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LA MASONERÍA Y EL PROCESO HISTÓRICO DEL URUGUAY - MARIO DOTTA OSTRIA

LA MASONERÍA Y EL PROCESO HISTÓRICO DEL URUGUAY - MARIO DOTTA OSTRIA

LA MASONERÍA Y EL PROCESO HISTÓRICO DEL URUGUAY

MARIO DOTTA OSTRIA



“LA MASONERIA Y EL PROCESO HISTORICO DEL URUGUAY”

Esta investigación se inscribe en el marco de una orientación determinada por la decisión de que se integre a la historiografía uruguaya, rioplatense y aun a la de la cuenca, los aportes y la incidencia del papel de la Masonería en el devenir histórico del Uruguay y de la región.

No se encontrará en ella nada de lo que esta Institución guarda como arcano, su docencia interna, y sus concepciones espirituales, que sólo podrán ser sospechadas por la calidad de sus obras; pero sí se expondrá aquello que ha servido de sustento y que fue integrado a la vida social y política del país, en sus planos positivos – que lo hubo en fuertes ingredientes– como en sus planos negativos emergentes, generalmente provocados por los enfrentamientos cuando la política profana, cada tanto, encendía sus hogueras en las que se desfogaban las pasiones disfrazadas –muchas veces– de ideales sagrados.

Se trata pues de una historia del proceso uruguayo vista como nunca se vio, con el aditamento, siempre soslayado por falta de documentación adecuada, del trabajo de la Masonería a través de la acción de los masones, llevando su formación y sabiduría al mundo profano, en las más diferenciadas actividades sociales, políticas y culturales.

Desde el punto de vista metodológico y en relación a la periodización histórica, en este trabajo se fundirán en un mismo crisol la cronología clásica, sobre todo la política con la masónica y la cultural, lo que significará –eso creemos– una forma atípica de abordaje a los procesos históricos del país, que servirá para tener una visión diferenciada de los mismos.

Esta investigación, según el plan que se trazó el autor, abarcará, en su primera parte desde los antecedentes coloniales hasta la conformación de una potencia masónica reconocida por las demás del Universo, con la creación del Serenísimo Gran Oriente del Uruguay en 1856, y de allí hasta finales del siglo XIX, quedando el tratamiento del siglo XX para la segunda parte de este trabajo.



MARIO DOTTA OSTRIA

TITULO DE GRADO: Licenciado en Ciencias Históricas - Especialidad en Historia Contemporánea

Universidad Mayor de la República. Montevideo – Uruguay


TITULO DE POSGRADO: Magister en Ciencias Humanas - Universidad Mayor de la República

Especialidad en Estudios Migratorios. Montevideo – Uruguay


PROFESOR RESPONSABLE

DE LA CATEDRA DE: Historia Contemporánea en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Universidad Mayor de la República. Montevideo – Uruguay


PROFESOR RESPONSABLE

DE LA CATEDRA DE: Historia Contemporánea de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación de la

Universidad Mayor de la República. Montevideo–Uruguay


DOCENTE – INVESTIGADOR

PUBLICACIONESMASIMPORTANTES

“El Uruguay Ganadero” 2° Premio del Concurso de la Asociación Rural, Ed. Banda Oriental, Montevideo, 1972.

“Controvertidos orígenes del Universidad de la República Sionismo contemporáneo” Montevideo, 1990

“El Artiguismo y la Revolución Fundación de Cultura Universitaria Francesa” Montevideo, 1991.

“La República española y las Universidad de la República Izquierdas Uruguayas” Montevideo, 1993

“Los Decretos de Ventoso y el Universidad de la República Reglamento Artiguista de 1815” Montevideo, 1993

“Las corrientes democráticas y Revista Garibaldi N° 10 el Artiguismo” Montevideo, 1994

“Giuseppe Mazzini, pensador Revista Garibaldi N° 11 republicano y demócrata” Montevideo, 1995

“De Octubre a Kosovo, Fin de Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 1998 una Utopía”

“Italianos, Masonería e Iglesia En proceso de edición durante el Gobierno de Santos


LA MASONERÍA Y EL PROCESO HISTÓRICO DEL URUGUAY

MARIO DOTTA OSTRIA


I. PREFACIO

I. 1) FUNDAMENTACIÓN

Luego de reflexionar largamente sobre la posibilidad de abordar esta investigación y madurar los objetivos propuestos, llegamos a la conclusión, no sólo de la validez de los mismos sino de la necesidad y legitimidad de llevarlos a cabo.

En la historiografía del Uruguay, como la de tantos otros países, se aprecia la existencia de factores no abordados; de otros no tratados con la debida profundidad y algunos apenas mencionados colateralmente en ella o, a veces, intencionalmente soslayados.

Pensamos en tres de ellos para nuestro medio, que nos parecen relevantes:

1) el aporte de la inmigración;

2) el de la Iglesia Católica, y en menor medida de otras confesiones religiosas;

3) los de la Masonería, a la formación institucional y política del país.

Con respecto al primero expresamos que en época ya avanzada de consolidación nacional, el censo realizado por Nicolás Granada en setiembre de 1884 indicaba que de 164.028 habitantes de Montevideo, 72.781 habitantes eran extranjeros (1), pero debe inferirse que entre los 91.247 habitantes restantes una gran parte la componía los hijos de aquéllos.

Efectivamente, la existencia de 60.519 habitantes en edades desde menores de un año hasta los catorce años de edad, (2) así lo sugieren, mostrándonos una sociedad montevideana en la que existía –de hecho– una mayoritaria incidencia extranjera si nos atenemos a estas cifras.

Debemos marcar que la historiografía nacional tampoco recoge mayormente la existencia de extranjeros en el interior, hecho a rectificar para poder comprender a cabalidad los procesos históricos del Uruguay que vivimos.

Igualmente vale la reflexión para la otra ausencia referida: la de la Iglesia; importante presencia desde la conquista y colonización de América por parte de España, influida en algunos sectores a partir del siglo XVIII por las ideas de la Ilustración que le permitió marcar presencia, a veces positiva y a veces negativa para el mundo americano, en los pródromos de la independencia; y aún después, marcando un notorio viraje ultramontano durante los papados de Gregorio XVI, Pío IX y León XIII, que le imprimió una militancia incisiva contra el proceso de laicización del Estado, el de la enseñanza y contra la Masonería, el liberalismo, las sociedades bíblicas, el socialismo, etc., ya en la segunda mitad del siglo XIX.


Por último, el tercer factor ausente: la Masonería, cuya incidencia en el mundo exterior a sus templos, marcó una presencia notoria alrededor de ciertos objetivos como el de la laicidad, pero también otros, como los de las coyunturas en la que estaban en juego la guerra o la paz, la de la Reforma de la educación escolar y secundaria, la de la organización y vida de la enseñanza universitaria, la del periodismo, los múltiples objetivos filantrópicos, los primeros del mutualismo, los sindicales, y las múltiples del asociacionismo, de las que quedan como testimonio la apreciable cantidad de palacios de las Asociaciones de Socorros Mutuos extranjeras y de otras sociedades filantrópicas y cosmopolitas, no sólo en Montevideo, sino en las principales capitales y pueblos del país.

Todo esto es lo que hace a la necesidad profunda de estos aportes que enriquecerán la historiografía nacional, y que probablemente también le permitirá reinterpretar en profundidad la génesis de la sociedad uruguaya, con un enfoque más universalista, tratando de superar el localismo provinciano.

Acorde con lo anteriormente expuesto, trataremos de entresacar del proceso histórico del Uruguay, el papel que le cupo a la Masonería en la vida del país, de acuerdo a pautas que iremos explicitando.


1 - Acevedo, Eduardo, Anales Históricos, Ed. Barreiro y Ramos, Montevideo, 1934, Tomo IV, pág. 285.

2 - Ibidem.


I. 2) LA MASONERÍA EN EL URUGUAY

Si bien la Masonería es una institución cuya protohistoria se hunde en lo hondo de los tiempos, y su historia refiere a su formalización en Inglaterra entre la segunda y tercera década del siglo XVIII, nosotros decidimos abordar el tema imponiéndonos un rigor mínimo que fuera determinante a la seriedad de la investigación, de acuerdo a los siguientes parámetros:

1) No incursionar en temas que no se pudieran tratar con el aporte documental correspondiente.

2) No realizar afirmaciones que tuvieran solamente el asidero de la tradición, sin dejar lugar a la duda y a otras probabilidades.

3) Determinar, ante cualquier afirmación o conclusión, el correspondiente corpus documental.

Debemos además, dejar claramente establecido que no abordaremos las características internas de la vida masónica por lo que hace a su propia cualidad de discreción, salvo cuando la misma –por diferentes crisis internas– provocaron una repercusión particular en sus manifestaciones externas, de trascendencia social; porque generalmente, estas crisis provenían no de los supuestos y principios permanentes de la Orden, sino de las debilidades humanas de los hombres que la componían, que traían a sus templos las intemperancias del mundo externo, y que, en general, eran expresión de ambiciones personales, o impulsos bien intencionados pero erróneos en sus medios y objetivos, que necesariamente entraban en colisión con los principios de la Institución.

Si bien escuela de perfeccionamiento humano, la Masonería no podía ni puede garantizar ni decretar la muerte de la ambición, de la mentira, de la ignorancia, en cada uno de sus integrantes; pero sus diáfanos principios, en cada coyuntura conflictual o adversa, permitieron retomar en cada caso el rumbo hacia los objetivos positivos propuestos.

Creemos que esta investigación servirá, además, para aventar prejuicios que siempre rodeó a la palabra “masonería” y “masón”, y podrá apreciarse cómo, en cada proceso o momento álgido o ardiente de la vida nacional, la Masonería tuvo una particular, y, generalmente, positiva incidencia.

Queremos con este trabajo contribuir a realizar uno de los tres aportes ya aludidos que marcamos como carencia –la incidencia de la Masonería uruguaya en que así lo podamos lograr.


I. 3) PRECISIÓN

No pretendemos, como en otras obras sobre el tema que hemos tenido a la vista, el hacer una “Historia de la Masonería” que parta de sus orígenes universales, pues nos parecería que sería abundar en la tarea de extracción de piedras de una cantera suficientemente trabajada, y aún con herramientas inciertas.

No deseamos dar la idea de una historia de la Masonería presuntiva, abordando el proceso desde la protohistoria de la misma. Nuestra idea es hacer arrancar la búsqueda desde el proceso fundacional de creación de la potencia masónica en el Uruguay, reconocida por las demás del mundo; es decir, desde la década de los cincuenta del siglo XIX, y su incidencia en el “mundo profano”, precedida de los antecedentes necesarios que se poseen a efectos de lograr el cuadro histórico que ayude a ubicarla.

Pretender abarcar más sería imposible por no contar nosotros con los repositorios documentales de las otras grandes potencias masónicas de América del Sur, de América del Norte, y de Europa.

Nuestra metodología consistirá en hacer el trabajo esforzándonos por acopiar toda la documentación que se obtenga, ficharla, interpretarla, someterla a la crítica histórica y concretar finalmente una visión, que será -como la de toda investigación histórica- una interpretación provisoria hasta que otro historiador y otra generación, halle nuevos enfoques y nueva documentación que le permita enmendar errores, enriquecer interpretaciones, y elaborar otras visiones desde su momento y desde su nueva óptica, pues –como lo expresó Benedetto Croce– “ogni storia è storia contemporanea”.

Por último, hacemos hincapié en el rol de la metodología; y para expresarlo lo hacemos con estas palabras del ilustre genealogista Juan Alejandro Apolant:

“...El historiador no es (o no debería ser) un escritor de historias. El que escribe seriamente sobre un tema histórico, sea de la índole que fuere, sin indicar correcta y completamente las fuentes de los datos aportados o de los documentos transcriptos o citados, comete, en nuestra opinión, un crimen de lesa ciencia. A la “historia” así escrita hay que enfrentarla ya de entrada siempre con extrema desconfianza, considerándola prima facie, pseudo historia, el origen de una información, la fuente de cualquier dato consignado, es primordial en un trabajo de investigación3”.

Eso no debe inhibir a que, en el trabajo de interpretación, el historiador no deba “opinar”, y aún conjeturar, tomando en cuenta las probabilidades; pero debe presentarlas como tales, y no como certezas, ya que existen y seguirán existiendo en toda investigación zonas obscuras por falta de datos perdidos definitivamente o aún no hallados.

Trataremos de aclarar en cada caso lo que son hechos incontrovertibles, y cuales nuestras opiniones y conjeturas, y también las de otros.

En todo caso, ellas servirán para confrontación con otras interpretaciones y siempre dejarán el camino abierto a nuevas investigaciones.

Tal para nosotros los parámetros éticos de toda investigación. 3 Apolant, Juan Alejandro, “Génesis de la familia uruguaya”, Imp. Vinaak, Montevideo, 1975, 2ª edición ampliada, Tomo I, pág. 3.



II) ANTECEDENTES DE LA MASONERIA ORIENTAL

II. 1) INDICIOS DE ACTIVIDAD MASÓNICA EB LA ÉPOCA COLONIAL.

Desde el momento de su fundación –a principios del siglo XVIII en Inglaterra– la Masonería hacía su entrada subrepticia en los países de Europa y prontamente en América.

Esta afirmación aunque presuntiva, probablemente fuera cierta, ya que la

Masonería haría su aparición temprana en España 1732, pocos años después de su institucionalización en Gran Bretaña.

Luego de la Bula papal “IN EMINENTI APOSTOLATUS SPĒCULA” de 17384 anatematizando a los masones, el Rey Felipe V, sintiéndose obligado por ella, lanzó un Decreto contra la Institución, en virtud del cual fueron prisioneros muchos miembros de la Logia de Madrid en los calabozos de la Inquisición (5).

El 15 de junio de 1751, una nueva Bula, esta vez de Benedicto XIV, reafirmaba la excomunión (6) y en España arreciaron las persecuciones a cuyo frente se encontraba el Censor y Revisor de la Inquisición, el Padre Tobarrubia, cuyo objetivo fundamental era extirpar la Francmasonería del reino hispánico (7), para lo cual logró ser iniciado en la Orden masónica, para luego –violando su juramento realizar la acusación correspondiente ante el Tribunal Supremo de Justicia de la Inquisición, en la capital española, “contra la abominable Institución de la Francmasonería8”, adjuntando una lista de las Logias en ese momento existentes en España, que eran noventa y siete (9).

A causa de esta acusación millares de francmasones fueron presos y torturados, al tiempo que Fernando VI, a la sazón Rey de España ordenó publicar un Decreto mediante el cual prohibía “el ejercicio de la Francmasonería, por ser una Orden sospechosa y perjudicial a la Religión y al Estado, incurriendo los contraventores a esta disposición en la desgracia del Rey y en otros castigos, de los cuales no se librarían los extranjeros (10)”.

A pesar de las amenazas, la Masonería española se reagrupó y siguió trabajando en la clandestinidad, principalmente en las Colonias, como es el caso de La Habana (11).

Sin duda, luego del advenimiento de Carlos III, que entra a España con su séquito de políticos y Ministros napolitanos, la Masonería tuvo una mayor posibilidad de desarrollo y de incidencia en la sociedad y aún en el Gobierno; y eso repercutió indudablemente en el mundo colonial hispánico por la venida de distinguidos funcionarios ilustrados, algunos como Azara, fecundado por la

Ilustración francesa y -entre ellos- varios que muy probablemente fueran masones, en número mayor que el imaginado.

Río de la Plata se ubican durante a finales del siglo XVIII a través de masones españoles que como Don José Joaquín de Viana, llegaron a estas tierras habiendo sido ya iniciados en la península ibérica...12”. Si bien el autor del citado trabajo no presenta pruebas de dicha aseveración, sobre el primer Gobernador de Montevideo, el historiador Pablo Blanco Acevedo, expresa que: “...El mismo Gobernador Viana, tenido por los Jesuitas como francmasón, se apoya en sus dictados con el Consejo de los franciscanos...13”, por lo que podemos presumir que Viana fuera masón, aunque no afirmarlo categóricamente.

Para entender estos momentos, debemos recordar hechos como el motín contra el Estado promovido en la Metrópoli contra la política de modernización de Carlos III, en el que los Jesuitas cumplieron el papel de agitación.

Fue en 1766, un año antes de la expulsión de la Orden de Loyola, que el

Ministro de Carlos III, Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, francmasón que independizó la Masonería española, creando la Gran Logia Madre, de la que fue su primer Gran Maestre14, intentaba modificar las viejas estructuras agrarias mediante la Real Provisión de ese año, en que se encaraba el problema de la tierra en la región posiblemente más pobre de España.

Por la misma se planteaba el “... repartimiento de las tierras baldías y concejiles y de todas las tierras labrantías propias de los pueblos de

Extremadura...15” entre los vecinos más necesitados, con la condición de que las cultivas en por sí mismos. A esto se agregaría la Real Cédula de 1767, promoviendo la colonización de una zona de la Sierra Morena.

Ante este espíritu de reformas estalló el motín, digitado por el alto clero, la aristocracia, y especialmente por los Jesuitas, contra una medida coyuntural –si bien despótica– del Ministro Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, que imponía el uso de la capa corta y el sombrero de tres picos en lugar de la capa larga y el sombrero chambergo que se venían usando, medidas típicas del despotismo ilustrado de la época. Pero la modernización a la europea de Esquilache no era sólo del atuendo, sino que intentaba modernizar Madrid, mediante el empedrado de las calles; modernización que impulsaba una nueva economía y rompía esquemas antiguos; de ahí el malestar también de los antiguos gremios de origen medieval.

El motín desarrollado entre el 23 y 26 de marzo de 1766, no tenía pues el principal fundamento en la irritativa medida tomada sobre el uso de capas y sombreros, sino principalmente, en la cuestión agraria y en la mayor libertad de comercio y servicios, que puso contra el Gobierno a los estamentos más conservadores: la aristocracia, el alto clero y los gremios mayores de Madrid, que combinados y soliviantados por los Jesuitas, desembocó en el llamado motín de Esquilache.

La asonada tenía también tintes nacionalistas pues Carlos III, anteriormente Rey de Nápoles, se había trasladado a España con su séquito de Ministros – Grimaldi, Esquilache, etc.– quienes luego del motín fueron sustituídos por ilustrados españoles: Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, y José Moñino, Conde de Floridablanca.

Sin duda es más que probable que la Masonería española hubiera incidido en los acontecimientos, pues al año siguiente, como contrapartida de la asonada, se producía el Decreto de expulsión de los Jesuitas de España y de América, a lo que siguió posteriormente en 1773 –durante el papado de Clemente XIV– la supresión de la Compañía de Jesús.

La expulsión de los Jesuitas también estuvo basada en la conducta de la Orden ante el Tratado de Madrid de 1750, por el cual gran parte del territorio misionero pasaba a la jurisdicción del Rey Juan VI de Portugal, Tratado resistido por los Jesuitas con las armas en las manos, durante los tres años de la Guerra Guaranítica (1753 a 1756), oponiéndose a la Comisión Demarcadora de los nuevos límites enviada por España y presidida por el Marqués de Valdelirios.

Estos acontecimientos trajeron consecuencias para América y el Río de la Plata, y es lo que puede explicar la rivalidad entre, en ese entonces, Gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos –que subrogaba en 1756 al General Pedro Andonaegui– y el Gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana.

Al respecto nos expresa Apolant: “...Mientras las relaciones de Viana con el Capitán General José de Andonaegui eran excelentes y serían nuevamente excelentes con Vértiz, el Gobernador de Montevideo chocó con Pedro de Cevallos prácticamente a partir de su primer encuentro; divergencias originadas inicialmente por la inclinación (casi morbosa) de Cevallos hacia los Jesuitas y el hecho de considerar tercamente adversarios suyos a todos los que pensaban de otro modo; y entre los últimos se encontraba Viana quien, desde la época del Tratado de límites, era contrario a la Compañía de Jesús y partidario y leal al Marqués de Valdelirios quien, nombrado Comisario Demarcador por parte de España, había llegado al Río de la Plata en enero de 1752. De los continuos choques entre Viana y Cevallos quien lo calumnió, difamó y denigró en forma inconcebible al Gobernador de Montevideo, en cada oportunidad, hay infinidad de ejemplos...por demás reveladores del carácter altivo de Viana y por otra parte del carácter repudiable de Cevallos...(16)”.

Además de con Viana, Cevallos tuvo conflictos con muchos funcionarios ilustrados como José de Andonaegui, Tomás Hilson, Pedro Hidalgo, por lo que resultó que el Real Consejo de Indias no tomara en cuenta las acusaciones difamatorias de Cevallos contra Viana y en cambio destacara sus virtudes, expresando el sentir popular de los habitantes de la Banda Oriental: “...se hizo tan amable de aquellas gentes que todos, hasta los niños, le apellidan con el nombre de Padre al verle pasar por las calles siendo lo más singular la estimación de los indios tapes...(17)”.

El enfrentamiento entre Cevallos y Viana, muestra el choque entre la mentalidad ultramontana y la liberal que se iba abriendo paso. Las acciones caritativas de Viana se condecían con su probable filiación masónica.

Para comprender el perfil liberal del Uruguay debemos entender pues, el camino trazado por muchos liberales ya desde la época colonial.

Toda religión institucionalizada lleva en su seno, como larvada amenaza, el exclusivismo fundamentalista. Tal la Iglesia católica con su adosamiento al poder de los Estados y su reivindicación de fe exclusiva y única sucedieron...(26)”.

El Jesuita Guillermo Furlong refiriéndose a Joaquín de la Sagra y Peris, expresó que...“En las administraciones de 1824-25 ocupó el puesto de Secretario el hombre a quien más debe el Hospital y la Imprenta de Caridad. Fue un ciudadano digno sucesor y émulo de Maciel. No puede negarse que desde el año 20 hasta el 43 (en que tuvo que entregar la Dirección al Gobierno de la Defensa), fue Sagra el alma de la filantrópica institución...(27)”.

Por su parte Nicolás Herrera manifestaba en 1825...”La obra que más puede envanecer a la ciudad de Montevideo es el Hospital, y esa obra se debe muy particularmente a Sagra. Dios quiera conservarlo 50 años más en esa manía de engrandecerlo, pues es lo único bueno y ordenado que tenemos en el país... (28)”.

También Lucas Obes por aquellas épocas opinaba: ”Por tantos títulos, Sagra puede llamarse “El Padre de los expósitos” y el amigo de todos los que sufren...(29)”.

En cuanto a la “Hermandad de Caridad” como institución no se puede afirmar que fuese una Logia Masónica, pero es probable que en su segunda época – la de la construcción de la fachada actual sobre la calle 25 de Mayo– bajo la influencia de Joaquín de la Sagra y Peris, haya sesionado impregnada del estilo y del espíritu de la Masonería.

De la escasa documentación que pudimos consultar, puede extraerse que tres connotados masones la integraban: el ya susodicho Sagra, que en enero de

1831 ocupaba el cargo principal –Venerable Maestro– de la Logia N° 2 “Constante Amistad”, y también de dicha Logia, Manuel Besnes Irigoyen y Bernardo Pereira de Mezquita 30, que a su vez fueron diputados de la Hermandad de Caridad.

Los masones ingleses de 1806-1807 también fueron trascendentes para el tema que nos ocupa. Dominadores de Montevideo, impactaron a su población con una celebración masónica durante el solsticio de verano del hemisferio norte, y de invierno en el austral, tal como muy brevemente lo consigna el diario editado por los invasores (31).

Dichos francmasones se propusieron la afiliación segura de un criollo y probablemente de algunos más. Esta aseveración se debe por tener el facsimilar del documento archivado en la Gran Logia de Inglaterra (32)

El texto de su Certificado puede inducir a creer como probable que Miguel Furriol ya hubiera tenido cultura y afiliación masónica, ya que se le otorgaba el tercer Grado de maestro Masón, “...después de un perfecto conocimiento de los dos grados de la Masonería...33”, lo que reafirmaría la posibilidad de la existencia de actividades masónicas durante la época colonial en nuestro país.

4 - Manzanares Vidal, César, “Diccionario de los Papas”, Barcelona, Península, 1997, pág. 125.

5 - Frau Abrines, Lorenzo, “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”, México, Ed. Del Valle de México, S/F, Tomo IV, pág. 143-144.

6 - Manzanares Vidal, César, Ob. Cit. pág. 125.

7 - Frau Abrines, Lorenzo, Ob. Cit., Tomo IV, pág. 144.

8 – 9 – 10 – 11 - Ibidem.

12 - Scardino, HumbertoW., “Breve esquema con los antecedentes sobre el desenvolvimiento y actuación de la Masonería en el Uruguay siglos XVIII y XIX”, Montevideo, 2001, Inédito.

13 - Blanco Acevedo, Pablo, “El Gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la nacionalidad”, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1944, pág. 86.

14 - Frau Abrines, Lorenzo, Ob. Cit. Tomo I, pág. 21.

15 -  Tuñón de Lara, Manuel, “La España del siglo XIX”, Madrid, Biblioteca Literaria, 2000, Tomo I, pág.28.

16 - Apolant, Juan Alejandro, Ob. Cit., Tomo II, pág. 931-932.

17 - Ibidem, pag. 942 (Fallo del Real y Supremo Consejo de Indias, en Madrid, 11 de marzo de 1768).

26 Reyes Thevenet, Alberto, Ob. Cit.

27 – 28 – 29 - Ibidem.

30 - Salsamendi, Miguel, Ob. Cit. pág. 33.

31 - “The Sauthern Star”-“La estrella del Sur” (bilingüe), N° 6, sábado 27 de junio da cuenta: “El miércoles 24 del corriente se celebró en esta ciudad el día de San Juan Baptista por el Cuerpo de Francmasones”.

32 - “Lodge N° 192, Held in Majesty’s 47th Regiment of Foot. Principium et Finis. A todos los Verdaderos Noachides iluminados en los misterios sagrados de la Cábala Divina en que ésta represente, Certificamos de nuestra parte como el portador nuestro Hermano D. Miguel Furriol, introducido y aprobado en nuestra Logia 192 bajo el Registro de Irlanda quien después de un perfecto conocimiento en los dos Grados de la Masonería fue elevado al digno y honrado Grado de Maestro Masón. Por cuyas consideraciones lo recomendamosa todos y en particular a cada uno en nuestra Fraternidad a fin de que en cualquier distrito del mundo que se halle se le reconozca como verdadero Hermano Masón que es, porque en su estado hizo cuanto pudo, siempre sin variación y con los límites en el honor. En testimonio de lo cual sellamos los márgenes de este Certificado con el sello de nuestra Logia. Dado debajo de nuestras firmas en nuestra Logia en Montevideo a 18 de julio 1807 Anno Lucis 5807”. [traducción]

33 Ibidem.


II. 2) ACTIVIDAD DE LOGIAS EN EL PROCESO DE INDEPENDENCIA.

En las luchas por la independencia, la Masonería sin duda estuvo omnipresente en el proceso. Manuel Klaps, filósofo e historiador, en su trabajo “Masones y Liberales”, expresa que...”Al producirse los acontecimientos de mayo de 1810, la masonería se muestra muy activa. Entre los patriotas figuran varios masones conocidos, y junto a Artigas...están Zufriategui, Santiago Figueredo, el General Rondeau, el Presbítero José Valentín Gómez (quien recibirá la espada de Posadas en la batalla de Las Piedras) y el vehemente Monterroso... (34)”.

Si bien es más que probable que dichos protagonistas fueran masones, no tenemos todos los documentos que acreditan lo aseverado por Klaps. Sin embargo, sí podemos acreditar algunos casos registrados por la Masonería Argentina (35), hecho coherente, ya que el trasiego de personas de ambas bandas del Plata comprometidas en los sucesos, era muy intenso, permitiendo a Carlos de Alvear –Primer Venerable de la Logia Lautaro de Buenos Aires en 1812 36, fundador de otra, “Caballeros Racionales” de Buenos Aires– fundar una en Montevideo, en la segunda década del siglo XIX en oposición a la Logia Lautaro de Buenos Aires, refundada por José de San Martín.

Al respecto se ha expresado que “...puede suponerse con verosimilitud que

Alvear haya organizado la Logia “Caballeros Racionales”... (37)”. Efectivamente, el nombre de “Caballeros Racionales” es el de la Logia N° 3 de Cádiz en la que fuera iniciado Carlos de Alvear38, y a la que San Martín –luego de ser iniciado en la Logia Integridad N° 7 de Cádiz 39– se afilió posteriormente.

Cabe agregar que Alvear también había fundado en Londres la Logia “Caballeros Racionales N° 7” “...siendo secundado en esa labor por los Hermanos Zapiola, San Martín, Mier, Villa Urrutia y Chilavert... (40)”.

La Logia de referencia fundada en Montevideo por Alvear, si bien formada por elementos lautaristas, estuvo estructurada al principio por siete masonesexiliados, opuestos a otros masones lautarinos de Buenos Aires encabezados por José de San Martín y Juan Martín de Pueyrredón y que fueron: Carlos de Alvear, Juan Larrea, Santiago Vázquez, Manuel Alvarez, Francisco Martínez Nieto, Juan Zufriategui y Ventura Vázquez.

Tal lo consignado en las memorias de Tomás de Iriarte quien se afilió a la Masonería en 181941. Sin duda esta Logia fue decisiva para la creación de la Orden de los Caballeros Orientales.

Entre 1815 y 1823 surgiría en Montevideo la Orden “Caballeros Orientales”, probablemente no como Logia masónica pero sí, paramasónica, dependiente en sus planes de la anterior, ya que “...De los cuarenta y dos miembros identificados, veintidós figuran en los registros de la Masonería...(42)”, como por ejemplo Juan Zufriategui, miembro de la Logia Lautaro (43); Manuel Oribe (44); Prudencio Murguiondo (45); Tomás de Iriarte (46); Carlos de San Vicente (47); Santiago Vázquez, Manuel Oribe, Ignacio Oribe, Ventura Vázquez, Juan Francisco Giró, Gabriel Antonio Pereira, León Ellauri y otros más. Otro autor refiriéndose a los “Caballeros Orientales” o “Los Independentistas” como también se les llamó, expresa:

“...En esa época tuvieron gran preponderancia en su seno, Santiago y Ventura Vázquez, Alvear, Manuel e Ignacio Oribe, Juan Benito Blanco, Francisco Aguilar, Antonio Díaz, Prudencio Murguiondo, Tomás Iriarte, Atanasio Lapido, Bauzá, Carlos de San Vicente, Juan F. Giró, Gabriel Pereira, Lecoq, los Blanco, Domingo Cullen, los Zubillaga, Lorenzo Pérez, León Ellauri, los Zufriategui, Francisco Martínez, Francisco J. Antuña, Francisco J. Muñoz, Manuel Vidal, Agustín Aldecoa, Cristóbal Echevarriarza, etc.... (48)”.

Es posible que la Sociedad de “Los Caballeros Orientales” fuese influida por la Logia fundada por Alvear en Montevideo.

En este punto es necesario desestimar la conseja que ha hecho vox-populi sobre los estilos, fines, y función de la Masonería, como si sus integrantes fueran unánimes en cuanto a pensamientos sociales y políticos, como si fuera un frente monolítico frente a los cambios y al devenir histórico.

No sólo esto no es así, sino que basta con recordar que durante la Revolución Francesa, la Masonería tuvo que entornar sus puertas, ya que los masones llegaron a matarse unos a otros. Esto basta para desautorizar tales versiones.

Es posible que un hombre tan versátil como Alvear, haya sido el centro de manejos en los que trataba de contrarrestar a San Martín y Pueyrredón, por un lado, y a Artigas y su movimiento, por otro, en lo que podría contar con la tolerancia portuguesa, que se beneficiaba con las divisiones y permitía entonces la posibilidad que el movimiento alvearista operara con su Logia desde Montevideo.


4 - Manzanares Vidal, César, “Diccionario de los Papas”, Barcelona, Península, 1997, pág. 125.

5 - Frau Abrines, Lorenzo, “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”, México, Ed. Del Valle de México, S/F, Tomo IV, pág. 143-144.

6 - Manzanares Vidal, César, Ob. Cit. pág. 125.

7 - Frau Abrines, Lorenzo, Ob. Cit., Tomo IV, pág. 144.

8 – 9 – 10 – 11 - Ibidem.

12 - Scardino, HumbertoW., “Breve esquema con los antecedentes sobre el desenvolvimiento y actuación de la Masonería en el Uruguay siglos XVIII y XIX”, Montevideo, 2001, Inédito.

13 - Blanco Acevedo, Pablo, “El Gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la nacionalidad”, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1944, pág. 86.

14 - Frau Abrines, Lorenzo, Ob. Cit. Tomo I, pág. 21.

15 -  Tuñón de Lara, Manuel, “La España del siglo XIX”, Madrid, Biblioteca Literaria, 2000, Tomo I, pág.28.

16 - Apolant, Juan Alejandro, Ob. Cit., Tomo II, pág. 931-932.

17 - Ibidem, pag. 942 (Fallo del Real y Supremo Consejo de Indias, en Madrid, 11 de marzo de 1768).

26 Reyes Thevenet, Alberto, Ob. Cit.

27 – 28 – 29 - Ibidem.

30 - Salsamendi, Miguel, Ob. Cit. pág. 33.

31 - “The Sauthern Star”-“La estrella del Sur” (bilingüe), N° 6, sábado 27 de junio da cuenta: “El miércoles 24 del corriente se celebró en esta ciudad el día de San Juan Baptista por el Cuerpo de Francmasones”.

32 - “Lodge N° 192, Held in Majesty’s 47th Regiment of Foot. Principium et Finis. A todos los Verdaderos Noachides iluminados en los misterios sagrados de la Cábala Divina en que ésta represente, Certificamos de nuestra parte como el portador nuestro Hermano D. Miguel Furriol, introducido y aprobado en nuestra Logia 192 bajo el Registro de Irlanda quien después de un perfecto conocimiento en los dos Grados de la Masonería fue elevado al digno y honrado Grado de Maestro Masón. Por cuyas consideraciones lo recomendamosa todos y en particular a cada uno en nuestra Fraternidad a fin de que en cualquier distrito del mundo que se halle se le reconozca como verdadero Hermano Masón que es, porque en su estado hizo cuanto pudo, siempre sin variación y con los límites en el honor. En testimonio de lo cual sellamos los márgenes de este Certificado con el sello de nuestra Logia. Dado debajo de nuestras firmas en nuestra Logia en Montevideo a 18 de julio 1807 Anno Lucis 5807”. [traducción]

34 Klaps, Manuel, “Masones y Liberales”, Enciclopedia Uruguaya N° 27, Montevideo, Editores Reunidos y Ed. Arca, enero 1969, pág. 127.

35 - Lappas, Alcibiades, “La Masonería Argentina a través de sus hombres, Buenos Aires, Offset Difo S.H., 3ª. Ed., 2000. Allí consta: “Zufriategui, Juan (1768-1848) natural de Montevideo formó parte de la Logia Lautaro de Buenos Aires. En 1817 integró la Logia Caballeros Orientales de Montevideo, y al fallecer era miembro de la Logia “Asilo de la Virtud” de dicha ciudad, (pág. 456). Gómez, José Valentín, (1774-1839): “Referido por Zapiola como uno de los integrantes de la Logia Lautaro de Buenos Aires”, (pág. 229).

36 Ibidem, pág. 102.

37 Klaps, Manuel, Ob. Cit., pág. 127.

38 Lappas, Alcibiades, Ob. Cit., pág. 102.

39 Ibidem, pág. 387.

40 Ibidem, pág. 102.

41 Memorias del General Tomás de Iriarte.

42 Klaps, Manuel, Ob.Cit., pág. 127.

43 Lappas Alcibiades, Ob.Cit., pág. 456.

44 Ibidem, pág. 326.

45 Ibidem, pág. 317.

46 Ibidem, pág. 255.

47 Salsamendi, Miguel, Ob. Cit. pág. 34.

48 García Flavio, “Historia de los Orientales”, Montevideo, Ed. Medina, 1956, Tomo II, pág. 419.Santiago

Vázquez, Ventura Vázquez, Manuel Oribe, Juan Benito Blanco, Silvestre Blanco, Antonio Díaz, Carlos de

San Vicente, Juan F. Giró, Gabriel Pereira, Francisco Lecocq, Lorenzo J. Pérez, Pablo Zufriategui, Francisco

Solano Antuña y Cristóbal Echeverriarza, figuran en “Biografías Masónicas Orientales”, Comisión

Patrimonio Histórico masónico de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, Montevideo, 1991, Tomo I.

Carlos de Alvear, PrudencioMurguiondo y Tomás de Iriarte, figuran en Lappas, Alcibíades, Ob. Cit.



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