ÑU RASÕ
Compiladora OLGA BOGADO DE ROJAS
Este caso es una versión que nos llegó a través de una ex residenta llamada
Doña Carmen Díaz de Valdés
Insólito, ingueroviable (comentaba la gente), este suceso hace muchos aòos conmovió a un despoblado paraje de una inhóspita región perdida en el mapa hacia el Alto Paraná, conocida como Valle Kañy.
En una barranca boscosa, en el recodo del arroyo Paraná Ygué, vivía una mujer de extraña figura, de complexión raquítica, pelo ralo, aspecto desnutrido por su palidez de cera, huraña; en lo posible prefería no comunicarse con los lugareños de su entorno.
Se la conocía como Celipa Pirú.Vivía sola, con un bebé de pocos meses en un pequeño ranchito. Su hijito era un varoncito, que tampoco tenía aspecto de llevar una vida saludable. El compañero de Celipa, y padre de su hijo, Leoncio López, era un sacrificado campesino trabajador, que se ausentaba con frecuencia de su hogar para dirigirse a un obraje de Alto Paraná, donde laboraba duramente como peón.
Por esta razón, Celipa y su hijito pasaban la mayor parte del tiempo solos, en medio de una absoluta austeridad y monotonía, dentro de un ambiente hostil y precario, rodeados de una escasa vecindad.
Leoncio, competente en su oficio de obrajero, y leal a las exigencias de sus patrones, no podía asistir con frecuencia a su familia, sino ocasionalmente porque el permiso le era denegado. Esta situación laboral lo tenía siempre preocupado. Celipa, resignada a su suerte, se las arreglaba con sus escasos recursos para sobrellevar su existencia y la de su pequeño.
Acosado por extraños presentimientos, y una incontenible nostalgia, Leoncio consiguió a duras penas permiso con el jefe para dejar por unos días el obraje, a fin de ir a visitar a su familia. Decidido, ensilló su potrillo "Lucero" y se dirigió a su valle.
En incansable galope, sorteando un sinuoso camino, Leoncio se confundía con la espesura del bosque, pero a pesar de su sostenido peregrinar, le alcanzó la noche en el trayecto.
Celipa, en su cotidiana soledad, ni bien asomaban las primeras sombras de la noche, prendía su débil lampiún (lamparilla a kerosén o alcohol); y luego de una frugal y habitual cena, se refugiaba en su camastro con el niño, a quien acostaba con el fin de amamantarlo con maternal ternura.
Una costumbre muy arraigada en las mamás campesinas era la de darle el pecho al hijo acostada en la cama, hasta que el pequeño se quedara dormido, prendido al pezón materno y, ya en sueños, éste lo soltara.
En esta habitual rutina transcurrían los días de Celipa y su niñito.
Bajo el suave resplandor de una luna llena, Leoncio divisó finalmente su ranchito, a lo lejos, rodeado de un tacuaral. A medida que avanzaba, aumentaba en él su ansiedad y sus deseos de reunirse con su familia. Llegó al fin extenuado, abrió la tranquera y se introdujo a su pequeña parcela. La débil lucecita que se infiltraba por las hendiduras de la precaria puerta de la casa le indicaban que probablemente aún estaban despiertos su pareja y su pequeño hijo, a pesar de lo avanzada de la madrugada.
Procedió a golpear la puerta pero nadie respondía. Volvió a insistir de nuevo pero no obtuvo respuesta. Golpeó la puerta, esta vez con más fuerza, llamando a la par a su mujer. La falta de respuesta lo preocupó sobremanera por lo cual forcejeó y empujó la puerta de la habitación.
¡Cuán grande fue su sorpresa como su asombro!
Ante sus ojos vio un cuadro espeluznante y desolador. Leoncio, temblando de terror no podía creer lo que sus ojos veían. No sabía cómo reaccionar.. Celipa y su hijito yacían dormidos, como si estuviesen anestesiados uno al lado del otro, mientras una astuta y hábil serpiente negra, succionaba uno de los senos de Celipa, que había dejado el niño al descubierto al dormirse. Leoncio, horrorizado y con las manos temblorosas de la desesperación, apenas pudo tomar su facón, que siempre lo llevaba ceñido a la cintura, y con un certero movimiento, desprendió con furia al reptil del pezón sin lesionar a su compañera, para luego partirlo en dos al animal.
A pesar de ello, Celipa aún seguía como fuera de sí, adormilada en la confusión.
El pobre hombre, anonadado, no atinaba a reaccionar del susto y el asombro. Desesperado, salió en busca de ayuda y llamó a los pobladores más cercanos de la vecindad. Acudieron inmediatamente algunos. Uno de ellos, Don Taní, amigo de Leoncio, comentó que se trataría de una serpiente llamada ÑU RASÕ, que pertenecía a una de las especies no venenosas, y arguyó que éstas no inoculan ponzoña. Al parecer, el reptil sólo estaba tratando de alimentarse de la leche maternal.
Llegó Ña China, otra lugareña, y exclamó santiguándose:
-Koa niko cosa del demonio, Satanás rembiapo.. la maligno oike ko'ape Che dio!.. Con razón niko Celipa cada día ipirúve.. (Esto es cosa del demonio, del maligno Satanás, con razón Celipa cada día está más flaca.)
En tanto que iban llegando y sumándose otros vecinos, surgían interrogantes y comentarios sobre el extraño caso acaecido.
Dado el inusitado caso, cada quien recurriendo al folklórico "Arandu ka'aty" (sabiduría popular), comenzaron a rezar con fervor el "Creo en Dios Padre.." para luego salpicar el lugar con agua bendita, buscando así alguna manera de exorcizar a la familia que le tocó vivir tan repugnante suceso.
Este escalofriante episodio se difundió como reguero de pólvora, conmovió y conmocionó a todos los pobladores de Valle Kañy por extraño y fiel a la realidad.
O.B.R.
LEYENDAS SOBRE CULEBRAS Y OTRAS SERPIENTES
"En la zona donde yo vivo, el Bajo Aragón, existe la leyenda, que mucha gente mayor (>50 años) me corrobora, de que las culebras robaban la leche materna de los pechos de las mujeres lactantes cuando dormían y a su vez introducían la cola en la boca del bebé a modo de chupete para que no llorara. Os advierto que la primera vez que lo oí me dio un ataque de risa. Soy veterinaria y me encantan las serpientes de las cuales he leído bastante y nunca me había encontrado con nada así. Pero cuando te llega de varias fuentes distintas, te mosquea un poco.
Yo creo pensar que más bien se las habrán encontrado enroscadas dentro de la cama en las casas de campo porque hayan ido en busca de calorcito.
También me cuentan ataques de los que yo identifico como culebra bastarda por su descripción (Malpolon monpesulanum), pero ataques con mala leche, de ponerse erguida sin venir a cuento.
O bien, de enroscarse en un hombre que estaba echando la siesta y de no avisarle su mujer, le aprieta hasta estrangularle (y aunque esto parece un desierto no es África).
Consecuencias de todo esto: cualquier cosa que se arrastre golpe de "ajá" (azada) y se acabó.
No hay manera de convencer de lo beneficiosas que son para los huertos y cultivos.
Así que si alguien sabe de leyendas o explicación a es-tos casos, o bien, alguien sabe de algún caso real... No sé, solo por curiosidad."
(extractado de la página: http/foroantiguo/infojardin.com ) REFERENTE AL CASO COMENTADO: Existen innumerables versiones enriquecidas por la imaginación popular acerca de víboras y culebras, que pueden ser leídas en Internet.
NOTA ACLARATORIA: El caso "Ñu rasõ" es auténticamente paraguayo referido de una versión tradicional en una región del Paraguay.-
Fuente: CREENCIAS Y TRADICIONES POPULARES DEL PARAGUAY. Por OLGA BOGADO DE ROJAS. Diseño y diagramación: Fausto J. von Streber - fausto@sitepy.com , Asunción – Paraguay, 2011 (126 páginas)
GALERÍA DE MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY
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