FOLKLORE, TRADICIONES, MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY - COMPILACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

CAJAJ - ETNOLITERATURA NIVACLÉ - Texto de LENI PANE CHELLI

CAJAJ - ETNOLITERATURA NIVACLÉ - Texto de LENI PANE CHELLI

CAJAJ

ETNOLITERATURA NIVACLÉ

TEXTO:  LENI PANE CHELLI

 

 


  CAJAJ  

 

            Todavía era de noche cuando Afoo y Caap salieron de la choza.

            Los esperaba un largo camino antes de llegar al descampado donde podrían avizorar a las abejas. Afoo y Caap eran cuñados. Desde hacía más de un año Afoo se había unido a una linda Tcanshai, hermana de Caap. Todos vivían en la choza familiar. Los dos hombres eran jóvenes y fuertes. Afoo tenía unos años más que Caap, y conocedor del oficio de la miel entrenaba a su cuñado. De caracteres diferentes, les unía, sin embargo, el cariño que sentían por Tcanshai. Ese día, como muchos otros, habían salido juntos a buscar el sustento familiar.

            Después de una prudencial espera, los ojos experimentados de Afoo divisaron hacia las brillantes nubes, el contrastante cuerpito negro de un insecto. Una abeja llevaba en su diminuta boca un poco de polen. Con ligeros pies corrieron los jóvenes en la dirección en que la abeja volaba. Sin perderla de vista, corrieron y corrieron hasta que la vieron hacer una vuelta, y otra, alrededor de un árbol. Comprendieron que allí se hallaba el panal, y se acercaron sigilosos.

            En la parte más alta de la copa de un árbol recto, hallaron el nido de las abejas.

            - ¿Qué hacemos? -preguntó Caap.

            - Utilizando una cuerda, uno de nosotros se subirá y traerá el panal, - contestó Afoo.

            - Yo me subiré -dijo Caap.

            Y utilizando cuerdas muy fuertes, Caap subió por ella hasta alcanzar la parte más alta del árbol, donde estaba el panal.

            Con pericia ya aprendida, extrajo el panal, y sentado en una rama, probó el dulce alimento. Le gustó. Probó otro poco, y así un poco más, y más. Sentía que sus fuerzas renacían, que el cansancio se alejaba. ¡Cuán sabroso era el gusto de la miel!

            Entretanto Afoo, el cuñado, esperaba bajo el árbol a que Caap bajase los panales de miel, y como no lo hacía, miró hacia arriba, y lo vio saboreando uno de ellos.

            - Hombre, bájate que se nos hace tarde -díjole.

            Pero Caap seguía bebiendo la miel y no le hizo caso alguno.

            - Bájate, hombre, o te saco la cuerda, -amenazó Afoo.

            Caap no le hizo caso alguno.

            Sentado en una rama y dejando balancear las piernas en el aire bebía la miel mirando el paisaje circundante. Enojóse Afoo. Estiró la cuerda y sentóse a esperar.

            Al rato, el glotón sintió que la apetencia de la dulce miel lo incitaba a la sed, y deseó bajar. Buscó la cuerda y viola en el suelo.

            - ¡Afoo! ¡Afoo! -llamó- ¡Pásamela cuerda!

            Pero Afoo la recogió del suelo, la emolió lentamente y se marchó del lugar.

            - ¡Afoo! ¡No te vayas! ¡Tengo sed! ¡Ayúdame a bajar! ¡Pásame la cuerda! -gritaba Caap- ¡Afoo!

            El cuñado ya se alejaba del lugar, dejando a Caap librado a su suerte.

            Comprendió el joven el maligno gesto de su cuñado Afoo y se puso a llorar.

            Toda la selva se estremeció con el llanto del joven. No era un llanto común, era como el silbido de un ave que llama y se desespera.

            Caía la tarde cuando Tcanshai oyó llegar a su marido, y, sin saber por qué, se estremeció. Se extrañó al verlo llegar solo.

            - ¿Está Caap contigo? -preguntó.

            - No -respondió Afoo, y agregó mintiendo -no quiso venir.

            - ¿Dónde se ha quedado? -inquirió la mujer.

            - Subió a un árbol, y no pudo bajar más. Tuvo sed, y yo he vuelto para llevarle agua de beber, porque el agua de la tinaja se derramó -mintió de nuevo.

            - ¿Cómo volverá? -se lamentaba Tcanshai -¡Pobre hermano!

            Luego de preguntarle dónde se encontraba el hermano, la mujer se propuso llegar hasta él con la tinaja de agua. Caminó con el atardecer; el cielo se oscurecía, debido a las amenazantes nubes de lluvia que iban cubriéndolo, sin dejar vislumbrar ni luna ni estrellas. No le importó a la mujer el mal tiempo, solo su hermano menor abandonado y sediento. Caminaba de prisa sumida en sus pensamientos cuando escuchó un silbido lejano, semejante a un lamento y canto a la vez. Siguió caminando, según le había indicado el marido, y cada vez escuchaba más cercano el silbo lamentoso.

            Reconoció el árbol que Afoo le había descripto, y llamó a su hermano. El silbo doliente había dejado de escucharse.

            - ¡Caap! ¡Caap! -llamó- Soy Tcanshai, y te traigo agua. No obtuvo respuesta.

            - ¡Caap! ¿Estás ahí?

            Otro profundo silencio envolvió a Tcanshai, a quien el miedo no había dejado de perseguir.

            - ¡Caap, por favor, contéstame! -gritó.

            Y ante el silencio que sus palabras provocaban, se puso a llorar.

            Sólo entonces habló Caap.

            - Hermana Tcanshai, aquí estoy. Esta mañana he subido al árbol en busca de miel, y la he bebido en exceso. Mi cuñado Afoo se enojó por ello, y me castigó. Cuando le pedí que me ayudase a bajar para beber agua, arrancó la cuerda que estaba prendida al árbol y se alejó, dejándome aquí arriba desesperado.

            Vi un pájaro -continuó Caap- y deseé ardientemente ser como él para bajar y beberme un poco de agua en la laguna que veo desde aquí, y mi deseo se hizo realidad.

            Terminado de escuchar estas palabras, Tcanshai miró hacia arriba y vio a un hermoso pájaro sacudir sus grandes alas moras y brillantes, mientras un silbido se escapaba de su pico.

            - Adiós, hermana. Dile a mi hermano que se cuide de mi venganza en las noches de lluvia.

            Volvió Tcanshai apresuradamente, apremiada por la emoción, la noche y los relámpagos, a la choza donde estaba su marido.

            Contóle entre llantos lo sucedido, mientras Afoo le insistía.

            - ¡No puede ser! Ya verás cómo Caap vuelve.

            Pero acicateado por la curiosidad Afoo dejó la choza a la madrugada y volvió al lugar donde había abandonado a Caap. Llegado al pie del árbol tomó un palo y lo golpeó gritando:

            - ¿Qué le has dicho a tu hermana? Si eres pájaro, vuela. ¡Vuela!

            Entretanto la lluvia que se anunciaba desde hacía rato comenzó a caer, recia, intensa, ruidosa. Rayos y truenos se hacían sentir por todo el monte. Afoo sentía el agua discurrir por todo el cuerpo, pero no dejaba de golpear con furia el árbol gritando: - ¡Bájate volando, bájate volando!

            Arreció la lluvia, los cabellos mojados caíanle a Afoo sobre las sienes, su ropa se le pegaba al cuerpo y la tierra que pisaba se había convertido en barro. La furia lo embargaba, sin darse cuenta de ello y seguía golpeando el árbol, cuando un rayo le cayó encima y lo mató.

            En eso paró la lluvia, el sol salió por el amanecer, y una garza mora y bella extendiendo sus alas alzó el vuelo desde la copa del árbol y se dirigió volando a la laguna.


Fuente: MITOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY. Edición, compilación, traducción de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Diseño gráfico: RAFAEL VILLALBA, Asunción – Paraguay 2011 (151 páginas).



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