EL MITO DE POMBERO
Versión: RAMÓN BOGARÍN
El panteón guaraní es una mina riquísima de la Amerindia, intacto como el velo de una ninfa dormida, y lleno de seres maravillosos creados por la brillante fantasía de la raza autóctona con el fin de personificar y de explicar a su manera los diversos fenómenos de la Naturaleza que más herían a la imaginación, sea por la magnificencia y belleza de su color como Coetï (Aurora), sea por la misteriosa y secreta influencia de su dominio como Pïtum (Noche).
El trama folklórico nativo está tejido de fibras divinas y humanas como Tupang (Dios Supremo del Bien) del cielo guaraní Ybagá y Añá (Dios Máximo del Mal) del infierno (Añaretá); Curupí, fauno de la siesta que mora en la fronda, y Luisón, hombre pálido como la flor del algodonero que devora el cadáver de los cementerios.
Así, nació Pombero, una de las deidades populares de la mitología guaraní, de las olas tenebrosas de la noche al primer beso de la madre Tierra (Ybï) después de haber entrado Cuarahí (Sol) en la boca del fosco abismo, del mismo modo que surgió Eros, Dios brillante con alas de oro, Dios de la luz y de la vida, de la entraña de la Noche fecundada por el Viento según la cosmogonía de los órficos.
Pombero, dios de la Noche guaraní, se desliza raudo como el vuelo de un murciélago en el imperio tenebroso de la sombra, sin sentir su movimiento ni dejar rastro por donde haya pasado como la fosforescencia intermitente de la noctiluca o como la imagen errante de la nube que se va alejando en las azules lejanías del horizonte.
Caraí Piharé, Señor de la noche, impera como Plutón en la oscuridad. Ser invisible cuya existencia se percibe solamente por el rumor de su paso sobre la hojarasca o por el polífono acento de su voz misteriosa: Pía como los pollitos, crascita como el carancho; silba como el hombre; imita el canto de todas las aves con singular maestría y habla como un consumado ventrílocuo en los lugares y horas inesperados en el seno insondable de la tiniebla.
Dios benigno y maligno de la noche. Protege a los hombres de buen corazón; le ayuda en los largos viajes nocturnos de trabo; ahuyenta a los espíritus maléficos y coopera con él para salir airoso en las empresas y aventuras más difíciles sin pedir recompensa por los servicios prestados. Pero, se siente muy satisfecho cuando se le convida con un naco (pedazo de tabaco negro torcido para mascarlo) o bien con un buen platillo de miel silvestre, únicos manjares aceptados.
El noctámbulo que desea conquistar la amistad de Pombero, se esmera en dejarle un naco o un platillo de miel silvestre en los lugares donde puede hallarlos y saborearlos.
Pombero es buen amigo cuando se sabe tratarlo, pero temático y vengativo en caso contrario.
Si algún varón hablare mal en contra de Pombero, no tardará para que sea tocado furtivamente, en una noche menos pensada, por mano helada que hará temblar todo el cuerpo y provocar un sudor frío en todo el organismo, quedando la víctima demente, mudo o epiléptico para siempre.
Si alguna mujer hiciere lo mismo, quedará repentinamente embarazada sin haber tenido contacto carnal con ningún varón de su especie en justo castigo de haber causado por una imprudencia la ira del rey soberano de la noche.
Si Pombero se aproxima o corta como murciélago la cortina de la noche, los perros del barrio anuncian con un aullido tétrico y extraño, las gallinas dan suaves señales de peligro y todo el mundo guarda el más profundo silencio.
Así, Pombero, espíritu invisible, errante y fugitivo, hace sentir su influencia benigna o maligna, según las circunstancias, mientras reina soberana en la tierra la sombra caótica e inmensurable, rival eterna de la luz.
Impera el rey soberano de la noche, el guardián supremo de la tiniebla, el genio poderoso de las sombras, que con el poder de su voluntad omnímoda, impone el miedo y el silencio en la calma infinita o en la callada soledad de la negra noche, del mismo modo que, el dios Pan infundía el susto pánico y el miedo cerval a las musas y a las ninfas, conforme las clásicas leyendas.
Pombero es una deidad de carácter nacional cuyo nombre de suyo misterioso vibra de un confín a otro del imperio guaranítico como el jefe supremo de la noche, el centinela alerta de la tiniebla y el mago invisible e invulnerable de la oscuridad.
Pombero, dios benigno y maligno de la tiniebla, simboliza a la primavera de la vida, época del amor y de la ilusión, en que el joven pleno de virilidad y de energía sobrante, se lanza como una saeta voladora en el imperio tenebroso de la noche, tras la novia ideal, la mujer soñada o la Virgen Azul que aparece y desaparece como a través de un tul en el vago horizonte de la existencia, que ya se aproxima o ya se aleja del trono del Amor, semejante al raudo colibrí que rápido viene y rápido va en torno a una flor en su vuelo incesante.
Pombero, espíritu noctívago y creación del cerebro guaraní, alude al Amor que florece en la mano del apuesto efebo y que ofrece a la mujer amada bajo la sombra protectora de la noche como una palpitación de la vida y un latido del corazón, sea en un edénico idilio en el jardín perfumado, sea en una romántica cita en la reja de la ventana o en armonioso connubio en un tálamo de rosas o en la esmeraldina alfombra del muelle césped de la florida campiña paraguaya tan poética como musical aun cuando se halla envuelta bajo el negro manto de la tiniebla, mientras Cuarahï (Febo) permanece oculto en la entraña misteriosa de Pitum...
Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)
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