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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

LEYENDA DEL KOROCHIRE - Versión de GIRALA YAMPEY

LEYENDA DEL KOROCHIRE - Versión de GIRALA YAMPEY

LEYENDA DEL KOROCHIRE

Versión de GIRALA YAMPEY

 

         Korochire, es la variedad de color amarronado del havía (zorzal), en éste caso, el zorzal criollo. La otra tiene color grisáceo. Su silbo imita onomatopéyicamente su nombre: korochire, korochire... y canta constantemente, en diversos tonos, hasta por las noches, sobre todo en primavera. León Cadogan, recogió, de fuente genuinamente guaraní, la siguiente leyenda:

         Los tajy kuéra (lapachos), cubiertos de flores, anunciaban que no habría más escarchas aquel año y que había llegado la época de la siembra. Todo el mundo, hombres, mujeres y niños, se dedicaban, con entusiasmo y alegría, a las faenas agrícolas. Unos arrancaban las malezas, otros manejaban el yvyra-hakuáva (bastón puntiagudo).

         Otros, echaban en los hoyos abiertos por éstos, trozos de la rama del elemental mandi'o (mandioca), semillas de avati (maíz), kurapepê (zapallos), jety (batatas), manduvi (maní), kumanda (porotos), y otras simientes. Todos trabajaban, menos un mozo esbelto que, al levantarse, ya alto el sol, tomaba su mbaraka (guitarra), y cantaba, casi sin interrupción, melodiosas estrofas de amor, dedicadas a una supuesta prometida. Hasta la hora de comer no suspendía su musiqueada.

         Cuando llegó la época en que el cogollo del maíz tomaba sazón y los vástagos del jety y del andai (calabaza) comenzaban a tapizar el suelo con el verdor de sus alfombras, a fin de evitar que los ñuatipytâ (espinas rojas) y otras malezas perjudicaran la futura cosecha, todos se encaminaron a la kapuera para limpiar la chacra de hierbas malas. Todos, menos el esbelto mozo del mbaraka. Él seguía entonando melodiosas estrofas a la ausente prometida.

         Llegaron los días de calor, floreció el yvyra-pytâ y maduró la fruta del guembe, recordando a los hijos de la selva que había llegado la época de hacerlas últimas siembras. Todos se dedicaron con ahínco a preparar tales cultivos, a fin de que no falten alimentos durante los días fríos y lluviosos del invierno. Todos trabajan, menos el esbelto mozo del mbaraka que, sin preocuparse de las actividades de los demás, siguió con su música y su canto.

         Aunque Tupâ había indicado a los hombres que tenían el deber de atender y dar de comer a su familia y cooperar con la comunidad, el vigoroso y esbelto varón, pasaba su tiempo cantando y sin trabajar. Un día, sin que nadie se diera cuenta, el mozo del mbaraka desapareció misteriosamente. Días después, se escucharon en la selva cercana al tapýi (rancho), los melodiosos trinos de un pájaro, hasta aquel entonces desconocido. Era el silbo del korochire que, aún de noche, cuando se despierta, entona en melodiosa voz, sus cantos de amor.

         Cadogan, termina diciendo: "Este es el cuento que narró el Cacique Emeterio a un grupo de jóvenes, en un atardecer de agosto, al comenzar la época de la primera siembra".

Fuente: MITOS Y LEYENDAS GUARANÍES por GIRALA YAMPEY. Editorial Manuel Ortiz Guerrero, Patronato de Leprosos del Paraguay. Tapa: Búho, fotografía de una cerámica indígena. Asunción - Paraguay, 2003. 177 páginas.

 

 

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