideo que provocaron la caída de Rosas, como había manifestado al mismo Paulino. Derqui, sin duda, tuvo un éxito extraordinario. La cesión de las Misiones sobrepasó lo que podía esperarse de la firmeza de Don Carlos. El Paraguay frente a las ambiciones de Rosas hizo política con el Brasil porque sus intereses eran paralelos y así se defendía de la agresión del gobernador de Buenos Aires, pero manteniendo siempre su autonomía.

Paulino no contestó con rapidez la carta del 20 de agosto del Presidente López. La respuesta se produjo casi tres meses después. La noticia del tratado de navegación y límites entre el Paraguay y la Confederación fue muy satisfactoria al gobierno Imperial, «visto que importó el reconocimiento de la Independencia de esa República y la solución de la cuestión relativa al territorio contestado entre el Paraná y el Uruguay. La primera cuestión, la de la Independencia de esa República, podría en adelante arrastrar al Imperio a una guerra, si su incorporación a la Confederación fuese intentada por las armas. El arreglo hecho por V.E. con el Sr. General Urquiza libró al Brasil de esas dificultades y terminó esas cuestiones en paz. Es verdad que al quedar el territorio contestado perteneciendo a Corrientes, nuestras comunicaciones por tierra, principalmente si en el futuro apareciesen embarazos en el río, pueden ser cortadas por haí, pero es de creer que la experiencia de un tan doloroso pasado establezca y afirme la paz y la tranquilidad permanentes en esos países». (63)

El Brasil buscaba asegurar su comunicación con el Paraguay. De ahí su interés en que el territorio de las Misiones no saliese de la soberanía de la república. Cerrado el Río Paraná era fácil interrumpir el tránsito terrestre por aquella zona. Felizmente para estos países el pasado de violencias sirvió para asegurar un régimen de pacífica convivencia internacional, que permitió la libre y tranquila comunicación entre los Estados vecinos.

«No conviene de ningún modo al Imperio – agregó el ministro de negocios extranjeros – que la Confederación Argentina se engrandezca absorviendo al Estado Oriental y al Paraguay, y ese era el plan de Rosas, así como no convendría a la Confederación Argentina, al Estado Oriental y al Paraguay, que el Brasil se engrandesiese absorviendo a las nacionalidades vecinas, en lo que, además, nunca pensó. Esto es indispensable para mantener el equilibrio entre los Estados de la América Meridional. Está conseguido ese desiderátum por medio de los Tratados existentes y por la caída de Rosas, por lo que me congratulo con V.E.». (64)

Paulino insistió sobre el principio del equilibrio, que la Corte de San Cristóbal venia pregonando desde años atrás. De esta vez el ministro imperial le dio un alcance más amplio. El equilibrio no se reducía solamente a los Estados del Río de la Plata sino que se extendía a la América del Sur. Esto se explicaba porque el Brasil limitaba con todos los países de esta parte del continente, menos Chile y debía velar por su estabilidad e integridad en una vasta zona.

El arreglo dejó sin objeto la alianza propuesta por López, era lógico por consiguiente revocar los poderes conferidos a Moreira de Castro para aquel fin. «Si no obstante – prosiguió el canciller imperial – la independencia de la República fuese algún día amenazada, esa amenaza se encontraría con el Brasil. Fue el Brasil el primero que la reconoció, cuando había algún peligro en reconocerla y proclamarla, y cuando todos recelaban comprometerse con Rosas por causa de esa independencia». Las cuestiones de navegación de los ríos y de comercio, como la de límites, podían ser resueltas por dos tratados, Pereira Leal tenía instrucciones para proponer un acuerdo sobre la navegación y comercio, en la seguridad de que el Paraguay no negará al Brasil lo que concedió a la Confederación Argentina. Las negociaciones sobre límites comenzarán en breve y esperaba «que mediante concesiones reciprocas y razonables podrá ese delicado e importante asunto quedar regulado definitivamente».

«Permita V.E. – terminaba declarando Paulino – observarle que en la correspondencia que he tenido la honra de tener con V.E. siempre le revelé sin reserva todo mi pensamiento, insistiendo en la conveniencia de entrar V.E. en la alianza; V.E. entendió no deber hacerlo, pero eso no provino de reserva de mi parte. Las cosas corrieron de modo que V.E. vino al final a conseguir el reconocimiento de la independencia de la República y la apertura del Paraná; pero esos resultados son debidos a la alianza que derribó a Rosas y en la cual me parecía conveniente que V.E. entrase. Si Rosas venciese las cosas no estarían en el estado en que se hallan y no siendo esa victoria imposible era necesario acumular contra él el mayor número de fuerzas». (65)

En esta forma clara pero categórica Paulino contestó la queja de López, contenida en la parte final de la carta de éste del 30 de agosto. Sin admitir el cargo de Don Carlos, el canciller imperial dejó a salvo su intervención a favor de la entrada del Paraguay en la alianza contra Rosas y constancia de que la no participación de la república en esa campaña de liberación se debió a la resolución del presidente.

El congreso argentino aprobó el reconocimiento de la independencia del Paraguay cuatro años después. El 4 de junio de 1856 el senado y la cámara de diputados sancionaron la ley respectiva, la que fue promulgada por el general Urquiza el 7 del mismo mes. Tomás Guido, enviado plenipotenciario de la Confederación Argentina, comunicó a Nicolás Vázquez, ministro de relaciones exteriores del Paraguay, la resolución aludida, acompañando la copia legalizada de la ley. (66)

El canciller nacional avisó escuetamente recibo de la nota argentina, agradeciendo el acto de justicia. En esta forma quedó definitivamente cancelado el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Argentina.

* * *

El 11 de noviembre de 1852 la provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación y buscó mantener relaciones con el Paraguay. El 18 de octubre siguiente la Sala de Representantes sancionó una ley, cuyas disposiciones son las siguientes:

Art. 1º La Provincia de Buenos Aires continúa reconociendo por lo que a ella respecta, la perfecta y absoluta independencia de la República del Paraguay.

Art. 2º Mientras no sea ratificado por autoridad competente cualquier tratado que haya sido ajustado entre algún poder Nacional Argentino, y la mencionada República del Paraguay, la Provincia de Buenos Aires, en consonancia con el principio sancionado en la ley de esta fha., acerca de la apertura del Río Paraná, y contando con la reciprocidad que es de esperarse de la justificación del Gobierno Paraguayo, declara igualmente:

1º Que además de ser enteramente libre para el pabellón Paraguayo la navegación del Río Paraná en la parte que pertenece a la Provincia de Buenos Aires, gozará en ella de todas aquellas franquicias y ventajas que en el día usan las naciones concederse recíprocamente en los tratados de comercio.

2º Que ella no detendrá, estorbará, ni impondrá derechos, gabelas, ni gravosas fiscalizaciones a ninguna espedición mercantil, cuyo único objeto sea pasar por su jurisdicción territorial, o bien por su territorio fluvial, bajo pabellón Paraguayo o Argentº, con destino a puertos paraguayos, o de éstos a puertos extranjeros.

3º Que de conformidad de la referida ley, sobre la apertura del Río Paraná y tan luego como se expida el reglamento a que ella se refiere, quedará libre por parte de la Provincia de Buenos Aires, para todos los pabellones extranjeros el tránsito hacia el Paraguay o con procedencia a este.

Art. 3º Los ciudadanos Paraguayos gozarán en el territorio de la Provincia de Buenos Aires de los mismos derechos y exenciones que gocen o gozaren los ciudadanos de la nación más favorecida; y las personas que el Gobierno Paraguayo quiera destinar a cualquier establecimiento de enseñanza existente en esta Provincia, serán considerados a la par de los ciudadanos argentinos.

Art. 4º Queda facultado el Gobierno para hacer los gastos que demande el establecimiento, tan pronto como fuere posible, de un correo vapor, entre esta Provincia y la República del Paraguay. (67)

Tres días después, Valentín Alsina comunicó al ministro de relaciones exteriores de la república, la decisión de la legislatura provincial. «Es bien placentero al infrascripto – decía – ser el órgano por el cual se hace saber a V.E. esta disposición de buena amistad y armonía que tanto influirá en bien de las cordiales relaciones que deben existir entre dos pueblos llamados por vínculos de naturaleza y amistad a un porvenir común de progreso y bienestar». (68)

Para la provincia de Buenos Aires el reconocimiento de la independencia del Paraguay era un hecho preexistente a la ley del 18 de setiembre, que sólo venía a confirmar ese acto de justicia. No otra cosa expresó Alsina en su nota. Las liberalidades contenidas en la misma ley eran similares a las acordadas en el tratado del 15 de julio con el agregado del establecimiento de un «correo vapor» entre el Paraguay y Buenos Aires. En esta forma la provincia separada de la Confederación Argentina estableció con la república vínculos de amistad, basados en los principios sostenidos por los aliados en la campaña victoriosa de Caseros.

Buenos Aires buscó el acercamiento con el Paraguay para poder contrarrestar la influencia de la Confederación. El gobierno del general Urquiza había firmado con la república un tratado de amistad, comercio y navegación, y reconocido su independencia, restableciéndose así la cordialidad entre los dos países. La provincia rebelada entendió también que debía regularizar sus relaciones con el Paraguay sobre la base de ese reconocimiento y la libertad de navegación y de comercio. Y como no podía enviar una misión especial hasta Asunción sancionó la ley del 18 de octubre.

Benito Varela al avisar recibo de la comunicación de Alsina, expresó: «Ha sido altamente satisfactorio a S.E, el Señor Presidente de la República el acto de justicia que ha pronunciado la provincia de Buenos Aires, reconociendo la Independencia del Paraguay, y abriendo con este País sus relaciones de buena amistad, comercio, y navegación. S.E. me ha ordenado recomendar a V.E. que se sirva elevar al conocimiento del Exmo. Gobierno de Buenos Aires, que el de la República se hará un deber de guardar fielmente la reciprocidad que de él espera la citada ley, y cultivar con esmero y lealtad las buenas relaciones que interesa al bien de ambos países». (69)


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXXI

1. Chaves. El Presidente López, cit., págs. 170 y 171.

2. Ib. Ib., págs. 171 y 172. Don Carlos decía a Moreira de Castro: «Si fuese infeliz la misión de V.S. al menos habremos rastreado los colores del horizonte». Ob. cit., pág. 173.

3. Ramón J. Cárcano. Del sitio de Buenos Aires al campo de Cepeda. Buenos Aires, 1921, pág. 103.

4. Ib. Ib. Ib., págs. 103 y 104. – Ramos. El reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Argentina, cit., pág. 11.

5. Ib. Ib. Ib. págs. 104 y 105. – Ib. Ib. Ib. pág. 11.

6. Nº 113.

7. Francisco Centeno. Virutas históricas (1810-1928). Buenos Aires, 1929, I, págs. 75 a 77. Instrucciones de la Misión al Paraguay. – Ramos, ob. cit. pág. 11.

8. El Paraguayo Independiente Nº 114. Vicente F. López al ministro de relaciones exteriores del Paraguay. Buenos Aires, 24 de abril de 1852.

9. Centeno, ob. cit. – Ramos, ob. cit., pág. 11 y 12.

10. Ib. Ib. – Ib. Ib., pág. 12.

11. Ob. cit., pág. 107.

12. Ramos, ob. cit., pág. 13.

13. Ob. cit., pág. 107.

14. Ramos, ob. cit., págs. 13 y 14.

15. E1 Paraguayo Independiente Nº 114. Nota del 24 de abril cit.

16. B.N.R.J. – C.R.B. I. 29, 27, 3. López a Moreira de Castro. Asunción, 9 de junio de 1852. Copia.

17. El Paraguayo Independiente Nº 115. Derqui al ministro de relaciones exteriores de la Confederación. Asunción, 12 de julio de 1852. Cárcano, ob. cit., pág. 108. – Ramos, ob. cit., pág. 14.

18. Nota cit. – Ib. Ib. –. Ib. Ib.

19. Nota cit. – El Paraguayo Independiente Nº 114. Decreto del 23 de junio de 1852. – Ramos, ob. cit., pág. 14.

20. Nota cit.

21. A.H.I. Correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro P. J. Soares de Souza de 1850 a 1853. Paulino a López. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia conformada por Azambuja.

22. Carta cit.

23. A.H.I. Correspondencia cit.

24. Ib. Ib.

25. Ib. Ib. Paulino a Pereira Leal. Reservado Nº 5. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia firmada.

26. Carta cit.

27. El Paraguayo Independiente Nº 115. López a Urquiza. Asunción, 12 de Julio de 1852.

28. Ib. Ib. Ib. Decreto del 10 de julio de 1852.

29. B.N.R.J. – C.R.B. I-30, 9, 37-doc. 4 Moreira de Castro a López. Río de Janeiro, 13 de julio de 1825. Original. El subrayado es del documento.

30. El Paraguayo Independiente en su Nº 114 publicó el texto del tratado. Por el mismo convenio la isla de Yacyretá correspondía al Paraguay y la de Apipé a la Confederación (art. 2º). El Río Paraguay pertenecía de costa, a costa a la república de este nombre hasta su desembocadura en el Paraná (art. 3º). La navegación del Bermejo era común a los dos países (art. 5º). El pedido de cesión de la isla de Apipé por la provincia de Corrientes, cuando la misión Molinas, provocó la ira del Presidente López y, de consiguiente, el rechazo de la petición. Sin embargo por el convenio del 15 de julio no tuvo inconveniente en dejarla bajo la soberanía argentina.

31. Chaves, ob. cit., pág. 175.

32. Ramos, La política del Brasil en el Paraguay..., cit. págs. 52 y 53.

33. Chaves, ob. cit., pág. 176.

34. El Paraguayo Independiente Nº 114. Original en A.N.A. Vol. 320 – Alfredo M. Du Graty. La República del Paraguay, Besanzón, 1862. – Apéndice E, págs. 16 y 17.

35. Ib. Ib. Ib.

36. Ib. Ib. Ib. Crónica intitulada: Celebración del reconocimiento de nuestra independencia. – Ramos, el reconocimiento..., cit., pág. 15.

37. Crónica cit.

38. Crónica cit.

39. Crónica cit.

40. Crónica cit.

41. El Paraguayo Independiente Nº 114.

42. El Paraguayo Independiente Nº 117.

43. Ib. Ib. López a Urquiza. Asunción, 28 de julio de 1852.

44. Carta cit.

45. El Paraguayo Independiente Nº 115 reprodujo el articulo publicado en el diario porteño, el 1º de agosto de 1852, con el título: Reconocimiento de la independencia del Paraguay.

46. Art. cit.

47. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Paulino a Pereira Leal. – Río de Janeiro, 11 de agosto de 1852. Copia firmada.

48. Ib. Ib. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 20 de agosto de 1852. Copia firmada. Borrador en M.D.B. – Assumpção – Despachos – 1825-55.

49. El Paraguayo Independiente Nº 117.

50. Ib. Ib.

51. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. López a Paulino. Asunción, 30 de agosto de 1852. Anexo al Reservado de Paulino a Pereira Leal, del 20 de noviembre de 1852. Copia conformada por Azambuja. M.D.B. – Despachos – Assumpção – 1825-58.

52. El Paraguayo Independiente Nº 115. Artículo intitulado: Vapor de guerra argentino Correo.

53. El Paraguayo Independiente Nº 118. Articulo intitulado: El vapor de guerra argentino Correo.

54. Art. cit.

55. Romos, ob. cit., pág. 19.

56. El último número fue el 118, del sábado 18 de setiembre de 1852.

57. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Reservada. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 1852. Copia firmada.

58. Reservado cit.

59. Reservado cit.

60. Reservado cit.

61. A.H.I. Correspondencia cit. Anexo al Reservado cit.

62. Ib. Ib. Ib.

63. A.H.I. Correspondencia cit. Paulino a López. Río de Janeiro, 17 de noviembre de 1825. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado de Paulino a Pereira Leal, del 20 de noviembre de 1852. – M.D.B. – Despachos – Assumpção – 1825-58.

64. Carta cit.

65. Carta cit.

66. A.N.A. Vol. 320. Guido a Vázquez. Asunción, 4 de julio de 1856. Original. El Paraguayo Independiente. Segunda Edición. Asunción 1859. Apéndice, págs. 644, 645 y 646. – Du Graty, ob. cit., Apéndice F., pág. 18. –Tomás Guido era el mismo que en Río de Janeiro, siendo representante diplomático de Rosas, combatió tenaz y agresivamente la independencia del Paraguay. Después de Caseros entró en el servicio de la Confederación. El general Urquiza quiso enviarlo nuevamente como agente ante la Corte de San Cristóbal. El gobierno imperial no admitió el pedido del director provisorio. El Presidente López, no obstante el antecedente aludido, lo recibió sin resistencia.

67. A.N.A. Vol. 298.

68. Ib. Ib.

69. Ib. Ib.



CAPITULO XXXII

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR INGLATERRA,

FRANCIA, CERDEÑA Y ESTADOS UNIDOS DE AMERICA


Paulino recomendó a Silve Pontes, designado ministro plenipotenciario en la Confederación Argentina, que tan pronto llegase a Buenos Aires, tratase «de sondear las disposiciones del general Urquiza y de los Ministros al respecto de la misión de Mr. Hotham y Saint Georges, para saber si están resueltos o dispuestos a conceder a la bandera Inglesa y Francesa y por ventura a otras la navegación de los ríos y en qué términos. Me importa mucho saber esto con brevedad proseguía el canciller – para verme con aquellos enviados que se dirigen a Río de Janeiro para buscar la adhesión como los buenos oficios del Brasil para conseguir aquella navegación. V.S. dirá que aún no se sabe cuales son las ideas del Gobierno Imperial a ese respecto». (1)

Diez días después Paulino volvió a informar al mismo Silva Pontes que Robert C. Schenck, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de América en la Corte de San Cristóbal, acababa de ser encargado de una misión especial en el Río de la Plata y que partía al día siguiente. El objeto de la misión era obtener la navegación del aludido Río de la Plata y sus afluentes. El secretario de estado Daniel Webster declaró en Washington al encargado de negocios interino del Brasil «que los Estados Unidos no consentirán que aquella navegación fuese concedida a Francia e Inglaterra con exclusión de los Estados Unidos». Schenck obtuvo el 19 de mayo una entrevista con el ministro de negocios extranjeros, en la cual le comunicó su misión y el objeto de ella, e indagó «cuáles eran las disposiciones del Gobierno Imperial al respecto de la misma». Paulino le respondió que el Brasil también combatió en Rosas el «sistema de atrancar los ríos, que las disposiciones del Gobierno Imperial no podían dejar de ser favorables a su misión en general, pero que todo dependía del modo práctico por el cual esa navegación sería concedida a las banderas que no fuesen ribereñas y de la extensión que le diese». Schenck quedó satisfecho con la respuesta y no pidió más explicaciones. Paulino estaba persuadido de que la Confederación Argentina concedería la navegación a las naciones europeas, lo que haría inútil la oposición del Brasil, además de que le restaría importancia. Silva Pontes no debía comprometerse, pero sí aparentar «ser favorable a la misión de Mr. Schenck». Si la navegación debía ser concedida a los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, el Brasil le convenía que fuese limitada «a ciertos puntos, los más próximos, cuanto fuere posible, a la embocadura del Río de la Plata, y que esa concesión no fuese hecha por Tratado sino por un acto espontáneo y único de los ribereños». Importaba que esa concesión fuese revocable y modificable, y «que la navegación quede sujeta a los Reglamentos fiscales y policiales de los ribereños». Silva Pontes debía hacer notar al general Urquiza que esas naciones poderosas interpretaban como les parecía los derechos derivados de los tratados, para luego exigirlos por la fuerza. Convenía atraer la población y el comercio hacia las márgenes de los ríos y hacia los territorios fértiles que esos ríos han de comunicar con el mundo, pero también era preciso – agregó el canciller imperial guardar «mucha cautela, para no ir a buscar Señores, mientras no tuviesemos fuerza suficiente para contenerlos en los límites de lo justo». (2)

El Brasil indudablemente combatió a Rosas, entre otras cosas, por la clausura a que éste sometió al Río de la Plata y sus afluentes. Por lo tanto no podría oponerse a las misiones encaminadas a reclamar la libertad de navegación. Pero el Imperio tenía al respecto un criterio restrictivo. La concesión de la libertad de los ríos no debía ser la consecuencia de tratados sino de la determinación espontánea de los ribereños.

Schenck podía actuar separada o juntamente con John S. Pendleton. Las instrucciones enviadas por Webster le recomendaban que se trasladase a Buenos Aires, con o sin Pendleton, para negociar con la Confederación Argentina un tratado de comercio y navegación, haciendo lo mismo después con el Uruguay. «Durante su estada en Buenos Aires, y en el supuesto de que Urquiza hubiese reconocido la independencia del Paraguay, sondearía también al ministro paraguayo en dicha ciudad, y le propondría que pidiese autorización a su gobierno a negociar y subscribir un tratado semejante. En caso de que no hubiese ministro paraguayo en Buenos Aires, haría las gestiones ante el ministro paraguayo en Río. Pero las instrucciones no anticipaban la hipótesis de que tampoco hubiese aquí ningún ministro, limitándose a indicar que no se contemplaba la ida de ninguno de los dos diplomáticos hasta Asunción». (3)

El 5 de julio Paulino informó a Pereira Leal la llegada a Río de Janeiro de Sir Charles Hotham y de Louis de Saint Georges, de la misión especial de los mismos, de la entrevista que mantuvo con ellos y de la contestación que dio al primero. «Refiera estas noticias al Presidente – agregaba – y procure convencerlo de que no debe repeler las proposiciones de aquellos Ministros, admitiendo la navegación no por Tratados sino por concesión propia y reduciéndola a ciertos puertos habilitados, si Urquiza concede a dichas naciones, porque entonces, oponiéndose el Paraguay, les llevará a considerarlo Provincia Argentina, visto que considerándolo tal, navegaran el Río Paraguay en virtud de aquella concesión y destruirán por la fuerza cualquier embarazo que el Presidente López quiera oponerlos. Agregue que todo eso daría lugar a que Urquiza cerrase el río a las embarcaciones Paraguayas. Esa República no puede oponerse; le conviene la apertura del río, debe poner buena cara y no oponerse de por sí, so pena de quedar sólo ella perjudicada. Y si Urquiza se niega o no se muestra dispuesto a semejante concesión, conviene al Presidente mostrar buenas disposiciones para poner de su lado al agente Inglés y al Francés, alegando sin embargo que su concesión de por sí no les aprovecha». (4)

Esta comunicación expresaba el mismo punto de vista transmitido a Silva Pontes en la nota del 22 de junio. El Brasil tenía sus recelos. El Paraguay debía conceder la libertad de los ríos, pero bajo determinadas condiciones. En este sentido las instrucciones dadas a Pereira Leal eran semejantes a las enviadas al representante imperial en la Confederación Argentina.

El 13 de julio, Moreira de Castro informó, a su vez, al presidente López de «una misión colectiva que Inglaterra y Francia mandan al Río de la Plata, compuesta por Sir Charles Hotham de parte de la primera y por Mr. de Saint Georges, de la segunda. Esta misión según declaró el ministro inglés en el parlamento, tiene por único fin obtener la libre navegación de los afluentes del Plata para todas les banderas. V.E. comprenderá perfectamente sin embargo, que no puede ser ese el fin real de esta misión. Los precedentes de los dos gobiernos nos hacen creer que no es ese sino el objeto ostensivo y que el fin principal de la misión era embarazar el ajuste de las cuestiones con el Brasil y afirmar la influencia europea en el Río de la Plata, que juzgan correr riesgo, si entre las repúblicas del sur del Brasil se estableciere una inteligencia cordial». (5)

El agente del gobierno paraguayo transmitió los recelos de la Corte de San Cristóbal, que necesariamente debía ver con inquietud una posible influencia de las grandes potencias europeas, cuya política de intervención dejara ingratos recuerdos en el Río de la Plata. De la libertad de los ríos, que el Imperio buscó asegurar en Caseros, dependía la comunicación y estabilidad de algunos de sus Estados del interior confinantes con las repúblicas del oeste y del sur, principalmente Mato Groso. Pero también las potencias europeas tenían interés en la libre navegación, como un medio de extender su comercio en estos países y la misión conjunta tenía por objeto alcanzar este derecho consagrado en las relaciones de los Estados civilizados. En sus gestiones tenía que encontrarse con el presidente López, cuyo temperamento desconfiado no constituía precisamente una condición favorable para una rápida y feliz negociación.

Los dos diplomáticos aludidos llegaron a Río de Janeiro el 2 de julio y ese mismo día cumplimentaron con Paulino por intermedio de sus secretarios. El 9 mantuvieron una entrevista con el ministro de negocios extranjeros. En la ocasión Hotham expresó: «Los gobiernos inglés y francés, mandando una misión colectiva al Río de la Plata y atendiendo la cordial inteligencia que existe entre ellos y el Gobierno Imperial, entendieron como un deber ordenarnos hacer escala en esta corte para manifestar a V.E. los deseos que los animan de conservar y estrechar aún más sus relaciones amigables con el Brasil y comunicarle el fin de su misión. Se limita ella a la manifestación de iguales sentimientos para con las repúblicas del Plata y procurar conseguir para todas las banderas la libre navegación de sus ríos y afluentes. Para alcanzar este objeto solicitan los buenos oficios del Gobierno Imperial». Saint Georges en breves palabras confirmó la exposición de su colega. Paulino respondió con iguales manifestaciones de benevolencia, agregando «que los Gobiernos inglés y francés debían contar siempre con los buenos oficios del Brasil en todo cuanto fuese conducente al bien general». Fue la primera y única entrevista colectiva. (6)

El Imperio no podría oponerse a las pretensiones de los representantes de Inglaterra y Francia. Estaba también en su interés la apertura de la navegación de la cuenca del Río de la Plata, como expresamente se consignó en los tratados del 29 de mayo y 21 de noviembre. El tránsito libre por esos grandes ríos respondía a un reclamo insistente del «bien general».

Posteriormente Hotham mantuvo otra conversación con el canciller imperial, comunicándole que tenía intenciones de trasladarse al Paraguay «con el fin de celebrar un tratado de comercio», por lo cual «desearía saber si eso sería desagradable al Gobierno Imperial, y, en caso contrario, si el Brasil emplearía sus buenos oficios para llegar a ese resultado». Paulino respondió «que el gobierno del Brasil no sólo veía con mucho placer que Inglaterra deseaba entrar en relaciones con su aliado, sino que de buena voluntad cooperaría con Sir Charles en esa misión; pero agregó inmediatamente que Sir Charles nada haría ni el Brasil podría prestar sus buenos oficios, salvo en el caso de que Sir Charles estuviese autorizado a reconocer, como paso preliminar, la independencia del Paraguay. Sir Charles dio a entender que estaba para eso autorizado, diciendo: «no será esa la duda». Así terminaron las relaciones de la misión colectiva con el gobierno imperial. (7)

La última parte de la declaración de Paulino puso sobre aviso a Hotham que lo esencial para negociar con el Paraguay era el reconocimiento de su independencia. La advertencia respondía a la política del Brasil que había defendido y gestionado ese reconocimiento como fundamental para la estabilidad del Imperio. Mal podría coadyuvar con una misión que desconociese esa independencia. Hotham no tendría, por lo tanto, el apoyo del Brasil sino estuviese facultado a formalizar el aludido reconocimiento, del cual el presidente López, por otra parte, hacía una condición sine qua non.

Moreira de Castro terminó su comunicación en estos términos: «Sir Charles es conocido de V.E. Mr. Saint Georges residió por muchos años en el Brasil. Es persona de maneras muy urbanas, pero está muy por debajo de la posición en que se encuentra elevado, como V.E. reconocerá, pues se dice que él también va al Paraguay, acompañado o precedido de Mr. Guillemot que aquí llegó el día 9 a bordo del paquete de Europa y siguió hoy para el Río de la Plata. Sir. Charles salió el día 11». (8)

Hotham había estado ya en el Paraguay. En 1846 llegó a Asunción a bordo del Fulton, enviado por el ministro Ouseley para tratar con el presidente López. En aquella ocasión vino acompañado del agente confidencial del gobierno de Montevideo, Francisco Ordeñana.

En Buenos Aires se encontró con Pendleton. De allí pasaron a Paraná, donde se trasladó la capital de la Confederación, después de la revolución del 11 de setiembre. De esta ciudad partieron en la primera quincena de diciembre, a bordo del buque de la armada británica, Locust, con el destino al Paraguay. Pendleton consideró que no podría perder esta oportunidad para obtener del presidente López un tratado como el que negociarían los representantes de Inglaterra, Francia, Cerdeña y Brasil. (9)

En la entrevista que Pereira Leal mantuvo con el presidente López el 20 de diciembre, éste informó al diplomático brasileño que el Locust arribó el 15 a las Tres Bocas; que el comandante de la guarnición y de la escuadra paraguayas pretendió proceder a la visita del buque inglés, a lo que se negó el jefe del barco; que en consecuencia el comandante paraguayo no le permitió continuar el viaje, intimándole retroceder; que el jefe británico resolvió entonces fondear en aguas del Paraná, desde donde Hotham comenzó su correspondencia con el gobierno de Asunción; que en carta particular se quejó del tratamiento recibido; que en nota oficial anunció su carácter diplomático. El presidente López se ofendió porque el agente británico se le dirigió como «Presidente del Paraguay, con calculada omisión de le palabra República». Por «estas supuestas ofensas» continuó informando Pereira Leal, Don Carlos sólo respondió reservadamente la carta particular, declarando «que el Comandante de las Tres Bocas había cumplido con su deber» y que con las órdenes impartidas para que el Locust continuase aguas arriba, quedaba contestada en la nota oficial. Al llegar a Asunción, como el barco inglés no enarboló la bandera paraguaya, tampoco enarbolaron las suyas la capitanía del puerto y la fortaleza. López continuó diciendo «que si Sir Charles volviese a escribirle, le devolvería la correspondencia cerrada y con la advertencia de que se dirigiese a su Ministro de Relaciones Exteriores» y que para este cargo iba a nombrar a otra persona. «Me dijo finalmente el Presidente agregó Pereira Leal – que aunque estuviese resuelto a tratar con Inglaterra, nunca lo haría por intermedio de Sir Charles, cuya insolencia (dijo él) ha llegado a no hacer disparar siquiera una salva para saludar al país cuya independencia viene a reconocer y con quien quiere tratar. Esta animosidad y exaltación se extendió a los otros diplomáticos que acompañan a Sir Charles, y que según se aseguró el Presidente, verán malogradas todas las diligencias que hicieron para obtener un Tratado de Comercio, que, a mi modo ver, causaría la total ruina del sistema seguido hasta hoy en esta República y sería el origen de la caída del poder y del prestigio del Presidente López y de su familia». Dada la exaltación de Don Carlos, Pereira Leal no le hizo observación alguna. Este terminó así su comunicación: «Cúmpleme informar a V.E. que todas las veces que el Presidente me habló de la moderación y del respeto con que siempre había sido tratado por los diplomáticos Brasileños, sin pretender hacer comparación, aprovechaba la ocasión para convencerlo de que aquél que así no hiciese, faltaría a las positivas y terminantes recomendaciones y órdenes del Gobierno Imperial, que también le tenía en alta y particular consideración, lo que parecía serle sobremanera lisonjero y agradable». (10)

El 23 de diciembre Hotham se dirigió a Benito Varela, remitiéndole copia de su «carta credencial» y solicitando día y hora para presentar al presidente de la república el original de la misma. (11) El ministro paraguayo interino de relaciones exteriores recibió la nota el 24 y la contestó sin ninguna dilación. Decía Varela: «y aunque podía detenerme en el justo reparo de que V.E. no da a la República este tratamiento, considerando de un lado que esta misión especial cerca del Soberano Gobierno de la República es un acto de reconocimiento, y del otro que en marzo de 1846 el Exmo. Señor D. Guillermo Gore Ouseley. Enviado estraordinario, Ministro Plenipotenciario de S.M. la Reyna de Inglaterra, ha reconocido esplícita y solemnemente la Independencia y Soberanía de esta República, con referencia a la aprobación de la República comunico a V.E. que por mi grave notoria enfermedad se ha dignado S.E. autorizar en bastante forma al ciudadano Francisco Solano López Brigadier General en Gefe del Ejercito Nacional Paraguayo, que se halla accidentalmente en esta Capital, a fin de que entienda en todos los actos de la misión de V.E... incluso el de su recibimiento oficial, que podrá tener lugar en su despacho público el lunes 27 a las diez de la mañana, según ha ordenado S.E. el Señor Presidente de la República, con concepto a que desde esta tarde se celebra el aniversario del juramento de la Independencia y Soberanía nacional de la República». (12)

El 26 de diciembre el presidente López invitó a Pereira Leal a mantener una conversación en palacio, pues tenía «negocio importante» que comunicarle. El diplomático brasileño, respondiendo al llamado, acudió a la casa de gobierno. Una vez en presencia de Don Carlos, éste le expresó que había tomado la libertad de hacerle llamar para referirle todo cuanto pasó con Sir Charles Hotham y pedirle que «minuciosamente» informase a Paulino de esas desagradables ocurrencias, cuyo conocimiento le transmitía en «completa reserva». (13)

Según el informe de Pereira Leal, López comenzó por relatarle que luego de haber fondeado el Locust en el puerto, Hotham comunicó a la capitanía su llegada y su pronto desembarco, haciendo pedir una bandera paraguaya, «cuya falta fue severamente observada por el presidente»; que la bandera le fue prestada «en la hipótesis de que fuese enarbolada y cumplimentada por el Locust», en cuya ocasión se pidió al comandante la nómina de las personas de a bordo; que a las 11 horas Hotham pidió, por intermedio de su secretario, al capitán del puerto, once caballos para trasladarse él y su comitiva a la sede de su legación, y veinte caballos y personal suficiente para transportar su equipaje, que Don Carlos «maliciosamente» hizo notar a Pereira Leal que en su mayor parte se componía de «barriles y cajas de vino», y para traer una carta reservada «en la cual pedía al Presidente una entrevista igualmente reservada»; que no obstante tratarse de una impertinencia el presidente ordenó que se facilitase a Sir Charles los caballos, carretas y soldados necesarios para los efectos indicados y que para la entrevista le fijó la hora de las siete y media de la noche; que a las cuatro desembarcó Pendleton y Hotham media hora después; que este último, según Don Carlos, ofendió al gobierno, preguntando el precio de los servicios prestados después de su llegada a tierra; que esta pretensión fue rechazada porque el gobierno paraguayo «no trafica en alquilar caballos y carretas» y porque los servicios de los soldados «no tienen precio»; que las ofensas de ese día a la república culminaron con el saludo de dos tiros de espingarda al pabellón nacional, al ser arriada a la puesta del sol; que Don Carlos agregó que Sir Charles «parece haber venido a este País con el único fin de insultarlo». (14)

La extensa narración de «las supuestas ofensas e insultos causó al Presidente tanta cólera que le sobrevino un acceso de tos». Pereira Leal aprovechó esta circunstancia para manifestarle que no debía considerar como ofensas los actos de Hotham y menos como pifia los dos tiros de espingarda, que son de práctica universal en el momento de arriarse la bandera de cualquier navío de guerra, además de que el mismo Hotham y el comandante del Locust habían tenido la condescendencia de remitir una relación firmada por los dos, «única en los anales de las marinas de guerra, de las cuales las naciones no exigen lo mismo que de los navíos mercantes.» El presidente se calmó con las explicaciones del diplomático brasileño. (15)

Don Carlos continuó expresando que Hotham al visitarlo se quejó del comandante de la escuadra de Tres Bocas, no sólo por haberle impedido su viaje a la capital, como por «haberle intimado a fondear fuera de las aguas del Paraguay y aun más por haberlo recibido con la artillería lista y las mechas encendidas», lo que le dio trabajo para contener a la dotación del Locust, ofendida por la «conducta hostil», del comandante paraguayo. A López no le fue fácil responder con moderación al ministro inglés, a quien declaró que la conducta del comandante mereció la «más completa aprobación del Presidente, que no comprendía por que se quería considerar como ofensivo el procedimiento de un oficial que se preparaba para que la fuerza que le estaba confiada no fuese sorprendida por amigos o enemigos»; que la actitud de la dotación del Locust no hablaba en favor de su disciplina y la subordinación a su comandante. El presidente agregó que esta «natural explicación» (16) no agradó a Sir Charles, quien se despidió entregándole «una poca aseada tira de papel» en la cual le comunicaba que el Locust partirá sin falta el día 25 antes de salir el sol para encontrarse en Esquina con el Vixen, que conducía correspondencia y que el Locust regresaría después a Asunción. Don Carlos consideró que con esta comunicación se había ofendido nuevamente a la «dignidad del Gobierno». En consecuencia citó a Hotham para las ocho del día siguiente, con el objeto de informarle que el Locust no podía partir el 25, aniversario de la jura de la independencia de la república y «mucho menos a la hora en que se disparaban las salvas, que el pueblo podía interpretar como un saludo a una bandera que aún no había cumplimentado a la de la República, y que por tanto el Locust no saldría mientras él no concluyese su comisión, que el Gobierno Paraguayo ignoraba oficialmente, o que si saliese debía esperarlo fuera de las Tres Bocas». Sir Charles contestó que en vista de lo que acababa de escuchar suspendía la partida del barco y que el objeto de su misión era negociar un tratado de comercio y navegación, y reconocer la independencia de la república; que al día siguiente lo haría saber oficialmente; y finalmente, «que no había saludado el Pabellón Paraguayo por no juzgar oportuno y porque la ley de las naciones le impedía saludar a otra, cuya independencia y soberanía o su Gobierno aún no reconoció, y cuyo pabellón es desconocido para Inglaterra». (17)

Esta respuesta casi hizo perder al presidente López «la moderación y sangre fría que se había propuesto guardar», pero sobreponiéndose a la ira se redujo a preguntar a Sir Charles «si la salva que el Ministro Inglés en Buenos Aires, Mr. Mandeville, mandó disparar ante la bandera paraguaya en aquel puerto y en presencie de Rosas, la correspondencia que mantuvo el mismo Ministro con este Gobierno, y el reconocimiento ad referéndum que hiciera el Plenipotenciario Ouseley del cual él mismo (Hotham) fuera portador, de nada valían». Sir Charles contestó que la conducta de esos agentes no fueron aprobados por el gobierno de la Reina, por tanto los actos aludidos debían considerarse como inexistentes. Don Carlos, luego de preguntar a su interlocutor, si por qué no le habían comunicado esa desaprobación para evitar a le república enarbolar la bandera inglesa en los días festivos como prueba de gratitud a uno de los gobiernos que reconoció su independencia, agregó enfáticamente: «si el Gobierno inglés tiene el derecho de desconocer la soberanía y el pabellón Paraguayos, también la República tiene el de desconocer los Británicos». Hotham respondió que su misión pondría término a todos esos reparos y quejas. Cuando el diplomático británico se despidió ambos estaban muy exaltados e irritados. (18)

La nota de Hotham en la cual solicitaba día y hora para entregar al presidente su credencial, consideró éste como una nueva ofensa. Varela contestó comunicando que el general Francisco Solano López había sido nombrado para entenderse con Sir Charles, de quien Don Carlos «no recibiría en persona la Credencial en cuestión sin que se le dijese que tenía plenos poderes para reconocer la Independencia de la República y prometiese proceder a ese reconocimiento en la tarde del día en que entregase la Credencial, el que en caso afirmativo podría tener lugar hoy a las 10 horas de la mañana». Con la impresión que le causó la nota de Varela, Hotham se entrevistó con el general López pare manifestarle su sorpresa ante la comunicación aludida, que no tenia precedentes en los anales de la diplomacia, en los cuales no se encontraría un ejemplo de un jefe de Estado comisionando a un tercero para recibir una credencial firmada por el jefe de otro Estado, como podría leerse en las obras de derecho de gentes, que le ofrecía para informarse; que podrían existir motivos para rechazar una credencial pero comisionar a otra persona para recibirla era buscar embarazos de los cuales él no era responsable. El general le respondió que él no podría «hacer observaciones a las órdenes de su Gobierno», que también tenía libros y que en las cuestiones sólo intervendrían personas que en ellas tuviesen interés o parte. Sir Charles se mostró satisfecho con esta respuesta y al retirarse le dejó a Francisco Solano el proyecto de discurso que pretendía pronunciar en el acto de entregar su credencial, pidiéndole su opinión al respecto. El presidente López manifestó a Pereira Leal que la suya era contraria por si podría obtener su modificación de tal manera que importase una «satisfacción y confesión» de que Hotham venía provisto «de plenos poderes para reconocer la Independencia del Paraguay, satisfacción y confesión que tal vez le induzcan a recibir en persona la Credencial», a la cual aseguró Don Carlos que contestaría haciendo sentir a la Reina Victoria las quejas que tenía de su gobierno y agentes y declarando que por la legislación de la república le era «imposible hacer Tratados con las Naciones Extranjeras», que debían conformarse con las ventajas concedidas a su comercio y sus súbditos por el decreto del 20 de mayo de 1845. (19)

La entrevista se prolongó hasta la una de la tarde. Durante ella el presidente López habló más de tres horas y reiteró encarecidamente a Pereira Leal, al retirarse éste, que «minuciosamente» informase a Paulino de todo lo ocurrido con Hotham. El agente brasileño prometió hacerlo y manifestó que esperaba ver salvadas las dificultades y que por su posición y carácter «jamás tomaría parte en las discusiones y cuestiones no relativas a su país». Don Carlos, por su parte, expresó finalmente al diplomático imperial que el 25 de diciembre dejó de recibir a las persones que fueron a felicitarle con motivo del aniversario de la jura de la independencia, por haber enfermado, como consecuencia de la «gran ira» que se apoderó de él al ver la Locust, en «tan solemne día», no saludar ni enarbolar la bandera nacional. (20)

El 27 de diciembre, «en acto solemne», Hotham entregó sus credenciales. Esa misma mañana manifestó al general López que estaba resuelto a reconocer la independencia del Paraguay. Dos días después el mismo general le comunicó que «el Exmo. Señor Presidente de la República habiendo tomado en alta consideración la carta de S.M. la Reyna del Reino Unido de la Gran Bretaña, y de Irlanda, fecha 17 de Abril último, en la que S.M. autoriza a V.E. para negociar un tratado de amistad, navegación, y comercio», le había ordenado hacerle saber que el gobierno de la república se limitaba a guardar con las demás naciones una amistad pura sin necesidad de pactos, hasta tanto «que la experiencia presente la oportunidad de considerar este negocio», como establecía la ley nacional, y que por lo tanto no podría aceptar la misión especial inglesa de ajustar tratados de comercio y navegación, rogándole transmitiese esta resolución al gobierno de S.M., así como «los ardientes votos del de la República p.r mantener y estrechar las relaciones de buena amistad entre los dos países, y las protestas de toda consideración y protección a los súbditos británicos en sus relaciones mercantiles, a la par de los súbditos de otras Naciones Estrañas». Le remitía copia legalizada del decreto del 20 de mayo de 1845 para que el gobierno de S.M. la Reina se informase de las garantías y seguridades que los súbditos ingleses gozaban en el país. Igualmente le enviaba un oficio de presidente de la república para S.M., con ruego de hacerlo llegar a las augustas manos de la Reina. (21)

En la entrevista del 30 de diciembre López manifestó a Pereira Leal que había recibido personalmente la credencial de Sir Charles por haberle éste declarado, «bajo su palabra de honor que tenía plenos poderes para reconocer la independencia y que verificaría en el día designado para el efecto; que Hotham aceptó las condiciones de respuesta a la credencial, lo que decidió al presidente a fijar el 4 de enero el solemne reconocimiento de la independencia». (22)

En consecuencia Hotham procedió a reconocer la independencia del Paraguay en el día establecido, en un documento que entregó al presidente López, que traducido literalmente dice: «El infrascrito, Plenipotenciario de Su Majestad Británica en misión especial cerca de varios Estados cuyos territorios son divididos, o atravesados por el Río de la Plata, o por cualquiera de los Ríos que confluyen al Río de la Plata, en virtud de los Plenos Poderes que le están confiados por Su Majestad la Reyna de la Gran Bretaña e Irlanda, y en nombre de Su Augusta Soberana, por este acto solemne reconoce la Independencia y la Soberanía de la República del Paraguay. – El infrascrito reconoce igualmente que la República del Paraguay tiene el derecho de ejercer todas las grandes prerrogativas que pertenecen a su Independencia y Soberanía Nacional. – En fe de lo cual, y para que así conste perpetuamente, el infrascrito, en nombre de su Augusta Soberana, agrega su firma, y el sello de sus armas. – Hecho en Asunción el día cuatro de Enero de mil ochocientos cincuenta y tres». (23)

A las palabras de Hotham el presidente López contestó: «Grato el Gobierno de la República el acto de justicia que V.E. acaba de pronunciar a nombre, y p.r autorización de Su Augusta Soberana la Reyna del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, hace votos p.r la felicidad de S.M., y p.r la prosperidad de sus Reinos: grato a las altas atenciones, y miras benéficas de S.M. por el bien de este país, tiene la satisfacción de asegurar que abunda en iguales sentimientos, y queda a cumplir el grato deber de dirigirse a S.M. con la debida expresión de gracias». (24)

Mutatis mutandiel tenor de este reconocimiento era semejante al del Imperio del Brasil y al de la Confederación Argentina, y como en el de estos países se publicó por bando «con toda solemnidad» en la capital y en el territorio de la república, imprimiéndose trescientos ejemplares. Esa noche y la siguiente se iluminaron todas las calles de Asunción. (25)

Al día siguiente Pereira Leal remitió a Paulino un ejemplar del bando, informando al mismo tiempo que Sir Charles Hotham en la ocasión de entregar «el importante documento» del reconocimiento «dirigió al Presidente una corta alocución, en la cual combatió, por mezquina, la idea del exclusivismo de América para los Americanos, sustentando que después de los descubrimientos de la navegación a vapor, caminos de hierro y telégrafo eléctrico, el género humano forma una sola familia con recíproco derecho en ambos hemisferios, y proclamó sentirse feliz por haber sido nombrado para ligar de un modo estable y seguro los intereses de los dos Países; y que el Presidente respondió insinuando que no ultrapasaría su Decreto del 20 de Mayo de 1845, y limitándose a agradecer al Gobierno de la Reyna Victoria el acto de justicia que practicara en favor del Paraguay». (26)

El informe del diplomático brasileño no coincide con la breve alocución del presidente López, que hemos transcripto y cuya copia obra en el Archivo Nacional de Asunción, en lo referente al decreto del 20 de mayo de 1845. En aquel documento no consta lo mencionado por Pereira Leal, pero es verosímil que hubiese ocurrido como éste refirió, teniendo en cuenta la nota del general López a Hotham del 29 de diciembre.

Paulino, recordando el acto cumplido por Hotham, escribió al presidente López: «Mucho placer tuve con el reconocimiento de la Independencia de la República por S.M. la Reyna de Inglaterra. Pero el Brasil la reconoció cuando Rosas estaba en la plenitud de su poder». (27)

El 6 de enero Pereira Leal acudió nuevamente a palacio a invitación de Don Carlos. El Presidente le manifestó que le había hecho incomodar para informarle de lo ocurrido últimamente con Sir Charles, desahogando su enojo como una prueba de confianza al representante del Brasil. Este agradeció la honrosa deferencia, asegurando que la conversación comunicaría al gobierno imperial, el cual agradecería debidamente esta distinción. López comenzó diciendo que estaba arrepentido de la condescendencia de haber recibido la credencial de Hotham porque este diplomático continuaba con sus inadmisibles pretensiones; que una vez acreditado pidió que el Locust fuese a buscar a Esquina su correspondencia; que el general López «contra su expectación» recibió la solicitud; que él (Don Carlos) ordenó responder la nota concediendo el permiso, que no servirá de precedente; que el permiso fue concedido con la condición de que el Locust al zarpar del puerto y al pasar frente a la escuadra en las Tres Bocas «deberá enarbolar la bandera Paraguaya en el tope de proa, haciendo lo mismo a su regreso»; que esta condición disgustó a Sir Charles, pero que él no desistirá de ella. Luego el presidente mostró a Pereira Leal copia de la carta que dirigió a la Reyna Victoria, agradeciendo el reconocimiento del cuatro de enero, pero concebida de una manera como para hacer sentir a S.M. que el gobierno inglés retardó un acto ya innecesario por haber desaparecido las dificultades con la Confederación Argentina y sólo llevado a cabo con la esperanza de obtener un tratado de comercio y navegación, cuyo ajuste no autorizaba la legislación paraguaya. (28)

López agregó que la resistencia de Hotham de exhibir sus plenos poderes para reconocer la independencia de la república, le persuadía que no los tenía para proceder al acto del 4 de enero, pero que no insistirá por su presentación porque le bastaba la realización del mismo; que el agente inglés quedaba responsable de ese acto, en cuyo cumplimiento acaso se hubiese desviado de los deseos de su gobierno. A continuación comunicó reservadamente al diplomático imperial, para que éste, a su vez, informase con el mismo carácter a Paulino, que Hotham estaba «autorizado a tratar con Bolivia sobre la navegación de los ríos que desembocan en el de la Plata como en el Amazonas», quien en esa negociación podía ser feliz; que de ella debían surgir graves dificultades al Brasil y al Paraguay «que cada día tienen mayor necesidad de concluir un tratado de limites, que excluya a aquella República de su pretensión a la margen occidental del río Paraguay, cuya posesión y derecho cuanto más dudosos fueren, tanto más la inducirán a realizarlos y a dar lugar a que las naciones ribereñas sean coaccionadas por Inglaterra a franquearle el paso hacia aquella República por los ríos de la Plata y Amazonas »La confidencia de Hotham causó una fuerte como desagradable impresión al presidente López. Pereira Leal le prometió que se apresuraría a transmitirla, con la misma reserva, a su gobierno, ya que le parecía prudente no despreciarla. Don Carlos terminó expresando que mucho deseaba que Paulino se compenetrase de la necesidad que tenían los dos países de concluir con prontitud el tratado de límites para que mediante concesiones recíprocas y razonables los dos gobiernos» puedan «entenderse sobre este asunto de interés recíproco». (29)

Pereira Leal cumpliendo sus instrucciones comunicaba detalladamente a su gobierno todo lo relacionado con la misión de Hotham y de Saint Georges, Así informó a Paulino que a pedido de López había traducido las notas del primero de los diplomáticos nombrados como también las de Pendleton, circunstancia que le permitía transmitir a la Corte de San Cristóbal copia de aquellos documentos, confiados reservadamente a su discreción; que continuaba visitando con frecuencia al presidente, lisonjeándose de merecer toda la consideración del mandatario paraguayo. (30)

El 9 de enero Hotham avisó recibo al general López de la nota del 29 de diciembre y de una carta del presidente de la república a la Reyna Victoria. En cuanto a la actitud del gobierno paraguayo de no aceptar la misión encaminada a la negociación de un tratado de comercio, el diplomático inglés no tuvo nada que observar. Pero existían otras cuestiones que le obligaban a hablar. Después de recibir la nota del 29 de diciembre y con el propósito de allanar dificultades, solicitó una entrevista particular con el general López, que se llevó a cabo en la mañana del 30. En esa ocasión, de común acuerdo, fueron retiradas la aludida nota del 29 de diciembre y la carta citada a la Reyna Victoria. Hotham salió convencido del ministerio de relaciones exteriores que no quedaban obstáculos para iniciar las negociaciones sobre el tratado de comercio. «En virtud de sus plenos poderes, – agregó el representante británico – el infrascrito reconoció la Independencia de la República el 4 del corriente; el acto fue completamente espontáneo; no fue ligado a ninguna condición; pero tanto S.E. el Presidente, como el general López dieron seguridades, y hicieron profesiones que dejaron al infrascrito creer enteramente que en todo caso le sería permitido entrar en las usuales esplicaciones relativas al tratado que tiene orden de ofrecer». Nada ocurrió que pudiese cambiar estas circunstancias. Sin embargo en la mañana del 6 de enero le fue nuevamente transmitida una copia de la nota del 29 de diciembre acompañada de una carta para la Reyna Victoria El gobierno inglés verá con sorpresa esta determinación; el 3 fueron remitidos despachos alusivos al retiro de las notas en cuestión. «Podía S.E. – terminó recomendando Hotham – hacer una nueva comunicación, declinando entrar en negociación; pero mandar copias de las notas con la misma fecha que fueron retiradas p.r común acuerdo, está cierto el infrascrito, que será considerado p.r su Gobierno como un paso poco esperado, después del reconocimiento de la República, y un desvío de todas las costumbres, y usos internacionales». (31)

El 11 de enero Pereira Leal visitó a Don Carlos, a quien encontró «muy afectado por haber recibido de Sir Charles una insolente e incalificable nota. El presidente analizó el documento con acrimonia y pidió al agente brasileño el «especial favor» de traducirlo en la brevedad posible para poder contestarlo condignamente. Dado el estado de exaltación de López, Pereira Leal trató de calmarle, observándole que mejor sería no responder mientras no se tranquilizase, por el alcance que podría tener una contestación dictada por una desagradable impresión. El presidente agradeció las «razonables y amigables observaciones», pero considerando que el final de la nota significaba «una lección y un insulto» deseaba responder con rapidez. y energía, por lo que insistió que el diplomático imperial le hiciese el favor de traducir la comunicación sin pérdida de tiempo. (32) Se trataba de la nota del 9 de enero anteriormente mencionada. Esa misma tarde Pereira Leal remitió la traducción pedida. (33)

Invitado por Don Carlos, el representante imperial le visitó de nuevo al día siguiente. El presidente le mostró la contestación a Sir Charles, pidiéndole su parecer. Pereira Leal le respondió que le «parecía bastante fuerte» tanto por el modo de replicar el final de la nota en cuestión como por la manera de hacer sentir que poco le importaba «la impresión que el Gobierno Británico ha de experimentar por la lectura de su correspondencia» y además por la aspereza de negar que el presidente y el general López consintieron en retirar la nota del 29 de agosto, de no dejar entrever que estaban allanados los obstáculos para la negociación de un tratado de comercio, de decir a Sir Charles que para ser creído no basta que él lo diga», que si la nota aludida quedó «en poder del gobierno paraguayo fue porque en la Legación Inglesa la habían desaseado de modo que el Presidente juzgó ser indecente que apareciese ese documento con tan poca limpieza, y para hacerla copiar y firmar de nuevo y remitirla con la anterior para verificar que estaban conformes». López agradeció las observaciones del brasileño y agregó que por ellas «reconocía haber conseguido su objeto que era molestar la arrogancia de Sir Charles», que el Locust no volvería a Asunción sin dejar su pólvora en las Tres Bocas, para cuyo efecto daría las órdenes correspondientes. Pereira Leal trató de disuadirle de tomar esta medida, pero sin éxito. Entonces, viéndole que estaba «muy exaltado», se despidió. (34)

El general López contestó el 14 de enero la nota de Hotham del 9. Decía al ministro inglés que no podría ni debía retirar la comunicación del 29 de diciembre, que por orden del presidente le había dirigido. «El reconocimiento de la República – agregaba – verificado el 4 del corriente, siendo como asegura V.E. un acto espontáneo, y no ligado a ninguna condición, no podría alterar la resolución suprema del Gobierno, fundada en la citada ley nacional, (la del 20 de mayo de 18d5) participada oficialmente el 29 de Diciembre a S.M. la Reyna de la Gran Bretaña, y con la misma fecha a V.E.». Portanto le ha sorprendido grandemente la aserción de que en la conferencia del 30 de diciembre «fueron retiradas por común acuerdo la carta y la nota referidas» y que el agente británico salió del ministerio de relaciones exteriores convencido de haber desaparecido los obstáculos para iniciar la negociación del tratado de comercio. Desde que no fue aceptada la misión especial sólo mantuvo conversaciones generales con Hotham, siendo inconcuso «que un Ministro no puede prestarse al retiro de una comunicación hecha de orden espresa de su Gobierno», ni hubo tiempo para ello. (35)

«Me permitirá V.E. – siguió expresando el general – recordarle que en la propia mañana del 29 de Diciembre, después de haber recibido mi referida nota, me honró con su visita, y en ella me dijo que me la traía con motivo de que estaba resuelto a verificar el reconocimiento solemne de la Independencia del Paraguay, y con la prevención misteriosa de – aunque le devuelva después del reconocim.to – y llevando la mano al bolsillo como a sacar el papel, le dije que no podría recibirlo en ningún sentido, y dejó de sacarlo. – El siguiente día 30, me repitió su visita trayendo otra vez dicha nota, y diciéndome que quería tratar con S.E. el Sr. Presidente sobre el reconocimiento de la República, y sobre la nota, a lo que respondí que podría hacerlo cuando guste, y con esta calidad fue que ha llegado a manos del Gobierno la citada nota, quedando en poder de V.E. la copia autorizada, que la acompañaba, del precitado decreto del 20 de Mayo de 1845, y también la enunciada carta p.a S.M. la Reyna. – En efecto, V.E. estuvo en Gobierno la prima noche del mismo día 30, y el Exmo. Sor. Presidente me hizo la honra de comunicar que esa vez llegó a leer a V.E. una copia de dicha carta p.a la Reyna, cuyo original paraba en poder de V.E., como queda dicho, y q.e no trató sobre retiro de esta carta, ni de la mencionada nota, de manera que esta no fue devuelta a V.E. en aquella ocasión, prefiriendo el Exmo. Señor Presidente la atención de encargarme su remisión para otro día, puesto q.e no fue asunto de conversación el retiro que ahora se ha discurrido.

Si V.E. lo hubiese intentado, debió esplicarse, en la seguridad de que semejante pretensión no tendría lugar p.r todo lo que va espresado, y fundado. También me ha comunicado el Gobierno que el asunto de esa visita de V.E. ha sido exclusivamente el reconocimiento de la República, y que dijo a V.E. que verificado el acto, espresaría su agradecimiento a la Reyna p.r otra carta, y es la que fechada el 4 del corriente tuve orden de dirigir como he dirigido a V.E. el día 6 para su dirección al alto conocimiento de S.M. la Reyna. – Esa misma mañana fue entregada a V.E. con data del día anterior mi contestación a la solicitud que hizo para el descenso del vapor de guerra británico Locust, que en efecto marchó en la propia mañana del 6; y entonces fue que de orden del Supremo Gobierno he devuelto a V.E. la nota del 29 de Diciembre con mi firma original, y no en copia como dice V.E. – Esta indicación inexacta me constituye en el deber de recordarle que habiendo presentado V.E. esa nota en estado de poco aseo, tuve orden de copiar, y firmarla en papel limpio, como demandaba la decencia, y consideración que se merecen las correspondencias oficiales; y es p.r esto q.e seguidamente me personé en la morada de V.E. con el mencionado papel desaseado que quedaba en mi poder, para que se tomase el trabajo de cotejarla, en la seguridad de que no se ha variado una sola palabra». (36)

Y como si todo lo anterior no fuese suficiente, el general López prosiguió manifestando: «También es verdad, como refiere V.E. que reconoció la Independencia de la República el 4 de corriente p.r un acto enteram.te espontáneo, y no ligado a ninguna condición, y tanto es así que el Exmo. Señor Presidente ha prevenido oportunamente a V.E. que no aceptaría el reconocimiento con la condic.n de un tratado de navegación y comercio. – Era pasado el tiempo, y caso en q.e el Gob.no paraguayo solicitó al británico p.a el reconocimiento de la República, a saber, durante el período de la intervención de la Gran Bretaña en la ruidosa cuestión del Gob.or Rosas en Buenos Ayres, con la República Oriental del Uruguay. En esa época el mismo Rosas estaba habilitado p.r los representantes de Buenos Ayres «p.a disponer sin limitación alguna de todos los fondos, rentas, y recursos de todo género de la Provincia hasta hacer efectiva la incorporación del Paraguay a la Confederación Argentina». Entonces publicaba Rosas un costoso armamento terrestre, y naval para anonadar, como decía, a esta República. Nosotros lo aguardábamos tranquilos para hacerlo pedazos: pero Rosas se limitó a gritarnos. – Estas cuestiones habían cesado p.r la brillante victoria de Monte Caseros, que puso en la más vergonza fuga al implacable enemigo de la nacionalidad paraguaya. – Cuando V.E. vino a prestar el reconocimiento a nombre de su Gobierno, ya el de la Confederación Argentina, que sucedió al vencido tirano de las Repúblicas del Plata, tenía reconocida la del Paraguay como un hecho consumado, y además concluido un tratado de limites, navegación, y comercio entre los dos Países. – Se hacía preciso recordar todo esto a V.E. como una respuesta perentoria a la gran sorpresa con que dice haber leído el contenido de mi referida nota del 29 de Diciembre; y como una justificación relevante de que el reconocim.to de la Independencia del Paraguay p.r un acto espontáneo, y no ligado a ninguna condición, no podria, ni debía alterar la primera resolución tomada con vista, y alta consideración de la carta de crédito que ha presentado V.E. en acto solemne del 27 de diciembre». (37)

En esta cuestión la culpa no era del gobierno paraguayo, que no ha variado en su resolución. Pero lo que más llamó la atención del mismo gobierno fue la parte final de la nota de Hotham, en la cual éste recomendaba que se le pasara una nueva comunicación declinando entrar en negociación para el ajuste del tratado de comercio, en vez de remitirle copias de las notas, que fueron retiradas de común acuerdo. Esto último causaría sorpresa a su gobierno y constituía un desvío de las costumbres y usos internacionales. Francisco Solano afirmó categóricamente que con esta proposición el agente británico «ha querido provocar una contestación cual corresponde a la incivilidad, e inconsideración con que se ha producido». (38)

El 10 de enero de 1853 Pendleton informó al ministro Varela que «fue instruído por el Presidente de los Estados Unidos para proponer al gobierno del Paraguay un acuerdo de amistad y comercio entre los dos países, sobre bases seguras y permanentes, que puedan conducir a un mejor entendimiento y tendentes a cultivar los sentimientos de armonía y buena vecindad, como corresponde a Estados de un mismo continente y de instituciones semejantes». Se refirió luego a las ventajas de los convenios de comercio y amistad, que la Unión ha podido comprobar con los tratados firmados por ella. El presidente de los Estados Unidos verá con placer que la república firme iguales tratados con los mismos Estados Unidos, como un medio de «incorporar al Paraguay a la hermandad de los Estados soberanos e independientes». Para cumplir esta misión llegó a la capital, habiendo retardado su comunicación porque el gobierno paraguayo se encontraba atareado en recibir al ministro inglés y porque esperaba documentos de Buenos Aires. (39)

En la entrevista del 12 de enero López pidió a Pereira Leal la traducción de esta nota, a quien manifestó que había hecho llamar a Pendleton para pedirle que escribiese su comunicación con «mejor letra, porque él no podía entender los garabatos» de la recibida. (40)

Al día siguiente el diplomático brasileño acudió nuevamente a palacio, a invitación del presidente, en cuya ocasión éste le mostró la respuesta que dio a la nota de Pendleton, comunicando al agente norteamericano que no podría volver a escribir al gobierno mientras no recibiese los documentos esperados de Buenos Aires, y que antes, «toda correspondencia sería inoportuna e intempestiva». Al término de la conversación Don Carlos agregó que no admitiría contestación a su nota. (41)

El general López avisó recibo del oficio de Pendleton el 15 de enero, expresándole que podría presentarse al ministerio de relaciones exteriores cuando reciba los documentos. (42) La advertencia no era alentadora. El éxito del representante de los Estados Unidos dependía, de acuerdo con la comunicación del ministro de relaciones exteriores interinos, de la recepción de su credencial y plenos poderes.

Pero Pendleton no se dio por vencido, estaba resuelto a no «quedar fuera del bloque de sus colegas». Un mes después se dirigió nuevamente a la cancillería paraguaya, a pesar de no haber recibido los documentos anunciados, remitiendo una explicación en castellano sobre la situación especial en que se encontraba. Nunca puso en duda «la legitimidad de su autorización para entrar en negociaciones con el Paraguay». Cometería una falta contra su propio gobierno si intentara esas negociaciones sin estar facultado para ello. Por la constitución de los Estados Unidos no podría él concluir tratados sino ad referéndum. Por otro lado, no era necesario que un agente tuviese carácter diplomático para iniciar tales negociaciones. Los principales tratados de los Estados Unidos fueron firmados por simples comisionados. (43)

«Cuando los gobiernos de Inglaterra y Francia – agregó acordaron la actual misión diplomática conjunta a los Estados del Río de la Plata, invitaron al gobierno de los Estados Unidos para unírseles, por la razón que una misión conjunta de las tres grandes potencias comerciales del mundo necesariamente probaría la entera confianza en la rectitud y liberalidad del objeto perseguido, – Su Excelencia está enterado que esas misiones fueron acordadas inmediatamente después de conocida la caída de Juan Manuel de Rosas, ese portentoso despotismo que por tanto tiempo ensombreció el destino de las provincias argentinas. En consecuencia, el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a proceder con rapidez, dado el pedido de colaboración. Lo único que el Presidente de los Estados Unidos pudo hacer en tales circunstancias era instruir a algún agente de su gobierno residente en Sur América, para actuar de acuerdo con esas misiones. Y así lo hizo no solamente con uno sino con dos: el Sr. Schenck, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en el Brasil y el abajo firmado, para actuar conjunta o separadamente, como mejor fuese conveniente». (44)

Luego expresó que tenía en su poder un despacho del secretario de Estado, «único órgano del Presidente de los Estados Unidos en las cuestiones de relaciones exteriores», dirigido a Schenck, ordenándole trasladarse a Buenos Aires para unirse con él (Pendleton), a los efectos de negociar un tratado con la Confederación Argentina y los Estados vecinos. El aludido Schenck sería portador de los poderes. Estos fueron remitidos, según se deduce de la comunicación anterior, pero no llegaron. La falta de presentación de los mismos no sería obstáculo para la firma del acuerdo, que desde luego no tendría fuerza obligatoria mientras no fuese aprobado por el senado de los Estados Unidos. En estas mismas condiciones fue subscrito el tratado de amistad y comercio con el Uruguay. Él (Pendleton) se adelantó en venir, sin esperar los aludidos documentos, para aprovechar la invitación del ministro inglés y viajar en el buque que venía la misión británica, y encontrarse en Asunción con los ministros de Francia y Cerdeña. Enviará los documentos cuando los reciba.

Las explicaciones de Pendleton tuvieron favorable acogida, no obstante las manifestaciones del presidente a Pereira Leal y del general López en la nota del 15 de enero. La verdad era que el enviado de los Estados Unidos no podría entablar formalmente una negociación para el ajuste de un tratado porque carecía de los instrumentos oficiales correspondientes, si bien que el envío de éstos había sido anunciado por Webster. Pero sus argumentos fueron hábilmente esgrimidos como para desvanecer los recelos de Don Carlos. La referencia a la rectitud y liberalidad de la misión conjunta de las tres grandes potencias comerciales del mundo, acordada después de la caída del despotismo de Rosas, no podía disgustar al presidente, así como la consideración guardada por el diplomático americano a la república y a su gobierno.

El general López respondió una semana después la comunicación de Pendleton, en términos satisfactorios. Decía el ministro paraguayo: «El abajo firmado tuvo el honor de informar al Excmo. Presidente de la República de la nota del 15 con la explicación adjunta y fue instruído para contestar a V.E. como lo hace por esta nota, que en virtud de esa explicación puede V.E. presentar, si lo desea, de acuerdo con sus instrucciones, un proyecto de tratado ad referéndum con el explícito reconocimiento de la independencia y soberanía nacional de la República del Paraguay, en la inteligencia que sin esa base el gobierno de la República no puede celebrar ningún tratado con un «Estado extranjero». (45)

La respuesta del general López significaba admitir la misión americana, lo que tenía indudable importancia, teniendo en cuenta la actitud del gobierno paraguayo con Hotham. Pendleton y Saint Georges supieron penetrar mejor los sentimientos y las tendencias del presidente López. El reconocimiento de la independencia para entrar en negociaciones posteriores, era una condición previa indispensable que Don Carlos venía exigiendo desde los tiempos de Pimenta Bueno. Así procedió con Derqui y ahora con Pendleton y los enviados de Inglaterra, Francia y Cerdeña; no era un «desquite» sino una norma impuesta por la necesidad de defender la dignidad de la nación.

Pendleton, sin pérdida de tiempo, comunicó que presentará un proyecto de tratado con el correspondiente reconocimiento de la independencia del Paraguay. (46) Al día siguiente transmitió al general López el anunciado proyecto, redactado en los mismos términos que el negociado por Inglaterra, Francia y Cerdeña, con la única omisión de un artículo sobre cuya concertación no tenía instrucciones. Remitía además fórmulas para el preámbulo y la ratificación del convenio, y el reconocimiento de la independencia. Si la última no llegare a satisfacer, la modificaría con gusto, ya que el gobierno de los Estados Unidos nunca puso en duda el reconocimiento de la soberanía e independencia de un Estado con el cual se resolvía a tratar. (47)

Saint Georges, a quien su gobierno encomendó una «misión extraordinaria en el Plata», desde Corrientes, comunicó a Varela su próximo arribo a bordo del buque de guerra Flambart y solicitó la adopción de medidas necesarias «p.a no sufrir demora a su entrada en el Paraguay». (48) El general López le contestó, como ministro interino de relaciones exteriores, por enfermedad de Varela, que podría «continuar su arribo cuando guste, contando con las atenciones que le serán cumplidas en el territorio de la República». (49)

El 12 de enero Saint Georges llegó a Asunción, acompañada de Marcelo Cerruti. El Flambart en la mañana del 14 saludó a la república con una salva de 21 tiros de cañón. (50) El agente francés se dirigió al general López el 18, solicitando día y hora de audiencia para ser recibido por el primer mandatario y remitiendo copia de la carta del «Príncipe Presidente de la República p.a S.E. el Presidente del Paraguay» y la de la alocución que pronunciará al entregar aquélla. (51) Al cumplir este cometido Saint Georges expresó: «Señor príncipe Presidente de la República queriendo corresponder al deseo de Vuestra Excelencia manifestado en diferentes ocasiones, de ver establecidas entre Francia y el Paraguay, relaciones regulares y permanentes, me ha ordenado trasladarme para ese efecto junto a Vuestra Excelencia. – Yo soy feliz, Señor Presidente, de haber sido elegido para abrir las relaciones que no pueden ser sino ventajosas y honorables para los dos países, y provechosas para las demás naciones. – El Príncipe, que tiene el más vivo interés por la prosperidad y el porvenir del Paraguay, me ha ordenado asegurar particularmente a Vuestra Excelencia, antes de todo, la alta estima y la perfecta amistad que él le profesa. – Señor presidente: un testimonio explícito de esos sentimientos encontraréis en la carta del Príncipe Luís Napoleón, que tengo el honor de poner en vuestras manos». (52)

Saint Georges y Cerruti fueron reconocidos, el primero como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Francia, y, el segundo, como encargado de negocios de Cerdeña en misión especial. (53)

El presidente López comunicó confidencialmente a Pereira Leal, que Saint Georges le había declarado que la misión de éste en el Paraguay era conjunta con la de Hotham y que la conducta del ministro francés era diferente de la del inglés, por haber considerado al gobierno de la República, como soberano e independiente. Este proceder agradó mucho a Don Carlos, quien recibió sin la menor observación la credencial del enviado del príncipe Luis Napoleón. (54)

El 20 de enero el ministro brasileño mantuvo una entrevista con el presidente, a invitación de éste. Como una nueva prueba de confianza López le comunicó que correspondiendo «a la benevolencia del Presidente de la República Francesa y a la conducta de Mr. Saint Georges» y a los ruegos de su familia, a la cual la señora de Guillemot había pedido que el presidente hiciese alguna concesión a Francia para la designación de su marido como encargado de negocios en la república, estaba dispuesto a indicar por escrito al mismo Saint Georges que «Francia permita establecer una Legación en el Paraguay». Don Carlos preguntó a Pereira Leal si el gobierno francés quedaría satisfecho con esta resolución. Este contestó agradeciendo la confianza y declarando que le era imposible decir si Francia se contentaría con la mencionada concesión, después de haber mandado al Paraguay una dispendiosa misión para negociar un tratado de comercio. Entonces el presidente le dijo que el diplomático francés ya le había hablado de un tratado de comercio, en el cual «pretendía inserir [incluir?] estipulaciones que ad perpetuam garantizarían al Paraguay la libre navegación de los ríos, garantía que él no podía comprender cómo le sería dada sin el concurso de la Confederación Argentina, cuyo Director Provisorio, le dijo Mr. de Saint Georges, está muy animado contra el Gobierno Paraguayo» por las simpatías que éste ha mostrado por los opositores de aquél. Don Carlos agregó «que el Brasil es siempre el causante de las dificultades en que se ve el Gobierno Paraguayo, a quien el Imperial nada había dicho acerca de la venida de Sir Charles y Mr. de Saint Georges». El representante brasileño, tomando la palabra le recordó al presidente que le había dicho desde su llegada, que el gobierno brasileño deseaba la apertura del Río de la Plata y sus afluentes por una concesión espontánea de sus vecinos y no por tratado que les privase revocar esa concesión de acuerdo con sus intereses. López juzgó insuficiente esta insinuación porque quería «alguna cosa más positiva». Entonces Pereira Leal le preguntó qué entendía por «cosa más positiva». Don Carlos respondió: «un Tratado en que se fijen los limites entre los dos países, se estipule el modo de permitir la navegación de los ríos y una alianza bien definida que prevea todos los casos en los cuales el Paraguay puede contar con el Brasil». Según el agente imperial el presidente volvió a repetir «con toda moderación y respeto» sus quejas contra el gobierno brasileño. (55)

El 23 el diplomático imperial visitó nuevamente al presidente López, en cuya oportunidad éste le manifestó que Saint Georges le había presentado un proyecto de tratado de comercio, que él no podría admitir porque su artículo primero se refería al reconocimiento de la independencia del Paraguay; que tuvo vehementes deseos de devolverlo; que no lo hizo por instancia de su familia, comprometida con la señora de Guillemont; y que preparaba un contraproyecto no admisible para cortar la negociación. Pereira Leal agregó en su informe: «Recelando que el Presidente López, siendo contrariado, versátil y desconfiado como es, precipite la negociación, que deseo estorbar, y no queriendo parecer que daba gran importancia a lo que me comunicaba, le dije, que nadie mejor que él conoce lo que más conviene al Paraguay, y que por lo tanto sólo él puede decidir de la conveniencia o inconveniencia de un Tratado de comercio y navegación con Francia; pero que me permitía observarle que luego de tratar con esa nación se verá obligado a hacer lo mismo con las otras, que no dejarán de exigir para si las mismas ventajas, que él, por una consideración a los esposos Guillemont, concede a Francia, cuyo Gobierno nadie puede asegurar que nombrará para representarlo ante este Gobierno a un enemigo de Luis Napoleón y estrechamente ligado a Ledru-Rollin, y sobre todo iniciar y tal vez concluir un tratado de comercio y navegación antes de saber si la Confederación Argentina hará lo mismo, y después de haber escrito a la Reyna de Inglaterra y a Sir Charles, que la legislación Paraguaya le impedía entrar en negociaciones con las naciones extranjeras, me parecía extraordinario». Don Carlos contestó que tenia la certeza de que no se ajustaría el tratado, «porque Mr. de Saint Georges no podría tratar sobre las bases que le iba a presentar»; que a Sir Charles hizo llamar para manifestarle que habiendo recibido un proyecto de Saint Georges podría también él presentar el suyo. El presidente «volvió a quejarse del Brasil por no querer ligarse al Paraguay y de ese modo darle fuerza para resistir a las pretensiones de las Naciones Europeas». (56)

Pereira Leal terminó expresando su impresión sobre esta entrevista, en estos términos: «No deseando entrar en inútiles y ociosas discusiones, que podrían, sin ventaja para el Imperio, irritar las buenas disposiciones del irascible Presidente López, me retiré con la persuasión de que él no está lejos de ajustar y concluir tratados de comercio con los Ministros Inglés, Francés, Norteamericano y Sardo, que aquí se encuentran, y que ha llegado el momento de presentar el proyecto de tratado que estoy autorizado para negociar y que presentaré dentro de pocos días». (57)

El encargado de negocios del Imperio no estaba equivocado en su juicio. El presidente López, no obstante sus reiteradas manifestaciones de rechazar las proposiciones de los agentes diplomáticos presentes en Asunción, cambiaría muy pronto de actitud, resolviéndose a ajustar con aquellos representantes tratados de amistad, comercio y navegación. Pero Don Carlos se sentía abandonado del Brasil, cuyo apoyo reclamaba para poder resistir las pretensiones de las grandes potencias. Pereira Leal no mostraba en estos informes mucha simpatía hacia el presidente López, no obstante la confianza que éste le dispensaba. La objetividad de sus comunicaciones no impedía que en ellas entreviese sus recelos contra el mandatario paraguayo. No supo penetrar las intimidades de Don Carlos, acaso por falta de flexibilidad diplomática, como lo hicieron Pimenta Bueno y Bellegarde, con ventajas para los dos países. En aquellas difíciles circunstancias el Imperio del Brasil necesitaba en el Paraguay de un representante de mayor significación y autoridad.

Pereira Leal presentó también su proyecto de tratado como hicieron sus colegas recientemente llegados a Asunción. En la entrevista que mantuvo el 18 de febrero con el presidente López, éste le informó que los convenios sobre la navegación y comercio con Francia, Inglaterra, Cerdeña y Estados Unidos «estaban casi terminados», pero que no estaba resuelto a aceptar el proyecto presentado por el Imperio, «porque había decidido no entrar en ninguna negociación con el Brasil antes del ajuste y conclusión del tratado de limites». A este respecto el encargado de negocios escribió: «No obstante la inexplicable sorpresa que me causó este cambio del Presidente y la aspereza con que me hizo esta comunicación, me limité a felicitarlo por las ventajas que al Paraguay deben resultar de esos Tratados y a preguntarle si Mr. Pendleton ya le había presentado su credencial y plenos poderes, a lo que me contestó que no, pero que trataba con él en vista de las instrucciones del Secretario de Estado Norteamericano, que juzgó suficientes». (58)

El presidente López exigió el previo reconocimiento de la independencia para la conclusión de los acuerdos en trámite. El 28 de febrero de 1853, en un mismo acto, los agentes diplomáticos de Francia, Cerdeña y Estados Unidos de América, cumplieron con esta formalidad. La ceremonia se realizó a las 10 de la mañana, «en el gran salón de Estado» de la casa de gobierno, según una crónica de la época, reproducida en el Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles. El presidente López rodeado de los altos funcionarios de la república, recibió a los representantes de los tres países aludidos, quienes sucesivamente pronunciaron breves palabras, para luego, de pie, leer «en voz alta el acto solemne del reconocimiento de la independencia paraguaya». Don Carlos contestó a cada uno de ellos «con discursos que se dicen verdaderamente notables». (59)

Al ministro francés expresó: «Es un testimonio de sincera amistad, y fina benevolencia de Su Alteza el Príncipe Presidente de la República francesa, reconocer la del Paraguay en la gran familia de las Naciones. – La suma gratitud que este acto inspira a la presente Administración, y el verdadero conocimiento de su conveniencia exterior, le han determinado a vincular los intereses del Paraguay con los de la Francia. – El que habla se honra de felicitar a V.E. por la confianza ilimitada que ha merecido al Gobierno de Francia para establecer en su nombre actos y relaciones de tan conocida importancia entre los dos países». (60)

El encargado de negocios de Cerdeña pronunció estas palabras: «El encargo que me ha sido conferido por Su Majestad el Rey mi Señor de reconocer en su Nombre la Independencia de la República del Paraguay, constituye la parte más bella de la misión que me está confiada cerca de Vuestra Excelencia. – En el cumplir (sic) este acto solemne estoy orgulloso de presentar el primer saludo de la Nación Sarda a la Nación Paraguaya, la cual por su amor a la libertad y a la Independencia es digna de serle hermana – Tengo el honor Excelentísimo Señor Presidente de poner en Sus manos el Acto oficial que es intérprete de los sentimientos de Su Majestad que reconoce la Independencia del Paraguay». (61)

El presidente contestó: «Muy reconocido a S.M. el Rey de Cerdeña, que ha estimado a la Nación Paraguaya, digna de ser hermana de la Nación Sarda, me glorío en aceptar el reconocim.to que por el digno órgano de V.E. acaba de prestar a la primera nacionalidad que ha surgido en la América del Sud. – La República en testimonio de gratitud está dispuesta a vincular sus intereses con los de Cerdeña, p.r un Tratado de amistad, comercio y navegación». (62)

Por su parte el agente norteamericano declaró: «Al reconocer la independencia de la República del Paraguay, no hago sino confirmar en nombre de mi Gobierno un hecho establecido por más de cuarenta años, hecho, sin embargo, casi desconocido en el mundo comercial como innegable en sí mismo. – No me corresponde, Señor, hacer resaltar las causas internas o externas que por tanto tiempo han afectado el intercurso de este bello país con las grandes potencias mundiales. – Deseo, con todo, felicitar a Vuestra Excelencia por el hecho de que vuestro nombre deba quedar asociado para siempre a la iniciación de una nueva política, la que asegurará incalculables beneficios a vuestra patria, sin ninguna posibilidad de fracasar. – El gobierno de los Estados Unidos anhela con la mayor sinceridad la prosperidad de todos los países, pues encuentra recursos para su propia opulencia en la abundancia de cada región. – No brilla el sol sobre un país más rico en recursos naturales que el Paraguay. – Expreso el deseo común de todos mis compatriotas de que la sabiduría de su política y las virtudes de su pueblo capacitan el Paraguay a realizar un destino digno de sus dones naturales». (63)

López, por su vez, respondió: «La Nación paraguaya la más antigua de la América del Sur, y la primera que ha seguido el ejemplo de la República de los Estados Unidos del Norte, ha esperado confiadamente el reconocimiento que V.E. acaba de hacer en nombre del Exmo. Gobierno de los Estados Unidos, y este acto importante va a estrechar las relaciones de amistad, comercio, y navegación entre las dos Repúblicas». (64)

La bandera de cada uno de los tres países fue saludada por 21 cañonazos, inmediatamente después de la entrega del reconocimiento escrito por su representante. En el puerto contestó con la salva de ordenanza el buque francés Flambart. (65) Pendleton cumplió esta parte de la ceremonia en el Río de la Plata. El 12 de abril, a medio día el barco de la marina de los Estados Unidos de América, Jamestown, disparó 21 cañonazos, «mientras la bandera paraguaya flameaba a proa». (66) Impresionante homenaje, realizada por el cuadro majestuoso de las aguas, por cuyas ondas este anuncio de la existencia de una patria nueva llegaría a los más distantes puntos de la tierra.

Los reconocimientos fueron publicados por bando e impresos en la «Imprenta de la República del Paraguay», iluminándose dos noches «todas las calles» de la ciudad. (67) Asunción vivió horas de intenso júbilo, como en aquellos días memorables en que el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina reconocieron la autonomía de la república. Tres grandes potencias la saludaban esta vez, como formando parte de la familia de las naciones, y el 28 de febrero fue como la apoteosis de la liberación, porque ese día el Paraguay se incorporaba de lleno al comercio del mundo y a la hermandad de los Estados.

Días después, el 4 de marzo, cada uno de los representantes de Inglaterra, Francia, Cerdeña y Estados Unidos, firmó con el general López, designado plenipotenciario del Paraguay, un tratado de amistad, comercio y navegación. Los acuerdos, redactados en un mismo tenor, diferían sólo en el nombre, en la redacción del preámbulo y en el artículo referente a la ratificación. Además, el convenio con los Estados Unidos no incluía el tráfico de esclavos.

Pendleton en sus informes del 4 de marzo y del 22 de abril al secretario de Estado, dio cuenta de la «larga, laboriosa y excesivamente dificultosa negociación» de los tratados. El proyecto aceptado por las partes contratantes fue el inglés, que para el encargado de negocios de los Estados Unidos se adaptaba mejor a los intereses del comercio americano y a los fines de los que venían al Paraguay de la gran república del norte. El presidente López dirigía personalmente las negociaciones. «El era extremadamente ingenioso – agregaba Pendleton – en encontrar pretextos para discutir con nosotros los detalles, pero nosotros estábamos decididos a asegurar lo substancial, por lo tanto nos veíamos en la necesidad de mantener su buen humor en estos incidentes». El artículo 4 quedó como estaba por insistencia de Don Carlos y el 16º lo redactó él mismo. No se labraron protocolos ni actas de las discusiones. En la aludida comunicación del 22 de abril, sobre los actos del 28 de febrero y del 4 de marzo, Pendleton terminaba con esta importante declaración: «El reconocimiento formal era una condición indispensable. El presidente López no ajustaría ningún tratado sin esa formalidad. El hecho de la independencia del Paraguay es tan real como la nuestra propia y ha gozado de una independencia absoluta y paz desde hace 43 años». (68)

Los tratados del 4 de marzo, consecuencia directa e inmediata del reconocimiento de la independencia de la república, establecían la libre navegación del río Paraguay hasta Asunción y la del río Paraná hasta Encarnación. En consecuencia, los ciudadanos de los Estados contratantes podían entrar, salir y permanecer en territorio paraguayo; entrar y salir con sus buques y cargamentos; comerciar con toda clase de productos, sujetándose a los usos y costumbres establecidos. Los mismos derechos se acordaron a los ciudadanos paraguayos que llegasen a los puertos de aquellos países. Las demás disposiciones inspiradas también en una perfecta reciprocidad, se referían a los derechos de importación y exportación, faro, tonelaje, anclaje, etc.; al nombramiento de cónsules y prerrogativas diplomáticas; a la garantía de las personas y de los bienes; a la exención del servicio militar obligatorio; a la libertad de conciencia. Los tratados tenían una duración de seis años y los canjes de ratificaciones con Inglaterra, Francia y Cerdeña, debían efectuarse en Londres, París y Turín, y con los Estados Unidos, en Asunción. (69)

En esta forma el Paraguay rompía su «fabuloso aislamiento». Una nueva etapa de su historia se iniciaba con el ajuste de estos acuerdos. Buques de todas las banderas surcaban las aguas de sus grandes ríos. El comercio tomaba rápido desarrollo y una era brillante de progreso se proyectaba sobre el presente y porvenir de la república. La concordia y la buena inteligencia con las naciones americanas y europeas, bien pronto colocó al Paraguay entre los países más respetados y prósperos del hemisferio.

Pereira Leal remitió a Paulino un ejemplar de cada bando, publicado con motivo del reconocimiento de la independencia de la república, por Francia, Cerdeña y Estados Unidos, e informó que el 4 de marzo esos mismos países e Inglaterra firmaron con el Paraguay tratados de comercio y navegación, de los cuales no ha podido obtener copia. Sólo sabia, por manifestación del presidente, que los convenios durarán seis años, a contar de la fecha de las ratificaciones. (70) El ministro de negocios extranjeros avisó simplemente recibo de esta comunicación sin hacer ningún comentario. (71)


ACABOU DE IMPRIMIR-SE A 10 DE OUTUBRO DE 1976, NO DEPARTAMENTO DE IMPRENSA NACIONAL PARA O CONSELHO FEDERAL DE CULTURA E O INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICQ BRASILEIRO


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXXII

1- A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit.

Paulino a Silva Pontes. Río de Janeiro, 12 de junio de 1852. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado Nº 2 para Pereira Leal.

2- Ib. Ib. Ib. Paulino a Silva Pontes. Reservado Nº 2. Paulino a Silva Pontes. Río de Janeiro, 22 de Junio de 1852. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado Nº 2 para Pereira Leal.

3- Ynsfran, ob. cit., pág. 143 y 144.

4- Ib. Ib. Ib. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia firmada. Borrador en M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58.

Insfran, ob. cit., pág. l48.

Se trata del Reservado Nº 2 ya no del Nº 12, como se lee en la Nota 20 del Capítulo VIII de la obra de Ynsfran.

5- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 9, 27, doc. 6. Original en portugués. Los subrayados son del original.

Ynsfran, ob, cit., pág. 147.

6- Carta cit. Ynsfran, ob. cit., págs, 147 y 148.

7- Carta cit.

Ynsfran, ob. cit., pág. 148.

8- Carta cit.

9- Ynsfran, ob. cit., págs. 145 y 146.

10- A.H.I. Assumpção – Officio – 1847-52. Reservado Nº 18. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 21 de diciembre de 1852. Autógrafo. El subrayado es del original.

Ynsfran, ob. cit. págs. 149 y 150.

El 22 de diciembre, en despacho confidencial, Paulino decía a Silva Pontes: «Veamos lo que Saint Georges, Hotham y Pendetlon hacen en el Paraguay, y espero que el Sr. Leal me avisará de todos los pasos que dieron esos Agentes ante el Presidente y de la manera como fueron acogidos por él». A.H.I. Buenos Aires – Despachos – 1826-56. Borrador.

11- B.N.R.J. – C.R.B. I – 20, 27, 10. Hotham a Varela. Asunción, 23 de diciembre de 1852. Original en inglés y traducción en español.

12- Ib. Ib. Ib. Varela a Hotham. Asunción, 24 de diciembre de 1852. Copia firmada.

13- A.H.I. Assumpção – Officios – 1847-1852. Reservado Nº 19. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 27 de diciembre de 1852. Autógrafo.

14- Nota cit. El subrayado es del original.

Ynsfran, ob. cit., pág. 150.

15- Nota cit.

16- El subrayado es del original.

17- Nota cit.

18- Nota cit. El subrayado es del original.

19- Nota cit.

20- Nota cit.

21- B.N.R.J. – C.R.B. López a Hotham. Asunción, 29 de diciembre de 1852. Copia firmada y simple.

22- A.N.A. Vol. 306. Original. A.H.I. Assumpção – Qfficios – 1853.

23- A.N.A. Vol. 306. Original.

24- Ib. Ib. Copia.

25- Ib. Ib. Bando impreso en la Imprenta de la República del Paraguay.

26- A.H.I. Assunpção – Oficios – 1853. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 5 de enero de 1853. Autógrafo.

Por su parte, desde Buenos Aires, Silva Pontes remitió también a Paulino un ejemplar del bando sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay por Inglaterra. «Según la opinión – decía aquel diplomático – de Pereira Leal y Suin parece que Hotham no logrará celebrar ningún tratado de comercio o navegación. En breve lo sabremos con certeza». Confidencial del 7 de febrero de 1853. A.H.I. Buenos Aires – Oficios – 1853. Original. Paulino avisó simplemente recibo de la nota de Pereira Leal, el 14 de febrero de 1853. Ib. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58.

27- A.H.I. Correspondencia Reservada e Reservadísimo do Governo Imperial em 1853. Paulino a López. Río de Janeiro, 12 de marzo de 1853. Anexo al Reservado Nº 7 para Pereira Leal. Copia firmada.

28- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 1. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 6 de enero de 1852. Autógrafo. Los dos primeros subrayados son del original.

29- Carta cit. En el P.S. Pereira Leal informó que ese día el Locust partió «llevando la Bandera Paraguaya en el tope de proa». Los subrayados son del original.

30- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 2. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 13 de enero de 1853. Autógrafo.

31- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10. Hotham al general López. Asunción, 9 de enero de 1853. Original en inglés. La versión en español reproduce el general López en su nota al ministro inglés del 14 de enero. Copia del original en inglés figura como anexo al Reservado Nº 2 cit.

32- Reservado Nº 2, cit. Los subrayados son del documento. Copia autógrafa de la traducción de Pereira Leal en B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10.

33- Reservado cit.

34- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10. Francisco S. López a Hotham. Asunción, 14 de enero de 1853. Copia.

35- Nota cit.

36- Nota cit.

37- Nota cit.

38- Mannign. Diplomatic..., tomo X, cit., pág. 95. Pendleton a Varela. Asunción, 10 de enero de 1853.

Ynsfran, ob. cit., pág. 151.

Chaves, ob. cit., pág. 185.

39- Reservado Nº 2, cit. Pereira Leal no usa en su nota el término «garabatos» sino «garatujas». El primero no es sino la traducción de éste al castellano.

Ynsfran, ob. cit., pág. 151.

40- Reservado Nº 2, cit. El subrayado es del original.

41- Manning, ob, cit. F. S. López a Pendleton. Asunción, 15 de enero de 1853. Ynsfran, ob. cit., 151.

42- Ib. Ib. Pendleton al general López. Asunción, 15 de febrero de 1853.

Ib. Ib., pág. 152.

43- Nota cit.

44- Nota cit.

45- Manning, ob. cit., pág. 10. López. a Pendleton. Asunción, 23 de febrero de 1853.

Ynsfran, ob. cit., pág. 153.

Chaves, ob, cit., pág. 185.

46- Manning, ob. cit. Pendleton al general López. Asunción, 24 de febrero de 1853.

47- Ib. Ib. Pendleton al general López. Asunción, 25 de febrero de 1853.

48- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 7, 39. Correspondencia entre el Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay y el Caballero de Saint Georges. Saint Georges a Varela. Corrientes, 27 de diciembre de 1852. Original en francés y traducción en castellano.

Ynsfran, ob cit., pág. 150.

49- Ib Ib. Ib. El general López a Saint Georges. Asunción, 1º de febrero de 1853. Copia.

50- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. 3ª Secção – Nº 3. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 19 de enero de 1853. Autógrafo.

51- B.N.R.J. – C.R.B., leg. cit. Saint Georges al general López. Asunción, 18 de enero de 1853. Original en francés y su traducción en castellano.

52- Ib. Ib. Ib. Copia en francés.

El general López comunicó a Saint Georges, el 9 de enero, que al día siguiente le recibirá el presidente. Ese mismo 20 fue designado, el aludido general López como plenipotenciario con «instrucciones convenientes» para que conferenciando con el de «Su Alteza el Príncipe Presidente, pueda ajustar, concluir y firmar un tratado de amistad, comercio, y navegación entre las dos Repúblicas». Leg. cit.

53- Nota de Pereira Leal del 19 de enero, cit.

54- A.H.I Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 4. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 20 de enero de 1853.

55- Nota cit.

56- Nota cit.

57- Nota cit.

58- Ynsfran, ob, cit., pág. 153.

59- El Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles Nº 3. Asunción, 4 de junio de 1853. Historia Documentada de las cuestiones entre el gobierno del Paraguay y el de los Estados Unidos. Asunción, 1858, pág. 6.

R. Antonio Ramos. Conferencia pronunciada en el Centro Cultural Paraguayo-Americano, el 21 de agosto de 1951, sobre Reconocimiento de la independencia del Paraguay por los Estados Unidos.

Ynsfran, ob. cit., págs. 154 y 155.

Chaves, ob, cit., pág. 186.

Los originales de los respectivos reconocimientos obran en el Vol. 306 del A.N.A.

60- A.N.A. Vol. 306. Copia.

61- Ib. Ib., copia.

62- Ib. Ib., copia.

63- Despatches, Argentine Republic, Vol. 8. State Department Records, The National Archives, Washington, D.C.

Manning, ob. cit., pág. 110.

A.N.A. Vol. 306. Traducción al castellano. A ésta preferimos la de Pablo Max Ynsfran, que es la que transcribimos.

Ramos, conferencia cit.

64- A.N.A. Vol. 306. Copia.

65- El Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles, cit.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., pág. 186.

66- Despatches, Argentine Republic,... cit. Isaac Mc Keever, Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos en el Río de la Plata a Pendleton. Buenos Aires, 12 de abril de 1853. Nota inclusa en otra de Pendleton al secretario de Estado, donde aparece sin fecha. Sin embargo, la traducción publicada en El Progreso de Buenos Aires, Nº 341, lleva la fecha indicada. Ynsfran tradujo también este documento, basado en el remitido por Pendleton.

El Semanario de.... Nº 7. Asunción, 2 de julio de 1853.

Ramos, conferencia cit.

67- A.N.A. Vol. 306.

68- Manning, ob. cit. Pendleton al secretario de Estado, 4 de marzo de 1853. pág. 104; y 22 de abril de 1853, pág. 105.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., págs. 186 y 187.

69- A.N.A. Vol. 306. Original del tratado con Inglaterra, escrito en dos columnas, una en inglés y otra en castellano.

Du Graty, ob. cit., págs. 134 a 140.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., pág. 188.

70- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Pereira Leal a Paulino, Asunción, 9 de marzo de 1853. Autógrafo.

71- Ib. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 16 de abril de 1853. Borrador.



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