FOLKLORE, TRADICIONES, MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY - COMPILACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

IZY O JURUPARI - ETNOLITERATURA TUPI-GUARANÍ - Texto de JOÃO BARBOSA RODRIGUES

IZY O JURUPARI - ETNOLITERATURA TUPI-GUARANÍ - Texto de JOÃO BARBOSA RODRIGUES

IZY O JURUPARI

ETNOLITERATURA TUPI-GUARANÍ

JOÃO BARBOSA RODRIGUES


 


  IZY O JURUPARI  

 

            Cuentan los ancianos que, en los orígenes de nuestro pueblo, apareció en el río Ukalary una multitud de mujeres, las cuales, como convivían con unos viejos, no podían concebir.

            Estaban resentidas por ello y tristes por saber que el mundo se acabaría a causa de la ausencia de hijos que lo poblasen.

            Cierto día, un pajé que las acompañaba, les preguntó:

            - ¿Están tristes, las mujeres?

            - Sí, estamos tristes -respondieron ellas-, porque vemos que nuestros hombres continúan impotentes a pesar de haber bebido kangerukú.

            - No lo estén más -contestó el pajé-, porque aún tendrán ustedes hijos.

            - ¿Cómo...? ¿Cómo...?

            Las mujeres se volvieron alegres.

            - Ya lo sabrán ustedes -dijo el pajé-, pero tómense primero un baño.

            Cantando de contentas, las mujeres corrieron hacia el río a bañarse. Cuando salieron del agua, el pajé les dijo:

            - Ahora tendrán hijos, pues ya la gran víbora las dejó a todas encintas.

            Una vez que transcurrieron las lunas, en el mismo día nacieron todas las criaturas. La más joven de las mujeres tuvo la niña más bonita.

            Ella creció. Y a medida que lo hacía volvíase cada vez más hermosa, por lo que los jóvenes deseaban casarse con ella.

            Un día yendo la muchacha por el monte se encontró con unos monos que estaban comiendo frutas de uakú (*).

            - Son muy lindas esas frutas-, dijo la muchacha.

            - ¿Quieres comerlas?-, preguntó el uakú.

            - Sí, quiero comerlas.

            Los monos le arrojaron las frutas, y ella probó una.

            - ¡Es muy rica - dijo luego.

            Juntó entonces buena cantidad ellas y las comía dejando escurrir parte del jugo cuello abajo.

            Se sucedieron las lunas sin que a la muchacha le volviesen las reglas. Al ver que a la muchacha se le iba abultando el vientre, los muchachos la acosaban preguntándole:

            - ¿Quién te embarazo?

            Ellos le preguntaban porque deseaban matar al padre de la criatura.

            - Tú no nos quisiste, pues ahora te mataremos si no nos cuentas quién te empreñó.

            Respondióles la muchacha:   

            - No sé quién haya hecho crecer mi vientre, pues yo solo comí frutas de uakú.

            - ¿Es cierto eso? - contestaron los muchachos -. ¿Qué hacer ahora?

            Luego de transcurridas algunas lunas, la muchacha tuvo al hijo. Cuando se retiró a dormir a la noche, el hijo desapareció. Ella lloró mucho; lo buscó por todas partes, pero no volvió a encontrarle. Buscándolo, llegó junto al tronco de un uakú y oyó llorar una criatura. Pero no la halló. Se echó a dormir entonces al pie del uakú. Cuando despertó a la mañana, echó de ver que sus senos estaban secos: la criatura había mamado toda la noche.

            Todos los días escuchaba llorar la criatura. Cuando al día siguiente despertaba, se encontraba con que sus senos estaban secos: la criatura, pues, había mamado toda la noche.

            Al cumplirse un año, la criatura cesó de llorar, y los pechos de su madre no dieron más leche. Entonces comenzó a escuchar a la criatura que jugaba, saltaba, reía, corría, pero sin ver jamás a la que lo hacía.

            De este modo fueron los días transcurriendo. Y en uno de ellos, súbitamente, se le apareció el hijo, ya hombre. La madre vio que le salía al hijo fuego de las manos y de la cabeza.

            - Mamá -le dijo este- ya estoy aquí. Vamos a casa.

            Todo el pueblo se alegró de verlo y corriendo vinieron hacia él, hasta los ancianos.

            Cuando lo vieron los pajés, soplaron sobre el dándole el nombre Izy, "tú te originaste de fruta".

            El gentío prorrumpió entonces en un grito, proclamando

            - El será nuestro jefe. Nosotros lo queremos.

            Entonces dijo él:

            - No puedo ser vuestro jefe, pues no tengo aún la piedra miniu para poder serlo: ella está en la sierra del Arco de la Luna.

            Cuentan que Coaracy (el sol) le había dado una bolsita conteniendo cosas encantadas que provocaban hechizos. Coaracy le había dicho:

            - Ten esto, hijo. Todo cuanto desees, en esta bolsita lo hallarás. Adonde yo llegue, llegarás tú y todos te escucharán.

            Cuentan que las mujeres deseaban ir hasta la montaña a traer la piedra del jefe. Como también lo deseaban los hombres. Entonces hablaron los pajé:

            - Las mujeres no pueden tocar esa piedra.

            Hombres y mujeres comenzaron a reñir. Izy extrajo entonces de la bolsita unos calderitos, puso en ellos fuego y brea, la que se puso a hervir. Del humo de la brea salieron murciélagos. Después uakara, murukututu, yakurutu y otras aves nocturnas. Luego salieron otras aves, como las golondrinas. Y después cuervos. Cuando salía el cuervo real, Izy lo agarró y le dijo:

            - Cuervo, llévame a la sierra del Arco de la Luna. Cuando me traigas de vuelta aquí, te soltaré.

            El cuervo le llevó a la montaña. Llegado Izy a la cima, halló sentada ahí a la Luna.

            Jacy le habló:

            - Toma la piedra, recibe tu poder/noacaracana-liderazgo/. Con ella serás jefe de tu pueblo. Reúne a tu gente, que hagan ayuno, mientras yo te enseño cómo has de gobernarla. (...) A quien no escuche tu palabra, mátalo, ahora, vete.

            Izy regresó y soltó prestamente al cuervo.

            Dicen que luego convocó a los ancianos y a los pajé, les repitió todo cuanto Jacy le dijera y, pidiéndoles que no lo revelasen a nadie, desapareció de su vista.

            Las mujeres, curiosas por saber lo que Izy les dijera, se propusieron sonsacarle a los viejos. Al anochecer, pues, las más seductoras muchachas fueron a acostarse en la hamaca con los viejos. Estos, fatigados, se durmieron y, al despertar, no se encontraron con ninguna muchacha.

            Entonces dijeron:

            - Yo soñé anoche.

            - También yo.

            - Yo también soñé.

            Los viejos se pusieron a conversar entre sí.

            Las mujeres, mientras tanto, sabedoras ya de cuanto Izy revelara a los viejos, buscaron convertirse en jefes. Y también los hombres.

            De los viejos que revelaron el secreto, Izy quemó a uno, de cuyas cenizas lanzadas al viento salieron alacranes, otros bichos y plantas venenosas; mientras que otro se convirtió en sapo y un tercero en víbora.

            Izy reapareció. Ordenó el ayuno, azotó a los hombres y mujeres que quisieron convertirse en jefes, corrió tras de la que reveló el secreto y, para que no siguiese divulgándolo, la mató luego de poseerla.

            Acabado todo ello, dio su gran fiesta. Pero antes juntó a cuatro viejos y les dijo que prohibía a las mujeres que viesen o escuchasen la fiesta. Dio otras nuevas órdenes y les dijo finalmente:

            - Todas las mujeres que osaran conocer mis secretos, morirán. Todos los hombres que los revelasen, morirán. Ustedes, ancianos, pueden revelárselos a los muchachos, pero nunca a los niños menores.

            Acabado de hablar, lloró.

            Las más curiosas de entre las mujeres, queriendo enterarse de lo que Izy decía en secreto a los viejos, se acercaron a escuchar. Cuando acabó de hablar Izy, todas ellas murieron y se convirtieron en piedras.

            Izy lloró porque entre estas mujeres estaba su madre, y murió.

            Luego de esto, Izy danzó en la fiesta de su liderazgo, festejando su nuevo poder. Acabada la danza, Izy se marchó al cielo. Desde entonces, algunas veces Izy baja a pasear por el monte.

            Pasó el tiempo.

            Un día estaban unos muchachos comiendo frutas debajo del uakú, cuando se allegó a ellos un pajé, familiar de lzy, el cual les dijo:

            - Muchachos, ayunen ustedes; de lo contrario, yo los comeré.

            Cuentan que los muchachos se negaron a ayunar, de modo que otro día volvió a aparecérseles el pajé, el cual les agarró y se los comió.

            Cuentan que los padres de los muchachitos tomaron una gran animadversión contra el pajé. Para vengarse de él, mandaron hacer un gran kachíry (*) e invitaron al pajé para venir a beber con ellos.

            Luego que llegó el pajé, cuentan que bebieron durante todo el día emborrachándolo hasta el punto que el pajé no podía distinguir si era de día o de noche. Al verlo tan ebrio, los hombres se dijeron:

            - Hagamos fuego para vengarnos quemándolo.

            Así lo hicieron y lanzando el cuerpo del paje al fuego ardió hasta consumirse en cenizas. De éstas brotó el uataño (*).

            - ¿Cómo de las cenizas del pajé brotó el uataño? -se preguntaban los hombres cuando a la mañana siguiente fueron a ver las cenizas del pajé.

            El árbol, mientras tanto, creció tanto que las hojas tocaban el cielo. Por el fuste del tronco del uataño el alma del pajé subió en forma de un akutí-puru (*).

            Conociéndolo los hombres, derribaron el uataño por cuyo tronco había subido el alma del pajé. Cuentan que entonces, al cortarlo, los hombres dijeron:

            - Ahora ya no volverá el alma del pajé.

Fuente: MITOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY. Edición, compilación, traducción de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Diseño gráfico: RAFAEL VILLALBA, Asunción – Paraguay 2011 (151 páginas).



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