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Andrea Piccardo
  ENLACE Y DESENLACE - Serie V脥NCULOS, 2006 - Obra de ANDREA PICCARDO


ENLACE Y DESENLACE - Serie V脥NCULOS, 2006 - Obra de ANDREA PICCARDO

ENLACE Y DESENLACE

De la serie V脥NCULOS, 2006

脫leo sobre tela

Obra de ANDREA PICCARDO

Estas son algunas de las obras que expuse en el Centro Paraguayo Japon茅s (Asunci贸n, Paraguay) en el 2006. En estos trabajos he tratado de reflejar mi mundo familiar y afectivo trabajando con im谩genes de mis hijos. No me interesaba tanto mostrar la identidad, sino m谩s bien jugar con el espacio que vincula a las figuras y con algunos elementos simb贸licos que hablan del relacionamiento, de lo que nos une y lo que nos separa. Las obras est谩n realizadas en 贸leo sobre lienzo.

Calor humano


Parte del juego

(Colecci贸n de Sila Estigarribia)

El curso de los sue帽os

Desde aqu铆

(Colecci贸n de Margarita D铆az de Vivar)

Ecos en el vac铆o

(Colecci贸n particular)



Fuente:

http://www.andreapiccardo.blogspot.com/




IDA Y VUELTA (CUENTO)

Mir贸 la punta gastada de su zapato izquierdo cuando puso el pie sobre el escal贸n. Ten铆a que agarrarse con la misma mano que sujetaba el bast贸n y hacer un esfuerzo enorme para levantar todo el peso de su lado derecho. A medida que pasaba el tiempo cada primer pelda帽o estaba m谩s lejos del suelo; la mano agarrotada y la pierna que arrastraba al caminar se negaban a colaborar en el ascenso; el pie derecho se le enganch贸 debajo del escal贸n, haciendo de las suyas, como siempre, insubordin谩ndose para incomodarlo. En el forcejeo se le cay贸 el bast贸n y tuvo que agacharse a recogerlo, dependiendo, en una maniobra estrat茅gica, arriesgada y un poco grotesca, de la habilidad de una sola pierna contra la fuerza de la gravedad de su problema f铆sico. Emprendi贸 de nuevo la subida, percibiendo que el chofer ya perd铆a la paciencia y hac铆a sonar el acelerador. Y despu茅s estaba el molinete, y la mitad de su cuerpo queriendo quedarse de un lado mientras la otra mitad trataba de empujar el maldito artefacto herrumbrado que se negaba a girar, sum谩ndose al complot de los molinetes contra la humanidad. El 贸mnibus arranc贸 enseguida, cuando todav铆a no hab铆a llegado a sentarse, y le cost贸 mantener el equilibrio mientras trataba de aferrarse de alguna parte con la mano que sosten铆a el bast贸n. Por fin lleg贸 al asiento que, para su desgracia, era de pl谩stico y no tard贸 en ensa帽arse con cada una de sus v茅rtebras con el traqueteo del veh铆culo; eran una tortura para sus nalgas huesudas los saltos del coche latoso y sin amortiguadores sobre el empedrado que segu铆a la bien calculada distribuci贸n de piedras en forma totalmente irregular, para facilitar la formaci贸n de baches y sugerir la representaci贸n simb贸lica de la sociedad del amiquemeimportismo y el cadacualtiraparasulado.


Desde que Luc铆a se fue de la casa cada vez ten铆a menos ganas de cocinar y ya estaba cansado de comer 鈥渆mpanadas o fiambre con pancito鈥. No hab铆a mucho que elegir en las despensas del barrio, as铆 que estaba adelgazando mucho. Adem谩s, ten铆a que arregl谩rselas con una sola mano, por eso era dif铆cil cocinar y peor lavar la olla o la sart茅n. Antes Luc铆a ven铆a a menudo a su casa, pero despu茅s alquil贸 un departamento m谩s cercano al centro, m谩s caro, motivo por el cual nunca ten铆a plata. Desde entonces, cada ma帽ana se levantaba pensando en lo que iba a decidir ese d铆a: mate o terer茅, seg煤n hiciera fr铆o o calor, y por supuesto casi siempre ganaba el terer茅. As铆 se aferraba a esta ceremonia que le ayudaba a sorber las amarguras de su vida con las de la yerba y a pasar el tiempo. Rutina que s贸lo romp铆a una vez al mes, para ir a cobrar la jubilaci贸n.


鈥淎lberto, te amo. Alicia鈥, estaba escrito en el respaldo del asiento frente al suyo con letras temblorosas y tinta indeleble. Algunos respondieron a este mensaje con groser铆as, otros advirtieron a Alicia que Alberto la enga帽aba, una se sum贸 a su amor por Alberto, otros agregaron adjetivos que pon铆an en duda la virilidad del sujeto, otros fueron indiferentes y simplemente pusieron 鈥淒ale Olimpia, Campe贸n鈥.


Un chico subi贸, dijo algo incomprensible y como recitado de memoria mostrando unos dientes podridos. Despu茅s se puso a cantar con voz chillona, con un ritmo extra帽o e irregular, algo que no pod铆a llamarse melod铆a, que a veces dejaba reconocer alguna palabra, como 鈥淛es煤s鈥 o 鈥淪e帽or鈥. Al terminar pas贸 por cada asiento pidiendo plata.

Cuando era chiquita, Luc铆a cantaba todo el tiempo. Mientras canturreaba como si estuviera en trance, inventando letras incoherentes, jugaba con 茅l como si fuera un juguete grandote. Practicaba peinados extra帽os con ruleros y gomitas, lo que le hac铆a dormitar cuando no le tironeaba de m谩s el cabello en un arrebato de entusiasmo fren茅tico. El viento caliente que entraba por la ventanilla le record贸 su aliento agitado entre estrofas chifladas y ademanes de peluquera. No parec铆a la misma que ahora apenas ven铆a a visitarlo, generalmente cuando necesitaba un 鈥減r茅stamo鈥. No era culpa de ella, estaba seguro. Desde que se cas贸 con ese tipo se rompi贸 la conexi贸n que hab铆a entre ellos.


El ruido del acelerador y el coche detenido m谩s tiempo de lo normal lo distrajeron de sus cavilaciones. Se solt贸 la conexi贸n del nosequ茅, le pareci贸 escuchar, por eso dej贸 de funcionar; hay que bajar y esperar, y esperar, y esperar el siguiente.


En realidad todo cambi贸 desde el d铆a en que se enferm贸 y su lado derecho dej贸 de funcionar; su mujer no aguant贸 y su matrimonio tambi茅n dej贸 de funcionar. Entonces se qued贸 con Luc铆a; ella hizo lo que pudo para ayudarle en los momentos m谩s dif铆ciles, hasta que logr贸 volver a caminar arrastrando la pierna derecha, pero despu茅s se cas贸 y se fue, as铆 que 茅l se qued贸 con la fiel compa帽铆a del mate o el terer茅, un perro flaco como 茅l, el televisor y la radio.


La radio sonaba a todo volumen y la cachaca se confund铆a con el tronar de los vidrios flojos de las ventanillas. Luego de haber pasado dificultosamente por una nueva, rid铆cula y traum谩tica experiencia de 鈥渄escenso y ascenso al transporte p煤blico por persona discapacitada鈥, la gente que hab铆a visto subir una a una al otro veh铆culo, mostrando en sus fisonom铆as y en su ropa alguna evidencia de su historia, o alg煤n motivo para inventarles una, al entrar al 贸mnibus, que ya estaba bastante lleno, se fundi贸 en una masa compacta que sufr铆a estoica y aglomeradamente la brusquedad de los arranques y frenadas. Cuando ya hab铆a respirado una buena dosis de vapor corporal se dio cuenta de que ya estaba llegando. Era dif铆cil sostenerse y abrir un camino entre carteras, bolsos, mochilas, obesidades y adem谩s sortear alguna canasta llena de chipas en el piso. Peg贸 unos cuantos bastonazos sin querer a algunos pasajeros para poder estirar la cuerda que accionaba el timbre, se qued贸 trabado en el molinete trasero (隆para qu茅 mierda ponen un molinete en la parte de atr谩s!), se le encaj贸 el bast贸n entre los hierros y cuando ya casi estaba por bajar el colectivero arranc贸, pero por suerte alguien toc贸 el timbre de nuevo, entonces el coche se detuvo y 茅l logr贸 descender, escurri茅ndose entre esa masa de cuerpos h煤medos, siendo parido desde ese 煤tero de chatarra para ser recibido por un sol abrasador.


Un rato m谩s tarde, despu茅s de cobrar, estaba en la parada pensando: 鈥渉oy Luc铆a va a venir a casa鈥. 脡l le ayudaba a pagar el alquiler. El 贸mnibus tardaba much铆simo o el calor estiraba los minutos, pero al fin lleg贸; estaba muy cansado y presinti贸 que esta vez no iba a poder levantar todo el peso de su lado derecho. Se qued贸 quieto un instante con el pie en el escal贸n, mirando la punta de su zapato, gastada y descuidada como 茅l, sintiendo una pesada bolsa caliente en su espalda. Justo cuando su coraz贸n dilatado empezaba a filtr谩rsele por los poros alguien le ayud贸 a subir. El chofer le rechaz贸 el dinero; 鈥減as谩 nom谩s, abuelo鈥, le dijo. Por suerte este 贸mnibus no ten铆a molinete, adem谩s sus asientos eran acolchados y muy, pero muy blandos. Una brisa perfumada le sec贸 el sudor de la camisa. 鈥淧arece que este viaje va a ser c贸modo鈥, pens贸, relaj谩ndose con la suave vibraci贸n del veh铆culo que se deslizaba sobre una ruta azul. Unos ni帽os vestidos de blanco subieron a cantar, con voces afinadas y dulces, acompa帽ados por la orquesta que se escuchaba en la radio, mientras le铆a en el respaldo del asiento de enfrente, con letras claras y tinta indeleble: 鈥淧api, te amo. Luc铆a鈥.


Andrea Piccardo

Fuente digital:

http://www4.loscuentos.net/cuentos/local/andrula/

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