FOLKLORE, TRADICIONES, MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY - COMPILACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

EL ORIGEN DE LAS PLÉYADES - VERSIONES TUPÍ-GUARANÍ DEL CICLO DE LOS GEMELOS - Texto: JOÃO BARBOSA RODRIGUES

EL ORIGEN DE LAS PLÉYADES - VERSIONES TUPÍ-GUARANÍ DEL CICLO DE LOS GEMELOS - Texto: JOÃO BARBOSA RODRIGUES

EL ORIGEN DE LAS PLÉYADES

VERSIONES TUPÍ-GUARANÍ DEL

"CICLO DE LOS GEMELOS"

Texto: JOÃO BARBOSA RODRIGUES

 

 

EL ORIGEN DE LAS PLÉYADES

 

            En los tiempos antiguos había un hombre encantado que huyó de su mujer.

            - Cuando quieras seguirme -le dijo a la mujer-, ven tras de Mí. Mis caminos son las pisadas de los cuervos. Si hallas plumas de arará, es porque te has metido por el camino de las cosas malas.

            Cuando el padre de las Pléyades abandonó a su mujer, esta estaba grávida. Un día caminando en busca de su marido, los hijos se pusieron a llorar en su vientre. Enfadada con ellos, les dijo la mujer:

            - Todo cuanto ustedes ven, lo piden. ¡Por qué ya no salen para qué puedan comer lo que quieran!

            Los hijos se callaron entonces y no volvieron a hablar. A causa de que la mujer se enfadara equivocó el camino, y tomó el de las cosas malas. Llegó a casa de la onza.

            - ¿Qué vienes a buscar? Mis hijos son muy malos, dijo la onza.

            - Vengo por aquí en busca de mi marido -dijo la mujer-. El me dijo que viniese tras las pisadas del cuervo, pero yo me vine por el de las cosas malas, el de las plumas de arará.

            - ¡Ah, mi nieta! -replicó la onza-. Ahí vienen mis hijos: están llegando y enfurruñados conmigo. Para que no te encuentren aquí, ven conmigo y te esconderé debajo de una olla grande.

            Llegó poco después uno de los hijos de la onza.

            - ¡Hola, madre! Aquí huele a sangre real-, dijo.

            - Quién ha de llegar aquí -replicó la onza-, si yo vivo muy alejada.

            Después le preguntó la onza:

            - ¿Qué harías tú si apareciese una mujer y me buscase?

            - Qué haría yo? - contestó el hijo. Pues la dejaría a que se hiciesen amigas.

            Poco después llegaron a la casa los demás hijos de la onza y todos dijeron lo mismo.

            Todo anduvo muy tranquilo hasta que un día, como no lograron cazar nada para comer, los hijos, enojados, mataron a la mujer. La onza pidió entonces los huevos de ella para criarlos; los tomo, guardólos cuidadosamente, y de ellos salieron luego siete nenitos y una nenita.

            Mucho tiempo después ya crecidos, ellos se dijeron:

            - ¿Cómo podremos vengar a nuestra madre? Hagamos un lanza de pachíúba (*) con la que podamos lancearlos en aquella hondonada. Así seremos vengadores de nuestra madre.

            Cuando los niños fueron a bañarse, llegaron las onzas.

            - ¿Qué están haciendo, niños? -les preguntaron.

            - Nada, nos estamos bañando.

            - Entonces, también nos bañaremos con ustedes-, dijeron las onzas.

            - Está bien-, respondieron los niños. Nosotros, como pequeños, nos quedamos en lo playo; ustedes salten en lo hondo, que son ya grandes.

            Las onzas se lanzaron en el agua honda y ahí se quedaron espetados, muriendo todos.

            Los niños salieron del agua y fueron a sentarse en una piedra.

            La onza-madre llegó y se puso a conversar con ellos.

            - ¿Qué hacen, niños? -les preguntó.

            - Nada; estamos jugando-, contestaron las criaturas.

             - Si es así, yo también quiero jugar-, dijo la onza.

            - Siéntate entonces en la piedra y haz lo que estamos haciendo.

            - ¿Para qué?-, preguntó la onza.

            - Para achicar nuestros guijarros.

            - Muy bien, también yo achicaré mi guijarro.

            - Harás lo mismo que estamos haciendo-, dijeron los niños.

            Arrojaron todos los guijarros contra la piedra. Ahí quedó ella muerta. Los niños volvieron a la casa. Luego, caminaron por la ribera del río, remedando a todos los pájaros. También dijeron a la hermana que los remedase.

            Nada les parecía hermoso a los niños. Le ordenaron que remedara al karáu. Encontraron muy bonito el canto y dijeron:

            - Aguarda; y cuando las Pléyades estuvieren saliendo, sacude las alas, pues nunca las plumas se te caerán, aguarda; tú cantarás cuando las Pléyades nazcan.

            El karáu sacudió las alas conforme los hermanos le habían mandado. Ellos subieron entonces al cielo y se convirtieron en Pléyades.



Fuente: MITOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY. Edición, compilación, traducción de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Diseño gráfico: RAFAEL VILLALBA, Asunción – Paraguay 2011 (151 páginas).



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